"Pero qué fue lo que hiciste, William"

Albert caminó de un lado a otro de la habitación, con su cognac en la mano, mirando a todos lados, y con rostro algo preocupado por lo que había hecho.

"Lo mismo que en Rockstown, Georges", le contestó mirándolo directamente. "Le di a Candy la posibilidad de decidir lo que quiere. La diferencia es que, para ello, usé a Annie. Ya sabes, sacó las uñas de nuevo con lo de Terry".

"Estás definitivamente loco. Eso es muy peligroso".

"Lo sé, pero es algo que tengo que hacer. Sí, Annie colocó una semilla de duda en mi corazón, pero quiero apostar a que Candy captará rápido el plan. De nuevo, si me quiere a mí, algo se le ocurrirá para salir de esta mala negociación que propone su mejor amiga. Si no, será feliz con Terence".

"Siempre con las dudas, William…"

"Dudas o no, sé que Candy tomará la mejor decisión. Y logrará salir airosa de esta prueba".

Albert caminó hacia la chimenea con el cognac en la mano. Miró la chispa que producían los dos leños colocados en la chimenea.

"Se acercan los meses fríos. Espero que, para entonces, tengamos una respuesta de Candy".

"Sé que quitaste la vigilancia de la casa de esa actriz", mencionó Georges, algo frustrado.

"Si recuerdo bien las cosas, yo tenía un joven asistente que era muy fanático de ella", Georges lo miró sorprendido de que él recordara ese detalle de otros tiempos, ya pasados.

"Esos eran otros tiempos, mi querido William. Ahora estoy felizmente casado, y todo ha cambiado para bien".

"Lo sé, amigo, y perdona, pero no, no te preocupes. No toda la vigilancia se fue de allí. Eso también lo planifiqué bien e hice las movidas adecuadas".

Albert se dio otro trago de su licor.

"Creo que también olvidaste mis palabras sobre lo que pasó en Rockstown de todos modos. Esa fue otra movida arriesgada. ¿Qué fue lo que te dijo ahora Annie que te hizo cambiar de idea sobre tomarte esos riesgos?"

"No, no he cambiado de idea, al menos no en lo que dices y más en la situación en que está mi esposa. Simplemente planifico para el futuro. Siempre las cosas se han resuelto a mi favor, y no creo que sea distinto ahora, pero, de nuevo, esta es una nueva jugada de póker".

"Amigo, eres un mal actor y un peor apostador. Qué es lo que has hecho que te hace sentir tan seguro".

Albert caminó hacia él, y colocó sus brazos sobre sus hombros.

"No es tan malo como para no saber cómo esconder una buena jugada. Para comenzar, engañé a Annie para que ella fuera la carnada"

"Con los papeles de divorcio. Sí, lo sé, pero, de todos modos, es un riesgo".

"Al menos nadie sospecha nada. Terry y su madre deben estar en una nube. Annie simplemente sirvió de conejillo en este juego. Estaba seguro de que leería la carta que le envié a Terry, la volvería a sellar antes de irse, luego la de Candy, así que el plan estaba en esos famosos papeles de divorcio. Pero una cosa te digo. Candy no es tan boba, y cuando vea el regalito que le dejé, se sorprenderá mucho más de lo que se espera. Ya verás", le dijo, volvió a caminar hacia la chimenea, y terminó de un sorbo su licor.

…...

Mientras tanto…

Candy no había querido abrir ninguno de los dos sobres, pero decidió que debía comenzar con los papeles de divorcio, donde debía estar el mensaje verdadero de su esposo. Ella definitivamente no era boba. Sabía que Albert utilizaría algo que Annie no se atreviera a abrir, y una vez llegó la noche, pensando que alguien entraría y entonces se descubriría todo, encendió la lamparita de la mesita de noche, y tomó los papeles que Annie había dejado muchas horas antes allí.

Primero se dispuso a abrir el sobre de un color crema pálido con la rúbrica del bufete de abogados que había manejado todo el trámite legal de su adopción y luego de su matrimonio, y abrió el sello con mucho cuidado. Adentro, había una serie de papeles en color crema un poco más oscuros que el sobre, que cuando los sacó, estaban todos en blanco. Y lo supo, esa era la señal. Más abajo, había un sobre de color azul cielo, como los ojos del mismo Albert, con su nombre en letra caligráfica. Entonces abrió cuidadosamente el sello, y comenzó a leer:

"Candy, perdona todo este teatro, pero tenía que hacerlo así. Espero que tú y nuestro hijo estén bien. Por lo pronto, te envié otra carta muy bien redactada sobre lo que sería nuestra perfecta despedida. Necesito que la leas, y me escribas una en respuesta en la que aceptes todos los términos de nuestro acuerdo de divorcio explicados en la carta de mentira, con la condición de que puedas hacerlo delante de un juez y con todos los trámites legales correspondientes, para evitar el escándalo, y se la entregas a Annie, para que me la traiga de vuelta. Has un drama tú también. No permitas que vean esta correspondencia. Tan pronto termines, abres la carta de mentirita que te envié, la lees, y luego las rompes las dos en pedacitos. Así tus captores no se darán por enterados.

