17/04/2024

Gracias por las reviews de:

MegoKa, Cindy osorio, Kayla Lynnet, Annie Perez, Rosa.Taisho, Karii Taisho, Ferdy Arevalo, Rocio K. Echeverria, joiscar, Jazmin, Valentinehigurashi, marielvalentinavazquezrodrigue, arual17, Maria1235 y a las dos personitas que aparecen como invitados n.n

Mi bella gente, esta vez les traje el capítulo un poco corto. Como les he dicho, tengo la historia finalizada, pero edito redacción, agrego detalles que olvidé y borró otros que no son relevantes. Me tomo mi tiempo para intentar que quede lo mejor posible (no excelente, pero se hace lo mejor n.n). pero mi boda ya está a DÍAS de suceder D: y sigo con los preparativos. Espero me entiendan si no puedo actualizar como antes :'(

Con decirles que hasta ni he podido leer los fics que tengo pendientes, espero ponerme al día pasando mis compromisos.

No me alargo más, los dejó leyendo, espero les guste este capítulo :3


CONVIVIENDO CON MI EX.

Capítulo 10: Fénix.

–Debo admitir que casi les creo este teatrito.

Apretó la bandeja en sus manos y se detuvo antes de subir las escaleras.

–¿A qué te refieres, padre?

Se contuvo de contestar mal, pues notó su dura mirada cuando consoló a Kagome, ¿acaso su padre la creía capaz de inventar su temor?

–¡Por favor! Ese teatrito de su temor.

Aquella afirmación lo hizo volverse, el rostro de su padre demostraba sus verdaderos pensamientos... Nada positivos.

–¿Es en serio? –lo fulminó con la mirada, intentó contener sus ganas de pelear, pero estaba siendo difícil–. ¿Crees que ella es capaz de fingir algo tan grave?

Su padre puso los ojos en blanco, parecía contener algún comentario.

–Eso hacen las mujeres de su clase –soltó con desdén y cruzando sus brazos.

–Te voy a pedir, que no vuelvas a decir algo así de ella –subió su tono de voz, se contuvo de decir algo más fuerte. Le molestaba que alguien se dirigiera a Kagome de esa manera, no lo iba a permitir, aunque se tratara de su padre.

–¿O qué? –Su padre alzó una ceja, retando–. Inuyasha, deja de fingir que te preocupas por ella, yo sé lo que en realidad ocurre entre ella y tú.

Aquel comentario no se lo esperó, pero mantuvo su postura, era imposible que supiera la verdad.

–¿De qué estás hablando? –fingió incredulidad.

–¡Por favor! Se que ella no es tu novia –Su padre se acercó a él y lo miró con dureza–. Si esa mujer fuera tu "novia", habrías sabido lo de su "temor", y no habría pasado el episodio de esta tarde.

Estuvo a punto de flaquear, pero se mantuvo firme. Su padre tenía razón, pero eso iba a solucionarlo en ese momento, no quería volver a incomodar a Kagome en algo más.

–Estas diciendo cosas sin sentido –giró sobre sus talones y subió un escalón.

–¿Cosas sin sentido? Por favor, qué casualidad que aparece otra vez a tu lado, cuando voy a quitarte como jefe de la empresa, ¿qué me dices de eso?

Se detuvo y lo miró por sobre el hombro, demonios, las manos estaban comenzando a sudar. Sí, su padre estaba sospechando, y había dado justo en el clavo. Su padre no era tan ingenuo como pensó, al parecer el único capaz de engañarlo era su primo Hakudoshi… Aunque Hakudoshi tenía fingiendo ser buena persona desde que eran niños, le era fácil. Nadie más conocía el verdadero rostro de Hakudoshi, sólo él y Kagome.

–Tú no sabes nada. Y no pienso aclarar nada sobre mi relación, piensa lo que quieras, pero ella y yo volvimos, y seguiremos juntos aunque tú no lo desees.

Se apresuró a subir, su padre ya sospechaba algo, y no sabía porqué lo sospechaba. Según él, estaba actuando como en el pasado, cuando eran novios de verdad; tenía que hacer algo, o su padre investigaría, y eso era algo que a Kagome ni él le convenía.

