Cómo entrenar a tu dragón (How To Train Your Dragon) está basada en la serie de libros de mismo nombre de la autora británica Cressida Cowell, y realizada por Dreamworks Animation.

No poseo ningún derecho sobre los personajes y detalles originales de HTTYD.

El propósito de este FanFiction es el de entretener, con eso ya dicho, por favor no me demanden.


DRAGONS: A Twins Story

Jefe o padre

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No era fácil ser un vikingo, mucho menos viviendo en el archipiélago del oeste y especialmente en la isla llamada Berk. La guerra contra los dragones llevaba tantos siglos que se había vuelto rutinaria, una constante en las vidas de los habitantes de la salvaje isla.

¿Pero cómo había iniciado esta lucha?

Ya nadie estaba seguro. Eran años y años de conflicto y aquellos que tal vez llegaron a sabe como fue el inicio, ya se encontraban bajo tierra o bebiendo con alevosía en el palacio de Odín en el Valhala.

Probablemente cada detalle de historia los primeros vikingos que llegaron al archipiélago se encontraba escrita en los antiguos libros, lo cuales estaban vetados por los peligros que podría acarrear el conocimiento, aculatando para siempre el secreto. Además, no muchos vikingos sabían leer o escribir, por lo cual, los libros no eran para nada útiles en su manos analfabetas.

Por años la guerra con los dragones había cobrado muchas víctimas en ambos lados. Justamente en el enfrentamiento de esa mañana en Berk, se había cobrado la vida a cuatro dragones y la de un fiero guerrero vikingo. Stoick the Vast, líder de la tribu de los peludos Hooligans tuvo que compartir la terrible notica al resto del poblado en la reunión que llevaron a cabo horas más tarde. Después de unos agonizantes minutos, Lars de la casa Hoolgen, sucumbió por las heridas causadas ante los terribles colmillos de Nader. Su familia se preparaba para despedirlo como todo un héroe que sin duda ya se encontraba celebrando con sus antepasados en los festines del Valhala.

Muchas fueron las muertes tuvo que presenciar Stoick durante su vida en Berk y más durante su reinado como jefe de la aldea. Cuando era joven había aprendido aceptar la muerte, algo muy común en lugar tan salvaje como aquel reino vikingo; pero al convertirse en líder, se volvía cada vez más difícil aceptar el perder a la gente bajo su cuidado, a pesar de que fuera una muerte honorable en batalla. Un jefe siempre protege a los suyos.

Stoick ya estaba harto de perder tan buenos guerreros ante aquellas bestias, deseaba más que nada poner punto final esa terrible amenaza en un heroico enfrentamiento. Sus planes eran acabar con el nido de los demonios que se encontraba en Dragon island. Era una idea descabellada viajar a tal Helhiem, y mucho más, el tan solo el imaginar destruirlo. Todos los barcos que viajaban a esa recóndita y peligrosa tierra de misterio y muerte, muy pocas volvía. El jefe de Berk ya había liderado algunas excursiones en el pasado a ese infierno, sin llegar más lejos de aquella cortina de humo que lo cubría. Dragon island seguía siendo un misterio para los vikingos del archipiélago.

Cualquier otro jefe de tribu nunca habría tomado con tal seriedad como Stoick, la descabellada idea de acercarse a esa isla, pero medidas desesperadas llevaban a actos desesperados. El resto de las islas del archipiélago se encontraban a una distancia considerable de aquel lugar de misterio, por lo cual los ataques de los dragones eran menos frecuentes; pero Berk se encontraba tan cerca que la volvía susceptible a sufrir asaltes más seguidos, donde muchas veces los daños y las pérdidas de vidas resultaban inimaginables.

Todos en Berk habían perdido en algún momento a un ser querido a garras de los dragones, incluso el jefe no se había librado de ello, pero era otra la razón que impulsaba al enorme hombre de frondosa barba pelirroja a tal osado acto. Sus hijos. Sobre todas las cosas, Stoick deseaba que Berk fuera un lugar seguro para Hiccup y Honey, y no tener que volver a sufrir con el dolor de la perdida. Sus gemelos, era todo lo que le quedaba en ese mundo peligroso, al valiente jefe de su difunta y amada esposa.

