Disclamer: Todo pertenece a JK. Lo único que yo tengo es mil historias Drarry en mi cabeza y de vez en cuando una se escapa.
Epílogo. Una fase inesperada.
«And isn't it just so pretty to think
All along there was some
Invisible String
Tying you to me?»
(¿Y no es hermoso pensar que todo el tiempo hubo un lazo invisible atándote a mí?)
-Invisible String, Taylor Swift
Había sido una semana agotadora. Jamás pensó que al regresar al trabajo luego de 22 días, se sentiría tan abrumado. Pero es que todo había cambiado demasiado en ese corto tiempo. Su reconciliación con Harry, darle la noticia a sus hijos, decidir que realmente no tenían que postergar el vivir juntos… Aunque su mudanza se vio interrumpida cuando fue notificado de una visita de urgencia a Francia, debido a una huelga para presionar por los términos de un convenio comercial. Solo un motivo más para inclinarse por su idea de renunciar a su cargo. Aunque oficialmente habían acordado dejar pasar un par de meses y ver cómo funcionaba eso para su relación. Sonrió a pesar del cansancio y el hastío. Hacía solo cuatro días que salió de Inglaterra, pero habían hablado cada noche, usando la red flu hasta entrada la madrugada, en una ocasión escuchando como su hijo le decía a Harry que terminaría con dolor de espalda. Y que no era necesario exagerar, que él estaría de vuelta pronto. Volvió a sonreír pensando que por primera vez desde que asumiera ese cargo, lo estaría esperando una casa bulliciosa. Podría cenar escuchando sobre las vivencias de sus hijos y luego irse a dormir abrazando a su amado. Bueno, con suerte podría cenar. Usualmente le generaba malestar el uso del traslador internacional. De hecho, a cuatro días de haber viajado todavía padecía sus secuelas, permaneciendo con el estómago revuelto y una ligera sensación de mareo. Al menos en Inglaterra tenía su surtido de pociones especiales listas para usar (que había olvidado por la premura con la que empacó y el hecho de que sus cosas estaban en dos ubicaciones distintas). Como fuera, no podía esperar para estar de regreso.
Lastimosamente, así como eran buenos para organizar huelgas, también eran excelentes burócratas. Dejar el ministerio francés siempre requería de casi dos horas entre papeleo y exámenes innecesarios. Fue por eso que se detuvo frente a un oficial de prominente bigote, alzando los brazos hasta formar una T y esperando que le sellara el último papel que le permitiría usar el traslador de regreso a Inglaterra. El hombre en cuestión lanzó el conocido hechizo, que iluminó su torso por cinco segundos antes de desvanecerse. Usualmente en ese momento le darían su comprobante, pero el tipo frunció el ceño y repitió el hechizo. Oh, perfecto. Le había tocado ser examinado por un novato. Trató de contener su frustración cuando ejecutó el mismo hechizo por tercera vez, antes de aclararse la garganta y hablarle con un marcado acento:
-Pardon, señor… Eh, Malfoy. Pero por regulaciones de ley no se le puede autorizar el traslador.
-¿Disculpa? –Replicó, sintiendo que su irritación crecía.
-Esto, probablemente no lo sabía, pero la legislación francesa prohíbe el uso de traslador en su estado.
-¿Mi estado? –Repitió, perplejo. Debía estar entendiéndolo mal, porque eso no tenía ningún sentido. Estaba a punto de cuestionarlo en francés para conseguir una respuesta más lógica, pero el oficial volvió a dejarlo de piedra cuando respondió:
-Oui, usted está embarazado. Y nuestra ley estipula que ningún gestante podrá… –No tenía forma de saber qué cara había hecho al escucharlo, pero el hombre se detuvo abruptamente y lo observó con cierto bochorno–. Oh. ¿No lo sabía? Lamento mi falta de tacto para…
-No es posible –dijo, su voz sonando demasiado serena incluso a sus oídos.
-Lo lamento, pero apliqué el encantamiento tres veces y obtuve el mismo resultado. Por protocolo no puedo ejecutarlo otra vez, pero si lo cree necesario, puedo llamar a un supervisor y… –Estaba seguro de que el oficial seguía hablando, pero había una especie de ruido de estática en sus oídos que le impidió escucharlo por varios segundos. Por eso se quedó mirándolo en blanco mientras todo a su alrededor parecía ir muy rápido–. Por lo tanto, le sugiero un viaje muggle por avión, ya que el tren podría ser muy agotador. Si lo solicita, se le puede dar asesoría para que regrese lo más pronto posible. ¿Eso le parece bien?
