Natsuko, la sultana madre, convocó a Mimi y Sora a sus aposentos con una expresión seria y autoritaria en su rostro. Las dos mujeres entraron con nerviosismo, conscientes de que algo estaba mal.
Natsuko las recibió con una mirada penetrante, sus ojos parecían leer hasta el más mínimo detalle de su comportamiento. Sin mediar palabra, cerró la puerta detrás de ellas y se sentó en su diván de terciopelo, mientras las dos concubinas se inclinaban en señal de respeto.
—¿Podrían explicarme qué está sucediendo en el harem? —preguntó Natsuko, su voz resonando con autoridad en la habitación.
Ambas sultanas bajaron la cabeza.
—¿Cómo es posible que sus sirvientas tengan problemas?— Cuestionó la oji-azul.
Sora y Mimi intercambiaron miradas de odio.
—¡Fue su culpa, madre!— Exclamó la pelirroja—Ella y sus sirvientas siempre molestan a las mias.
—¡Eso es mentira!— Musitó la castaña—Sus sirvientas molestan a las mias desde hace mucho tiempo...
—¡Mentira!—Gritó Sora.
—Pero ¿qué rayos es esto?— Preguntó Natsuko— ¿Cómo se atreven a discutir ustedes en frente mío?
Era una falta de respeto para ella.
Ambas bajaron la mirada nuevamente.
—Ni siquiera puedo creer la razón de esta disputa...—Comentó la oji-azul— ¡Solo por un regalo!—Llevó su mano a su frente decepcionada—¿Como permitieron que esta disputa se convirtiera en un enfrentamiento físico entre sus sirvientas?
—Sultana madre...—Habló Sora— Usted sabe que yo siempre he instruido bien a mis sirvientas.—Habló— Estoy segura que si Miyako actúo así debió haber una razón...—Dirigió su mirada hacia la castaña— Estoy segura de que Yoshino la provocó, después de todo, es sirvienta de Mimi.
Mimi frunció el ceño.
—Yoshino simplemente reaccionó como debía, tus sirvientas solo me han molestado, llevan tiempo siendo una piedra en mi zapato.
Natsuko suspiró, mostrando una leve señal de decepción.
—¡ya basta!— Exclamó—Dejen de discutir.
—Como concubinas del sultán, se espera que mantengan la armonía y la paz dentro del harem. No pueden permitir que los conflictos entre sus sirvientas escalen de esta manera. Es su responsabilidad garantizar que el orden y la disciplina se mantengan en todo momento —sentenció con firmeza— En especial tú, Mimi...—Dirigió su mirada hacia la castaña— Sora es la concubina principal, madre del primogénito, debes hacer que todas tus sirvientas la respeten.
¿Qué?
Mimi frunció el ceño ante esto.
¡Como siempre defendiendo a Sora!
—Pe-pero...
—¡Pero nada!—Exclamó Natsuko—A partir de ahora, quiero que tomen medidas para resolver cualquier disputa de manera pacífica y diplomática. Deben establecer un ejemplo para el resto del harem y asegurarse de que sus sirvientas se comporten.
Mimi y Sora asintieron comprometiendose a seguir sus instrucciones, sabiendo que no podían permitirse otro error. Con una reverencia, se retiraron de los aposentos de la sultana madre, determinadas a restaurar la calma y la armonía en el harem.
Takeru paseaba por el campamento militar, observando con atención la actividad que lo rodeaba. El bullicio de soldados preparándose para la batalla y el vaivén constante de la vida en el campamento llenaban el aire, pero entre la multitud, notó a tres jóvenes jenízaros que parecían estar en una conversación intensa.
Se acercó con curiosidad, reconociendo a Kennan, Tomoki y Cody, tres soldados jóvenes con quienes había compartido entrenamientos en el pasado cuando estuvo en el cuartel, junto a ellos había otros jenízaros, a quienes no conocía. Sin embargo, la expresión en sus rostros no era de camaradería, sino de preocupación y descontento.
—Chicos...
Los jenízaros al ver a Takeru, rápidamente se colocaron en pie e hicieron una reverencia.
—Su majestad.
—¿Qué está pasando, muchachos? —preguntó Takeru, acercándose a ellos con una mezcla de curiosidad y preocupación.
Los jóvenes jenízaros se miraron entre ellos, titubeando antes de responder.
—¿Ocurre algo malo?
Finalmente, Kennan, el más decidido del grupo, tomó la palabra.
—Hablamos de la guerra, príncipe Takeru —respondió, con una mirada sombría— Y de las condiciones en las que el sultán nos ha enviado a luchar.
El rubio se sorprendió ante esto.
—¿Condiciones?
Tomoki asintió.
—Verá, príncipe, la situación aquí es lamentable —dijo— El sultán nos envía a la guerra sin los recursos adecuados ni las condiciones necesarias para tener una expedición éxitos, solo se ha encargado de repartir los recursos entre los jenízaros de alto rango y sus pashás.
Takeru hizo una mueca ante esto.
—Nos enfrentamos a peligros constantes y sacrificamos nuestras vidas por un salario insuficiente y pocos beneficios.—Comentó Kennan.
Tomoki y Cody asintieron en acuerdo, añadiendo sus propias quejas sobre las condiciones en el campamento y las preocupaciones sobre el futuro incierto que les esperaba en la batalla.
Takeru frunció el ceño, comprendiendo la gravedad de la situación. Sabía que la guerra era una empresa peligrosa y demandante, pero ver a sus compañeros de armas enfrentando dificultades tan grandes solo aumentaba su determinación de hacer algo al respecto.
—Disculpen la situación, mi hermano no es malo.—Comento Takeru— Es simplemente que les da preferencia a los jenízaros con más experiencia para que todo salga bien.
—No creemos que sea malo, pero de algún modo es injusto que crea que los más antiguos puedan ser un mejor apoyo.—Habló Cody Aga.
—Nosotros tenemos más vigor y habilidades.—Musitó Tomoki Aga.
—Somos fuertes en batalla...—Comentó Kennan Aga— Podemos hacer mucho.
Takeru hizo una mueca, de algún modo entendía a los tres, después de todo, a él siempre lo miraron en menos por ser el más joven y lo creían incapaz de todo, lo cual no era cierto.
—Confío en que son fuertes.—Declaró— Eso he visto hasta ahora. Bueno, en realidad, todos lo han visto.
