―Uf, así que esto es ponyville, no―.

Miré un pequeño pueblo a lo lejos, saqué el mapa que pude conseguir en Manehattan, una de las últimas ciudades que visité.

―Según esto, más allá del pueblo se ve canterlot―. Baje el mapa y mire alrededor del pueblo y más lejos, ―o es por la ladera de esa montaña―.

Miré de nuevo el mapa que tenía tachadas algunas ciudades: Manehattan, Dodge Junction, Rainbow Falls, Fillydelfia, por mencionar algunas.

―Ya no tengo tantas opciones para elegir un hogar y canterlot no es una opción―. Cerré el mapa y lo guardé en una alforja que encontré en un campamento olvidado, ―Sabes uno creería que en un mundo donde los ponys hablan sería más sencillo vivir―.

Y con eso último dicho seguí caminando, y por lo que vi me quedaría más o menos como medio día de caminata para llegar.

*Gurp*

Me detuve de caminar y giré el cuello para ver a mi estómago —callate, sé que tienes hambre—. , amigo, no tengo comida en este momento, exalé ―no necesito escuchar tus quejas ahora, solo intenta no molestar hasta que lleguemos a la ciudad, podrías no hacer ruido―.

No hubo respuesta, así que eso era una confirmación. Retomé mi caminata para ir al pueblo.


El ocaso, eso es algo que no me cansaré de ver en este mundo. Cada uno es diferente en cierto modo, es como si alguien pintara un lienzo en el cielo para que todos lo vieran. Miré en dirección al pueblo. Está lejos, todavía probablemente a unas tres a cuatro horas de camino.

Miré mis pezuñas agujereadas, aún tengo el escozor fantasmal de mis dedos, pero ahora tengo pezuñas de quitina negra y tienen agujeros, algunas veces crecen o se hacen más pequeños.

Temo el día en el que uno se haga demasiado grande y mi pezuña simplemente ceda.

Ese pensamiento todavía me hace estremecer, han pasado dos años, pero aun así, saber que si no me alimento o gasto demasiada magia, y podría perder una extremidad, ya es malo haber perdido las manos y poder moverme en dos piernas.

Me detuve cerca de un árbol al lado del camino, no era muy grande pero sí estaba a una altura donde me daría cuenta si algo intentaba escalar.

Salté hacia el tronco del árbol y empecé a escalar. Era un poco más fácil porque mi especie es un Changeling, tenía como una especie de telequinesis táctil más avanzada para poder adherirse a las paredes o techos.

Eso me recuerda cuando estaba en la colmena. Al principio pensé que era un sueño febril, pero cuando pasó una semana, bueno, mi mente se apagó y empezó a hacer casi todo automáticamente. Era como un instinto que me guiaba a cavar y hacer diferentes entradas y salidas.

No era nuevo para mí, a veces cuando era humano entraba en modo automático, en esos momentos solo recordaba salir de la cama y mirar a mis zapatos. Mi siguiente recuerdo es que estoy escaneando un jugo de naranja de 2L a una anciana de 60 y algo años.

Era extraño cuando pasaba, pero no inesperado, cuando desperté en este mundo. Poco, estuve en ese estado alrededor de un mes.

Eso no fue tan malo como uno esperaría. Cuando me empecé a mover a cuatro pies, o pezuñas en este caso, mi cuerpo y mente ya se habían acostumbrado. Claro, claro que me tropecé una o dos veces más, pero no tenía problemas al caminar. El problema radica en que no tenía pantalones, o calzoncillos para el caso.

Es un poco incómodo aveces cuando un viento frío golpea tus pelotas, bueno, mayormente tengo la cola pegada religiosamente a mí para no mostrar mis productos, como dirían algunos drones en la colmena.

Ellos no son tan malos mientras no los molestes, algunos más agresivos que otros, claro, solo me quedé en ese lugar hasta que la reina hizo un plan para invadir un área de equestria. Pozo, no sé si ese plan era verdad o no, pero los demás drones de la colmena estaban emocionados por eso.

Luego de eso, abandoné la colmena para intentar vivir en otro lado. Me fui por dos razones.

Sobreexplotación laboral y la incursión que se haría, digamos que no quería estar presente cuando la golpeó el ventilador, y aquí estamos dos años después, o eso creo.

También tenía que decir, que tenía alas, y tengo un cuerno en mi frente. También puedo usar magia, aunque eso me hace sentir con más hambre. Sé usar la telequinesis e hice unos pocos experimentos con ella, resulta que sí podemos agarrar las partículas del aire. o mejor dicho, podemos mantenerlas, eso no sería impresionante por sí solo, bueno, hasta que sin querer hice más o menos una esfera de hielo con el aire y partículas que estaba sosteniendo.

Si explicar por qué tenía hielo cuando estábamos en lo que parecía un desierto, no fue divertido. Después de eso aprendí a más o menos enfriar el campo telequinético que hacía, como también calentarlo. Lástima, no puedo hacer eso más, no tengo reservas para alimentarme a mí, ni a mi magia para experimentar, solo tengo una reserva para una situación peligrosa.

