Los personajes de la película El Hobbit pertenecen a Tolkien y Tauriel a la producción de Peter Jackson. Los demás personajes originales son de mi pertenencia, como el pobre Maranir y su nombre, así como la trama del fanfic, no son adoptables ni prestables. Disfruten el fic.

Me lo encontré en mis archivos y decidí republicarlo ahora que el fin de semana pasaron la batalla de los cinco ejércitos en la tele, este fic ya cumplió sus diez añitos este año, disfruten. Comedia, familia y drama mezclados, sé que mis lectores son muy inteligente y sabrán en donde la historia habla de drama emocional, en donde la familia entraña y donde el descaro de la comedia.

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Tauriel peleó bien hoy

Luego de enviar a esos molestos enanos a los calabozos, Thranduil se dirigió a su despacho, tenía cosas que hacer como soberano, la presencia de Thorin lo tenía intranquilo, no confiaba en los enanos y no debía significar nada bueno el que anduvieran por ahí. Estaba revisando los reportes y llenando con ellos y lo acontecido con Thorin un libro de registro para el reino, esos libros le ayudaban a llevar un orden preciso de Mirkwood y que todo se mantuviera funcionando aun estando su reino aislado de los demás, fluyendo a la perfección sin importar la suerte de otros reinos.

Metódico y disciplinado el rey del bosque negro tenía un control absoluto de su reino, nada, ni una hoja, se movía sin que él lo supiera. Y nada que ocurriera en Mirkwood se escapaba de ser impreso en esos libros.

El rey se afanaba cotejando comparando y buscando soluciones a diversos asuntos. Ni aún los toques sobre la puerta le hicieron levantar la vista de sus libros.

- Adelante.

Legolas, el príncipe del reino entró acudiendo al previo llamado de su padre avanzando hacia el escritorio de madera mientras las puertas se cerraban tras de sí.

- Adar - hizo una reverencia a su padre. –A tus órdenes.

- ¿Qué fue lo que ocurrió hoy con esos enanos? –dijo yendo directo al punto.

Legolas le miró confundido pues a su llegada le habían informado que los habían encontrado deambulando sin permiso del rey en las tierras de Mirkwood. Sin embargo Thranduil no se fiaba de esas pequeñas molestias.

- Lo encontramos en medio del bosque cuando-

- Eso ya lo sé Legolas –le interrumpió sin levantar la vista de su escrito –Quiero saber qué crees tú que estaban realmente haciendo aquí, de acuerdo a lo que vieron cuando los encontraron, qué comentaban, qué hacían.

- Pues, Adar, no creo que haya mucho más que decir de lo que ya se informó. Los salvamos de ser devorados por las arañas, aun si no los hubiéramos encontrado cualquiera que fueran sus intenciones hubieran sido frustradas por esas bestias.

- Legolas, -dijo levantando la vista por breves instantes y dejando de escribir unos segundos miró seriamente a su hijo –un Rey no mantiene su reino protegido y en control por basarse en lo que pudo ser y no fue. Tienes que ver cada posibilidad aun de lo que no llegó a ser para mantener tu reino a salvo. Así que dime, incluso un pequeño detalle puede ser tan valioso como una última flecha en el momento decisivo –sentenció volviendo su vista y sus manos a sus registros.

- Pues –dijo un poco confundido tratando de recordar algo que pudiera ser importante. Luego negó suavemente con la cabeza –No creo recordar nada de relevancia, cuando estábamos por apresarlos las arañas aparecieron y los atacaron, cuando estaban por hacerlos trisas entramos a combatirlas, y… -la mirada de Legolas cambió –Tauriel… ella, peleó excelentemente.

- ¿Y qué más?

- Pues, debiste verla en acción, sería difícil sólo describir con palabras. Ella parecía una saeta, disparando flechas y cuchillos, brincando por los aires y acabando con varias bestias ella sola.

- Sí Legolas la he visto pelear, lo hace bien. Qué más pasó. –sentenció algo fastidiado sin levantar la vista de sus papeles, apurando a su hijo a contarle alguna otra cosa que pudiera ser de relevancia. Pues seguro que esos engendros de algo vendrían hablando por el camino. Los enanos no sabían vivir en silencio.

- No padre es que debiste verla –dijo, su voz empapándose de más emoción cada segundo -¡Debiste verla! ¡Fue grandiosa, maravillosa, sobrenatural, etérea, heroica!

- Sí Legolas ya le he visto pelear –dijo perdiendo un poco su paciencia –necesito que me digas que piensas de Thorin y su-

- ¡No, no padre, es que no lo entiendes! –dijo más emocionado aún –¡Fue insuperable, lucia tan radiante como una Valië, moviéndose con la velocidad y el poder de un impetuoso leopardo, pero con la gracia de una gacela!

