NA: Acabe de cambiar mi nombre de Autor, ahora me llamo "Turtle Step" Porque me destaco por escribir a paso tortuga f JAJA


Hikari salió de sus aposentos en dirección al harem, hoy tendría clase de ética con el pequeño príncipe, como la sultana madre le encargó, debería percatarse de que Kiriha aprendiera todo lo correspondiente a la ética modal que debía seguir un miembro de la familia real.

Ella, a pesar de no ser de la realeza Otomana, siempre recibió tratos especiales y fue criada como una persona de alto rango debido a que era del gran vi—sir e hija de una princesa del reino de Crimea. Generalmente las mujeres no tenían participe en la vida política o en la sociedad, no obstante, sus padres siempre intentaron criarla conforme a la posición que ellos ocupaban. Sobre todo, por su madre, ya que si el gobernador de Crimea (tío de su madre) necesitaba alianzas políticas, fácilmente podría utilizarla a su favor.

La castaña iba caminando pérdida en sus pensamientos, intentando repasar en su mente todo lo que debía hacer para realizar una buena clase al alumno.

Esto provocó que no se diera cuenta que un chico rubio descendía por una escalera y se quedó observando a la castaña.

—Hikari.—Takeru llamó a la castaña sacándola de sus pensamientos.

La joven se detuvo ante esto y volteo su mirada. Reconoció al instante al chico rubio y literalmente sintió que su estómago se revolvía debido a los nervios de verle.

—Príncipe.— Hizo una reverencia en señal de saludo.

El hermano de Yamato se acercó a ella.

—Buenos días.

—Buenos días.—Respondió la castaña.

—¿Dónde vas?— Preguntó Takeru.

—Voy a realizarle una clase al príncipe Kiriha.

—Me lo imaginé.—Musitó el rubio— Disculpa si te retraso un poco, pero luego estaré en entrenamiento y posiblemente no nos veamos, pero quiero proponerte algo.

—¿Proponerme algo?

Takeru asintió.

—Quería saber si ¿quieres cenar conmigo esta noche?— Preguntó—Y luego continuar con nuestras clases de violín.

La castaña hizo una mueca ante— ¿E? D-disculpa, pero no creo que sea lo mejor...—Hizo una pausa— Cenar juntos.

—¿Por qué no?— Cuestionó el rubio.

Hikari se sintió más nerviosa ante esa pregunta— Por lo que ocurrió ayer.

Takeru observó a la castaña sorprendido.

—Verás, mi hermano no le realizó mucha gracia encontrarnos juntos, a solas, en la noche.—Comentó la castaña.

—¿Por qué?

—Porque no es apropiado que una señorita y un joven anden a tan altas de las horas solos.— Respondió Hikari.

— Pero somos amigos. — Insistió Takeru.

Hikari titubeó por un momento, pero finalmente respondió con sinceridad. — ¿Amigos? — La hermana de Taichi bajó la mirada, recordando el beso que Takeru le había dado—. Lo que ocurrió ayer no me hace pensar que solo seamos amigos.

Takeru parpadeó, procesando las palabras de la castaña— ¿Te refieres al beso?

La castaña asintió.

—Taichi ¿lo vio?

Hikari negó— No.—Respondió— Gracias al cielo, no lo vio.—Contestó— Ya que no hubiese sido bueno que lo viera, ya que no fue correcto.

—¿No?— Preguntó Takeru— ¿Por qué? Acaso ¿fui muy apresurado? ¿te hice sentir incómoda?

—¿E?— Balbuceo la chica— N-no...o digo sí...o digo...—Verdaderamente estaba nerviosa— Simplemente no fue correcto.

La castaña bajó la mirada sin saber exactamente que decir.

—Hikari, yo...—Habló el príncipe—No quise ser atrevido, ni nada de eso. Simplemente quise demostrarte que hace un tiempo, yo siento muchas cosas por ti y ayer ocurrió que no me pude contener.

—Debiste hacerlo.—Contestó la castaña—Verás, tú eres un príncipe y yo soy una...

—Señorita.— Respondió el rubio— Bastante joven y bella.

Hikari hizo una mueca y dio paso hacia atrás— No Takeru, por favor, escúchame.— Rogó— Tú eres un príncipe y debes mantener bien tu imagen, quieres comenzar en la política del imperio y creo que es necesario que solo te centres en eso. Mientras yo, debo mantener mi compostura.

—¿Mantener tu compostura?

La castaña asintió—Yo soy una mujer Otomana, libre.— Musitó— No soy como las esclavas de este harem, ni siquiera como Sora, yo pertenezco a este imperio y las leyes jamás permitirían que tú y yo estemos juntos.

Takeru frunció el ceño, lidiando con una mezcla de confusión y frustración. La idea de conformarse con las expectativas de la sociedad y de la política imperial no resonaba bien en su corazón.

—Hikari, ¿realmente crees que deberíamos dejar que las normas y las expectativas determinen nuestras vidas de esta manera? —preguntó con un tono de incredulidad—. No puedo simplemente dejar de lado lo que siento por ti solo porque soy un príncipe y tú una mujer libre.

Hikari lo miró con tristeza en sus ojos— No se trata solo de nosotros, Takeru. Hay mucho en juego. Tu posición en la corte, tus responsabilidades, y las tradiciones que rigen nuestro imperio. No podemos simplemente ignorarlas.

—Pero yo... yo no quiero estar con alguien más. —Takeru bajó la mirada, sintiendo la pesadez de las expectativas sobre sus hombros— Hikari, llevo muchos años esperando nuestro reencuentro.— Llevaba muchos años enamorado de ella— y ahora que te vuelvo a ver no quiero perder ningún momento.

—Takeru, por favor, compréndeme.— Habló la castaña— Esto no está bien para mí.—Declaró— Yo lo que menos quiero es tener problemas y mucho menos generarte problemas a ti. Y bien sabes que esto sería un problema, porque eres un príncipe y yo una mujer otomana, libre, eso sería un problema. Y generaría mucho revuelo sobre en tu situación.

"Su situación"

Takeru apretó su puño.

¿Por qué su posición incluso le quitaba esto?

—¿Crees que es justo para mí tener que renunciar a todo por mi posición?

—No digo que sea justo, Tk.— Respondió Hikari— Pero no podemos estar juntos.

Takeru se pasó la mano por el cabello, frustrado. La tensión entre sus sentimientos y las expectativas de la sociedad pesaba sobre él como una losa.

—Hikari, entiendo las complicaciones, pero también entiende que no puedo simplemente ignorar lo que siento por ti. —Takeru buscó la mirada de la joven—. Mi posición no debería dictar mi felicidad o con quién quiero estar.

Hikari suspiró, con una mirada llena de pesar. —Takeru, el Cariño no siempre puede conquistar todo. En nuestro mundo, las restricciones son reales y poderosas. Si cedemos a nuestros sentimientos, enfrentaremos más que solo el juicio de la sociedad.

—¿Y qué hay de nuestra felicidad? —Takeru levantó la voz, frustrado—. ¿Deberíamos sacrificarla por el bien de la política y las tradiciones?

—No es solo eso, Takeru. —Hikari se acercó, poniendo una mano en su mejilla— Piensa en ti y en tu hermano.—Declaró—Yamato ha confiado en ti, dándote de todo para que puedas surgir. No creo que se sienta muy feliz al saber que algo ocurre entre nosotros.

Tk se mordió el labio inferior.

Lamentablemente tenía razón.

—Y yo también debo pensar en mi hermano, bien sabes que ha luchado mucho por su posición, no puedo deshonrarlo de esta manera.— Musitó la castaña.

Si, lo sabía.

—Por favor, entiéndeme.—Rogó Hikari— No quiero que tengamos problemas, por favor.

Las palabras de Hikari sobre Yamato, el hermano de Takeru, resonaron profundamente en él. Se sintió culpable al considerar cómo su relación podría afectar la confianza y los sacrificios de su hermano mayor. Takeru se mordió el labio inferior, un gesto que revelaba su lucha interna.

Hikari con sus palabras y su mirada buscaba transmitirle más que palabras. Takeru sintió la sinceridad en su contacto y entendió que Hikari también estaba lidiando con dilemas personales. El conflicto entre el deseo personal y las responsabilidades familiares se reflejaba en sus ojos.

La castaña subrayó la importancia de no deshonrar a sus respectivos hermanos, agregando un nivel adicional de peso a la situación. Takeru asintió lentamente, reconociendo que ambos compartían preocupaciones similares en cuanto a las expectativas familiares.

—Entiendo, Hikari —murmuró Takeru finalmente, con un tono más calmado. Aunque la lucha interna persistía, estaba dispuesto a respetar las razones de Hikari y a enfrentar las restricciones de su realidad compartida—Si tú quieres mantenerte lejos lo comprenderé.

No obstante, él no daría fácilmente su brazo a torcer.

No sabía cuánto tiempo le quedaba de vida, porque al ser un príncipe siempre estaría en peligro de muerte. Pero no pasaría a la otra vida sin darse una oportunidad con ella.

La esperó durante muchos años...

No se rendiría tan fácil.


Mientras tanto en los aposentos de la Valide Sultan.

Las sirvientas de la madre sultana se encargaban de acomodar las joyas de la sultana madre en su cuello, muñecas y cabeza. Junto a ellas se encontraba Juri Kalfa dándole a la oji-azul las últimas noticias de su hijo.

—¿Qué?— Preguntó Natsuko sorprendida de las palabras que recién le dijo su kalfa de confianza— ¿Mi hijo tuvo un desayuno privado con esa esclava y mi nieto?

