—Ayer el sultán me hizo sentir como una verdadera reina...—Musitó Sora mientras alardeada de su victoria la noche anterior al estar junto a Yamato.
Mimi, quien se encontraba a unos metros, con su hijo en brazos simplemente se mantuvo en silencio.
—Me dio joyas y mucho dinero luego de haberlo complacido.— Comentó la pelirroja— ¡Ya saben! Su majestad tiene mucho aprecio por mí.
Mientras Sora se pavoneaba ante Mimi, las otras concubinas no pudieron resistir la oportunidad de agregar un poco de veneno a la situación.
—¡Oh, sultana Sora, qué suerte tiene!— Musitó una de las concubinas, con una sonrisa maliciosa— Parece que el sultán la ha tomado un gran gusto.
—¡Sí, es cierto! Parece que el sultán, finalmente, se aburrió de diversión baratas y regresó a los brazos de su única favorita.— agregó otra.
Mimi apretó los labios con fuerza, conteniendo su frustración mientras mantenía la mirada baja, enfocada en su hijo. Sabía que cualquier muestra de disgusto solo avivaría el fuego de la envidia entre las otras mujeres en el harem.
—Sabíamos que, Yamato se aburriría de esperar la cuarentena de Mimi...—Comentó Chibiro— Ahora, solo hay que esperar que siga llamando a la sultana Sora u otras.
—¡No hay otras!— Sora alzó la voz— Yo soy la única. Él ayer me lo recordó.
Las risas resonaron en el espacio, llenando el aire con una tensión palpable. Mimi tragó saliva, resistiendo el impulso de responder con palabras afiladas. Sabía que en este juego de poder, la paciencia y la astucia eran sus mejores armas.
Mimi frunció el ceño y se levantó de su lugar, lo mejor sería volver a sus aposentos, no quería escuchar esas burlas de las esas mujeres. Sí, sabía cuáles eran las reglas de aquel palacio, y sabía que Yamato aún tenía un lugar en su corazón para Sora, después de todo, fue su primera mujer y la madre de su hijo mayor. Sin embargo, ella se encargaría de desplazarla, y convertirse en la única mujer de su majestad.
—Deberías calmarte.— Yoshino le habló— Apenas han pasado dos semanas desde que diste a luz, estás amamantando a tu bebé con tu leche, si te estresas puedes tener consecuencia.
Mimi simplemente ignoró el comentario de la kalfa— Verdaderamente no puedo creer Yamato pasó la noche con Sora. Se supone que yo soy su favorita.
—Sí, lo eres, pero él es el sultán. Puede tener las mujeres que quiera.—Comentó Airu mientras mecía al bebé.
—¡Cállate!— Mimi exclamó— Yamato puede ser el sultán, pero eso no le da derecho a engañarme.
—Básicamente no te engañó, Sora fue su primera mujer, es la madre de su primogénito, siempre ha estado ligada a él.—Respondió la rubia.
—Yamato no puede estar con otra mujer.— Declaró la castaña— Yo quiero ser la única.
Airu, que aún sostenía al bebé en brazos, intervino con comprensión—Mimi, comprendo tus sentimientos, pero debes recordar que ser la favorita del sultán no garantiza la exclusividad emocional. Yamato tiene muchas responsabilidades y deberes como líder de nuestro reino, y eso incluye mantener relaciones con varias mujeres.
Mimi suspiró, sintiéndose atrapada entre sus deseos y la realidad de su situación en el harén—Pero no puedo evitar sentirme así— repitió, su voz temblorosa por la angustia.
Yoshino se acercó a ella y colocó una mano reconfortante en su hombro. —Entiendo tus sentimientos, Mimi. Pero debes encontrar una manera de manejar tus emociones de una manera saludable. Lamentablemente las reglas en este harem son así.
Mimi se sentía frustrada por esas "normas" Ella quería ser la única mujer de su majestad.
—Tranquila, su majestad vendrá esta noche y dormirá contigo.
—Pero no pasará la noche conmigo, como debería.— Aun estaba en cuarentena.
Lo peor de todo era saber que, ahora con su nuevo físico, estaba en desventaja. Debía preocuparse en esta en forma para ser más atractiva de Yamato.
—Bueno, Mimi, esa es la consecuencia de dar a luz.— Comentó Airu.
Mimi se mordió el labio inferior y pasó su mirada por el pequeño. Era una gran felicidad tenerlo con ella, sin duda, pero estaba preocupada, no quería perder el favor del sultán. Sobre todo, ahora, debía velar por su hijo. Rika se lo dijo, la clave era el sultán, mientras más complacido estuviese ¡mejor sería!
Debía demostrarle que ella era mejor que todas las demás, una verdadera sultana.
Fue así como, Mimi a contar de ese momento, comenzó a colocarse en forma y llenar al sultán de amor, cariño y alegría cuando venía a sus aposentos. Sin saberlo, esto agradó a Yamato, ya que le gustaba sentir el calor de familia. No obstante, también de vez en cuando se daba tiempo para estar con Kiriha y Sora.
