Furong sacó el brazo del barco y dejó que la lluvia lo empapara. Hacía tiempo que no veía un aguacero como aquel. Era tan agradable sentir las gotas de agua impactar en su piel. Y no parecía intenso, solo un día lluvioso cualquiera en aquella lejana tierra.

Kumandra, hogar de los dragones de agua.

No había visto ni un solo dragón desde que llegó, cosa que lo extrañaba. ¿No se suponía que había muchos y se relacionaban con los humanos? No debían de ser tan diferentes de los de su tierra natal. Pero la gente de Kumandra estaba feliz y despreocupada. Aldeas, campos, ciudades, todo rebosaba vida. Cómo lo añoraba.

Retrajo el brazo y se lo secó en la ropa. Nadie pareció adivinar que era un extranjero. Su piel bronceada pasaba inadvertida, al igual que sus ojos marrones. Por lo que había visto, cualquiera podría pensar que había nacido en Kumandra si no le preguntaban. Ni siquiera el pelo castaño llamaba la atención.

—¿Te gusta la lluvia, chico?

Furong se sobresaltó y miró al hombre que dirigía el barco. Se ruborizó innecesariamente.

—Yo… bueno… Hacía tiempo que no veía una lluvia como esta.

El hombre arqueó una ceja.

—Pues esta es débil comparada con una intensa. Créeme, si ese fuera el caso, no podría manejar el barco y tendría que atracar en la orilla y esperar que amainara. ¿De dónde vienes no llueve mucho?

—No…

No tanto como en el pasado, cuando las lluvias en su tierra natal eran tan abundantes como las de Kumandra. Entonces no había mucha diferencia, solo quizá los dragones.

—A mí me van más los días soleados —dijo el capitán del navío—. Sentir el calor del sol acompañado de una refrescante bebida. Las lluvias estropean ese plan, sobre todo cuando son repentinas porque un dragón necesitaba desplazarse a otra parte del país.

Furong apenas había oído de lo que eran capaces los dragones de agua de Kumandra más allá de la obvia manipulación del agua. Pero ¿de cuántas maneras lo podían controlar?

—¿A ti que te gusta más, chico? ¿Los días lluviosos o los soleados?

Furong se lo pensó detenidamente antes de responder.

—Creo que los soleados, también. Aunque tampoco me disgustan las lluvias. —«Y ahora ansío más que nunca que el cielo se nuble a que el sol abrase la tierra con su calor».

—Ah, eres de los que no les importa el día que haga. Ojalá a mí también me diera igual.

Furong sonrió. La gente de Kumandra era realmente amable y les gustaba convertir en amigos a perfectos desconocidos. Ya se había amistado con un par de personas desde que llegó a Kumandra. Fue así como alguien decidió pagarle el viaje en barco porque le sobraba algo de jade, según dijo. Él no había venido falto de dinero, pero el jade que se empleaba en Kumandra era verde y el de su tierra, azul. Eso extrañaba mucho, pero a la gente le encantó intercambiar ambos jades, por lo que ya poseía una bolsa llena del jade local.

Sin previo aviso, el barco se agitó como si algo lo hubiera golpeado. La gente se asustó, incluso Furong clavó las uñas en la borda del barco ante la inesperada situación. Pocos segundos después, la gente se calmó e incluso se puso a reír ante el innecesario miedo. Sin embargo, Furong seguía aferrado al barco como si su vida dependiera de ello.

—¿Qué ha sido eso? —preguntó al capitán.

—Bah, nada preocupante. Habrá sido un dragón que nadaba demasiado cerca de la superficie y sin querer nos ha golpeado con la cola.

Furong asomó la cabeza por la borda y se puso a buscar a ese dragón de agua, casi desesperado por verlo. Por desgracia, la lluvia no ayudaba a descubrir dónde se encontraba ni el propio río dejaba ver su profundidad.

—No te molestes, chico. Son rápidos cuando bucean —explicó el capitán—. Apuesto a que ya ha llegado a la siguiente curva del río.

Furong se desanimó y volvió a sentarse en su asiento. Unas gotas cayeron sobre su ropa; se había empapado la cabeza entera.

—Me hubiera gustado verlo —dijo Furong mientras se secaba como podía.

—Habrá otras ocasiones, seguro.

