LA REPOSTERA DE LA CUADRA

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Harley acercó mucho el rostro.

Colocó un dedo en su barbilla y entrecerró los ojos, como si quisiera observarme con una lupa

—¿Por qué tienes esa cara? — Inquirió — Pareciera que estás... Pensando.

Bufé.

—¿Por qué lo dices como si estuvieras sorprendido? — No oculté la molestia en mi voz.

Lo escuché murmurar alguna cosa ininteligible.

—¡Ay, ya sé! — Exclamó, soltó un grito tan agudo que me taladró los oídos — Estás pensando en la señorita repostera.

—¿No tienes que irte ya? — Le di un golpe en la pantorrilla — Tu vuelo sale en dos horas, deberías estar en el hotel preparando tus maletas.

Acarició su pie.

—Ya, ya, me iré en unos minutos — Se quejó — No tengo prisa, además, como bien ya dijiste, todavía tengo dos horas.

El chico se dejó caer en la silla y extendió los brazos por el respaldo hasta llegar al mostrador.

—La gente normal anticipa su vuelo al menos dos horas antes — Lo regañé.

—¿En serio? — Sujetó uno de los tulipanes que tenía en la mesa y lo puso encima de su cabeza.

Se la arrebaté.

—¿Cómo es que no lo sabes?

Se encogió de hombros.

—Siempre viajo con Solidad, yo solo hago lo que ella me dice.

Solté un suspiro.

—Increíble.

Solidad tuvo que regresar por temas de trabajo antes de tiempo, Harley no había logrado cambiar su ticket para irse con ella así que tuvo que dejarlo como estaba y hacerse a la idea de regresar dos días después.

Él no conocía a nadie en la ciudad, Solidad lo había dejado a mi cargo y por ese motivo, pasaba gran parte de la tarde en la florería.

Lo observé de reojo sujetar otro tulipán con una pinza en su cabeza y mover el cuello para balancearlo de un lado a otro.

Puse los ojos en blanco y concentré la mirada hacía el arreglo frente a mí, iba a darle un poco de tiempo más para jugar, ya le recordaría que debía irse pronto, no quería tener que pasar una tarde más con él si perdía el vuelo.

Los adornos en abanico no eran mis preferidos, pero estaban en tendencia y tenía que aprovechar para atraer gente, además, dejar mi marca personal para hacerlos únicos me beneficiaría.

Ya había muchas florerías que hacían ese tipo de decoraciones así que se me ocurrió usar hojas altas para la base y doblarlas para formar una cama abultada dónde iría un camino de tulipanes y pensándolo bien, hacerlos destacar con ayuda de la gypsophila...

Escuché el plástico de la silla crujir, el chico estaba dando vueltas con fuerza sobre su propio eje.

—¿No tienes nada mejor que hacer, Harley? ¿No te gustaría salir y pasear por la ciudad?

Fingió sollozar.

—No eres nada sutil para sugerir que te incomoda mi presencia.

—Eso pretendía — Contesté.

Se levantó de un salto y comenzó a caminar para tomar su abrigo morado, una prenda que parecía más bien un peluche que no debería usarse a plena luz del día por el calor de la ciudad.

Colocó una mano en su cadera y me sonrió.

—Está bien, ganaste, ya me voy — Se inclinó a mi lado — Pero antes... Ya cuéntame, ¿Cómo vas con la señorita repostera?

Suspiré, no parecía dispuesto a dejar pasar el tema.

—¿Desde cuándo te refieres a ella con tanta cortesía?

Silbó, meneando la cabeza.

—Es que no puedo evitar molestarla, pero la verdad me cae bien — Dijo — Además, ¿Cuándo vas a entender que solo me gusta molestar a la gente, Drewie?

—La verdad es que no me importa.

Colocó la mano en su corazón, de forma teatral

—¡Ay! ¡Cómo me duele! —Se distrajo observando el esmalte azul de sus uñas — Ya en serio, deja de evadir mi pregunta.

Estaba bromeando, ¿No?

De todas las personas en el mundo, Harley era la última persona en la que pensaba para hablar de mi vida privada.

