Quiero comentaros algo sobre esta nueva historia. Básicamente, que tiene una peculiaridad. Puede leerse de tres formas.
- Tal cual, como un fic al uso.
- Leyendo sólo lo que está con tipografía normal, omitiendo todo lo que está en cursiva, que así sería como ver un capítulo cualquiera de Once Upon a Time.
- Leyendo solo lo que está en cursiva, para ver una mínima muestra de todo lo que nos robaron en la serie. (De ahí viene el título del fic!)
Esta historia intenta ser un "retelling" de un capítulo que seguro que, aunque no lo hayáis visto, todxs lo conocéis. ¡No quiero decir mucho más para no hacer spoilers, pero espero que os guste muchísimo!
Lo que nos robaron
Levanta los nudillos de sus dedos. Se alisa la falda con la otra mano. No golpees esa puerta, no lo hagas... Piensa una y otra vez. Pero ignora a su propia voz y llama con dos golpes suaves.
"Pasa." Se escucha una voz amortiguada al otro lado de la puerta. No responde, sólo gira el pomo y abre para encontrarse con una pequeña estancia con un armario, un baño al fondo y un tocador frente al que un segundo antes estaba sentada Emma. La salvadora se levanta despacio, arrastrando con cuidado la cola de su abullonado vestido.
"Emma, estás..." musita con desconcierto... Muy recubierta "...radiante"
"¿Tú crees?" Soy un merengue. Tengo capas y capas de tela merengosa. Pesa muchísimo.
Asiente con una dulce media sonrisa. "Por supuesto" ¿Llevas un moño a presión? ¿Qué le has hecho a tus tirabuzones? Dime que eso que cuelga de tu cabeza no es un virginal velo, por favor...
Suspira, mirándose el vestido por decimoquinta vez. "Gracias..." Pero esto no soy yo... No me siento yo. Regina, no sé qué llevo puesto.
"Henry me ha dicho que viniese, ¿qué necesitas?" ¿Qué demonios hago yo aquí?
"Necesito ayuda con el vestido, ¿podrías...?" murmura y, por toda explicación, se gira con pequeños pasitos hasta darle la espalda. Una hilera de delicados botones forrados en tela marfil recorren el tupido vestido observando a lo lejos el ojal por el que deben introducirse. La piel de su espalda se entrevé en medio de la abertura, pidiendo auxilio cual náufrago mientras se ahoga en ese maremágnum de seda y tul.
Regina no se mueve del sitio. "¿No prefieres que avise a Snow...?" No me hagas esto.
Emma gira el rostro sobre su hombro, dirigiéndole una sonrisa dulce y suplicante, mirándola hasta que Regina se siente obligada a caminar hasta ella. "No..." Necesito verte a ti. "Mi madre está histérica. Emocionada, pero histérica. Si le pido que me abroche un solo botón puede que lo arranque."
Deja escapar media carcajada, mientras llega hasta ella. "Te entiendo" ¿Y David? ¿O Henry? ¿O cualquiera de este endemoniado pueblo que no fuese yo? "¿Aunque quién puede culparla? Eres su única hija."
"Lo sé... Pero no es lo que necesito ahora."
Cuando abrocha el primer botón un denso y dulzón perfume llega hasta ella. Una fragancia tan forzada y artificial como ese vestido. Un olor que estrangula el suave y delicado aroma que Emma posee de manera natural. De repente, los botones parecen infinitos y Regina no recuerda cómo se abrochaban.
"Ya..." ¿Y qué necesitas entonces? "¿Estás nerviosa?"
"Supongo que es lo normal, ¿verdad?" Dime que no. Te lo suplico.
Tres botones más, y la piel va quedando sepultada bajo el burdo encaje, cada vez más desaparecida, más borrada.
"Por supuesto. ¿Qué novia no está emocionada el día de su boda?" Nada de esto es normal, Emma. Nada. Mírate, joder. ¿Puedes siquiera reconocerte? ¿Queda algo de ti misma en medio de este despropósito?
"Ya..." Pero esto no son nervios, no es emoción. Son arcadas, Regina. "Creo que no se me dan bien las grandes ocasiones."
Abrocha el último de los botones, a la altura de su nuca, y se aleja de ella con dos pasos. que se sienten como dos kilómetros. "Esto ya está." Permite que me vaya...
"Gracias, Gina." Responde agradecida, moviendo el cuello ante la sensación de asfixia que provoca la suave tela al quedar tersa sobre su garganta. "Yo... ¿Crees que todo saldrá bien?" murmura girándose y dirigiendo su mirada de nuevo a los ojos marrones. Firme, sin pestañear.
Los ojos miel no la sostienen con tanta seguridad al responder. "Claro que sí. No te preocupes." ¿Emma, para qué me has llamado?
"Ya, qué puede salir mal, ¿verdad?" No sé por qué te he llamado.