Esto evidentemente no le gustaba a Mimi, pero se dispuso a disimular que no.
La cuarentena de a poco fue pasando, Mimi cada día se preocupaba más por su figura, por estar presentable. Yoshino le dio un té que le ayudó a adelgazar su cintura, aunque la médica le dijo que era normal tener sus caderas más anchas, al igual que sus pechos. Sin embargo, mientras comiese adecuadamente podría volver a tener una figura "perfecta"
Sin embargo, esto de colocarse a régimen, no fue la mejor idea, ya que no se percató de cierto hecho.
~Semanas después~
Un nuevo día comenzó en el palacio, el sol ya se había puesto, todos en el harem se encontraban un tanto agobiados por el llanto del bebé de Mimi. Mientras que, en los aposentos del sultán, Yamato se encontraba un tanto ansioso, ya que ese día tenía muchas labores sultánicas que realizar y su guardaespaldas real, y hombre de confianza, Taichi aun no llegaba.
—¿Dónde está Taichi?— Preguntó Yamato— Es tarde y debemos prepararnos para la visita al pueblo.
—No lo sé, sultán, es probable que tuvo in inconveniente...—Daigo intentó sonar "tranquilo" cuando en su interior se alegraba en cierto modo que aquel sujeto no estuviera ahí.
Justo en ese minuto la puerta se abrió y Taichi finalmente llegó a los aposentos del sultán, con la respiración agitada y una expresión de disculpa en su rostro. Yamato lo recibió con una mirada inquisitiva mientras Taichi se inclinaba ante él con gesto de sumisión.
—Sultán...—Hizo una reverencia.
—¡Taichi, al fin llegas!
—Lo siento, su majestad...—Respondió el hermano de Hikari— No quería llegar tarde. Sé que hoy tenemos mucho que hacer y llegar a esta hora no es lo adecuado.
—¿Qué te ha ocurrido, Taichi? —preguntó Yamato con voz serena pero firme.
Taichi bajó la mirada, sintiendo el peso de su tardanza sobre sus hombros. —Fue una irresponsabilidad de mi parte, sin querer me quedé dormido mi sultán —respondió con sinceridad, sin atreverse a mirar a Yamato a los ojos.
¿Dormido?
—¡Vaya! Finalmente, el cargo de guardaespaldas real está generando estragos...—Comentó Daigo provocando que los dos lo observaran sorprendido.
—¿Qué dices?— Preguntó el rubio.
—Disculpe, mi sultán...—Musitó Daigo— No quise decirlo de mala forma...—Se apresuró a decir— Es simplemente que, creo que Taichi Pashá lleva bastante tiempo sirviéndole en estos meses y, tal vez, su cuerpo le pide descansar, después de todo, es humano, necesita dormir.
Buen punto
Taichi desde que llegó a palacio no tuvo ningún día para "descansar" estaba siempre al cien con cuidar sus espaldas, las labores del consejo, y en momentos de guerra trato de dar todo al cien.
—Sultán, no escuche las palabras de Daigo...—Taichi habló— Sí, estoy un poco cansado físicamente, pero eso no quita que, yo esté al cien en mis actividades.
—Que hoy hayas llegado tarde significa que no es tan así.— Comentó Daigo.
—¡Fue solo una vez!— Exclamó el castaño— Nunca más se volverá a repetir.
Yamato llevó una mano a su mentón mientras pensaba en la situación, era cierto, Taichi siempre estaba al cien y que hoy llegase tarde no significaba que había fallado en su labor. Sin embargo, Daigo tenía razón, Taichi llevaba mucho tiempo rindiendo al cien y nunca pensó en darle tiempo para él o libre.
—Tienes razón al decir que siempre has estado al cien con tus actividades...—Musitó el sultán— Pero Daigo tiene razón al decir que necesitas tiempo para descansar. Desde que te di tu puesto no has parado y, de igual forma, necesitas descansar, como dijo Daigo, eres humano.
Taichi alzó su mirada sin entender porque Yamato decía esto.
—Es por eso que hoy te daré el día libre.
—¿Qué?— Preguntó el castaño— Pe-pero, mi sultán, soy su guarda-espalda. Usted irá al pueblo hoy. Necesitará protección y también tiene reuniones en las cuales...
—¡No te preocupes por eso!— Exclamó Yamato—Daigo ocupará tu lugar.
¿Qué?
El cuñado de Yamato sonrió ante esto.
Internamente, Taichi se sintió molesto. Sabía que su tardanza era imperdonable y no merecía un día libre, especialmente cuando tenía responsabilidades que cumplir. Sin embargo, antes de que pudiera protestar, Yamato continuó.
—Pe-pero...
—Es una orden, Taichi.—declaró con firmeza, dejando claro que no aceptaría objeciones.
Taichi apretó los puños con frustración, pero asintió con resignación—Entendido, mi sultán —murmuró, sintiendo un nudo en la garganta mientras aceptaba la decisión de Yamato.