La castaña asintió— Eso fue lo que me dijo Gennai Aga.

Natsuko analizó estas palabras en su cabeza sin poder creer que nuevamente su hijo tuvo un gesto especial con aquella chica. Una mezcla de sorpresa y desaprobación se reflejaba en sus ojos azules. Se acomodó en su trono mientras las sirvientas se centraron en su cabello para acomodar su corona.

—Yamato verdaderamente está perdiendo el juicio ¿no le bastó con esos aposentos? Ahora la invita a desayunar junto a Kiriha y él.

—Por lo que me dijo Kenta Aga, el sultán envió a mitad de la noche a despertar al panadero real para que realizara la comida para el desayuno.— Musitó Juri— Y lo pude confirmar, ya que Yoshino Kalfa me dijo que Junpei Aga estaba de pésimo humor, porque apenas durmió anoche.

—Pero ¡Qué estupidez!— Natsuko llevó una mano a su frente decepcionada— Yamato verdaderamente le está dando mucho protagonismo a esa chica.— Comentó— ¿Está loco?— Preguntó— Entendería que se lo diera si fuera una concubina embarazada, pero esta niña simplemente nos ha dado problemas, no acepta ir a sus aposentos ¡Ni nada!

Juri Kalfa, con una expresión de preocupación, respondió con cuidado: —Se rumorea que la esclava tiene alguna conexión especial con Yamato, algo más allá de la relación común entre el príncipe y las sirvientas del harén. No tenemos información concreta, pero la gente empieza a hablar.

La madre sultana frunció el ceño, sintiendo que la situación escapaba a su control. La idea de que Yamato otorgara atención especial a una esclava, y encima en presencia del pequeño príncipe, no solo desafiaba las normas, sino que también amenazaba con crear tensiones con Sora.

—Conexión especial.— Natsuko repitió— Yamato simplemente quiere mostrar misericordia con esa joven, porque le da pena su situación. Lo malo es que está involucrando a Kiriha y eso no es correcto, ya que Kiriha debería estar solo con su madre Sora.

Juri asintió— Lo sé mi sultana.

La oji-azul se mordió el labio inferior.

—Esto, lamentablemente, enojará a la sultana Sora.— Comentó la kalfa.

—Lo sé.— Respondió la oji-azul— Lo malo es que no puedo hacer algo al respecto, ayer intenté hablar con mi hijo, pero se enfadó.

—¿De verdad?

Natsuko asintió— No le gustó que le reclamara por colocar a Mimi sobre la madre de Kiriha, Yamato me aseguró que Sora es más importante para él, pero...—Hizo una mueca— No sé que pensar luego de esto.

—Quizás, el sultán no sabe lo que siente.

—Apenas lleva unos días aquí, dudo que sienta algo.

—Me refiero a atracción.—Aclaró Juri— No sentimientos.

—¿Tú crees?

La castaña asintió.

—Bueno, aunque así fuera, debería decirme.— Respondió la oji-azul— Una atracción podría convertirse en algo más, ya sabes que estamos buscando otro príncipe, Yamato debería dejar de perder el tiempo en hacer estos gestos y debería centrarse en buscar a aquel descendiente que tanto necesitamos.

—Mi sultana, tal vez, sea un tema de tiempo.—Musitó Juri— Espere un poco, tal vez de aquí a algunos días o semanas quede claro cuáles son las intenciones de su majestad con ella. De no ser así, usted puede intervenir de mejor forma, ya que tendrá más información de la situación.

Natsuko analizó el consejo de la kalfa, era muy sabio.

—Tienes razón.—Comentó— Dejaré que el tiempo haga de lo suyo. Si nada ocurre entonces me encargaré de colocar las cosas en orden.

¿A qué se refería con eso?

Eliminar a esa chica del camino.


Mientras tanto en el harem.

Sora se encontraba desayunando en la parte alta del harem, donde se podía ver el salón del harem donde concubinas desayunaban. La sultana pelirroja lógicamente en el lugar donde estaba era de "excelencia" tenía una mesa, asientos y comida mucho más deliciosa.

Lamentablemente, todos hablaban del desayuno especial que el sultán le estaba dando a esa estúpida mujer Veneciana junto a Kiriha. Yamato le dijo que sería en señal de "disculpas" por el incidente del día anterior.

Según Yamato "Mimi no se merecía limpiar zapatos luego del acto heroico de tuvo con Kiriha"

Apretó su puño al recordar esto.

Verdaderamente odiaba estos tratos especiales que Yamato le estaba dando a esa estúpida.

Era solo una esclava, sin sentido, que cumplía su deber al salvar al príncipe.

¿Por qué merecía esos aposentos? ¿Por qué merecía un banquete? ¡Y más encima, ahora una disculpa de su parte! Odiaba esa situación, absolutamente. ¿Por qué una sultana debería pedirle una disculpa a una esclava?

¡Como sea! Debía quedar bien ante Yamato, así que debía pedir disculpas.

A lejos divisó la figura de la castaña adentrándose al harem por la puerta principal, al hacer esto todas las mujeres del harem tanto sirvientes, como concubinas y esclavas sin ningún rango comenzaron a murmurar entre ellas observando a la recién llegada. Unas miradas también se dirigieron hacia ella, probablemente algunas preguntándose cuál sería su reacción al verla luego del espectáculo que ayer hizo vivir a la joven.

Suspiró.

Lo mejor sería acabar con esto rápido

Sora caminó hacia Mimi con un gesto de arrepentimiento en su rostro, aunque en su interior, estaba lidiando con una mezcla de incomodidad y orgullo herido. No era fácil para ella admitir que se había equivocado, y mucho menos pedir disculpas.

Al llegar a donde estaba, Sora se aclaró la garganta y comenzó a hablar con una voz aparentemente serena. —Mimi, necesito hablar contigo.

Mimi la miró con curiosidad, notando la tensión en la expresión de Sora. —Dígame, mi sultana.

—Necesito disculparme por lo de ayer. No debería haber asumido que estarías dispuesta a limpiar mis zapatos.

La castaña se sorprendió al recibir esa declaración, no la esperaba, en lo absolutamente.

—Está bien, mi sultana. Fue un malentendido. No se preocupes demasiado por eso.

Internamente, Sora luchaba contra su propio ego, que se resistía a aceptar la culpa. "¿Por qué tengo que disculparme? Ella podría haber dicho que no si no quería hacerlo", pensaba Sora, pero sabía que, aunque su orgullo le doliera, era lo correcto hacerlo.

— Sí, lo sé, pero igualmente siento mucho haber asumido eso de ti. No debería haberlo hecho, y lamento cualquier molestia que haya causado — dijo Sora, tratando de sonar genuina.

Mimi le sonrió comprensivamente, pero Sora pudo notar la tensión en el ambiente. — Está bien, sultana. Como dije, fue un malentendido. No pasa nada.

A pesar de las palabras de Mimi, Sora aún se sentía incómoda por haber tenido que disculparse. Internamente, esperaba que este episodio se olvidara pronto para que pudiera recuperar su sensación de control y superioridad. Sin embargo, sabía que la verdadera lección estaba en aprender a ser más humilde y considerada, aunque eso significara dejar de lado su orgullo.


~Dos semanas después~


Era increíble como el tiempo pasaba, ya iba a cumplir casi dos semanas desde que llegó a ese lugar. Y a pesar de que había cosas que no le gustaba y quería evitar, la dulzura del pequeño Kiriha provocada que cada vez se sentía más parte de ese lugar. Además, el sultán le tenía buena estima al parecer. La sultana Sora la trataba de buena manera cuando iba a cuidar a su hijo, sus damas estaban a su disposición haciendo que todo fuese más fácil para la castaña.

No obstante, la oji-miel desconocía que la consorte principal de Yamato simplemente estaba utilizando una máscara, mostrando una cara que no era, ya que dentro de su ser sentía una gran rabia al ver como la castaña poco a poco se ganaba a su hijo y con eso llamaba la atención del sultán.

Sin embargo, Yamato desconocía que algo no muy bueno se avecinaba.


La sala del trono en el palacio del Sultán Yamato estaba llena de hombres de confianza, miembros de su corte. El ambiente estaba tenso mientras discutían asuntos políticos y estrategias.

Uno de los consejeros, un hombre de edad avanzada con barba gris, se atrevió a expresar sus preocupaciones. — Mi Sultán, hemos observado que el príncipe Takeru está ganando apoyo entre las tribus y adquiriendo influencia política. Sus seguidores aumentan día a día, y algunos de nuestros aliados ya le prestan oídos.

—Mi hermano es un príncipe, tiene derecho a conocer cómo funciona este imperio.

—Sí, pero él no heredará el trono y mucho menos peleará por él, así que nos es necesario que lo haga.— Declaró Marcus Pashá.

—¿Y por qué no lo haría?

—Porque podría significar una amenaza.

Yamato, sentado en su trono, frunció el ceño ante la noticia. — ¿Estás sugiriendo que mi propio hermano está tratando de socavar mi autoridad?

El consejero asintió con cautela. — No estamos seguros de sus intenciones, pero es innegable que está ganando popularidad. Algunos creen que podría estar preparándose para tomar el trono.

Otro consejero, más joven pero igualmente preocupado, intervino. — Mi Sultán, no podemos ignorar esta situación. Si el príncipe Takeru continúa ganando apoyo, podría poner en peligro la estabilidad de nuestro reino.

Yamato se mordió el labio inferior ante esto.

—El príncipe Takeru está vivo, no obstante, nosotros no permitiremos que las cosas cambien solo porque usted le perdonó la vida.— Comentó otro pashá del consejo— Rompiendo nuestra regla del fratricidio que hace años mantenía en orden nuestro imperio.

