¡HOLA DE NUEVO!

Me encanta volver a subir a fanfiction y no os hacéis una idea de lo contenta que estoy de escribir de nuevo sobre nuestras dos niñas (bueno, mujeres hechas y derechas) favoritas. Así que ¡aquí estamos, de regreso! Y con una "historia" que no tiene nada que ver ni con el formato de "Tú, yo, Nunca Jamás" ni con "Diálogos" o "El Silencio de las manzanas" :P

¡En este caso se avecina lluvia de one shot! :)

Por ahora no tengo tiempo ni cabeza para volver a empezar un nuevo FF porque, haga lo que haga, siempre me salen de dimensiones colosales. Es así. Un defecto de fábrica que me impide abreviar y hace que me tire meses con historias de una inmensidad considerable. Por lo tanto, y visto que ni puedo ni quiero dejar de pensar en nuestra preciosa pareja, he pensado en esta idea no del todo novedosa, pero sí para mí, con la que dejar salir y dar forma todas esas pequeñas historias, escenas cotidianas o momentos que en mi mente han existido seguro!

Serán historias individuales, independientes entre sí. Cada capítulo será una nueva historia y no tendrá nada que ver con la anterior, cada una tendrá como protagonistas a una nueva Regina y una nueva Emma con sus propias circunstancias, ubicadas cada vez en un tiempo de la serie y de sus vidas distinto. No sé si me estoy enrollando mucho simplemente para explicarme fatal… ¿Veis? Es que no sé abreviar…

El caso es que cada historia tendrá su propio tema, su propia longitud y sus propias particularidades. Habrá de todos los géneros, desde humor hasta angst, pasando por fluffy o acción. Según le venga a mi inspiración. Lo que sí que descarto, casi seguro, es que vayamos a encontrarnos AUs. No tengo nada en contra, pero no es mi género favorito en este fandom y dudo que me salga algo al respecto. Aunque nunca se sabe… Sobre peticiones, que sé que es algo que se estila en este tipo de lecturas, estoy abierta a sugerencias! Peeeeeero, mi inspiración es caprichosa y muy suya, así que aunque las leeré todas encantada (vía MP o review) no me comprometo a realizarlas. Pero si mi musa decide enamorarse de alguna de las propuestas y trasladarla a un FF se indicará debidamente (en luces de neón) a la autora de dicha idea original :) Y sobre la periodicidad, no habrá ninguna establecida, será una mezcla entre el apoyo que reciba y la inspiración que encuentre! Pero no creo que tarde mucho entre capi y capi!

Por lo demás, creo que sólo me quedan dos cosas por decir.

La primera, si este primer capi/fanfic tiene buena acogida, puede que para este domingo, de cara al estreno de la nueva temporada (todas elevando nuestras plegarias al cielo para que NO LA CAGUEN OTRA VEZ cuando todo pinta tan bien…), publique un segundo OS que tengo en mente… ¿Qué os parece? ;P (Sí, hay cosas que no cambian: viva la retroalimentación!)

Y aprovecho, por cierto, para dar un millón de gracias a todas las que estáis dejando RW sin parar en el resto de FF ya terminados, de verdad, os lo agradezco muchísimo! Es un detalle increíble, un gesto súper desinteresado y me dais muchísimos ánimos para continuar! Con vosotras conseguimos hace tiempo que los FF se hicieran un hueco entre los más comentados y no sólo en español sino incluso en todos los idiomas como con Diálogos de la Manzana, y que sigáis ahí apoyando y comentando es simplemente genial!

Por último, dar las gracias a Miniki, mi incombustible lectora beta, corregidora, psicóloga de fanfics y mil cargos más; y a Macka, por echarle paciencia a mi tara mental con los títulos y bautizar (una vez más, bombón!) esta saga como De Cisnes y Reinas "Malvadas". Os adoro, mis niñas, mil gracias! :)

Ahora sí me callo, que como siempre, los disclamers se me escapan de las manos… y Bienvenidas todas a De Cisnes y Reinas Malvadas… ¡Espero que os guste este primer capítulo y todos los que se avecinen!


EL ÚLTIMO INGREDIENTE

El carmín rojo cubre lentamente los labios de la reina malvada. Carnosos, suaves, sugerentes y entreabiertos en una retorcida sonrisa. Los cierra, se rozan entre ellos y sonríe de nuevo al apreciar su color, impecablemente aplicado. Todo ha de ser perfecto esta noche. Incluido su aspecto. Se observa una última vez en el tocador y respira hondo conteniendo las ganas de reaparecer en el salón de actos y ordenar que dé comienzo esa cena tan especial.

Pero no.

Una reina no se impacienta. Una auténtica soberana controla sus nervios, su actitud, sus sentimientos… sus ansias de ver a Snow muerta. La espera hará más suculenta la recompensa, se repite una y otra vez frente al espejo. Sus ojos, delineados con un maquillaje oscuro, ahumado, tétricamente irresistible, se fugan hasta la ventana. No está nerviosa, pero odia al sol con todas sus fuerzas, incapaz de desaparecer un poco más rápido que de costumbre. Hoy es el solsticio de invierno, se supone que la noche cae mucho antes que durante el verano y sin embargo ese día se le está haciendo eterno.

Está segura de que, desde que sus soldados aparecieron de madrugada al grito de "la tenemos, Majestad", han pasado semanas y no unas patéticas horas. ¿En qué momento se le ocurrió posponer la muerte de Snow hasta la noche? ¿Qué falta hacía una ejecución pública previa a la cena de la celebración del solsticio?

Ah, sí… su intención de revolverle las tripas a todo su reino obligándoles a ver morir a su supuesta heroína antes de darse los tradicionales regalos. Está bien. Aún le parece una buena idea… La moral de los sublevados caerá hasta el nivel de la tumba de Snow y sus ciudadanos entenderán el mensaje: nadie se interpone entre la Reina Malvada y su destino. ¿Pero por qué ha de transcurrir tan despacio el tiempo? Tamborilea sus dedos sobre el tocador. Ella ya está lista, todo el reino debería estarlo ya también. El maldito sol debería descender y su puerta abrirse con el anuncio de sus siervos de que la cena está servida, sus invitados listos y Snow preparada para ser ejecutada.

Golpea el tocador y un par de objetos caen al suelo. Pero su frustración continúa intacta.

"Tranquila, Regina"

La espalda de la reina malvada se contrae violenta, sus hombros se cuadran, sus ojos se abren alarmados. Hay alguien en su dormitorio. En sus aposentos más privados. Donde juraría que estaban sólo su frustración y ella. Ni siquiera siente miedo. Sólo furia por semejante atrevimiento y vergüenza por haber sido sorprendida en tan mundana actitud. Se pone en pie, gira violenta sobre sí misma y profiere un grito hacia la voz.

