Summary:
Con un proyecto pendiente, amigos haciendo de casamenteros, problemas y acontecimientos familiares, Bucky parece ser la única constante en la vida de Sam.
Ah, y Sam también se reunió con su ex.
Es una semana emocionante en su vida.
2010
M I É R C O L E S
—¿Estás evitándome? —preguntó Bucky, aunque su tono insinuaba una acusación.
—Se le llama trabajar, Barnes, deberías intentarlo alguna vez —respondió como saludo—. Si lo hicieras, sabrías que entrar a la casa de otras personas sin consentimiento es un delito.
—Oh, no, ya lo sabía, pero me diste la ubicación exacta del repuesto de tu llave, ¿recuerdas? Además, sí he estado trabajando, mi madre está sobre mí todo el tiempo, ni siquiera sé cómo es que conseguí escaparme para verte —dramatizó con una mueca entre triste y angustiada.
Sam resopló mientras soltaba los planos y su maletín sobre la mesa de la estancia.
Había sido un día muy largo en la oficina, no, había sido un día muy largo desde que se despertó antes de que sonara su alarma, lo cual lo puso de malas; luego tuvo que soportar la inspección de su proyecto inconcluso, lo cual lo llevó a soportar el inminente rechazo a sabiendas de que sus planos estaban claramente incompletos. ¡Dios! Sam sólo quiere irse a la cama sin siquiera comer algo porque, muy probablemente, lo que sea que elija para la cena será lo único que falte de su despensa.
—No creo que esté sobre tí lo suficiente, Barnes, no si es que tienes el tiempo para contactar a Raquel y contarle detalladamente qué clase de postres me gustan y dónde conseguirlos —acusó con molestia. Sam ni siquiera necesitaba darse la vuelta para ver la sonrisa de suficiencia de su amigo.
—Mi oficina tiene un fantástico teléfono inalámbrico, Samuel, completamente independiente al canal de despachos —presumió, delatando la sonrisa en su voz—. Raquel me buscó, hombre, yo sería incapaz de delatar las atrocidades que deleitan a tu raro paladar.
—Ajá —bufó Sam. Soltó un suspiro y se dejó caer en el sofá frente a Bucky sin gracia alguna—. No necesito que arregles encuentros, citas, detalles, obsequios o ninguna de esas cosas de cupido, Buck, de verdad que no. Tengo muchas cosas encima en este momento como para que…
—Yo no estoy intentando nada de cupido, Samuel —negó ofendido—. No miento al decir que Raquel me llamó al despacho. De hecho, mi madre puede avalar la declaración, hay pruebas viables de que…
—¿Sabes qué? Olvídalo, estás comenzando a hablar como abogado y aborrezco las conversaciones donde te haces el listillo —admitió con una sonrisa apretada. Bucky le devolvió una sonrisa arrogante y se encogió de hombros.
—Te encanta cuando me hago el listillo, Sammy, lo que pasa es que no entiendes mis palabras.
—Seguro, ¿por qué no hablamos también de circuitos y el proyecto en el que estoy trabajando, uh? —sugirió con fingida emoción.
—A diferencia tuya, Samuel, a mi me fascina escucharte hablar de circuitos, cables y cosas electrónicas, todas esas cosas en las que trabajas y no dejas que nadie meta mano —confesó con otro encogimiento de hombros y la sonrisa menos arrogante—. Hablar de esas cosas hace que te brillen los ojos y, por más aburrido o confuso que suenes, no me atrevería a interrumpirte y apagar esos ojos brillantes. Incluso tengo la impresión de que tal vez necesitas hablar de ello justo ahora, ¿me equivoco, cariño ?
A Sam le toma varios segundos darse cuenta de que Bucky espera una respuesta, pero debes disculparlo por estar atónito; es que no creyó que él hiciera eso, hablar de su trabajo y aparentemente hacer que sus ojos brillen, y mucho menos creyó que alguien pudiera notarlo. Pero supone que de hacerlo, claro que sería Bucky, después de todo, es el único idiota que pregunta por su trabajo sin miedo a no entender de qué carajo habla.
—No, no realmente —negó, sacudiendo de su cabeza las ideas y el calor que de repente subió a sus mejillas.
—Mhm, bueno, entonces, salgamos a cenar —pidió con su sonrisa de dientes brillantes—. Tuve una semana muy larga y luces como que Raquel no acertó en el postre que describí. ¿Te parece pizza? ¿O prefieres algo más?
Sam no tiene más remedio que sonreír y dejar que el calor de sus mejillas se extienda a su pecho porque, ¡Dios! Bucky es su mejor amigo del mundo y se esmera cada día de su vida en dejarlo claro. A veces con estúpidas citas, otras con sorpresas en su oficina, algunas con llamadas sin sentido, unas más con sentido, y muchas con detalles de todas las magnitudes, desde una cena para levantar los ánimos, hasta una jodida invitación a Cancún.
—Lo que sea que quieras pagar, guapo —rió antes de incorporarse.
—Creí que esta vez pagarías por el placer de mi compañía —exclamó ofendido, incorporándose con gracia sin siquiera intentarlo.
—Tú invadiste mi propiedad, Barnes, no estoy pagando por la cena —advirtió sonriente.
Bucky golpeó ligeramente sus costillas con el codo antes de cerrar la puerta a sus espaldas y devolver las llaves de repuesto en el escondite que no era para nada apropiado. Sam extendió su mano y Bucky la tomó sin dudar.
