Buenos días por el día. les traigo la versión, renovada, mejorada y bastante más avanzada de las crónicas de Sand Zone: una pequeña novela o conjunto de One Shots que nos habla de esta enigmática zona del Mudno Digital. Sin más preámbulos, les dejo con el primer capítulo.
Capítulo 1: Encuentro en las arenas del desierto...
Sí había un adjetivo que podía definir la vida de Pharaohmon, sin duda alguna, era planificada. Desde su nacimiento, se le había estado recordando que algún día sucedería a su padre como faraón de Sand Zone, y que debía prepararse para aquel cometido. Durante toda su infancia, había sido educado para ello y finalmente, tras la muerte de sus progenitores, heredó el cargo y comenzó a ejercer el dominio de la zona tal y como se le había enseñado.
Como gobernante, se limitaba a cumplir sus funciones régiamente; las cuales se habían vuelto una mera rutina para él: hacía de juez en aquellos casos más relevantes, ordenaba la construcción de grandes obras, gestionaba la economía y el sistema de abastecimiento y coordinaba el culto, entre otras muchas funciones de menor importancia. Pocos acontecimientos desviaron su atención de su vida diaria.
Los mandatos de Pharaohmon resonaban por los vastos confines de Sand Zone como el eco de una promesa cumplida. Bajo su sabia guía, el reino se erigió como un coloso de prosperidad y grandeza, destacando en el horizonte como un faro de poder y opulencia. Sus políticas económicas, como hilos de oro entrelazados con maestría, crearon una red de comercio y oportunidades que alimentó el crecimiento económico y la estabilidad financiera del reino. Cada calle adoquinada, cada palacio con sus cúpulas doradas, hablaba del esplendor de una era bajo su reinado. Pero fue en las majestuosas construcciones que Sand Zone alcanzó su cúspide, con templos y monumentos que desafiaban al cielo mismo, atrayendo la admiración de todos los rincones del mundo digital. En el corazón de aquel reino, Pharaohmon forjó un legado imborrable, tallado en piedra y marcado por el sello eterno de la grandeza.
Aunque la urbe se expandía considerablemente, el vasto desierto que envolvía la civilización de Sand Zone se extendía como un océano de arena interminable, donde las dunas se alzaban como olas congeladas en el tiempo. Bajo el implacable sol, el paisaje se teñía de tonos dorados y rojizos, mientras que el viento susurraba historias de tiempos antiguos en cada remolino de polvo. Aunque en el corazón de la ciudad brillaba la opulencia y la grandeza arquitectónica, fuera de sus muros, el desierto recordaba a todos su naturaleza indómita y salvaje. Criaturas al acecho se escondían entre las sombras de las dunas, mientras que las tormentas de arena envolvían el horizonte en un abrazo implacable. Era un recordatorio constante de que, a pesar de los logros y la majestuosidad de la civilización, el desierto seguía siendo un lugar de peligro y desafío, donde la supervivencia dependía de la fortaleza y la determinación.
Sin embargo, el faraón se sentía solo a pesar de sus logros y el cariño de sus súbditos. Así que decidió buscar esposa. Se casó con la mujer que sus padres habían elegido. No se pudiera decir que realmente la quisiera, pero se le hacía agradable su compañía, puesto que sabía escuchar, y siempre estaba dispuesta a permanecer a su lado, cueste lo que cueste. Con ella tuvo dos hijos; el mayor, que pronto se convirtió en un Pharaohmon, como su padre, al que llamaban Junior; y el menor, el cual evolucionó a Gravimon. Desgraciadamente, la mujer del faraón murió en el parto de su segundo hijo, dejando a Pharaohmon solo. Mucho más solo de lo que jamás hubiera esperado sentirse.
Pese a no haber estado enamorado de ella, Pharaohmon se sumió en la miseria. No había momento en el día en el que no se acordara de ella. Trató de refugiarse en el trabajo, y en la educación de sus dos hijos, sin éxito. Y por mucho que refulgiera el sol en Sand's Zone, y aunque su imperio se encontraba en su mayor auge; el corazón de Pharaohmon seguía esperando a que alguien llegara para llenar el vacío que su esposa dejó.
Sin embargo, aquello no sucedió hasta algunos años después de la muerte de su esposa… Pharaohmon recordará ese día por el resto de sus días… El sol refulgía, y las arenas del desierto que constituía Sand Zone brillaban tal y cómo lo hacían habitualmente. Una figura femenina caminaba despreocupadamente por el desierto; sin ser realmente consciente de los peligros que podrían aguardarla. No llevaba nada consigo, salvo un parasol rojo que protegía su poco agraciado rostro de la fuerte luz que alumbraba el lugar.
