Saludos preciosuras
Ranma 1/2 y sus personajes no me pertenecen, son absoluta propiedad de la extraordinaria y cruel Rumiko Takahashi
Algo simple y dramático como me gusta.
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~~ Inolvidable ~~
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"Un nosotros puede ser para siempre,
así como una inocente mentira"
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Estaba hermosa, la palabra podía quedarle pequeña en comparación a la mujer que intentaba describir con ese adjetivo. Su caminar era como una singular danza guiada por un suave compás, cada paso que daba parecía absolutamente delicado y lleno de gracia. Ella tenía un brillo tan característico que lo cautivaba a tal extremo, tanto así que todo a su alrededor parecía opacado por su presencia. Su vestido blanco y perfectamente delineado a su cuerpo, el fino velo complementaba el espectáculo de belleza que ella derrochaba. Caminaba bajo la música que denotaba elegancia y al mismo tiempo un tipo de sentimentalismo, propio de eventos de ese tipo. Al llegar a su destino se detuvo y notó ese brillo en sus ojos tan rebosantes de felicidad, quizás muchas más emociones, esa manera tan bella de mover sus pestañas y de robarle el aliento de la misma manera que años atrás, le resultaba tan cautivante. Estaba completamente perdido en observar cada detalle de esa mujer, entonces la vio sonreír y su corazón se aceleró hasta el límite que resultaba doloroso, se preguntó cómo alguien podía dejarlo tan embelesado, lo sabía a la perfección, él la amaba con locura. Una sonrisa tan perfecta e hipnótica, que difícilmente podría resistir, plagada de emociones y de una felicidad desbordante, acompañada de esos hermosos ojos marrones que se iluminaban sin mensura. Podría describir lo que veía como la perfección absoluta, lo único que no estaba bien era que esa sonrisa, no era para él, que esos ojos, no se iluminaban de esa forma por verlo a él y que en esta ocasión solo era un espectador, alguien que veía como el amor de su vida, uniría su vida con otro hombre, que no era él.
Era doloroso, el dolor en su pecho lo desgarraba por dentro. Su cuerpo temblaba de impotencia y sus puños se apretaban dolorosamente. Respiró profundamente levantando su mirada para verla aunque fuera por última vez, sus ojos se toparon con los de ella y por un momento parecieron buscarse por puro instinto, sin querer apartarse de la inexplicable conexión que compartían. Ella se giró nuevamente rompiendo ese contacto entre ellos, entonces comprendió, que la historia de ellos había llegado a su fin. Se levantó y con pesadez recorrió el lugar, al salir apretó los puños nuevamente y no se atrevió a mirar atrás.
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Se estiró antes de comenzar su entrenamiento del día, debía mantenerse en buena forma, tendría que prepararse para el próximo torneo que tenía por delante. La vida de un artista marcial no es fácil, es sacrificada y disciplinada, para alcanzar el éxito es necesario exigirse siempre ser el mejor y no perder de vista sus propios objetivos.
— Ranma.
— Ya voy — respondió y caminó de regreso al interior de la casa. Al ingresar se topó con su madre en la cocina y ella se giró para verlo.
— ¿Podrías comprar algunas cosas que hacen falta? — preguntó secando sus manos con una toalla de cocina.
— Claro, mamá — aceptó acercándose a ella. Cuando tuvo la pequeña lista, salió de casa y la releyó antes de decidir a dónde iría primero.
Ya casi tenía todo, no tenía tanta prisa así que caminó con tranquilidad por las tranquilas calles de esa ciudad. Conocía a la perfección cada lugar, después de todo hace años que vivía ahí, era el primer lugar que podía llamar su hogar. Luego de la nada gratificante vida que llevó con su padre durante sus años de entrenamiento, habían logrado establecerse en Nerima y se había reencontrado con su madre. En definitiva era una buena vida, sus preocupaciones solo eran su carrera y que nada le faltara a su madre, sabía que su padre era un caso perdido, un hombre que no se esforzaba por su familia en lo más mínimo. Pero él no era igual, así que vivía relativamente bien, a sus 24 años de edad tenía su carrera viento en popa y toda una vida por delante.
Al ingresar a la última tienda a sus espaldas percibió un dulce aroma conocido, al girarse no encontró a nadie. Debían ser imaginaciones suyas.
Con la bolsa de compras en mano se dispuso a llevarla a la cocina. Encontró a sus padres hablando sobre algo que llamó su atención.
— ¿Cuándo será? — consultó interesado en el papel que leía su esposa. Se estiró sobre ella para poder ver por su cuenta.