—¡No deben hablar de ese tema!— Exclamó el rubio— Yo bien dije que era un tema cerrado y ustedes mismos me pidieron condiciones para respetar esto.

—Sí, lo sabemos.— Respondió Thomas Pashá— Pero eso no quita nuestro derecho a opinar, ya que no estamos de acuerdo con lo que usted hizo.

—Mientras él viva, el reino será inestable.— Sentenció Marcus Pashá— Y si usted no logra controlar aquello, dudo que sea un buen sultán.

—Pero ¡Qué insolencia es esa!— Taichi alzó la voz— ¿Cómo se atreven hablarle así a nuestro sultán?—Preguntó—Se entiende el disgusto, pero no olviden que están frente al emperador absoluto de este imperio. No pueden hablarle así.

Marcus Pashá mantuvo su postura desafiante ante el comentario de Taichi, sin amilanarse ante la indignación del joven consejero.

— No digo esto por insolencia, Taichi pashá. Lo digo por el bien del reino —respondió Marcus con firmeza—. Si no enfrentamos la realidad, este imperio correrá el riesgo de caer en la discordia y la inestabilidad.

—Takeru simplemente está haciendo bien al aumentar su poder político, está ayudando económicamente a un grupo de jenízaros para que estén mejor preparados para la guerra.—Declaró Taichi— Está haciendo todo lo posible por el bien de nuestro imperio, no deben criticarlo, ya que nada malo está haciendo.

—Ahora no, pero no sabemos después.

—¡Ya basta!— Yamato alzó la voz— Esta reunión del consejo queda hasta aquí.

No quería continuar escuchando a aquellos hombres, porque sus palabras verdaderamente estaban logrando afectarlo.


Mientras tanto en el harem, Natsuko, la madre sultana se encontraba tomando té junto a la hermana de Taichi, Hikari, y la consorte principal de Yamato, Sora.

—¿Cómo va mi nieto con sus clases?

—Muy bien.—Respondió Hikari— A pesar de ser un niño, comprende muy bien lo que enseño.—Comentó— De vez en cuando se distrae, pero es de esperarse porque es pequeño, no obstante, siempre rinde bien.

—Me alegra escuchar eso.—Musitó la sultana madre— Kiriha es un príncipe muy especial, que debe aprender desde pequeño a lidiar con su posición.—Dirigió su mirada hacia la pelirroja— ¿Cierto, Sora?

La pelirroja, quien se encontró pensativa y callada todo ese momento del desayuno pareció salir de su trance— ¿E?— Balbuceo— Disculpe ¿qué dijo?

Natsuko hizo una mueca, Sora desde hace días parecía muy distraída y hoy parecía no ser la excepción.

¿Qué le ocurría?

—Dije que Kiriha es un príncipe muy especial y debe saber lidiar con su posición.— Comentó la oji-azul— Como príncipe, debe ser enseñado como tal.

—¡Claro mi sultana!— Exclamó la consorte de Yamato— Tiene toda la razón.

Hikari le dio un sorbo a su té y luego lo depositó en la mesa— Sultana madre, le agradezco por la invitación, pero llegó el momento de retirarme.— Declaró— Antes de comenzar mi clase con Kiriha me gustaría arreglar algunos asuntos con el príncipe Takeru.

—Claro querida.— Respondió la oji-azul.

La castaña se levantó del lugar e hizo una reverencia— Que tengan buen día, mis sultanas.— Fue así como volteo en dirección a la puerta y salió del lugar.

Al quedar solas, Natsuko dirigió su mirada a su nuera, Sora, quien se encontraba con su mirada perdida en el horizonte, prácticamente, sin decir palabra.

—Querida.— La llamó.

Sora pareció no escucharla.

—Sora.— Natsuko depositó una mano en su hombro y la chica salió de su trance.

—¿Sí? Sultana.

—¿Qué te ocurre?— Preguntó la oji-azul—¿Por qué estás así?

—¿Así?— Preguntó la pelirroja— ¿Así cómo?

—Distraída.— Respondió Natsuko—Pensativa, no colocas atención a las cosas.

Sora hizo una mueca.

—Hace día te he notado distraída y triste.— Comentó la oji-azul— Dime ¿qué ocurre?

Sora suspiró.

—Estoy un tanto preocupada, madre sultana.

—¿Por qué?

—Por mi relación con su majestad, el sultán Yamato.—Declaró la pelirroja— Desde que nos vinimos a vivir a este palacio muchas cosas han cambiado madre.— Suspiró— Ya no tiene tiempo para mi hijo o para mi.

La madre sultana, Natsuko, frunció el ceño al escuchar las preocupaciones de su nuera. Se acercó a Sora y le tomó suavemente las manos en un gesto de consuelo.

—Entiendo que esta transición ha sido difícil para ti, Sora. La vida en el palacio real trae consigo muchas responsabilidades y cambios. Pero Yamato es nuestro sultán, y su papel conlleva obligaciones que a veces pueden afectar su tiempo con la familia.

—Lo sé, siempre fui consciente de que ascender al trono cambiaría nuestra vida, pero...—Sora suspiró— Nunca pensé que sería tan abrupto.—Hizo una mueca— Además, él ahora tiene muchas mujeres que van a sus aposentos.

—Querida, ya te he explicado porque es eso.— Declaró Natsuko— Yamato debe tener otro hijo, y por eso le envió concubinas.

—Lo sé, pero usted estuvo en mi posición, madre, sabe lo que es ver como mujeres pasan y pasan en la vida del padre de su hijo.— Musitó la pelirroja.

—Sí, lo sé y es por eso mismo que intento animarte.— Respondió la mayor— Es difícil, pero tú tienes una posición especial, eres madre del primogénito, la consorte principal. Yamato debe cumplir con sus obligaciones, pero eso no quita que tú sigas siendo la principal.

—Puedo ser la madre del primogénito, pero no su favorita.

—Claro que eres su favorita.— Contestó— Yamato te tiene muy buena estima y eso jamás cambiará, y no lo digo solo por tu hijo, tú bien sabes que mi hijo desde antes de tenerte como concubina te apreciaba. Dudo que eso cambie tan rápido por una mujer desconocida.

—Eso espero.—Comentó Sora nostálgica.


Yamato salió de la sala del trono, completamente perdido, devastado, sin saber como reaccionar. Aquella reunión con el consejo fue horrible, literalmente, tenía ganas de golpear a alguien.

¿Cómo se atrevían aquellos hombres a desafiar su voluntad?

¡Insolentes!

Pero...

¿Si tenían razón?

¿En verdad se equivocó en dejar a su hermano vivo?

¿Verdaderamente era un peligro?

—Su majestad.— Taichi se acercó a él— ¿Se siente bien?

—No.— Respondió el rubio.

—¿Llamó al doctor?

—No.— Contestó Yamato— Quiero estar solo.

Fue así como comenzó a caminar en dirección a...

Ni él sabía.

Sentía frustración, ira, desorientación, enojo, tristeza, preocupación todo...

Necesitar votar todo.


Mientras tanto Mimi se encontraba jugando con Kiriha.

Los rayos dorados del sol filtrándose por las cortinas iluminaban la habitación donde Mimi y Kiriha compartían un momento de alegría y risas. Mimi, con su cabello largo y castaño, se encontraba en el suelo rodeada de juguetes coloridos mientras el pequeño Kiriha observaba con ojos curiosos.

Mimi levantó un juguete brillante y llamativo, agitándolo frente al pequeño príncipe. —¡Mira, Kiriha! ¿Te gusta este? —preguntó con entusiasmo, moviendo el juguete de un lado a otro para captar la atención del niño.

Kiriha, con sus ojos grandes y brillantes, soltó una risita encantadora y extendió sus manitas hacia el juguete. Mimi se lo entregó con una sonrisa, y Kiriha comenzó a explorarlo con fascinación.

—¿Cómo estuvo tu clase con Hikari, hoy? —preguntó Mimi mientras observaba al niño jugar.

—Bien.— Contestó el rubio— Hika es bastante linda y amable, aunque...—Hizo una mueca— Un poco aburrido, odio aprender todas esas normas de elica.

¿Elica?

La castaña rio ante esta palabra— Querida, no se dice elica.—Musitó— Se dice Ética.

Kiriha arrugó la nariz, pensativo, mientras intentaba pronunciar correctamente la palabra. —Ética... eso. —corrigió con un pequeño rubor en sus mejillas, provocando que Mimi riera suavemente.

—Es normal que no encuentres interesante la Ética, pero es importante aprenderla. —le explicó Mimi, aprovechando la oportunidad para educar al pequeño príncipe— Te a ayudar a ser un buen príncipe y en un futuro, un buen sultán.

Kiriha asintió con entusiasmo—¡Yo seré un increíble sultán!

Mimi rió cariñosamente—No lo du...

No pudo terminar de hablar, ya que un sonido de un golpe resonó en el lugar interrumpiendo la conversación de ambos.

La castaña alzó la mirada sorprendida, al igual que el pequeño príncipe.

—¿Qué fue eso?—Preguntó Kiriha.

—No lo sé.— Respondió Mimi antes de colocarse en pie y caminar en dirección a la salida.

El pequeño siguió a la castaña, ambos salieron del lugar y al hacer esto se encontraron con el sultán que tenía su puño clavado en pared, su mirada estaba baja, evidentemente estaba mal.

—Papá.— El pequeño rubio llamó a Yamato.

—Mi sultán.— Mimi también lo llamó.

El nombrado alzó la mirada a ellos.

¡Rayos!