"¿Quién eres? Muéstrate" Una orden, una entonación y tres palabras pensadas para aterrorizar hasta los huesos a quien alcance a escucharlas. Pero la voz permanece entre la sombras y, por la risa que profiere, nadie diría que esté aterrorizada. Ni siquiera impresionada por la presencia de la Reina Malvada. Intuye una sombra, delgada, escurridiza, junto a su cama, tras el dosel. Pero eso queda al fondo de su cuarto y resulta imposible llegar hasta ahí sin ser visto. Aunque podría llevar escondido horas. "He dicho que te muestres, ¡ahora! ¿Quién se atreve a firmar su sentencia de muerte entrando aquí sin mi permiso?"

"¿De verdad, majestad?" susurra esa desquiciante voz dando un paso, acercándose a la luz, mostrando su rostro. "¿Ni siquiera te reconoces a ti misma?"

La reina malvada retrocede apenas medio paso golpeada por una visión incomprensible. Frente a ella, una mujer recorre un par de metros más, manteniendo las distancias pero dejándose ver. Permitiendo que los ojos color miel la estudien detenidamente.

"¿Y bien?" pregunta la desconocida.

"¿Quién sois?"

"¿En serio?" insiste burlona, torciendo el rostro. Y lo hace del mismo modo en que lo haría la reina malvada. Pero ahí no termina el parecido. Tiene sus ojos, su nariz, su sonrisa irónica, y su altura. Su larga melena ha sido sustituida por un extraño corte a la altura de sus hombros, el maquillaje es mucho más sutil, menos aterrador, quizás hasta suave y delicado; y su ropa no se asemeja a ningún disfraz que haya visto antes. Pero no importan las diferencias. Esa mujer es idéntica a ella de una forma perturbadora. "Esto es más divertido de lo que esperaba…"

"Si sois una usurpadora, lamento deciros que el parecido no es si quiera cercano… y es triste que vayáis a morir por una magia tan patética. ¡Guard...!"

Pero el grito nunca se llega a producir. La primera sílaba se convierte en apenas un murmullo y la segunda muere en los labios de la reina malvada, que por primera vez muestra en su rostro un ligero toque de preocupación. Acaricia su garganta, advirtiendo los restos de un hechizo que la desconocida ha lanzado sin tan siquiera mover los labios.

Sin embargo, recupera su voz cuando intenta volver a hablar. "¿Qué me habéis hecho?"

"Tranquila, jamás haría nada que pudiera dañarnos. Sólo pretendía evitar que los guardias terminaran demasiado pronto con nuestra diversión"

El rostro de la reina empieza a enrojecerse y la desconocida observa sus soberanas manos, esperando que de un momento a otro se carguen con bolas de fuego. "De eso puedo encargarme yo misma…" Es una amenaza, y no suena en vano.

"No lo harás"

"¿Cómo estáis tan segura?"

"Ya te lo he dicho, soy tú"

"¡Basta!"

Una bola de fuego centellea atravesando la habitación, directa sin contemplaciones a esa insignificante y prepotente impostora. Pero la desconocida chasquea los dedos y la convierte en cenizas a mitad de camino. Como si fuera un incordio, una simple mosca que molesta con su revoloteo y no un hechizo mortal dirigido hacia ella.

"¿Quieres jugar? De acuerdo… tengo tiempo" masculla torciendo el rostro y tomándose la libertad de sentarse sobre el colchón. Cruza sus piernas, hastiada, pero esperando paciente a la reacción de la reina.

Esta abre la boca, sintiéndose ultrajada. Es su ataque maestro, su arma más útil. Junto a aplastar corazones. Y ha disuelto su magia con una facilidad insultante. "¿Cómo lo habéis hecho?"

La desconocida se agarra el puente de la nariz y aprieta los labios. "Dios… No imaginaba que fuera a ser tan frustrante…"

"¡Hablad!"

"¿Sino qué? ¿Me tirarás otra bola asesina de fuego? ¿En serio?" plantea frunciendo los labios y cerrándole la boca a la reina. Sigue temblando de furia, aún parece una fuerza de la naturaleza deseando estallar sin control, pero aguanta y mantiene el tipo. Con porte de reina. Rabiosa, pero una reina al fin y al cabo. "Ya te lo he dicho, soy tú"

"Sois yo…" escupe con asco. "¿Y de dónde venís? De un mundo en el que los ropajes de una reina han de parecer un disfraz y su aspecto provocar… ¿repulsión?"

"Eh, sin pasarte" bromea elevando sus manos en son de paz. "Debes reconocer que no estamos tan mal… y créeme también a mí se me hace raro vernos tan… tan así" remata señalándola.

La reina se estira en toda su voluptuosa y ofendida majestuosidad, enseñando los colmillos. "¿Qué pretendéis insinuar?"

"Nada, nada…" recula. "Las modas cambian… dejémoslo así. Hay trabajo por hacer y no quiero perder más tiempo"

"¿Por qué? ¿Qué pretendéis, que habéis venido a hacer aquí?"

"Bien, tienes curiosidad, vamos por buen camino" celebra con una sonrisa sincera. "Aunque antes de contestar quizás sería conveniente…" musita levantándose para recorrer el cuarto con una tranquila libertad que ofende a la reina malvada una vez más. Se mueve por los aposentos con familiaridad y se acerca hasta la mesa de roble junto a la ventana dándole la espalda sin miedo ni recelos. Tiene frente a ella las botellas favoritas de la reina malvada y la desconocida estira su mano hacia el licor más fuerte, el que roza el dolor cuando desciende por su garganta, pero que calienta su cuerpo como ningún otro logra. Se coloca estratégicamente, permitiendo que la reina observe todos sus movimientos, consciente de que está siendo minuciosamente observada. No quiere sospecha alguna de que haya podido echar nada en los dos vasos que está preparando frente a la reina con toda su osadía. Si queda la más mínima duda, está segura de que la desconfiada soberana del reino no va a ingerir la copa. Y, sinceramente, la va a necesitar. "¿Quieres saber qué hago aquí?" inquiere tendiéndole uno de los dos vasos con tres dedos de licor ámbar.

"Sí, y mataros también. Pero creo que es mejor empezar por vuestra pregunta" ladra amenazante. Y sin embargo recoge la copa que le ofrece y ni siquiera se lo piensa antes de llevársela a los labios. Guarda las apariencias, pero ha bajado la guardia inconscientemente. No se siente en peligro. Ni siquiera incómoda. Como si no estuviera con nadie. Como si estuviera con alguien a quien realmente conociera. Su instinto comienza a relajarse, igual que sus latidos, y con el sabor del licor en sus labios, sus nervios se convierten en una curiosidad que roza lo infantil. "Hablad"

"Soy tú… pero eso ya lo sabes"

"Claro…" farfulla incrédula.