— En una semana. Tenemos que comprar un regalo, mi niña se verá hermosa — aseguró ilusionada. Tendría poco tiempo para elegir un regalo, pero igual buscaría uno que sea perfecto para ella.
— Espero que Tendo reparta buen licor en la fiesta de bodas.
— Tu solo piensas en eso — regañó a su esposo.
Se adentró por completo al lugar y dejó la bolsa en la cocina, bajó la atenta mirada de sus padres.
— ¿Quién se casará? — dijo sentándose con ellos.
— Akane, cariño.
— Oh — respondió pensando sobre eso. Había escuchado ese nombre antes, pero no recordaba bien.
— Es la chica con la que estabas comprometido — aclaró al verlo pensativo. Sabía que su hijo era malo recordando nombres, por eso trató de explicarle. Estaba feliz por Akane, pero al mismo tiempo le entristecía demasiado. Siempre creyó que su hijo y ella estaban hechos tal, para cual.
— Pues, me alegro mucho por ella — dijo sin darle importancia —. Seguiré entrenando — comentó antes de irse.
Akane.
Ella era la chica ruda que lo golpeó hace años, para controlar a una mujer así, su prometido debía ser un hombre muy valiente. Todos decían que ellos se llevaban bien, aunque él no recordaba nada de eso. Solo le quedaba desearle suerte a su ex prometida, que él no conocía.
Continuó con su entrenamiento, pero por alguna razón no estaba concentrado. Sentía que algo lo tenía preocupado, ¿Pero qué era eso que lo preocupaba?. Algo molesto por su estado, decidió dejarlo por ese día. Ya continuaría al día siguiente, esperando recobrar su concentración al cien por ciento.
Se encontraba sentado viendo la televisión cuando escuchó que llamaban a la puerta, se levantó para abrir.
— Ucchan — saludó a su amiga de la infancia. Hace mucho que no la veía, desde que ella decidió volver a su ciudad natal a visitar a su padre.
— Ranchan, regresé — dijo feliz tirándose a abrazarlo —. No sabes lo mucho que te he extrañado — mencionó sonriendo.
— También te he extrañado y mucho más a tus okonomiyaki.
— Eres un tragón sabes y bastante cruel — se cruzó de brazos y lo miró con molestia.
— Ya me conoces — aceptó alzando los brazos. Y luego ella soltó una carcajada.
— Si, nunca cambias. Y dime ¿Cómo está todo? — preguntó caminando por la sala para luego sentarse y así poder continuar con la conversación.
— Pues nada nuevo. Sigo mi entrenamiento como siempre, mi papá anda de vago y mi mamá salió de compras.
— ¿No has recordado nada? — era algo que siempre le preguntaba. Al principio estaba feliz porque todo se diera de esa manera, ya que Ranma se apartó de Akane al perder sus recuerdos, pero luego entendió que también había olvidado lo que habían vivido durante ese tiempo. Lo peor es que durante esos 6 años, no había podido lograr nada con él, lo intentó de todas las formas. Ya hasta se había dado por vencida, luego hasta terminó sintiendo pena por Akane, esta bien que fueran rivales, pero ella nunca la había odiado. De todas las prometidas la que más sufrió fue en definitiva Akane, el Ranma actual sin recuerdos era mucho más indiferente y en ningún momento aceptó los supuestos compromisos, así que todas las prometidas fueron expulsadas sin objeción alguna.
— No, tampoco es que me importe recordar. Estoy bien así — respondió. Aunque le causaba un nudo en la garganta decirlo.
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Últimamente andaba con un humor de perros, todo le molestaba y su enojo era algo constante. Golpeó por milésima vez ese árbol que usaba de práctica, se excedió en su fuerza, como resultado lo vio caer en precipitada velocidad.
Se sentó en medio de ese lugar y miró al cielo, las formas extrañas que tenían ciertas nubes, el suave y casi inapreciable movimiento de las mismas. Luego llamó su atención como dos ardillas corrían una detrás de la otra, parecían felices.
— Tal vez son pareja — mencionó prestando atención a lo que hacían. Sonrió al verlas asustarse por el sonido del viento y luego huir juntas del lugar.
Suspiró antes de levantarse y cuando se puso de pie, el sonido del crujir de una rama seca, inundó el ambiente. Fue como si de una película se tratase, los recuerdos vinieron a él, de forma aplastante, tanto así que cayó al suelo agarrando su cabeza con desesperación.