Tocó la puerta por cortesía, abrió y se encontró con Kagome sentada en el sofá de la habitación, tenía una bata de dormir y en sus manos un pequeño libro, supuso que lo había traído en su equipaje. Tragó hondo cuando notó lo bien que le quedaba esa bata a Kagome. Había visto la ropa que su madre le había traído, la verdad aquella bata le pareció la más recatada, a comparación de las otras que tenían transparencias. Pero ahora que la veía detenidamente, se jactó de tal pensamiento. La tela marcaba el contorno de sus pechos, y mostraba sus largas y torneadas piernas, la recorrió durante unos eternos segundos, mientras caminaba hacia ella.

La luz tenue de la habitación realzaba sus rasgos suaves, la bata de dormir marcaba sus curvas y le daba un aire de sensualidad que lo dejaba sin aliento, no podía dejar de pensar en ella sobre ese sofá, él arrancándole la ropa y posicionándose sobre ella para hacerla suya. Sería tan fácil hacerlo, seducirla, hacerla enloquecer hasta que le rogara ser tomada con frenesí… Detuvo el rumbo de sus pensamientos y se aclaró la garganta antes de hablar. No era momento para pensar en la facilidad con la que esas prendas caerían al suelo.

–Pensé que querías algo para ayudarte, así que te preparé un té –extendió la bandeja y ella tomó una taza con delicadeza. La vio tomar un sorbo y notó sorpresa en sus ojos chocolate.

–Está... perfecto –dijo y volvió a tomar otro sorbo. Él colocó la bandeja en la mesita de centro y la acompañó.

–Solo un terrón de azúcar –dijo sin pensar y la escuchó toser un poco–. ¿Qué ocurre? –le dio unas palmadas en la espalda.

–Lo... recordaste –Kagome se aclaró la garganta.

Él sonrió por los recuerdos y tomó un sorbo de su taza.

–Lo recuerdo muy bien... También recuerdo que la comida ni tan fría ni tan caliente, que los postres te gustan con mucho dulzor, pero detestas el café con azúcar. Prefieres roles de canela y detestas el panqué con nuez... conozco más de la antigua Kagome, pero creo que ya hay cosas nuevas ahora... –la miró de soslayo, se notaba pensativa, miraba su taza y con su dedo rodeaba el borde.

Kagome dejó de jugar con el borde de la taza y lo miró directamente a los ojos. Había algo en su expresión, algo que no fué capaz de descifrar.

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–Sí, hay cosas nuevas... –desvió su mirada, en ese momento se sentía vulnerable, volvió a tomar un sorbo de té y guardó silencio unos segundos.

–Me hice un tatuaje –dijo él y tomó otro sorbo de su té.

–¿Qué? –se quedó atónita. ¿Por qué de repente le decía aquello?

–Me hice un tatuaje, pensé que deberías saberlo.

Kagome alzó una ceja y lo miró sin creerlo. Recordaba que sus padres no aprobaban los tatuajes o perforaciones, ¿que le había dado valor para hacerlo?

La habitación se llenó de un silencio sepulcral, no sabía cómo responder. Por su mente pasaban pensamientos de absoluta sorpresa. Disimuladamente lo recorrió, no encontró ninguno, y eso que tenía los brazos descubiertos. Ese tatuaje estaba en alguna zona oculta. ¿Qué tipo de tatuaje sería? ¿Dónde se lo habría hecho?

Finalmente, rompió el silencio.

–¿Por qué te lo hiciste?

Inuyasha se encogió de hombros.

–Sólo diré que… Quería algo que me marcara para siempre.

Los ojos dorados de Inuyasha la escrutaron, tal vez buscando alguna señal de desaprobación. Kagome suspiró y se mordió el labio inferior, los ojos de Inuyasha demostraban un sentimiento profundo, como si quisiera darle a entender que ella era la razón de aquello. Pero no iba a indagar más sobre ello.

–¿Dónde está el tatuaje?

Inuyasha dejó su taza, se dió la vuelta, y se quitó la camiseta, revelando su bien amplia y musculosa espalda. Allí, en la piel pálida, había el diseño de un Fénix.

