—Diálogos

—"Pensamientos"

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Soy Rogue, me llaman la mujer intocable, la mujer invencible. Cuántas mentiras se ocultan tras esas palabras. No soy invencible, no soy fuerte, apenas soy nada...

Todo paso tan rápido, todavía no puedo creerlo. Este lugar, Genosha era considerada la joya de la corona con mutantes y humanos coexistiendo en armonía, sin miedo, sin reproches. Solo siendo víctimas de las manzanas de 10 dólares.

Este era el paraíso prometido, pero como siempre pasa con los paraísos se desvanece ante la llegada del conquistador, un despiadado invasor que siembra la guerra y la destrucción a su paso. Las risas y la música fueron silenciadas por el estruendo de la batalla. Mis amigos yacían muertos o heridos, uno de los últimos en caer fue Erik, lucho desesperadamente por proteger a nuestra isla, pero ¿Qué podía hacer él contra un enemigo tan poderoso? Su sacrificio resonó en mi mente, desatando una furia implacable, una sed de venganza que consumió mi ser.

Recuerdo el momento en que me lancé hacia aquel maldito robot, el zumbido ensordecedor de mis oídos ahogado por el rugido del combate. El destello verde iluminó el campo de batalla, pero no me alcanzó; en su lugar, pude sentir como una explosión causada por Remy me sacaba del camino. Todo fue tan rápido, fue un instante de confusión. Al levantarme mi ira se volcó entonces hacia el francés, pero al mirar a mi alrededor, fue cuando lo vi... a Remy.

Mi corazón se detuvo al verlo atrapado. Grité su nombre, pero mis palabras se perdieron en el fragor de la batalla. Me lancé hacia él, ignorando los peligros que nos rodeaban, solo con el deseo de salvarlo. Aquel robot comenzó a brillar de un color fucsia, era tan intensa la luz que me costó trabajo ver atraves de esta, pero nada me detuvo; volé hacia él, cada fibra de mi ser rogaba por llegar a tiempo. No importaba el peligro, la absorción, ni siquiera las consecuencias; solo quería apartarlo del camino, como él había hecho conmigo.

Cuando lo alcancé, lo envolví en mis brazos, sintiendo su dolor como un eco de mi propio sufrimiento. El pedazo de metal que lo había apuñalado salió de su cuerpo con un grito desgarrador, pero en ese momento, solo me importaba sacarlo de allí. Nos alejamos, con apenas unos segundos de ventaja antes de que la explosión nos envolviera. Lo abracé con todas mis fuerzas, protegiéndolo con mi cuerpo, sabiendo que mi piel era su único escudo contra el caos que nos rodeaba.

Volamos por los aires, recuerdo el impacto, chocamos con un edificio que se desmoronaba, el mundo giraba en un torbellino hasta que nos envolvió en la oscuridad.

Cuando volví a abrir los ojos, el caos persistía aun a mi alrededor. El humo y los gritos de los sobrevivientes llenaban el aire, recordándome la magnitud de la tragedia. Arrastre mi cuerpo herido hasta donde estaba Remy, al verlo note su rostro pálido y su respiración apenas perceptible. Desesperada, rasgue un pedazo de mi vestido para detener el sangrado, aferrándome a la esperanza de verlo vivo.

Yo debería estar muerta en este momento. Me duele el pecho, no puedo respirar, es como si me acuchillaran una y otra vez, siento la sangre brotar de mis heridas, el factor de curación que he absorbido trabaja a marcha forzada para mantenerme viva.

En otras circunstancias, habría estado buscando heridos, construyendo refugios, ayudando a mantener viva la ciudad. Pero ahora, todo eso parece insignificante frente a la única verdad que me importa: Quiero quedarme aquí, junto a Remy.

—No tenías derecho… — le recrimino al cuerpo tirado, mis lágrimas queman mi rostro. Mis emociones se mezclan en un torbellino de ira, miedo y desesperación. Uno pensaría que después de llorar por tanto tiempo se acabarían las lágrimas para derramar, pero no es así. Mi llanto no se detiene, nublando mi vista con el dolor y la impotencia que siento al verlo así.

Debajo de mí está Gambito, mi promesa de protección ahora parece vacía frente a su frágil figura. A mí solo me queda rezarles a todos los dioses que existan, sin importar quiénes sean, suplicarles que escuchen mi plegaria. Aplico mayor presión sobre su herida, sintiendo cómo la vida se escapa de él con cada latido de su corazón.

Un gemido se escucha y mi corazón se detiene, — ¿un milagro? ¿Era una respuesta a mis plegarias? —Si así lo fuera, estaría eternamente agradecida.

—… … ¿Qué? … … ¿Dónde? … —lo escucho divagar apenas con un hilo de voz, sus ojos luchan por mantenerse abiertos.

—Shh… no te esfuerces, cariño. Estoy aquí, estoy contigo —susurro, tratando de infundirle un poco de paz en medio del caos que nos rodea.

—¿R-rogue?... ¿Cómo es que…? —puedo ver la confusión en su rostro, no puede explicarse como es que esta vivo.

—Rogue siempre viene al rescate de Gambito, ¿verdad? —mi voz tiembla con emoción contenida. Verlo despierto es un rayo de esperanza en la oscuridad, pero no puedo permitirme bajar la guardia. La sangre sigue fluyendo, y el tiempo se escapa entre mis dedos mientras lucho por mantenerlo con vida. Aplico presión sobre la herida de nuevo, obteniendo un gruñido de dolor por parte de Gambito.

—Lo siento, lo siento…. ¡un médico! ¡Por favor, alguien! —mi voz se eleva en un grito desgarrador, grite una, dos, tres veces. Pude sentir como mi garganta se rasgaba por la fuerza, pero parece perderse en el tumulto de la ciudad destrozada que nos rodea.

