Mientras McQueen caminaba por la calle del pueblo hacia la cafetería de Flo, intentó olvidarse de aquella discusión que había tenido con Sally hace unos momentos y de los pensamientos sobre su relación que lo atormentaban.

El miedo al futuro lo invadía, llenándolo de dudas e inseguridades. ¿Qué pasaría ahora? ¿Por qué Sally se comportaba de esa manera? La idea de un futuro sin Sally le resultaba insoportable, pero al mismo tiempo, sabía que algo había cambiado irremediablemente entre ellos.

Cuando menos se dio cuenta, el rubio ya había llegado a la cafetería de Flo y se detuvo justo en frente de la puerta mientras sentía todo el peso de la angustia y tristeza acumulada en su pecho. Respiro profundamente intentando calmar el torbellino de emociones que lo consumía por dentro. Tenía dos razones por las cuales debía calmarse, en primer lugar, no quería preocupar a sus amigos del pueblo ni dejarlos darse cuenta de que las cosas con Sally no iban nada bien. En segundo lugar, esa noche serían las 400 de Dinoco en California para decidir quién se convertiría en el ganador de la copa pistón y después de haber tomado algunos meses de descanso McQueen volvería como el jefe de equipo de Cruz Ramirez. Sabía que ella confiaba plenamente en él para llevar al equipo Rust-eze a la victoria, y la idea de decepcionarla era insoportable. Cerró los ojos por un momento, buscando encontrar algo de paz en medio del caos que reinaba en su mente. Se recordó a sí mismo que debía mantener la compostura, al menos frente a los demás, aunque por dentro se estuviera desmoronando. Respiró hondo una vez más y exhaló lentamente y abrió la puerta decididamente.

Cuando el rubio abrió la puerta pudo oler un rico aroma a waffles que provenía de la cocina y vio que todos sus amigos de Radiador Springs se encontraban sentados en una mesa bebiendo una taza de café mientras conversaban y compartían algunas risas como era habitualmente.

—¡Buenos días mejor amigo! —dijo Mate con emoción y una gran sonrisa en el rostro.

-¡Hola a todos! —respondió McQueen forzando una sonrisa lo mejor que podía e intentaba sonar lo más alegre posible.

—Buenos días muchacho, ya llevábamos rato esperándote, ¿Todo bien? —preguntó el Sheriff con algo de preocupación al notar que McQueen había tardado en llegar a la cafetería más de lo normal. —Sabes que puedes puedes contar con nosotros, ¿cierto? —añadió con gentileza, ofreciendo su apoyo.

—No hay nada de qué preocuparse, tranquilos. Solo tuve una noche un poco difícil pensando en la carrera de hoy, y esta mañana la alarma no sonó —respondió McQueen intentando sonar convincente con su mentira. Odiaba mentirle a sus amigos, pero no era lo suficientemente valiente para decirles la verdad.

—Al parecer estás algo nervioso, hermano. Deberías tomar un poco de mi bebida orgánica —intervino el hombre hippie, Filmore.

—¡Otra vez ofreciendo esa fea bebida! —grito Sargento con su característico tono gruñón.

—Si lo que te preocupa es que Cruz Ramírez no gane la carrera, estoy seguro que eso no será así. Eres un gran jefe de equipo porque aprendiste del mejor, Doc Hudson —agregó Mate con una sonrisa y después le dio un gran sorbo a su café.

Enseguida Flo salió de la cocina con su carrito de alimentos, en el cual llevaba doce platos de waffles que había preparado con tanto esmero y cariño. Con una sonrisa radiante, se acercó a la mesa donde estaban todos reunidos y comenzó a servir los platos, llenando aún más la habitación con el delicioso aroma a waffles recién hechos. Todos estaban entusiasmados de probar la deliciosa creación de Flo.

—Deben de desayunar bien para que tengan la energía suficiente para ganar la carrera —dijo alegremente la mujer mientras distribuía los platos.

—Sembra delizioso —exclamó Guido en italiano, expresando su emoción ante la apetitosa comida.

—Guido dijo que se ve delicioso —aclaró Luigi, traduciendo las palabras de su amigo para el resto.

—¿Y Sally? ¿Ella vendrá a desayunar? —preguntó Flo, notando que en su carrito sobraba un plato, lo que la dejó un tanto desconcertada.

McQueen no sabía qué responder ante la pregunta sobre Sally. Su corazón latía con fuerza mientras buscaba una excusa convincente, pero sus pensamientos estaban tan revueltos que apenas podía articular palabras. Miró a sus amigos con una expresión incierta, tratando de ocultar la confusión que sentía en su interior.

