1 "La chimenea"

Draco se encontraba trabajando en la oficina que tenía en la linda casa que compartía con su esposa y su pequeño hijo Scorpius de dos años, quien ahora mismo pasaba el día con sus abuelos.

Atendía una importante llamada de negocios, Hermione no debía tardar mucho en regresar del Ministerio y esa noche quería llevarla a cenar a un bonito restaurante del Callejón Diagón.

No pasaron más de diez minutos cuando la red flú de su oficina se activó y de las llamas verdes salió su amada esposa, tan hermosa y tan jodidamente sexy como siempre. Atrás habían quedado aquellos años en Hogwarts donde se dedicó a hacerle la vida un infierno, todo por no admitir que sólo lo hacía para tener un pretexto de hablarle, aunque fuera para insultarla desde su inmadurez. Por supuesto se había disculpado y prácticamente le debía a ella y a Potter no haber pisado Azkaban, todo eso había quedado en el pasado, se habían convertido en amigos y eventualmente en pareja.

Incluso la marca en su brazo se había ido, tenía años que la había cubierto con el tatuaje de un dragón que abarcaba todo su brazo, aún reía cuando recordaba la reacción de Hermione al verlo, al parecer, su esposa tenía cierta fascinación por los tatuajes en el cuerpo de Draco, ella misma decía que se le mojaban las bragas cuando veía aquel tatuaje en su sexy brazo.

Hermione entró a la oficina viendo que su esposo estaba en una llamada de negocios, así que se acercó en silencio con una sonrisa en los labios, dándole un suave beso a manera de saludo; estaba dispuesta a irse y esperar a Draco en la sala, pero él la detuvo, tomando su mano y jalándola para sentarla sobre su regazo, su brazo se afianzó alrededor de su cintura, fundiendo sus cuerpos como si fuera uno solo.

La calma de Draco no duró mucho tiempo en desaparecer, su tatuaje expuesto gracias a que había remangado su camisa hasta el codo había despertado a su leona, sólo sonrió y mientras él continuaba con su llamada, Hermione había llevado sus suaves labios al cuello de su esposo.

Él sonrió observando el sexy y perfecto cuerpo femenino que se acurrucaba en su regazo, que con delicados besos estaba haciendo que en sus pantalones apareciera una inevitable erección. Sus miradas se encontraron y Hermione pudo ver en sus orbes plateados la promesa de una experiencia inolvidable esa noche.

Sonrió con picardía y continuó besando el cuello de su esposo, agregando esta vez suaves mordidas, sintiendo tensarse la mano alrededor de su cintura y la erección en los pantalones del hombre bajo ella aumentando considerablemente.

Draco no pudo evitar gemir al sentir la suave mordida de su esposa en su cuello, ese toque encendió un fuego en su interior que amenazaba con quemar todo a su alrededor, podía sentir el estremecimiento por la fuerza del deseo que ardía por ella, estaba claro que su esposa sabía exactamente cómo encender sus instintos.

Dando un último apretón en su cintura, Draco al fin terminó la llamada de negocios, puso los encantamientos necesarios en la puerta, sin despegar su mirada de la de ella, viendo amor y lujuria en sus ojos chocolate.

—Mi bella y amada esposa —acarició su suave mejilla—, espero estés consciente de lo que tu toque ha causado en mí, y lo que te haré ahora.

Hermione sólo sonrió antes de que su esposo capturara sus labios en un beso largo y profundo que no le dejó duda alguna sobre sus intenciones para esa noche. Jadeó sobre sus labios, recibiendo con gusto ese apasionado beso, sonrió sin romperlo cuando la mano de Draco comenzó a hurgar debajo de su ajustada blusa hasta que llegó al encaje que cubría sus pechos y sin más, quiso tener contacto con sus endurecidos pezones deseosos de ser atendidos, para ese punto, las bragas de Hermione estaban totalmente mojadas y la erección de Draco clamaba salir de sus pantalones.