Sí. Por supuesto. Kumandra estaba lleno de ellos. ¿Por qué se había emocionado tanto? Los dragones formaban parte de su vida desde bien pequeño. ¿Tan diferentes creía que eran los dragones de agua? Furong respiró hondo. «Recuerda, estás en Kumandra por una razón muy importante. No te desvíes de la misión».

Sacó de su bolsa un amuleto de jade azul en forma de círculo del cual emanaban dos líneas que se entrecruzaban helicoidalmente. Furong atrajo el amuleto hasta sí y lo presionó contra su pecho. El símbolo de su hogar. Su símbolo. Confiaron en él y no los defraudaría. A nadie.

Mucho menos a ella.

El barco se dirigía al reino de Corazón, el supuesto lugar donde la gente de Kumandra le había dicho que residían los dragones de agua más importantes. Furong solo estaba interesado en uno que se llamaba Sisu. Preguntar por ella solo recibía respuestas que ya había intuido sobre que era una dragona extraordinaria, «la salvadora de Kumandra», apodada por muchos. Ella poseía la última esperanza de su tierra.

Las lluvias cedieron cuando desde el barco ya se podía ver la isla de Corazón. O, más bien, su destacable montaña perforada. A medida que se acercaban, Furong no hacía más que mirar con asombro la estructura natural.

El barco terminó su viaje al acercarse a un puente con decoraciones de dragones que conectaba la isla con el continente y su altura no permitía que el barco pasara por debajo de los arcos. De modo que el capitán atracó en la costa contraria donde se había construido un simple astillero. Todos los pasajeros tuvieron que bajar para que se pudieran realizar el mantenimiento necesario y cruzar el puente sin rodear la isla.

Furong estiró las piernas y continuó su viaje. Se quedó un momento admirando los bustos de dragones del puente, pensando si la gente de Kumandra había representado bien a los dragones o eran más una exaltación de su divinidad. La respuesta la halló a mitad de camino del puente, donde vio a uno de ellos hablando alegremente con un grupo de personas. Furong trató de no observarlo y llamar la atención de los demás, pero no podía evitar mirar de reojo. Curioso, se parecía y a la vez era diferente a los dragones que él conocía. El dragón se despidió de los humanos y se lanzó al agua desde el puente.

La ciudad de Corazón era un lugar rebosante de actividad, más que la ciudad de Cola, por lo menos. Había más gente hablando por las calles, niños correteando de aquí para allá y visitantes de otras partes de Kumandra. En las plazas se podían ver a más dragones relacionándose con los humanos, ayudándolos o recibiendo regalos que consistían principalmente en comida. El aroma de alimentos cocinados llegó a Furong y el joven no pudo evitar desviarse un momento a comprar algún tentempié. Aquello lo distrajo más de lo deseado y, cuando ya llevaba un rato por uno de los mercados de la ciudad, se obligó a retomar su misión. Ya disfrutaría de todo lo que ofrecía Kumandra en otra ocasión.

Furong se dirigió al castillo de Corazón. Todas las personas a las que les preguntó concordaron en que allí sería más probable encontrar a Sisu. Aun así, no había ninguna garantía de que realmente estuviera allí. Si algo sabía de los dragones era que no les gustaba estar en un único lugar, siempre y cuando no se distinguieran de los de su tierra. Deseaba estar equivocado.

El castillo era digno del jefe del reino. No destacaba por encima del resto de edificios de la ciudad al no tener murallas, pero sí el entorno lo glorificaba con el agujero de la montaña simulando ser un halo de piedra. Eso y el enorme chapitel dorado de la torre central. Costaba adivinar si de verdad buscaban que no fuera tan ostentoso o si no podía evitarlo para honrar a los dragones que lo visitaban. Las puertas principales estaban abiertas de par en par, aunque dos guerreros con lanzas impedían el paso.

Furong veía que estaban alerta por la espada que llevaba colgada del cinto. Uno de ellos inclinó la lanza hacia él.

—Disculpad, estoy buscando a la dragona Sisu. La gente me ha dicho que frecuenta el castillo.

Furong había tratado de sonar lo más inocente posible a pesar del arma. Debió funcionar, pues el hombre que había bajado la lanza la volvió a levantar, más calmado, y su compañero se relajó un poco.