–¿Quién está conmigo? –preguntó a la multitud de guerreros reunidos a su alrededor en el gran salón de la aldea.

Stoick pudo ver de primera mano el miedo y la duda reflejados en sus rostros. Y los comprendía, la guerra mermaba incluso a los más valientes guerreros. Pero los dioses recompensaban a los osados y atrevidos, sabía… ¡No! ¡Lo podía sentir! Que los dioses no iban a abandonarlos en esa travesía.

A pesar de la desidia de los guerreros, al final nadie defraudaba a su jefe de tribu. Nadie le decía "no" a Stoick the Vast "Escuchen su nombre tiemblen". El ataque estaba decidido, partirían a la mañana siguiente.

Eso dejaba una duda. ¿Quién protegería Berk en su ausencia?

–¿Cómo van los más jóvenes en su entrenamiento de combate? –preguntó Stoick en privado a Gobber una vez que el resto de los guerreros abandonaron el gran salón.

Como ya se había dicho, ser vikingo no era fácil. Siempre había peligros al día, de los cuales solo más preparados podrían salir airosos. Los padres de Berk querían que sus hijos estuvieran listos para enfrentar cualquier peligro desde muy pronta edad, era por ello que existía un complejo programa de entrenamiento en faces que los más jóvenes tenían que realizar para convertirse en verdaderos guerreros. Todo lo básico se les enseñaba, desde combate mano a mano, hasta el usar todas las armas del arsenal vikingo; navegación, estrategia de guerra e inclusive la resistencia a la bebida (por si llegaban a involucrarse en una pelea después de irse de juerga). Su entrenamiento se realizaba por partes de acuerdo a las edades que tenían y eran eventos tan competitivos, que salir exitosos se volvía lo más importante en sus jóvenes vidas.

–Lo que es de esperarse en chicos de su edad –contestó Gobber the Belch llevándose su tarro con aguamiel de nuevo a sus labios. Dio un largo trago antes de continuar –: están tan desesperados por probar que son guerreros que terminan haciendo el ridículo como idiotas. Los gemelos Thorston terminan lastimándose más es uno al otro que a su oponente, Fishleg le tiene miedo a su propias espada, Snotlout… urg –agregó soltando un gruñido –, esa manzana no cayó muy lejos del árbol si sabes a lo que me refiero – dio un leve giñó a su amigo –. Mocoso impertinente y creído si me lo preguntas a mí. La única que muestra verdadero potencia es Astrid.

–Me sorprendería si no fuera así, es una Hofferson –comentó Stoick marchando alrededor de la mesa donde se encontraba sentado Gobber.

La casa Hofferson era una de las más antiguas y famosas de todo Berk debido a que a lo largo de la historia vikinga del archipiélago, muchos de los mejore guerreros venían de esa familia. La batalla corría en sus venas y el temple en sus espíritus. Por mucho tiempo, el sinónimo a Hofferson era valor en su máxima expresión. Era una terrible pena la desgracia que había caído tan honorable y renombrada familia.

–La niña le hace honor a la antigua gloria de su clan –comentó Gobber con tristeza en su voz –. Lástima que no pueda salvarlos del fango…

–Lástima que no sea varón… –soltó a su vez Stoick sumergiéndose en la misma pena.

–Si tan solo el cabron de su primo no se hubiera marchado… –continuó el viejo guerrero dando el último trago a su aguamiel tan efusivamente que perdió uno de sus dientes falsos.

–No hay tiempo para lamentarse –sentenció Stoick poniendo punto final al tema –. Hay que preparar a los muchachos lo más pronto posible. Gobber quiero que salten inmediatamente al entrenamiento contra dragones.

El herrero que intentaba recuperar su diente del fondo de su tarro, bebió todo el contenido de un solo trago justo en el momento en que su amigo le hacía aquella petición. Atragantándose de la sorpresa, el diente falso tomó la ruta equivocada en la garganta de Gobber, atorándose en su faringe. Requirió de unas potentes palmadas de Stoick en la espalda para que el objeto atorado saliera volando de su boca a la superficie de la mesa.