No me alargo mucho más, pero debo decirte que quiero que convenzas a Terry de que deseas quedarte con él, pero que la condición, por tú ser una dama, es que se complete el trámite de divorcio, y que lo haces por tus hijos, que no quieres darles malos ejemplos.

Con esto me despido, mi amor, mi pequeña, y espero verte pronto. Tú Albert".

Candy no pudo evitar sonreír en medio de su dolor. Se tocó la barriga, y sabía que su niña dormía en ese momento.

"No poder decirle a Albert que la pequeña Mía me patea por dentro". Eso la tenía feliz. Sabía que su bebé estaba viva, y que todos los cuidados que le había prodigado desde que comenzó su encierro habían protegido a su hija hasta ese momento, aún cuando ella misma lucía algo cansada y delgada.

Entonces abrió la carta de mentiritas, y tuvo que ahogar su risa por la genialidad de su esposo. Y como acordado, rompió las dos en pedacitos que lanzó al suelo. Y se acostó a dormir mucho mejor de lo que lo había hecho en meses. Aún se sorprendía de como Albert y ella estuvieran tan conectados. Cómo pudo saber que ella tendría la misma idea, de colocar la verdadera carta de una forma tan ingeniosa. Era obvio que ambos eran el uno para el otro. Estaban conectados de formas casi imposibles. Recordaba fielmente cuando se encontraron en Londres, que ella se había escapado del colegio para comprar lo que necesitaba para esa desgraciada curación de Terry, que nunca fue. O la vez que el llegó al Santa Juana después de su encuentro con la muerte. Sus encuentros eran, bueno, imposible, así que no dudaba que correrían con la misma suerte, o destino, esa vez. Candy estaba preparada para todo.

Al otro día, Annie entró a su aposento muy, muy temprano. Candy dormía en ese momento. Con ella, llevaba una charola de desayuno. Candy abrió los ojos, y le sonrió. Annie entonces vio el popurrí de papel en el suelo.

"Candy, yo…", dijo con cierto grado de vergüenza simulada.

"No amiga, soy yo la que actué mal. Perdóname. He estado ofuscada por lo de mi embarazo, y todo lo que ha pasado".

"Sí, lo sé. Te veo delgada. Debes alimentarte, aunque…"

"Aunque qué, Annie".

"La verdad debías perderlo si es de Albert, y trata de darle un hijo a Terry".

"No creo. Este es el último embarazo para mí, Annie. Después no tendré más posibilidades. Tengo ya una edad en que un embarazo es un riesgo. Otro más nunca será posible".

"Pero podrías intentarlo. Ya sabes que la Susanna esa…"

"Momento, no hables mal de Susanna delante de mí, Annie, por favor", Candy dijo muy en serio e interrumpiendo sus palabras. Nadie le podía hablar mal de Susanna, y Annie le tenía un odio visceral, sin siquiera haberla conocido, y aún sabiéndola muerta.

"Está bien. Ya sabes que Susanna no podía tener hijos, y Terry no tiene hijos propios".

"Quizás podamos adoptar del Hogar si queremos una familia".

"No es lo mismo, y menos cuando hay tanto amor como el que ustedes se tienen, amiga. Hazme caso y pierde a ese bebé. No esperes más. Podemos ir a algún lugar y…"

Candy tuvo que contener las náuseas que le provocaba que Annie le estuviera pidiendo eso, pero siguió comiendo con verdadera hambre, y disimulando su consternación, pero su silencio y su mirada de desaprobación fueron suficientes para que Annie guardara silencio en ese momento.

"Yo pienso que deben comenzar a hacer planes ya para tener su propia familia", comentó Annie, tanteando terreno poco después.

"Sí, anoche lo pensé, amiga. Creo que llevo tanto tiempo acallando mi corazón, que va siendo hora de que admita que me dejé vencer por los convencionalismos de los Ardlay. Pero eso de tener más hijos, no creo, así que dejémoslo de ese tamaño. Entiende que por nada ni por nadie voy a perder a mi hija".

A Annie le brillaron los ojos en ese momento, más por la aceptación de sus supuestos sentimientos por Terry que por el asunto del bebé.

"Qué harás entonces".

Candy sacó un papel de una gaveta de la mesita de noche.

"¿Es eso lo que piensas hacer entonces?"

"Así es. Esta es la carta en que acepto las condiciones de divorcio que me propuso Albert, pero hay un cambio, y espero que lo acepte él, y también Terry. No voy a hacer nada, nada, hasta que la sentencia sea final y firme. Para eso, debemos solicitar que un juez intervenga".

"Eso está bien. No creo que haya problemas".

"Sí, puede haberlos. Yo no voy a entrar en una relación nueva mientras esté aún casada y embarazada. Sólo lo haré con una sentencia de un juez, y una anulación de la iglesia, y luego de tener a mi bebé".