–El fénix simboliza el renacer de las cenizas. También la resistencia, la renovación y la capacidad de superar desafíos…

Su voz era tranquila, pero Kagome podía percibir la emoción detrás de sus palabras, era un tatuaje pequeño, pero simbolizaba algo demasiado grande. Kagome no pudo evitar sonreír.

–Es hermoso –extendió la mano y tocó suavemente el tatuaje–, ¿y qué dijeron tus padres?

Inuyasha se encogió de hombros nuevamente.

–Sólo diré que recibí un sermón que duró horas… Pero no es asunto suyo. Soy un adulto y puedo tomar mis propias decisiones.

Ella asintió y recorrió la piel del tatuaje, sus dedos palpaban la dureza del músculo, y la suavidad de la piel expuesta. Lo sintió tensar y retener el aliento, alejó la mano al instante y se aclaró la garganta.

–¿Por qué me dices esto justo ahora?

–Debemos prepararnos, alguien empieza a sospechar.

–¿Quién?

Inuyasha se colocó de nuevo la camiseta, y se giró.

–Mi padre...

Al instante ella se atragantó con su saliva y comenzó a toser. Recordó cómo se comportaba el señor Taisho con ella, como si fuera un enemigo, con demasiada hostilidad.

–¿Qué ocurre con tu padre?

–Le ha parecido extraño que yo no supiera de tu fobia, si somos pareja se supone que debí haberlo sabido –se rascó la nuca con frustración–. O al menos eso me dijo, duda que seamos una pareja auténtica, piensa que sólo fingimos ser novios y… –se detuvo y suspiró–. ¿No crees que debemos prepararnos?

Ella se mordió el pulgar y asintió con la cabeza. Lo suponía, InuNo Taisho sospechaba algo, por un segundo pensó que tal vez sabía sobre la existencia de Moroha. Internamente se alivió un poco, porque eso significaba que no sabía nada sobre su secreto, sobre su hija.

–¿Hay algo nuevo de ti que tampoco conozca? –Indagó él.

–Pues –oh sí, había una pequeña versión de ambos esperándola en casa de sus padres–, tal vez.

–Relájate –dijo él y le sonrió–. Dime lo que te ha pasado estos años por si nos llegan a interrogar...

Ella se quedó pensando, y en realidad había demasiadas cosas nuevas, y Moroha era la más importante, pero eso no se lo diría. Haciendo memoria, se dió cuenta que no tenía tanta vida social como sus amigas, la mayor parte del tiempo trabajaba, ayudaba en el orfanato, y los días libres iba con su familia y vacacionaba junto a Moroha...

–Fui rehén durante unas horas –aquello la sacó de sus pensamientos.

–¿Q–qué? –eso no se lo esperaba.

–Bueno, la chica en cuestión estaba obsesionada conmigo... Oye, recuerda que soy demasiado atractivo –mencionó al verla fruncir el ceño. Ella sonrió sin poder evitarlo.

–Cómo olvidarlo –dijo sarcástica y poniendo los ojos en blanco.

–Bueno, pues la chica trabajó como mi secretaria una temporada, y digamos que noté ciertas cosas perturbadoras...

–¿Cómo qué?

–Pues... – Se rascó la nuca–. Comenzaron a desaparecer pertenencias personales. Fotos, perfumes, botellas de agua sin haber terminado, pañuelos, incluso un saco que había colgado una mañana en el perchero... Y mi paciencia llegó a su fin. Un día la confronté.

–¿Qué te dijo?

–Que me amaba, que no podía vivir sin mi, sin mi imagen, sin mi olor... que necesitaba tenerme en su vida de alguna forma –aquello sonaba demasiado enfermo–. Como supondrás la despedí, pero eso no quedó ahí. Un día al salir del baño y querer regresar a casa, noté que alguien había cerrado con llave mi oficina. Y después sucedió lo que ves en cualquier película de secuestros... Aparece la villana, dice todo su monólogo loco sobre estar juntos para siempre, yo me niego, enloquece aún más e intenta matarme. Dijo que si no era de ella, no sería de nadie mas… En fin, la única diferencia a laa películas, es que yo sólo la pude detener y salvarme. No pasó a mayores afortunadamente.