Pensó.

—Mimi.—Observó a la chica y luego a su hijo— Kiriha.

—Padre.— Habló el pequeño— ¿Qué haces aquí?

—L-lo siento, yo...—Yamato hizo una mueca— No sabía que estaban aquí y...

Mimi dirigió su mirada hacia el rubio tenía una mano sangrando, el golpe fue bastante fuerte. Su rostro no estaba bien, parecía enojado, y aquel golpe lo confirmaba.

—Padre.— El pequeño quiso acercarse al sultán, no obstante, Mimi posó una mano en su hombro impidiendoselo.

—Kiriha, querido, por favor, ve con las sirvientas al jardín de entrenamiento.—Declaró.

El pequeño la observó triste—Pero, mi padre...

—Él te irá a ver luego ¿sí?

Mimi dirigió su mirada hacia Airu y le hizo una seña.

La rubia tomó la mano del pequeño— Vamos, mi príncipe.

Fue así como la kalfa y el príncipe se fueron.

Mimi se acercó a Yamato— Sultán ¿qué le ocurrió?— Sacó un pañuelo de su muñeca y la llevó a la mano del rubio.

—Na-nada.— El rubio intentó apartar la mano.

—Mi sultán, por favor, deje ayudarlo.— Musitó la chica intentando de calmarlo.

Mimi, con la persistencia de una persona preocupada, limpió suavemente la mano de Yamato. Sus ojos, llenos de inquietud, buscaban respuestas en el rostro del sultán.

El rubio negó con la cabeza— Necesito estar solo.

—¿Solo?— La castaña observó de frente a Yamato— No creo que sea lo mejor.

Analizó atentamente sus facciones y llevó una mano a su mejilla.

Esto sorprendió al rubio.

—Veo que su rostro está triste mi sultán.— Comentó Mimi y acarició su rostro— Su azulada mirada no se ve fuerte como siempre, pareciera que tiene algo en el interior que no lo deja sonreír.

Yamato hizo una mueca, no quería lucir débil— No es nada.

—Es imposible que sea nada.— Comentó la chica— Su mirada lo dice, puedo verlo, ya no tiene el mismo brillo fuerte de siempre.— La chica lo observó de frente y Yamato no pudo evitar sentirse hipnotizado por la mirada inocente color miel de Mimi, sin duda tneía unos ojos excepcionales que por alguna razón (desconocida) le causaba calidez y le inspiraba...

Confianza.

—Dígame ¿qué le ocurre?— Preguntó Mimi.


¡Toc, toc!

La puerta de los aposentos de la sultana madre sonó.

—Adelante.— Exclamó Natsuko mientras observaba un libro.

Fue así como la puerta se abrió y en lugar apareció Juri.

—Mi sultana.— La llamó— Taichi Pashá se encuentra afuera y necesita hablar con usted.

—Dile que entre.— Respondió sin despegar su mirada de su libro.

Fue así como Juri asintió, salió del lugar y a los pocos segundos Taichi ingresó al lugar.

El hermano de Hikari se acercó a la sultana madre e hizo una reverencia.

—Buenos días, sultana madre.

Natsuko alzó su mirada, cerró su libro y movió su cabeza— Buenos días Taichi Pashá.— Respondió— ¿Vienes a traerme información del consejo?

Taichi asintió— Como usted me lo pidió.

La mujer observó curiosa al joven.

Quizás, las mujeres no participaban en la vida política, a vista de todos, ella no tenía poder alguno para involcurarse en guerras o financiar campañas, no obstante, siempre le gustaba estar informada con todo lo que ocurría (1)

—¿Y bien?— Preguntó— ¿Cómo estuvo?

—Al principio bien.— Respondió— Todos preparativos para la guerra están en su máximo esplendor. En menos de lo esperado comenzaremos la misión para recuperar las tierras de Egipto.

Eso era bueno.

—El tesorero imperial nos dio el informe del tesoro imperial utilizado para ayudar a la gente del pueblo y financiar la guerra, todo está en perfecto orden.— Declaró Taichi.

—Me alegra escuchar eso.— Musitó Natsuko— Eso significa que todo está bien, entonces.

—En su mayoría.— Declaró Taichi— Lamentablemente, hubo una sesión del consejo que no resulto de la mejor forma.

—¿No?

—Lamentablemente los pashás no han llegado a un acuerdo con su majestad al momento de hablar acerca de la familia imperial Otomana.

Natsuko hizo una mueca ante esto.

—¿Acuerdo de nuestra familia?— Preguntó—¿Sobre qué?

—El sultán no me permite dar mucha información, no obstante, creo que debería hacer el intento de hablar con él.— Contestó Taichi— Necesita consejería, y solo usted se la puede dar.

—Entiendo.— Respondió la oji-azul— Intentaré hablar con mi hijo.

El pashá asintió.

—También, he venido hasta aquí porque llegó una carta a su majestad, la cual quiere que usted vea.— El castaño le extendió un pergamino a la sultana.

Natsuko recibió el pergamino.

—¿De qué trata?

—De la sultana Rika.— Respondió el castaño— Ella comenzó su viaje hasta aquí desde Hungría, pronto estará en medio nuestro.

¿Qué?

¿Rika vendría?


Mimi analizó en su mente toda la información que le dio Yamato acerca de causa de su tristeza, al tener que enfrentarse al consejo para poder mantener a su hermano con vida, a pesar de que, estos no querían que eso fuera así. Literalmente, quedó sin palabras.

¿Cómo eran capaz de querer asesinar a Takeru? Apenas era un joven, nada malo hizo. Pero, según ellos, si lo hizo.

Nacer, fue su sentencia.

Ya que no era el mayor o el heredero al trono.

Hizo una mueca el rostro triste de Yamato.

—Mi sultán.— Habló— Disculpe si fui muy insistente, tal vez, no debí preguntarle.

—No te preocupes.— Respondió el rubio.

De alguna forma, le sirvió votar todo lo que tenía adentro. Al principio le resultó difícil, porque generalmente no le gustaba revelar sus problemas, pero fue inevitable esta vez. Necesitaba desahogarse y lo logró al contar lo triste que se sentía y enojado, por esa situación.

—Todo el mundo quiere que sea como mi padre.—Declaró Yamato—Como todos los sultanes antes de mí, que sea fuerte y respete las leyes.— Suspiró— Pero me es difícil hacerlo, ya que no quiero practicar el fratricidio.

Mimi asimiló las palabras de Yamato y se sintió aún más intrigada por la complejidad de la situación. La idea de tener que enfrentarse al consejo y lidiar con la posibilidad de perder a su hermano por decisiones ajenas le parecía cruel e injusta.

—No puedo creer que te estén presionando de esa manera. ¿No hay alguna forma de cambiar las cosas? —preguntó Mimi, buscando una solución que alivie la carga que Yamato llevaba sobre sus hombros.

El sultán miró a Mimi con gratitud por su preocupación, pero la tristeza en sus ojos no desapareció.

—Las tradiciones son difíciles de cambiar. El consejo es conformado por personas que han seguido esas normas durante generaciones. Cambiar su mentalidad no será fácil, y enfrentarme a ellos puede tener consecuencias graves.

Mimi reflexionó sobre las palabras de Yamato y comprendió la magnitud de la lucha que tenía por delante. Sin embargo, su determinación no flaqueó.

—Lo peor es que, si no soy como mi padre, jamás lograré ser buen sultán.

—Usted no tiene que compararse con su padre, usted no es él.— Habló Mimi— Y nunca será él, finalmente el sultán Hiroaki ya vivió, hizo su vida, tomó sus decisiones, reinó a su forma, usted es su hijo, pero ya no está, él tuvo su tiempo e hizo lo que él quiso, eso no quiere decir que tenga que usted deba ser su reflejo, usted tiene esencia propia, su propia vida, no debe mortificarse comparando lo que usted ha hecho con lo de su padre, no, cada ser humano tiene un propósito en la vida y usted quizás tenga otros diferentes a él. Puede ser que él haya hecho crecer el imperio a su manera con violencia y castigos, sin embargo, si usted quiere cambiar esto no significa que sea mal sultán, al contrario, significa que usted tiene una cualidad mayor a él.— Posó su mano en su pecho— Y esa es tener corazón, algo que sus súbditos apreciaran mucho más y recordaran, porque aunque algunos crean que las personas frías son fuertes, generalmente la gente los olvida, ya que no le gusta recordar momentos oscuros, en cambio a los misericordiosos siempre dejan una huella en la historia de su reino y sobre todo en las personas.

Yamato analizó las palabras de la castaña, nunca creyó que recibiría un consejo de ese tipo de ella específicamente, mejor dicho, de nadie en ese palacio, ya que todos generalmente se dejaban llevar por el dinero y la violencia. Sin embargo, las palabras de esa chica se habían sentido tan profundas e intensas que literalmente habían provocado que ese gran peso que sentía en su espalda se esfumara.

El rostro de Yamato reflejó una mezcla de sorpresa y gratitud mientras absorbía las palabras de Mimi. La sinceridad y la compasión en sus ojos hicieron que se sintiera comprendido de una manera que no había experimentado antes en el frío entorno del palacio.

Nunca pensó que alguien le diría algo así.

—¿Sabes? Siempre he sentido la presión de estar a la altura de las expectativas de mi padre y del consejo.

Pero sus palabras le hacían ver las cosas de manera diferente.

Mimi le sonrió con amabilidad, aliviada al ver que sus palabras impactaban positivamente en Yamato.