- Legolas –dijo finalmente levantando su vista de sus libros y soltando su pluma –no te estoy preguntando por Tauriel, te pregunté por Tho-

- Sí lo sé, Tauriel es genial. Creo que deberíamos promoverla a coronel.

- Legolas ¿acaso me estás prestando atenci-

- Sí, también lo noté –dijo mirando las velas del salón con un leve sonrojo –Tauriel no sólo es una gran guerrera, también es…. muy hermosa, femenina, dulce y delicada como una rosa de primavera.

- Legolas-

- Sí sí padre lo entiendo –dijo muy convencido –también lo he pensado, quizá ya estoy en edad de… pensar en el matrimonio.

Para este momento la mandíbula de Thranduil ya había comenzado a caer lo suficiente por el sentimiento de incredulidad y ofensa porque Legolas estaba ignorando completamente a su padre y REY, pero cuando Legolas mencionó la palabra "matrimonio" la ansiedad y la preocupación crepitaron en el corazón del impetuoso rey elfo cuya mandíbula se cerró para aprisionar el aire que le quedaba dentro, no fuera a morir de un soponcio.

¡Su chiquillo, su chamaco se quería casar! Este tarugo no había llegado a su primera edad y ya estaba pensando en sentar cabeza. Su Hoja Verde todavía estaba MUY VERDE para el matrimonio.

¡Más aún con otra impetuosa inmadura como él!

Tauriel apenas tenía seiscientos años, era una escuincla. Sería como si un humano de quince se quisiera casar con una de seis. ¡Sin tomar en cuenta las comparaciones sexuales, aquí lo importante era que mentalmente hablando ninguno estaba pa'l matrimonio!

¡Igual era con los elfos!

- ¿Legolas me estás escuchando?... Mejor aún ¿te escuchas a ti mismo?

- Sí –dijo más sonrojado aún –tienes razón, tengo que ver esos detalles, las elfas son muy especiales a la hora de elegir la casa, tengo que preguntarle sus gustos. ¿Sabes Ada? Siempre me han gustado los espacios abiertos, es que esto de las cavernas pues no es lo mío, como que les falta luz y encanto –dijo con expresión de desagrado mientras la de su padre era una totalmente ofendida ¡Ahora resultaba que sus preciosas estancias no eran suficientemente buenas para su hijo!. Pero Legolas siguió en su mundo –y creo que a Tauriel tampoco le gustan mucho contando las veces que ha salido sin permiso de estas estancias, creo que como yo ama los espacios abiertos… ¡En Rivendell tienen unas casas preciosas! –dijo emocionado sin estar casi realmente consciente de la presencia de su padre ahí. -¡Espacios abiertos! ¡Un precioso rio, luz y verde por todos lados! ¿Qué opinas Ada? –dijo finalmente mirando a su padre.

La expresión exasperada y desconcertada del rey era ciertamente de antología y miraba a su hijo con insistencia en una mirada que decía "¿Es en serio Legolas? Me estás ignorando como a cualquier pasante y encima me hablas ya de comprar casa con Elrond sin pedir mi bendición siquiera"

Pero Legolas en su ensoñación interpretó la mirada de su padre de forma muy diferente.

- Sí yo sé, primero tengo que proponerme a Tauriel. Pero no sé cómo… ¿Qué harías tú?

- Mandarte encerrar hasta que recuperes la razón –Sentencio el desconcertado soberano entre exasperado y sarcástico.

- ¡Oh Adar gracias! ¡Sabía que pensabas como yo! –la boca del rey se abrió y cerró de nuevo ante el desconcierto como cuando Gandalf le llamara la atención en LakeTown. Mientras Legolas mirando a la salida del despacho con aire soñador dijo como si nada –Bueno, me retiro Ada, nos veremos en la cena, me sirvieron mucho tus consejos –y mientras los ojos del rey se entornaban más y más en incredulidad Legolas se retiró sin mirar atrás y con mirada soñadora.

Acaso… ¿acaso notó su hijo que su rey y padre estaba en esa oficina? ¿O es que solo podía ver a cierta elfa pelirroja en su nebulosa?

- Tengo que hacer algo al respecto –se dijo angustiado, ahora todos esos pendientes del reino que tenía frente a él comenzaron a perder importancia….

¿Qué hacer? ¿Cómo sacarle esa idea de la cabeza a su hijo sin que le hiciera un drama y un berrinche más épico que la batalla de la primera alianza?

Legolas era apenas lo que los humanos llamarían un adolecente enojón* e inestable, si le decía que NO, sólo conseguiría que Legolas se aferrara más a esa idea.

Pero… ¿Y sí era Tauriel quien se lo decía?

La sonrisa maliciosa apareció en los labios del astuto gobernante, el preocupado padre había dado con la solución.

Momentos despues Tauriel se presentaba en una de las salas de las estancias del rey dando su reporte sobre su tarea asignada con las arañas cuando el astuto rey aprovechó para tocar el tema y poner los puntos sobre las ies.