—Sólo bromeo, dollface —susurró comenzando a caminar a la calle—. Sabes que siempre corre por mi cuenta.
—Buck…
—No, no es ninguna de las mierdas que estás pensando. El dinero no es ningún problema para nosotros, ¿verdad? Sin embargo, me siento bien al salir contigo e invitarte algo, lo que sea. No es ninguna clase de pago, lástima o esa basura que piensas y que luego le cuentas a Steve —bufó—. Y quita esa cara, sabes que el idiota es incapaz de guardarse algo para sí mismo. A lo que me refiero es que, yo quiero y me gusta pagar, ¿puedes darme ese placer, Sammy? Por lo menos hasta que Raquel conquiste tu raro paladar y tengas alguien cuerdo a quien pagarle la cuenta.
Sam no se contiene de rodar los ojos a pesar de la risa de Bucky. Sabe que bromea sobre Raquel, sin embargo, su vida amorosa no deja ser un fantasma bastante constante en su vida como para que sea un chiste todo el tiempo; pero Bucky no lo sabe, o finge no darse cuenta, o Sam pretende que está bien con mucho éxito, no lo sabe y ciertamente no va preguntar.
—Bien, dejaremos a Raquel para después, ahora cuéntame, ¿por qué parece que tu gato ha muerto, eh?
Y sin siquiera insistir, Sam no necesita más que una mirada de esos bonitos ojos azules para soltar la lengua y despotricar sobre su terrible día sin temor a sonar ridículo mientras comen una deliciosa pizza.
Para cuando ambos se han desahogado sobre sus trabajos, sus familias y otros amigos, ya están de vuelta en casa de Sam, satisfechos con la cena y solamente medio exhaustos, sin embargo, el reloj junto a su puerta no pasa desapercibido y les recuerda que el tiempo sigue corriendo aunque estén juntos y relajados.
—¿Te veré mañana? —preguntó Sam, extendiendo hacia Bucky su bufanda y maletín.
—Si no tengo un caso increíble, seguro que sí —condicionó con un guiño y sonrisa coqueta mientras tomaba sus cosas. Sam rueda los ojos y asiente antes de lanzarse a sus brazos por un abrazo. Sabe que no es necesario decir algo al respecto, esto es algo que ellos hacen y no es extraño en absoluto, es tan normal como tomarse de la mano y competir por quién se embriaga primero; pero si es que había alguna duda, Bucky descansa su barbilla en su hombro, muy cerca de su oreja y ríe antes de asegurar en un susurro: —Te veré mañana, dollface . Descansa, ¿quieres? Comenzarás a envejecer si no duermes lo suficiente.
Sam no se molesta en mencionar que envejecerá así duerma o no, suelta a Bucky y cierra la puerta hasta que el hombre se ha marchado en su auto imposiblemente lujoso.
J U E V E S
Sam estaba boquiabierto, totalmente incrédulo de lo que oía, ¡y peor! De lo que veía. Bucky le sonreía orgullosamente mientras agitaba la carpeta sobre su cabeza con ademanes intensos, Sam ya no sabía ni qué decir porque hace mucho que había dejado de escuchar.
—¿Aceptaste? —consiguió decir con torpeza.
—Aún no es un caso, Samuel. Apenas es una propuesta, supongo, la empresa acaba de llegar aquí a DC. Steve dijo que eran muy populares en Alemania. ¿Te imaginas?
—Yo dije que eran relevantes en Alemania —corrigió Steve.
—¿Ves lo sospechoso que parece? Porque sí, James, eso sí lo imagino —gruñó Sam—. No tienen ninguna… es decir, ¿cómo sabes que es algo… real? Nadie había escuchado sobre ellos.
—Están comenzando con exportaciones y quieren su propia planta aquí, según comprendo —intervino Steve con un encogimiento de hombros—. Es… lógico, dado su posición en Alemania.
—¡Ese es el punto, Wilson! —exclamó Bucky, contento por el respaldo de Steve—. Acaban de llegar a Estados Unidos y buscan estar en regla con las normas, reformas y tomas.
Sam resopló y bebió un largo trago de su café.
—Bien. Escucha lo que sea que estén buscando, luego háblalo en el maldito despacho, Barnes, no hagas la estupidez de tomar esto por tu cuenta —amenazó Sam.
—Bueno, Sam tiene razón, hombre —concedió Steve—. Tal vez puedas preguntarle a tu padre qué le parece esta oportunidad.
Y la mirada que Bucky le lanzó bien pudo haberlo hundido un par de metros debajo del suelo.
—Lo que sea que salga de esto, lo haré solo, caballeros —proclamó con seguridad y algo que Sam bien podría definir como rabia—. Y si me quedo con estos clientes, ni siquiera el gran señor Barnes va a detenerme.
Tomó la carpeta, dejó un par de billetes en la mesa y se fue. Steve compartió una mirada con él antes de encogerse de hombros y resoplar.
—Se le pasará —aseguró Steve, restándole importancia con un ademán—, ya sabes cómo es con su padre.
—Espero que tengas razón.
Porque de lo contrario, todo sería un caos. Sam suspiró y dejó el almuerzo a medio terminar.
V I E R N E S
—Si alguien, hipotéticamente hablando, te invitara a salir hoy a las 7, ¿qué responderías?
—¿Hipotéticamente? —repitió Sam—. Diría que no.
—¿Qué? ¿Por qué? —se escandalizó Natasha.