Ella tenía pensado hacer una visita corta a la zona, para completar uno de los objetivos de su estudio; y, sí era posible, capturar un Skullscorpiomon y llevárselo consigo de vuelta a su hogar. Según tenía entendido, los Skullscorpiomon se escondían en las arenas de aquel desierto, esperando a cualquier pobre incauto que pasara por allí. Pero, sobre todo, tendían a concentrarse en torno a un obelisco que se encontraba en la sección noroeste del desierto; justo dónde ella se encontraba.
En cuanto divisó el obelisco, el cual para ella era sólo un trozo de piedra que se elevaba desde la nada; se puso eufórica, y se dirigió hacia él inmediatamente. Con energías renovadas, corrió hasta el monolito, esperando atraer la atención de algún Skullscorpiomon que allí se encontrara. No obstante, no ocurrió nada. Apoyó su espalda contra aquella pared de piedra, y se deslizó hasta sentarse en la arena. Estaba cansada y deseosa de terminar para volverse hasta el reino que tanto le había costado crear…
-¿Buscas algo?- preguntó una figura subida en la cima del obelisco. Antes de que la visitante de la zona pudiera elevar la cabeza, él descendió del mismo para estar frente a frente a la mujer. Ésta, confusa, colocó su parasol de forma que el recién llegado no pudiera observar su rostro.
El parasol de la misteriosa figura era de un vibrante color rojo, contrastando con la arena dorada del desierto que lo rodeaba. Su diseño era elegante pero sencillo, con bordes redondeados y una estructura ligera que permitía sostenerlo fácilmente con una sola mano. El tejido que lo cubría era opaco, impidiendo que la luz del sol penetrara a través de él y protegiendo así el rostro de la desconocida de los intensos rayos solares.
La figura mantenía el parasol sostenido frente a su rostro con habilidad, dejando al descubierto únicamente su boca, que se curvaba en una expresión enigmática. A pesar de la sombra que proyectaba sobre su semblante, era evidente que el parasol no solo cumplía su función práctica de resguardarla del sol, sino que también servía como una especie de barrera simbólica, ocultando parte de su identidad y protegiendo su intimidad en aquel encuentro inesperado en medio del desierto.
-Espero algo.- se limitó a contestar la mujer-
-¿No querrás decir a alguien?- preguntó Pharaohmon, confuso.
-No, espero a que ocurra algo.- recalcó ella nuevamente.
-¿Y qué es ese algo al que esperas?- preguntó de nuevo, insistente. Ladeó la cabeza, tratando de encontrar el ángulo adecuado para observar el rostro de la mujer, pero el parasol lo tapaba por completo. –Lo lógico sería que estuvieras aquí para asombrarte por la magnificencia del obelisco. Sus inscripciones son un claro ejemplo del antiguo lenguaje digital jeroglífico.-
En lo que el recién llegado decía esto, la mujer giró la cabeza para apreciar los arcaicos símbolos que allí estaban inscritos, sin mover el parasol ni un milímetro.
-No me había percatado de ello.- respondió, con suma indiferencia.- No me interesan.-
-Este monumento lo mandó construir mi tatarabuelo cuando era faraón de Sand Zone, como primera gran construcción que representara su gran reinado.-
-Entonces… ¿Tú eres Pharaohmon, el faraón de Sand Zone?-
-Si hubieras retirado ese estúpido parasol te habrías dado cuenta antes…- respondió el monarca, divertido. – Te agradecería que lo retirases.-
-¿Es una orden?- su tono reflejaba cierto ritintín.
-Puede que sí. O quizás no.- Pharaohmon soltó una carcajada, divertido por la reacción de la desconocida.- Depende de cómo tú lo consideres. Pero, de verdad, te agradecería que retiraras el parasol de tu rostro. Me gusta observar los ojos de con quien hablo.-
-Bien, tú lo has querido…- fue retirando paulatinamente el parasol, desvelando lentamente lo que ella pretendía ocultar a toda costa. Para Pharaohmon, fue como un ritual mágico, y le dio la sensación de que el tiempo se detenía con cada facción que mostraba. Lo primero que el monarca pudo observar eran los dos cuernos rojos que de entre una maraña de cabello blanco salían. Luego pudo apreciar el antifaz, también rojo, que solo dejaba vislumbrar dos grandes ojos, de tamaño ciertamente desproporcionado con el resto del rostro. A continuación, una afilada y pequeña nariz daba paso a unos labios morados como los de los muertos, los cuales, presentaban un tamaño incluso mayor que el de sus ojos. Definitivamente, no era hermosa como Pharaohmon se había esperado. Aunque tampoco le importaba.