Además, aunque quisiera contestar su pregunta, no había nada que agregar, mi última conversación con May había resultado estrepitosa y no me apetecía entrar en detalles.

—Por tu silencio intuyo que nada bien — Murmuró.

Tomé uno de los tallos desechados y se lo tiré en la frente.

—No pienso escuchar chantajes de alguien de cuya vida romántica es desconocida.

Abrió mucho los ojos.

—¿Eso que tiene que ver? Que no sepas sobre mis cortejos no quiere decir que no sepa conquistar a alguien, quién sabe, a lo mejor podría ayudarte.

—Creo que no te queda claro que...

Pasó su mano alrededor de mis hombros, ignorando por completo mi indisposición y me guio al centro de la habitación, dónde nadie podía escucharnos.

—Mira, lo que necesitas hacer es dejar de ser tan serio — Susurró — Un besito siempre funciona con las chicas.

—Suéltame — Intenté zafarme de su agarre, pero fue imposible

Simplemente tenía que ignorarlo, sabía que trataba de provocarme, tenía que mantener la compostura.

—Ay, te pusiste rojo — Canturreó.

¿Cómo es que podía ser tan intuitivo? ¿Podía darse cuenta de esas cosas solo por su deseo de cotillear?

—Drew, enserio, cuéntame, ¿Cómo fue? No voy a burlarme.

Entrecerré los ojos, receloso.

No estaba usando esa característica voz chillona, me hablaba con normalidad y parecía bastante dispuesto a escucharme.

Harley capturaba atención alrededor que a mí me incomodaba, Solidad parecía disfrutar un montón de nuestra dinámica, era la más divertida con nuestras interacciones y no había mostrado modestia cuándo me dijo que intentaba animarme a desenvolverme a través de Harley,

Mi amiga había dicho que solo necesitaba darme la oportunidad para entenderlo y estaba muy segura de que podía confiar en él, decía que podía ser bastante sensato cuándo se requería y para mi sorpresa, estaba sintiendo la energía de la conversación diferente.

¿Podía permitirme ser sincero? ¿Podía confiar en él?

Si lo pensaba bien, iba a hablar del tema con Solidad tarde o temprano, ella le contaría a Harley y bueno... No importaba, el resultado sería el mismo.

— En la frente — Mis palabras fueron un susurro, creía que Harley no me había escuchado hasta que lo escuché refunfuñar.

—¿En la frente? ¡Así no! ¡Dios! A ver, vamos a ver, calma Harley — Miró al cielo y regresó la vista hacía mi — Las flores siempre funcionan ¿Le has dado una como esas o algo así?

Señaló el florero a mi izquierda, un arreglo recién hecho lleno de rosas rojas y blancas.

—Si.

—Oh, bueno, eso está mucho mejor.

—De papel.

Chocó la palma de su mano en la frente

—¿Cómo que de papel? ¡Vamos Drew! — Me sacudió — Eres el señor rosas, ¿No debería ser fácil para ti cortejarla?

Me aparté de golpe, había sido suficiente.

—¿Por qué estoy hablando de esto contigo? — Inquirí — Ya deberías irte o se te hará tarde.

Lo escuché suspirar, como si se dirigiera a mí con la paciencia de un padre a su hijo de cuatro años.

—Drew, Drew... — Murmuró — Entiendo que tus habilidades sociales son pobres, pero entonces deberías buscar otras alternativas.

Levanté la ceja.

—¿Alternativas de que tipo?

—¡Osh! Como esa mirada, por ejemplo, solo intimidas a la gente — Se quejó — Y no debes forzar las oportunidades, cuándo se presente una, tómala.

Torcí la boca.

—Creo que es mejor planificarlo

Se sobó la cien.

—Solidad tiene razón, eres un cabezota, aunque bueno, al menos ahora se puede conversar contigo... — Murmuró — Mira, deja de pensar las cosas tanto y si tienes que hacer algo, simplemente hazlo.

Se acercó a mí y palmeó con fuerza mi hombro.

— Ciao, Drewie — Dijo — Luego me contarás como te fue.

—Ni en sueños.