—Eres el único que lo resalta.—Habló Tomoki.
—Ojalá el sultán fuera como tú y nos diera la oportunidad de ser valorados por nuestro esfuerzo.—Musitó Cody.
Era difícil para Yamato estar al pendiente de tantas cosas.
—Intentaré hacer lo posible por compensarlos.—Declaró Takeru— Así como se los prometí hace meses.
O eso esperaba. Ojalá su hermano lo tomase en cuenta para esto. No quería que los miembros más jóvenes de los jenízaros se sintieran disgustados.
—Trataré de hablar con el sultán sobre esto y ver si podemos mejorar las condiciones aquí. Todos merecen un trato justo y adecuado por su servicio al imperio.
Los jóvenes jenízaros asintieron con gratitud, agradeciendo el apoyo de Takeru en un momento tan difícil. Aunque la incertidumbre y el descontento aún persistían en el campamento, la promesa de Takeru de abogar por ellos les dio un rayo de esperanza en medio de la oscuridad de la guerra.
—Juri Kalfa...—Miyako habló— No fue mi culpa. Fue culpa de Yoshino.
—¡Claro que no!— Exclamó la pelirosa— Tú me quitaste el regalo que el sultán envió para Mimi.
—¡No importa quien empezó!— Juri gritó— ¿Cómo, rayos, continúan discutiendo?—Preguntó—No parecen kalfas, al contrario, parecen bestias, mujeres de calle, dignas a la miseria...—Comentó.
Miyako y Yoshino se observaron molestas.
Sin embargo, no pudieron continuar con su discusión porque justo en ese momento la puerta de la sultana madre se abrió.
Después de una tensa reunión en los aposentos de la madre sultana, Sora y Mimi salieron con expresiones tensas en sus rostros.
El aire estaba cargado de hostilidad mientras las dos mujeres salían del lugar, sus ojos chispeando con emociones reprimidas y resentimiento latente. Apenas intercambiaron palabras durante el trayecto, cada una sumida en sus propios pensamientos y preocupaciones.
—Sultana Sora...—Miyako se acercó a la pelirroja.
—Miyako.—Sora pronunció el nombre de la pelilila.
—Sultana Mimi.—Yoshino se acercó a la castaña.
—Yoshino Kalfa.—Musitó la oji-miel.
—Disculpe, yo no quería provocar problemas...—Declaró Yoshino.
—No te disculpes...—Respondió Mimi— Creo que está claro de quien fue la culpa.
Como siempre, Sora y su sequito la molestaban.
—Sultana, aquí le tengo el regalo que el sultán le envió...—Yoshino alzó sus manos y le ofreció el paquete a Mimi con una reverencia respetuosa.
Mimi tomó el paquete con curiosidad, notando la expresión de desaprobación en el rostro de Sora mientras lo hacía. Intrigada por la reacción de su rival, desató el paquete y reveló su contenido: un delicado broche de oro con incrustaciones de piedras preciosas.
—¿Esta fue la causa de la discusión?—Preguntó.
—Lamentablemente...—Musitó Yoshino.
Mimi contempló el broche con admiración, impresionada por su belleza y elegancia. Sin embargo, su placer se vio empañado por la mirada furiosa de Sora, cuyo ceño fruncido y labios apretados revelaban su creciente irritación.
—¡Ese regalo es mío!—exigió Sora, señalando el broche con disgusto.
Mimi levantó la mirada para encontrarse con la mirada acusadora de Sora, su expresión endureciéndose ante la clara muestra de envidia y celos.
—No digas tonterías...—respondió Mimi con calma, tratando de mantener la compostura a pesar del creciente conflicto— Este regalo es mío. El sultán me lo envió a mi.
—¡Claro que no!— Exclamó la pelirroja.
—Sultana Sora...—Gennai interrumpió una posible pelea—La sultana Mimi tiene razón.—Comentó— Su majestad se lo envió a ella.
Sora frunció el ceño.
Esto no era justo.
—No hay necesidad de hacer otro escándalo por ello, sultana.—Musitó Juri.
"Otro escándalo"
—Todo esto es culpa de Mimi y sus siriventes.—dijo Sora con amargura— Si hubieran mantenido a raya a esas muchachas, nada de esto habría sucedido.
Mimi frunció el ceño, sintiendo la necesidad de defender a sus sirvientas.
—No puedes culpar a mis sirvientas por tus propias dificultades —respondió Mimi con firmeza— Ellas simplemente protegen lo que es mío, al igual que las tuyas.
Sora se detuvo en seco, volviéndose hacia Mimi con incredulidad.
—Pero tus sirvientas son las que iniciaron todo esto al aceptar el regalo más caro del sultán —argumentó Sora— ¿No crees que eso fue una provocación hacia las demás?
Mimi suspiró, sintiendo la frustración crecer dentro de ella.
—Mis sirvientas no tomaron esa decisión, fue el sultán quien decidió otorgar ese regalo a su hijo por nacer —explicó Mimi pacientemente— No podemos culpar a las sirvientas por las decisiones del sultán, al contrario. Mejor acepta de una buena vez que el sultán me prefiere a mi...—Acarició su vientre— Y cuando nazca mi segundo príncipe, su preferencia será mayor hacia mí.
Sora frunció el ceño— No digas tonterías. No presumas antes de tiempo. Puede ser una niña.
Mimi rió—Estoy segura de que no lo será. Ya verás...
La tensión en la habitación alcanzó su punto máximo cuando Sora avanzó hacia Mimi, sus ojos centelleando con un fuego ardiente mientras confrontaba a su rival. Por un momento, pareció que la confrontación podría convertirse en algo más, pero antes de que las cosas pudieran intensificarse, Gennai intervino, tratando de calmar los ánimos y evitar un enfrentamiento más grave.
—Sultana, por favor, no continue con esta discusión.—Habló Gennai.
Juri asintió—Mejor vaya a descansar.
Sora apretó su puño.
—¡Te odio Mimi!— Fue lo único que dijo antes de voltear— Y ojalá pierdas a esa criatura que llevas en tu vientre.
Fue lo único que dijo antes de irse.
En el campamento, Takeru buscó a su hermano entre el trajín de soldados y oficiales que se preparaban para la próxima expedición. Finalmente, lo encontró observando los mapas estratégicos junto a algunos de sus consejeros.