La tomó en brazos sentándola sobre el escritorio, soltándola sólo para rasgar con urgencia la blusa de Hermione, revelando sus perfectos pechos cubiertos por su sexy sujetador de encaje negro. No pudo evitar el gemido cuando al fin los liberó de la prenda mientras bajaba la cabeza y tomaba una de las rosadas puntas en su boca, chupando suavemente primero, pero aumentando la intensidad y agregando su lengua conforme los segundos pasaban. Su mano se movió hacia abajo, hasta que pudo colarla debajo de su falda, llegando a su destino, su núcleo húmedo esperando el roce ansioso. Pasó sus largos y pálidos dedos sobre el encaje empapado, para después hacerlo a un lado y explorar cada milímetro de sus resbaladizos pliegues, provocándola con la presión que ejercía en su centro. Mientras aumentaba el ritmo de su exploración, Draco se sentía cada vez más excitado por la respuesta de su amada bajo su erótico toque.

Hermione jadeaba extasiada por la maestría de los dedos de su esposo dentro de ella, entonces se apresuró y liberó el erecto miembro de Draco, dejándole ver la majestuosidad que pronto tendría dentro de ella, de su pene escurría ya una gota de líquido pre seminal y en sus dorados ojos brilló el deseo de que la de una vez y hasta que ya no pudiera más.

Draco fue consciente de la mirada de Hermione sobre su erección, sabía que ella necesitaba tanto como él la completa conexión de sus cuerpos.

—¿Esto es lo que quieres? —susurró en su oído mientras frotaba su miembro por sus pliegues.

—Sí—gimió cuando llegó a su clítoris—, por favor, Draco,.

Sin más que esperar, se posicionó en su entrada y empujó lentamente sintiendo su calor húmedo rodeándolo, entonces empujó fuerte y profundo. No eran necesarias las palabras, sus cuerpos hablaban por sí solos, con cada penetración, una más profunda que la anterior, Draco reclamaba más de ella, como si nunca se cansara de reafirmarla como suya.

Los jadeos de Hermione se hacían cada vez más fuertes e intensos, aferrando sus manos a los hombros de su esposo mientras él la follaba rápido y duro, la excitaba aún más verlo entrando y saliendo de ella y el sonido del choque de sus caderas cada vez que se encontraban.

Draco sabía exactamente cómo complacer a su esposa y disfrutaba de cada grito placentero que le causaba. Podía sentir que estaba cada vez más cerca del borde, pero no quería ceder a ello hasta que ella alcanzara su satisfacción, así que con movimientos más fuertes y su pulgar girando sobre su botón sintió sus paredes apretándose a su alrededor, apretándolo cada vez más fuerte, hasta que con un último grito se deshizo bajo sus brazos, gimiendo su nombre mientras él mismo alcanza su liberación, llenándola con su semilla hasta que ambos cayeron rendidos sobre la madera del escritorio. Totalmente satisfechos.

Permanecieron así durante algunos minutos, hasta que sus respiraciones volvieron a ser normales. Cada vez que hacían el amor era una experiencia totalmente placentera, ella amaba lo duro que Draco podía ser a la hora del sexo y él amaba lo caliente que su esposa se podía tornar al estar entre sus brazos.

—Draco—al fin habló Hermione—, hay algo que tengo que decirte.

Draco la vio a los ojos mientras la ayudaba a levantarse del escritorio y con un elegante movimiento de varita limpiaba el desastre entre sus piernas, con su mirada le hacía saber que esperaba continuara con lo que quería decir.

—Vengo de San Mungo—entonces Draco la vio con preocupación, buscando cualquier señal de daño en su cuerpo aún desnudo—, mi amor—llamó la atención de su esposo tomando sus manos—. Estoy embarazada.

Draco sintió a su corazón detenerse por un milisegundo ante la noticia de que Hermione estaba embarazada una vez más.

—Me haces tan feliz, amor mío—sonrió acercándola a él en un fuerte abrazo—. No tienes una idea de lo que esto significa para mí.

Y era cierto, después de una vida estando prácticamente en soledad una de las cosas que más deseaba era formar una hermosa familia llena de amor, ahora, ese sueño lo estaba viendo hecho realidad con ella, con su gran y único amor.

—Te amo, Hermione—reclamó sus labios en un beso distinto, uno lleno de amor y agradecimiento.

—Te amo, Draco—ella sonrió, fundiéndose en aquel beso con su amado esposo.