–¡Te has vuelto orate! –escupió Gobber casi sin aliento limpiándose con el dorso de la mano la barbilla –. Si claro, poner esa bola de ineptos frente a los dragones ¿acaso sabes todo el trabajo que eso significa? ¿Y quién va a cuidar la forja en mi ausencia? ¿Hiccup? ¡Destruiría el lugar! ¡Y si lleva a Honey consigo es posible que terminen volando toda la aldea!

Stoick soltó un suspiro de resignación. Se sentó junto a su mejor amigo, quien en frustración acomodaba a martillazos con el fondo de su tarro, su diente falso de nuevo en sus encías.

–¿Qué voy hacer con ellos, Gobber?

Era una pregunta que se hacía con frecuencia el poderoso jefe de la aldea. ¿Qué podía hacer con un par de muchachos que eran… eran tan DIFERENTES?

Para empezar Hiccup: el muchacho era inquieto y con serios problemas de atención. Desde el momento que supo que tenía un bebé varón, un heredero, Stoick se imaginó todo un guerrero a su semejanza e imagen. Ni siquiera se preocupó porque fuera tan pequeño y prematuro al nacer, mucho menos cuando las runas indicaron su nombre; solo los años fueron los que derribaron sus sueños. Hiccup era diferente. Entre el muchacho y su padre no había nada en común, desde su aspecto, su forma de pensar, hasta comportamiento. Hiccup no podía luchar, no podía protegerse y muchos menos valerse por sí mismo. Stoick había intentado miles de formas de orientar a su hijo a su manera, como todo un vikingo, pero este siempre encontraba la forma de hacerlo a su estilo. Cuando lo llevó a pescar en hielo, el niño se perdió buscando Trolls en los bosques.

Con el tiempo, Stoick se había quedado sin ideas y poco después, sin paciencia. Las pocas veces que llegaban a intercambiar alguna palabra, terminaba con él gritándole al pobre muchacho. El jefe en realidad no disfrutaba la situación, pero no sabía que más hacer.

Honey, por otro lado, no sufría tanto el prejuicio conllevaba la condición que compartía con su hermano. Aunque las mujeres vikingas se les enseñaban el arte de la batalla y había algunas que se había conseguido el renombre y gloria de un guerrero, era mucho más tolerable si alguna de ellas no podía protegerse por su cuenta. Aquellas mujeres que tomaban más el cuchillo para cortar alimentos que la garganta de sus enemigos.

Además Stoick no deseaba ver a Honey involucrada en alguna batalla. Desde pequeña, la consideraba su pequeño tarro de hidromiel, el cual cuidaba y protegía tan fieramente. El jefe estaba dispuesto a todo por la seguridad de sus hijos, pero con Honey era mucho más inflexible que como lo era con Hiccup.

Esa era la principal razón por la que muchas veces Hiccup lo sacaba de quicio; ya por sí era sumamente peligroso para el muchacho muchas de sus descabelladas ideas, peor aún cuando involucraba a Honey en ellas. A donde quiera que fuera uno, el otro lo seguía de cerca.

–El problema es que no siempre estarás ahí para protegerlos –comentó Gobber ante la negación de su amigo de la idea de poner a los gemelos en el entrenamiento –. Siempre habrá peligros y lo único que puedes hacer prepararlos.

El plan seguía sin gustarle a Stoick, pero Gobber tenía años, desde su retiro como guerrero, tutelando el entrenamiento de las nuevas generaciones. Él sabía mucho más que él al respecto (aunque nunca lo admitiría en voz alta) y Gobber conocía mejor que nadie el carácter y comportamiento de los hijos del jefe; no existía otra persona con la que estuvieran más seguros que con él.

–De acuerdo, pude entrar en el entrenamiento –dijo Stoick a regañadientes, pero antes de que Gobber pudiera cantar victoria agregó –: pero solo Hiccup.

–¿Y crees que va ser posible evitar que Honey asista, si Hiccup va estar ahí?

–Gobber solo te queda un brazo. Tendrás más posibilidad de evitar que le pase algo malo si es solo uno en lugar de los dos. Si Honey insiste… que solo este de espectadora. No dejes que ponga un pie en la arena.

–Como usted ordene, jefe papí Stoick –se burló de el Gobber con una picara sonrisa –. Y hablando de Honey, últimamente se ha vuelto muy insolente ¿no crees?