-Sí –contestó en automático, porque parecía ser lo más sensato, ¿no? Draco debía volver a Inglaterra. Porque su familia lo estaba esperando y…
Jodida Mierda. Por Merlín y cada uno de sus descendientes. Eso no podía estar pasando. Claro que no, debía analizarlo con la cabeza fría y llamar al supervisor para tener otra opinión. Sabía muy bien que un mago sólo podía quedar en cinta en dos escenarios. Uno, tras la ingesta de una poción de fertilidad (que estaba malditamente seguro de no haber consumido), y dos, por los efectos fertilizantes de un vínculo matrimonial. Y Draco no tenía uno de esos. Aunque…
Maldita sea. ¿Era posible? ¿Los remanentes de su vínculo con Harry eran lo suficientemente fuertes como para haber actuado de esa forma? Porque… no había otra opción. Era el único hombre al que se había entregado de esa manera. Y por supuesto, ninguno había considerado necesario aplicar un hechizo anticonceptivo. ¿Por qué lo harían? Su vínculo se había disuelto hacía años.
Salvo que nunca se deshizo del todo. Jamás dejaron de percibir sus emociones, incluso cuando… Demonios. Debía calmarse. No podía permitir que Harry sintiera su tribulación. Porque entonces le preguntaría y él tendría que decirle que… Respiró hondo por milésima vez en esos cinco minutos. Tenía que detenerse. No podía ponerse a pensar en que su vida acababa de ponerse de cabeza, y que su reciente reconciliación con Harry podría estar en riesgo por culpa de su descuido.
No, descuido no. Su hijo. Porque él…
-¿Señor Malfoy? ¿Se encuentra bien? Señor Mal…
La cabeza le punzaba un poco y tenía un regusto amargo en la boca. Cuando su cerebro decidió cooperar y empezó a procesar sonidos, escuchó una voz muy familiar que le revolvió las entrañas.
-Muchas gracias, señorita. La llamaré en cuanto se despierte –aguardó en vilo mientras los pasos de alguien se alejaban. Una puerta se abrió y se cerró. Entonces una mano tocó su frente con suavidad.
-Mamá –susurró, sintiéndose patético por las acuciantes ganas de llorar que le estrujaron el pecho.
-Sí, querido. Aquí estoy –inhaló tembloroso, negándose a abrir los ojos como si eso fuera a detener la humedad que ya sentía contra sus párpados. Supuso que tenía sentido. Evidentemente se había desmayado en el ministerio, lo trasladaron al hospital francés y llamaron a su contacto de emergencia. Que había sido su madre desde que se divorciara hacía ocho años–. Al parecer no has estado comiendo bien y eso ocasionó que colapsaras. En especial por… –Narcissa se aclaró la garganta, lo que le hizo apretar más los ojos–. Yo no… No quiero hacer esto sobre mí, pero ¿por qué no me dijiste que su relación era tan seria? Cuando hablamos de ello afirmaste que se estaban conociendo, que ni siquiera tus hijos lo sabían y ahora…
-Mamá…
-Y estoy luchando por no ponerme puritana, pero elegir la paternidad sin siquiera estar casado con él… No, lo que realmente es peor es que ni tu padre ni yo lo conocemos. Y ahora resulta que… –Abrió los ojos al comprender el parloteo de su madre, mirando una versión distorsionada de la mujer por culpa de las lágrimas.
-¡Mamá!
-Ya, no diré más sobre eso. Pero es que… Dragón, ni siquiera sabía que querías ser padre de nuevo.
-No quería –admitió, volviendo a sentir que se le apretujaba el pecho y más lágrimas acudían a sus ojos. Su madre parecía demasiado impactada para hablar, por lo que arrojó la siguiente bomba:- Y no es de Ludwig.
-¿Entonces…?
-Es de Harry –aclaró, en un patético tono quejumbroso. No sabía qué reacción esperaba presenciar, pero en definitiva no previó la exhalación de alivio que dio la mujer.
-Oh. Bueno, supongo que el plan de Lily finalmente tuvo éxito –quiso resoplar al enterarse que incluso ella estaba al tanto de eso, pero emitió algo más parecido a un lloriqueo–. Eso hace que sea menos escandaloso. Aunque podrías haberme invitado a la boda.
-No estamos casados.
-¿Qué?