"Sé cómo piensas, sé que vas a hacer, sé todo porque soy tú en unos años. Yo he estado donde tú estás ahora" comienza tomando aire y preparándose. Apenas ha terminado la frase y una nueva bola de fuego vuela contra su rostro. Chasquea los dedos con fastidio y eleva una ceja, paternalista y agotada.

"¿Cómo podéis saberlo…?"

"¿Cómo podéis saberlo…?" repite la desconocida al mismo tiempo.

"¡Es imposible!"

"¡Es imposible!"

"¡Os ordeno que paréis!"

"Os ordeno que paréis, bla bla bla…" La desconocida agita su copa al ritmo de su burla y la mira fijamente antes de preguntar. "¿Podemos dejar ya los jueguecitos? Debes creerme. Si empiezas una lucha no saldrás bien parada. Ahora somos mucho más poderosas que antaño… y si te hago daño de alguna manera, podría estar acabando conmigo misma, ¿puedes entenderlo?" insiste cansada.

"Realmente creéis lo que decís"

"Y tú también lo harás, confía en mí. Lo sé" sonríe logrando que la reina malvada empiece a odiar esa burlona soberbia. "Íbamos por las razones de mi visita, ¿me equivoco?" pregunta dando un trago a su copa. La reina la imita sin intención de responder. "Somos muy cuidadosas, sé que lo sabes. Nunca me arriesgaría a hacer este viaje, a jugar con el pasado si no fuera por un motivo crucial. Esta no es una simple visita de cortesía"

"¿Y qué podría inquietarme tanto en el futuro como para jugar así con el tiempo? ¿La razón por la que pierdo todo sentido del gusto por mi vestimenta?"

"Regina…" La desconocida pronuncia su nombre, una insolencia para la que no tiene permiso. Y encima se permite hacerlo sonar como un rapapolvo, girando los ojos con paciencia. La reina malvada se estira, incómoda, y la desconocida toma aire dispuesta a encauzar la conversación "He de pedirte algo y… no será fácil, pero sé que lo harás"

"Divertidme, os lo ruego. ¿Qué pretendéis que haga por vos?"

"No es por mí. Es por ti, por nosotras" musita y por una vez la desconocida muestra una faceta más humana, menos burlona. Con un toque de fragilidad que tiene eco en el propio cuerpo de la reina.

"Hablad" insiste, tragando saliva y esa molesta e inexplicable sensación de empatía.

"Pospón la ejecución de Snow White"

La desconocida cierra los ojos, un segundo después el estruendo del vaso al romper contra el suelo llena la habitación. A pesar de haber cerrado los ojos, como si supiese qué iba a suceder, pega un pequeño salto.

"¡¿Y DECÍS QUE NO SOIS UNA IMPOSTORA?!" chilla fuera de sí. "¿Quién os ha enviado? ¡¿QUIÉN?!" exclama furiosa, sin dar crédito a sus palabras. Sin entender cómo ha podido convencerla para escucharla. Como ha sido capaz de creer por un momento que esa locura podría ser cierta.

"Nadie sabe nada de esto, nadie. Es algo sólo entre tú y yo, y siempre será así" suspira terminando su copa y sin conmoverse de ninguna manera con los gritos de la soberana.

"¡¿Y decís que somos la misma persona?!" espeta caminando de un lado a otro, tan amenazante como una fiera enjaulada y hambrienta. "Jamás, por muchos años que pasaran, la reina malvada rogaría piedad para esa maldita mujer, nuestra mayor enemiga"

El cuerpo de la desconocida se gira en favor de la botella de licor y, resguardada por el gorgoteo del líquido al caer al vaso y el cambio de orientación, masculla entre dientes. "Quizás es porque no soy la reina malvada… sólo Regina"

"¡¿Qué susurráis?!" ordena a voz en grito, perdiendo los papeles.

Suspira girándose hacia ella, apoyándose tranquila contra la mesa, casi sentada sobre el tablero. "Nada…" se retracta. "Sólo decía que no pido clemencia. Pretendo únicamente que no lo hagas hoy"

"Es mi regalo de solsticio" paladea entre dientes con una sádica sonrisa. "De mí para mí" añade encantada.

Deja escapar una pequeña carcajada "Regalo de solsticio… eso ya lo he oído antes"

"Además, si sois yo, deberíais saber la facilidad que tiene esa ramera para escapar ante la más mínima oportunidad. Y esperar toda una noche para darle muerte es concederle esa oportunidad. De nuevo" protesta con los recuerdos de otras tantas fugas agolpándose en su pecho. Ha estado cerca tantas veces. Tan cerca. Que resulta ridículo la sola idea de no disfrutar ya de ese placer. Está al alcance de su mano. Es su regalo. No permitirá que su sueño se desvanezca entre sus dedos. No otra vez.

"Créeme, majestad" murmura la desconocida intentando recuperar su atención de nuevo. "Si sigues mi consejo te esperan cosas más grandes. El destino nos tiene reservado algo muchísimo mejor que una triste noche de sangre, venganzas vacías y decapitaciones"

La reina boquea un par de veces, sorprendida. "¿Cómo… cómo sabéis que…?"

"¿...que pretendes decapitarla?" cuestiona sonriendo satisfecha. Da un merecido trago antes de continuar. "Querida, un día fui tú. Sé que deseas que sea rápido y frente a todo tu pueblo. Y es cierto que las hogueras son nuestra especialidad, nuestra seña de identidad más cruel. Pero el fuego no es tan rápido como la cuchilla y ese precioso tiempo puede concederle…"

"…la maldita oportunidad que Snow necesite para fugarse. Quién demonios sabe cómo" interrumpe, sintiéndose expuesta como un libro abierto frente a una desconocida que ha sabido recitar su mayor miedo palabra por palabra. Y a pesar de sus reticencias, de sus muros, de sus miedos e incluso de su lógica, empieza a resquebrajarse su seguridad. Pero todo eso es una locura… ¿no?

"Exacto" remata la desconocida, tendiéndole su propio vaso. La reina malvada bebe de él como minutos antes bebía de su copa ahora desmenuzada contra el suelo y se termina el líquido de un solo trago. "Salud"

"Pero esto no es posible…"

"Sé que es difícil de creer… y también sé que sabes que es cierto. Y que ahora rogarías por una aspirina"

"¿U… una qué?"

"Nada, olvídalo" añade chasqueando la lengua. Y la reina, afectada, lo deja estar, más preocupada de repente por estar hablando consigo misma frente a frente, escuchándose proponer que le perdone la vida a Snow por una noche. Bilis y arcadas empiezan a concentrarse peligrosamente en su garganta, y eleva los ojos del suelo sin recordar siquiera cuando agachó la mirada.

"¿Por qué deberíamos hacer algo así?"