"¿Qué? Pero si lo de la anulación puede tardar meses, sino años, si es que se pudiera…"

"Lo siento, amiga, pero esas son mis condiciones. Yo no voy a hacer nada que dañe a mis hijos. Quiero hacerlo todo bien. Entenderás que quiero mantener mi reputación por ellos. Además, y perdona, no quiero dañar para nada a Albert, que ha sido tan bueno. Él merece que yo lo deje sin mancha. Esa anulación será porque quiero que él salga limpio de todo esto ya que no tiene la culpa. Al contrario, se ha comportado siempre como todo un caballero".

Annie de pronto bajó la vista y se sintió muy mal. Aquí estaba la mujer que dejó todo por irse detrás de un novio, reclamando dignidad. Eso era hipocresía, algo que, por cierto, ella conocía bien. Podía, sí, entender lo de Albert, pero hasta lo que conocía de él, sabía que daría cualquier cosa por la felicidad de Candy. Bueno, quizás debía conversar con él sobre eso, para que la apoyara con Candy en el asunto, para que ella no se siguiera sintiendo en deuda con él.

"Ve y di que esa es mi condición. Y sé que estás pensando en lo que hice cuando abandoné el colegio por perseguir a Terry, pero eso fue muy diferente. Cuando era yo sola, todo bien, pero ahora tengo que pensar en mis hijos antes que en mí. Espero que entiendas…", no, no entendía.

"Candy, a nadie realmente le importa…"

"A mí sí. Vete y diles que esas son las condiciones para yo aceptar a Terry en mi vida. Y…bueno, dile a él que venga a verme. Dile que ya no estoy molesta. Quiero comenzar a disfrutar de nuestro momento", disimuló delante de su amiga.

Annie le mostró una bella sonrisa a Candy con esta última petición, y se fue muy feliz a la cocina, donde estaban Eleanor y Terry preparando el té de la mañana. Al lado de ellos, en la mesa, estaban aún sus dobles. Annie no pudo evitar el asco que sintió al verlos, siendo actores de segunda clase, a los que se les notaba.

"Vengo en otro momento, para que atiendan a sus visitas" dijo ella en un tono con los buches de vomitar palabra entre palabra.

"No, siéntate con nosotros", dijo Eleanor. "Le estamos dando la salida a nuestros…amigos".

Annie no quería sentarse al lado de ellos. Se notaba que eran unos segundones, sin clase. Ella aún estaba llena de prejuicios e inseguridades. De todos modos, esperó sentada a que ellos salieran de la casa después del desayuno. Ya toda la planificación no era necesaria, así que luego de la paga, lo hicieron por la puerta de la casa, a la vista de todos. Lo que no sabían es que afuera estaba un fotógrafo, tomando fotos de la escena. Los impostores siguieron caminando hasta el final de la calle, y esperaron, hasta que se subieron en un taxi. No regresaron jamás…

Adentro de la casa, en la mesa del desayuno, Annie se sirvió un té. Ya sin los actores en la casa, el ambiente se sentía distinto, más ligero.

"¿Y bien?", preguntó Eleanor sorbiendo un poco de su té.

Cuando Annie nos explicó todo lo que había pasado con Candy, nos sentimos bastante mal y molestos, pero ella nos recordó que Candy era así, y que cuando tomaba una decisión, nada la hacía cambiar de idea. Lo único bueno es que me había mandado a buscar, y yo no podía con la emoción. Decidí entonces darme un baño y perfumarme, y tenía la esperanza, aún lo que había dicho, de convencerla para estar conmigo. Aún estando embarazada, no me importaba, la quería para mí. Oh, Candy, cuántos años esperando por eso. Así, no me importaba nada.

La verdad, estaba en una nube. Porque cuántas veces soñé con estar completamente con mi Candy entre mis brazos, los dos, juntos en todos los aspectos. Siempre quise llevarla al éxtasis, y que ella me elevara a mí también. No, no podía esperar para estar con ella, pero tendría que convencerla de que esa condición de esperar para estar juntos era ridícula. Nadie tenía que saberlo. De todas maneras, iba a pasar. Pero, lo que no entendí hasta después era que Candy lo que había hecho era comprar tiempo de forma muy ingeniosa, porque la expectativa era lo más que me gustaba, y esa no faltaría. Pero al final, ella no iba a ceder…

Continuará...

Nota: Estuve estas semanas fuera de todas mis obligaciones literarias debido a la muerte de mi abuelo. Él era de los que pensaban que la vida continuaba, y quería que siguiéramos adelante, así que eso hago, para alimentar mi inspiración y sentir que mi mente, muy cansada, no produce. Ahora, con esto en mente, tengo algo que decir. Tuve que editar la parte en que Terry estaba en una nube, porque la original era muy adulta, me disculpan esto, pues no quiero dejarlos en la curiosidad, pero debo mantener una ética de conducta en este foro. Les solicito que usen la imaginación en esta parte.