Ella se mantuvo callada durante un largo tiempo. Cielos, lo decía como si nada... Haciendo memoria, tal vez estaba acostumbrado a ese tipo de mujeres. Tenía una larga lista de secretarias tras de él.

–Como verás, sigo siendo atractivo –Su comentario hizo desaparecer la tensión.

Ella no pudo evitar soltar una pequeña carcajada.

–Supongo que era ciega esa mujer. Ya estás demasiado grande para las jovencitas...

–¿Acaso me dijiste viejo? –la miró sin poder creerlo, le retiró la taza de las manos y alzó una ceja–. Señorita Higurashi, ¿acaso me está insultando?

Ella curvó su labio y exclamó:

–Tomelo como quiera.

Al instante se lanzó hacia Kagome, y comenzó a hacerle cosquillas. Los movimientos de sus cuerpos provocaban que el sillón se moviera bruscamente. Las risas escandalosas llenaron el cuarto.

–¡Detente! –exclamó ella, riendo y tratando de liberarse de Inuyasha–. ¡Ya! –insistió, pero él no cedió–. ¡Detente, Inuyasha! –finalmente, él redujo las cosquillas hasta detenerse. Kagome intentó recuperar el aliento; se sentía cansada de tanto reír.

–Extrañaba esto… –susurró Inuyasha.

Lo escuchó decir antes de moverse y colocarse frente a ella. Las manos de él se apoyaron a cada lado de su rostro, pero esta vez no se sintió intimidada, al contrario, se sentía cómoda. Los ojos de Inuyasha parecían soles, brillaban y le calentaban el alma. Kagome estiró una mano y acarició su mejilla sin pensarlo, sus dedos recorrieron el pómulo y jugaron con los cabellos de su patilla.

–No eres tan enojona como pensé –comentó él y le agarró la mano, tal parece que iba a respetar el acuerdo que habían jactado. Nada pasaría entre ellos.

–¡Oye! –le dio una palmada en el pecho y él se apartó–. Sigo siendo igual de divertida que antes.

–No te creo… –la retó.

–¿Ah, sí? –dijo Kagome antes de empujarlo para incorporarse.

El corazón de Kagome latía con una mezcla de alegría y emoción. El aire estaba cargado de emociones, y ambos se miraron con una mezcla de nostalgia y comodidad. Las risas habían cesado, la tensión había desaparecido del ambiente. Se sentaron en el sillón, esta vez más cómodamente. Las palabras fluyeron entre ellos, poniéndose al tanto de muchas cosas, compartieron historias, risas y secretos. El pasado quedó atrás durante ese momento, y se concentraron en el ahora. Quizás, solo quizás, había algo más que amistad entre ellos. Pero eso era un misterio que ni el tiempo no podría revelar… Porque jamás podría haber algo más, ella lo sabía mejor que nadie. Pero por ahora, dejaría de pensar en el futuro.

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No podía creer lo que estaba sucediendo, Kagome estaba charlando con él sobre cosas simples y cotidianas. Las palabras fluían con naturalidad, tal cómo en el pasado. Hablaron de hechos relevantes en los últimos años, opinaron sobre la música actual, sobre hechos relevantes y comunes. Él la escuchaba con atención, cada palabra suya era un tesoro, porque después de muchos años, estaban compartiendo un momento íntimo y cómodo; tal como soñó tantas veces y ahora se hacía realidad. En varias ocasiones se perdió en sus ojos color chocolate y perdía el hilo de su conversación. Pero no podía evitarlo, estaba actuando como un adolescente enamorado y eso le estaba gustando.

El tiempo pareció detenerse mientras charlaban, no podía evitar preguntarse si ella también sentía lo mismo. ¿También ella sentía la presencia de aquel lazo que una vez los unió? Porque así se sentía, sentía que había viajado en el tiempo, a aquel donde sus corazones latían el uno por el otro… No le cabía duda que ella sentía atracción por él, de la misma intensidad que él, la pregunta aquí era si ella sentía la misma conexión sentimental… Deseaba averiguarlo.