—Así es. Es como su segundo hogar. No hay día en el que no se pasee por los pasillos.

—¿Está disponible? Me gustaría hablar con ella.

—Se marchó hace semanas y todavía no hay noticias de su regreso.

Tal y como imaginaba. Que Sisu fuera la más importante de todos los dragones de Kumandra no limitaba su libertad. Furong le pidió disculpas mentalmente, pero necesitaba hablar con ella a toda costa. Al final tendría que usar la parte del plan que descartó antes de entrar en Kumandra.

—En ese caso, ¿sería posible hablar con el jefe de Corazón? Tengo un mensaje para él que le interesará conocer.

Al escuchar el título de su líder, los guardias adoptaron una postura más profesional, aunque seguían relajados.

—Las audiencias con el jefe Benja finalizaron hace unos días. Me temo que llegas tarde y tendrás que esperar a la próxima sesión —respondió el guardia.

—No puedo esperar. Se trata de algo que podría poner en peligro toda Kumandra.

Los guardias se pusieron más serios. No terminaban de creerse lo último que Furong había dicho.

—¿Y cuál es esa supuesta gran amenaza para Kumandra? —inquirió el guardia, con un claro desdén en su tono—. ¿Acaso la gente de Colmillo quiere volver a traicionar a las demás regiones?

—No es algo humano, es algo peor. —dijo Furong—. Los druun están volviendo a Kumandra.

Los guardias se miraron y estallaron en carcajadas. Furong no podía creérselo, ¿estaban tomándose a broma su advertencia? La gente de Kumandra ya sabía de la existencia de los druun y el peligro que eran para la vida e ignoraban la magnitud del peligro.

—Tienes mucha imaginación, chico —dijo el guardia tratando de contener la risa—. Hace años que los druun desaparecieron de Kumandra y los dragones se han asegurado de que no vuelvan.

—Lo digo en serio —insistió Furong—. Provengo de una tierra más allá del desierto de Cola y los druun son una amenaza activa. Es cuestión de tiempo que aparezcan en Kumandra.

—Será mejor que dejes de mentir y te marches. No vas a conseguir nada intentando engañarnos.

—Pero…

—No me obligues a negarte la entrada al castillo cuando sea día de audiencias. Te estoy dando la oportunidad de volver y contarle esto a nuestro jefe, aunque nadie se lo vaya a creer. Solo tienes que irte y esperar.

Furong no lo entendía. Desde que había pisado la tierra de los dragones de agua no se había topado con nadie como aquel guardia, nadie con tanta desconfianza en el cuerpo. No quería que se le prohibiera volverlo a intentar, así que obedeció y dio media vuelta.

—¿Qué es aquello que ni mi padre va a creer?

Todos pusieron la mirada en una mujer de pelo largo y negro y de ojos marrones. Furong no la había escuchado acercarse, ni al armadillo gigante que andaba cerca. ¿Había bajado la guardia hasta el punto de no percatarse de un animal tan grande?

—Princesa Raya, bienvenida de nuevo —saludó el guardia—. Espero que haya tenido un buen paseo.

—Estoy esperando una respuesta a mi pregunta, Yash.

—Sí, princesa. Este joven de aquí insiste en que tiene un mensaje de gran importancia para vuestro padre sobre el regreso de los druun. No le he dejado pasar porque no es día de audiencias.

—¿Seguro que ha sido solo eso? —la pregunta de Raya puso entre las cuerdas a Yash, haciendo que se pusiera nervioso. Su compañero desvió la mirada en cuanto la princesa también lo miró—. Cualquier cosa relacionada con los druun no debería tomarse tan a la ligera. ¿Qué dirían los dragones si les escondierais algo así?

—Pero los druun desaparecieron hace años. Se confirmó —quiso excusarse Yash.

—Comportamientos como el tuyo fueron lo que los liberó sobre Kumandra en dos ocasiones. Deberías corregir eso.

Yash se encogió y pidió disculpas. Raya las aceptó a cambio de que no lo volviera a repetir. Luego miró a Furong, el cual se sintió intimidado ante alguien de la realeza que no separaba su vista de la suya.

—¿Puedes contarme el mensaje relacionado con los druun? —le preguntó amablemente.