La reina está usando el plural por primera vez y la desconocida suelta el aire que ha estado reteniendo. Le dedica una sonrisa sincera, agradecida, sin ningún toque de soberbia o ironía.

"Porque a cambio serás feliz"

El rostro de Regina se descompone en una expresión desvalida e indigna de una reina malvada. Y sin embargo, no de una mujer que lo ha perdido todo, que tiene cuanto desea sólo si lo consigue a la fuerza, pero que jamás consideró posible ni un ápice de auténtica felicidad. No para ella.

"¿Co… cómo?" tartamudea.

La sonrisa de la desconocida crece, igual que la de una niña pequeña. "¿Quieres sentirlo?"

"¿Conocer el futuro no provocará que este se transforme?" pregunta con miedo a romper esa felicidad que ni siquiera sueña con tener, antes incluso de que llegue.

"No" murmura suave, delicada, acogedora. "Porque no voy a contarte nada, a mostrarte ningún detalle… sólo dejaré que lo sientas"

La reina traga hondo, sobrepasada y, sin embargo, entregada a ella. "¿Es seguro?"

"Ya hemos pasado por esto antes" musita caminando hacia ella. "Y aquí estoy, ¿no?" bromea con un toque dulce que no había mostrado antes. "Quizás prefieras sentarte" propone señalando la cama que queda a unos pasos de ella.

Pero la reina se niega a mostrar aún más debilidad. Se cuadra frente a ella con una firmeza que no existe. "No lo necesito"

La desconocida sonríe de lado. "Sabía que dirías eso" Apenas medio metro las separa y el aire entre ellas parece cargarse de electricidad. La reina observa a esa mujer. Esos rasgos, esos gestos, hasta esa cicatriz es suya. Esta frente a su vivo retrato y de repente está segura de que todo es una locura. Pero nada es mentira. "¿Estás preparada?"

La respuesta lógica sería no. ¿Quién puede estar preparada para algo así? Duda, humedece sus labios y musita: "No sé sí…."

Pero la desconocida no entiende de dudas. La suya era una simple pregunta de cortesía. Estira su brazo sin darle tiempo a continuar y le atraviesa el pecho. Hunde su brazo hasta la muñeca y la reina se dobla de dolor. Ha sido traicionada. Va a morir como otros tantos han muerto en sus manos. Con su corazón siendo arrancado. Y ha permitido que ocurra, como una estúpida.

Pero nada sucede.

La mano que invade su torax se queda ahí, quieta, esperando a que se reponga del dolor, con una delicadeza insólita en una asesina. Llena sus pulmones, expulsa el dolor y se repone a tiempo de ver como esa mujer atraviesa su propio cuerpo con su otra mano. Cierra los ojos al hacerlo y aguanta la respiración sintiendo el mismo dolor que la reina ha padecido. Cuando vuelve a abrirlos, los ojos chocolate se clavan en los de ella con una concentración que atormenta a la reina. Pero es incapaz de apartar su rostro. Sólo permanece ahí y lo siente aunque no lo vea. Unos dedos acarician su corazón, no se cierran en torno a él, sólo lo tocan mientras un lazo mucho más visceral, más peligroso que una mirada, se crea entre ellas. Entre sus corazones.

Y a pesar de todo, la desconocida aún guarda fuerzas para dedicarle una pequeña sonrisa reconfortante. "Bienvenida a casa"

Un obsceno torrente de magia la atraviesa y ella, versada en las artes más oscuras y poderosas, se acongoja cual niña pequeña. Inocente, sobrepasada, encogiéndose ante una riada de sensaciones. Cierra los ojos con fuerza, tratando de controlarlo, de controlarse, pero es inútil y las sensaciones empiezan a chocar contra su cuerpo, que parece convertirse en una hormiga tratando de sostener todo un edificio sobre sus hombros. Sus piernas flaquean, pero la voz de la desconocida, su propia voz, se abre paso hasta sus oídos en un leve susurro.

"Ven, toma asiento…" Es una sugerencia, apenas una invitación, pero la reina actúa con tanta obediencia como si se tratara de la más tirana de las órdenes. Camina sin separarse de ella y se derrumba sobre el colchón, agradeciendo la suavidad que recibe a su sobrepasado cuerpo al sentarse.

Sólo entonces empieza a discernir. No es magia, al menos no de la que ella maneja, ni siquiera de la que puede nacer de unos estúpidos polvos de hadas. Son sentimientos entremezclados, agolpados, convertidos en una riada que nubla sus sentidos.

"No… no puedo… no sé…" gime con los ojos firmemente cerrados.

"Shhhhh… lo harás. Espera… sólo siente"

Y con un gemido que roza el llanto, la reina vuelve a obedecerla. Algo que no había hecho en años, algo que jamás habría tolerado. Pero ahora está en sus manos, literalmente. Y se somete sin más resistencia. Las consecuencias no se hacen esperar.

Una sensación se instala en su pecho. Se olvida de la mano, se olvida de sus miedos, del dolor que ha sentido al ser atravesada. Ahí no hay nada, sólo ella. Literalmente no hay nada. Ni malos recuerdos, ni culpabilidad, ni pesadillas o sufrimiento. No hay miedos, no hay dolor. ¿Está sintiendo lo que la desconocida siente? ¿Es eso lo que le espera? ¿Sus hombros libres de cargas, sin consecuencias, sin su pasado a cuestas? ¿Cómo es posible? No lo describiría como felicidad, pero la paz que la invade es suficiente para rozar con los dedos un auténtico bienestar. No recuerda haberse sentido jamás tan libre, tan tranquila, tan llena.

Y cuando siente que puede dominarlo, que tiene ese sentimiento tan devastadoramente radiante bajo control, una segunda oleada la obliga a apretar los puños y pegar la barbilla al pecho. No hay nadie ahí más que ellas, pero juraría que unos brazos la empujan. Que intentan tirarla de espaldas mientras ella resiste manteniéndose recta, sobre el colchón, sin querer ceder. Ese empujón va a más, la arrastra hasta moverla un par de centímetros y termina por impregnarse en ella, meterse en su ser y nadar por sus extremidades hasta arremolinarse en su estómago. La calidez que de pronto invade su ser desmonta su cuerpo, su cabeza, y de repente lo siente. Tanto amor, tanta… tanta felicidad. Y la fuente de ese sentimiento es tan clara que duele. Lleva sus manos a su estómago, no entiende nada y aun así está segura. Abre los ojos y busca el rostro de la desconocida.

Traga saliva, se muerde el labio inferior. "¿Es… es lo que creo que es?"

"Sí" responde compartiendo la emoción de la que la reina es víctima.