-Madre, no me pidas que lo explique, porque yo tampoco lo entiendo –suplicó, dando un suspiro tembloroso y viéndola a los ojos para dar énfasis a sus palabras–. Lo único que sé es que no debería ser posible, pero… –No fue consciente de cuándo había llevado una mano a su vientre, pero en ese momento movió los dedos contra su propia piel–. Solo se me ocurre que los remanentes del vínculo fueron suficiente –caviló. Afortunadamente ella estaba al tanto de eso y no tuvo que detenerse explicando–. Así que ahora estoy… asustado. No, estoy muerto de miedo –confesó, derramando más lágrimas ya sin que le importara–. Desde que perdimos a Scorpius jamás me planteé volver a ser padre. Dioses, ya estoy en mis cuarenta, ¿por qué lo haría? Ahora Harry y yo nos acabamos de reconciliar y no sé cómo va a reaccionar cuando le diga que…
-Cariño, ese hombre te adora –interrumpió, sentándose al borde de la cama y tomándole la mano libre–. Y lo que también es importante, adora ser padre. Aunque no voy a mentir, tendrás que prepararte. Porque si tú estás asustado por las penas del pasado, es seguro que él también lo estará. Solo piensa, que su amor es tan grande que ha desafiado a las propias leyes de la magia y permitió esto. Así que aférrense a ese amor y estoy segura de que harán que funcione.
-¡Mamá! –Volvió a lloriquear, lanzándose a sus brazos y sollozando como un niño contra su hombro.
-Ya, tranquilo. ¿Recuerdas lo que dije el día que salimos de Azkaban hace tantos años?
-No dejes que las heridas del pasado definan tu futuro –recitó ahogado.
-Así es, querido. Que la pérdida que sufriste no te impida alegrarte ahora, porque esto es… maravilloso.
-¿En serio lo crees?
-Por supuesto. Yo… nunca antes te lo dije, pero jamás planeé que fueras hijo único.
-¿No? –Cuestionó, alejándose para mirarla a los ojos. Ella tenía una sonrisa suave mientras asentía.
-Quise tener otro hijo, muchas veces. Pero no fue posible. Así que visité a un medimago, cuando aún eras pequeño, y me dijo que se debía a una condición en mi cuerpo. Que el solo hecho de que tú nacieras había sido un milagro, pero que difícilmente se repetiría.
-Mamá…
-Por eso, aunque sea inesperado, tú también estás ante un pequeño milagro. Recíbelo con alegría y no temas. Ya tuviste tres hijos maravillosos, y aunque uno de ellos ya no está con nosotros, eso no te hace menos capacitado para ser padre de nuevo. Claro, si es lo que quieres. Sabes que hay opciones para… –Su forma de rodearse el vientre plano debió ser suficiente respuesta ante esa atroz sugerencia, porque ella se detuvo, sonriendo con entendimiento–. Eso creí.
-Yo… probablemente nunca lo habría elegido. Quiero decir, James y Lily ya son mayores. Y como dije, Harry y yo recién estamos definiendo cómo hacer funcionar nuestra relación en este punto de nuestras vidas. Un bebé… jamás lo habría sugerido. Pero ahora que sé que viene… –Suspiró, dejándose dominar por el llanto de nuevo–. Lo quiero. No puedo esperar para sentirlo, para ver su rostro, para escuchar su primera risa…
-Mi cielo –susurró su madre, volviendo a abrazarlo mientras él se permitía imaginar todo lo que cambiaría en su vida a partir de ese momento, aunque por primera vez no había solo miedo atenazando su pecho, también ilusión y esperanza–. Eso sí, tendremos poco tiempo para organizar la boda. No queremos que se note el embarazo en las fotos.
-¡Mamá! No puedo creer que te preocupes por eso ahora.
-¿Qué tiene de malo? No voy a permitir que se sepa que mi hijo tuvo un vástago fuera del matrimonio. Gracias a Merlín es con el mismo padre de tus otros hijos, así que…
-Primero tendré que pedirle a Harry que se case conmigo.
-Detalles –desestimó.
-También tengo que decirle que seremos padres –recordó, volviendo a experimentar un escalofrío. Aunque fue demasiado real para deberse sólo a eso. No, de hecho podría afirmar que…
De una forma premonitoria que haría sentir celos a Trelowney, su mirada se clavó en la puerta dos segundos antes de que se abriera, interrumpiendo la respuesta de su madre.
Luciendo como si acabara de correr una maratón y en el proceso se hubiese peleado con el resto de participantes, estaba el causante de su situación. Aunque no podía estar molesto cuando sus ojos esmeralda transmitían tanta preocupación.