Furong repitió lo que había dicho a los guardias. Raya no había parado en ningún momento de observarlo, como si tratara de ver más allá de sus ojos. Después de unos segundos deliberando, la princesa asintió y le sonrió.

—Te creo. Yash solo tiene la orden de rechazar a cualquiera que quiera entrar en el castillo y no sea un sirviente o un miembro de la realeza. Sígueme. Iremos a hablar con mi padre.

Furong sonrió y le dio las gracias a la princesa. Yash y su compañero se hicieron a un lado y los dos entraron en el castillo. El armadillo gigante los acompañó.

Furong no desaprovechó la oportunidad de apreciar el interior del castillo mientras se movían por sus pasillos. Los patrones circulares del suelo y de rombos de las columnas, todo alternando el azul, el blanco y el dorado. Las personas con la que se cruzaban, vestidas de azul y verde, le recordaban un poco a una región de su tierra natal. Luego de admirar la arquitectura extranjera, miró al jardín que se extendía al otro lado. El armadillo gigante vio algo que le gustó y se marchó. Furong creyó conveniente avisar a la princesa, la cual parecía ser la dueña, pero ella más bien se rio ante la acción del animal.

—Tanto tiempo, y no cambia —dijo.

Había algo en la princesa que Furong no terminaba de vislumbrar, como si no estuviera centrada en sus responsabilidades de la realeza. No veía de buena educación preguntar, pero sí existía una cosa que le intrigaba.

—Princesa —la llamó.

La mujer le dirigió una mirada acompañada de una leve sonrisa.

—Por favor, llámame Raya —le instó—. Lo de princesa es un formalismo ahora mismo innecesario.

Sí, definitivamente no era una princesa corriente.

—Está bien. Cuando me miraste a los ojos, me creíste sin titubear, sin pensar que bien pudiera ser un maestro del engaño. ¿Por qué depositaste tal cantidad de confianza en mí?

—Primero, porque ya conocí a alguien experto en engañarme y tú estás muy lejos de siquiera ser su sombra. Y segundo, porque fue más experiencia que confianza. Pones la misma mirada que muchos cuando mencionan a los druun y sobrevivieron, como yo en su momento. Incluso diría que tuvimos vivencias similares. Los dos subsistimos durante años mientras los druun acechaban a cada esquina, ¿me equivoco?

Furong negó con la cabeza. Raya había resumido bastante bien parte de su vida. Y el viaje hasta Kumandra no había sido la mejor de las experiencias. En varias ocasiones estuvo a punto de fracasar en su misión por culpa de los druun.

Raya y Furong llegaron a la cocina, donde había bastante movimiento. Cocineros avivando fuego, preparando ingredientes, amasando pan… Los aromas despertaron el hambre en Furong incluso después de haber comido antes de ir al castillo. Estaría encantado de probar más gastronomía de Kumandra antes de abandonarla.

Raya fue a hablar con un hombre de cierta edad, al menos la suficiente para tener líneas de canas en los laterales de un pelo que estaba perdiendo su color oscuro. Debía ser el jefe de Corazón, pues sus ropas se veían más trabajadas que las de los demás, de color turquesa y un dragón bordado en oro cubriendo el cuello y el pecho. Echaba ingredientes en una olla que olía de maravilla. Cuando Raya le habló del mensaje de Furong, el hombre dejó la cocina (no sin pedirle a un ayudante que vigilara la olla) y se acercó al joven.

—Mi hija no debe haberse molestado en presentarme como es debido —dijo. Raya miró a otro lado, pero más bien como si fuera la forma común de introducirse del hombre—. Soy Benja, jefe de Corazón y padre de esta olvidadiza señorita.

Furong oyó a Raya murmurar algo, pero hablaba tan bajo que apenas se notó con el ruido de cucharas y cuchillos.

—Es un placer, jefe Benja. Yo soy Furong, miembro de la familia de Ayudantes del Dragón de Alma.

Era de esperar una expresión de sorpresa, incluso de sospecha ante tan curioso título. Aun así, Benja inclinó la cabeza en señal de respeto y Raya ladeó la suya procurando que no se notara.

—Admito que jamás he oído ese título y estaría encantado de conocer más sobre la lejana tierra de la que debes proceder —dijo Benja—. Sin embargo, no has venido a hablar de ello, sino de algo más importante.

—Sí, la amenaza de los druun.