—No necesita seguir los pasos de tu padre para ser un buen líder. Ser un sultán compasivo y justo puede traer cambios significativos y positivos a tu reino. La fuerza no siempre reside en la violencia; a veces, se encuentra en la compasión y en la capacidad de tomar decisiones sabias.

Yamato asintió, absorbiendo cada palabra con atención. Se sentía inspirado por la perspectiva única que Mimi le ofrecía. La idea de trazar su propio camino, distinto al de su padre, le daba esperanza y renovaba su determinación.

—Gracias, Mimi. Tus palabras han iluminado mi mente de una manera que no puedo expresar con palabras.

Le habían dado la fuerza para enfrentar lo que sea necesario y cambiar el rumbo de su reino.

—Muchas gracias por tu consejo.

La castaña hizo una reverencia— Fue un gusto, mi sultán.

Yamato sonrió, en verdad le estaba agradando esa chica, su presencia lo hacía sentir bien— Ven a cenar conmigo esta noche.

—¿Qué?— Preguntó la oji-miel.

—Así como el otro día.— Contestó el Ishida— Cuando desayunamos, te tendré un banquete.

—Pe-pero hoy es Jueves.— Habló la Tachikawa— Usted hoy tiene su noche especial con la sultana Sora.

—Lo sé.— Respondió Yamato— Pero no quiero estar con ella, quiero estar contigo.

Necesitaba compensarle de alguna forma lo bien que me haces sentir.


Mientras tanto en la gran biblioteca real, Takeru se encontraba absorto en la lectura de documentos importantes que ayudarían a comprender mejor la político y tratados históricos. Hikari, se encontraba junto a él, ya que (como la sultana madre le ordenó) ayudaría en lo que pudiera al rubio a mejorar en el ámbito político, económico y social del imperio.

—Takeru, pareces bien interesado en ese libro que estás leyendo.—preguntó Hikari, tomando asiento junto a él.

—Sí, está interesante, verás estoy tratando de comprender mejor cómo funciona el juego político en nuestro reino y este libro me ha ayudado bastante. Siento que necesito fortalecer mi posición para proteger a mi hermano y cambiar las cosas para mejor —respondió Takeru con determinación en sus ojos.

Hikari asintió, reconociendo la importancia de la tarea que tenía por delante.

—Es crucial entender las dinámicas políticas. Debes ganarte la confianza de los consejeros y nobles, pero también asegurarte de mantener tu integridad. La lealtad es valiosa, pero la astucia política también es necesaria.

Takeru asimiló sus palabras, consciente de que la política no era un terreno fácil de navegar.

—¿Tienes alguna sugerencia específica para mí, Hikari?

—Primero, sé accesible. Los súbditos y los consejeros deben sentir que pueden acercarse a ti. Además, estudia las leyes y los tratados a fondo para que puedas hablar con conocimiento. La educación política te dará una ventaja —aconsejó Hikari.

Takeru asintió agradecido, sabiendo que la sabiduría de Hikari sería invaluable en su viaje político.

—Gracias, Hikari. Tus consejos son de gran ayuda. Si no fuera por ti, posiblemente continuaría en la ignorancia.— Declaró.

—No me agradezca, príncipe.— Hizo una reverencia.

—¡Hey! No me hagas reverencia, por favor.— Respondió el rubio antes de levantarse y acercarse a ella— Somos amigos y los amigos no se hacen reverencia.

—Lo somos.—Respondió la castaña— Pero eso no quita que deba continuar tratándole como corresponde.

—Tú sabes que no.— Contestó el chico antes de acercarse a ella y depositar su mano en su hombro.

Hikari ante esto dio un paso hacia atrás alejándose del rubio, el gesto era amistoso, no obstante, sabía que debía mantener distancia. Después de aquel beso que Takeru le dio, intentaba marcar los límites. Eso no pasaba desapercibido al rubio, que en cierto modo se sentía herido por esto.

El príncipe hizo una mueca, sabía que la hermana de Taichi marcó límites hace un tiempo, que él debía respetar, no obstante, él no quería estar lejos de ella.

La esperó mucho tiempo, no la dejaría ir tan fácilmente.

—Permiso, mi príncipe.— Hikari hizo una reverencia— Ya es hora de que me vaya.

—¡Ey! No.— Takeru la sostuvo suavemente por el brazo— No te vayas todavía.

—Pe-pero, tengo que ir con el príncipe Kiriha.— Respondió la castaña.

—Lo sé.— Respondió el rubio— E irás.—Aclaró— Pero antes quiero darte un obsequio.

¿Un obsequio?

En ese momento, Takeru sacó de su bolsillo una caja de joyería y lo extendió hacia Hikari.

—En señal de agradecimiento por todo lo que has hecho quiero darte esto.

Hikari observó la caja, era bastante elegante, era dorada y estaba adornada con turquesas a su alrededor.

Takeru depositó su mano en la caja y la abrió dejando ver que en su interior había una gran, elegante ¡Y carísima! joya.

Era un collar en forma de tulipán, plateado con cristales rojos en su interior, era bastante lindo.

—Príncipe, yo no puedo aceptar ese regalo.

—¿Por qué no?— Preguntó el rubio— ¿No te gusta?

—¿E? S-sí, me gusta.— Respondió— Pero es muy caro y, además, tiene la forma de un tulipán.

Una joya en forma de Tulipán significaba muchas cosas en el imperio Otomano: Poder, riqueza, afecto. Pocas personas utilizaban joyas de esa forma, ya que por lo general la familia real tendía a utilizarla como sello personal. Generalmente las madres de sultanes tenían joyas de esa forma, personas de confianza del sultán o de los príncipes.

—Sí, lo tiene.— Declaró el rubio— Es porque quiero que sepas lo valiosa que ha sido tu ayuda en este proceso.

—Me siento halagada.—Comentó la casta—Pero, si alguien me viera con esto, tendríamos problemas.

—¿Y por qué alguien tendría que verlo?— Preguntó Takeru— Este obsequio es secreto...

Como su atracción hacia ella

—Mi príncipe, no puedo aceptar.

Takeru depositó la caja en la mesa—Claro que puedes.— Fue así como tomó el collar ente sus manos y se posicionó detrás de la castaña.

Hikari se sintió nerviosa ante la cercanía del oji-azul.

—Permiso.— Musitó el hermano de Yamato antes de correr suavemente el cabello de la castaña y depositar el collar al rededor del cuello de la castaña.

El delicado tulipán descansaba ahora en el cuello de Hikari, centelleando con la luz de la habitación. Takeru se apartó para observar el efecto, y una sonrisa de satisfacción se dibujó en su rostro.

—Ahora, nadie tiene que saber sobre este regalo, solo nosotros. Es un símbolo de agradecimiento y confianza —dijo Takeru, sus ojos expresando gratitud.

Hikari se tocó el collar con los dedos, sintiendo el suave tacto de la joya. A pesar de su preocupación inicial, la belleza y el significado detrás del regalo no pasaron desapercibidos para ella.

—Es verdaderamente hermoso, Takeru. Pero, en verdad no es bueno que lo tenga.

—Claro que sí.—Respondió el rubio— Ese collar es valioso, y yo quiero que sepas lo valiosa que eres tú para mí.

Hikari sintió un ardor en sus mejillas, verdaderamente estaba emocionada y a la vez avergonzada. Takeru intentaba acercarse a ella, pero eso no debía ser. No obstante, el guapo príncipe con solo su presencia provocaba muchas cosas en ella.


Miyako caminó con determinación hacia los aposentos de Sora, consciente de que la noticia que llevaba consigo no sería fácil de comunicar. Atravesó los pasillos decorados con luces suaves y llegó a la puerta de Sora, donde tocó con delicadeza antes de entrar.

—Sora, ¿puedo hablar contigo? —preguntó Miyako, notando la expresión preocupada en el rostro de la sultana.

Sora asintió y le indicó a la pelilila que tomara asiento.

—¿Qué sucede, Miyako? Pareces preocupada.

La kalfa tomó un suspiro antes de hablar.

—Es sobre el sultán.—Hizo una pausa antes de continuar— Gennai me acabó de informar que no pasará la noche con usted.

¿Qué?

Sora se sorprendió ante esto.

—¿No?— Preguntó— ¿Por qué?

Miyako hizo una mueca, no sabía exactamente si decirle la razón. Esto no le gustaría a la sultana. Intentó elegir sus palabras con cuidado, pero fue difícil.

—Miyako ¿por qué te quedas callada?— Cuestionó— Dime ¿sabes la razón? ¿verdad?

—Lamentablemente sí.— Respondió Miyako.

¿Lamentablemente?

—Dime ¿qué ocurre?— Exigió la pelirroja.

La kalfa se mordió el labio inferior.

—¡Miyako! Te lo ordeno.—Exclamó Sora— Dime.

—El sultán tendrá una cena con Mimi Hatun.—Finalmente contestó la kalfa.

¿Qué?

—¿Tendrá una cena con Mimi Hatun?

Miyako asintió.

¡No! ¡Eso no podía ser verdad! ¡Claro que no!

—Es una broma.— Declaró— ¿Verdad?

Miyako negó— Ojalá lo fuera. Pero no lo es.

Sora frunció el ceño, sorprendida por la noticia. La idea de que el sultán prefiriera la compañía de Mimi en lugar de la suya le causó una mezcla de emociones. Sora se levantó de su asiento, con la mirada llena de determinación y cierta dosis de decepción. La noticia de que el sultán pasaría la noche con Mimi en lugar de ella había golpeado sus expectativas y emociones.

—No puedo aceptarlo. ¡Hoy es mi día especial! —exclamó, con una mezcla de incredulidad y frustración.

Miyako comprendió la reacción de su amiga y trató de consolarla.