"Pero ¿cómo?" suplica torciendo su rostro y cerrando los ojos ante la ciega y dulce oleada de amor que abraza todo su ser y llena sus pulmones de aire. "Nosotras no podemos… yo… hice que no…" insiste apretando la tela del vestido que rodea su vientre con los dedos.

"Hay otras formas de serlo, Regina" musita con dulzura. "Lo seremos… y será maravilloso"

"Y Cora no…"

La interrumpe sin que necesite escuchar las últimas palabras. "No le hará nada, tranquila"

La reina aprieta sus labios con fuerza, intentando no derretirse, no flaquear ante el primer golpe, rendirse con la primera batalla. Y musita: "¿Esto es cuanto me ofreces a cambio de perdonar esta noche a Snow?" Ella misma es consciente de que le tiembla la voz, de que su intento de farol suena tan patético que provoca hasta ternura. Pero frente a ella se encuentra la propia Regina. Con o sin muros, esa mujer sabe exactamente lo que está pensando. No sirven las mentiras.

"Sólo con esto podríamos vivir felices toda nuestra vida… lo sabes tan bien como yo"

"Ja…"

La desconocida se inclina hacia ella, lentamente. "Pero aún hay más…" susurra contra su oído. Una confidencia que desencadena un tercer golpe contra su cuerpo. Uno traicionero, violento, sobrecogedor. Que no entiende de delicadezas y arremete contra su pecho, amenaza con romper sus costillas, con acelerar sus pulsaciones hasta que estalle su corazón. No puede con esto. No sabe cómo hacerle frente. Ni siquiera sabe si quiere hacerle frente, dominarlo. O si quiere caer víctima de él y entregarse dulcemente.

Advierte que los dedos que rozan su corazón se crispan. Las dos son víctimas de esta emoción, las dos están perdidas en este remolino inexplicable. Incluso la desconocida, cuyo corazón es el portador de este sentimiento, que debería saber manejar esta situación, parece turbada y conmovida. "¿Lo sientes?"

Aprieta los dientes, dispuesta a disimular. "Nnno… ¡Oh Dios!" Pero esta nueva invasión no entiende de disimulos ni banalidades. Arrasa sin preguntar, se lleva por delante todo hasta que sólo queda ese sentimiento. Una pasión desmedida, un calor que enciende su piel, le obliga a humedecer sus labios y gemir desde el fondo de su garganta. Escucha una carcajada y tira de sus últimas fuerzas para abrir un ojo y responder a esa burla implícita. "Esto ya lo hemos… hmmm… sentido antes, varias noches, ¿no tienes nada mejor?" Una tonalidad tan grave, tan rasposa, tan necesitada que la desconocida no tendría ni que molestarse en responder. Pero quiere hacerlo.

Observa a la reina curvar su espalda a pesar de los esfuerzos, agarrar las sábanas hasta dejar sus puños blancos y la tela convertida en un burruño, cerrar sus piernas tratando de contener la hoguera que se está formando entre ellas. Incluso su piel está erizada y desprende un calor casi tangible y la desconocida sonríe de medio lado, consciente de lo que está disfrutando.

"Terca hasta el final… Venga ya, majestad, sabemos mentir mejor que eso" una burla implícita que la reina rebatiría encantada si no estuviera concentrada en morder su lengua y no gemir sin control. "Es irresistible, ¿verdad?"

"Ñgmmm…"

"Pero es mucho más que deseo…" Suena a advertencia, suena a agarrarse a donde sea posible, suena a que la reina se va a ahogar. Y lo que es peor. Va a gustarle. Una segunda oleada y su pecho se divide en dos, víctima de una luz que no ve, pero joder si la siente. Y al fin ocurre. Estalla su pecho, estallan sus entrañas y estalla su corazón. Y a pesar de todo, no duele. Nada duele. Todo cura. Como mil besos dejados por todo su cuerpo. Como caricias que arrullan a su alma y la hacen volar. Como un abrazo que se enreda en su ser y le grita que no está sola, que jamás volverá a estarlo. Que no necesita a nadie más que a ella misma para estar completa pero, a pesar de ello, hay alguien que la acompañará siempre si así lo quiere. Alguien que la ama ciegamente, que la conoce como ni siquiera ella misma lo hace. Que la calma, la complementa, la hace sonreír y que incluso a veces la saca de quicio. Sonríe como una niña pequeña ante este detalle. Con una inocencia que hacía años que había aniquilado y enterrado, y deja de apretar los labios, de agarrar las sábanas, de oprimir sus piernas, porque todo su cuerpo se deshace y se vence ante esa sensación, entregado, dispuesto… feliz.

Humedece sus labios con una saliva que no queda y pregunta con la boca entreabierta y los ojos brillantes, sospechosamente húmedos. "¿Quién…?"

"Ah ah…" niega la desconocida. "Nada de nombres, nada de detalles, sólo sentir, ¿recuerdas?"

Y asiente y traga sus lágrimas, porque ella misma aceptó el trato, porque lo cumplirá aunque le destroce, porque la desconocida ha dejado de serlo, es ella misma, está segura, y además se ha expuesto de tal forma que, incluso aunque no compartieran cuerpo, alma y mente, esa mujer no podría seguir considerándose una desconocida. Y, es precisamente por conocerla tan bien, por lo que sabe que no cederá. No va a decirle nada más. Y quizás sea mejor así. No quiere perder nada de lo que le ha mostrado, no quiere que nada cambie. Ahora que lo ha descubierto, lo necesita y entregará lo que haga falta por ello. Incluso su regalo del solsticio de invierno.

Bienvenida a casa… Eso anunció la desconocida. Unas palabras tan acertadas que le cuesta retener las lágrimas.

Gime con la sensación de la mano moviéndose, esa que navega entre sus costillas y que casi había olvidado. Los dedos se alejan de su corazón, se rompe el vínculo y, aunque suene estúpido, querría suplicar que la dejara ahí para siempre. Porque, tal y como sospecha, en cuanto esa mano abandona su interior, esos sentimientos dejan de ser un hecho para convertirse en recuerdo. Toma aire con dolor y escucha la misma queja frente a ella, donde la desconocida aparta la segunda mano de su propio tórax con lentitud.

Su cuerpo ya añora esa mano. Añora cuanto le ha enseñado y nota sus fuerzas decaer hasta sus pies. Y está segura de que no tiene que ver con el esfuerzo volcado durante esos minutos que han parecido una vida.

"¿Cuánto tiempo…?" gime parándose a mitad de pregunta por los pinchazos de dolor.

La desconocida, más repuesta que ella, acaricia su espalda y se sienta un poco más cerca. "El necesario." Un aviso y una respuesta al mismo tiempo. La paciencia no es el fuerte de la reina, ambas son conscientes. "Pero llegará, y lo hará en el momento idóneo. Y tú estarás ahí para recibir ese regalo…"

"Si dejo que Snow viva una noche más" gruñe bañando su voz de un fastidio infantil que hace sonreír a su acompañante. Y con ese tierno mohín es como una Reina Malvada sin corazón presenta su rendición.