—Porque ya tengo planes, duh.
—¡Oh, vamos! Las ridículas cenas que arman Bucky y tú no son planes en absoluto, Sam —recriminó la pelirroja.
—Con Bucky o sin él, sigo teniendo planes, Nat —informó con diversión. El entrecejo fruncido de Nat se difuminó un poquito antes de ser reemplazado por una mueca de sorpresa.
—¿Ya tienes una cita y no me lo habías dicho? —exclamó ofendida.
—Así es, pero tal vez no del tipo que estás imaginando —rió—. Soy el acompañante de Becca a la cena de aniversario del Despacho Barnes, no estoy seguro de qué aniversario es pero creo que hacen esto para…
—Tienes que estar bromeando —gruñó Natasha, exhibiendo su mejor mirada escéptica e irritada.
—No, incluso el señor Barnes me invitó, pero es más difícil decirle que no a Becca —explicó con un encogimiento de hombros resignado.
—¿Qué hay de Barnes? —volvió a gruñir, esta vez refiriéndose a Bucky.
—Él no suele ir a estas cenas, Nat, ya lo conoces —rodó los ojos y sonrió ante la irritación de su amiga—. ¿Con quién se supone que sería la hipotética cita?
—Abby, la recepcionista del consultorio de arriba.
—Ni siquiera la conozco, Nat.
—La que tiene uniforme de enfermera todo el tiempo, Sam, literalmente comparten el ascensor todos los días —mencionó con aburrimiento.
—¿La del café artesanal?
—Uh-hu.
—No estoy interesado —concluyó con una mueca que evidenciaba con creces su desinterés.
—Eso está claro —bufó Natasha—. Tienes a un montón de señoritas preguntando por ti y tu vida romántica, ¿y qué haces tú? Encerrarte en la oficina y ese tallercillo a trabajar en sabrá Dios qué para luego irte a pasar el rato con Barnes —bufó nuevamente—. No estoy en contra de tu trabajo ni su amistad, me parece realmente admirable después de todo este tiempo, pero creo que te estás perdiendo de buenos momentos con personas que vale la pena conocer.
Sam no comienza a revisar el cableado de su pequeño robot por la mirada desaprobatoria que Nat le dirige, tampoco porque siente un pequeño apretón en el estómago o un increíble y repentino peso sobre los hombros, no, es que su pequeño robot necesita una última revisión antes de pasar el fin de semana en el cajón de su oficina.
—Estoy segura de que Barnes entenderá si vuelves a las citas, Sam, él mejor que nadie lo entendería —suspiró y se sentó en el sillón al otro extremo de la habitación—. ¿Qué crees que él hace cuando gana los casos y no celebra contigo? ¿Dónde crees que está cuando hacen estas cenas y tú asistes? ¿Eh? Él no necesita acompañante, Sam, ya sabe muy bien dónde buscar compañías.
A su robot le salen un par de chispitas porque Sam confundió un par de cables. En absoluto es por todo lo que Natasha sugiere, no, todo lo que dice es algo que Sam ya sabe, que ha visto y de lo que no tiene duda: Bucky no lo necesita a él para pasar un buen rato.
Sin embargo, no por saberlo es más sencillo oirlo.
—Si es eso lo que te está deteniendo de vivir, para —pidió bajito y con seriedad—. Ya no somos niños, Sam. Eso incluye a Bucky.
Sam se sabe observado por Natasha mientras arregla su error en el pequeño robot, no dice nada mientras mueve los cables y ajusta la tapa. No la mira hasta que ha asegurado sus botones y devuelto el robot a su maletín, sólo entonces alza la mirada y le sonríe a su amiga.
—Tengo este proyecto entre manos justo ahora, Nat, lo busqué por mucho tiempo y estoy muy enfocado en él como para buscar una relación o incluso intentar conocer a alguien más, ¿sabes? No sería justo para nadie —dijo, realmente sincero y tal vez hasta orgulloso—. Incluso trabajo en casa, la mitad de nuestras cenas improvisadas, o como sea que les llames, en realidad es Bucky viendo programas basura y yo trabajando.
Nat no aparta la mirada durante toda su perorata, incluso eleva una ceja en una curva peligrosa, es peligrosa porque no cree en algo de lo que ha dicho. Pero Sam no se va a preocupar, después de todo, no es mentira lo que ha dicho.
—Bien, pero no habrá más excusas cuando entregues esa cosa —sentenció apuntando con desdén a su robot.
Y Sam lo sabe, que no habrá excusas después porque las de ahora son una basura, excusas baratas que de ninguna manera le carcomen la mente hasta que es hora de irse.
A diferencia de Bucky, o cualquier Barnes que conozca, Sam disfruta las cenas que hacen en nombre del despacho. Definitivamente no son entretenidas como una fiesta de su oficina, pero hay personajes muy interesantes con los que a Sam le gusta intercambiar palabras, y Becca luce mil veces más entretenida escuchando sus conversaciones que integrándose con sus padres y el resto del despacho.
Sam no es completamente ajeno a la relación que tienen los Barnes, los ha conocido durante más de la mitad de su vida, pero no por ello se ha vuelto entrometido con sus asuntos. Sam se limita a escuchar cuando el señor Barnes quiere conversar, a prometer que cuidará de Becca y Bucky cuando la señora Barnes se lo pide, a sostener el brazo y las lágrimas de Becca cuando ya no puede más y a ser ese amigo incondicional para Bucky siempre.