-Draco –exhaló, observándolo con detenimiento antes de toser y recomponer un poco su expresión–. Eh, hola, Cissy. Yo… escuché por casualidad que estaba aquí y…
-No te desgastes, querido –atajó la mujer, con una leve sonrisa–. Bienvenido a la familia, de nuevo.
-Gracias –replicó con una sonrisa nerviosa, cambiando el peso de un pie a otro con indecisión.
-Creo que debería volver para decirle a tu padre que todo está bien.
-Gracias por venir. Y por… el resto –su madre sonrió en respuesta, dándole un apretón en la mano e incorporándose.
-Vengan a cenar pronto, tenemos mucho de qué hablar.
-Será un gusto, Cissy –ella le pasó dando una palmada en el hombro en su camino a la puerta, cuidándose de cerrar bien cuando salió. Entonces Harry por fin se acercó, cubriendo su mano con la suya y exhalando perceptiblemente.
-No tienes idea de lo preocupado que estaba.
-¿Cómo supiste dónde encontrarme?
-Bueno, después de sentir esa… extraña presión en el pecho, supe que algo andaba mal. Así que fui al ministerio pero no había registro de que hubieses regresado. Y ya que seguías enviando la misma sensación, pedí un traslador de emergencia. En el ministerio francés me dijeron que… te desmayaste y que te trajeron de inmediato.
-¿Solo eso dijeron? –Indagó, pues había notado el titubeo de Harry en su relato.
-Uh, puede que dijeran algo más, pero creo que no entendí bien.
-Uhmm.
-¿Qué pasó? ¿Te dijeron algo los sanadores?
-No aún, pero… –Desafortunadamente, la puerta volvió a abrirse en ese instante. No reconoció a la mujer que entró, aunque por su uniforme pudo deducir que se trataba de una sanadora.
-Qué gusto verlo despierto, señor Malfoy –saludó en un perfecto inglés, para su desazón–. ¿Cómo se siente?
-Estoy bien –mintió, rogando que con eso ella pudiera dejarlos solos. No obstante, la sanadora sacó su expediente, sujeto a un folder azul claro y supo que sería su fin. No podía pedirle a Harry que se fuera sin parecer sospechoso y era probable que ella no sería discreta sobre su condición.
-¿Seguro?
-Ajá.
-Bueno, es normal tener desmayos en esta etapa. Pero temo que el uso del traslador internacional pudiera haber tenido efectos adversos como sensación de desorientación, falla auditiva o malestar estomacal. ¿Ha padecido algo de eso?
-Los tres –admitió a regañadientes. La mano de Harry seguía sobre la suya, pero había optado cobardemente por no mirarlo.
-Comprendo. En ese caso, indicaré que le traigan una poción reconstituyente apropiada. Y como debe saber, no puede regresar a su país por medio de traslador. La aparición tampoco es sugerida por el riesgo de departición, así que lo más apropiado será un viaje muggle.
-Sí, ya… en el ministerio me van a ayudar con eso.
-De acuerdo. Entonces ordenaré que le traigan la poción y media hora después podrá retirarse. Por supuesto, le recomiendo que al llegar a su país acuda al hospital mágico más cercano para iniciar su control prenatal –sabía que el resto de la conversación había sido un tanto más discreta, pero el empleo de esa última palabra era lo necesario para echar por tierra su idea de darle la noticia en otro momento. Trató de ignorar la evidente tensión en la mano de su pareja, ofreciéndole una apretada sonrisa a la mujer:
-Lo haré. Muchas gracias, sanadora.
-Cuídese, señor Malfoy. Y felicidades –suspiró despacio a medida que la puerta se cerraba, tratando de tragar saliva pero fallando al notar lo seca que tenía la boca cuando lo que consiguió fue una tos. Harry se alejó en ese instante, haciéndole temer que lo que había escuchado era demasiado para él.
O peor, que había llegado a la misma conclusión que su madre y de alguna manera pensaba que el hijo que esperaba no era suyo. Por eso se incorporó enérgico, alcanzando a sujetar su camiseta cuando ya iba cerca del lado opuesto de la cama.
-Amor, por favor, escúchame –imploró, volviendo a sentir el regusto amargo en su paladar–. Sé que puede ser confuso y… es que yo tampoco lo termino de creer, pero lo que no pensamos posible pasó y… estoy… Quiero decir que… –Apretó el trozo de tela entre sus dedos, volviendo a perder una batalla más en contra de las lágrimas. El silencio y la quietud de Harry eran desesperantes, quería al menos escuchar palabras de sorpresa, de reproche, de temor, algo. Pero él seguía de pie, sin mover un solo músculo. Y Draco estaba demasiado aterrorizado para siquiera levantar la mirada.