—Sora, entiendo que estés molesta, pero él es el sultán, puede hacer lo que quiera. A veces, los deberes del sultán lo llevan por caminos inesperados.

Sora agitó la cabeza con firmeza.

—No importa cuán complicados sean, hoy es un día especial para mí y no permitiré que Mimi se interponga en ello.

Decidida a hacer valer su posición, Sora salió de su habitación en dirección a los aposentos de la sultana madre, Natsuko.

Sora caminó con paso firme hacia los aposentos de la sultana madre, Natsuko. Golpeó la puerta con determinación y, tras una breve espera, la puerta se abrió revelando a Natsuko, quien la recibió con una sonrisa cálida.

—Sora, ¿qué estás haciendo aquí?

Sora devolvió la sonrisa, aunque sus ojos reflejaban una mezcla de determinación y decepción.

—Madre sultana, necesito hablar con usted. El sultán ha decidido pasar la noche con Mimi en lugar de conmigo en mi día especial.

Natsuko asintió con comprensión, llevándola hacia el interior de la habitación.

—Querida, supuse te enojarías por eso.

—¿Usted ya lo sabía?

—Gennai recién me lo dijo.—Respondió la oji-azul.

¡Rayos!

Sora apretó su puño enfadada.

—Comprendo tu preocupación, Sora. Pero debes entender que Yamato tiene responsabilidades como sultán, y a veces debe tomar decisiones que van más allá de nuestras expectativas personales.

—Pero hoy es mi día de especial, y debería ser una prioridad para él también. No puedo aceptar que Mimi se interponga en esto.

Natsuko se sentó con seriedad, invitando a Sora a hacer lo mismo.

—Sora, ser la consorte principal de un sultán no es solo compartir momentos especiales. Es una posición que implica compromisos y deberes. Si quieres que Yamato te trate como una sultana, también debes actuar como tal.

Sora frunció el ceño, sintiendo que las palabras de Natsuko no coincidían con sus expectativas.

—No creo que deba conformarme con ser una simple sultana. ¡Hoy es mi día y merezco ser tratada como la única prioridad!

Natsuko la miró con firmeza.

—Sora, ser sultana implica más que solo recibir atenciones especiales. Debes entender las responsabilidades que vienen con ello. Enfrentarás desafíos y momentos difíciles, pero también serás una influencia positiva en el reino.

Sora, aunque frustrada, se dio cuenta de que Natsuko tenía razón en parte.

—Entiendo, pero eso no cambia lo que siento. Hoy es mi día y quiero que Yamato esté conmigo.

—Lo siento Sora, pero él es el sultán y decide qué hacer con su vida.— Natsuko bajó la mirada triste.

La pelirroja apretó los dientes enfadada.

¡Odiaba esa situación! ¡Odiaba a esa mujer! ¡Odiaba a esa esclava!

¡Esa niña tendría su merecido!


Mimi se observó en el espejo de su habitación mientras unas kalfas arreglaban su vestuario.

Para la cena de esta noche se colocaría un vestido color piel, largo, con mangas largas delgadas, unos detalles dorados y en su cabeza utilizaba una diadema dorada, además, las criadas estaban acomodando unas pulseras en sus manos.

—¡Vaya, vaya! Así que el sultán te quiere en sus aposentos esta noche.— Musitó Airu.

La castaña movió la cabeza— Simplemente me invitó a cenar, nada más. Ya te lo dije.

—Lo sé.—Respondió la rubia— Pero conociendo a las mujeres del harem deben estar pensando cualquier otra cosa.

Mimi hizo una mueca, verdaderamente no quería continuar recibiendo burlas de parte de esas mujeres. Ellas no se comparaban con ella. Esas mujeres simplemente tenían una noche apasionada con Yamato, esperando ser premiadas con regalos o un embarazo, en cambio ella no. No quería ser concubina de su majestad.

—Que piensen lo que quieran, yo no soy como ella.— Declaró.

Airu hizo una mueca— Lo sé. Sé que no quieres ser concubina de su majestad.— Respondió—Pero...—Se a la castaña—Dime ¿en verdad no has considerado en aceptar la idea?—Cuestiono Airu—Digo, si lo hicieras podrías ascender en este harem, ser una mujer importante, madre de un príncipe y disfrutar de lujos.

Mimi negó— No lo he pensado, porque no me interesa.

Sí, los lujos eran algo bueno, pero ella no quería enredarse en ese mundo.

—Pero ¿ni siquiera lo has meditado?

Mimi mantuvo su postura firme, rechazando la idea de convertirse en concubina del sultán, a pesar de las sugerencias de Airu. La idea de ascender en el harem y disfrutar de lujos no la convencía, ya que tenía sus propias convicciones y prioridades.

—Airu, entiendo que para algunas mujeres eso pueda ser tentador, pero no es lo que busco. No quiero ser solo una más entre muchas en el harem. Prefiero seguir siendo yo misma y no perder mi autonomía y dignidad por unos cuantos lujos —declaró Mimi con determinación.

Airu la miró con cierta incredulidad, como si no pudiera comprender por qué Mimi rechazaba algo que muchas otras anhelaban.

—No entiendo cómo puedes ser tan diferente al resto. El sultán te ha mostrado interés, y eso podría llevarte lejos en este lugar.

Mimi suspiró, explicando su perspectiva.

—Valoro mi dignidad más que cualquier posición en el harem. No estoy aquí para ganarme favores o ascender en la jerarquía. Solo quiero vivir mi vida a mi manera.

Airu la observó en silencio por un momento antes de asentir, como si respetara la decisión de Mimi, aunque no pudiera entender completamente sus motivaciones.

—Tú eres única en este lugar, Mimi. Admiro que pienses en ser digna.— Declaró— No obstante, me es inevitable hablarte de esto, ya que tienes todo para ascender y ser una excelente sultana.—Comentó— Sin mencionar que no estaría mal estar con el sultán. O dime ¿no es guapo?

La castaña se mordió el labio inferior ante esto. Sí, Yamato era bastante guapo, joven, atrayente, sin embargo, ella quería respetar a la sultana Sora.

—Yamato es guapo, pero no quiero entrar en ese juego.— Declaró— Además, dudo que a su consorte principal le guste la idea.

Sí, eso era verdad. Sora ya dejó ver que era celosa. Luego de aquel problema con los zapatos hace unas semanas atrás.

¡Toc, toc!

La puerta sonó.

—Adelante.— Musitó Mimi.

A los pocos segundos Yoshino Kalfa ingresó— Mimi Hatun, su majestad te está esperando.

La castaña asintió— Sí, ahora voy.


—Taichi Pashá, necesito hablar con su majestad.

El castaño ni siquiera se inmutó en bajar su mirada hacia la castaña, simplemente mantuvo su mirada fija en el horizonte, firme como soldado.

—El sultán no puede atenderte en estos momentos.— Respondió.

La pelirroja hizo una mueca— Es corto lo que debo decirle.

—Ya le dije, sultana, su majestad no puede atenderla, está ocupado.— Contestó Taichi.

Sora frunció el ceño.

—No te estoy preguntando si está ocupado.—Musitó— Te estoy ordenando que vayas a decirle que estoy aquí, ya necesito hablar con él.

El castaño rio para sus adentros.

¿Quién se creía que era esa mujer para darle órdenes a él?

—Yo solo sigo órdenes del sultán, y él dijo que no iba a recibir a nadie más en sus aposentos.— Contestó el Hermano de Hikari.

Sora se cruzó de brazos— ¿Qué te sucede Taichi?— Preguntó— ¿Por qué no simplemente vas? Es demasiado corto lo que debo hablar con él.

—El sultán pidió privacidad, así que debo respetar aquello.

La pelirroja rodó los ojos.

—Déjame, yo voy.— Musitó antes de dar un paso hacia la puerta, no obstante, Taichi se atravesó en su camino.

—¿Qué parte de: Está ocupado, no entiendes?— Preguntó el castaño molesto.

Sora apretó su puño— ¡Sal de mi camino!

—No saldré.— Respondió el hermano de Hikari.

—¿Por qué no?

Taichi bufó— ¡Ya te dije la razón, Sora! ¡Entiende!

Sora lo observó furiosa— Sultana Sora.— Corrigió— Soy una sultana, no puedes tutearme, debes respetarme ¡Y obedecerme!

El castaño rió irónico— Debería, pero me es difícil frente a esta actitud tan mediocre que estás teniendo.

—¿Mediocre?— Preguntó— Mediocre eres tú al no obedecerme.

—Simplemente obedezco las órdenes de Yamato, entiende.— Respondió— Él no tiene tiempo para atenderte.

—¿No?— Cuestionó Sora— Pero, si tiene tiempo para atender a esa niña con cara mosca muerta ¿no?

El castaño alzó una ceja— ¿Esa niña? ¿Te refieres a Mimi?

La pelirroja asintió.

Esto provocó otra risa irónica en el hermano de Hikari. Ya sabía él que Sora no podría controlar sus celos al ver que Yamato prestaba más atención en aquello joven.

—¿Por qué te ries?

—Por lo absurda que te ves.— Respondió Taichi sin miedo a su enojo.

—¿Absurda?

El castaño asintió— ¿Enserio creías que Yamato te sería leal solo a ti, por el simple hecho de ser una concubina presentada por su madre y ser madre de su primogénito?

Sora se mordió el labio inferior.

—Bastantes años celebraste por ser la única en su vida, ya que Yamato estaba más enfocado en la guerra por el trono, pero era de esperarse que, como todo sultán, luego de ascender al trono les tomaría más atención a otras mujeres.— Respondió— Después de todo, ahora puede darse el lujo de disfrutar de placeres como ese, sin miedo a ser envenenado. Y a su vez, porque necesita tener más descendencia.