"Eso es…" sonríe.

"¿Pero mañana podré matarla?" cuestiona enarcando una ceja.

"Por supuesto" Y su sonrisa crece mientras se pone en pie, estirando las arrugas de su extraña ropa. Se está distanciando, la reina juraría que trata de esconder su rostro y resopla, su fastidio creciendo por momentos.

"Va a ser 'la oportunidad', ¿me equivoco?"

"¿A qué te refieres?" cuestiona con una neutralidad casi fingida.

"Esta noche. Mi aplazamiento… Será suficiente para que escape, ¿verdad?"

Sonríe de medio lado, prácticamente dándole la espalda, pero mirándola por encima del hombro, aun sentada y enfurruñada en el colchón. "No puedo responder"

"Se va a escapar…" masculla enfadándose de antemano. Y su otro yo se limita a aumentar su sonrisa. "Sólo responde a esto: ¿puedo matarla cualquier otro día? Cuando vuelva a caer en mis garras, ¿podré acabar con su mísera existencia?"

"Por supuesto. Este aviso es sólo extensible para esta noche" responde rebuscando en sus bolsillos y dándole la espalda del todo antes de murmurar divertida entre dientes. "Total, no volverás a lograr atraparla…"

"¿Qué estáis farfullando?" demanda poniéndose en pie rápidamente.

"Nada, nada" responde elevando los brazos en son de paz. "Únicamente buscaba esto" Abre su mano enseñándole un diminuto cristal color esmeralda.

"¿De qué se trata?"

"De mi billete de vuelta…"

"¿Os marcháis ya?" pregunta, sintiéndose una estúpida por ese tono entre desesperado e infantil. Se repone, cuadrando su espalda y buscando recuperar su pose de fría e impasible reina malvada. Pero a pesar de su intento de disimular, esa mujer, ese otro yo, es su único vínculo entre esta vida y el futuro que siempre soñó. Ese que supuestamente le está reservado. Quién sabe cuándo. Y no quiere que ella, que ese rayo de esperanza, se desvanezca ya. Tan pronto.

"Tengo que irme, vas a recibir visita"

"¿Cómo lo sabéis…?"

"Recuerda, yo he sido tú, y tú serás yo… Sabrás todo lo que ha ocurrido y va a ocurrir, porque ya lo habrás vivido" Frente a ella, la reina malvada frunce el ceño y ella vuelve a sonreír. Eleva su mano hasta su hombro y lo aprieta con cariño. "A mí también me provoca cierta jaqueca aún, tranquila…"

"No me tratéis así" se queja.

"¿Así cómo?"

"¡Así…!"

"¿Cómo una madre a su hija pequeña?" bromea acariciando su brazo hasta su mano, sin miedo a las consecuencias de una reina malvada cabreada. "En el fondo no somos más que eso, una pequeña niña perdida" murmura sosteniendo su mano. "Pero estate tranquila. Nos encontrarán"

La Reina malvada se estira aún más. Sin que esas palabras le afecten. Para nada. Pero aunque se niegue a admitirlo, escucharlo es como volver a sentir esa mano en su pecho. Una sensación cálida, que trae consigo de vuelta todos esos sentimientos que ha vivido durante un fugaz momento. Tuerce el morro, pero no dice nada y permite que agarre un poco más su mano.

"Ha llegado el momento de la despedida, ¿estás preparada?"

"Tú… ¿no estarías aquí si yo no lo hiciera bien, verdad? Quiero decir, ese futuro, todo eso… no se nos escapará, ¿no?"

Cuando su otro yo sonríe, le invade tal seguridad que ni siquiera le importa la dulce indulgencia con la que lo hace. "No, esto no se nos escapará, créeme. Ni siquiera aunque alguna vez hayamos tratado de fastidiarlo"

"¿Y… algún consejo que deba tener en cuenta?"

"Sí, casi me olvido. Hay un par de cosas que necesitaré que hagas"

"¿Más indultos?" gruñe.

"No, algo más divertido" añade jugando con el pequeño cristal que no desaparece de su mano. "Has de preguntar por los cristales de temps abrupts…"

"¿A quién pretendéis que…?"

"Las dos sabemos bien a quién. Por desgracia"

Regina agacha la mirada, apenas un segundo. "Bien."

"Finge que es pura curiosidad. Nadie debe saber que los estamos creando. Aunque seguramente nadie lo creería capaz…"

"¿Por qué lo decís?"

"Nada, ya lo entenderás" resuelve, sintiendo que el tiempo se echa encima. "Prepáralos y escóndelos en la cripta. Pasarán muchos años antes de que puedas terminar de completarlos, pero no te preocupes. Daremos con el último de los ingredientes"

"¿Último ingrediente…?" Pero su pregunta se pierde en el aire. Los ojos de la reina van de una pupila a otra, confusos, pero asumiendo que no obtendrán más respuestas que las medias réplicas que recibe. "De acuerdo…"

"Escóndelos bien, ¿entendido?"

"Sí…" responde automáticamente. Aunque no entiende por qué lo remarca. ¿Quién se atrevería a entrar en la cripta de la Reina Malvada? ¿Y quién se atrevería jamás a tocar sus cosas…? "¿Y cómo sabré cuándo usarlos?"

La pregunta arranca una pequeña carcajada a su otro yo. "Distinguirás la señal… digamos que el destino tiene formas curiosas de actuar con nosotras… y de enviarnos sus señales"

"Está bien…" suspira. "¿Y cómo podré explicar el indulto de esta noche a Snow?"

"Aprovecha para pregonar tu magnanimidad y anuncia que le concedes una noche más de vida para respetar la festividad del solsticio de invierno"

"¿Alguien se lo creerá?"

"¿Realmente? No…" admite divertida. "Pero es nuestra única salida. Ah, y una última cosa… Cuando regreses al pasado, ten paciencia contigo misma" Es una broma muy seria y la Reina Malvada se sonroja como una niña. "Podemos ser desquiciantes, pero tú y yo sabemos el sacrificio que estamos pidiendo y asumiendo esta noche. No es fácil así que…"

La cabeza de la reina malvada empieza a palpitar ante tal remolino de información, pero asiente. "Si habéis podido conmigo, yo podré con ella."

"La historia se repite, eso es…" ratifica bailando el cristal entre sus dedos.

"¿Es así como logramos entrar en los aposentos sin que la Reina lo advierta?"

"Sí. Discreto y eficaz"

"¿Y vais… vais a usarlo ya?"

"Es cuestión de segundos que seamos tres aquí sino…"

"¿Cómo…? Olvidad la pregunta" se responde a si misma moviendo la mano, como borrando su pregunta. "¿He de despedirme?"