El simple hecho de nombrar a aquellas viles criaturas despertó un sutil nerviosismo en Benja. Las demás personas que estaban en la cocina fingieron no haber escuchado esa palabra y se centraron en sus tareas. Benja invitó a Furong a tomar asiento sobre una mesa baja en medio de la cocina y a hablarle del tema por el que había venido.

Furong narró la caída de su tierra, de cómo llegaron los druun de repente y los dragones que vivían allí fueron incapaces de proteger a los humanos más allá de los que, por beneficio del terreno, resistieron gracias al agua de los ríos. Pero antes de que todos se convirtieran en estatuas, su madre le dio un mensaje proveniente de Yerati, una dragona muy importante en su tierra. Le dijo que todavía había una forma de detener a los druun y debía viajar al oeste, hacia otra tierra con dragones distintos a los que él conocía y buscar a Sisu, quien acabó con ellos.

—Y esa es la razón por la que estoy aquí —terminó Furong—. Y mientras viajaba, me percaté de que los druun están alejándose de mi tierra hacia Kumandra, así que también creí conveniente advertiros de su posible regreso.

—¿Qué opinas, ba? —preguntó Raya—. No suena como una mentira muy elaborada.

Benja no dio una respuesta inmediata.

—Tienes razón. Esa historia suena muy similar a lo que la gente de Kumandra sufrió en el pasado. Y ahora que hemos vuelto a unificarnos, nadie quiere volver a perderlo, en especial los dragones.

Los ojos de Furong brillaron con las palabras del jefe de Corazón.

—Entonces, ¿me ayudaréis?

Benja asintió. Furong sintió por primera vez en mucho tiempo cómo se relajaba, como otros estaban dispuestos a quitarle y portar parte de su carga. Solo era el primer paso para restaurar su tierra, pero era más que suficiente.

Benja invitó a Furong a permanecer en el castillo hasta el regreso de Sisu. Furong agradeció la hospitalidad del jefe, aunque deseaba que Sisu no tardara en aparecer por la preocupación de que perdiera un tiempo valioso para salvar su tierra. Raya aseguró que no tardaría, pues la dragona ya llevaba bastante tiempo fuera y sus viajes no duraban tanto. Y como si la hubiera invocado, todos en la cocina oyeron el grito de alguien llamando a la princesa. Raya aseguró que era Sisu y solo tuvieron que esperar unos segundos hasta que la cabeza de la dragona asomó desde la entrada. Raya llamó su atención y, con una amplia sonrisa en el rostro, entró en la cocina y se llevó por delante algunos ingredientes y cestas. Ayudó a limpiar su pequeño destrozo y se movió con más cuidado.

—Te había buscado por todas partes —dijo—. Ya creía que te habías ido de viaje como yo.

—¿Seguro que ha sido por todas partes o en realidad solo has estado en los lugares donde más me sueles encontrar?

—Vale, rectifico: en casi todas partes.

Mientras la dragona saludaba a Benja, Furong la miraba como si jamás hubiera visto un dragón. Tenía delante a la salvadora de Kumandra y había olvidado cómo presentar sus respetos. Ni siquiera se atrevía a mover el cuerpo.

—Anda, a él no lo conozco —preguntó Sisu al fijarse en Furong—. ¿Es un nuevo amigo?

—Pues…

Sisu no dio tiempo a Raya de responder cuando se acercó a Furong y le extendió la pata.

—Hola, encantada de conocerte, soy Sisu. ¿Cómo te llamas?

Furong miró la pata y se desconcertó. ¿Así saludaban los dragones de Kumandra o solo era ella? Desde luego, la primera impresión había sido mayor de lo que imaginaba, muy poco común y bastante más enérgica que las sensaciones que daban los dragones de la ciudad. No era lo que esperaba, pero Sisu irradiaba tal optimismo y alegría que no importaba. Y si esa era la manera de relacionarse, lo aceptaba con gusto.

—Furong —y le dio la mano. La pata de Sisu era más grande y hubo que adaptar el saludo como se pudo. Sisu estaba muy feliz de conocerlo y algo decía que ya lo consideraba un amigo. Él todavía se estaba acostumbrando a su llamativa personalidad.

Raya suspiró como si fuera lo más habitual, incluso Benja ocultó una risa ante la escena.