"Eso es." ¿Qué quieres entonces de mí? ¿Por qué estoy aquí? ¿Por qué sencillamente no me marcho de una vez? ¿Por qué asisto siquiera a esta maldita boda?"Además, Snow y su arco jamás permitirían fallo alguno. Ay del que se atreva..."
La Salvadora suelta una inesperada y sincera carcajada y resuena en el pecho de Regina como una cuchillada que es al mismo tiempo caricia.
"Tienes razón..." Suspira y deja mil palabras en el aire.
"¿Pero...? ¿Qué te preocupa, Emma?" ¿Quieres de verdad hacer esto?
"No lo sé..." Me da miedo pensarlo...
"Todo está controlado." Insiste cruzando sus manos frente a su cuerpo. "La abuelita ha preparado comida suficiente para tres ciudades enteras. Han recogido las flores de todo Storybrooke y están colocadas en la azotea y hasta los enanitos se han vestido de traje. Está todo bajo control."
Emma asiente respirando hondo. "Suena bien." Pero mi preocupación no es la boda... es casarme.
"¿Les digo que estás lista?" ¿Vas a seguir adelante?
"Claro..." No, no, no, no... Pero Regina no escucha más que lo que quiere escuchar y, con una sonrisa, se retira hacia la puerta. "Espera."
"Dime." Murmura sin haber podido recorrer ni medio metro. Y quizás por esa escasa distancia es capaz de escuchar el suspiro angustiado que se escapa de sus labios entreabiertos. "¿Emma...?" Esto no son simples nervios, no son dudas inocentes... ¿No ves cómo te devora la ansiedad? ¿Que eres un simple cascarón de la mujer que una vez cortó mi manzano?
"No siento que esté preparada para salir aún." Insiste negando con la cabeza, sin sostener la mirada, moviendo sus manos sobre su vestido. "Ni siquiera soy capaz de dejar de moverme, y eso que llevo encima 20 kilos de ropa." Regina, no sé ni si quiero salir...
Regina se muerde los labios antes de hablar, ganando unos segundos valiosos que evitan que diga nada de lo que realmente piensa. Solo da medio paso hasta ella y susurra:
"¿Emma, de qué tienes miedo?" ¿Te estás arrepintiendo?, ¿Prefieres no caminar por el pasillo y escapar...?
La salvadora abre la boca y sus ojos son pura súplica cuando responde: "Esto está bien, ¿verdad?" Es que dudo de tantas cosas...
"¿A qué te refieres?" ¿Realmente crees que contestaré a esa pregunta? ¿Realmente quieres escuchar qué tengo que decir? ¿Y para qué? ¿Para desoírme como a todas las banderas rojas que te ondean en la cara? No, no seré tu chivo expiatorio. Y no voy a cruzar ese puente para acabar ignorada y destruida.
Emma boquea dudosa, pero cuando finalmente abre la boca las palabras se precipitan sin control.
"¿Y si estamos yendo muy rápido? ¿Es buena idea? ¿Qué haremos tú y yo con Henry? ¿Qué espera Hook que hagamos tras la boda?" ¿Qué estoy haciendo, Regina? ¡¿Qué estoy haciendo?! ¡¿Por qué llegué hasta aquí?!
Regina se mantiene en pie. Golpe a golpe. Preguntándose qué duele más. Si que esas sean las auténticas dudas, algo tan tonto como eso, o que sus palabras puedan no ser más que otra máscara tras la que esconderse.
"Bueno, ha sido todo bastante precipitado... Pero encontrarás la forma de hacer que funcione." Zanja con su mejor sonrisa serena y amigable. Quizás lo que te asusta es que no quieres que funcione.
"Seguro... Y sin embargo... No sé qué me hace dudar. ¿Y cómo voy a dar un paso tan importante sin saber qué demonios pienso de todo esto?" Es mucho más que estar subida en este tren sin frenos... No es por las prisas, no es por lo precipitado, es por el destino final. ¿A dónde llegaré cuando no quede camino por recorrer?
"Emma, escucha a tu corazón, no a tu cabeza. ¿Es esto lo que quieres?" No te cases. No lo dice en voz alta. Por supuesto que no. Pero hasta se arrepiente solo con pensarlo.
Ya no es esa Reina Malvada sin escrúpulos que arrancaba lo que deseaba sin importarle las consecuencias. Ahora es solo una sombra, igual que la mujer que está frente a ella. Una sombra vencida por los años, rendida e incapaz de susurrar lo que hace no tanto le habría gritado a la cara a Emma.
Si sólo una pequeña parte de aquella reina tirana, de esa cruel alcaldesa, regresara a ella podría decirle, gritarle, confesarse...
Pero eso fue antes y esto es ahora.
"Ese es el problema. Pararme y escuchar. Soy incapaz, hay demasiadas voces, demasiadas responsabilidades y no sé si estoy haciendo lo correcto." Regina, no lo permitas. ¿Y si esto no es lo correcto? ¿Y si no tengo razón?