Debía estar soñando. Eso era, se había desmayado mientras usaba el traslador internacional y su mente creó esa especie de realidad alterna tan abrumadora. No obstante, la mano que aferraba su jersey y los pinchazos de angustia que le llegaban a través de los remanentes eran reales. Eso estaba sucediendo. Estaba junto a Draco en un hospital francés y la sanadora sí había dicho lo que pensó que no había entendido bien durante su paso por el Ministerio. Aún así, todo era tan… surreal. Como un ruido estridente en una noche calmada o como el silencio después de un tornado. Era algo estremecedor y apabullante, que lo tenía petrificado incluso cuando lo que más quería era consolar a su amado rubio, cuyos hombros temblaban mientras sollozaba.
Le quería dar agua. Por eso se había alejado de su lado al escucharlo toser, pero él de pronto parecía tan asustado y vulnerable. Dioses, cómo lo desarmaba en momentos así. Por eso suspiró despacio, retrocediendo un paso y ladeándose lo suficiente para abrazarlo. Draco no solo lo permitió, sino que se perdió en el gesto por completo, llorando como un chiquillo mientras lo estrechaba con fuerza. Contradictoriamente, eso trajo a su memoria el día que perdieron a Scorpius. Porque antes de las acusaciones, de la culpa y de las decisiones que cambiaron su relación, lloraron juntos. Se aferró a él una última vez antes de poner una pared entre ambos. Sabía que, de alguna manera, era lo contrario en ese momento. Era Harry quien tenía alzada una barrera, incapaz de responder cuando era tan obvio que su amado necesitaba ser confortado. No obstante, la verdad que luchaba por abrirse paso en su confusa mente era tan inesperada y sorprendente que simplemente no podía dar con las palabras adecuadas. ¿Debía decirle que todo estaría bien? Sería difícil, cuando él mismo se sentía sobrepasado y un tanto abatido ante la perspectiva de… Ni siquiera podía formar el pensamiento. Como si la sola mención mental a ello fuera a hacerlo más real. Como si no lo fuera ya. Por eso dijo lo único de lo que tenía certeza en ese momento:
-Te amo. Te amo y no iré a ningún lado. Solo… iba a servirte un vaso de agua –su atropellada explicación hizo reír al rubio, un sonido que aflojó la presión en su pecho. Le siguió acariciando la espalda con delicadeza, inclinándose lo suficiente para darle un beso en la coronilla.
-Esto es todo lo que necesito.
-Pero te escuché toser.
-Maldita sea, Harry. Solo déjame abrazarte –rió entrecortado, volviendo a besar su cabeza antes de inhalar despacio.
-Solo dime que no te enojarás conmigo si esta vez también me dice papá primero –pidió, porque bromear para restar seriedad era su estilo. Aunque en ese instante se volvió en su contra cuando su mente se inundó de recuerdos de la única vez que su esposo había estado embarazado. Joder, que había sido muy demandante y caprichoso todo el tiempo. Aunque también muy hermoso.
-Intentaré no hacerlo –prometió en un murmullo.
-Entonces… ¿Fueron los remanentes? –Supuso, pues dada su reacción dudaba mucho que hubiese tomado una poción sin consultarle.
-Así es. Eso y tu estúpida virilidad –cedió ante una risa nerviosa, satisfecho al percibir que Draco se relajaba un poco.
-¿Disculpa? Creo recordar que has sido tú quién me ha saltado encima en cada oportunidad que ha tenido.
-Tampoco es como si te has resistido –replicó, suspirando sutilmente antes de soltarse de su agarre. Tenía los ojos un tanto hinchados y enrojecidos, también las mejillas y los labios. Daba la apariencia de que se echaría a llorar incluso sin provocación, por lo que prefirió inclinarse para darle un casto beso antes de decir cualquier otra cosa–. ¿Cómo es que no estás asustado? –Interrogó, viéndolo a los ojos mientras él le limpiaba las lágrimas con el pañuelo.
-Lo estoy. Muchísimo –Draco hizo un puchero con los labios cuando le cubrió la nariz–. Vamos, tienes que sacar esos mocos.
-Esto es tan vergonzoso –se quejó, pero hizo fuerza hasta que salieron y él pudo terminar de limpiarlo–. ¿Estás molesto?