Sin embargo, esta clase de cenas son alguna especie de escenario alternativo, o simplemente un escenario para montar un show. Los Barnes sonríen y lucen como un retrato fotográfico: imperturbables y perfectos; pero no completos, porque Bucky nunca asiste y la disculpa por ello nunca cambia, siempre lo excusan con trabajo. Sam sabe que no es cierto, pero no los delata por más que los invitados insistan en preguntarle a él y no a Becca.
—¡Vaya! Hace mucho que no te veía sin Barnes colgando del brazo —le saludó una voz a sus espaldas. Sam no sabría explicar cómo le fue posible sentir que su estómago pesaba y se helaba cual cubo de hielo, y al mismo tiempo se le revolvía y casi que se derretía con tan sólo escuchar esa voz—. Hola, Sam.
Giró sobre sus pies y formó la sonrisa más cordial que pudo para responder: —Hola, Misty.
Es uno de esos momentos de la velad donde Becca no puede con tantas emociones y se escabulle del propio Sam sin dar explicaciones, y Sam nunca la ha juzgado por ello; pero esta vez no puede evitar pensar que tal vez debió hablar con ella, seguirla, ofrecer palabras de aliento o ambos hombros para llorar, lo que sea que le hubiera evitado este encuentro con Misty Knight.
—He de confesar que buscaba el momento más apropiado para acercarme —admitió con su sonrisa culpable, la que Sam conocía muy bien—. Eres alguna clase de imán para los Barnes, ¿no es así? Te vi conversar con los padres de Bucky cuando llegaste.
—Sí, bueno, después de tantos años se han vuelto padres para mí —minimizó con un encogimiento de hombros.
—Uh-uh, y supongo que Rebecca y James te buscan por tu encanto natural.
—Por supuesto, también porque soy muy carismático por las mañanas, y Dios sabe que esos dos requieren de todo por las mañanas —bromeó con una sonrisa ladina. Misty soltó una leve carcajada antes de observar su rostro detenidamente, Sam conoce esa mirada y la detesta—. Lo que sea que vayas a decir… no, mejor no lo hagas.
—No iba a decir…
—Era tu mirada analista, Knight, siempre tienes algo para decir. Con mayor razón ahora, me atrevería a apostar —desafió.
—¿Ah, si? ¿Por qué? —continuó el desafío elevando las cejas y el mentón.
—No vendrías a saludarme si no tuvieras algo importante para decirme, no sin esa certeza de que no me iré dejándote con la palabra en la boca —soltó sin más, ni grosero ni amable, sólo brutalmente sincero. Y no le da oportunidad de replicar, Sam le muestra su sonrisa altanera, esa que Natasha le enseñó a hacer, y exige contundente: —¿Qué quieres realmente?
—Me transfirieron para una colaboración de proyectos y ahora trabajaré en el mismo edificio que tú. Por eso he venido a la cena, mi jefe tiene que firmar algunos contratos, presentar patentes y, bueno, qué mejor que la firma Barnes, ¿no? —resopló—. Quería decírtelo para no tener un encuentro inesperado o dramático en la Torre, y también para que se lo contaras a tu amigo Barnes y esconda sus comentarios afilados si es que llega a encontrarme en el despacho.
—Bucky no te diría nada en el despacho, Misty, no es necesario que le mencione nada —bufó Sam. No creyó necesario mencionar que, si se llegaran a encontrar, Bucky no le dirigiría la palabra ni más miradas que la primera.
Misty sonrió con incredulidad y lo observó con ojos estrechos antes de negar.
—Todavía no te das cuenta, ¿eh? —comentó con burla—. Llevan más de diez años juntos y aún no te das cuenta de la forma en que ese hombre te desea —rió mientras negaba con la cabeza—. No debería sorprenderme, ni siquiera cuando estabas conmigo eras capaz de…
—Buenas noches, Knight —interrumpió Becca, con la sonrisa más forzada que Sam le ha visto en toda la noche. No lo pueden culpar por impresionarse ante tal rigidez y frialdad en sus gestos, esta sigue siendo una cena en la que no quería estar.
Sam ignora los repentinamente fuertes latidos de su corazón ante las palabras de Misty, decide concentrar su atención en el intercambio de sonrisas tensas y miradas frías en lugar de permitir que su mente traiga a flote conversaciones y gritos con Misty del pasado. No es un buen momento para pensar en cosas ridículas y falsas, porque todo lo que Misty diga sobre él, Bucky y una relación más allá de la amistad es eso: falso y ridículo.
—Con tu permiso, mi padre está buscando a Sam.
Y sin esperar respuesta alguna, Becca entrelaza sus brazos y guía a Sam hacia donde su padre está hablando con otros tres hombres.
—¿De verdad me estaba llamando o tendré que sacar un buen tema de conversación? —preguntó bajito.
—Sólo debes saludar al señor Harris, el de la horrible corbata verde, y le dirás a mi papá que vas a llevarme a casa —respondió con simpleza, reemplazando su sonrisa tiesa por una indudablemente genuina con gesto cómplice—. Y discúlpame por lo de antes, no debí haberte dejado solo, ni aunque hubiera sabido que ella estaría aquí —suspiró y lo observó con gigantes ojos arrepentidos, Sam conocía muy bien esa mirada en los ojos de Bucky—. Es que a veces todo esto se vuelve… demasiado.