—Igual me voy a enterar — Lanzó un beso al aire y desapareció por la puerta — Ah sí, no olvides que, si tu no tomas la oportunidad, alguien más lo hará.

Tendría que quejarme con Solidad después, si tenía que dejar a Harley bajo mi cuidado otra vez acabaría teniendo jaqueca, justo como ahora.

Además, ¿Qué tipo de consejo era ese?

Muchos de mis planes habían funcionado precisamente porque yo mismo había creado mis oportunidades luego de analizar los posibles resultados, además, por supuesto que sabía cómo cortejar a una persona, pero... No había plan que funcionara cuándo estaba con May.

No importaba lo mucho que analizara las opciones en mi cabeza, generalmente luego de verla mis pensamientos hacían ruido con tanta fuerza en mi mente que me causaba malestar.

Esa sensación de no tener el control sobre ellos era fastidiosa, me tardé un poco en entenderlo y decidirme a alcanzarla, pero su intento de acercarse en el parque me había removido por completo.

Había cometido un error al pedirle tiempo, necesitaba arreglarlo... Además, estaba aquello que Harley había dicho.

Mi mirada indagó en el florero de rosas que el pelimorado había señalado, contemplé la rosa más brillante entre todas y la tomé.

Cerré el local apresurado, guardé todo en mi departamento y salí hacía la calle, apurado con un montón de pensamientos frenéticos que se apaciguaron de golpe en cuanto vi a la causante de mi agobio frente al edificio.

—Hola, May.

Ella no observaba precisamente en mi dirección, pero en cuánto se percató de mi presencia, me regaló una sonrisa.

—Hola, Drew.

Una corriente de aire frío rozó sus mejillas, tiñéndolas de rojo.

¿Qué hora era? Juraría que Harley se había ido apenas hacía unos minutos, el cielo ya se había coloreado de naranja y el sol se asomaba por la calle, escondiéndose.

¿Cuánto tiempo había pasado perdido en mis pensamientos?

La energía refrescante que desprendía May seguía intacta incluso después de no verla por varios días, ella tenía ese efecto ansiolítico en la gente, Solidad, Alexa, Brianna y hasta el mismísimo Harley eran la prueba de ello.

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No debes forzar las oportunidades, cuándo se te presente una, tómala.

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Chasqué la lengua.

¿Por qué parecía que las circunstancias se empeñaban en darle la razón a Harley?

Sentí mi cuerpo aflojarse, me había olvidado de tomar aire, tuve que entrecerrar los ojos y frotarme la cabeza, se me escapó una maldición.

—¿Todo bien? — Preguntó May, se acercó un par de pasos e inclinó el rostro un poco hacía mí.

Por supuesto que iba dispuesto a buscarla y de pronto, ella estaba ahí, como si nada, como si el propio universo la hubiera puesto ahí para darme una señal.

Una señal que necesitaba tomar y aprovechar, porque de otro modo, tal como había dicho Harley...

.

Si tu no tomas la oportunidad, alguien más lo hará.

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—Si si, todo está bien, es que me sorprende... — "Encontrarte cuándo más lo necesito", completé la frase en mi cabeza, me di un golpe mentalmente y repuse con rapidez — Quería verte, May, espero no importunarte, ¿Me concedes un poco de tu tiempo para hablar?

Apenas pronuncié esas palabras, un brillo afilado apareció en sus ojos azules.

En seguida su tono de voz se volvió mucho más animado, parecía que había esperado por ese momento un buen tiempo.

—Sí, claro, yo también quería hablar — Contestó — ¿Cuándo? ¿Ahora mismo?

—De ser posible — Convine.

Ella asintió.

—Adelante

Extendí el brazo para cederle el paso y dejarla avanzar, francamente asombrado por la energía segura que desprendía.

Había sido muy fácil juzgar a May desde el principio, su lenguaje corporal expresaba inseguridad, era capaz de saber que era lo que estaba pensando porque su cara pintaba con exactitud sus emociones y rehuía mi mirada cada que podía.

Tal fue mi insolidaridad que me permití ser desconsiderado con ella hasta que me di cuenta, por su propia voluntad de mejorar, que estaba realmente equivocado.