-Por supuesto que no. ¿Por qué lo estaría?
-Bueno… jamás discutimos la posibilidad de…
-En ese caso, ¿no crees que eres tú quien debería estarlo? Después de todo, serás quien tendrá que pasar por eso –apuntó, sosteniéndole el rostro con adoración. Porque simplemente lo desarmaba notar que se preocupara tanto por él cuando era el más afectado en su situación.
-Uhmm, tú también. La última vez me puse insoportable –Harry rió entre dientes, meneando la cabeza.
-Creo que hay cosas más molestas que tener que lidiar con tu esposo embarazado.
-Qué gusto que ya pienses en mí como tu esposo, porque mi madre nos obligará a casarnos. Muy pronto –informó, aunque le conmovió notar que se relajaba aún más después de oírlo decir eso.
-¿Para salvar tu honor de los cotilleos de la sociedad? –Bromeó, sonriendo con más aplomo.
-Eso mismo.
-Supongo que no tengo escapatoria.
-Ella cree que es un milagro –comentó, haciendo obvio de lo que hablaba al llevar una mano a su vientre plano.
-¿Y tú qué piensas? –Cuestionó. Su forma de llorar le había hecho pensar, al menos por un momento, que Draco rechazaba lo que estaba sucediendo. Sin embargo, al escucharlo preguntar si estaba asustado, comprendió que de ahí venía todo. Un miedo visceral y obviamente justificado después de lo que habían vivido con Scorpius. No obstante, a medida que la noción de su embarazo se asentaba en él…
-También empiezo a creerlo. Porque… no debía ser posible. Qué decir, que esos remanentes sigan existiendo es un milagro en sí mismo. Y ahora resulta que no solo son reales, sino que fueron lo suficientemente fuertes para permitir que concibiera.
-No debía ser posible –repitió, contemplándolo con profundo amor. Porque eso describía muy bien lo que había rondado por su mente durante su viaje. No debía ser posible que Draco todavía lo afectara tanto, no debía ser posible que Draco le dijera que lo amaba, no debía ser posible siquiera considerar que una reconciliación pudiera suceder. Pero Draco lo afectaba, le había dicho que lo amaba y hacía casi un mes que estaban juntos. Juntos desafiaban los límites una y otra vez. Y la prueba más grande de ello era el que su amado rubio lo convertiría en padre por cuarta vez. Joder.
-Me estás matando, dime qué tanto piensas –pidió, con un adorable puchero de recriminación.
-Ahora mismo, en cómo le diremos a los chicos que van a tener un hermanito.
-O hermanita –apuntó, todavía sonando un tanto temeroso, pero también ilusionado.
-Creo que James va a decir algo sobre nosotros siendo demasiado viejos para cuidar un bebé –Draco resopló, indignado en su justa medida–. Es probable que Lily esté feliz con la noticia, adoraba a Scorpius.
-Es cierto. Aunque también lleva años siendo la pequeña de la casa.
-Uhmm, ¿te das cuenta de que tendremos el desempate?
-¿De qué hablas? –Harry sonrió ante su notoria confusión.
-De que James fue a Gryffindor y Lily a Slytherin.
-Dioses, ¿no es muy pronto para pensar en eso? –Inquirió, aunque sonreía de esa manera cercana que era su perdición.
-Es posible. De momento tendremos que pensar en biberones, cuna y demás.
-Te amo tanto –dijo con simpleza, los ojos grises reflejando a cabalidad la inmensidad de ese sentimiento. Harry sonrió antes de darle un beso en la frente y decir algo que sabía que iba a conmoverlo por completo:
-Y yo los amo a los dos –en efecto, Draco se quejó por lo bajo, volviendo a abrazarse a él, aunque ya no con premura o abatimiento, sino por el simple hecho de que disfrutaban estar cerca uno del otro.
-No te quiero dejar solo –musitó, tras ver salir a la enfermera que se aseguró de que el rubio ingiriera su poción reconstituyente. Él cambió la expresión de desagrado que le había dejado el brebaje por una suave sonrisa.
-Serán solo un par de horas –recordó, dándole un apretón a su mano–. Además, no estaré solo al menos por los siguientes ocho meses.
-Cierto, ahí fue donde dejé una parte de mí –Draco le dio un empujón juguetón, pero su gesto de reproche no le duró mucho. En especial cuando Harry siguió hablando:- Iré por ti al aeropuerto.
-Te dije que no es necesario.
-Y yo dije que quiero hacerlo.