—Lo sé, y lo entiendo, Becca, no tienes nada de qué disculparte. Además, ella sólo quería decirme que estará en la Torre Stark por un proyecto —rodó los ojos y se encogió de hombros—. No es importante.
—Parecía que querías salir corriendo de ahí —comentó con la cantidad justa de burla e interés, dispuesta a dejar el tema, pero también a discutirlo si Sam así lo desea.
—Oh, claro, cualquier cosa que involucre a Misty Knight es motivo para querer huir —rió con ella—. Ha sido una noche muy larga, pequeña Barnes, vamos a llevarte a casa.
Es tarde y Sam sabe que Becca no necesita escuchar detalles sobre su vida e historia con Misty, y sabe que, así como él no es ajeno a la relación de los Barnes y no se entromete, ellos hacen lo mismo por él.
S Á B A D O
Pasan de las dos de la mañana cuando Sam vuelve a casa, no tiene oportunidad de relajarse o ponerse cómodo porque la puerta de su casa no tiene llave y recuerda perfectamente haberla asegurado antes de salir a recoger a Becca. Vuelve a su camioneta para tomar una llave de su herramienta y no entrar desarmado ante cualquiera que pueda estar dentro de su casa.
Abre la puerta con sigilo y sostiene la llave con firmeza, una vez que su vista alcanza la luz tenue de la cocina y percibe los olores a colonia mezclada con alcohol, suspira y suelta la llave junto a la puerta. La tensión abandona su cuerpo, esta siendo reemplazada por el peso de la preocupación en su pecho.
—¿Buck? —llamó con voz suave, intentando no alterar el ambiente silencioso.
Encuentra a Bucky sentado en un taburete de su cocina, sostiene un vaso vacío en su mano izquierda mientras que la derecha tiene una botella a la mitad de lo que Sam apostaría es whisky.
—No quería interrumpirte. Decidí esperarte —habló torpemente. Rellenó su vaso con la misma torpeza con la que hablaba y hasta que no le hubo dado un largo trago es que volvió su mirada a Sam—. Tal vez debí haber ido, pero… pero seguramente habría hecho un alboroto de esos que mi madre odia y mi padre había alzado los brazos, me llevaría a las salas de arriba y amenazaría con golpearme, se quitaría el cinto y me lo lanzaría a la…
—Oye, oye —interrumpió Sam, acercándose apresurado y desesperado por detener el hilo de pensamientos ajeno—. No. No pienses en eso, ¿sí? Es la razón por la que no vas a las cenas del despacho ¿recuerdas? No te gusta pasar malos ratos ni…
—Sí, sí, ya sé, pero creí que hoy podría ser diferente. Creí que podría ir e intentar ser la familia que todos creen que somos pero… —se encogió de hombros y miró su atuendo. Pese a la cercanía, Sam notó hasta ese momento que llevaba un traje de aspecto costoso, claro que ahora estaba desarreglado y ligeramente sucio, pero no por ello Bucky se veía mal—. Nunca voy a poder ser lo que ellos quieren, Sammy. Nunca van a quererme, por más que lo nieguen y aseguren que están orgullosos, yo sé que no lo están, sé que no me creen lo suficientemente bueno y por eso ni siquiera me piden que vaya a las cenas. ¿Y sabes qué? Ni siquiera los culpo, tienen razón.
—No —dijo con firmeza. Sam suspiró y se acercó un par de pasos más para quitarle el alcohol de sus manos—. Jamás digas eso. Eres la persona más asombrosa que conozco, guapo, no necesitas de absolutamente nada para demostrarlo, y tus padres lo saben. Parece que sólo tú no te das cuenta.
Bucky dejó ir al vaso de buena gana, pero atrapó la muñeca de Sam cuando intentó llevarse la botella. Los ojos azules parpadearon un par de veces hacia su mano antes de negar y alzar la mirada inundada de lágrimas hacía Sam.
—Tú no lo conoces, Samuel —negó Bucky—. Tú no lo has escuchado hablar de mí, todo ese desprecio y decepción en un montón de palabras.
—Fue hace mucho, James, él no estaba bien, no sabía lo que decía.
—Estaba borracho, no loco. Y sabía muy bien lo que decía, sabía el daño que estaba haciendo y nada lo detuvo, ni siquiera su propia familia —insistió con palabras arrastradas, totalmente impregnadas de rabia y rencor.
Sam suspiró y soltó la botella para sostener el rostro de Bucky entre sus manos, acarició la barba de su mentón y barbilla, de la mejilla y cerca de sus orejas antes de moverse hasta que casi sostenía su nuca.
—¿Y tu intentas hacer lo mismo que él? ¿Emborracharte hasta que seas como él? ¿Demostrarle que puedes ser igual que él de la peor manera posible? —preguntó con voz suave, un vago intento por traer su mente de vuelta.
Bucky negó lentamente, sacudiendo la cabeza entre sus manos sin apartar la mirada, parpadeó y parpadeó, pero no hubo más remedio que dejar caer las lágrimas con labios temblorosos.
—Lo siento —balbuceó antes de bajar la mirada e inundar la cocina con sollozos ahogados—. En verdad lo siento, Sam. No quiero ser como él, no quiero que… lo siento.