En otro momento, hubiese aceptado con mucho gusto, pero que Daigo haya sido la mente tras esa idea era preocupante, ya que sabía que no lo hacía por su bien, sino para ocupar su lugar con Yamato, después de todo, hoy Yamato realizaría muchas actividades importantes, las cuales a un posible futuro gran visir le serviría como experiencia.
Mientras Taichi se retiraba de los aposentos, Daigo observaba la escena con una sonrisa victoriosa. Sabía que había ganado esta vez, y no pudo evitar sentirse satisfecho al ver a Taichi ceder ante la autoridad del sultán. Era un pequeño triunfo en su constante rivalidad interna por el favor de Yamato.
Mientras tanto en el harem.
Mimi se encontraba en sus aposentos, intentando calmar a Thomas, su hijo recién nacido, quien lloraba sin cesar. La joven madre estaba agotada y angustiada por no poder consolarlo.
—Shh, shh, tranquilo, Thomas.— susurraba Mimi mientras lo mecía en sus brazos con ternura, acunándolo suavemente. Pero los llantos del bebé no disminuían, y Mimi sentía cómo la desesperación comenzaba a apoderarse de ella.
En ese momento, Yoshino, la kalfa del harén, entró en la habitación y se acercó a Mimi con preocupación en su rostro—¿Estás bien, Mimi?—preguntó con suavidad.
Mimi asintió con tristeza— Thomas aun no para de llorar, y no sé qué más hacer para calmarlo.— admitió con voz temblorosa.
Llevaba toda la noche llorando, tanto así que ni siquiera durmió, su rostro ya estaba incluso morado de tanto que lloraba y gritaba.
Yoshino se acercó y tomó al bebé en sus brazos con delicadeza, comenzando a mecerlo con movimientos suaves y tranquilizadores—A veces, los bebés simplemente necesitan un cambio de brazos para calmarse.— explicó mientras acunaba a Thomas con habilidad.
Sin embargo, no funcionó, el pequeño no cesó de llorar.
—Esto no es bueno.— Comentó Mimi preocupada— Lleva llorando desde la mañana.
Justo en ese minuto la puerta de sus aposentos se abrió.
—¡Atención, aquí viene la sultana madre!
Fue así como Natsuko ingresó en el lugar.
—Pero ¿qué llanto es ese?— Preguntó la oji-azul— En todo el palacio se escucha el llanto de mi nieto.
Mimi bajó su mirada— Lo siento, madre sultana, pero Thomas no tuvo buena noche y ahora no deja de dormir.
Natsuko su mirada por el pequeño que tenía el rostro morado de tanto llorar—¿Qué le hiciste a mi nieto para que llore de esa manera?
—¿Y-yo?— Cuestionó la oji-miel— Nada, mi sultana, lo he cuidado como corresponde.
—¡Evidentemente no!— Natsuko se acercó a Yoshino y le extendió los brazos para que la kalfa depositara al niño— Sh, sh, sh...tranquilo Thomas...—Musitó.
Sin embargo, el niño de dejó de llorar.
—Creo que lo mejor será llevarlo a que la médica lo revise.—Comentó Yoshino.
—Creo que será lo más adecuada.— Respondió la valide sultan antes de voltear a Juri— Juri, llama a la médica, dile que vaya a mis aposentos.
Fue así como la kalfa asintió y salió del lugar.
—Ya, mi pequeño, pronto te revisaremos...—Natsuko se dispuso a salir de los aposentos con el bebé.
—Sultana madre, no es necesario que se lo lleve, él puede ser revisado en mis aposentos.— Musitó Mimi.
—¡Cállate! Tú no me ordenarás que hacer.— Contestó la madre sultana seriamente.
La oji-miel bajó la mirada triste ante esto.
Y Natsuko se dispuso a llevarse al niño.
Hikari estaba en su habitación, preparándose para comenzar su día, primero debía ir donde Kiriha para realizarle su clase habitual de ética, luego de eso ¡tendría su cita secreta con Takeru! Se sentía emocionada y nerviosa al mismo tiempo. Mientras se cepillaba el cabello frente al espejo, escuchó un suave golpe en la puerta. Al levantar la vista, se sorprendió al ver a su hermano, Taichi, parado en la entrada.
—¿Taichi? —preguntó Hikari con curiosidad.
Taichi entró en la habitación con una expresión tranquila pero un tanto cansada en el rostro—Hola, Hikari —saludó.
—¿Qué haces aquí?— Cuestionó— ¿no debías ir a cumplir con tus labores?
—Debía.— Taichi se dejó caer sobre la cama de Hikari— Pero, ahora no porque tendré un día libre.
Hikari frunció el ceño, confundida—¿Un día libre? ¿Qué pasó? —inquirió, preocupada por su hermano.
Taichi suspiró mientras se sentaba en una silla cercana—No pasó nada grave, solo fue una decisión del sultán —explicó con calma— Yamato ha decidido darme un día libre, así que estaré en casa hoy.
Hikari se sintió aliviada al escuchar que su hermano no estaba en peligro, pero aun así estaba intrigada—¿Y eso por qué?
