Cómo entrenar a tu dragón (How To Train Your Dragon) está basada en la serie de libros de mismo nombre de la autora británica Cressida Cowell, y realizada por Dreamworks Animation.

No poseo ningún derecho sobre los personajes y detalles originales de HTTYD.

El propósito de este FanFiction es el de entretener, con eso ya dicho, por favor no me demanden.


DRAGONS: A Twins Story

Himno vikingo

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Hiccup podía escuchar a lo lejos el leve crujir de la madera ante el calor de fuego y el sutil ahora del humo. Al abrir sus pequeños ojos se toparon con la visión de una pradera oscura de fibras de solo cinco centímetros de altura. El niño se encontraba recostado sobre una piel de oso extendida sobre el piso de su hogar, a unos metros del fogón que ardía ante las intensas llamas. El calor que provenía del fuego era reconfortante para el frio ambiente de la enorme habitación y el delicioso aroma que liberaba el caldero, provocaba terribles gruñidos desde el interior del estomago del niño. El hambre lo había levantado.

Apoyando sus pequeñas manitas, Hiccup logró levantar parte de su torso para mirar a su alrededor. A uno centímetros de él, se encontraba su hermana recostada en la misma piel, profundamente dormida con su dedo pulgar metido en la boca.

–Hiccup –el muchacho escuchó su nombre venir del otro lado de la habitación. Volviendo su cabecita, se topó con la figura imponente de su padre sentado junto a la mesa –. ¿Ya despertaste?

Asintió el niño tallándose los ojos con una de sus manitas.

–Ven acá –le ordenó su padre con voz baja para no despertar a Honey, al mismo tiempo que le daba unas débiles palmadas a su regazo.

Hiccup se tomó su tiempo para levantarse y caminar el trayecto entre su padre y su lugar de descanso, y al estar aún somnoliento, se tambaleó casi todo el camino. Cuando finalmente alcanzó a su padre, este lo alzó con facilidad y lo sentó sobre su rodilla.

–¿Cómo dormiste? –le preguntó el hombre de la gran barba, dando un toque a la pequeñita nariz de su hijo con uno de sus regordetes dedos.

–Bien –respondió Hiccup con voz monótona –. Tuve un sueño.

–¿Qué soñaste?

–Dragones.

–Apuesto que te dio mucho miedo.

El niño primero negó con la cabeza enérgicamente, pero casi inmediatamente comenzó a sentir. Su padre soltó una carcajada que rápidamente detuvo por temor de despertar a su otro vástago que aún seguía durmiendo.

–No debes preocuparte por lo dragones, hijo –agregó el hombre frotando la cabellera sedosa del chico –; para eso me tienes aquí. Yo siempre los protegeré de cualquier peligro.

Poco a poco la voz de Stoick se volvió débil hasta volverse un simple susurro. El peso de su mano sobre la cabeza del niño desapareció al igual que la habitación, el sonido y aroma de la madera chamuscada; quedando solamente un leve eco que a cada segundo cobraba más fuerza, revelando que se trataba de una canción.

Pertenecemos a la luz

Pertenecemos a trueno

Pertenecemos al sonido de las palabras

Los dos hemos caído bajo

Hiccup abrió los ojos débil y lentamente. Podía ver la intensa luz que provenía del sol en el horizonte y que en parte era bloqueada por una figura entre sombras, que se encontraba a unos centímetros sobre él. Su vista se estaba borrosa y le era difícil identificar el rostro de aquella silueta.

Lo que negamos o abrazamos

Para mal o para bien

Pertenecemos, pertenecemos

Permanecemos juntos

La vista del muchacho se volvió más clara con el paso de los segundos, pero mucho antes que pudiera ver con claridad la figura de su hermana, ya había reconocido su voz entonando su canción favorita.

–Tal vez es un signo de debilidad –continuó la joven cantando tranquilamente colocando un objeto en la frente de Hiccup –, cuando no sé qué decir…

–¿Honey? –la llamó débilmente el muchacho una vez que vio claramente el rostro pecoso y sus brillante ojos verdes de su hermana.