—Yo puedo darle más descendencia.

—Tú sabes que no.— Contestó— Tu vientre está seco luego de perder a tu segundo hijo, ya no le sirves a Yamato.

—¡No digas tonterías!

—No es una tontería.— Respondió Taichi— Es simplemente la verdad, que deberías ver, después de todo, Yamato ahora tiene muchas mujeres a su disposición, era de esperarse que fácilmente te cambiara por una mucho más joven, agraciada y fértil que tú.

—¡No me faltes el respeto!

—No le estoy faltando el respeto, simplemente estoy intentando abrirle los ojos.— Musitó el castaño— Mi sultana.— Murmuró esto con una sonrisa irónica.

Sora apretó a más no poder totalmente airada. Ya decía ella que Taichi le guardaría rencor por escoger a Yamato antes que él.

Acaso ¿esto era una venganza?

La pelirroja tuvo intenciones de reclamar, no obstante, justo en ese momento una voz se hizo presente.

—Taichi Pashá.

El nombrado volteo la mirada, Sora inevitablemente hizo lo mismo y al hacer esto se encontró con Juri Kalfa, Gennai Aga, además unas sirvientas que escoltaban a Mimi.

Sora apretó los dientes.

Esa estúpida

Pensó al ver a la oji-miel.

—¿Sí? Gennai.—Musitó Taichi.

—Traemos a la señorita Mimi a los aposentos del sultán.— Respondió Juri.

El hermano de Hikari asintió— Claro, entren, el sultán la espera.

Fue así como Taichi se hizo a un lado.

Gennai, Juri, Mimi y las sirvientas se acercaron a la puerta.

—Mi sultana.— Todos le hicieron reverencia a Sora al pasar junto a ella.

No obstante, la pelirroja simplemente se dedicó a observar a Mimi con una mirada extremadamente furiosa.

Mimi observó a la sultana e inevitable fue percatarse de su expresión. No estaba a gusto con esa situación y no era para menos. No obstante, ella no era culpable. El sultán quiso que cenara con él, y ella tuvo que obedecer.

Ojalá la sultana no te lo tomase odio por esto.

No quería tener problemas.


Mientras tanto en el harem todas las mujeres hablaban entre ellas.

En el harem, las mujeres comenzaron a murmurar entre ellas, comentando sobre la inusual situación. La noticia de que Yamato había llamado a Mimi para cenar se extendió rápidamente, generando especulaciones y susurros.

—¿Has escuchado? El sultán ha invitado a Mimi a cenar con él.

Miyako se mordió el labio inferior, ante este comentario.

No era justo para Sora tener que vivir una situación como esta.

¿Por qué el sultán prefería a esa esclava antes que a su consorte?

—¿Mimi? ¿Por qué a ella?

—Dicen que es especial para él. ¿Creen que podría convertirse en una concubina?

—¿Qué tanto hablan esas mujeres?—El pequeño príncipe Kiriha le preguntó a la kalfa principal de su madre.

—¡Oh, no me digas! La sultana debe estar furiosa.

La pelilila dirigió su mirada hacia el rubio— De nada mi príncipe, ignore a estas mujeres.

Yoshino hizo una mueca ante los comentarios, evidentemente Mimi estaba siendo el centro de atención.

—¡Señoritas!— Alzó la voz— Por favor, dejen de hablar de eso. La vida personal del sultán no es tema suyo.

Todas las presentes observaron con malos ojos a la kalfa.

—No puedes obligarnos a callarnos, Yoshino.— Respondió Mizuki.

—¡Claro que puedo!— Exclamó— Mi deber es colocar orden.—Contestó con firmeza.

Todas intercambiaron miradas.

—Por cierto, la sultana madre me envió a informales que, desde mañana, todas, tanto concubinas como kalfas se encargaran en arreglar el harem.— Declaró Yoshino— La sultana Rika, hermana de nuestro soberano, llegará pronto a este palacio, y todo debe estar a la perfección.

¿La sultana Rika?

Esto sorprendió a Miyako. Algo Sora había escuchado sobre aquella sultana, pero no creyó que fuera a venir.

Esto no era bueno.

Después de todo, ambas no quedaron en buenos términos antes de que la sultana de sangre se casara y fuera a Hungría.

—Así que, duerman temprano, porque mañana tendrán mucho trabajo.— Musitó Yoshino antes de salir del lugar.

¡Genial!

Más problemas.

Miyako dirigió su mirada hacia el pequeño príncipe que degustaba su cena.

—¿Te está gustando el pastel de manzana?— Preguntó.

El rubio asintió— Es delicioso.

La pelilila sonrió.

No habrá pasado mucho tiempo desde que Yoshino se fue cuando un aga gritó:

—¡Atención! La sultana Sora está aquí.

Rápidamente todas las presentes se colocaron en pie para hacer reverencia a la sultana, quién no venía con buen rostro.

—¡Madre!— Kiriha se levantó de su lugar y corrió hacia la mujer.

Sora bajó su mirada a su hijo y depositó una mano en su cabeza.

—Sultana.— Miyako caminó hacia ella.

La pelirroja alzó la mirada— Miyako, necesito que te lleves a Kiriha a dormir.

—¿A dormir?— Preguntó.

Sora asintió.

—Antes debo darle un baño.

—Mañana harás eso.— Respondió— Ahora necesito arreglar un asunto y no quiero que mi hijo esté involucrado.

¿Arreglar un asunto?

Miyako observó desconcertada a la sultana.

—¿Qué asunto?

—Luego te diré, ahora llévate a Kiriha.—Contestó la pelirroja.

Miyako asintió, aun desconcertada— Está bien.— Tomó la mano del pequeño— Vamos mi príncipe.

Fue así como ambos hicieron una reverencia y salieron del lugar.

Sora dirigió su mirada hacia las mujeres de aquel harem que tanto despreciaba, pero que le servirían para su plan.


Mientras tanto en los aposentos del sultán.

Mimi y Yamato se encontraban cenando. Sí, cenando, nada más (Nada de lo que pensaban en el harem)

—Mmmm...—Musitó la castaña— Esta comida está deliciosa.

—¿Te gusta?

Mimi asintió.

—Es un plato Otomano, especial de este lugar.— Respondió el rubio— Típico para todos, lo comen personas de palacio como de afuera.

—¡Es bueno!— Exclamó la oji-miel.

Yamato sonrió complacido.

—¿Tienen un plato así en Venecia?

Mimi negó— La verdad es que no.— Contestó— Generalmente se utilizan las nueces para comidas dulces antes que saladas.

—Me alegro, entonces, que te gustara.

La joven sonrió.

Hubo un momento de silencio en el lugar mientras ambos comian.

El espacio entre ellos se llenó de la agradable atmósfera de la cena, y durante un momento, disfrutaron en silencio de los sabores otomanos. La luz tenue de las velas danzaba en la habitación, creando un ambiente íntimo y acogedor.

Yamato, observando a Mimi mientras ella disfrutaba de la comida, se percató de la gracia natural y la belleza que emanaba de ella. Un sentimiento de admiración se apoderó del sultán por la presencia encantadora de Mimi.

Debía admitir que era bastante bella, su cabello era castaño, como una cascada de tonos cálidos que caía en suaves ondas sobre sus hombros. Sus ojos, de un color miel profundo, parecían reflejar historias y emociones guardadas en lo más profundo de su ser. La piel de Mimi tenía una suave luminosidad, como si estuviera iluminada desde adentro, resaltando sus rasgos delicados y su belleza natural.

Yamato no podía evitar admirar la gracia con la que Mimi se movía y la manera en que sus expresiones cambiaban mientras disfrutaba de la cena. Era como si la luz de las velas hubiera transformado la habitación en un escenario donde la belleza de Mimi brillaba con una luz propia.

La oji-miel, ajena a la mirada intensa de Yamato, continuó con su cena, sumergiéndose en los sabores exquisitos y en la conversación agradable. En ese momento, entre los dos, surgía una conexión que iba más allá de las etiquetas y las expectativas del harem, un instante donde el sultán y su esclava compartían una cena que podría cambiar el rumbo de sus destinos entrelazados.

—Mi sultán.— Lo llamó.

—¿Sí?

Mimi bajó su mirada.

—Agradezco mucho su invitación a cenar.— Musitó— Pero ¿no cree que esto puede traer malos entendidos?

—¿Malos entendidos?

La castaña asintió— En el harem.—Respondió— Así como cuando me dio esos aposentos.

Yamato hizo una mueca.

—Verá, desde que me dio esos aposentos y ese banquete, todas las mujeres hablan de mi insinuando que hay algo más entre nosotros. — Explicó Mimi con cautela.

—Esos comentarios.— Musitó el rubio.

Eso era lo que más odiaba del harem, tanto en tiempos de su madre, de su abuela, como de todos los sultanes, el harem fue un lugar donde se hablaban miles de cosas que generalmente no era ciertas, pero que hacían crecer rivalidades absurdas.

—No debes tomar en cuenta esos comentarios, Mimi.

—Me es inevitable.— Contestó la castaña— Generalmente me molestan por tener los aposentos que tengo y creen que me creo superior, cuando no es verdad.

Yamato suspiró, frustrado por la situación.

—Sé que el harem puede ser un lugar difícil. Haré lo posible por evitar que te cause más problemas. No quiero que te sientas incómoda.

Mimi le dedicó una sonrisa agradecida.

—Aprecio su consideración, mi sultán.