-Así podremos hablar mucho mejor.- dijo Pharaohmon. - ¿Cuál es tu nombre?-
-Desde hace cierto tiempo es Archnemon.- dijo ella, triste. La armadura dorada que cubría los portentosos músculos de Pharaohmon refulgía incluso más que las arenas del desierto…
-¿Es que acaso tuviste otro? - Pharaohmon inclinó ligeramente la cabeza, intrigado por la mención de un pasado desconocido de Archnemon.
-Sí, pero esa es una larga historia que no me apetece recordar… - Archnemon respondió con un dejo de pesar en su voz, indicando que había experiencias dolorosas que prefería dejar en el olvido.
Pharaohmon observó cómo Archnemon cerraba lentamente los ojos, como si intentara bloquear los recuerdos que amenazaban con aflorar. Una sombra de tristeza cruzó su rostro, revelando la carga emocional que llevaba consigo. La curiosidad de Pharaohmon se agudizó aún más, deseando saber más sobre el pasado de esta misteriosa visitante. Sin embargo, decidió respetar su privacidad y no presionarla más sobre el tema, al menos por el momento.
-Supongo que al menos podrás contarme qué es lo que te ha llevado a viajar a Sand Zone, y posicionarte junto al monolito.- decidió cambiar de tema para no incomodarla.
-Solo si tú me cuentas primero qué es lo que estás haciendo aquí. ¿No se supone que un monarca debería estar cumpliendo una serie de obligaciones con su pueblo?- le desafió ella.
Su tono era burlón, incluso algo insolente. Si cualquier otro le hubiera dicho semejante osadía, y más con aquellas maneras tan irritantes que Archnemon empleaba, seguramente Pharaohmon le hubiera mandado a las mazmorras, o habría tomado otra medida similar. Sin embargo, se encontraba plenamente intrigado con la presencia de la araña en Sand Zone. No era un digimon originario de la zona. Tampoco era probable que tuviera familia aquí. Y estaba convencido de que no había venido a su reino por el sol abrasador que inundaba la zona.
-No tengo ningún inconveniente en explicártelo.- respondió el faraón, aparentemente calmado. Su máscara no dejaba traslucir al exterior sus emociones. – Digamos que éste es mi lugar de reposo, dónde puedo reflexionar sin que nadie me moleste. Los Skullscorpiomon se suelen concentrar en torno a esta zona, por lo que nadie en su sano juicio se atreve a internarse aquí, lo que me permite estar tranquilo.-
-¿Acaso tú no temes a los Skullscorpiomons?-
-¿Los temes tú? Porque no te veo muy preocupada.- Pharaohmon miró a Archnemon con cierta incredulidad, preguntándose cómo podía estar tan tranquila frente a una amenaza tan peligrosa. Archnemon negó con la cabeza con un gesto de confianza en sí misma.
-Touché.- Pharaohmon sonrió ligeramente, impresionado por la seguridad de Archnemon.
-Yo he aprendido a evitarlos, y a derrotarlos si es necesario.- aclaró el monarca. –Pero tú estás indefensa ante ellos. – Intentó hacer entender a Archnemon la gravedad del peligro que representaban los Skullscorpiomon. Archnemon, sin embargo, respondió con determinación, desafiando la idea de su aparente fragilidad.
-Yo no me encuentro indefensa ante nada.- sentenció la araña con decisión.
-Lo dudo. Si te encontraras cara a cara con uno, el miedo te paralizaría.- Pharaohmon sostuvo su mirada con firmeza, intentando intimidar a Archnemon.
-Estás muy equivocado.- Archnemon negó con la cabeza, sus ojos, muy abiertos, brillaban con una intensidad desafiante. Ahora, su sonrisa era aún más amplia, demostrando una confianza inquebrantable y una expresión algo siniestra.- He venido aquí justamente para encontrarme con ellos.- Archnemon afirmó con decisión, revelando su verdadera motivación.
-¿Con ellos?- Pharaohmon no entendía por qué alguien querría toparse con los Skullscorpiomon, y menos en su hábitat natural.
-Sí, con ellos. Estoy realizando un estudio sobre ellos.- respondió Archnemon, manteniendo su tono enigmático. Pharaohmon arqueó una ceja con curiosidad.
Pharaohmon se quedó perplejo ante la revelación de Archnemon. Sus cejas se fruncieron levemente, reflejando su desconcierto ante la peculiar misión de la araña. Por un momento, contempló a Archnemon con una mezcla de fascinación y escepticismo, intentando descifrar sus verdaderas motivaciones. La idea de estudiar a los Skullscorpiomon en su propio territorio parecía una empresa temeraria para cualquier ser sensato, y la determinación de Archnemon despertó una chispa de admiración en Pharaohmon, aunque también despertó su preocupación por la seguridad de la visitante en su reino.
-Así que eso es lo que te ha traído a Sand Zone…- El monarca quería comprobar si de verdad Arcnemon era transparente con sus intenciones.