—Ha ocurrido muy rápido, pero al menos ya nos conocemos todos. Sisu, has llegado en el momento oportuno. Precisamente estábamos hablando de ti.

—Ya lo creo que he llegado en un buen momento: justo para comer. Me muero de hambre.

Raya puso los ojos en blanco. No iba a conseguir que la dragona se centrara hasta haber saciado su apetito, así que se fue al armario y sacó un cuenco más. Eso captó el interés de Furong. ¿Una ración para una persona bastaba para alimentar a un dragón como Sisu? Un brillo hizo que prestara atención en otra dirección y donde antes estaba la dragona ahora había una mujer de cabellos largos y desordenados vestida con una bata azul de manga larga, pantalones grises y zapatos azules. Furong parpadeó varias veces, tratando de entender lo que acababa de ocurrir. Sabía que era Sisu por el pelo y los ojos, que conservaban los colores de su verdadera forma. Pero no esperaba que ese fuera el poder de un dragón de Kumandra. Poderes que deberían de estar más relacionados con algún elemento como los de su tierra, que dominaban el viento. Quizá los dragones de ambas tierras no fueran tan similares, después de todo.

Sisu devoró la comida como si no hubiera probado nada en meses. Repitió varias veces y las últimas llegó a saborear la sopa que había preparado Benja. Furong se deleitó con el exquisito plato y tampoco dudó en pedir más, bien podría ser la única vez que catara aquella sopa antes de volver a casa. Raya y Benja iban a un ritmo consistente, lo que ayudó a Sisu a distinguir quiénes habían hecho un viaje largo. Después de comer, la dragona se dejó caer sobre la mesa, más que satisfecha.

—Una comida deliciosa como siempre, jefe Benja. Hice bien en aguantar un día más.

—Me elogias con tus palabras, Sisu. Aunque a un estómago hambriento le agrada hasta el plato menos apetitoso.

—Permíteme dudarlo. Siempre estará ese plato que por mucho que lo intentes sabrá terrible, así que no es del todo cierto. Pero cambiando de tema —Sisu se sentó correctamente—, antes dijisteis que estabais hablando de mí. ¿Era porque he tardado más de la cuenta en volver de mi viaje? Ya avisé a mis hermanos que podía pasar.

—Es otra cosa —dijo Raya—. Furong tiene algo que contarte.

Mientras Furong volvía a narrar el motivo por la que estaba en Kumandra, Sisu perdió poco a poco la alegría hasta que se mencionaron a los druun. Entonces se levantó y se movió por la cocina, nerviosa, repitiendo una y otra vez lo imposible que resultaba volverlos a tener como una amenaza.

—He venido para pedirte por favor que salves mi tierra de la misma forma que hiciste en Kumandra, con ese objeto de gran poder que eliminó a los druun para siempre.

—Supongo que habla de la Gema del Dragón —dijo Raya—. Es lo único que logró acabar con los druun. Se podrá repetir la misma acción, ¿no?

—Veréis, no es tan sencillo. La Gema del Dragón no es mía, por mucho que los humanos lo creyerais por tanto tiempo. ¿Lo has olvidado, Raya? La gema la creó mi hermano Pengu. Y ahora que está vivo de nuevo, hay que pedírsela. Es más, debe saber sin falta que los druun han vuelto. Si nos da permiso, iremos a la tierra de Furong y usaremos la Gema del Dragón para traer a todos de vuelta.

Furong estaba tan cerca de cumplir la misión en la que había estado trabajando por tanto tiempo que contuvo la emoción. Hasta que no volviera a ver andar a Yerati y a su familia, se esforzaría por recuperarlos.

—Gracias, Sisu.

—Para eso están los amigos, ¿no?


¡Gracias por el apoyo y los comentarios! Es algo que valoro mucho, sobre todo cuando este parece ser el único fic de Raya en español de toda la web. No tiendo a dejar notas de autor, pero siempre hay una primera vez para todo, ¿no?

Emlthybra: No uso OCs de otros usuarios a menos que los pida específicamente. La historia ya tiene su elenco y me temo que tu personaje no encaja en esta por diversas razones, pero la principal es la que te he dicho. Lo siento. Aun así, espero que la historia te guste.

¡Nos vemos en el próximo capítulo!