–Ya era hora que despertaras, dormilón.

–¿Qué? ¿Qué sucedió? –musitó Hiccup levantando levemente su cabeza del suelo y de su frente cayeron como una pequeña avalancha un par de piedras y varias hojas. Durante su inconsciencia, Honey comenzado a construir una pequeña torre de guijarros sobre la cabeza de su hermano ante el aburrimiento.

–Te desmayaste –le contestó ella haciéndose a un lado para permitirle a su hermano sentarse.

–¿Cuánto tiempo estuve inconsciente?

–Medio día.

–¡¿Medio día?!

No podía creer que hubiera dormido tanto tiempo. Su vista rápidamente fue en búsqueda del sol y se dio cuenta entre las copas de los arboles, que el astro celeste se encontraba muy abajo en el horizonte, posiblemente cerca de la superficie del océano que rodeaba la isla de Berk. Todo aturdimiento se esfumó inmediatamente de la mente del muchacho al darse cuente que se encontraba tarde para trabajar en la herrería.

–¡Rayos! –soltó el joven teniendo problemas para levantarse. Sus piernas se habían entumido por las horas que había permanecido tirado sobre el duro suelo del bosque.

Honey se adelantó a él y le ofreció su mano para ayudarle. Hiccup le dirigió una leve sonrisa de agradecimiento, pero esta solo duró unos segundos en su rostro ya que casi inmediatamente de ayudarlo a ponerse de pie, su hermana lo empujó con todas fuerzas.

–¡¿Por qué…?! ¡¿Por qué hiciste eso?! –preguntó Hiccup confundido una vez que su trasero cayó nuevamente en el suelo del bosque.

–¡Porque eres un imbécil Hiccup Haddock III!

–¡¿Qué?!

–¡¿Qué pensaste que iba a pasar cuando soltaste al night fury?! ¡¿Qué te iba a dar las gracias?!

–Oh –musitó levemente el muchacho perdiendo su mirada en sus botas de piel. La verdad, ni siquiera estaba completamente seguro porque lo había hecho.

–¡¿"Oh"?! ¿Es todo lo que tienes que decir?

–No sé cómo explicarlo, Honey. No lo pensé, simplemente… lo hice.

La muchacha pensó en un par de arrebatos más para soltarle a su hermano, pero el semblante depresivo que había adoptado este, al igual como su débil escusa, desaminó a la joven a continuar con su regaño. Conocía muy bien a su hermano y como solía actuar por impuso o por ideas descabelladlas que pasaban por su cabeza.

–Fue mi culpa que terminara así –agregó Hiccup sin atreverse a mirar a Honey a los ojos –. No podía dejarlo ahí y que muriera sin razón –trató de explicar el muchacho lo que llevaba en su pecho y por alguna razón, no comprendía totalmente–. No tenía porque…

Honey soltó un suspiro de resignación.

Clásico Hiccup.

–Vamos –lo interrumpió su hermana tendiéndole la mano –. Esta vez no voy a empujarte.

Hiccup no dudo ni un instante aceptar la ayuda.

–Lo siento mucho, Honey –se disculpó el muchacho sacudiéndose la tierra, musgo y hojas que se habían adherido a sus ropas.

–Yo también, Hiccup –agregó su hermana con lastima –. ¿Qué vamos hacer contigo y ese buen corazón que tienes, hermano? –comentó apartándole un par de hojas que seguían pegadas a su cabello –. Un día de estos Hiccup, ese corazón tuyo nos meterá en tremendos problemas, que si tú no terminas muerto en el proceso, será alguien más.


Cuando los dos hermanos regresaron a la aldea, el atardecer ya había caído sobre las construcciones castigadas por el ataque de la madrugada, pintándolas con los tonos castaños y carmesís correspondientes a la hora del día. Hiccup y Honey se toparon con una gran multitud reunida en la plaza central preparando alguna especie de evento. Sin estar muy seguros de que estaba sucediendo, los gemelos Haddock se encaminaron a la forja que se encontraba en uno de los extremos del poblado.