"Hoy no tienes que ser la salvadora, sólo debes ser Emma. Por una vez no se trata de salvar al mundo, sino de elegir lo que deseas por encima de todo." Joder Emma, una boda no ha de ser correcta. Ha de ser maravillosa, ha de ser inolvidable, ha de ser un día tan feliz que pisotees los nervios, las dudas y los problemas que se atrevan a acecharte. Tu boda ha de ser tuya, debes parecer tú. ¿Acaso no te ves? ¿Anulada bajo ese vestido que parece de otro siglo, de otra persona, de una mujer florero que nada tiene que ver contigo? ¡Mírate al espejo, joder! No necesitas más respuesta que ese reflejo terrorífico. Ese que me recuerda a mi propia boda...
"Tienes razón" Y necesito que me detengas. Sola no soy capaz.
"Siempre la tengo." Bromea. Y sé que te equivocas.
Emma sonríe ante ese pequeño destello de su alcaldesa y eleva sus ojos unos segundos. Pero vuelven a precipitarse al suelo antes de volver a musitar casi sin voz:
"¿Pero estoy siendo yo?" No quiero fallar a nadie, pero siento que me estoy fallando a mí. Incluso siento que te estoy fallando a ti. Y necesito saber que es cierto, que no estoy loca.
"Eso solo puedes decirlo tú..." No puedes hacer esto. No puedes pedirme esto. No puedo ser yo tu excusa. Has de ser tú. No pretendas convertirme en la villana, cuando ya soy la que lo está perdiendo todo hoy. ¿Eres consciente de la tortura que supone mirarte ahí, vestida de blanco, envuelta y lista para ser entregada a Hook como si fueses un simple objeto? ¿De lo cruel y desalmado que es haber pensado en mí para que te acompañe en el preludio de esta desgracia?
"Tienes razón." Susurra. Y vuelve a hablar, adelantándose a Regina. "Ya, ya sé que siempre la tienes." Gruñe con media sonrisa sin pizca alguna de alegría. Su voz tiembla, pero sus ojos vuelven a alzarse al añadir: "Sólo depende de mí. Y sé lo que deseo." Por favor, sólo una palabra. Dime solo una palabra... "Regina..."
No. "Es la hora."
"Está bien." Exhala mirándose al espejo, donde el reflejo le muestra cómo, a la altura de su hombro, la figura de Regina se aleja de ella. Te necesito....
"No hagamos esperar al novio." No puedo darte lo que quieres de mí... No sin traicionarme a mí misma.
"¿Te quedas conmigo?" Por favor, Regina... Sólo tú eres capaz de...
"No puedo, le prometí a Snow que la avisaría para que vinieran a acompañarte al altar y Henry me estará esperando en nuestros asientos." Lo siento... Pero es momento de decir basta.
"Claro" Te esperaré. Hasta el último momento. Hasta la promesa final. Te estaré esperando.
"Hasta ahora, Emma." Musita con la voz húmeda y sosteniendo el pomo de la puerta. Y yo esperaré a que seas lo suficiente valiente para romper con este torbellino autodestructivo al que te sientes abocada... Por ti y por mí.
"Adiós." Gime con la misma inflexión desolada. Solo para girarse un segundo después, apartando la vista del espejo, queriendo clavar sus ojos en los color miel. "¡Regina, te q...!"
Pero ya no hay nadie para escuchar sus palabras. Está sola en esa pequeña estancia. Y se siente tan vacía, tan abandonada, tan traicionada como jamás en su vida. Cierra la boca, nunca termina de hablar. Nunca termina de aceptar. Y cuando Snow llega a buscarla, las dudas están sepultadas por un alud de rabia e impotencia y sale de esa sala con paso seguro, sin mirar atrás.
Pero cumple su palabra.
Su silenciosa palabra.
En el último momento, justo al final, la busca. Una mirada tránsfuga, húmeda, rabiosa y esperanzada al mismo tiempo. Un instante antes de dar el Sí, quiero.
Y, ante ella, Regina permanece en silencio, mirando, sin intervenir, secundando desde su absoluta quietud.
Emma sonríe con el fuego de mil iras y musita: "Sí, quiero."
La misma rabia infinita que invade a Regina cuando los ojos de Emma tienen la osadía de buscarla desde el altar. Justo antes de prometerse amor eterno a Hook. Invitándola sin sutilezas una vez más a ser su paladín en una batalla que la salvadora no tiene pensado luchar. No se mueve, ni siquiera respira. Y entonces Emma lo dice: "Sí, quiero."
No le importa desviar su mirada, ni que los demás se den cuenta de eso. Un segundo después la salvadora está besando a su nuevo marido y, por un momento, Regina se pregunta cómo se puede llegar a odiar de una forma tan visceral a alguien a quien se ama tanto.
FIN