—Hermano —llamó Takeru, acercándose con determinación.
Yamato levantó la mirada, sorprendido al ver a su hermano en medio de la preparación para la guerra.
—Takeru, ¿qué haces aquí? —preguntó, apartando los mapas y dedicándole toda su atención.
—Quiero hablar contigo sobre los jóvenes jenízaros —respondió Takeru, con seriedad en su voz.
Yamato frunció el ceño, intrigado por el cambio repentino de tema.
—¿Qué pasa con los jóvenes jenízaros? —inquirió, interesado en escuchar lo que su hermano tenía que decir.
Takeru explicó su encuentro con Kennan, Tomoki y Cody, y cómo habían expresado su descontento por las condiciones de la expedición y su escaso salario.
Yamato escuchó atentamente, pero cuando Takeru terminó de hablar, sacudió la cabeza con resignación.
—Takeru, entiendo tu preocupación, pero esto no es asunto tuyo —respondió, su tono firme pero comprensivo—. Estoy organizando todo de la mejor manera posible. Los jóvenes jenízaros están bajo mi cuidado, y sé lo que hago.
Takeru frunció el ceño, sin estar del todo convencido.
—Sé que estás haciendo lo que crees correcto, hermano, pero también debemos asegurarnos de que todos, incluso los de bajo rango, estén siendo atendidos adecuadamente —insistió—. No podemos permitirnos descuidar a ningún soldado, especialmente cuando su lealtad y sacrificio son fundamentales para nuestro éxito.
Yamato suspiró, sintiendo la presión de las responsabilidades que recaían sobre sus hombros.
—Takeru, entiendo tu punto de vista, pero debes recordar que tú eres un príncipe —le recordó—. Tu deber es con el reino en su conjunto, no con cada soldado individualmente. Yo estoy a cargo de esta expedición y estoy haciendo todo lo posible para garantizar el bienestar de nuestras tropas.
Takeru bajó la mirada, reflexionando sobre las palabras de su hermano.
—Lo entiendo, hermano —concedió finalmente—. Pero como príncipe, también debo velar por el bienestar de todos los ciudadanos del reino, sin importar su rango o posición.
Yamato asintió, reconociendo la determinación de su hermano.
—Eres noble en tus intenciones, Takeru, pero ahora mismo, en este lugar, eres un soldado más —dijo—. Y yo soy el sultán que está organizando esta expedición. Confía en mí, estoy haciendo todo lo posible para llevarnos hacia la victoria.
~Un mes después~
Mimi estaba sentada en el comedor del harem, disfrutando de una comida tranquila junto a Yoshino, mientras conversaban sobre su hijo Thomas, que ya tenía un año de edad. Sus ojos brillaban de emoción al hablar sobre los logros y los momentos especiales que habían compartido con el pequeño.
—Ha crecido tanto en solo un año —comentó Mimi con una sonrisa—. Cada día me sorprende con algo nuevo. Es increíble cómo el tiempo pasa tan rápido.
Yoshino asintió con una expresión cálida en el rostro—. Sí, es asombroso ver cómo se desarrolla. Thomas es un niño muy especial.
Mientras hablaban, Mimi sintió una sensación repentina de humedad entre sus piernas, como si algo se hubiera roto. Frunció el ceño, confundida por la sensación, y miró hacia abajo, notando con horror que un pequeño charco de líquido se había formado debajo de su silla.
Una fuerte contracción la tomó por sorpresa, interrumpiendo momentáneamente su alegría y haciéndola inhalar con sorpresa.
—¡Auch!—Jadeo— ¡Ah!
—¡Mimi, querida, ¿qué sucede? —Yoshino pruntó, notando la expresión de angustia en el rostro de la concubina.
Mimi hizo un gesto con la mano para indicar que estaba bien, aunque el dolor persistía y se intensificaba con cada segundo que pasaba. Sus amigas y sirvientas la rodearon con preocupación, ofreciéndole apoyo y consuelo mientras intentaban determinar la causa de su malestar repentino.
—Me duele el vientre y siento agua en mis piernas.
¿Qué?
¡Oh no!
—Creo que es hora... —murmuró Mimi entre jadeos, su voz apenas audible sobre el murmullo de la habitación.
Yoshino y Airu se miraron entre sí con asombro y emoción, dándose cuenta de que el momento que habían estado esperando finalmente había llegado. Con rapidez y determinación, prepararon a Mimi para el nacimiento inminente, asegurándose de que estuviera cómoda y recibiendo el apoyo necesario durante el proceso.
A medida que las contracciones continuaban y el trabajo de parto avanzaba, el harem se unió en un círculo de apoyo y aliento, ofreciendo palabras de aliento y oraciones silenciosas por la seguridad y el bienestar tanto de Mimi como del bebé que pronto llegaría al mundo. En medio del dolor y la expectación, reinaba una sensación de unidad y solidaridad entre todas las mujeres, unidas por el milagro del nacimiento y el poder del amor que compartían como familia del imperio.
Mientras tanto el campamento de guerra estaba sumido en una atmósfera de actividad frenética y preparativos para la expedición planificada. Yamato, junto con Taichi y un grupo selecto de líderes militares, se habían reunido para revisar los últimos detalles antes de partir.
El sol brillaba sobre el campamento, iluminando las tiendas de campaña y las carretas cargadas de provisiones y armamento. Los soldados se movían de un lado a otro, preparando sus equipos y compartiendo palabras.
Por su lado, el sultán y sus hombres de confianza estaban organizando.
Taichi estaba de pie frente a Yamato y los comandantes del ejército, presentando su informe sobre la organización y preparativos para el final de la expedición. Su expresión era seria y concentrada mientras detallaba los planes y estrategias que habían sido elaborados con tanto cuidado.
—Como pueden ver en los mapas —explicaba Taichi, señalando los detalles de las proyecciones— hemos establecido rutas seguras y puntos estratégicos para asegurar un avance efectivo hacia el territorio enemigo, lo cual ha sido efectivo llevamos conquistado más de la mitad del territorio...—Explicó—Todo va bien, no obstante, debemos seguir así.
Todos asintieron.
—Hemos coordinado con los generales y comandantes para garantizar una comunicación fluida y una logística eficiente durante toda la campaña.—Declaró el hermano de Hikari.