Y Sam no se pone a llorar junto con él porque sabe que lo tiene que cuidar, que no habrá un pretexto lo suficientemente grande como para justificar el llanto compartido. Bucky no necesita esto justo ahora, no puede ser egoísta y hacer de esto algo suyo; no, es Bucky, es su amigo y Sam está ahí para él siempre que lo necesita. Así que suelta su rostro y lo envuelve en un abrazo que le permite a Bucky esconder el rostro en su pecho y manchar su camisa con pesadas lágrimas.
—Lo sé, está bien —murmuró, y se lo repitió como un mantra hasta que los sollozos dejaron de hacer eco y las sacudidas no eran más que suspiros. Entonces se apartó y reemplazó la botella con su mano—. Anda, vamos arriba. Necesitas una ducha antes de ir a dormir.
—¿Dormiré aquí? —preguntó con el entrecejo fruncido en confusión. Sam soltó una leve risa y asintió para sí mismo antes de responder: —Sí, guapo, no creo que puedas conducir de esta manera y no pienso conducir hasta ese lote de departamentos lujosos donde vives, a esta hora habrá un montón de niños volviendo a casa.
Bucky resopló una risa y no peleó en el camino a las escaleras, ni siquiera tuvo mucha dificultad para subir, no con la mitad de su peso en los hombros ajenos. Sam lo dejó sentado en su cama mientras iba a preparar una ducha. Reunió un par de prendas cómodas, que probablemente sí le pertenecían a Barnes, una toalla limpia y productos definitivamente mejores para el cabello, porque Bucky es un ridículo que no se lo perdonará mañana si usa el mismo shampoo que Sam y ni una pizca de acondicionador.
—Vamos, Buck, el baño está listo —anunció, fingiendo que no estaba aliviado de encontrarlo medio dormido en la posición que lo dejó en lugar de desnudo esperando por la ducha al otro lado del pasillo.
—Mjm, sí —balbuceó y luego murmuró un par de cosas inentendibles mientras seguía a Sam al baño, y una vez que estuvo frente a la puerta volvió a hablar: —¿Sam?
—¿Mhm?
—¿Entrarás a la ducha conmigo? —preguntó con las cejas arqueadas y ojos curiosos a pesar de lo pesados que lucían sus párpados. Sam rió y tomó sus hombros para terminar de guiarlo dentro del baño.
—No lo creo, hombre, estás muy borracho y entrarás solo —explicó con una sonrisa y un terrible repiqueteo en la boca del estómago. Bucky asintió con lentitud, casi como si estuviera cabeceando por el sueño, antes de girar abruptamente y enfrentar a Sam con un nuevo brillo en la mirada.
—¿Y si no lo estuviera? —volvió a preguntar, incluso tenía los labios abiertos en espera de una respuesta.
—¿Qué? —respondió Sam, porque cree estar perdiendo el hilo de pensamientos de Bucky.
—¿Entrarías conmigo? Si no estuviera borracho —aclaró con torpeza y lentitud, volviendo a arrastrar las palabras, como si estuviera avergonzado de decirlas en voz alta. Lo cual es ridículo, Bucky no conoce la vergüenza.
Sam observó cada uno de sus ojos, tan abiertos como el alcohol se lo permitía, expectantes, al borde de salirse de la cuenca en espera de una respuesta. Sam le sonrió y suspiró para sí mismo, tomó sus hombros nuevamente y lo empujó más cerca de la ducha.
—Si no lo estuvieras —dijo bajo y lento, como si fuera una respuesta para sí mismo en lugar de para Bucky—, ni siquiera estarías preguntando.
—¿Porque sí lo harías? —insistió, porque el desgraciado siempre escucha lo que no debería.
Sam no responde, siente que el calor de su cuerpo incrementa y se extiende por sus extremidades hasta que sale por sus dedos en las manos y los pies, hay un insistente repiqueteo en su estómago y su corazón late como loco; el que Bucky gire la cabeza y le dirija una mirada de párpados caídos no ayuda en absoluto, Sam está a punto de pensar estupideces. Sacude la cabeza y sonríe apretado.
—Entra ahí antes de que se haga más tarde —animó para después salir con pasos torpes y apurados.
Respira profundo y se deja caer de espaldas en su cama mientras el sonido de la ducha contra el suelo llega hasta la habitación. Respira y respira hasta que su corazón deja de latir como en sus carreras, limpia el sudor de sus manos en el pantalón y se recuerda que Bucky está ebrio, que tuvo un bajón emocional y que él es así, sinvergüenza y descarado, así que no hay nada para sobrepensar acerca de lo que dijo. No, en absoluto.
Y Sam se lo repite hasta que sus ojos se cierran y olvida la locura de día que ha tenido, lo repite hasta que sus ojos se cierran a la par que a la llave de la ducha, y para cuando Bucky llega a la habitación Sam ya está dormido hablando entre sueños, repitiendo algo que suena como: —No es real.
D O M I N G O
La mañana es desgarradora. Otra vez.
No hace su carrera matutina, le duele la cabeza y tiene un agujero en el estómago que no es hambre. En cambio, permanece con un short deportivo y prepara café.
Llama a su hermana, saluda a sus sobrinos, se pone al día con un par de amigos por mensaje, pide comida a domicilio, pone películas de acción estúpidas y pasa el día en su sillón hasta que se cansa y sale a dar una vuelta por el vecindario.
Se siente perdido. O tal vez recién encontrado.
Vuelve a casa y toma su teléfono con decisión, abusando de su rato de valentía y existencialismo para no arrepentirse. Llama a Natasha.
—¿Hola? —respondió al otro lado de la línea.