-Los chicos empezarán a sospechar si se enteran.
-Ellos saben muy bien que te he extrañado como loco estos días –los ojos grises centellearon ante tal declaración, aunque también lo vio fruncir el ceño con consternación.
-¿Les dijiste que irías a buscarme?
-No, no quise preocuparlos.
-Bien.
-Aunque igual es probable que sospechen algo cuando llegues por medios muggles. Y recuerda que uno de ellos estudia medicina –el hombre hizo una mueca, meneando la cabeza.
-No podremos esperar mucho. Mi madre ya lo sabe y no tardará en empezar a presionar sobre la boda.
-Oh, ¿habrá una boda? –Draco resopló, su mirada era acusatoria pese a que sonreía.
-No puedes jugar al desentendido, querido. Hace solo media hora te escuché referirte a mí como tu esposo.
-Es posible, pero realmente no he escuchado una propuesta –resaltó con una amplia sonrisa–. Además, estaba obnubilado por la noticia de mi paternidad a los cuarenta –su ¿prometido? arrugó la nariz como hacía cada vez que mencionaba su edad.
-Y no la vas a escuchar. –Dijo contundente, añadiendo tras una corta pausa:–. Al menos no en una habitación de hospital.
-¿Y tampoco durante un juego de "verdad o reto"? –El rubio se echó a reír, negando.
-Definitivamente no.
-Sigo creyendo que fue una manera muy creativa de hacerlo –comentó, consiguiendo un ligero resoplido como respuesta–. Por cierto, tu madre no pareció muy sorprendida de verme.
-Oh, parece que estaba al tanto de los planes de Lily –Harry bufó, pero terminó riendo entre dientes–. Y también acababa de decirle que eres el culpable de mi situación.
-¿Disculpa? Ambos somos culpables. Y en cierta medida también esa pequeña insolente.
-Sí… Creo que siempre se lo voy a agradecer –meditó, alzando las manos que tenían unidas para darle un amoroso beso en el dorso–. Es un poco irónico si lo piensas, porque fue la pérdida de Scorpius lo que nos separó… Y la tenacidad de Lily nos volvió a unir.
-Diría que fue más que solo eso –el rubio ladeó el rostro, por lo que le acarició la mejilla antes de seguir explicando–. Fueron tus palabras, amor. Porque aunque ya te había perdonado, escuchar tus disculpas y más aún, notar lo arrepentido que estabas… Supongo que lo necesitaba.
-Lo sé –convino, contemplándolo de tal forma que transmitía que lo entendía a la perfección–. Debí decirlo mucho antes.
-Nunca es demasiado tarde.
-¿Por qué…? ¡Ah! –parpadeó confundido ante esas inconexas exclamaciones frustradas.
-¿Qué…?
-Es solo que cuando creo que ya no puedo amarte más, vienes y dices cosas así. No es justo –Harry rió, empujándolo más cerca y rodeándolo protectoramente–. ¿Recuerdas lo que pasó en navidad?
-¿Cuando me bebí toda la sidra de calabaza y me desmayé sobre ti en el sofá? –Draco rió contra su pecho, asintiendo.
-Todavía te estaba hablando de mi visita al ministerio italiano cuando me caíste encima y empezaste a roncar. Iba a empujarte sin mucha delicadeza, pero… dijiste mi nombre. Y escuchar que todavía me llamabas en sueños fue… demasiado luego de varias copas de champagne –Harry rió entre dientes, porque había algo sobre ese día que Draco no sabía. Y que pensó que no llegaría a revelar, pero ya que hablaban de ello, confesó su delito con una sonrisa:
-Estaba despierto.
-¿Qué?
-Quiero decir, que me desperté cuando me sujetaste para alejarme. La verdad… no sé qué pretendía cuando dije tu nombre. En realidad ya estaba bastante ebrio y no podía pensar con claridad. Creí que de todas formas me empujarías lejos, pero cuando suspiraste y dejaste que me quedara a tu lado… Me obligué a pensar en ello como que también te había afectado el alcohol y por eso no lo hiciste.
-El alcohol jamás ha alterado mi juicio tanto como tú –Harry rompió a reír, sintiendo que su pecho se hinchaba con algo muy denso y agradable.
-Qué bien que disfruté de la sidra el año pasado, porque no creo hacerlo para las próximas fiestas.
-¿Te vas a solidarizar con tu esposo embarazado? –Pinchó, luciendo encantado de referirse a sí mismo en esos términos.