- No, tienes razón, no lo haré. No le des esperanza donde no la hay.

El rey sonó tan seguro imperativo y frio que los sentimientos de la joven elfa se quebraron ante el trato tan duro que le diera su rey, aquel que la había tomado bajo su protección y tutela. Las palabras del rey fueron muy duras para ella, y le habían dejado claro su lugar.

Despues de esas sencillas pero duras palabras, Tauriel presentó de nuevo sus respetos a su rey y dejó la sala con el corazón herido.

De noche en los calabozos…

Tauriel deambulaba el lugar con el corazón dolido. Ella pensaba que su rey le tenía especial aprecio, no se creía tan importante como el príncipe ni mucho menos, pero al menos, le gustaba pensar que aunque sea un poquito, tenía algún lugarcito, por pequeño, en el corazón del frio rey, no aspiraba a que le viera como una hija, era el gran Rey Sinda despues de todo, un elfo sabio, descendiente de importante linaje, no aspiraba a mucho pero le gustaba pensar que al menos la tenía en cuenta. Sin embargo con lo dicho hacía un momento por su rey, Tauriel se sintió desvalida, pequeña y… menos que una sirviente de palacio. ¿Qué Thranduil le tendría aunque sea un espacio ínfimo en su corazón? Y despues de lo dicho… ¿acaso su rey tenía uno? Mucho se decía que no, pero ella no lo creía, nunca dudó, hasta ahora…

¿La capitana? ¿Tenía significado eso ahora que sabía que su rey la veía menos que quizá un insecto?

Ahora sabía que jamás podría aspirar a Legolas, y no es que lo hiciera o hubiera hecho, jamás, ella nunca lo vio hasta ahora como más que su príncipe y un amigo muy muy cercano, lo más cercano a un hermano que ella tuviera, claro que Legolas era muy atractivo, de tal padre tal hijo y nada menos, Tauriel no era ciega, además aunado a ese físico Legolas tenía un gran corazón, una nobleza profunda, un valor admirable y una lealtad incomparable, y además era un príncipe, sería el elfo de los sueños de cualquier elfa con dos dedos de frente, pero ahora Tauriel no sólo sabía que jamás debería atreverse a mirarlo de ese modo, sino que ni siquiera debía atreverse a tanto como llamarse su amiga. Su rey y señor no la veía suficiente para su hijo en ningún sentido, ¡Vamos, ya ni siquiera mencionar a Legolas! Thranduil no la veía a la altura de ningún sinda, y probablemente de ningún otro, ella sólo era… una elfa Silvana vulgar, la raza más baja entre la raza hermosa. ¿Amiga del príncipe? ¿Quién creyó que era para atreverse a pensar eso?

Alicaída y sintiéndose menos que nada, caminó por los corredores de los calabozos y sin darse cuenta sus pasos la llevaron justo a la celda de Kili.

Y ahí estaba él, el enano atrevido, mirando a una gran cucaracha con amor y profunda devoción, que raros eran los enanos…. Tauriel se acercó un poco más y lo encontró jugando a arrojar al pobre animal. Hey… Ah, no… espera… eso… eso no era una enorme cucaracha, era una roca negra.

La joven se acercó a preguntar por esa piedra, y terminó en una larga charla con el enano. Charla que para suerte de Thranduil Legolas presenció desde las escaleras cuando con gorrito serpentina y copa en mano, venía a invitar a Tauriel a unirse a la pachanga, el Mereth Nuin Giliath. Esto definitivamente no le agradó al príncipe.

Pero a Tauriel… Luego de eso Kili… no parecía tan feo… ni tan enano, ni tan malo… hasta se veía guapo… ¿Le habían echado Dorwinion a su jugo esa tarde? No.

No, el punch le había venido de las palabras de su rey. Ella no era nada, ni siquiera una chinche rastrera, era menos que polvo, entonces… en esas condiciones… un enano no se veía tan mal ¿no?

Sí… ¡Sí, Kili sí estaba a su altura! No… no físicamente hablando, pero ¡Pero ella sí que podía aspirar a eso!

Oh Thranduil quizá se te pasó un poco la mano en tus intentos de desanimarla… no sólo la habías desanimado a amar a Legolas, le habías devastado tanto la autoestima hasta caer tan bajito, bajito como un enano…

Con Thranduil…

Mientras Thranduil el frio y hermoso rey elfo que semejaba una bella escultura de mármol tanto en su atractivo como en la dureza de su corazón…

Se sentía la chinche más pequeña de todo el bosque. ¡Pero había sido por una buena causa!

¡Ninguno de esos dos tarugos estaba para semejante responsabilidad! Ni Legolas ni Tauriel sabían aun lo que era el verdadero amor de pareja, el compromiso y el dolor que eso podría acarrear.