Ambos compartieron un momento de complicidad, conscientes de las complejidades que enfrentaban en el palacio.

—Intentaré ser más cuidadoso en el futuro. No quiero que su estancia aquí sea motivo de incomodidad o murmullos innecesarios.

Mimi asintió, sintiéndose reconfortada por la preocupación de Yamato.

—Gracias, mi sultán. Solo deseo cumplir con mis deberes sin causarle problemas.

—Tus deberes son importantes, pero también lo es tu bienestar. No dudes en hablarme si alguna situación se vuelve difícil para ti.

—Lo haré, mi sultán.

La castaña sonrió agradecida antes de regresar su mirada a su comida.

—Y bien...—Yamato nuevamente habló— Dime ¿ya lograste adaptarte al lugar?

—Un poco.— Contestó Mimi— La verdad es que aun extraño a mi gente, mi tierra...—Suspiró— Y en especial a mi familia.

—Tu familia...—Musitó el rubio.

La castaña asintió.

—Cuéntame ¿qué ocurrió con ella?

La oji-miel al escuchar esto no pudo evitar sentirse extraña, su corazón literalmente se detuvo y sus manos comenzaron a sudar.

¡Rayos!

Bajó la mirada.

—M-mi señor, usted sabe que no viven.

¡Ups!

Yamato se mordió el labio inferior, había olvidado que esa chica era su esclava y que al ser raptada habían asesinado a sus padres.

—L-lo siento yo no quería hacerte sentir mal.— Habló el rubio— S-solo quería saber un poco más de ti y del lugar en donde naciste.— Aclaró su garganta— Pero si no quieres hablar de eso no tienes porque hacerlo.— Dijo esto antes de darle un sorbo a su vino.

Mimi suspiró, en verdad era difícil esta situación estaba frente al hombre que permitió que sus padres fueran asesinados y que ella se volviera esclava. Sin embargo, en vez de sentir un desprecio hacia él hace mucho venía sintiéndose agradada con su presencia, eso no debía ser, pero era y quizás...

No estaría mal hablar con él de su pasado.

Suspiró.

—Fui hija de un burgués italiano.— Respondió Mimi— Y de mi madre una antigua dama de compañía de una noble.

—¿Creciste bien?

—Sí, crecí bien y feliz...— La castaña se detuvo—Ambos me criaron de la mejor forma, aunque...

Hubo unos segundos de silencio.

—¿Aunque?— Preguntó el rubio.

—Ellos no estaban casados.— Declaró Mimi sin más.

Yamato alzó una ceja sorprendido.

—Mi madre había sido casada a los catorce años a la fuerza, tiempo después conoció a mi padre y ambos se fugaron.— Habló la Tachikawa— Debido a eso tenían el desprecio de la sociedad y de la familia de mi madre.— Suspiró— Por eso cuando yo tenía ocho años se fueron al pueblo natal de mi padre para evitar comentarios y ahí crecí junto a su familia, quienes me acogieron con amor, fui feliz ahí.— Alzó la mirada— No había quien me molestase por ser hija ilegítima, todos me trataban como a una igual, tenía muchos amigos y primos, ahí fue donde aprendí a nadar, también a tejer y fui comerciante hasta el día en que...—Hizo una mueca— Ya sabe, me raptaron.

—¿Comerciante?— Preguntó Yamato sorprendido— ¿Vendías?

—Si.— Respondió Mimi— Aprendí a usar el telar y vendía ropa. Así sobreviví un tiempo y la verdad es que fui feliz, hasta que...—Nuevamente suspiró— Usted sabe, que me raptaron.

Mientras compartían estas historias, Yamato observó la sinceridad en los ojos de Mimi y la valentía con la que enfrentaba su pasado. Se sintió atraído por la fortaleza y determinación de la joven, pero también comprendió que había heridas profundas en su corazón.

—La vida es diferente aquí.

—Bastante.— Respondió Mimi— Aquí hay muchas comodidades, pero eso no se compara con el amor de mi familia.—Suspiró— Pero ya nada será como antes, después de todo mi padre falleció, y mi madre...—Se detuvo, ya que sintió un nudo en su garganta.

Yamato hizo una mueca, de cierta forma se sentía culpable, después de todo, sus hombres raptaban mujeres para él, muchos comerciantes también lo hacian para ganar dinero que él les daba al comprar mujeres.

—Siento mucho lo que ocurrió con tu familia.

Mimi suspiró.

—¿Sabes? Tú has insistido mucho por volver a tu tierra, pero ¿no crees que tal vez sea más doloroso?

—¿Doloroso?

Yamato asintió— Después de todo, aunque regreses, ellos ya no estarán ahí.

La castaña se mordió el labio inferior, no quería pensar en eso, ya que generalmente eso provocaba que sintiera más dolor aun.

No podía asimilar que ya no regresarían.

—Lo sé, ellos ya no estarán.— Musitó Mimi.

Una lágrima brotó de sus ojos y cayó por su mejilla.

¡Rayos!

Pensó Yamato.

—Disculpa, Mimi, no quería hacerte sentir mal con mis palabras.— Rápidamente se acercó a ella, depositó su mano en su mentón y suavemente limpió su mirada mejilla con su dedo pulgar.

—No se preocupe mi sultán.— Musitó la chica— Creo que, de alguna forma, alguien debe hacerme ver la realidad.

Yamato, al ver las lágrimas en los ojos de Mimi, sintió una punzada de pesar. Su impulso protector se activó, y deseaba brindar consuelo a la joven que compartía su sufrimiento.

Yamato acarició suavemente la mejilla de la castaña mientras algunas lágrimas brotaban de sus ojos.

—Mimi, lamento haberte causado dolor. La realidad puede ser cruel, pero también nos brinda la oportunidad de construir algo nuevo. Quizás sea hora de dejar atrás el pasado y empezar una nueva vida aquí, en este palacio.

Mimi asintió, agradeciendo las palabras reconfortantes del sultán. Sin embargo, aún llevaba consigo el peso de la pérdida.

—Me gustaría, pero no tengo razones para hacerlo.

—Claro que las tienes.—Respondió el rubio— Yo puedo darte algunas.

—¿A sí?— Preguntó Mimi—¿Cuál?

—Kiriha.— Contestó Yamato— Él te quiere.

—Sí, lo sé, yo también quiero a su hijo.— Musitó— Pero él en algún minuto dejará de ser ese niño y yo no seré importante para él.

—Bueno, quizás no para él, pero...—El rubio acarició su rostro— Si puedes ser importante, para mí.

—¿Qué?—Preguntó—¿Para usted?

Mimi le sorprendió esto y Yamato simplemente se acercó a la castaña para (de manera sorpresiva) besar sus labios.


(1) Dato: Las mujeres no participaban abiertamente en la política del imperio Otomano, esto cambió cuando Hurrem llegó, no obstante, si estaban informadas de algunas cosas desde Mara Hatun (antes de Hurrem) Básicamente, Natsuko está informada de la vida política, no obstante, no participa de manera abierta. Lo mismo ocurre con Hikari, está ayudando a Takeru, no obstante, no es reconocida frente al imperio. Esto lógicamente irá cambiando a lo largo de la historia.

Luyin3377: Hola! Me alegra que te esté gustando la historia. Lamentablemente Mimi es una niña, pero de apoco se irá aventurando. Bueno, aquí tenemos otra fan Mimato jsjsjs eso es bueno y si, concuerdo Sora no se merece a Taichi. Ojalá te siga gustando esta historia, sigas leyendo y comentando. Te mando un abrazo a la distancia.

nicolexDL: Gracias, ojalá sigas leyendo y aquí continuaré con más capítulos. Ojalá te siga gustando esta historia, sigas leyendo y comentando. Te mando un abrazo a la distancia.

mimato bombon kou: Gracias! jsjsjs Sí, Sora ya ardió en celos y es el inicio, lamentablemente toda acción tiene una reacción. Ya se vienen pronto aquellos enfrentamientos que comento jsjs Será interesante. Sí, de a poco Yamato se enamore y le da un lugar dentro del harem. Ojalá te siga gustando esta historia, sigas leyendo y comentando. Te mando un abrazo a la distancia.

DespinaMoon98: Hola! jajaja gracias, feliz año para ti también jsjsjs Me alegra saber que te gustó el capítulo jsjsjs Sí, la verdad es que de a poco intento avivar la chispa entre ellos, tal vez a paso lento, pero quiero que sea justificable la atracción de Yamato por Mimi y no porque sí. Me gusta el contexto y la justificación en una relación amorosa. Con respecto a Taichi es un tema difícil, él no está resentido con Sora porque ella lo haya rechazado, entre ellos (luego de ese rechazo) ocurrió algo que a Taichi lo hizo dejar muy enojado, Sora cometió un acto muy grave que en algún momento van a saber. Gracias a esa situación Taichi se dio cuenta que no valía perder su posición por una mujer y decidió ser leal al sultán para mantener su estatus. La verdad es que todavía no sé a quién apoyará Taichi, todavía lo estoy pensando. No obstante, Taichi tendrá papeles importantes que desempeñar. Debo mencionar que a pesar de que vamos en el capítulo 15 en realidad llevamos como 10 capítulos, lo divido por partes, ya que algunas veces no se me ocurren ideas o no quiero hacer capítulos muy largos. Sin embargo, creo que esta historia será larga (al igual que mi trilogía, que aun no termino jsjsjs) Siempre voy a paso tortuga con mis historias jsjsjs Ojalá te siga gustando esta historia, sigas leyendo y comentando. Te mando un abrazo a la distancia.

Sigo con la dinámica:

Juri Daye Kalfa Hatun

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