TERCERA PARTE

CAPÍTULO EXTRA 2

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POV Terry

Observo bajo la tenue luz en la habitación el rostro calmado de mi amada. Se quedó dormida a mi lado, acurrucada bajo las sábanas y con las piernas entrelazadas con las mías. Aunque me encanta pasar las noches así, no puedo conseguir el sueño. Solo me quedo observándola, alerta ante cualquier reacción de su cuerpo. Tiene un embarazo más avanzado, y últimamente ha estado pasando por molestias como dolores en la espalda, cólicos abdominales, dolores de cabeza... Dice que no son intensos, pero aun así se queja frecuentemente. Me provoca mucha ansiedad pensar que algo malo podría pasarle a ella y al bebé, por eso debo estar al pendiente aunque Candy diga que sus síntomas son normales. No me confío.

Candy hace un sonido de incomodidad, y frunce sus cejas y nariz, aún estando dormida. La examino mejor, pero no parece que algo fuera de lo común le está sucediendo, así que ya más calmado, cubro mejor su cuerpo con la sábana, y acaricio su espalda buscando aliviar un poco su dolor.

Las expresiones de mi Pecosa se suavizan, y luego saca un suspiro de alivio como si nada hubiera pasado.

Cierro los ojos al saberla mejor, y trato de pensar en otras cosas, pero estos meses, lo único en lo que puedo pensar es en ella y en el bebé. Pienso en cómo será tenerlo en brazos, si será niño o niña, qué rasgos de nosotros obtendrá, por qué nombre se llamará, o...

Siento un golpe en mi abdomen que me hace abrir los ojos de nuevo. Nuestro hijo acaba de patear a Candy, y gracias a nuestra cercanía, yo también lo he sentido.

Los ojos de mi esposa se abren perezosamente, y como reflejo, se lleva la mano al vientre. Sonríe, y sube la mirada para verme, y ahí se da cuenta de que he estado despierto todo este rato. Su preciosa sonrisa se vuelve en una mueca de reproche.

—Terry... Tienes que dormir —me regaña vagamente, cansada de tener que repetirme lo mismo.

—Pues es que no puedo —me defiendo.

—Ya te he dicho que todo estará bien. Puedes estar tranquilo... —me asegura, y vuelve a tirar su cabeza sobre mi brazo, pero ya no es lo mismo, de la nada se siente incómoda. Se sienta sobre la cama y me observa con insistencia, pidiéndome con la mirada que yo también me reacomode. Me siento y recuesto mi espalda contra la cabecera de la cama, para que ella se acomode entre mis piernas y pegue su espalda en mi pecho—. Así está mejor... Gracias. —Besa mi mandíbula y deja su cabeza sobre mi hombro para tratar de reconciliar el sueño—. Trata de dormir, por favor. Necesitarás mucha energía para cuando el pequeño Anthony nazca.

—Que no se va a llamar Anthony —protesto—. Y mucho menos Michael, así que no me lo menciones.

—Pero es que no hemos conseguido otros nombres.

—No estoy tan desesperado. Además, puede que sea una princesita...

«O una monita», pienso esto último.

—Antonia —bromea con la clara intención de fastidiarme. Me disgustan los nombres, pero no puedo evitar sonreír gracias a lo melodiosa que es su risa—. Bueno, si es niño, ¿quieres ir por la niña? O si es niña, ¿quieres ir por el niño? A mi me gustaría tener los dos.

—Ni siquiera has dado a luz al primero y ya me estás pidiendo otro.

—Pues si. Quiero unos cinco, más o menos.

—¿Cinco? —Siento que mi corazón se salta un latido.

—Si. ¿No quieres?

—Pues... Es que no se si pueda manejarlo. No tengo dudas de que tú serás una madre maravillosa, ¿pero yo? —El miedo se posa en mi semblante, y esto preocupa a Candy.

—Vamos, serás un padre extraordinario... —habla con convicción, tomando mi mano y dándole un apretón.

—¿En serio lo crees, Candy?

—Claro que sí, ¿por qué no lo haría? —Sube la cabeza para verme, pero yo evito conectar con su mirada.

—De pequeño no recibí un buen ejemplo de mi padre... y él tampoco recibió uno de mi abuelo... y generaciones tras generaciones ha sido la misma historia. ¿Qué pasa si resulto igual? Lo menos que quiero es que sufran por mi culpa.

—Terry, tú no eres tu padre, ni tu abuelo, ni tus ancestros. No seguirás esa cadena porque tu amor es mucho más grande. Es normal tener miedo, yo también lo tengo, pero podemos hacer esto juntos. Si no lo creyera, no habría aceptado esto. —Levanta su mano al nivel de mis ojos y mueve su dedo anular para resaltar su anillo de casada.

Tomo su mano y la acerco a mis labios para besarla. Adoro ver ese pequeño detalle dorado decorando su dedo, porque simboliza el gran lazo que nos une. Adoro que siempre lo use, especialmente porque me gusta presumir el hecho de que yo tengo su par. Significa que es mi mujer, y que me ama a mi tanto como yo la amo a ella.

—Daré todo con tal de ser lo que tanto crees posible en mí. No te voy a fallar, Pecosa, ni a ti, ni a nuestros cinco hijos —digo, riendo por lo bajo—. Nada más espero tener todas esas fuerzas. Darte cinco hijos requerirá mucho esfuerzo de mí.

—Ni que te costara tanto... El trabajo más duro lo paso yo —asegura, señalando de nuevo a su vientre. Ahí vemos como este se alza con una segunda patadita del bebé—. Mira, Anthony está de acuerdo conmigo.

—Pues dile a tu hijo, que no se va a llamar Anthony, que me apoye a mi también. Si no fuera por mi gran esfuerzo, no estaría creciendo aquí. —Froto la pancita de Candy, y ella pone sus manos sobre las mías, alentándome a seguir acariciándola. Llevo mi boca al hueco de su cuello y comienzo a besarlo, saboreando su piel mientras mis manos comienzan a tomar otro rumbo.

Candy jadea quedamente y se retuerce sobre mi. Puedo notar que extraña estas muestras de pasión, porque en vez de pedirme que la deje descansar, coloca sus manos en mi nuca y acaricia el nacimiento de mis cabellos a la vez que me empuja más a su cuello.

Subo mis manos para tomar sus senos, y los acaricio con delicadeza, pues al hacer contacto con ellos, los noto más sensibles.

—Tu cuerpo ha cambiado... —señalo en un susurro cerca de su oído—. Estás más hermosa que nunca, Candy.

—No sé como puedes pensar eso. —Sus mejillas pecosas se tiñen de rojo y se ríe con nerviosismo.

Por alguna razón que no puedo comprender, su maternidad la hecho mucho más perfecta ante mis ojos. Cada cambio de su cuerpo me hace amarla aún más, y eso que creí que sería imposible, ya que cuando la vi caminando hacia mi en el altar, pareciendo un ángel con ese precioso vestido blanco, pensé que mi corazón no podría latir más fuerte por ella.

Ese día, el de nuestra boda, fue uno de los más felices de mi vida. No fue nada fácil para nosotros llegar hasta ahí, gracias a que hubieron algunos problemas en el camino, pero no fueron nada que no pudimos resolver...

Continuará...

꧁•𑁍•꧂