Desde entonces, no había dejado de sorprenderme con sus avances.

La joven que caminaba frente parecía imperturbable, tenaz, capaz de enfrentarse a cualquier...

—¡Ay!

May tropezó.

Apenas se desbalanceó un poco, se sujetó del marco de la entrada de mi departamento y recobró la compostura rápidamente

—¿Estás bien? — Pregunté, mis manos ya estaban extendidas al frente, listas para sujetarla.

Soltó una risita nerviosa.

—Sí, jaja, no puedo creerlo.

Aquella respuesta me arrancó una carcajada.

Si, definitivamente no dejaba de sorprenderme.

—Yo tampoco puedo creerlo — Dije, encendí las luces y coloqué mi abrigo en el perchero — Será mejor que me esperes aquí, no queremos accidentes, puedes ponerte cómoda.

Ella tomó asiento en el sofá y soltó un suspiro.

Lo primero que pensé en la soledad de mi cocina, fue llegar directamente con la rosa, esa imagen me pareció bochornosa y tuve que desistir de la idea, al menos debía crear alguna atmósfera con bocadillos que, para mi mala suerte, no tenía en mi refrigerador.

Perfecto, ¿Qué se suponía que debía hacer sin nada en mi nevera? Solo tenía frutas, yogurt y agua mineral.

Improvisé machacando frambuesas en los vasos, corté las fresas a los costados para simular los pétalos de una rosa y acompañé todo con agua mineral, en otro recipiente acomodé el resto de las frambuesas y un cuenco con miel y yogurt para acompañar.

Puse las manos a ambos lados de la cocina y contemplé la rosa, decidí entonces, que definitivamente no era el momento.

Salí de la cocina y puse todo en la mesita del sofá, ella me sonrió y aceptó la bebida de buena gana.

—Gracias.

La naturaleza de nuestra conversación era delicada, era menester para mi respetar su espacio personal así que creí conveniente sentarme al frente, aunque aún con esa distancia, todavía pude percibir ese embriagante aroma a melocotón y vainilla que tanto la caracterizaba.

—Espero no haber interrumpido en tus actividades — Comenté.

Pude ver como admiraba sorprendida el detalle de la fresa en su bebida.

—No te preocupes, no tenía planeado nada concreto hoy — Dijo — Esta rosa es muy bonita, creo que voy a robarte la idea.

—Adelante.

Percibí cierta consideración de su parte, aguardaba con paciencia y aquello no me pareció correcto, si estábamos así, era porque yo lo había ocasionado.

Mis dedos saltaron sobre el cristal frio de mi vaso, bebí un sorbo y solté un suspiro, era la primera vez que me sentía así de vulnerable, necesitaba actuar de una vez.

—May, escucha — Dejé mi vaso en el centro — Me gustaría hablar y aclarar lo que ocurrió ese día en el parque.

La chica asintió.

— Si me lo permites, quisiera comenzar — Contestó, parecía aliviada — He tenido tiempo para pensar en eso, y quiero disculparme, fui precipitada y no me di cuenta de que te estaba incomodando.

El brillo en sus ojos se intensificó, parecía verdaderamente arrepentida y eso no me gustó en absoluto.

Era muy fácil para mi rechazar a las jóvenes que se mostraban interesadas en mí, bastaba con ser directo o a veces, demasiado duro para dejar en claro las cosas, con May era diferente y era consciente desde hacía un buen tiempo que mi relación con ella era especial en muchos sentidos.

Era la primera vez que surgía en mí el interés de acercarme a alguien de esa forma, creía que bastaba con señales para que pudiera interpretarlo, pero no esperaba que ella tomara la iniciativa.

Eso me hizo sentir abrumado, no estaba acostumbrado a confrontar los sentimientos que me hacían sentir expuesto y traté de escapar.

—Eres muy importante para mí, Drew — Siguió diciendo — No quiero perder una amistad tan valiosa como la tuya así que, de verdad quiero sepas que estoy apenada por haberte puesto en esa situación.

Solté una risita.

—¿Qué? — Inquirió.

Sus palabras no me ponían las cosas fáciles.