A unos pasos de la herrería, Hiccup y Honey pudieron escuchar con claridad los gemidos que salían de esta en un intento fallido de canción:

Tengo mi hacha y tengo mi maza,

Y amo a mi esposa de cara fea.

Soy un vikingo de principio a fin.

Gobber the Belch, herrero y alguna vez uno de los más imponentes guerreros de la isla de Berk solo cantaba esa canción cuando estaba de muy buen humor. Los hermanos confirmaron sus sospechas al asomar sus cabezas por una de las ventanas de la forja y vieron la no muy grata imagen del peludo ex guerrero realizando una rara danza, mientras cantaba y golpeaba con fuerza el acero sobre el yunque con el mazo que tenía en lugar de mano.

–Gobber ¿Qué haces? –preguntaron los dos hermanos de repente desde la ventana, sacando un tremendo grito con tono femeninos del ancho herrero.

–¡¿Qué carajo les pasa?! –bramó el hombre con la mano sobre su pecho y tratando de controlar su agitada respiración –. ¡Eso no se le hace un hombre adulto, maldita sea! ¡Casi me matan del susto! ¡Me lleva la…!

Hiccup y Honey no pudieron evitar reír en lo que rodeaban parte de la forja para entrar en ella.

–Por Thor, Gobber –dijo Honey sonriendo –. ¿Acaso besas a tu madre con esa boca?

–Todas las mañanas y en las noche antes de dormir –admitió el hombre con rudeza y forzando la mirada ante la aparición de los dos hermanos –. Y a ti te esperaba desde hace una hora –agregó indicando solo a Hiccup con su mazo.

–Lo siento, me… me quede dormido… –contestó el muchacho rascándose la nuca.

–"Me quede dormido" –repitió Gobber imitando en fastidio la voz de Hiccup y haciendo un ademan de golpearlo con su mazo –. Te quedas dormido cuando más me hace falta un par de manos. Necesitó sacar esta espada lo más pronto posible.

–Ya voy, ya voy –soltó Hiccup corriendo a buscar su mandil de trabajo.

–¿Qué es lo que sucede, Gobber? –aprovechó para preguntar Honey indicando por la ventana a la multitud reunidas en el centro del pueblo.

–¿Acaso no lo saben? –dijo Gobber lanzando la barra de acero destinado a ser una espada, directo al horno que Hiccup trataba de mantener ardiendo con un gran soplador de fuelle –. En el ataque la mañana Lars el visco, el hermano menor de Boca-ancha Hoolgen, falleció. Al parecer un Nader lo confundió con una pelota de bashy-ball y lo lanzó varias veces por el cielo. Gothi hizo todo lo que pudo, pero no sobrevivió a la mañana.

–Entonces, están preparando la ceremonia fúnebre –se adelantó Honey a la explicación de Gobber mirando a través de la ventana a la multitud. La falta de sorpresa en la reacción de los hermanos ante tan mala noticia era comprensible. La muerte era común en aquel mundo peligroso e incivilizado, pero eso no significaba que no lo lamentara.

Era costumbre vikinga despedir a sus guerreros con un gran evento. El cuerpo solía ser embalsamado y pasaba el resto de la eternidad en las catacumbas familiares reposando junto a sus antepasados; solo en el caso de haber muerto en batalla o que fuera decisión del mismo difunto antes de morir, se preparaba un bote especial al cual se le prendía en fuego una vez que llegaba al mar. Esto era para llamar la atención de Odín y sus valquirias.

En cuanto a los feudos del difunto, pasaban de la tristeza a la alegría en cuestión de minutos. Una vez que despedían al fallecido pasaban a una gran celebración con comida a rebosar y bebida, proporcionada por los parientes del difunto. Por todo una noche se contaban historias del muerto, se bebía y bailaba en su honor, y por supuesto, se cantaban canciones hasta quedar afónicos. De todas las tribus del archipiélago barbárico del oeste, los peludos Hooligan eran la tribu que disfrutaban más de las fiestas, la danza y el canto, tanto que existían mil canciones solo nativas de la isla de Berk. Esto se debía principalmente al ser asediados constantemente por dragones; el riesgo de morir era muy alto, los Hooligan preferían vivir al máximo y disfrutar con alegría cada momento antes que fuera muy tarde.