—¿Cómo van las provisiones y las armas?
—Bien...—Respondió Taichi— Como bien saben, llevo un tiempo organizando las cosas, preferí no traer todo a la guerra para que fuese efectivo.
—Han venido diferentes personas con provisiones y armas, lo cual ha sido peligroso...—Comentó Rentaro— Pero efectivo, todo se ha administrado correctamente.
—Y espero que siga siendo así.—Responeió el hermano de Hikari.
Yamato escuchaba con atención, asintiendo ocasionalmente mientras Taichi describía los detalles del plan. Sin embargo, cuando llegó el momento de discutir sobre las provisiones y las armas, la expresión de Yamato se volvió más seria.
—Taichi, ¿puedes asegurarme que todas las armas y provisiones han sido debidamente preparadas y enviadas al campamento base? —preguntó Yamato, su tono mostrando una leve preocupación.
Taichi frunció el ceño, consciente de la importancia de la pregunta de Yamato. —Por supuesto, su majestad —respondió— Todo ha sido meticulosamente organizado y enviado según lo planeado. Puedo garantizar que nuestras tropas tendrán todo lo necesario para llevar a cabo la expedición con éxito.
Yamato asintió, aparentemente satisfecho con la respuesta de Taichi. Sin embargo, algo en su mirada mostraba una leve duda, como si una sombra de preocupación se hubiera instalado en su mente.
—Muy bien, Taichi. Confío en tu juicio y en tu capacidad para llevar a cabo esta misión —declaró Yamato, aunque su tono era un tanto reservado— No obstante, quiero verificar por mi mismo que todo esté bien organizado. Por lo general, mientras más adentro estamos en teritorio enemigo, más expuestos estamos a perder provisiones y armas. Quiero verificar todo.
—Está bien sultán.—Respondió el castaño.
El aroma del té llenaba la sala mientras Natsuko, Sora, Alice y Rika disfrutaban de una tranquila tarde juntas. Sentadas alrededor de una mesa elegantemente decorada, compartían charlas y risas, creando un ambiente de camaradería y complicidad entre ellas.
—Kiriha está creciendo tan rápido, ¿verdad? —comentó Alice, con una sonrisa mientras tomaba una pequeña taza de té—. Parece que fue ayer cuando era solo un bebé.
—Sí, es increíble cómo el tiempo vuela —asintió Rika, con nostalgia en su voz—. Recuerdo cuando lo sostuve en mis brazos por primera vez.
Natsuko observó a su nieto con cariño, su rostro iluminado por una sonrisa orgullosa.
—Es cierto, ha crecido mucho —convino—. Pero cada día me recuerda más a su padre.—Musitó con nostalgia y el recuerdo de su actualidad vino a su mente—Me preguntó como estarán mis hijos en la guerra.
Rika dirigió su mirada hacia la madre sultana.
—Estoy segura que están bien.—Comentó Rika.
Sora asintió— Yamato es un hombre fuerte. Sabe mucho de guerra.
—Sí, lo sé, pero...—Natsuko suspiró— Me es difícil no preocuparme por él...—Comentó— Y ahora mucho más, porque, Takeru también está en la guerra.
Rika hizo una mueca: —Es la primera guerra de Takeru.—Musitó— Pero, estoy segura de que, el entrenamiento que tuvo en Bursa fue suficiente.
—Eso espero...—Comentó la Valide— No me quiero imaginar que a mi pequeño le suceda algo.
Alice hizo una mueca ante esto.
Ojalá, Takeru, muriese
Y Natsuko llorara, así como su madre y ella lloraron por Ryouma luego de su muerte.
Justo en ese momento, la puerta se abrió y Gennai Aga entró apresuradamente en la sala, su rostro mostraba una mezcla de emoción y urgencia.
—Sultana madre...—Hizo una reverencia al entrar a la habitación.
—Gennai Aga.—Natsuko se sorprendió al verlo entrar sin ser anunciado— ¿Qué ocurre?
—Disculpe por entrar así.—Respondió el aga— Pero tengo noticias urgentes que compartir con ustedes.
La atmósfera tranquila se vio interrumpida por la llegada inesperada de Gennai Aga, y todas las mujeres se pusieron en alerta, ansiosas por escuchar lo que tenía que decir.
—¿Qué sucede, Gennai Aga? —preguntó Natsuko, inclinándose hacia adelante con interés.
—Es Mimi, la sultana y concubina favorita de Su Majestad.—explicó Gennai Aga, su voz llena de emoción—. Está en trabajo de parto.
Un murmullo de emoción recorrió la sala mientras todas las mujeres absorbían la noticia. Sin embargo, mientras Natsuko y Rika intercambiaban miradas emocionadas, Alice hizo una mueca ante esto, sin saber si alegrarse o no, Sora bajó la mirada ante esto, permaneciendo notablemente callada, su rostro inexpresivo y sus ojos evitando el contacto visual con los demás.
—¡Oh, qué emocionante! —exclamó Natsuko, con las manos juntas en un gesto de alegría— ¿No es maravilloso?
—¡Sí, es emocionante! —añadió Rika, con una sonrisa radiante— Vendrá otro príncipe a la familia.
—Ojalá el parto salga bien.—Musitó la Valide Sultan.
—Ojalá...—Musitó Alice.
Sora simplemente apretó su puño ante esto.
Ojalá Mimi muriese y esa cria también.
O, mínimo que fuera una niña, solo así se le bajarian los humos a Mimi.
En medio del bullicio y la tensión de la habitación, Mimi luchaba contra las poderosas olas de dolor que la envolvían, cada una más intensa que la anterior. El sudor perlaba su frente mientras se aferraba a las sábanas con fuerza, tratando desesperadamente de encontrar algo de consuelo en medio de la agonía.
Yoshino, con manos firmes pero gentiles, intentaba reconfortarla, ofreciendo palabras de aliento y apoyo mientras le ayudaba a mantenerse enfocada en el momento presente. Cada vez que una contracción golpeaba, Mimi se tensaba, su cuerpo arqueándose en respuesta al dolor que la atravesaba como un rayo.
La partera, Meiko, observaba con ojos expertos, supervisando cada detalle del proceso y brindando orientación a Mimi mientras esta se preparaba para dar a luz. Con voz suave pero firme, la partera alentaba a Mimi a concentrarse en su respiración y canalizar su fuerza hacia el acto de pujar, instándola a que encontrara la determinación necesaria para superar cada obstáculo en su camino.