Taichi le dedicó una sonrisa cansada. —No te preocupes, Hikari, no pasó nada malo —aseguró—. Simplemente decidió darme un descanso, supongo que es su manera de reconocer mi trabajo duro.
Hikari asintió, comprendiendo mejor la situación. Sabía lo dedicado que era su hermano a sus responsabilidades en el palacio—Entiendo —respondió— Bueno, espero que puedas disfrutar de tu día libre.
Taichi le devolvió la sonrisa. —Gracias, Hikari. Y tú, ¿qué planes tienes para hoy? —preguntó con curiosidad.
Hikari se sintió momentáneamente nerviosa ante la idea de revelar sus planes secretos, pero decidió confiar en su hermano. —Oh, nada importante —respondió evasivamente.
—Hoy tienes que cuidar al príncipe ¿verdad?
La castaña asintió— S-sí, pero es una clase corta.
—¡Que bien! Eso significa que podré dormir una siesta mientras estás en tu clase, y luego podremos pasar un tiempo juntos
—¿Tiempo juntos?— Cuestionó Hikari.
Taichi asintió— Hace tiempo no pasamos tiempo juntos como hermanos.
—¿E?— Balbuceo la castaña, ese día tenía planes con Takeru. Al parecer tendría que anularlos, pero la idea de decepcionarlo la llenaba de angustia.
Sin embargo, no debía levantar sospecha, lo suyo era secreto y si se negaba a estar con u hermano podría levantar sospecha.
—Está bien, hermano, pasaremos la tarde juntos.— Comentó la joven.
Mimi ingresó a los aposentos de Natsuko.
—¿Y?— Preguntó Mimi— ¿Qué le sucede a mi hijo?
Natsuko hizo una mueca al ver a la oji-miel.
—¿Por qué trajo una nodriza?— Cuestionó la castaña— Yo puedo amamantar a mi hijo.
—¡Cállate!— Juri alzó la voz.
La madre de Thomas bajó la mirada.
—Lamentablemente, tu no podrás amamantar a tu hijo en un buen tiempo.—Declaró la kalfa.
—¿Qué?— Mimi se sorprendió ante esto— ¿Por qué?
—Porque tu leche no está nutriendo al pequeño.— Respondió Natsuko.
Mimi observó sorprendida a la madre de Yamato—¿Por qué dice eso?
—Porque tu leche está envenenada.— Contestó la oji-azul.
¿Qué?
La castaña se sorprendió ante esto— ¿Envenenada?
Natsuko asintió.
—E-eso no puede ser.
—Lo es.— Respondió Juri.
—Pe-pero...—Mimi intentó hablar— N-no puedes ser ¡Claro que no!— Exclamó— De seguro me envenenaron, otra vez, y por eso mi leche está mal.
—No es eso.— Contestó la kalfa.
—Entonces ¿qué es?
—No lo sé.—Respondió Juri— Pero la médica dijo que tu leche no es suficiente.
Mimi se mordió el labio inferior ante esto.
—Lamentablemente, no estás cumpliendo tu labor de madre, como corresponde.— Comentó Natsuko.
Mimi intentó hablar—Mi sultana, no diga eso, yo sí he...
—¡Claro que no!— Exclamó la oji-azul— Esta es la muestra de que no estás haciendo un buen trabajo...—Habló enojada— Te dije muy bien que debes cuidar de este niño, antes que ser tu hijo, es un príncipe de nuestra dinastía ¡Merece estar bien!
Mimi cerró los ojos—L-lo siento madre sultana.
—No sirve de nada que te disculpes.— Respondió la sultana madre— Tu hijo debe estar bien, y está claro que, contigo no lo está.— Comentó— Es por eso que, se quedará aquí en mis aposentos, hasta nuevo aviso.
—¿Qué?— Se sorprendió la castaña— E-eso no puede ser.— Declaró— ¡No puede quitarme a mi hijo!
—¡Claro que puedo!— Natsuko alzó la voz— Yo debo velar por el bien de mi familia.
—Pe-pero yo soy su madre.
—¡Cállate!— Exclamó la oji-azul— Y deja de insistir. Esta es mi orden y debes obedecerla.—Declaró— Y más te vale obedecer, ya que si no lo haces, haré que nunca más vuelvas a verlo.
Mimi dejó caer unas lágrimas ante esto— Pe-pero, mi sultana, por favor no me haga esto...
—¡No llores! Las esclavas tienen prohibido llorar.— Gritó Natsuko— ¡Y, ya! Vete, no quiero verte.
—Mi sultana, por favor, no...
—¡Dije que te vayas!— La Valide nuevamente alzó la voz.
Mimi se sintió abrumada por la autoridad de Natsuko, la Valide, y por la amenaza velada de separación de su hijo. Las lágrimas corrían por sus mejillas mientras luchaba por contener sus sollozos.
Con el corazón destrozado, Mimi se obligó a sí misma a ponerse de pie, sintiendo cómo su cuerpo temblaba de angustia y miedo. Miró a Thomas, su pequeño hijo, con una expresión de profundo dolor antes de darle un beso rápido en la frente.