De repente, se inclinó un poco más cerca, y pudo sentir su respiración a la altura de sus mejillas. Su corazón latía con frenesí, amenazando con salirse del pecho. Kagome cerró los ojos y juntó sus labios un poco, la notaba anhelante de ser besada, era una señal a que continuara. Y entonces, sin previo aviso, se alejó de ella a su pesar, le sonrió y se levantó del sofá.

–Creo que debemos descansar, ya es algo tarde..

Habían pasado unas horas charlando, y la noche se había apoderado del cielo. Se acercó al armario y tomó su habitual sabana y almohada, al girarse se encontró con la mirada avergonzada de Kagome. También estaba apenada por lo que pudo haber hecho y ambos querían: besarse. Le sonrió con tristeza, porque iba a respetar su espacio personal, todo por el novio que ella tenía. Quiso mandarlo al carajo y besarla como quería, pero no iba a hacerlo, iba a respetar y ser el amigo que ella merecía. Y muy a su pesar, los amigos nunca comparten tal acción tan placentera.

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El corazón de Kagome latía con fuerza, como si acabara de correr un maratón. La cercanía de Inuyasha y su respiración tibia le había hecho desear que continuara. Incluso cerró los ojos, juntó sus labios un poco, y la dominó la necesidad de ser besada. Pero antes de que pudiera rozar sus labios, él se alejó. Lo miraba confundida por apartarse y frustrada por lo que no pasó. Sus miradas se encontraron, y en ese instante, supo que había algo más entre ellos. Algo que iba más allá de lo físico y el deseo carnal. Sus ojos rogaban algo más, algo que ella no podía darle: un futuro.

Él se acercó y se paró justo delante de ella. Kagome se abrazó a sí misma, intentando escudar su corazón acelerado.

–Ese es mi lugar, ¿me podrías dar permiso? ¿O acaso quieres compartir el sofá conmigo? –le guiñó un ojo con aire jocoso, rompiendo la incomodidad del ambiente.

Ella asintió y le dio un manotazo juguetón en el brazo antes de alejarse.

–¡En tus sueños! –le sacó la lengua en gesto juguetón, antes de meterse en las sábanas y recostarse.

Su corazón seguía latiendo con rapidez. Habían compartido un momento agradable, pero también habían avivado el fuego del caldero del deseo. La tensión entre ellos era palpable, como un delgado cristal que podía romperse en cualquier momento. Pero notaba que Inuyasha deseaba algo más, recuperar algo que ella no estaba segura de volver a darle: Su corazón.

Apretó su relicario justo en el pecho, recordando a su pequeña hija, en la única quien debía pensar y por quien debía luchar. Tardó unos minutos pensando en las posibilidades, hasta que se quedó dormida.

La insistencia de la puerta la hizo incorporarse de golpe.

–¡Ey, chicos! –era Rin–. ¿Puedo pasar?

Pasaron dos segundos para que pudiera reaccionar. Se dio palmadas en las mejillas y echó una mirada rápida al sofá. Inuyasha seguía dormido... ¡Dormido! Le lanzó una almohada y lo vió dar un respingo antes de caer al piso. La puerta seguía insistiendo.

–¡Un momento! –gritó ella–. Inuyasha, es Rin –dijo con voz baja.

Inuyasha se levantó torpemente y la miró ceñudo. Quiso reírse por la cara de pocos amigos que tenía, pero no era momento de ello.

–¿Ya puedo pasar? –Al escuchar a Rin, la mirada de Inuyasha entró en pánico.

–¿Qué esperas? –regañó Kagome antes de hacerle señas para que subiera a la cama.

Inuyasha tomó la sábana y la almohada, las arrojó al cuarto de baño y se metió a la cama con ella.

–¡Ade..! –Kagome le tapó la boca.

–No parecemos una pareja enamorada recién despertada, Inuyasha –susurró y se recargó en su pecho.

–¿Qué haces? –susurró él al sentirla moverse contra su pecho.

–Actuando, no te ilusiones –susurró antes de incitar la mano de él a rodearle la cintura–. ¡Adelante! –gritó.