—Nat —saludó—. ¿Cuál era el nombre de la chica del ascensor?
No, Sam no está llamando por alguna clase de despecho. No está llamando porque Bucky tuvo la audacia de desaparecer después de llegar ebrio a su casa y pasar la noche ahí. Sam sabe que no alucinó porque la botella de whisky sigue en la cocina, porque la ducha tiene los productos de cabello en el suelo y porque hay una nota en su refrigerador desde la mañana del sábado.
"Gracias, Sammy, debo reparar un par de cosas. Llamaré después".
Evidentemente no ha llamado ni escrito ni aparecido. Y está bien, Sam sabe que Bucky es un hombre ocupado, por lo general no se permite emborracharse así de estupidamente, al menos no desde que toma casos personalmente en lugar de ser un consultor. Sam tampoco lo culpa, las cenas del Despacho Barnes no son eventos que Bucky disfrute en ninguna circunstancia, ni siquiera cuando no asiste.
Sam comprende sus temas familiares, ha repetido esta noche un montón de veces, en otros lugares, en otras circunstancias, en otras edades, pero siempre por el mismo motivo. Lo entiende y lo acepta, reconoce que es algo en lo que Bucky debe trabajar y en lo que él sólo estará para apoyarlo.
Aún así tiene un agujero en el pecho porque Bucky no estaba a la mañana siguiente.
Y teme pensar que se debe a lo que dijo, a lo que insinuó.
Teme que esté escapando porque él fue incapaz de fingir que no se le alborotaba el cuerpo, y porque Bucky puede recordarlo.
Así que tampoco le escribe de vuelta. Confía en que Bucky está bien, en que realmente tiene cosas que reparar y que no está huyendo de él.
L U N E S
Extraña y sospechosamente, Sam está teniendo un buen día. Despertó sin necesitar de su alarma, mejoró su marca en la carrera matutina, alcanzó de los mejores panecillos de nuez y pasas con banana en la cafetería, su proyecto Redwing estaba en revisión técnica cuando llegó a la oficina, lo que es bueno porque significa que el proyecto fue aprobado, pudo ir al sanitario cuando estaba recién limpio, tuvo tiempo libre y un permiso escrito para mejorar la presentación y circuitos de su robot en el taller privado de Stark, y cuando volvió a su oficina había una gigantesca bolsa de comida italiana con su nombre escrito.
Sin embargo, Sam no puede regodearse en su buena suerte cuando su puerta es golpeada con brusquedad y a los segundos es abierta brutalmente.
Debería estar preocupado por el hecho de que no le sorprende ver a Bucky del otro lado.
—¡Tú! —exclamó furioso. Gruñó cual perro y cerró la puerta con una patada—. ¡Tú, desgraciado, imbécil! ¿Cuándo carajo pensabas mencionar que la… que esa… que Mercedes Knight está paseando por mi despacho porque tiene un jodido proyecto aquí? ¡A ocho oficinas de distancia de la tuya, específicamente!
—Buenas tardes a tí también, Barnes.
—No. No vas a hacer de esta conversación un berrinche o un acto civilizado. No, Samuel. Hablo en serio —declaró con su semblante de abogado, ese de mandíbula apretada, ojos fríos y manos a la cadera—. ¿Qué carajo, Wilson? ¡Danzaba por el despacho como si trabajara ahí! ¡Y todavía tuvo el descaro de saludarme como si…! Maldita sea, Samuel, ella me dijo que tú sabías que pondría mi cara colérica. ¡Y lo que me molesta es que supieras sobre su presencia! ¿Cuándo siquiera la viste? ¿Qué mierda, Wilson?
Sam aprovechó el griterío de Bucky para guardar su robot, acomodar sus planos, apartar la bolsa de comida y ponerse cómodo en su silla, por que si su mejor amigo lo iba a insultar por lo menos quería estar cómodo.
—¿Terminaste? —preguntó con las cejas elevadas y evidente fastidio—. ¿Puedo explicarte? ¿O tienes más insultos por soltar?
—Oh, si, claro que tengo más, pero por favor, ¡explícate de una maldita vez! —exigió. Sam podría reírse, no porque fuera divertido, es que Bucky parecía a punto de escupir espuma.
—Ella se acercó a mí en la cena del despacho el sábado, a Becca la buscaba tu mamá y me quedé solo por un rato. Me dijo que tenía un proyecto conjunto que desarrollaría aquí en la Torre y que estaba en la cena porque el Despacho Barnes es el mejor para apoyarlos con todos los trámites legales del proyecto —explicó roboticamente, sin poner ninguna emoción en sus palabras—. También dijo que lo estaba mencionando para evitar algún escándalo o malos ratos, tanto conmigo como contigo —añadió con un encogimiento de hombros.
Bucky lo observó con su ridícula postura de abogado antes de gruñir, rodar los ojos y sentarse en el sillón junto a Sam de mala gana.
—Pudiste haberlo mencionado —masculló.
—¿Sí? ¿Cuándo? ¿Mientras estabas ebrio o cuando no estabas durante la mañana y todo el día siguiente? —respondió con toda la intención de fastidiar. Bucky bufó y negó.
—Lo siento —dijo después de unos segundos de silencio.
—Está bien. No podría morir sin saber lo que es ser un amante de Bucky Barnes: una noche dramática y nada por la mañana, ni siquiera su presencia —bromeó con una sonrisa ladina. Bucky lo miró con algo parecido al arrepentimiento en los ojos antes de imitar su sonrisa y suspirar—. Sin embargo, agradecería un texto para saber que sigues vivo la próxima vez. Me evitarías el tener que preocupar a Becca.