"Sí…" sonríe la recién llegada. "Pero será más fácil si lo hago yo…" sonríe acercándose hasta abrazar a su otro yo. Unos centímetros más alta que ella gracias a los indecentes tacones que acompañan a su oscura vestimenta, y rígida y tensa cómo corresponde a una soberana que ha olvidado lo que es sentir. Pero no le importa. Ella sí sabe cómo hacerlo, y sabe que su abrazo no cae en saco roto. Aunque su otro yo sea incapaz de moverse. "Nos irá bien"

"Viéndoos… no sé qué pensar" gruñe observándola de arriba abajo. Frente a ella, su versión menos maquillada y más sonriente, se ríe con una dulzura y una felicidad que la Reina Malvada no está acostumbrada a ver en sus propias facciones.

"Adiós, Majestad"

"Adiós… Regina"

La sonrisa radiante de su otro yo crece ante el reconocimiento de su nombre y, un segundo después, tira el bello cristal al suelo. Con una última mirada, da un pisotón y el sonido del vidrio al romperse es lo último que se oye. Un segundo después no hay nada. Ni cristales, ni su viva imagen. Nada ni nadie. Está sola y por un momento, los enormes techos del dormitorio parecen vencerse sobre ella. Respira hondo, cierra los ojos y se repite en silencio: nos irá bien. Y los techos parecen regresar a su sitio y sus pulmones volver a expandirse.

"Querida, ¿puedo saber qué hacéis?"

Abre los ojos abruptamente, molesta y asustada al mismo tiempo por la repentina visita. Rumpelstiltskin está en mitad de sus aposentos con la prepotencia que le caracteriza. Para qué llamar a la puerta si ese endemoniado ser puede aparecerse y dejar claro su déspota superioridad.

"Nada, ¿por qué lo preguntáis?"

"Huele a magia… magia poderosa. Y os encuentro de pie, con los ojos cerrados… Imagino que no es vuestra nueva forma favorita de dormir"

"Sólo estaba… practicando. Como me habéis enseñado"

"Oh, eso me gusta, sí, me gusta…" celebra con palmaditas.

"Bueno, ¿puedo saber a qué se debe esta… visita?" cuestiona evitando usar ningún adjetivo referido a él. En estos momentos la presencia de esa serpiente se le antoja aún más desagradable que de costumbre.

"Tengo entendido que la cena de esta noche viene servida con espectáculo… y no quise perdérmela"

"Lamento deciros que si queríais disfrutar de la ejecución de Snow tendréis que esperar. No será esta noche"

"¿Qué? Es vuestra venganza, ¿por qué demonios no?"

"Será mañana" anuncia con una rotundidad que choca con la encubierta seguridad de que no ocurrirá.

"¡¿Cómo?!"

Regina se escama ante el hecho de que Rumpelstiltskin parezca incluso más contrariado que ella misma al escuchar la petición de su otro yo. De repente, la idea de contradecir los deseos de la serpiente dota al indulto de cierto atractivo.

"Si quiero ganarme al pueblo, he de cambiar la percepción que tienen de mí"

"No podéis hablar en serio…"

"Fingiendo que pospongo la muerte de Snow para no teñir de sangre la celebración del solsticio, me mostraré como una reina magnánima"

"¡Estáis quitándole toda la gracia!

"Es mi decisión"

Rumpelstiltskin se rasca la frente, con un tic inquieto y molesto. Pero parece ceder ante la cabezonería de la reina. "En ese caso, majestad, mi presencia es innecesaria esta noche…"

"Quizás no del todo… Hay algo de lo que me gustaría hablar durante la cena"

"¿Qué tenéis en mente?"

"Durante mi entrenamiento, he leído sobre los cristales de temps abrupts y tengo curiosidad. ¿Qué son exactamente?"

"Hacía mucho tiempo que no oía hablar de ellos…"

"¿Eso significa que se escapan a tu conocimiento?" pregunta fingiendo un lastimero bostezo ante su esquiva respuesta. "Lástima…"

La Reina Malvada conoce bien los talones de Aquiles de Rumpelstiltskin, del mismo modo en que está segura que el pequeño duende conoce los suyos a la perfección, y su patético orgullo siempre será uno de ellos. Su provocación tiene un efecto inmediato.

"Sé todo sobre ellos, ¿acaso lo dudáis?" espeta en todo su vanidoso esplendor.

"Un poco…"

"Sirven para transportar a alguien a un momento específico de su vida. A un instante fundamental, que haya marcado toda su existencia. La magia nace directamente de su ser y por eso no puede engañarse al cristal para viajar a ningún otro momento"

"¿Y cómo se crean?"

"Querida, esa magia queda muy lejos de tu alcance. Debes aprender a conocer tus límites"

La Reina trata de contener una carcajada. Nunca Rumpelstiltskin le ha dado más pena y provocado menos respeto que en ese mismo momento. Sí, esa magia está totalmente fuera de su alcance, seguro.

"¿Y por qué lo creéis así?" cuestiona dejando fuera, a duras penas, cualquier rastro de burla o condescendencia.

"Porque es magia muy avanzada, para la que aún no tenéis suficiente experiencia. Y lo más importante, se requiere de un alma que haya encontrado el amor verdadero. Así que…" sonríe con crueldad chasqueando su lengua. Pero la reina malvada no dice nada, ni responde a su despiadado comentario. En su cabeza se repiten una y otra vez las palabras de Regina. Pasarán muchos años antes de que puedas terminar de completarlos… pero daremos con el último de los ingredientes… Las últimas dudas con respecto al indulto se elevan de su corazón como un peso etéreo, obligándola a suspirar anonadada. Guarda las formas, a duras penas, y sostiene el brazo de Rumpelstiltskin, conduciéndole hacia la puerta de sus aposentos.

"En ese caso, ¿qué más da? Concédeme este capricho… quiero saber todo sobre esos cristales" pide con una veneración hacia Rumpelstiltskin que no siente, pero que soltará la lengua de ese enanito egocéntrico.

"Está bien… Sé lo atractivo que puede resultar lo que no podemos tener"

"Exactamente, querido…" sonríe cerrando su puerta tras ellos, dejando fuera de la vista de su mentor los restos, apenas una sombra verde y gris, del cristal que Regina destrozó unos minutos atrás. "Exactamente"


Regina toma una bocanada de aire y llena sus pulmones como si no hubiera podido respirar durante horas. Su cuerpo se dobla y ella apoya las manos sobre las rodillas, reponiéndose. Observa todo a su alrededor, elevando el rostro por pura cabezonería aunque su cuerpo pesa como cemento. Pero sonríe, encantada y divertida. Reconoce el pasillo en el que se encuentra. Y todo ha salido bien. Viajar en el tiempo consume mucha energía, pero el fin justifica los medios. Y verse a sí misma años atrás ha sido francamente entretenido. A pesar de la oscuridad, del dolor, de aquellos tiempos en los que todo era confusión y sufrimiento, esa visita le roba una sonrisa. Quizás porque es plenamente consciente de que, desde ese momento, la Reina Malvada nunca volvió a ser la misma. Quizás porque sabe la felicidad que, por un breve espacio de tiempo, ha regalado al alma torturada que fue ella misma en otro tiempo.