Natsuko observó con frialdad cómo Mimi abandonaba la habitación, sin mostrar ni un ápice de compasión por el dolor que había causado. Sabía que sus acciones podrían parecer crueles, pero como Valide, creía firmemente en mantener el orden y la disciplina en el harén.
—Mimi, te dije que debías preocuparte de tu figura, pero como dijo la médica debes comer de forma saludable, no dejar de comer de un día para otro.—Declaró Yoshino— Ya viste que eso afectó tu leche.
—Sin mencionar que estos días ha estado con los nervios a mil.—Musitó Airu— Creo que ese factor también es importante cuando hablamos de la leche que generas para tu bebé.
Mimi simplemente dejó caer sus lágrimas, se sentía destrozada, no quería estar lejos de su hijo, pero Natsuko no quería devolverselo. Y era factible, ya que Thomas estaba mal, necesitaba cuidados especiales.
—No puedo estar sin mi hijo.— Mimi se levantó de su lugar y caminó hacia la puerta.
—¿Dónde vas?
—Iré a hablar con Yamato.
Mimi, con el corazón pesado y los ojos aún húmedos por las lágrimas, se apresuró por los pasillos del palacio hacia los aposentos de Yamato. Sabía que necesitaba hablar con él, contarle lo que acababa de suceder, buscar su ayuda y consuelo en este momento de desesperación. Sin embargo, cuando llegó a la puerta de los aposentos, se encontró con Daigo, el cuñado de Yamato, bloqueando su paso con una mirada seria.
—Buenos días, Daigo Pashá.
—Buenos días, señorita.— Respondió el esposo de Alice haciendo una reverencia.
—¿Dónde está Taichi?—Preguntó la castaña— Él es el guardaespaldas...
—Taichi no está...—Daigo la interrumpió— El sultán lo dejó descansar este día y yo estoy ocupando su lugar.
Mimi sintió un nudo en la garganta. Necesitaba hablar con Yamato, explicarle lo que había ocurrido, implorar su intervención.
—Pero, dígame, señorita ¿qué hace aquí?
—Necesito ve al sultán.
—Lo siento.— dijo Daigo con voz firme pero compasiva— pero no puedes pasar.
Mimi hizo una mueca ante esto, sentía más confianza con Taichi que con ese sujeto. Daigo, por alguna razón, le daba mala espina, no se sentía segura con su presencia.
—¿Por qué?
—Él está ocupado.
—¿Ocupado?— Cuestionó la castaña.
Daigo asintió— Yamato saldrá al pueblo y debe estar listo.
¡Rayos!
Yamato iba a salir.
—Por favor, Daigo Pashá, llámelo.— suplicó Mimi, con la voz temblorosa— es urgente, necesito hablar con él antes de que salga.
Daigo frunció el ceño ligeramente, claramente preocupado por la angustia de Mimi— ¡Ya dije que no! Él no está disponible en este momento.
Mimi se aferró a la esperanza de que Daigo pudiera ayudarla en ese momento de necesidad—Por favor, Daigo, es sobre mi hijo.— imploró, con los ojos llenos de desesperación.
—¿Qué ocurrió con el príncipe?
—Me lo quitaron.— Respondió Mimi— Natsuko, la Valide, ha tomado una decisión cruel, y necesito la ayuda de Yamato.
Daigo frunció el ceño aún más, claramente preocupado por las palabras de Mimi—¿Qué ha pasado?— preguntó, con voz grave, mientras miraba fijamente a Mimi en busca de respuestas.
Mimi inhaló profundamente, tratando de contener sus emociones mientras explicaba la situación con voz entrecortada— Natsuko... la Valide... ha decidido separarme de mi hijo.—comenzó, luchando por mantener la compostura— ha ordenado que mi hijo se quede en sus aposentos, lejos de mí, y me ha amenazado con no dejarme verlo nunca más si no obedezco sus órdenes".
—¿y?— Preguntó Daigo— ¿Cuál es el problema en eso?
¿Cuál es el problema?
Acaso ¿estaba sordo?
—¡No podré ver a mi hijo!— Exclamó Mimi— Eso no puede ser.
—Claro que puede ser. Es la madre del sultán, lo que ella dice, será.— Declaró Daigo—Si te quita a tu hijo debe ser porque hay una razón.
—Pe-pero...—La castaña intentó hablar— ¡No puede hacer esto! Por favor ¡Dile a su majestad!
—No lo molestaré con este asunto.
—¡Pero!...
—¡Pero nada!— Exclamó el esposo de Alice— No tienes derecho a molestarlo con cosas así, él tiene labores más grandes y trabajos muchos más importantes de los que ocuparse, no puedes molestarlo con un problema simple de harem...—Musitó enojado—Sobre todo si es una orden de la madre sultana. Debes obedecerle.
—No puedo estar sin mi hijo.
—Lo siento, pero, no queda otra opción.— Respondió el pashá.