Mira una rama grande y cómoda para dormir, si he dormido en árboles tanto como humano como Changeling. Cuando era humano, digamos que las cosas no eran tan aburridas como unos pocos pensarían. Cuando era niño, iba a una finca que tenía la familia y bueno, había una casa del árbol. Dormir una o dos veces en las ramas en vez de la cabaña que estaba en el árbol, si no era el más apto a cuidar mi propia salud física.

Me acosté en la rama e intenté acomodarme.

Miré entre el dosel del árbol y vi una noche de estrellas y la forma de la cabeza de un caballo en la luna. Correcto, caballo, es un insulto en esta sociedad equina. Creo que era pony, sí, pony . Miré el pony que se marcaba en la luna. Esta luna era un poco más grande que la de la tierra, eso es que estaba más cerca.

Recosté mi cabeza contra la rama y miré mis pezuñas, extraño mis dedos.

Y con eso último dormí.


Abrí mis ojos solo para ver el amanecer.

Hermoso.

*Gurp*

―Oh, callate―.

No tengo raciones y, en general, no puedo comer ninguna cosa. Lo malo de la especie que soy ahora es que se alimenta de sentimientos o para ser más específicos del sentimiento del amor.

Lo cual considero una, pero no puedo hacer nada al respecto, aunque en mi tiempo explorando pude encontrar otra forma de alimentarme.

Comida infundida con amor. Si literalmente lo que me alimentaria más sería comida hecha con amor, y que sería hecho con amor, correcto la repostería, más específicamente una familiar.

―Bueno, poco puedo hacer ahora.― Bajé el árbol y empecé a caminar de nuevo hacia el pueblo llamado Ponyville ―solo espero que estos no vengan con horcas y antorchas―.

Un mal recuerdo me vino a la mente —si no volveré a Tall Tale—.


Bien, ya estoy a las afueras de la ciudad.

Según el mapa y la descripción que ofrece, dice que es un pueblo agrícola y muy animado. Alce la mirada para ver un pueblo vacío sin nadie en las calles —curioso— hablé en voz alta, miré el mapa de nuevo para ver si tenía más información.

Dice que busqué un gran edificio y que allí debe estar el alcalde. Cerré el mapa y lo volví a guardar, me puse de pie y empecé a ir hacia lo que yo creía que era el centro del pueblo.


Vacío, vacío y vacío.

No importaba por dónde pasaba esto, era lo más parecido a un pueblo fantasma claro. Si no fuera por los murmullos y la movida de persianas o los puestos recién surtidos, diría que esto estaba abandonado.

Mira el lado bueno, todavía no han sacado orcas o perseguirte con antorchas o hachas.

Mira una fuente. Cuando me acerqué a esta, me miré la cara en el reflejo del agua. Sé que soy feo, pero tanto como para que todos corran. me reí internamente por esa broma, alce la vista, miré alrededor de las casas a ver si veía algo parecido a un gran edificio.

Lo tengo. te vi, era grande como tres pisos tal vez o eran cuatro, no lo sé, me dirigí de camino a ese edificio en particular.

Escuché unos jadeos a veces y como caían algunas cosas, los oídos de Changeling son buenos, mejores que los humanos.

Subí los escalones y toqué la puerta tres veces.

Sin respuesta.

Probé la manija y se movió.

―Buenas tardes― anuncié mientras abría la puerta.

Lo que me recibió fueron unos escritorios vacíos y sin sonido aparente. Claro estaban las respiraciones, pero no iba a molestarlos o decirles cuánto puedo escuchar en realidad.

Me acerqué al escritorio más alejado de la puerta y que tenía mejor forma, vi un pequeño banco al frente y me senté en él, con cuidado para no aplastar mis pelotas. Creéme, no es divertido cuando te sientas en ellas.

―Hola, vengo a preguntar si tienes apartamentos o casas en renta― pregunté en voz alta esperando una respuesta. Claro, claro, prefiero un apartamento porque la renta sería más barata que la de una casa completa.

Creo que pasó alrededor de veinte minutos hasta que una yegua color crema claro y una melena gris apareció por debajo del escritorio mientras temblaba un poco. Se nota que estaba nerviosa, eso o estaba aterrorizada.

Probablemente la segunda, ―b-bueno, en este momento n-no tenemos a-apartamentos d-disponibles― fueron sus palabras. Admiro que no haya gritado o que no me haya negado del todo —hay una casa f-fuera de la c-ciudad que estaría d-disponible—.

Bueno, no me negó del todo, por lo menos me está diciendo que tengo una opción —así que solo hay una—. La yegua asintió lentamente. —¿uf, de cuánto sería la renta de esta casa?—pregunté.

―S-serian s-sesenta Bits señor...―.

―Orión, llamame Orión― interrumpí.