Sí, ha merecido la pena, piensa mientras se recompone lentamente. Se apoya en la pared y recupera su verticalidad. Da un paso y, cuando el mundo no se derrumba ni ella tampoco, da un segundo. Poco a poco hasta alcanzar la puerta que tan bien conoce. No golpea la madera hasta que no está completamente segura de que su aspecto ha dejado de ser el de una viajera del tiempo medio derruida. Sólo entonces sus nudillos repiquetean la puerta y ella se yergue, coloca su cabello y mete las manos en su chaqueta.

"Regina" La voz de Emma y su sonriente rostro le dan la bienvenida. Dos ojos esmeralda que brillan cómo si fuera la primera vez que la ven. Cómo si fueran dos pequeñas piedras, brillantes y mágicas.

Sonríe de medio lado. "Señorita Swan"

Instantáneamente, Emma se sacude con un discreto escalofrío. Regina jamás se cansará del efecto que provoca ese apelativo.

"¿A dónde has ido con tanta prisa?"

"Sólo quería asegurarme de que Papá Noel no había olvidado ningún regalo de Henry en el maletero…"

"Mi madre creyó que habías huido por su pregunta" bromea Emma con una sonrisita. Desde dentro se oye una queja lejana:

"¡Eso no es cierto!"

Con la indignada protesta de Mary Margareth, incluso Regina sonríe. Emma da un paso hacia ella, poniendo ambos brazos en su cintura. "Te dije que los había cogido todos… ¿No te fías de mí?"

"Por si acaso…" susurra adrede con un tono grave y vibrante.

Emma la mira de arriba abajo y cuando confirma que no trae consigo ningún regalo rezagado, suspira encantada y murmura. "Desconfiada"

"Tú tampoco estabas segura…" bromea, echándose a un lado, dispuesta a entrar al apartamento de los Charming.

"Eh, espera ahí" exige Emma interponiéndose entre ella y la puerta.

"¿Qué…?"

"¿A dónde crees que vas?"

"¿Al apartamento si no te parece mal?"

"¿Acaso no conoces la tradición?" cuestiona elevando sus ojos hasta el marco de la puerta. La alcaldesa sigue su mirada con un toque juguetón y no se sorprende al encontrar una rama de muérdago colgando inocentemente sobre sus cabezas.

"¿En serio, Emma…?"

"Por supuesto" responde con una formalidad que choca con el brillo ansioso de sus ojos. Regina inevitablemente suelta una carcajada y Emma no necesita más señales. Sostiene su barbilla con dos dedos y desciende hacia su boca con mucha prisa. Cuando los labios de Emma se mueven lentamente sobre los de Regina, pidiéndole paso, la alcaldesa saca las manos de sus bolsillos, tira de la camisa de la salvadora con ganas y le concede ese acceso. El beso se recrudece y Regina sonríe para sí. Bienvenida a casa…

"Mamás…" gruñe Henry desde el salón.

"¡Henry!" murmura Mary Margareth, regañando al pequeño, aunque también ella se haya sonrojado inevitablemente.

"¿Qué?" exclama el pre adolescente. "He esperado los 30 segundos de rigor" se defiende mientras hace una mueca de disgusto. Es feliz si sus madres son felices, pero lo es aún más si las muestras públicas de cariño no son tan efusivas. ¡No dejan de ser sus madres!

Regina y Emma se separan compartiendo una culpable y sugerente sonrisa y la salvadora aun deja un pequeño beso en sus labios antes de separarse y dejarla pasar. "Adelante" musita acariciando su mano al echarse a un lado.

"¿Dónde estabas?" pregunta David, convertido en el pinche de cocina de una ajetreada Mary Magareth.

"Nada, tenía que solucionar un asunto…" miente cabeceando hacia Henry que vuelve a estar más entretenido en jugar con su tío Neal sobre su alfombra de bebé que en la conversación de los adultos. El sheriff asiente, dándose por enterado, y continúa con el enorme cuenco de patatas que tiene que pelar. Regina, por su parte, se acerca al horno y abre la compuerta sólo para dejarse invadir por el aroma a tarta de manzana. Aún le quedan unos minutos, pero huele tan bien… Unas manos rodean por detrás su cintura y el rostro de Emma se posa sobre su hombro, susurrando en su oído.

"¿Sabes? Podría probarla por ti, si quieres… para asegurarme de que todo esté bien y eso" Las carcajadas de Regina resuenan por toda la cocina y la alcaldesa se deja abrazar, sintiendo a Emma reír en bajito contra su espalda. La rubia deja caer un beso sobre su cuello e insiste: "¿Eso es un no…?"

"Mantenga las manos lejos de mi tarta, señorita Swan"

"De acuerdo…" gruñe. "¿Y lejos de ti también?" pregunta sugerente, cruzando sus ojos con los de Regina a una distancia pequeña, peligrosa e irresistible. La piel de la alcaldesa se eriza y sus pulsaciones se desatan. Toma aire a duras penas y tose, tratando de borrar de su cabeza todo lo que esa simple pregunta ha traído de golpe. Lame sus labios y se gira hacia el resto de su familia, sin salir de entre los brazos de Emma pero intentando sonar serena. Y fracasando un poco.

"Bueno, ¿por dónde íbamos?" pregunta con voz grave y Mary Margareth contesta tratando de obviar ese detalle.

"Te preguntaba por aquella noche del solsticio de invierno… No es que pretenda hurgar en la herida ni nada de eso, de verdad… Pero nunca lo entendí. ¿Por qué pospusiste mi ejecución?" pregunta dudosa, antes de dejar escapar una pequeña sonrisa. "Pensé que yo sería tu regalo de navidad. Envuelto y listo para degollar"

"Qué macabra, mamá…" gruñe Emma torciendo el morro.

"No lo recuerdo bien…" miente descaradamente, tirando de las manos de Emma, hasta que la abrazan aún más. "Supongo que sólo quise torturarte con la espera… y el tiro me salió por la culata" farfulla con dejadez.

"Tal vez…" musita Snow con una sonrisa dejándolo correr sin más interés.

Regina permite que sus ojos se escapen de soslayo a Henry, a Emma e incluso a los Charming y Neal, y sonríe hasta que se iluminan sus ojos. "Nunca lo sabremos…"

FIN