—¡Vamos, Mimi, puedes hacerlo! —exclamó Yoshino, sosteniendo su mano con firmeza.
La habitación estaba sumida en un silencio tenso y expectante mientras Mimi se aferraba a las sábanas con fuerza, su rostro contorsionado por el dolor de las contracciones que la sacudían una y otra vez. Cada oleada de dolor parecía más intensa que la anterior, envolviéndola en una espiral de agonía que amenazaba con arrastrarla hacia la oscuridad.
Yoshino, con los ojos llenos de preocupación, intentaba reconfortarla, pero sus palabras de aliento apenas lograban penetrar en la neblina del sufrimiento que envolvía a Mimi. La partera, Meiko, estaba a su lado, supervisando cada detalle del proceso con una mirada seria y concentrada, mientras instaba a Mimi a concentrarse en su respiración y en el poder de su propio cuerpo para superar el dolor.
Mimi gemía con cada contracción, su respiración entrecortada y agitada mientras luchaba por mantenerse consciente en medio del tormento que la consumía. Cada músculo de su cuerpo estaba tenso y tembloroso, sus manos crispadas en puños apretados mientras intentaba contener el dolor que amenazaba con desgarrarla desde adentro.
—¡Vamos, Mimi, sigue respirando! —exclamaba Yoshino, su voz llena de urgencia.
Pero el dolor era abrumador, envolviéndola en una espiral descendente de desesperación y agotamiento. Con un gemido angustiado, Mimi sintió cómo su visión se nublaba y las sombras de la inconsciencia comenzaban a cerrarse a su alrededor.
—¡Mimi, no te desmayes! —exclamó Yoshino, su voz llena de pánico mientras intentaba sostenerla— ¡Meiko, necesitamos ayuda aquí!
La partera se apresuró a intervenir, tratando de estabilizar a Mimi mientras su conciencia se desvanecía lentamente. Con un último suspiro de dolor y agotamiento, Mimi se desplomó en la cama, su cuerpo rendido por el esfuerzo del parto y la lucha contra el dolor abrumador.
En la penumbra de la inconsciencia, Mimi flotaba en un mar de oscuridad, su mente envuelta en un velo de niebla mientras el dolor se desvanecía lentamente en el olvido. Por un momento, todo era silencio y calma, una pausa en el tumulto de emociones que la habían consumido durante tanto tiempo.
Y luego, en la distancia, escuchó el suave murmullo de voces preocupadas y el eco lejano del llanto de la criatura, recordándole el milagro de la vida que había traído al mundo. Con un suspiro de alivio, Mimi se sumergió en la oscuridad, dejando que el sueño la envolviera en un abrazo reconfortante mientras su cuerpo se recuperaba del arduo trabajo del parto.
—Ña~ Ña~ Ña~
En el campamento, el ambiente estaba cargado de tensión mientras la guerra se aproximaba a su fin. Los soldados se preparaban para el último enfrentamiento, ansiosos por volver a casa después de meses de batallas y sacrificios.
Entre el bullicio del campamento, Takeru fue abordado por un grupo de jóvenes jenízaros, quienes lo rodearon con expresiones preocupadas en sus rostros.
—Príncipe Takeru, ¿sabe si el sultán planea mejorar nuestras condiciones una vez que la guerra termine? —preguntó Kennan, uno de los jóvenes jenízaros, con una mirada de incertidumbre en sus ojos.
Takeru frunció el ceño, consciente de las preocupaciones de los jóvenes soldados.
—He intentado hablar con mi hermano al respecto, pero no ha mostrado disposición para abordar el tema —respondió con sinceridad—. Sin embargo, les prometo que una vez que la guerra haya terminado, haré todo lo que esté en mi poder para garantizar que sean recompensados adecuadamente por su valentía y sacrificio.
Los jóvenes jenízaros intercambiaron miradas, claramente insatisfechos con la respuesta de Takeru.
—¡Pero necesitamos mejoras ahora, no después de que la guerra haya terminado! —exclamó Tomoki, con frustración en su voz—. ¿Cómo podemos confiar en promesas vagas cuando nuestras condiciones actuales son tan precarias?
Takeru comprendió la frustración de los jóvenes soldados, pero también sabía que no podía hacer promesas que no estaba seguro de poder cumplir.
—Entiendo su preocupación, pero les ruego que confíen en mí —les pidió, su voz firme y decidida—. Una vez que la guerra haya terminado y regresemos a casa, personalmente me aseguraré de que cada uno de ustedes reciba la compensación que merecen. No solo en términos de dinero y oro, sino también en reconocimiento por su valentía y lealtad.
Los jóvenes jenízaros asintieron, pareciendo un poco más tranquilos al saber que su príncipe estaba de su lado.
Un murmullo de incredulidad y escepticismo recorrió el grupo de jenízaros, evidenciando su desconfianza hacia las promesas vacías que tantas veces habían escuchado.
—¿Cómo podemos estar seguros de eso? —inquirió Tomoki, su voz cargada de desconfianza—. ¿Por qué deberíamos creer en ti cuando tu hermano nos ignoró?
Takeru comprendió su escepticismo y se esforzó por transmitirles su sinceridad y determinación.
—Porque soy un hombre de palabra —respondió con firmeza, su mirada firme y decidida—. Cuando regresemos al palacio, me aseguraré de que reciban la compensación que merecen. Oro, dinero, lo que sea necesario para demostrarles mi gratitud por su servicio.
Los jóvenes jenízaros intercambiaron miradas, aún indecisos y desconfiados, pero también tocados por la promesa de un futuro mejor. En medio de la incertidumbre y el temor, encontraron un destello de esperanza en las palabras de Takeru, una promesa de que su sacrificio no sería olvidado ni ignorado.
Mimi abrió los ojos lentamente, su cabeza aún nublada por el desmayo. Parpadeó varias veces antes de enfocar su mirada en Airu, quien estaba frente a ella con una expresión preocupada.
—Airu ¿Qué... qué pasó? —murmuró Mimi, tratando de incorporarse.
Airu le ofreció una sonrisa tranquilizadora mientras sostenía a Thomas en sus brazos.
—Despertaste, Mimi ¡Que bueno!— Exclamó— Luego de dar a luz te desmayaste.