Yamato caminaba por las bulliciosas calles del mercado, oculto bajo un sencillo atuendo de campesino. Observaba a su alrededor, con curiosidad, mientras la gente se apresuraba en sus quehaceres diarios. Se detuvo frente a un pequeño grupo de personas que conversaban animadamente y decidió acercarse, fingiendo interés en sus conversaciones.
—Disculpen, ¿podrían ayudarme? —preguntó Yamato, adoptando una voz modesta y humilde— Estoy recopilando opiniones sobre el sultán Yamato. ¿Qué piensan ustedes de él?
El anciano hombre del puesto de verduras los observó sorprendidos—¿Recopilando información del sultán?
El rubio asintió.
—Verá, somos servidores de su majestad, y como todo buenos servidores tenemos que estar atentos al pueblo...—Comentó Daigo.
—¡Vaya!— Exclamó el anciano—¡Hasta que al fin alguien del palacio viene a verificar que ocurre con el pueblo!
—Pensamos que con el tema de la guerra y demás cosas se habían olvidado de los ciudadanos.— Musitó cierto hombre que se encontraba en un puesto artesanía.
—¿Por qué dicen eso? ¿no les alegra haber vencido?
—Claro que nos alegramos, es una tranquilidad saber que, nuestro imperio ganó en la guerra.—comenzó el anciano con voz grave—. Pero no podemos ignorar que hay cosas que no están del todo bien en el reino desde que él asumió el poder.
Las otras personas asintieron en acuerdo, murmurando palabras de asentimiento.
—Sí, es cierto —intervino un hombre del puesto de lechería— La economía no ha mejorado mucho desde su ascenso al trono, y muchos de nosotros seguimos luchando para llegar a fin de mes.
—Al parecer usó todo el dinero de los impuestos en los insumos de la guerra.
Yamato se mordió el labio inferior, tomando nota mental de las preocupaciones del pueblo. Sabía que la estabilidad económica era crucial para el bienestar de su reino, y debía abordar ese problema.
—Más ahora que tiene un nuevo hijo, a quien llenó de regalos.
—El sultán parece más preocupado por su harem, utiliza su dinero en sus propios asuntos, no viene al pueblo y no ve que nuestras condiciones no son las mejores.— Declaró otro sujeto.
¿Enserio pensaban eso?
—El sultán Hiroaki cuando tenía hijos ofrecía dinero al pueblo, y a su vez, ofrecía alimento.
—Sin embargo, el sultán Yamato solo les ofreció dinero a sus hombres de confianza, los hombres de alto rango recibieron regalos que antes se repartían en el pueblo.
¿Qué?
Él ordenó que el dinero fuera repartido para todo el pueblo, no solo para sus hombres de confianza, Taichi era testigo de esa orden.
¿Por qué decían esto?
—¿Están seguros de que los miembros del palacio no repartieron oro y comida entre ustedes?— Cuestionó Yamato.
—Estamos seguros.— Respondió el dueño del puesto de artesanía— O ¿acaso ve que nuestros puestos están en buenas condiciones?
Yamato observó el lugar, verdaderamente estaba viejo, sin muchas comedidas. Era apto para trabajo, pero no de la mejor forma, además tenía poca mercadería.
—Lo único bueno de este mandato es el príncipe Takeru.— Comentó el dueño de la verdulería.
—Sí.—Contestó el hombre del puesto de leche—El príncipe Takeru ha demostrado ser un buen joven.
Yamato alzó una ceja ante esto.
—¿Por qué dicen eso?— Preguntó Daigo— Él es solo un príncipe.
—Sí, puede ser solo un príncipe...—Comentó el verdulero— Pero ha demostrado estar con el pueblo, durante el periodo de guerra hubo una pequeña nevada, ofreció ayuda a los pobres, brindando
—La verdad es que el príncipe Takeru está realizando muchas acciones que parecen más beneficiosas para el pueblo que las del propio sultán.—dijo el hombre del puesto de artesanía con determinación— Ha estado visitando los pueblos más pobres, entregando alimentos y ayudando a reconstruir casas. Parece que él realmente se preocupa por nosotros.
—Además, cuando nació el príncipe Thomas, ofreció piezas de plata.— Agregó el lechero— Lo cual me ayudó para pagarle a mis trabajadores que ordeñan la leche.
—A mí me sirvió para pagarle a mis hijos, que trabajan conmigo haciendo las cerámicas.— Comentó el artesano.
Las palabras de los hombres resonaron en el aire, y varios murmullos de acuerdo se escucharon entre la multitud. Yamato se sintió impresionado de la popularidad creciente de su hermano entre el pueblo.
Jamás espero que fuera tanto, sus hombres se lo avisaron, pero jamás pensó que el mismo pueblo lo dijera.
—Es una pena que él no sea el sultán.—Comentó uno de los hombres.
Este comentario no agradó a Yamato quien frunció el ceño.
El comentario sobre Takeru no siendo el sultán no le sentó bien a Yamato, pero decidió mantener la compostura y escuchar atentamente lo que los hombres tenían que decir.