Estaba seguro de que ella había interpretado correctamente mis señales, pero no podía culparla, después de todo, yo me había alejado de su intento de aclarar las cosas.

—Te agradezco — Dije con sinceridad — Pero no debes sentirte mal.

—¿Cómo? — Preguntó

Me recorrió en mi asiento.

—Siento mucho que mi cobardía te haya hecho creer que fue un desacierto tratar de mostrarme tus sentimientos.

Ella me miraba con intriga.

Debía ser tan directo como mi poca habilidad romántica me lo permitía en ese momento o de otro modo, solo hablaríamos sobre cosas sin sentido y no llegaríamos a ninguna parte.

—May, hora del examen.

La fresa que sacó del vaso saltó de sus dedos, me lanzó una mirada confundida.

—¿De qué hablas? ¿Cuál examen?

El volumen de mi voz fue apenas un susurro, me incliné hacía ella.

—Dime y observa con atención — Pedí — Desde que me conoces hasta ahora, ¿Qué ha cambiado?

Su rostro cambió del desconcierto a la incredulidad muy rápido.

Examinó mi rostro de un lado a otro y lo recorrió de arriba abajo, como tratando de entender lo que debía encontrar.

—¿Qué ha cambiado en mí, May? — Pregunté.

—¿Puedo acercarme?

— Si

Se levantó y ocupó el lugar a mi lado en el sofá, me quedé ahí quieto, sintiendo su aroma más cerca.

Ella me sostuvo la mirada y su gesto se suavizó, la luz de la habitación reflejó en sus ojos, invitándome a perderme en el color tan particular de sus pupilas.

Encontré un artículo en internet, que explicaba la inexistencia de los ojos azules, al parecer la ausencia del pigmento y el reflejo de la luz les proporcionaba el color azulado en las capas del iris... ¿No es eso absurdo?

Decir que los ojos que son capaces de hundir barcos no existen.

Aquella mirada era el vivo reflejo de las emociones de May, podían ser piadosos, serenos o coléricos, no importaba que me mirara con ira, porque eso no la hacía parecer menos hermosa.

El roce de sus dedos tocando mi mejilla me provocó un sobresalto que supe disimular, me removí en el sofá y me concentré en su mirada nuevamente.

Ella lo sabía, sabía que no era la misma persona que había conocido en el supermercado, podía verlo en mi mirada y quizás, ya lo hubiera notado mucho tiempo atrás.

—Sé que lo sabes, pero no está de más dejarlo claro — Susurré — May, eres el motivo por el que rechacé a Brianna.

No parecía sorprendida por escuchar eso.

Rozó mi mejilla con sus dedos y sonrió.

¿Cómo poder expresarle en voz alta mis pensamientos? ¿De que forma alcanzarla con mis impresiones sobre ella y lo mucho que la admiraba por haberse esforzado tanto? Mis pensamientos eran mucho más grandes y enrevesados de lo que salían de mi boca.

Ella ya no era la joven repostera miedosa por el mundo, ahora era una chica segura de lo que quería y dispuesta a conseguirlo.

Su respiración se volvió densa, sentí su perfume más cerca y aquel brillo afilado apareció en sus ojos nuevamente al colocar con delicadeza sus labios sobre los míos.

Fue un roce apenas perceptible, ligero como el tacto de una pluma y electrizante, como para pedir permiso.

No hacían falta palabras, entendía su mensaje, inspiré con fuerza y levanté el rostro para responder.

Fue fácil y directo, sin objeciones ni confusión.

Solo May y yo.

Sus dedos recorrieron mi nuca y tiró de mi suavemente, me levanté para apoyar mi rodilla en el cojín y extendí mis manos sobre el respaldo del sofá para evitar aplastarla.

Cada movimiento era delicado, como la situación en la que nos encontrábamos.

Sentí su cuerpo enderezarse cuándo mis manos viajaron hacía su cintura, intentó acomodarse en el sofá, pero tuvo que apartarse para tomar aire.

Coloqué mis manos a ambos lados de su cara, contra el sofá.

—¿Estás bien? — Pregunté, sin querer apartarme.

May deslizó su cabeza y colocó su nariz en el hueco de mi cuello.