—N-no vendrán — Remy habla, su voz apenas es un susurro. Sus palabras llevan consigo la resignación de quien sabe que su hora está cerca, pero su sonrisa, aunque débil, es un recordatorio de la valentía que lo ha llevado hasta aquí. — Gambito quiere descansar.

—¡¿Estás Loco?! —mi voz se quiebra, la desesperación amenaza con consumirme por completo. No puedo permitirme perderlo, no ahora, no después de todo.

—Deja que pase…

—No sigas —le suplico con mis manos aferradas a su cuerpo, negándome a dejarlo ir. Mi mirada se encuentra con la suya, y en ese momento sé que no puedo permitirme rendirme, pero puedo sentir como su cuerpo se enfría lentamente.

—Está bien… es lo… —sus palabras se desvanecen en el aire, su mirada se vuelve hacia el horizonte, como si pudiera ver más allá de la oscuridad que amenaza con consumirlo por completo.

—¡No pienso verte morir! —mi voz resuena con desesperación, mis lágrimas se mezclan con la sangre que empapa mi piel, pero no puedo apartar la mirada de la suya. —No lo haré —replico con firmeza, sintiendo la ira burbujear en mi interior. —No te abandonaré.

—¿Cómo vas a impedirlo?

Su pregunta me deja helada, sé que no puedo quedarme aquí para siempre. Sé que, si no buscamos ayuda pronto, perderé a Remy para siempre. Y eso es algo que no puedo permitir.

—Debe haber una posibilidad… tiene que haber una solución —la agonía esta presente en mi voz, tengo tanto miedo que mi cuerpo no deja de temblar, me siento tan pequeña en este momento.

—Este es el final del juego… — me sonríe débilmente, como si quisiera consolarme en lugar de yo a él. Sus ojos se cierran lentamente, y sé que el sueño que lo espera esta vez será más profundo que nunca. Me quedo a su lado, sintiendo cómo cada respiración se vuelve más pesada y lenta.

Tiene razón, pensé que podría, pero no puedo… Señor, sé que soy egoísta por pedirte esto, pero no me lo quites... te lo suplico

Cierro los ojos con fuerza, luchando contra las lágrimas. No quiero oír esas palabras. No quiero aceptar que este pudiese ser nuestro último momento juntos. El ambiente se siente frío y pese al ruido del exterior, me siento desolada, sin poder hacer nada que no fuera llorar por mi hombre, comienzo a llamarlo entre sollozos, suplicándole que no me abandone.

—… … …Rogue… … — vuelve a llamarme, abriendo sus ojos. Parece como si se acabara de despertar, de nuevo está desorientado, pero incluso así voltea a verme. Sus ojos son opacos, han perdido su brillo. —Vete de aquí… tus heridas… debes…

—No me importan —le contradigo, aferrándome a él con todas mis fuerzas, no hay ninguna forma de que me vaya dejándolo aquí solo. — Quedé atrapada en cuanto pusiste tu vida en peligro.

—…no… No… ¡NO! — su rostro se retuerce ante el dolor, su respiración se vuelve más agitada, como si cada inhalación fuera un esfuerzo sobrehumano.

No puedo apartar la mirada de su rostro, trata de alejarme, empujando mis manos fuera de su cuerpo. Lo evito lo mejor que puedo, negándome a apartarme de él. No puedo permitirme aflojar la presión en su herida. Es como si estuviéramos atrapados en una danza macabra, donde cada movimiento podría llevarnos más cerca del abismo. Si esta es nuestra última batalla, entonces lucharé hasta el final.

—No te irás... —murmuro entre dientes, sintiendo la desesperación inundar cada fibra de mi ser. —No te lo permitiré.

—…. ¿Por qué? — Remy me mira con una mezcla de incredulidad, como si quisiera sonreír, pero el dolor lo impidiera. Levanta su mano, esta tiembla ante la debilidad, trata de tocarme la mejilla, como si estuviera tratando de transmitirme fuerza a través de ese simple gesto. Pero yo sé que no debo permitirlo, evito el contacto.

—Escucha, no te mueras ¿Me oyes? No es tu hora —mi voz resuena con desesperación.

—Eso no lo decides tú.

—No me repliques Gambito.

Me quedo a su lado. La ciudad sigue sumida en el caos, los gritos y el estruendo de la destrucción retumban a nuestro alrededor. Pero en este pequeño rincón, somos solo Remy y yo, atrapados en un mundo de dolor y desesperación.

Mientras observo su rostro pálido, recuerdo todos los momentos que compartimos juntos. Los momentos de risas y alegrías, los momentos de complicidad y amor. ¿Cómo puedo enfrentar un mundo sin él a mi lado?

—Anna... —su voz suena débil, apenas si lo logro escuchar. —Prométeme... que seguirás adelante...

Sus palabras me golpean como un mazo, pero sé que debo ser fuerte por los dos.

—Te lo prometo, Remy —mi voz tiembla, pero trato de mantenerla firme. —Pero solo si prometes que lucharás, que no te rendirás.

Su mirada se encuentra con la mía, y en esos ojos opacos aún veo un destello de determinación.

—Lo prometo, Anna —susurra, con un hilo de esperanza en su voz. —Lucharé... por ti, por nosotros...

Cierro los ojos por un momento, sintiendo un nudo en mi garganta mientras las lágrimas amenazan con brotar de nuevo. Pero me obligo a ser fuerte, por él, por nosotros.

—Entonces lucharemos juntos —digo con determinación. — ¿entendido?

Asiente débilmente, y por un momento, puedo ver una chispa de la persona valiente y fuerte que siempre ha sido. Nos quedamos en silencio, compartiendo este pequeño oasis de calma en medio de la tormenta.