No sólo quería proteger a Legolas también a Tauriel, Thranduil podía haberse vuelto duro lejano y frio por el gran dolor de la perdida pero no era inconsciente de las cosas, ella era una elfa demasiado joven. Y si bien los elfos solían formar familia jóvenes, para ellos juventud significaba arriba de los mil años, Tauriel ni siquiera los tenía aun. Y Legolas… ese hijo del bosque todavía necesitaba foguearse más.

Si Thranduil de verdad viera a menos a los elfos silvanos no hubiera aceptado ser su rey, ni guiarlos, ni protegerlos. Thranduil se preocupaba mucho por su pueblo, y siempre se afanaba en mantenerles a salvo.

Podía parecer frio e insensible, pero simplemente era severo porque tenía que mantener el control para asegurar a todos, para mantenerlos a salvo, no era fácil ser el rey…. Nunca lo fue…

Apenas si estaba lidiando por primera vez con el dolor de la pérdida de su padre, cuando sin darle tiempo siquiera a asimilar lo que era ese asfixiante dolor, pusieron la corona en su cabeza y el peso de un pueblo quebrado y mermado que ahora dependía de él para sobrevivir y recomenzar de nuevo, con él como su señor guía y guardián.

Sin tiempo para vivir el duelo, condujo a su gente lejos del peligro y estableció un nuevo reino, pero si la perdida no fuera poca, Thranduil estaba por sentir ese dolor una vez más cuando sin previo aviso las llamas de la guerra volvieron para arrebatarle a su reina, su amada y mano derecha, aquella a la que había consagrado su alma y corazón por la eternidad. Dejándole sólo, con un reino y dos tronos en una mano, y un pequeño retoño sin madre en la otra.

No sabía ser rey, pero aprendió a serlo, no sabía a ser padre, padre soltero, pero aprendió a serlo, todo esto sin entrenamiento previo, como quien lanza a la guerra a un campesino y este debe aprender a forjar su pala en una espada.

Ciertamente había hecho un gran trabajo como rey, aunque como padre… Los primeros años se desvivía entre el reino y su hijo. Fueron años extenuantes pero maravillosos. Por mucho tiempo su único consuelo y alegría fue Legolas. Pero conforme el príncipe fue creciendo y ganado independencia Thranduil se encontraba cada vez más en compañía de sus deberes que en compañía de un inquieto Legolas que quería explorar todo por su cuenta. Thranduil sabía que no podía tenerlo bajo su túnica siempre así que dejándole actuar, poco a poco se fueron separando, y Thranduil ahora solo de nuevo, fue cayendo otra vez en las espinas de su duelo, pero no podía darse el lujo de caer enfermo por el dolor, tenía un pueblo entero al que había jurado proteger, y para evitar que la perdida invadiera y mermara su alma, se mantenía ocupado para no pensar, no sentir, enfrascándose de nuevo en los asuntos de su reino, afanándose en mantener un orden absoluto, y cuando el dolor y la tristeza comenzaba a ganar terreno, bueno, el Dorwinion había resultado ser un excelente paliativo. Ni tanto que no pudiera actuar a cabalidad, ni tan poco que pudiera recordar…

El vino nunca fue para embriagarse, sólo una medicina, para sedarle el corazón, aletargarle el alma. Nunca nadie podría decir que vieron a su rey completamente ebrio. Pero nadie sabía tampoco la verdadera razón porque la que el rey amaba tanto ese vino. No era porque fuera un elfo impetuoso con exquisitos gustos. Es que ese vino tan potente era lo único que lo ayudaba a acallar sus fantasmas internos.

Quien esperara que Thranduil fuera un rey amable sonriente y cálido, era un ignorante que del rey sólo sabía lo superficial, y veía únicamente en su hermosa apariencia.

Elfas y humanas caían ante la belleza única del rey del bosque, e incluso los hombres no podían menos que reconocer que entre esas creaturas hermosas, Thranduil era un bellísimo ejemplar. Pero el rey… el rey sólo podía verse a sí mismo como una estatua quebrada y llena de cicatrices del fuego de la guerra y cortes por el segur de la perdida, que aun así estaba hecha de piedra con un propósito: Proteger a los suyos, y caería solamente cumpliéndolo.

Pero en ese otro remedio, la corona y sus deberes se fueron interponiendo, y padre e hijo se fueron perdiendo, igual que su corona entre una laberinto de espinas, y Thranduil se fue olvidando que era padre, y se fue alejando, enterrándose en su propia soledad y su perdida, en el recuerdo de la que se había llevado parte de su alma con ella, y armadura de frialdad y deber.

Y aun así no había olvidado lo que era el amor. Amor… no, ni Legolas ni Tauriel sabían aun lo que eso era, no estaban listos.

No quería que ellos pasaran por lo mismo. El amor se escuchaba hermoso, pero no era rosa, en realidad el amor era blanco y negro, podía ser tu mayor elixir, o tu peor veneno.