¿Qué?
¿Se desmayo?
¡Claro! Quedó muy débil y perdió la consciencia.
—pero ya estás despierta —respondió suavemente.
Mimi frunció el ceño, su mente luchando por recordar lo que había sucedido antes de perder el conocimiento.
—¿Y mi hijo? ¿Dónde está? —preguntó, mirando a su alrededor con creciente ansiedad.
—¡Aquí está!— Airu señaló a Thomas.
—No me refiero a él.—Respondió Mimi— Me refiero a mi bebé.
Airu titubeó por un momento antes de responder, su expresión volviéndose incómoda.
—Lo siento, Mimi. Se lo llevaron —dijo con cautela.
La mirada de Mimi se oscureció al instante, y una oleada de ira y temor la invadió.
—¡¿Qué?! ¿Cómo se lo llevaron? —exclamó, tratando de levantarse con rapidez.
Airu retrocedió un paso, sorprendida por la intensidad de la reacción de Mimi.
—Debían vestirlo y limpiarlo luego de nacer.
Mimi apretó los puños con frustración, su corazón latiendo con fuerza en su pecho.
—¡Nadie debería llevarse a mi hijo! ¡Es mío! —gritó, su voz llena de angustia y determinación.
—Lo sé, pero, estabas desmayada y debía ser asea...
—¡Tráemelo!— Exclamó la castaña—¡Ordena que Yoshino me lo traiga!
—Sultana no...
—¡Hazlo!
Justo en ese momento la puerta se abrió.
—Pero ¿qué gritos son esos?— Yoshino preguntó.
Mimi observó aliviada a la kalfa— Yoshino ¿dónde está mi hijo? ¡Quiero verlo!
Fue en ese segundo que Juri Kalfa apareció en el lugar con la criatura en brazos.
—No se altere sultana. Aquí está. —Declaró Juri alzando entre sus manos a la pequeña criatura, ya vestida, aseada y lista para conocer a su madre.
El rostro de Mimi se iluminó.
—¡Dámelo!— Alzó sus brazos.
La kalfa se acercó a la sultana y le entregó la pequeña criatura.
Mimi observó orgullosa a su nuevo hijo, era pequeño y muy parecido a Thomas, tenía la piel pálida y el cabello claro. Estaba durmiendo, así que, no se veían sus ojos, aunque rogaba al cielo que fuesen azules, como los de Yamato.
—Mi vida, bienvenido a este mundo...—Musitó la castaña—Estoy muy feliz en conocerte.— Declaró.
La pequeña criatura simplemente continuo durmiendo.
—Eres muy lindo. — Declaró la oji-miel— Te pareces a tu padre.
"Eres muy lindo"
Este comentario sorprendió a Yoshino, quien rápidamente intercambio una mirada con Airu, la criada de Mimi. Al parecer...
Aun no le daba la noticia
Yoshino hizo una mueca— ¿E? Sultana...—Llamó a Mimi.
—¿Sí?
La kalfa dudó unos segundos en decir lo siguiente, porque sabría que no sería del agrado de la sultana.
—Quiero felicitarla por la llegada de la pequeña sultana...—Declaró finalmente— Espero que tenga una vida feliz nuestra princesa. — Habló— Junto a sus padres y parientes.
¿Pequeña sultana?
Este comentario sorprendió a Mimi.
—Su hija es hermosa. — Habló la mujer— Se parece mucho a usted.
¿Hija?
¡No! Esto no era posible.
En la espaciosa sala del harem, Gennai Aga, el jefe del harem, se dirigió a las mujeres reunidas con una expresión de alegría en su rostro.
—Mis sultanas.—anunció— Tengo el honor de informarles que la sultana Mimi ha dado a luz.
—¿Sí?— Musitó Natsuko emocionada.
Rika y su kalfa, Suzie, intercambiaron miradas emocionadas.
Gennai asintió.
¡No, por favor no, esto no era verdad!
Pensó Sora.
—¿Qué fue?— Preguntó Alice.
—¿Fue un príncipe?—Rika también preguntó emocionada.
Gennai hizo una mueca y bajó su mirada— Esta vez no...—Respondió.
¿Qué?
—Mimi ha dado a luz a una hermosa niña.
Hubo un murmullo de sorpresa y emoción entre las mujeres, cada una reaccionando de manera diferente a la noticia.
Natsuko, la madre del sultán, no pudo contener su alegría y una sonrisa radiante iluminó su rostro. Para ella, la llegada de una niña era motivo de celebración, un regalo precioso que traería alegría y felicidad al harem.
Sora, por otro lado, esbozó una sonrisa de satisfacción que apenas ocultaba su verdadera alegría. Aunque intentaba disimularlo, en el fondo estaba encantada de que Mimi hubiera dado a luz a una niña en lugar de un príncipe. Para ella, era una pequeña victoria en su continua rivalidad con Mimi, una oportunidad para sentirse superior y reafirmar su posición en el harem.
La sala estaba llena de emociones encontradas, desde la alegría genuina hasta la envidia disimulada. Pero en ese momento, la llegada de la pequeña princesa había unido a todas las mujeres del harem en un sentimiento de camaradería y felicidad compartida.
Yamato se encontraba junto a Taichi y un grupo selecto de sus hombres de confianza. Observaban una serie de carretas que debían contener las armas y provisiones esenciales para la expedición.
Yamato inspeccionaba cada carreta meticulosamente, su mirada escrutadora buscando cualquier señal de irregularidad. Taichi, a su lado, mantenía una expresión seria mientras supervisaba junto a él.
—Todo parece estar en orden hasta ahora —comentó Taichi, tratando de mantener un tono optimista a pesar de la tensión en el aire.
Yamato asintió, aunque su rostro reflejaba una leve preocupación. Continuaron revisando cada carreta, verificando las listas de inventario y asegurándose de que todo estuviera en su lugar.
Sin embargo, a medida que avanzaban, comenzaron a notar discrepancias. Algunas carretas parecían estar menos llenas de lo esperado, y faltaban ciertos elementos clave en los inventarios.
—Esto no está bien —murmuró Yamato, su ceño fruncido en preocupación—. ¿Qué está pasando aquí?
Taichi intercambió miradas con los otros hombres, todos compartiendo la misma expresión de confusión y frustración.