—Entiendo que tengan esa opinión —respondió Yamato con calma, aunque su tono revelaba una leve tensión—Sin embargo, el sultán ha estado preocupado en velar por el bienestar de todo el reino, incluyendo a los más necesitados.
Los hombres asintieron en respuesta, aunque sus expresiones seguían reflejando cierta desconfianza hacia la capacidad de Yamato para cumplir con ese compromiso.
—Se supone que sí.—dijo el lechero con un tono respetuoso— Pero la verdad es que el príncipe Takeru ha estado más presente en nuestras vidas últimamente, y sus acciones han tenido un impacto tangible en nuestras comunidades.
Yamato suspiró internamente, consciente de la verdad en las palabras de los hombres. Aunque se sentía orgulloso del trabajo que había realizado como sultán, también reconocía que debía hacer más para ganarse el apoyo total de su pueblo.
Yamato se despidió cortésmente y continuó su camino por las calles del mercado, reflexionando sobre lo que acababa de aprender.
Decidió que debía redoblar sus esfuerzos para demostrarle al pueblo que él también se preocupaba por su bienestar, y que estaba dispuesto a hacer lo necesario para mejorar su calidad de vida. Aunque Takeru parecía estar ganando terreno en popularidad, Yamato estaba determinado a demostrar que él era el gonernante que el reino necesitaba.
Mimi y Yoshino caminaban por los pasillos del palacio, dirigiéndose hacia la cocina con determinación en sus pasos. Tenían una misión clara en mente: obtener una hierba de salvia para un remedio especial que estaban preparando.
Al llegar a la cocina, se encontraron con Junpei, el cocinero principal del palacio, quien estaba ocupado preparando los ingredientes para la cena del día siguiente. Se acercaron a él con una sonrisa amable.
—Buenas tardes, Junpei. —saludó Mimi con cortesía— ¿Podríamos pedirte un favor?
Junpei levantó la mirada y les devolvió la sonrisa. —Por supuesto, señoritas. ¿En qué puedo ayudarlas?
Yoshino tomó la palabra. —Necesitamos una hierba de salvia para un remedio medicinal. ¿Tendrías alguna disponible?
Junpei frunció el ceño ligeramente mientras revisaba los estantes de especias. —Lo siento, señoritas —respondió con pesar— parece que solo queda una y está reservada.
—¿Reservada?— Preguntó Yoshino sorprendida.
Junepi asintió.
—¿Por quién?— Cuestionó Mimi.
—¡Por mí!— Una voz se hizo presente en lugar y ambas al voltear se encontraron con la kalfa de confianza de Sora, Miyako, quien venía acompañada de su hermana una chica de cabello castaño oscuro y ojos ámbar.
—Miyako Kalfa.
La joven se acercó al cocinero— Gracias Junpei por guardarme la hierba.
Mimi y Yoshino intercambiaron miradas de sorpresa y preocupación.
—La sultana Sora estará agradada en usar este líquido en su masaje.
¿En su masaje?
—¿E? Miyako, querida...—Yoshino le habló— ¿Utilizarás la Salvia en un masaje?
Miyako asintió— Si ¿por?
—Podrías hacernos un favor, y usar aceites u otra especie para su masaje...—Comentó la chica de cabello rosa— Verás, nosotras necesitamos la Salvia.
—¿Por qué?— Preguntó la chica de cabello lila.
—Necesito eso.— Declaró Mimi— La Salvia sirve para que la leche de las mujeres que tienen bebé baje.
—Verás, la sultana Mimi ha tenido problemas con su leche.
Miyako observó a la castaña e hizo una mueca, a Sora no le gustaría que le brindase ayuda a esa esclava—Lo siento, pero no puedo.
—¿Por qué no?— Preguntó Mimi.
—Si quieres podemos darte monedas de oro y plata por ella.
—No gracias.—Respondió Miyako— La sultana Sora las pidió primero para su masaje.
—Para un masaje...—Repitió Yoshino— Un masaje no es tan importante como lo que le ocurre a la sultana Mimi, ella necesita alimentar a su hijo, y para eso necesita tomar un medicamento que consiste en Salvia y...
—No importa lo que sucede con esta esclava.
—¡No soy una esclava!— Exclamó Mimi— Soy una sultana. Y deberías obedecerme.
—Yo le debo obediencia a mi señora Sora.—Respondió Miyako— Por jerarquía ella merece tener lo mejor. Ya que es la madre del primogénito.
¡Que insoportable!
Esta kalfa de Sora verdaderamente estaba ocasionando muchos problemas. Le era leal, en eso no había duda, porque hacia todo por ella. Incluso fastidiarla.
—Miyako, por favor, nos discutas con la sultana.— Rogó la hermana de la peli-lila— No te hará mal compartir un poco de Salvia con la sultana.
—¡Claro que sí nos hará mal!— Exclamó Miyako— A Sora no le gustará.
—Lo sé, pero...
—¡Pero nada!— La kalfa de Sora alzó la voz y volteo en dirección a la puerta— Permiso.— Miyako hizo una mueca y pasó su mirada por Mimi, no le dijo nada, simplemente se fue del lugar.