No, ninguno estaba listo aún para enfrentar los dolores y los males que el amor trae consigo. En especial ella, era apenas una niña, pensó preocupado.

Legolas creía estar enamorado de Tauriel pero en realidad Legolas aún tenía mucho por vivir. Thranduil ya había sentido el amor verdadero y sabía que eso no era lo que llenaba los ojos de su hijo cuando hablaba de Tauriel.

Era enamoramiento, enajenación, ilusión… pero no amor verdadero ¿Cuánto le duraría la emoción antes de arrepentirse? Los elfos eligen pareja para la eternidad, no era algo para jugar o tontear como lo hacían los humanos, el amor no era un juego para un elfo, jugar con ello era demasiado peligroso para un inmortal. Los seres mortales son seres capaces de cambiar de corazón en más de una ocasión, porque el tiempo les apremiaba. Pero no los inmortales. No, los inmortales no cambian de corazón y quizá, esa era una maldición de su raza, y aquel cambio continuo una ventaja para los humanos. Los humanos podían seguir adelante, los elfos no.

Los cuerpos de los elfos eran más resistentes que los cuerpos humanos, pero en cambio, las almas humanas habían sido construidas más fuertes que las de los elfos, quizá porque enfrentarían la perdida más de una vez en su vida, que los valar les dieron almas más fuertes, para poder soportar la fuerza de los sentimientos con la fuerza de la dureza de un diamante, y en cambio parecía ser que los elfos habían pagado su gran resistencia física e inmortalidad, con la suavidad y delicadeza de sus almas, que sucumbían ante el embate de las emociones fuertes, como sucumbe un barco de papel ante el mar embravecido, al punto que sus Fae dejaban sus cuerpos al no poder soportar el dolor.

Tauriel, la pequeña huérfana que había rescatado en el bosque y a la que había protegido todos estos años, ya llevaba a cuestas la perdida de sus padres, no necesitaba otro dolor en el pecho, no quería verla romperse en pedazos, y no sólo por Legolas, sino por nadie, su pupila no estaba aún para esos temas, su alma aún tenía que fortalecerse más.

Sí, le rompió el corazón, pero prefería romperlo sólo de palabra y de momento, que verlo quebrado de verdad ante el amor. Porque el amor podía ser la muerte misma, por eso, para amar de verdad había que estar dispuesto a morir…

Para joder los planes del rey, los enanos escaparían bajo las narices de los guardias y Tauriel saldría corriendo tras Kili, justo cuando Thranduil había dado la orden que nadie saliera, y el bruto de Legolas había salido corriendo tras ella.

Para cuando el rey se enteró de esa catástrofe el Dorwinion se le atoró en el cogote y casi termina en las estancias de Mandos tanto por la atragantada como por el entripado, su alcoholizado hígado no estaba para esos trotes…

¡¿Cómo se atrevía Tauriel?! ¡¿Cómo se atrevía Legolas?! ¡Qué acaso él estaba pintado!

Más aún, aquel Orco miserable había advertido de una nueva desgracia, había amenaza de una nueva guerra, un gran mal se levantaba de nuevo. Thranduill no quería perder a su hijo también. ¡¿Por qué nadie lo escuchaba últimamente?! ¡Ignoraban sus consejos! ¡¿Acaso él le hacía eso a los demás?! Bueno sí… sí solía ignorar los consejos de otros y hacer su santa voluntad. ¡Bueno pero ese era otro tema! La cosa era que Tauriel estaba siendo una muy mala influencia para su hijo.

Cómo era posible, él la protegía la acogía en su reino le procuraba educación y posición y ¿ella le pagaba poniendo en peligro a Legolas?

No, por mucho que a Thranduil también le preocupara esa niña, Legolas era su prioridad. Si Tauriel quería correr tras un enano… ¡Un enano! No la iba a detener, a fin de cuentas estaba convencido que ella se cansaría rápido de esa curiosidad, porque ninguna elfa podría jamás amar de verdad a un enano, pero ese último acto de desobediencia no sería pasado por alto.

No era la primera vez que esa niña mostraba rebeldía y desobedecía sus órdenes para hacer lo que ella creía más conveniente. Era inmadura y creía tener muchas respuestas de lo que debía hacerse o lo que estaba bien o mal, incluso Thranduil sabía que ella cuestionaba muchas de las decisiones de su rey creyéndolas egoístas o erradas, Thranduil lo había pasado por alto al verla como una niña inmadura e inexperta, pero la inmadurez traía consecuencias, y Tauriel debería aprender a enfrentarlas, esa lección, le podría salvar la vida en un momento dado. ¿Tauriel creía saber que era lo correcto, quería dirigir el reino? Bien, pues que se buscara el suyo propio, porque Thranduil no pondría en peligro a los suyos por las fantasías heroicas de una elfa ingenua.

El rey mandó llamar a un heraldo para entregarle la misión de llevar a su hijo el príncipe Legolas la orden expresa de su rey y padre de volver de inmediato.