—Lo siento, doll —repitió—. Tenía que… no soy una persona de las mañanas, mucho menos si bebí la noche anterior. No quería molestarte más.
—No digas estupideces, Barnes. Estuvimos en los mismos dormitorios de la universidad, por supuesto que conozco tu asqueroso trasero durante y después de estar ebrio —rió—. Entrar a mi oficina como una jodida bestia es lo que debería avergonzarte.
Bucky rodó los ojos y se incorporó para acercarse a Sam, se sentó en el escritorio frente a él y extendió sus manos para que las tomara, y Sam lo hizo, porque esto es algo que ellos hacen todo el tiempo.
—Estoy molesto contigo por no decirme que ella estaba de vuelta en el mapa. Estoy molesto conmigo porque fui un imbécil egoísta y ni siquiera te dí la oportunidad de contarme. Y estoy jodidamente furioso porque ella está de vuelta y se atrevió a hablarte como si no hubiera pasado nada —explicó, apretando las manos de Sam con cada motivo.
Sam devolvió un apretón y le sonrió.
—¿Y sabes por qué? Porque para ella así lo fue, Buck. Ella habló conmigo y acordamos romper el compromiso, ¿escuchaste? Ambos lo acordamos —reveló con lentitud, asegurándose de que Bucky escuchara claramente.
—Lo acordaron porque ella comenzó a dudar, fue ella quien no estaba segura y fue ella quien rompió tu corazón, tu alma y toda tu vida, Samuel —recordó con labios apretados.
—Fue hace años, Bucky.
—Lo sé, rompieron el compromiso, estuviste deprimido como tres años y hasta el día de hoy no te he visto ni la mitad de feliz con alguien como con ella —soltó con seriedad. Sam no tuvo más remedio que borrar su sonrisa y observar sus manos unidas con el eco de algún mantra en los rincones de su mente. "No es real"—. No voy a permitir que vuelva a tu vida y destruya lo que has estado reparando, construyendo y reconstruyendo todo este tiempo. Ella no es estúpida, Samuel, ella sabe el daño que te hizo. Y yo no seré el imbécil que te deje para que vuelvas a mirarla siquiera.
Sam no habría podido contener la risa ni aunque hubiera querido.
—Hablo en serio, Wilson.
—Lo sé, Barnes, créeme que lo sé —aseguró con una pequeña sonrisa. Bucky le dio un último apretón a sus manos antes de soltarlas y bajar del escritorio para arrastrar una silla al lado de Sam.
—Bien. Ahora trae esa bolsa, no sabía de todo este drama cuando pedí que la enviaran a tu oficina, cariño, no sabía que no la merecías. Tendrás que compartirla —exigió apuntando a la bolsa de comida italiana.
Sam rodó los ojos y le dio la bolsa para que Bucky presentara su menú.
—Gracias, guapo —le susurró, dándole un pequeño guiño y una sonrisa que mostraba sus dientes. Bucky asintió distraídamente y comenzó a sacar cajas con comida.
Sam no creyó necesario especificar por qué estaba agradeciendo, no era algo que Bucky necesitaba saber, ni algo que Sam pudiera declarar en voz alta.
M A R T E S
Sharon lo recibe con una sonrisa cuando el ascensor se abre de par en par.
—¿Sabes qué? Tomaré las escaleras.
—¡No, no, no! Nada de eso —la rubia tomó su brazo y lo arrastró dentro del ascensor—. Cuéntame de Abby.
—Yo no sabía que trabajaban juntas, Sharon, eso no te da ninguna licencia de preguntarme por ella —resopló Sam. Está seguro de que el elevador va más lento que otros días.
—¿De qué hablas? Estoy preguntando porque Abby mencionó que tenía una cita, fue una completa coincidencia encontrarte esperando por ella cuando terminó la jornada —recitó con una sonrisa en los labios, una sonrisa falsa. Sam resopló nuevamente y negó.
—Sólo fue una cena…
—Ajá, y mañana será un almuerzo, ¿no? —insistió con las cejas enarcadas.
Sam la observó por largos segundos antes de negar y sonreír.
—Dile a Nat que saldré a comer a las tres y diez, que no es necesario enviarte por cotilleos.
—Bien —suspiró Sharon—. Le diré a Abby que estabas radiante de felicidad.
—Oh, por Dios —masculló.
—Sólo bromeaba, Sam.
—Más te vale.
El ascensor apuntó al piso 5, pero Sharon no se movió.
—Oye, ¿y qué pasa con Barnes? —preguntó.
—¿Sobre qué? —preguntó de vuelta, con una ceja enarcada y verdadera curiosidad.
—Creí que almorzabas con él. O con Steve —añadió rápida y torpemente.
—No paso todo mi tiempo con Bucky, Sharon —rió Sam—. O con Steve —añadió, imitando el tono de Sharon.
La rubia observó su rostro con ojos entrecerrados antes de encogerse de hombros y sonreírle.
—Bueno, pues asegúrate de que Barnes lo sepa. O Steve.
Y Sam no tiene oportunidad de darle una respuesta porque las puertas del ascensor se cierran detrás de la rubia. Resopla y se recarga contra la barandilla de metal.
—Ya lo sabe. Él empezó —bufó para sí mismo—. Steve también.