–No me haré responsable de lo que pase –susurró contra su cabeza.

Ella le dió un codazo al darse cuenta del doble sentido de sus palabras.

–¿Interrumpimos algo? –Rin entró,caminando de espaldas. La pequeña Towa balbuceaba en sus brazos.

–Estamos vestidos y decentes, Rin –dijo Inuyasha. Kagome sintió las mejillas enrojecerse.

–¡Qué alivio! –volteó–. ¿Cómo amanecieron los tortolitos? –les guiñó un ojo

–¿Qué te diré? –Inuyasha contestó por los dos y la pegó más a su cuerpo–. Muy cómodos –el tono de su voz hizo entender algo más. Ella le dio un pellizco y él ahogó una queja de dolor.

–Me alegro por ustedes –dijo Rin antes de peinar un cabello detrás de la oreja–. Cambiando de tema... Venía a pedirles un gran favor –había angustia en su voz.

Kagome e Inuyasha se sentaron en la cama.

–¿Un favor? – dijeron al unísono.

Rin parecía demasiado preocupada por dejar a sus gemelas encargadas, pensó. La imagen de su pequeña Moroha se le vino a la mente, recordó la primera vez que la dejó con su madre, ya que debía comenzar a trabajar a tiempo completo. Entendía a Rin, y por eso había aceptado; una madre siempre se preocupaba por sus hijos, aunque ellos estén en buenas manos. Por lo que entendía, tenían unos asuntos urgentes que tratar, asuntos que requerían de toda su atención y necesitaban que cuidara a las gemelas unas horas. Se preguntaba cuánto tardarían, estaban en una playa privada, y sentía que habían tardado mucho en llegar. Sesshomaru y Rin habían subido a un Jeep todo terreno, ¿No se suponía que debían ir navegando en el mar para llegar a la carretera?

–No tardaremos mis amores –las pequeñas balbuceaban y chupaban su puño–. Las voy a extrañar estas horas,... no me miren así, no puedo llevarlas, preciosas –les mando besos–. Despídase de papá –él aludido tocó el claxon.

–Portense bien, señoritas –murmuró antes de arrancar el jeep.

Kagome se sorprendió ante esa escena. Había conocido a Sesshomaru en el pasado, y nunca demostró sus sentimientos abiertamente. Pero aunque le hubiera dicho solo aquellas palabras, el sentimiento de amor en su voz delató lo mucho que adoraba a sus hijas. Su profunda mirada demostraba el sentimiento de amor genuino, como si fueran el tesoro más valioso del universo. Y lo entendía, ambos habían luchado con uñas y dientes para poder concebir a sus hijas, notaba en su mirada el miedo de que fuera sólo un sueño o un simple espejismo. Ante los ojos de ella, eran un par de excelentes padres... Una hermosa familia.

–Compréndela, Kagome –comentó Inuyasha mientras veían el Jeep desaparecer por un camino empedrado–. Desde que nacieron no se ha separado de ellas, es una madre muy sobreprotectora.

Observó a Inuyasha mientras sostenía con cuidado a la pequeña Setsuna, quien jugaba con una sonaja. Kagome asintió, sintiendo un peso en el estómago por la imagen tan tierna… Fue cuando se preguntó algo que le formó un nudo en su garganta: ¿Así se habría visto Moroha en sus brazos?

Agarró con fuerza su relicario.

¿Sería un buen padre para Moroha?


Continuará...


No se si pueda actualizar los próximos días, ya que ando de un lado para otro en mis preparativos. Más aún que en estos días iré a una sesión de fotos y prueba de peinado... Ya siento en mi estomago los nervios D:

Hasta estamos aprendiendo a bailar xD bueno, mi esposo no sabe mucho, pero se puede aprender :)

Les aviso que probablemente les haga el fic de nuestra historia, estaría cargada de mucho drama OoO (el género que me gusta jaja) -emoji pensando- ya hasta pensé en el título, "Detras de su sonrisa". Está en veremos, primero saldré de mi compromiso y vemos después ;)

¡Nos leemos en otra ocasión!

¡Sayonara!