–Arrrggg –gruñó el jefe pasando su enorme mano por su rostro y barba –. Ella no era así, Gobber. Hiccup siempre fue impertinente, pero Honey no solía desafiarme de esa manera.

Gobber solo rodó sus ojos evitando todo contacto visual con su amigo, ya que este era consciente de la principal razón del problema.

–Deben ser cosas de mujeres –soltó Stoick con frustración recordando algunas difíciles preguntas que llegó hacerle su hija, y que él nunca pudo contestarle. El fuerte líder vikingo, jefe de Berk, el poderoso Stoick tha Vast prefería un combate contra tres dragones, con la manos atadas a la espalda y vendado de los ojos, que explicarle a su pequeña y escuálida hija porque aún no le crecía el busto.

–Sí, claro –soltó Gobber aunque negaba con la cabeza –. No lo sé… tal vez… ¿nos has llegado a pensar que pueda ser tu culpa?

–¿Mi culpa? –dijo Stoick levantando peligrosamente una ceja.

–Tú no te das cuenta, pero haces mucha diferencia a como tratas a Hiccup de Honey. Siempre te estás arrojando al cuello del muchacho desde que era chico… bueno, más chico. En todo el inverno pasado no hubo ni una sola vez que hablaras con él sin gritarle…

–Gobber… Hiccup abrió las puertas de almacén para que la nieve cayera sobre la comida, porque pensaba que se podía conservar mejor congelada.

–En cambio con Honey, rara vez pierdes los estribos sin importar lo que ella haga. Esta mañana te desafió frente a toda la aldea y tú no dijiste nada. Si hubiera sido cualquier otro, lo habrías mandado directo al potro. Incluso muchas veces descargas la frustración que te genera la muchacha en su pobre hermano.

–No tengo idea de lo que estás hablando, Gobber –se apresuró a decir el jefe poniéndose de pie y adoptando oídos sordos a las palabras de su amigo.

–¡Maldita sea, es precisamente esto lo que digo! –dijo el herrero perdiendo la paciencia –. Honey nunca recibe castigo, es por eso que la niña se le hace fácil desafiarte; pero con Hiccup no haces más que gritarle, entonces él te ha dejado de hacer caso. No puedes ser el padre solo de uno y el jefe solo con el otro.

–¿Sabes con quien más puedo ser el maldito jefe de la aldea? –comentó Stoick posando su pesadas manos sobre la mesa y clavando su potente mirada sobre Gobber –. De ti, y puedo ordenarte todo lo que quiera sin importar carajo lo que pienses al respecto –dijo de último antes de volverse y encaminarse hacia las puertas del gran salón –. ¡Inicia el entrenamiento contra dragones con Hiccup dentro y Honey fuera! ¡Ahora debo iniciar los preparativos para el viaje de mañana! –gritó mientras se alejaba de su amigo hasta desaparecer del otro lado de la gigantes puertas de madera.

En solitario, Gobber soltó un suspiro en resignación.


Hola a todos.

Me da mucho gusto el recibimiento que está teniendo esta historia para ir empezando, muchas gracias a todos los que han decidido seguirla y a los que me dejan sus comentarios. Me alegran el día.

En este capítulo uso elementos del libros como lo del extenso entrenamiento (que en los libros se llama entrenamiento de pirata), de la antigua historia vikinga como la completa fe en los dioses a la hora de entregar sus vidas y lo que les espera después de la muerte. Lo del prejuicio a las mujeres vikingas es un poco de verdadera historia, ya que las mujeres vikingas (no las esclavas) tenían muchos privilegios para ser el mundo antiguo, aun así eran guerreros de categoría baja (esto lo leía en diferentes investigaciones que hice, si alguien sabe de nuevas fuentes, porque siempre se hacen nuevos descubrimientos, que indiquen lo contrario, díganme. Me encantaría discutir el tema). Sobre los nombre a los hijos, decidí para esta historia que los vikingos no solo usaban nombre feos, en el caso de los hijos de los jefes eran elegidos por la fortuna (runas). Y por último, según las palabras de Dagur en RTTE se da entender que el nombre de Lars es muy común y todos tienen un pariente Lars, así que lo voy a usar mucho.

Un salud o a todo y no vemos en el siguiente capítulo.