—No lo sé, su majestad. Todo estaba en orden cuando se cargaron las carretas —respondió Taichi, su voz llena de incertidumbre.
Yamato se detuvo frente a una carreta en particular, su mirada fija en el espacio vacío donde deberían haber estado las armas y provisiones.
—Algo no está bien. Han desaparecido —declaró con firmeza, su voz resonando con determinación.
—¿Niña?—Preguntó Mimi incrédula—¿Es una niña?
Juri asintió.
¡No, esto no era posible!
Mimi frunció el ceño.
Ella no podía ser su hija. Claro que no, estaba segura de que daría a luz a un príncipe, no una sultana.
Esto no le agradaría al sultán
Mimi alzó a la bebé y se la extendió a Juri—Toma, llévatela de aquí.
—¿Qué?—Preguntó Juri.
—Esta no es mi hija...—Declaró la sultana— Así que, llévatela y tráeme a mi hijo.
—¿Cómo? — Cuestionó la kalfa incrédula de esta declaración— Pero, señorita...
—¡No me hables! — Gritó la castaña— ¡Tráeme a mi hijo en estos momentos!
Airu decidió intervenir —Pero sultana, esta es la criatura que dio a luz.
—¡No lo es!—Exclamó Mimi— Es una niña y mi hijo es un niño.
Juri negó: —Sultana, lamentablemente, su criatura es una niña.
—¡No!
Mimi se cruzó de brazos ante esto.
Justo en ese momento la puerta se abrió y en el lugar apareció la madre de Yamato.
Rápidamente todas bajaron la cabeza en señal de reverencia.
Natsuko sigilosamente se acercó a Juri, quien sostenía a la niña.
—¡Oh! Que hermosa.—Exclamó.
Mimi simplemente mantuvo su mirada baja.
—¡Dámela, Juri!— Natsuko extendió sus brazos.
La kalfa obedeció y le entregó la pequeña a la Valide.
—Hola, pequeña...—La sultana madre le habló a su pequeña.
Mimi hizo una mueca.
—Sultana...—Habló— Siento por haber dado a luz a una niña.
—Esta familia cada vez es más bendecida con más hijos...—Comentó Natsuko observando alegre a la pequeña—Cuando me enteré de que habías dado a luz a una niña instantáneamente la alegría vino y la inspiración de un hermoso nombre en mi mente se hizo presente. — Declaró— Tu nombre será Izumi, mi amada nieta. — Besó su frente— Espero que este nombre te traiga buena fortuna...—Comentó—...que tu vida esté llena de alegría y prosperidad.
Mimi simplemente frunció el ceño.
¿Acaso la madre sultana estaba disfrutando esto y se burlaba de ella por haber dado a luz a una niña?
¿Izumi?
—Al sultán no le gustará. — Musitó la castaña.
La mujer de ojos azules bajó su mirada hacia la joven— Pero ¿qué cosas dices?—Declaró— No sabemos cuándo el sultán regresará de la expedición y no podemos dejar a esta niña sin nombre todo ese tiempo.
—Pero sultana. — Respondió la oji-miel— Al Sultán no le gustará, es una niña, no un niño.
Natsuko frunció el ceño, era molesta aquella actitud de la chica ¿acaso no estaba siendo consciente de que había traído al mundo una vida? Eso no era poco porque no era una niña cualquiera, era una sultana, una princesa, integrante de su gran dinastía.
Quizás la gente juzgaba generalmente por el género, pero ella no iba a negar a su propia sangre, mucho menos a su primera niña.
Natsuko simplemente negó y dirigió su mirada hacia su kalfa— Juri, dale esta niña a su madre para que la alimente correctamente.
Juri tomó a la pequeña y sonrió— Que esta niña sea muy bendecida.—Luego dirigió su mirada hacia Mimi, caminó hacia ella y le entregó a la pequeña— Sultana si necesita algo no dude en decirme.
Mimi simplemente asintió— Gracias...—Comentó— Pero no creo que pueda ayudarme mucho.
—¿Por qué?
—Porque es una niña.—Respondió la castaña— Y estoy triste por eso, ya que, no se puede remediar este hecho.
Natsuko simplemente negó. Bueno, debía admitir que le daba felicidad que no tuviera más poder que Sora, pero le molestaba que rechazara a esta niña. Era su sangre.
—Vamos, dejemos que estén tranquilas.—Musitó la valide.
Juri asintió y ambas salieron del lugar.
Mimi observó a la bebé que tenía en brazos y suspiró— Airu, Yoshino, llévense a esta niña.
—Pero...
—¡Pero nada!— Exclamó la castaña— Necesito estar sola.
Yoshino tomó a la pequeña—Parece hambrienta.
—Llama a la nodriza.—Comentó Mimi— Para eso está ¿no?
La pelirosa suspiró resignada, lo mejor sería obedecer. Fue así como caminó en dirección a la salida. Airu tomó a Thomas y también salió del lugar.
Mimi se recostó en su cama mientras observaba con tristeza la ventana.
—¿Qué le diré al sultán cuando regrese?— Fue la pregunta que se hizo así misma.
—Las armas y las provisiones que se perdieron no fue culpa mía.—Comentó Taichi.
—Entonces ¿de quién es?— Preguntó Rentaro, el cuñado de Yamato—No quiero culparte, pero tú eres el encargado de la expedición.
El castaño se mordió el labio inferior ante esto sintiendo enojo y nerviosismo.
Lamentablemente Rentaro tenía razón
Yamato observó a Taichi, luego a Rentaro y finalmente la carreta que estaba vacía.
—No es posible que esté vacía de un momento a otro.—Habló el castaño— Estoy seguro de que aquí había provisiones y armas. Era un conjunto de varias cosas.
—Creo que tuviste una mala administración.—Comentó el rubio.
—Su majestad...—Taichi bajó la mirada— Juro que hice lo posible.
—Si, creo que lo hiciste.
El hermano de Hikari era su amigo de toda la vida, su hombre de confianza, quien lo ayudó a subir al trono cuando la situación era más crítica. Y siempre se destacaba por su buen trabajo.
—Pero creo que te fallaron algunos cálculos.—Sentenció Yamato.
Taichi se mordió el labio inferior.
Odiaba fallar
Daigo simplemente observó la escena satisfecho, logró hacer lo que quería.
—Su majestad.—Le habló a Yamato.