—No esperaba ser correspondida — Admitió.

Incluso en ese ángulo, pude ver sus mejillas sonrojadas, su respiración era igual de pausada y profunda que la mía.

Quise acercarme, pero me contuve, intentando decidir si lo mejor era continuar o apartarme.

—Ah, es verdad — Contesté — ¿Cómo dijiste? Que no querías perder mi valiosa amistad.

—¿Qué esperabas? — Se defendió — Tus señales eran confusas, no puedes culparme.

Torcí la boca y recapitulé los acontecimientos.

Mi acercamiento hacía ella, la idea de presentarla con clientes para darla a conocer, mis intentos de impulsarla presentándole a Solidad, la rosa de papel, el beso en la frente, el anillo...

—Pues yo lo veo muy claro — Contesté

Ella puso los ojos en blanco, me sostuvo la mirada y luego, me reí.

—Para ser justos, creo que tienes razón — Admití — Creía que había sido lo suficientemente directo, la conversación en el parqué me desequilibró en muchos aspectos.

—Lo entiendo — Dijo — De verdad.

Arqueé una ceja.

—¿De dónde sale tanta benevolencia?

—Un buen amigo me dijo, que a veces necesitábamos tiempo para entender sentimientos inexplorados.

Me sonrió con calidez, sostuvo mi mirada un rato y luego cerró los ojos cuándo acaricié su mejilla.

Sabía lo que esperaba, pero decidí divertirme un poco.

Me dejé caer en su vientre y sujeté su mano a la altura de mi pecho, el silencio era una comodidad que no todas las personas tenían la dicha de experimentar, quizás fue eso lo que me hizo cerrar los ojos y disfrutar de ese momento.

—Quedémonos así — Pedí.

Apretó mis dedos en respuesta, pero eventualmente su agarre se aflojó, su mano dejó de acariciar mi cabello y me di cuenta de que estaba dormida.

Me levanté para contemplarla unos segundos y luego, entré a la cocina rápidamente para tomar la rosa y regresar a su lado.

Con mucha suavidad sujeté su hombro y la acerqué a mí para que utilizara mis piernas como almohada, pasaron unos segundos en los que ahora yo era quién acariciaba los rasgos de su cara hasta que poco a poco, comenzó a espabilarse.

—Lo siento — Susurró — Estoy un poco cansada.

—Descuida, puedes dormir el tiempo que quieras — Contesté.

Reprimió un bostezo y se frotó la cara.

—Hay algo que quiero darte — Dije — La verdad es que quería darte una desde hace mucho tiempo.

Deslicé la rosa en sus dedos, con cuidado, noté su mirada asomarse un poco hasta que la imagen se volvió clara para ella.

Me di el tiempo de analizar su expresión, su mirada iba y venía desde la rosa hacía mí, no fue como aquella que vi la primera vez que fui un tonto y me burlé de ella, su rostro se iluminó, me mostró sus dientes y sujetó la rosa contra su nariz.

—Es hermosa.

Solía contarle historias para distraer su mente de sus encuentros florales, pero ahora, no parecía necesario.

Por ese motivo, me centré en mí, en rememorar al chico egoísta y burlón que había llegado decidido a triunfar, al joven antipático y poco sentimental que había cambiado por completo para mostrar su mejor versión a la joven que también se esforzaba por mostrarme en lo que quería convertirse.

May había cambiado, lucía segura, radiante y dispuesta.

— Así que May — Dije, solo para confirmar — ¿Puedo acompañarte en tu travesía?

Me ofreció una mirada que jamás había visto.

—Solo si me permites acompañarte en la tuya.


Lo que me costó encontrar la forma de iniciar sesión aquí.

¡Pues hemos llegado al final!

Ya solo me queda agradecer a quienes estuvieron acompañándome a lo largo de esta historia, no hubiera imaginado que realmente podría terminar con este proyecto.

Iré subiendo mis OS del concurso, aunque no hay actualizaciones por el momento.

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Me concentraré por ahora en mis errores ortográficos para hacer la historia mucho más disfrutable.

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Se siente, como un vació, ¿No es así?

Saludos, Xana.