—¿Sally? Oh, eh... no estoy seguro. Creo que... tiene algunos asuntos que atender esta mañana —respondió finalmente, esquivando la mirada de Flo y tratando de sonar lo más convincente posible, aunque en su interior sabía que estaba mintiendo.

Flo frunció el ceño ante la respuesta de McQueen, pero decidió no indagar más en el asunto por el momento.

—Bueno, no importa, debe estar algo ocupada con el "Cozy Cone". Guardaré su desayuno por si decide venir más tarde. Creo que deberían de comer su desayuno antes de que se enfríen —dijo, tratando de cambiar el tema y mantener el ambiente alegre.

Después de unos minutos de seguir compartiendo risas, chistes y anécdotas, todos terminaron de desayunar. McQueen se sentía reconfortado por la familiaridad y el afecto de sus amigos, aunque su mente seguía preocupada por los desafíos que le esperaban ese día. A pesar de sus esfuerzos por mantener una fachada de normalidad, no podía evitar que sus pensamientos regresaran una y otra vez a la incertidumbre que rodeaba su relación con Sally y a las expectativas puestas en él como jefe del equipo de Cruz Ramírez. Sin embargo, se permitió disfrutar de esos momentos de tranquilidad.

—Chicos, yo creo que ya es hora de que se vayan a California para que lleguen a tiempo a la carrera —expresó el Sheriff.

Con un gesto de resignación, McQueen, Mate, Luigi, Guido, Filmore y Ramon se pusieron de pie, con un semblante de melancolía en sus rostros. Despedirse de Flo, Rojo, el Sheriff, Lizzie y Sally nunca resultaba sencillo; ellos siempre se quedaban en Radiador Springs, animándolos desde la distancia y viendo la carrera por televisión.

—Gracias por el desayuno, Flo. Siempre es reconfortante empezar el día aquí —dijo el rubio con sinceridad, abrazando a la cariñosa dueña de la cafetería.

—Cuida mucho de ti, Rayo. Estaremos aquí esperando su regreso y apoyándolos como siempre —respondió Flo con una cálida sonrisa, correspondiendo al abrazo.

Rojo, el bombero del pueblo, dio un apretón de manos al rubio, transmitiendo su apoyo sin necesidad de palabras, mientras que el Sheriff le dedicó una mirada llena de confianza y amistad.

—Contamos que Cruz Ramirez ganara otra Copa Piston —dijo con determinación el Sheriff.

El grupo salió de la cafetería, despidiéndose del ambiente acogedor y los afectuosos abrazos de sus amigos. A lo lejos, en las pintorescas calles de Radiador Springs, se acercaba un sonido familiar: el rugido del motor del trailer de Mack, el fiel transportista de McQueen y su equipo.

Enseguida a las calles del pueblo llegó Mack, un hombre alto de cabello color café oscuro y tez robusta. Vestía unos pantalones holgados, una camisa blanca de tirantes y una gorra color rojo, mientras su enorme remolque brillaba bajo el sol de la mañana. Con una sonrisa amplia y un gesto de complicidad, McQueen se acercó a su amigo y compañero de viaje.

—¡Mack, nos vamos a California! —exclamó el rubio con entusiasmo, mientras ayudaba a cargar el equipo en el remolque.

—¡Así es, jefe! ¡Estoy seguro de que Cruz conseguirá otra victoria para el equipo Rust-eze! —respondió Mack con una sonrisa, listo para emprender el viaje hacia California.

Por una última vez, el equipo se despidió de sus amigos e intercambió palabras de ánimo antes de subir al remolque. Sin embargo el rubio, se quedó mirando al Cozy Cone y observó con sorpresa que el Porsche 911 de Sally ya no se encontraba en el lugar. "¿A dónde podría ir?" Se preguntaba el rubio para sí mismo.

—¡McQueen te estamos esperando! —Grito Mate.

Con el grito de Mate, los pensamientos de McQueen fueron abruptamente interrumpidos. Sacudiendo la cabeza como si quisiera despejar su mente, el rubio se apresuró a subir al remolque, dejando atrás las preguntas sin respuesta sobre Sally.

Con el rugido del motor, Mack arrancó, dando inicio a un largo viaje hacia California. Mientras el camión tomaba la carretera, McQueen y su equipo se preparaban mentalmente para la competencia que les guardaba. La incertidumbre sobre el destino de su relación con Sally permaneció momentáneamente en pausa, eclipsada por la anticipación y la emoción del evento deportivo que tenían por delante.