Ahora lo recordaba todo, cómo había podido olvidarlo. Respiraba agitado sin poder calmarse y sintiendo más enojo consigo mismo, como nunca antes lo había sentido. Lo perdió todo, lo comprendió en ese momento, todo solo por su propia decisión.
Fue algo involuntario, cuando se percató ya estaba frente al lugar que una vez fue su hogar. No había cambiado mucho, se dijo al apreciarlo detalladamente, se paró frente a la puerta y levantó su mano dispuesto a tocar. Se detuvo y dejó caer su brazo al costado, ¿Que le diría? Habían pasado 6 años y él solamente planeaba presentarse ante ella, decirle no te cases, acabo de recordarte. Con qué derecho volvía a aparecer en su vida, cuando ella ya había seguido adelante, luego que él la abandonara. Recordaba a la perfección sus lágrimas y como ella rogó que no se fuera, simplemente estaba tan confundido y abrumado, siendo bombardeado de preguntas que no supo cómo actuar y su única solución fue irse para no regresar. Akane lo había buscado muchas veces y le había pedido que hablaran, él siempre se excusó diciendo que no la conocía y no quería hablar con nadie. Luego dejó de insistir y así pasó el tiempo.
Volvió a mirar la entrada de la casa, bajó la cabeza y comenzó a alejarse. No podía interferir con la felicidad de ella, si se había decidido casar es porque ya amaba a alguien más y en ese momento él formaba parte del pasado, de ese cruel y doloroso pasado.
Esa noche no pudo dormir, cuando lo intentaba se despertaba sobresaltado abrumado por sus recuerdos, pasó lo que restaba de la noche sentado mirando a la nada. Su madre tocó a su puerta llamándolo a desayunar, se sentó sin ánimos y comió relativamente poco.
— ¿Nos acompañaras? — preguntó.
Levantó su mirada para toparse con el rostro tranquilo de su madre. Sabía a lo que se refería, pero no estaba seguro, si estaba preparado para eso.
— Lo pensaré — respondió levantándose de la mesa.
Dio vueltas en su habitación antes de tomar la decisión de ir, al menos quería verla una última vez. ¿Y si detenía la boda? se cuestionó sobre eso una y otra vez, de esa batalla mental no salió ganador, lo deseaba tanto y al mismo tiempo, no podía ser tan egoísta y menos con la mujer que amaba, se dijo que debía dejarla ser feliz, sin importar cuánto esto lo destruyera por dentro.
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El frío le daba de lleno en la cara, eso nunca fue un problema así que continuó con su habitual trote. Tenía siempre la costumbre de pasar por ese lugar todos los días, aunque había perdido las esperanzas con el pasar del tiempo. Luego de noches enteras de llanto y días llenos de dolor, dónde no encontraba sentido a su vida. Le costó mucho seguir sin él, pero lo había logrado, se esforzó para superarlo y ahora estaba lista para dar un nuevo paso en su vida. Ya no debería pasar por ese lugar, no tenía sentido.
Recordaba tanto ese día, estaba molesta con él. Un día antes habían tenido una discusión fuerte por culpa de un malentendido, que desató los celos de Ranma y por un momento volvieron a tener esas peleas donde se decían de todo, su relación había mejorado mucho y ese tipo de discusiones se hicieron casi inexistentes. Llena de culpa, decidió ser ella quien diera su brazo a torcer y buscó arreglar todo, no le gustaba estar molesta con él. Fue en su búsqueda, al no encontrarlo en la casa, se dirigió al dojo dónde lo encontró sentado, se acercó llamándolo, cuando él volteó entendió que algo andaba mal y lo notaba confundido, así mismo parecía desesperado. Intentó acercarse sin éxito, solo consiguió que él retrocediera.
A los segundos el resto de la familia llegó, al ver el estado de Ranma, sus padres intentaron tranquilizarlo. Nadie entendía lo que sucedía, le tomó varios minutos calmarse y solo se dirigía a su padre. Al resto lo miraba con recelo. Le tomó un poco darse cuenta que había un barril y junto a este una carta, se acercó para revisar, la carta era del guía de Jusenkyo y el barril contenía agua del estanque del hombre ahogado. Ahora entendía porque Ranma estaba un poco mojado, había usado el agua.