- Me le dices a ese pendejo que si no está aquí antes de que la ultima luna de otoño se eleve por los cielos le voy a recordar porqué soy su padre con una buena madr-

- Pero mi majestad, no puedo hablarle así al príncipe.

- Bueno… entonces dile, que su Rey le ordena volver de inmediato a Mirkwood. Y en cuanto a Tauriel, esa niña rebelde tiene prohibido volver al reino, notifícale que ha sido exiliada y no puede regresar.

Aunque el rostro del heraldo se llenó de sorpresa y tristeza, asintió a su señor –Bien, mi señor. La iré a buscar luego de darle su mensaje al príncipe.

- No será necesario –sentencio sarcástico el rey –Creo que vas a encontrarlos juntos y te ahorrarás el viaje.

- ¿Usted cree?

- Estoy seguro. –Afirmó dándole la espalda a su vasallo, subiendo con parsimonia hacia su trono sin voltear a mirarle le ordenó –Ahora ve, quiero a Legolas de regreso de inmediato.

- Sí me señor –dijo estoicamente.

El heraldo hizo una reverencia y se giró para dejar el salón cuando Thranduil lo llamó imperativo.

- Y Maranir.

- ¿Sí, me señor? –dijo girándose para ver a su rey.

Thranduil a media escalera se detuvo y giró sólo su cabeza clavando esos helados ojos en Maranir –No regreses sin él.

La desolación de Maranir…

Tortuosos días después, el heraldo se paseaba en su caballo a las afueras de las estancias de Thranduil sin atreverse a entrar al reino.

"Dile a mi padre que si no hay lugar para Tauriel, no hay lugar para mí"

¡¿Qué pensaba el príncipe cuando le mandó a decirle eso?! ¡¿No podía al menos haberle mandado una carta?! ¡No, envió un mensaje hablado!

Ay Varda… con qué cara iba a ver al rey para decirle "Mi señor, le fallé, el príncipe se me escapó, y además su hijo categóricamente lo ha mandado al diablo, mi majestad"

Y es que si bien tenía la orden de regresar sí o sí en compañía del príncipe, Legolas se la había jugado.

Luego de decirle que no volvería sin Tauriel, Legolas comenzó a caminar lejos de él entre la multitud, Maranir suspiró cansado, intentó seguirlo pero en la multitud no podía moverse con velocidad en el caballo, así que desmontó y trató de acercarse al príncipe pero en los segundos que le tomó desviar sus ojos del príncipe para desmontar y estar a nivel de piso, perdió de vista a Legolas entre tantas personas, se apresuró a moverse entre ellos buscando a su príncipe, creyó ver una rubia cabellera a pocos metros y fue tras ella alcanzándole prontamente pero resultó ser sólo una señorita humana demasiado alta, Maranir se disculpó y al voltear sólo divisó al príncipe salir a todo galope en un caballo blanco con Tauriel a su espalda.

Maranir corrió llamando a su señor pero obviamente este no lo escuchaba, así que Mararin se volvió y corrió a prisa en dirección a donde había dejado su corcel, sin embargo… para su mala suerte la sociedad humana no era muy honesta cuando las condiciones apremiaban y justo ahora las condiciones apremiaban bastante, entre miedo y hambre la gente tomaba lo que podía y… un buen caballo no pasaba desapercibido.

Maranir desconcertado miraba para todos lados ¡¿Dónde estaba su caballo?!

Moviéndose a prisa entre la gente buscaba desesperado su corcel cuando unos relinchos exasperados le guiaron a su objetivo. Metros más allá, Maranir descubrió que un hombre batallaba con un rebelde caballo a quien jalaba las riendas para obligarlo a seguirlo pero el animal marchaba reacio y terco.

- Vamos bonito, te daré buena alfalfa llegando a casa.

- ¡Hey, ladrón!

El hombre apuró al caballo pero el animal ya no se movió ni medio centímetro y al ver que el dueño se acercaba y reconocer a un elfo en sus hermosas facciones y las orejas largas que asomaban tras los inquietos y largos mechones, mejor se echó a correr lejos. No estaba para pelear con un elfo por un caballo.

Cuando Maranir llegó a su caballo el hombre se perdía entre la gente.

Maranir ignoró al ladrón porque tenía algo más importante que hacer. Maranir montó a su corcel Agol y trató de darle alcance al impetuoso príncipe de Mirkwood. Sin embargo era difícil correr a galope entre tanta gente, a Legolas le valió queso y aplicó el "ábranse o me los llevo", pero Maranir no tenía tanta cara dura, así que a duras penas consiguió salir del camino de la gente e iba a poner a su caballo a todo galope cuando para su infortunio del príncipe de Mirkwood ya no se veía ni el polvo. Ni siquiera sus ojos de elfo podían divisarlo, pues no se veía al horizonte, el príncipe debía haber tomado algunos de los caminos que se perdían en relieves montañosos.