-En parte. También porque será nuestra primera navidad como pareja en… bueno, mucho tiempo. Quiero recordarlo todo –Draco inhaló tembloroso, haciendo un puchero con los labios que le hizo temer que volvería a echarse a llorar. Por ello se adelantó, besándolo despacio hasta que lo sintió sonreír.
-Qué idiota –susurró todavía contra sus labios, por lo que retrocedió ligeramente herido.
-¿Crees que es idiota lo que dije?
-No, me refería a mí –aclaró, con una sonrisa sincera y los ojos muy brillantes que le advirtieron que lo que diría sería potencialmente arrasador–. De verdad fui un idiota al pensar que podría pasar el resto de mi vida sin ti –Harry tragó saliva, dejándose aniquilar gustosamente por la intensidad del sentimiento que los unía.
-Pero lo harás –afirmó, sonriendo con total convicción y una felicidad casi delirante.
-¿Acabas de decir lo que creo que acabas de decir? –Preguntó socarrón, aunque con evidente ilusión en su semblante. El moreno se encogió de hombros, como si no fuera la gran cosa.
-No es nada que no haya dicho antes.
-Oh, vamos.
-Creí que no querías que sucediera en una habitación de hospital –recordó, a lo que el hombre reaccionó con una adorable expresión enfurruñada–. También creí haberlo dicho esa primera mañana después de nuestra reconciliación.
-Cierto. Justo después de aprovecharte de mí y ponerme en esta situación.
-¡Draco! –Exclamó, haciéndolo reír con su tono de reproche.
-Deberías irte ya, pronto vendrá el representante del ministerio para llevarme al aeropuerto –se le antojó discutir, pero sabía que Draco tenía razón. Además, en cuestión de un par de horas volverían a estar juntos y podrían hablar más distendidamente sobre el embarazo y todo lo que en realidad implicaba para sus vidas. En especial por el hecho de que en un par de días tenía que volver a Hogwarts. Se preguntó si ya sería demasiado tarde para decirle a McGonagall que buscara a otro profesor de Defensa…
-Te estaré esperando.
-Lo sé.
-Te amo.
-Eso también lo sé –repitió, con una sonrisa muy hermosa y provocadora.
-¿Y bien?
-Te amo, pero tienes que irte –insistió, pese a que no había soltado su mano aún.
-¿Un beso más? –Draco resopló, aparentemente irritado, pero resultaba poco creíble cuando lo siguiente que hizo fue tomar el frente de su camiseta para atraerlo a un beso dulce y reconfortante. Eso fue suficiente para contener, al menos de momento, todas sus preocupaciones sobre el futuro y las incertezas que rodeaban una noticia tan inesperada. Porque estaba a mundos de distancia de las veces anteriores, cuando habían discutido a detalle sobre logística, preparativos y demás. Sin embargo, algo era seguro, y es que al desplazar la sorpresa a segundo plano, la emoción era la misma. Iba a tener un hijo con el hombre de su vida, con el único al que realmente había amado y al que seguiría amando hasta su última exhalación.
Entonces entendió que, a pesar de los miedos que ambos tendrían que afrontar, y de los fantasmas del pasado que muy probablemente los visitarían más de una vez… era algo maravilloso, indescriptible. Y aunque seguía dudando de algún día volver a creer ciegamente en ambos, había algo en lo que creía: en ese vínculo invisible pero indestructible que llevaba tanto tiempo uniéndolos, y que los había conducido justo hasta ese momento.
Salió de la habitación sonriendo para sí mismo, imaginando la historia que le contaría a su hijo algún día. Un relato sobre esperanza en la desesperanza, persistencia en la tribulación y un amor atemporal e implacable que después de muchos días grises volvió para irradiar ilusión y regocijo. Tal vez su hijo sería como James y lo tacharía de viejo sentimental. Tal vez sería más como Lily y le pediría que le contara esa historia incontables veces. Sea como fuere, la existencia de todos esos tal vez le hacía creer, con cada segundo transcurrido, que el camino andado había valido la pena. Así era como debía ser y él estaba justo donde debía estar.
Notas finales: pensé mucho sobre si agregar este epílogo o no, pese a que la idea estuvo ahí desde el principio. Pero al final me dije que sí, valía la pena escribirlo. Y qué decir, me encantó el resultado. Gracias por acompañarme hasta aquí. Y como les adelanté la semana pasada, también existe un cap extra que estaré publicando para dar cierre a esta historia. Así que lo diré por última vez: nos leemos el jueves que viene.
Allyselle.