Al quedar solas Momoe dirigió su mirada hacia Mimi e hizo una reverencia— Lamento mucho lo que sucedió, sultana...—Musitó— Mi hermana tiene un carácter difícil e intenta darle lo mejor a sultana Sora. Pido perdón por su comportamiento, espero que no se enoje con ella.
—Entiendo que quiera servir bien a la sultana pero su actitud no es la adecuada.— Comentó Yoshino—Debe respetar a la sultana Mimi. Ella también es madre de un principe.
—Lo sé...—Comentó Momoe— Pero mi hermana está cegada por su lealtad a la sultana Sora.
—¿Por qué le debe tanta lealtad?— Preguntó Mimi.
—Verá, luego de que yo perdí a mi bebé la sultana Sora me ayudó a recuperarme.—Declaró Momoe— Pago un tratamiento carísimo para que yo me recuperara.
"Perdí a mi bebé"
Esas palabras resonaron en la mente de la castaña y recordó que, Momoe, fue una concubina de Yamato, que estuvo embarazada y perdió al bebé. Sí, lo perdió.
Así como ella estuvo a punto de perder a su bebé.
—Por eso, Miyako, mi hermana le es leal.— Respondió la joven.
Mimi hizo una mueca ante esto, la verdad es que, no esperaba esa declaración.
¿Sora ayudando a una concubina de Yamato?
Era difícil creerlo.
TheBigParadox: Jajaja Bueno, con respecto a Miyako, primero debo decir que yo tengo una facilidad para arruinar a mis personajes que pasen de amarlos a odiarlos y viceversa (En mi trilogía se ve eso😅 o en Revenge que creo que algunos están en una situación amor-odio con Mimi/Haruna) así como pueden odiarla después puede amarla jaja Y segundo, debo recordar que "El sultán" hubieron sirvientas que primero sirvieron a una sultana y luego a otra. Puede ser que a Miyako le suceda lo mismo o quizás no, ya vamos a ver. Qué bueno que te haya gustado el capítulo jsjss fue buena sospecha de Thomas, aunque debo mencionar que en primera instancia no iba a ser Thomas, iba a ser Taiki, ya que quería ver un versus (basado en Digimon) de Taiki vs Kiriha, pero me retracte al ver que algunos votaban por Thomas y (según la historia) Mehmet era parecido a su hermano Mustafá, Taiki pintaba para Mehmet ya que creo que en Digimon lo pintaron como el chico "perfecto" hasta último minuto estuve luchando entre Thomas y Taiki, finalmente decidí a Thomas porque se parece a Yamato, y porque también en Digmon era considerado por su inteligencia y demás. Que fuera rubio ayuda bastante jajaja pero debo mencionar que también me basé en el carácter y en su posición en Digimon, no solo buscaré personas parecidas, sino personas con el mismo carácter ¡Atentos! Sí, es bueno que Mimi no se salga con la suya, solo así podrá tener verdaderas ganas de acabar con todo y ella alcanzar la victoria jsjsjsj Me alegra que te haya gustado este capítulo, espero que sigas leyendo, comentando y siguiendo esta historia. Te mando un cordial saludo.
BethANDCourt: Sí, yo también sentí la impotencia mientras escribía jsjsjs Sí, le tocó sentir lo mismo que sintió Sora, lamentablemente así son las cosas en el harem, un día puedes estar en un lado y luego en el contrario. Sí, las costumbres en ese tiempo eran bastante raras, pero era para asegurarse la sucesión al trono o cosas así (Yo tampoco podría compartir jaja) Verdaderamente no quieren saber cómo actuará Taichi cuando sepa todo. Para él será un impacto ¡horrible! Ya veremos qué sucederá al final jsjsjs Finalmente, alguien me hace comentarios de madre basados a Takeru, pues sí, ella tiene cierta preferencia por su hijo menor (basado en Digimon Adventure) en esta historia se debe a que, no tuvo las mismas posibilidades que los demás príncipes. Ya veremos qué ocurre con los actos de esta mujer. La historia recién empieza jsjsjs Estoy encantada de que hayas disfrutado de este capítulo y espero que continúes leyendo, comentando y siguiendo esta historia. ¡Te envío un cálido saludo y espero verte pronto por aquí!
Adrit126: Hola jsjsjs Sí, tiene de todo un poco este capítulo, mitad alegra para Mimi y mitad triste para ella. Entiendo que te moleste que Yamato esté con Sora, pero lamentablemente eran las costumbres de ese tiempo, Kiriha también es su hijo y Sora es su mujer "principal" Por el momento solo diré que odiaran a Miyako, pero (su personaje me encanta en Digimon jajaja) así que, no será siempre así. Simplemente quiero seguir un poco la historia original y por eso Miyako actúa así. Me alegra mucho saber que este capítulo te haya gustado. Espero sinceramente que sigas disfrutando de la historia y que continúes participando con tus comentarios y seguimiento. ¡Un cordial saludo y espero verte por aquí de nuevo muy pronto!