¡Elbereth Gilthoniel!… ¡El príncipe se le había escapado y sólo sabía Eru con rumbo a donde!

… Thranduil le iba a cortar la cabeza como a cualquier orco.

"No vuelvas sin él"

… La mirada y la fría voz de su rey vinieron a su memoria provocándole seis escalofríos en fila y miró de nuevo hacia las enormes puertas del reino del bosque. No quería pasar por ellas, sería lo mismo que pasar por las puertas de Mandos.

¿Qué hacer? ¿Enfrentar a su rey? ¿O correr como una rata?

No, eso era comportamiento de vulgares enanos. Los elfos estaban hechos de una madera mucho más fina.

Maranir suspiró, miró con determinación hacia las puertas, y puso en marcha a su caballo. Orgulloso, estoico y valiente se acercaba en su montura por el puente de piedra, los guardias que le vieron venir ya a sólo metros de las puertas las comenzaron a abrir, cuando a media hoja abierta Maranir dio la vuelta a su caballo.

- Mejor escapar como una rata.

Los elfos que abrían las puertas intercambiaron miradas confundidas ¿qué se traía este? ¿Iba a pasar o no?

Las puertas se abrieron del todo y estaban por cerrarlas de nuevo cuando…

- Me alegra que hayas vuelto tan pronto Maranir.

Ahí en medio de estas, empíreo y regio, amenazante como patada de mula estaba Thranduil.

Maranir se congelo junto con su caballo que dejó caer algunas eses sobre el puente del puro susto y Maranir estuvo a punto de hacer lo mismo. Ninguno se atrevía a girar hacia su rey.

- ¿Vas a algún lado Mararin?... Oh… ya veo, estás esperando a Legolas quien confió, estará justo ahí atrás de aquellos arbustos atendiendo el llamado de la naturaleza.

El que estuvo a punto de atender ese mismo llamado fue Maranir. ¡¿Qué hacer?! ¡¿Qué HACER?! ¿Girar el caballo y enfrentar con honor y gallardía a su señor? O ¿Poner su caballo a todo galope y escapar de ahí? Arriesgándose a que su rey preciso y mortal le lanzara su espada clavándosela por medio trasero.

Y por medio trasero y no por la espalda sería, porque oh no, su rey no era misericordioso, preferiría hacerle una humillante y dolorosa herida y capturarlo VIVO para despellejarlo del mismo modo.

Rezándole a los catorce Valar Maranir lentamente le dio la vuelta a su caballo encontrándose a su rey mirándole con serenidad, con sus manos elegantemente en su espalda (escondiendo mil cuchillos quizá, pensó angustiado) y con una sutil sonrisa.

- Hir nin… -dijo tragando más que grueso.

- ¿Y bien Maranir? ¿Dónde está el príncipe Legolas?

- Yo –se le salió un gallo

- ¿Has estado comiendo aves?

- No-no… Verá… el-el príncipe…

- ¿Sí? –Thranduil comenzó a caminar con parsimonia hacia su tercáno.

Maranir desmontó su caballo y con piernas aguadas se dirigió al encuentro de su rey –Verá él… yo… yo le di su mensaje.

- Me alegro. ¿Y dónde está?

- Pues… este…

- ¿Al esté? Esas no fueron mis órdenes Maranir.

- No, no, este quiero decir… vera, no-no… no vino –dijo con expresión compungida y apenas en un hilo de voz.

- ¿No vino? –dijo con una sonrisa… -Ya veo, y… ¿te dio alguna razón para desobedecer a su padre y rey? –dijo acariciando la crin del Agol quien defecó un poco más.

Los soldados de la puerta miraron con un asco resignado, alguien iba a tener que limpiar todo eso y ya sabían quién… aunque preferían limpiar mierda de caballo que ser Maranir, quien sin duda podría acabar como tal cuando su rey acabara con él.

- Pues él… él…

- ¿Él?

- El- yo- yo le juro, le juro que él estaba por venir conmigo pero Tauriel venía con él, así que yo… yo le dije que, Tauriel no podía regresar porque estaba exiliada, entonces me pidió que le dijera, que si no había lugar aquí para Tauriel no lo habría tampoco para él.

Thranduil soltó un suspiro exasperado y le dio la espalda a su vasallo. Legolas… ¿hasta dónde iba a llevar este capricho? Legolas jamás lo había desobedecido hasta ahora. Ni siquiera pensó en enviar a Maranir con una escolta para traer al príncipe de vuelta por la fuerza de ser necesario porque nunca creyó que su hijo le desobedecería.

Mientras Thranduil contrariado pensaba en las acciones de su hijo y Maranir rezaba sus últimas oraciones ante el silencio de su rey, otro elfo llegó a galope llamando la atención de todo mundo.