Lo escuchó con atención preguntar al tío Genma la razón para que estuvieran en ese lugar, si ellos debían estar en China en ese momento. Tardó varios minutos en comprender la situación, la maldición de Ranma había desaparecido, al mismo tiempo que todos los recuerdos que tenía desde el momento que quedó maldito. Trataron de explicarle la situación, lo llevaron donde el doctor Tofu sin encontrar alguna cura a lo que estaba padeciendo. Lo peor es la actitud que tenía, tan esquivo y enojado, no comprendía porque estaba así. Intentó hablar con él a solas y lo único que se ganó fue encontrarse con un Ranma desinteresado en todo lo referente a sus recuerdos. Eso la enojó tanto que lo terminó golpeando, para ella fue como si todo lo que habían vivido, no tuviera valor alguno, entendía que él no recordaba, pero debía escucharla al menos sin actuar de esa forma. A los días se topó con la sorpresa de que los Saotome se iban, en un acto desesperado le rogó que no se fuera, él solo la miró para decir que lo sentía, pero no podía recordarla.
Ella no se rindió tan fácil, lo intentó tantas veces que perdió la cuenta. Hasta que un día se cansó, por más que lo amara, entendió que debía dejarlo ir. No se puede ir contra la marea y mucho menos cuando estás sola, porque ese Ranma sin recuerdos, no era su Ranma. No solo había perdido su memoria, había perdido parte de su esencia y era alguien desconocido para ella.
Ahora se encontraba lista para continuar con su vida, junto a un buen hombre. Alguien que la apoyó durante los momentos más duros y que siempre le brindó su cariño. Ryoga era perfecto, detallista, amable y sobre todo la amaba. Era lo correcto se dijo y se apresuró para llegar a su casa, lista para un día tan especial como el que tenía por delante.
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¿Era un cobarde o había hecho lo correcto? A esa altura poco importaba, ella se casó con otro y él, solo estaba ahí mirando a la nada. Maldijo por innumerables ocasiones, aunque de nada servía. Resignado se acomodó el flequillo y guardó sus manos en sus bolsillos, escuchó pasos a su espalda, por un momento una esperanza nació en su interior, se giró lentamente para ver quien era.
— Disculpe señor — se disculpó antes de volver corriendo donde se encontraban sus padres.
No tenía tanta suerte, solo había sido una fugaz y nada probable posibilidad. Que quedó enterrada de inmediato.
Volvió a su casa, dejó una nota donde explicaba a sus padres que pasaría algunos días fuera, agarró su maleta y salió con un destino fijo en mente.
Un lugar especial, eso era para él. Cerró los ojos recordando todo lo que habían vivido ellos dos en ese mismo sitio, recordarlo era como volver a vivirlo. Sonrió con tristeza antes de armar su tienda de campaña, una vez lista, solo se tiró sobre el no tan crecido pasto, le hacía cosquillas sobre la piel. Ella sabía decir lo mismo mientras reía, tenía el sonido de su risa grabada como una melodía apacible. Estiró su mano palpando la tierra y la sintió deslizarse por sus dedos, si se concentraba imaginaba a la perfección, cómo se sentía su piel al contacto con la suya y como sus manos se llenaban de vida al momento de tocarla, esa agradable sensación de suavidad y esos hermosos suspiros que salían de su boca, esa manera de pronunciar su nombre que le quitaba la cordura. La amó tantas veces y ese era su lugar especial, dónde ellos sellaron ese amor que se prometieron sería para siempre.
Una solitaria lágrima se deslizó por su rostro, acompañando a algunas más en esa triste noche. Donde dejó que el dolor y arrepentimiento tomaran el control.
Encendió la fogata en un intento de mermar el intenso frío que le recorría el cuerpo, sentado sin mucho más que hacer miraba fijamente el danzar de las llamas y como algunas chispas se levantaban avivadas por el fuego. Pensó que de la misma forma que las llamas se desvanecen con el pasar del tiempo, era la vida de las personas, así era su vida y ahora debía continuar. Apretó los dientes y sintió el sabor metálico mezclarse en su boca, debía guardar ese sentimiento eterno. Después de todo, era lo único que le quedaba.
— No estás en guardia — dijo golpeándolo levemente antes de sentarse junto a él. Lo notó mirarla con asombro. Le dedicó una sonrisa antes de agarrar su mano y observar con detenimiento sus expresiones —. Eres simplemente inolvidable.
~ Fin ~
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Estaba hace días volviendo a ver cómo por milésima vez la serie, se me despertó esa duda ¿Qué sucede si ellos vuelven a la normalidad? Todo estaría igual o tendría algún efecto secundario, creo que nada puede ser "tan bueno". El tema de Jusenkyo es algo bastante enigmático en cierto sentido.
Gracias por leer, se los quiere mucho a todos, en especial a los que miran secretamente.
Nos vemos preciosuras.
