NOTAS: He eliminado el segundo capítulo y lo he vuelto a subir modificado. Prometo subir el próximo pronto. Muchas gracias por su apoyo.


El principio del fin - Parte II

-El calor también te roba el sueño por las noches ¿verdad?- preguntó Umi sin mirarla, mientras ajustaba el eje y tensaba la cuerda de su arco. - Yo no he podido descansar decentemente desde hace varios días. Nunca creí que el verano en Cephiro pudiera ser tan sofocante.-

Faltaba poco mas de una hora para que amaneciera, y aún así el calor no daba tregua en el patio de combate detrás del castillo, lugar donde el par de amigas se juntaban a entrenar todas las mañanas.

Hikaru, sorprendida por la espontánea interrogante de su amiga, blandió en el aire torpemente la espada que Lantis le había regalado al poco tiempo de su regreso a Cephiro, hacía dos años atrás. Intentó fingir una casual despreocupación ante aquella simple pregunta, pero solo pudo sentirse acorralada para que dijera una verdad que todavía desconocía y que no estaba preparada para soltar. Unos nervios injustificados solo hicieron que responda vacilante.

-Oh, sí... No, yo...-

Pocas veces la perspicacia e intuición de Umi fallaban, y si bien era cierto que su pregunta inicial había sido sincera, en unos pocos segundos había comenzado a hilar que quizás las altas temperaturas no eran la causa de las ojeras que surcaban aquel rostro de piel pálida frente suyo. Se acercó sutilmente y la tomó del hombro, buscando con sus ojos azules, la mirada cabizbaja de su querida amiga.

- ¿En qué piensas, Hikaru? Sabes que el entrenamiento de hoy no es estrictamente necesario. Puedes tomar un descanso. - murmuró con suavidad.

No existía el deseo en Hikaru de mantener enterradas en el silencio, aquellas pesadillas que la habían estado acosando la noche anterior. Era extremadamente consciente de que ocultar sus miedos no era algo sabio, una valiosa lección aprendida en el pasado. Pero sus sueños parecían tener vida propia, y la obligaban a temer y a callar; una nueva pero vieja y conocida angustia, como un poder imperioso, la hacía vagar en los lugares más solitarios de su mente y un pequeño sofoco repentino la despojaba de toda palabra. Y no sabía bien por qué.

- Aquí estoy. Lo sabes, ¿no? - Umi intentó una vez más llegar a ella.

Pero Hikaru permaneció callada.

- ¿O será que acaso extrañas a Lantis por las noches? Deberías preguntarle a Fuu sobre estos temas. Por lo que sé, está adquiriendo mucha experiencia con el rey. - Umi alzó la voz con picardía, al ver como la guerrera del viento se unía a ellas en ese mismo momento.

- ¡Umi! - exclamó Fuu sumamente avergonzada en un tono bajo pero totalmente alterado- ¡No deberías hablar sobre esos temas! - protestó la joven con las mejillas exageradamente pinceladas de un color rojizo, sin saber si eran producto de la vergüenza, el intenso calor cephiriano, o ambas razones.

- ¡Vamos!, es solo una broma, Usagi no joō ("Reina Conejo"). - Umi apresuró el paso en dirección a Fuu y tomó dulcemente de sus manos- ¡Ven a entrenar con nosotras!. Estamos felices que hayas podido venir.-

- Umi, sabes que no me gusta que me llamen por ese nombre. Es demasiado.-

- Fuu, tus actos han ganado ese nombre noblemente. Nadie podría desempeñar el rol de reina como lo estás haciendo tú. - Umi la abrazó.

Por unos momentos, Hikaru observó a sus amigas discutir divertidamente, y la distracción logró domar la angustia ponsoñoza de hacía unos instantes. Agradecía el humor fresco y bienintencionado de Umi, que era capaz de redireccionar una conversación llena de tensión, a una distancia y respeto apreciado cuando comprendía que no era el momento de hablar. La joven había aprendido hasta donde preguntar y cuando callar, sabía leer las miradas de sus seres amados, y era por eso que no ha habido insistencia en sus preguntas. Su robusta madurez, a pesar de sus 21 años, se debía en parte a una corta pero auténtica relación con Ascot, el joven que había partido hacia otro planeta para perfeccionarse como hechicero y guerrero. Todos sabían lo mucho que ambos habían sufrido, pero Umi había demostrado una capacidad de resiliencia admirable. Y todos también hablaban abiertamente sobre la apabullante e inquietante belleza de la joven, dueña de un rostro de porcelana y rasgos agraciados, ojos azules y un cuerpo ladrón de toda mirada. El poder de su presencia, la elegancia en sus movimientos, la delicadeza al hablar aún cuando se trataba de un insulto, lograban que estuviera en los pensamientos de varios pretendientes, a los que Umi solía ignorar abiertamente.

Por otro lado, para Hikaru, Fuu conservaba una prodigiosa cordialidad en sus palabras y una cálida ternura en sus acciones. Seguidamente del regreso de Las Guerreras a Cephiro, Fuu se reencontró con Ferio por primera vez, en los jardines internos del palacio. Ambos, como si el tiempo o la distancia no los hubiera separado, se habían aproximado y demostrado que aún compartían un amor deseoso de unirlos, en el cual no había cavida para fingir. Fue así que pocos meses después, Ferio cortó de un sarpazo cualquier intento de compromiso matrimonial con las princesas de otros mundos que lo habían estado importunando, al pedirle a Fuu la mano en matrimonio. En las semanas siguientes, la boda entre el rey, hermano de la ex pilar, y una legendaria guerrera mágica, se llevó a cabo, volviendose en una unión irrevocable. Admirada por los ciudadanos y habitantes de a pie, también fue apoyada por los nobles que se beneficiaban de la misma ya que convirtían a Cephiro en un planeta más fuerte y mejor posicionado entre el resto de los otros mundos, tanto política como económicamente. La popularidad de Fuu no tardó en crecer luego de que la historia entre ambos reyes, como si de un cuento de hadas se tratara, fuese conocida. La joven monarca asistía a todo tipo de clases sobre la cultura e historia cephiriana, sobre economía y política, etiqueta y diplomacia, y también, a pesar de no participar tan seguido en los entrenamientos junto a Umi y Hikaru, intentaba no desatender su rol como Guerrera Mágica. Nada lo descuidaba, nada quería dejar al azar. Y al quedar en evidencia el esfuerzo y la energía que dedicaba a mejorar su papel como soberana, la joven se ganó el afecto de su pueblo, y el respetado apodo de Usagi no joō, La Reina Conejo.