La yegua parecía más calmada ahora —Alcaldesa Mare.― Incline la cabeza ante el extraño nombre —la renta por esa casa sería de s-sesenta Bits mensuales.― Di un asentí con la cabeza ―para hacer un depósito por adelantado tendría que pagar cuarenta Bits―.

Malditos políticos y sus tendencias a robar dinero. suspiré y calmé mis impulsos de querer romper algo. Bajé una de mis pezuñas delanteras, agarré la bolsa de Bits que tenía guardada, no es robado, no todo, sé que tenía alrededor de ochenta y cinco Bits en esa bolsa, ―bueno al menos puedo pagar por la renta― murmuré para mí mismo, aunque note el movimiento de sus orejas, probablemente me escucho.

Saqué tres monedas de diez Bits y diez monedas de un Bit y las coloqué sobre la mesa.

―Bueno, viendo que ha hecho el depósito inicial― dijo para buscar en uno de los cajones del escritorio, buscó en varios a decir verdad, luego sacó una llave y continuó ―esta es la llave de la casa que rentaste― dijo y colocó la llave sobre la mesa.

―Bueno, podría decirme cómo es la casa que renté, y dónde la encontraría―.

La yegua asintió y luego sacó un mapa del pueblo. Con una de sus pezuñas señaló una casa alejada al sur de la ciudad. vine por el norte, así que no la vi. ―Cómo podrás ver, esta es una de las pocas casas que están a las afueras al sur del pueblo―.

Asentí con la cabeza, analizando lo más que podía del mapa. Lo que más me llamó la atención fue un edificio en forma de magdalena llamado SugarCube Corner. También fue algo parecido a un carrusel y una casa del árbol que estaba marcada como biblioteca.

―La casa que estás rentando tiene dos pisos y tres dormitorios en la parte superior, dos baños, uno en la parte superior y otro en la inferior. El piso inferior tiene una cocina, una sala de estar y un comedor. En la sala de estar hay una chimenea―

Asentí de nuevo con la cabeza por la cantidad de información que fue dada de la casa en la que iba a vivir hasta que me echaran del pueblo o sacaran las orcas.

―La casa está un poco lejos de la ciudad, como a unas dos millas y media del borde del pueblo―. La yegua es muy informativa cuando no está temblando o arrullando de miedo. ―Llegaste el día veintiocho de marzo―, dijo mientras firmaba unos papeles de comprobante, creo . —Y con esto sería todo, solo tienes que firmar aquí y haces el depósito, con eso ya estarías listo para ir a tu nuevo hogar― termino con una sonrisa y ojos cerrados.

Cuando los volvió a abrir, se volvieron temerosos y su lenguaje corporal mostraba más incomodidad que miedo ahora.

Tomé los documentos y empecé a leerlos. No son muy diferentes a los humanos. firme y agarré la llave. Cuando me levanté del asiento, miré a la yegua e incliné mi cabeza —gracias―.

Luego me fui y salí por la puerta principal. Ahora vislumbré a muchos más ponys que antes, pero rápidamente se escondieron en casa y detrás de puestos en un lapso de tres segundos. No puedo decir que estoy impresionado porque en Dodge Junction sacaron orcas y lanzas en dos segundos.

Miré alrededor de la alcaldía y vi un letrero con trabajos, vi diferentes notas: unas verdes, rojas, amarillas y naranjas; cada una tenía una descripción del trabajo y la paga.

Suspire y me dirigí en camino a SugarCube Corner, puedo decir que es una panadería por la forma de su edificio, o eso, o sus gustos son demasiado extraños. Bueno, no importa mucho porque ya huelo el olor a pan y repostería y puedo decir que el edificio está al otro lado de la calle.

Subí los escalones y toqué la puerta tres veces. Luego de unos cinco segundos abrí la puerta, hubo un tintineo y entre, hubo varios jadeos colectivos en la multitud que había dentro.

Me acerqué al mostrador que estaba sin clientes en el momento, gracias a Dios, ―hola―.

La yegua del mostrador no me atendió al instante, era un poco regordeta de pelaje azul su melena, como si fuera crema de color rosa y rosa claro.

Silencio fue la respuesta, incómodo. ―Solo venía a preguntar el precio de media docena de magdalenas―.

Silencio, al menos durante unos buenos segundos ―once Bits―.

Fue toda su respuesta, un poco caro pero es lo mejor en alimento que podría comer por ahora. Saque la bolsa de Bits y coloque en el mostrador los once Bits que pidió.

Hubo silencio y vi a la yegua mirar los Bits y luego mirarme. Se movió hacia un lado de la vitrina y agarró la media docena de magdalenas, las empacó en una pequeña caja y me las entregó —que tenga buen día—.

Su voz era parecida a la mecánica, creo que fue la fuerza del hábito la que habló porque al momento de decirlo se quedó con los labios a medio cerrar, solo tomé las magdalenas y empecé a irme. ―Gracias― dije antes de irme por la puerta para ir a mi nueva casa hacia el sur de Ponyville.