—¿Sí?— Preguntó el rubio volteo hacia el esposo de Alice.
—Sé que esta situación es inesperada.—Comentó Daigo— Y sé que significa un problema...—Recordó— Pero mi provincia.
Mimi observó atentamente sus manos, había transcurrido un tiempo desde que dio a luz y aun no podía creer lo que sucedió.
Dio a luz a una niña ¡Una niña!
Esta era la peor noticia que pudo haber recibido, ahora sería despreciada por todos.
Mimi se sentía abrumada por una mezcla de emociones mientras contemplaba sus manos temblorosas. El peso de la decepción y la angustia se asentaba en su pecho, pesando sobre ella como una losa. ¿Cómo podía ser que, después de todo, diera a luz a una niña? Una ola de desesperación la invadió, llenándola de un profundo sentimiento de desaliento y pesar.
Con lágrimas bordeando sus ojos, Mimi se lamentaba en silencio, sintiendo como si todo estuviera perdido. Había estado tan segura de que daría a luz a un niño, un heredero que aseguraría su posición en el harem y le otorgaría un lugar de honor en la corte del sultán. Pero ahora, con una niña en sus brazos, temía que su estatus se desvaneciera, reemplazado por el desdén y el menosprecio de los demás.
Justo en ese momento, la puerta se abrió con suavidad, interrumpiendo sus sombrías reflexiones. Levantó la mirada, sorprendida, para encontrarse con la figura reconfortante de Yoshino, sosteniendo a la recién nacida en sus brazos.
—Sultana Mimi...—Yoshino la llamó.
Mimi alzó la mirada: —¿Qué sucede?
—Sé que no estás pasando un buen momento, pero creo que deberías darte un tiempo y conocer a tu pequeña...—Yoshino se acercó a la castaña.
Mimi negó, verdaderamente no quería verla.
Yoshino hizo una mueca y alzó a la pequeña—Me preguntó ¿qué estará pensando esta pequeña?— Preguntó— ¿Mi madre no quiere verme?— Musitó básicamente hablando por la niña— ¿Enserio soy una tragedia para ella?
¿Tragedia?
Mimi observó a la kalfa ante esto.
—¿Sabes? Esta niña no es culpable de haber nacido mujer.—Comentó la pelirosa— No creo que sea justo para ella que no la quieras.
—Sé que no es su culpa, pero es una niña. El sultán podría no quererla y...
—No sabemos si el sultán se enojará, puede que no, así como puede que sí.—Declaró Yoshino— Pero, dime ¿enserio serás capaz de abandonarla, sabiendo que, Yamato podría no quererla?—preguntó— ¿quieres dejar sola a tu hija?
Mimi se mordió el labio inferior ante esto.
No había pensado en eso
Yoshino se acercó a la castaña y le extendió a la pequeña.
Mimi suspiró y suavemente tomó a la pequeña.
Lo mejor sería darle privacidad y espacio a Mimi para que asimilase la situación. Yoshino se alejó de ellas y caminó hacia la puerta.
Mimi se mordió el labio inferior y observó atentamente a la bebé, se veía tranquila durmiendo, sus facciones eran tan delicadas y finas, su piel era pálida, su cabello era dorado.
Suspiró.
—Jamás te dejaré porque nos tenemos solo a nosotras en la vida. — Musitó la castaña— Eres parte de mi corazón, mi pequeña. — Besó su frente— Discúlpame...—Suspiró— Estaba enojada, porque eres una niña y en este palacio no son bienvenidas.
La pequeña continuaba durmiendo.
—Izumi. — Mimi pronunció su nombre y la pequeña como si supiera que hablaba de ella se removió entre sueño, y suavemente, abrió sus ojos.
¡Eran verdes!
Su color favorito.
Verdaderamente se parecía a Yamato, pero esos ojos, la hacían ver más bella.
—Eres hermosa.— Besó su frente— No sé lo ocurra más adelante, pero sea lo que sea, tu madre te amará.—Declaró— Yo te amaré.
+¡Ya! Pueden matarme o tirarme hate. Estoy lista.
Adrit126: ¡Hola! Sí, me demoré porque estaba con muchas cosas, y la verdad es que había perdido un poco de inspiración. Pero aquí regresé jsjs Tienes mucha razón al decir que Alice y Daigo son un gran amenaza (Y eso que recién estamos empezando. Ya verán lo que tengo preparado para ellos) Sí, da pena Yamaki Pashá, él si la quiere. Pero sabía en que se metía cuando la aceptó como esposa jajaja Sí, si no eran Mimi y Sora, debían ser sus representantes (Recién me di cuenta de que arme un conflicto entre niñas elegidas de Digimon tipo Aves y Digimon tipo Plantas) Ojalá te haya gustado el capítulo, ojalá sigas comentando, te mando un abrazo a la distancia.
BethANDCourt: ¡Que bueno que te haya gustado este capítulo! Intente tener de todo un poco jsjsjs Tienes un presentimiento bastante acertivo, lamentablemente todo está en contra de su buena relación de hermanos, aun quedan capítulos (muchos capítulos) ya veremos que sucede entre ambos. Es buena tu teoría por cierto. Ojalá Takeru le calle la boca a Daigo y Alice, aunque, aunque todo está apuntando a que no sea así, este par solo quiere fastidiar (ToT) jsjsjsj Sí, se colocaron un poco traviesos, pero se debe a la edad, tienen 16 años y se quieren, aunque haces bien en recordar que Takeru tiene prohibido tener descendencia. Hikari y Takeru están jugando con fuego y no lo saben. Lamento que la escena haya sido corta entre Ryo y Rika, pero elloss tendrán protagonismo más adelante en una situación muy en particular, pero será a futuro (Sin embargo, en Revenge, tengo algo preparado jsjsjs) ¡Sí! Mimi cuadró a Sora y está dispuesta a todo por cuidarse. Sora ya pasó todos los límites. Entiendo que te de risa su enfrentamiento jsjsjs a mi también me dio risa escribir como Yoshino y Miyako se enfrentan jajajaja Tranquila, Natsuko estaba muy ocupada en otras cosas, prefirió (por esta vez) dejarle el regalo a Mimi (porque está embarazada) Espero que te haya gustado el capítulo. Ojalá sigas leyendo y comentando. Te mando un gran abrazo a la distancia.