-En efecto.- confirmó Archnemon, notando el interés del faraón. Su tono era calmado, sin titubeos. Parecía decir la verdad.
-¿Y en qué consiste ese estudio, si puede saberse?-
-No, no puede saberse.- negó Archnemon con firmeza, manteniendo su misterio intacto. Pharaohmon frunció el ceño, un tanto decepcionado. -Lo siento, pero no puedo darte ningún detalle. Mas no es nada que involucre la urbe. Solo necesito un par de Scorpiomon.-
-Bueno, por lo menos ya sé que no vienes a causarle ningún mal a mi reino…- Pharaohmon murmuró para sí mismo, soltando un largo suspiro de alivio. Archnemon observó cómo el semblante de Pharaohmon se relajaba, y decidió borrar la sonrisa de su rostro para mantener su postura seria.- Los Skullscorpiomon no van a venir hoy, siento comentarte.- Archenemon borró la sonrisa de su rostro.
-¿Cómo que no van a venir hoy?- Archnemon preguntó con sorpresa, cuestionando la revelación de Pharaohmon.
-Hemos soltado a unos bandidos en el otro extremo del desierto, y los Skullscorpiomon se habrán lanzado a por ellos en cuanto les hayan localizado. Están heridos y son una presa fácil.- explicó Pharaohmon con calma, observando la reacción de Archnemon.
Los ojos de Archenemon se entrecerraron mientras maldecía por lo bajo. Aquello era un gran impedimento para su investigación. Cuando hubo terminado de soltar pestes, dijo, algo más calmada:
-¿Es así como tratan a vuestras gentes?- Archnemon preguntó con una mezcla de incredulidad y disgusto, buscando comprender las prácticas del gobierno de Pharaohmon. El faraón mantuvo la compostura ante la pregunta.
-Solo a los criminales. El resto del pueblo recibe un trato ejemplar.- respondió con convicción, esperando disipar cualquier preocupación que Archnemon pudiera tener.
-Entonces tú eres de esa clase de gobernantes…- insinuó, dejando la pregunta en el aire. Pharaohmon levantó una ceja ante el comentario de Archnemon, intrigado por su tono.
-¿A qué tipo de gobernante te refieres?- inquirió, esperando una aclaración por parte de la visitante.
-Justicieros.- sentenció ella toscamente. Pharaohmon se cruzó de brazos para mostrar su desacuerdo.- Aplicas un castigo ejemplar a aquellos que se saltan las normas… Sólo te preocupan los que obran correctamente…- Archenemon se pasó su larga mano por la mata de cabello blando. El rubí que llevaba incrustado en la misma resplandeció bajo la luz del sol.
-Me lo tomaré como un cumplido.- respondió el monarca complacido. Archenemon hablaba sin tapujos y decía lo que pensaba. Ni siquiera sus hijos le trataban así.- Cómo los Skullscorpiomon no van a aparecer, al menos por el momento; quizá podrías pasar unos días aquí. Supongo que no querrás marcharte hasta que tu estudio no haya concluido con resultados satisfactorios.
Archenemon arqueó la cabeza, dudando. Lo cierto era que necesitaba concluir satisfactoriamente su labor; y no tenía dónde hospedarse. La oferta de Pharaohmon parecía sincera, y no muy dañina, mas se preguntaba cuáles serían los motivos que le llevaban al monarca a ofrecerle aquel trato tan cordial a una desconocida.
-Tengo dependencias de sobra.- añadió el faraón. –No me es ningún problema que te quedes. En caso de que lo fuera, jamás hubiera me ofrecido.-
Archnemon se debatía internamente entre aceptar o rechazar la oferta de Pharaohmon. Aunque agradecía la hospitalidad del faraón, sentía una profunda desconfianza hacia sus verdaderas intenciones. Las palabras amables del gobernante contrastaban con su naturaleza reservada y calculadora, lo que generaba un nudo de incertidumbre en el estómago de Archnemon. Temía caer en una trampa o convertirse en una pieza más en el complicado entramado de la política de Sand Zone. Sin embargo, también reconocía que necesitaba un lugar seguro donde llevar a cabo su investigación sobre los Skullscorpiomon.
-De acuerdo.- cedió ella finalmente con la duda todavía abordándola.
-Entonces sígueme.- la indicó, mientras comenzaba a caminar por la arena. Archnemon se colocó de nuevo su parasol, y caminó a su lado. La alivió que Pharaohmon dejara de contemplar su horrible rostro, del que ella tanto se avergonzaba. Sin embargo; Pharaohmon no se había percatado de que el parasol volvía a cubrir las facciones de su acompañante: sólo pensaba en que había encontrado el remedio perfecto a la soledad que durante tanto tiempo había sufrido.