El elfo ágilmente desmontó, presentó sus respetos a su rey y se apresuró a informar.

- Mi señor, tengo noticias del este.

- ¿Qué sucede? –dijo un poco fastidiado más centrado en su hijo que en otra cosa.

- El Dragón bajo la montaña de Erebor ha caído.

No sólo su rey, todos los ahí presentes le miraron con gran sorpresa.

- ¿Qué has dicho?

- Un hombre de Esgaroth, un cazadragones exterminó a la bestia, sin embargo Esgaroth fue destruida por Smaug, muchos hombres murieron, los pocos que sobrevivieron se dirigen a las ruinas de la antigua ciudad frente a la montaña de Erebor, pero están hambrientos, desprotegidos contra el clima, apenas con lo que llevan puesto, no creo que sobrevivan mucho en estas condiciones.

Los elfos que escuchaban sintieron pena por esa gente, despues de todo el pueblo de los elfos sentía simpatía por el hombre, y nunca dudaban el hacer alianzas para ayudarse unos a otros cuando la situación lo ameritaba, en general, hombres y elfos se tenían estima. Pero no podían hacer nada, la última palabra la tenía su rey.

- Y hay algo más, los enanos tomaron control de la montaña.

- ¿Cuáles enanos? –preguntó extrañado el rey, no quedaban suficientes enanos de Erebor tras la guerra que pudieran reclamar la montaña, apenas si habían sobrevivido unas decenas, y de la familia real sólo Thorin y… ante este pensamiento el rey llegó a una molesta conclusión, molestia que se reflejó en su expresión. Acaso… -No me digas que Thorin y su compañía lograron llegar a ese lugar…

- Así es majestad, según se dice Thorin y su compañía entraron de forma clandestina a la ciudad del lago pero cuando fueron descubiertos intercambiaron su libertad a cambio de una parte de su tesoro para que se les ayudara a recuperar su montaña, y el gobernador accedió a su petición. Pero al parecer sólo consiguieron despertar la ira del dragón y lo único que la gente de la ciudad recibió a cambio fue fuego y muerte.

- ¿Quién más se encuentra bajo la montaña?

- Al parecer sólo Thorin y los enanos que le seguían. Quizá Tauriel…

- ¿Tauriel has dicho?

- Se dice que uno de los enanos estuvo a punto de morir pero fue salvado por una elfa peliroja que por sus ropajes parecía ser una silvana.

- ¿Legolas también está con ellos?

- ¿El príncipe? No tengo conocimiento que el príncipe esté con ellos mi señor –dijo confundido pues este soldado pensaba que su príncipe estaba en el reino del bosque.

Thranduil sólo bufo y dio media vuelta entrando a la ciudad seguido de sus elfos. Sus elfos no tendrían conocimiento del paradero de su hijo, pero él sí, donde estuviera Tauriel estaría Legolas. Se dirigió al salón del trono y apenas entrar a la plataforma mando llamar a su general, ordenándole preparar sus tropas, saldrían hacia Esgaroth antes del amanecer, quería que los primeros rayos del sol lo recibieran ya en la ciudad. Ni la afrenta de Thror ni la intrusión de Thorin se quedarían así, era momento de recuperar lo que era suyo. Mataría tres pájaros de un tiro, traería a su rebelde príncipe de vuelta, recuperaría las Gemas Blancas de Lasgalen, y le daría a esos enanos una lección.

A pesar de todo, Thranduil no se olvidó de la gente de Esgaroth. Podría parecer un rey frio, egoísta y desinteresado en los demás, pero como todo elfo, dentro tenía una alma pura, honesta y considerada. Thranduil era un elfo sabio generoso y amable. Sólo no le gustaba mostrarlo, vivía tras su armadura de dureza y desapego, pero por dentro su destrozado corazón seguía siendo gentil. Seguro estarían muriendo de hambre y frio. Mandó preparar carretas con alimentos y básicos y aunque muchos dudaran de su generosidad, que mejor forma de comprobarla que al notar que también subieron a los carruajes botellas de su preciado vino, no para celebrar sino para ayudarles a entrar en calor. En un invierno tan crudo un buen trago de vino te podría salvar la vida.

Y aunque sí que era un remedio para los adultos ¿qué con los niños? Nah, les fortalecería el hígado y los pulmones. Le había funcionado con los biberones de Legolas…

Y hablando de su hijo…. Ahora sí… ya vería Legolas para que tenían los elfos las orejas tan largas…

*…*…*…*…*


Deseo les haya gustado, cuídense y buena semana.

*Legolas se porta tan distinto en el hobbit que en lotr que mucho se ha comentado que en el hobbit es como un adolescente gruñón y caprichoso, a diferencia del Legolas sabio tranquilo y maduro que se ve en la otra saga, probablemente porque cuando dejó a su padre enfrento su propia vida y se fue volviendo más sabio al lado de Aragorn en los años previos a la última guerra.