–Van a mandar al Lars al Valhala con su espada favorita –explicó Gobber sacando el pedazo de acero incandescente del fuego para ponerlo de nuevo en el yunque y comenzar a golpearlo con su mazo –, pero el pedazo de chatarra quedo desecho por el fuego del Nader. Estoy haciendo una igual para la ceremonia. El pobre Lars ya no se dará cuenta.

Levantando en alto su mazo, Gobber lo precipitó con fuerza sobre el metal, en lo que Hiccup, protegido por unos gruesos guates de cuero de cerdo, le daba vueltas para nivelarlo.

–Por cierto ¿Tú qué haces aquí? –le preguntó el herrero a la joven sin parar en su labor –. ¿No deberías estar ayudando a Gothi en organizar la ceremonia?

Honey soltó un gruñido.

La jerarquía y distribución de las autoridades vikingas, como sus funciones eran muy complejas y no todo mundo podía seguirle el paso. A la cabeza de una aldea siempre se encontraba el jefe, el cual tenía la última palabra y caía toda la responsabilidad del bienestar de su gente. El jefe era el principal protector y organizador, pero por desgracia no podía estar en todo lugar a todo tiempo; es ahí donde entraban los miembros del consejo de la aldea.

Este consejo era conformado por un líder de cada uno de los clanes más imponentes de la isla. Cada clan se ganaba ese respeto por batalla, logros o productividad. Era por ello que las casas que dominaban la pesca, la ganadería, el cultivo, la explotación de minerales y la tala de madera, se volvían miembros del consejo. Los otros dos puestos estaban destinados para el líder de la guardia de Berk y el consejero principal. Estos eran responsables de cada una de sus aéreas y reportaban directamente con el jefe; en las juntas formaban parte de la toma de los decretos, aunque siempre al final, Stoick tenía la última decisión.

La otra autoridad principal de la aldea eran los ancianos, quienes tenían la función de guías morales, de las tradiciones y espirituales del la sociedad vikinga, cuando no existían ninguna sacerdotisa o vala que cumpliera esas funciones (desde la época del último rey del Wilderwest, que no existía una vala en el archipiélago). Por muchos años, Gothi, Mildew y el viejo Wrinkly habían sido los responsables de las antiguas tradiciones en la isla de Berk, pero con la muerte del abuelo de los Haddock y el desquiciamiento de Mildew después de fallecimiento de su tercera esposa, la labor había quedado solamente en el miembro más viejo de la aldea. Esa era Gothi, la curandera, la líder chaman y maestra de Honey.

Había otros puestos menores o más bajos de jerarquía, y algunos que por obvias razones estaban desocupados; como el de la dama de la aldea, lugar que solo le correspondía a la esposa del jefe.

–Neh –soltó la chica con desdén –. Las ceremonias fúnebres no son mis favoritas, hay mucho trabajo y el paciente está muerto. No le veo lo divertido.

–Y como si yo me la divirtiera mucho de niñera ¿eh? –se quejo Gobber parando por un momento –. Hay mucho trabajo por hacer y no puedo estar vigilando lo que hacen ustedes dos todo el tiempo.

–No tienes que cuidarnos, Gobber –comentó Hiccup encogiendo los hombros –, podemos hacerlo por nuestra cuenta.

–¡Ja! –se burló el herrero –. Dile eso a su padre. Qué por cierto ¿ya ha hablado con ustedes?

–Por favor –se quejo Hiccup con el semblante sombrío –, nuestro padre rara vez nos habla y cuando lo hace evita todo contacto visual.

–Prefiere más los gritos –opinó Honey tomando asiento sobre un barril.

–Es el jefe y es su trabajo ser autoritario con todo el mundo –comento Gobber con paciencia.

–¡Pero no somos todo el mundo! –gruño Hiccup subiendo el tono de voz, pero rápidamente se resignó y arrojó los guantes de cuero de cerdo a un lado. El sueño que había tenido en el bosque aún estaba fresco en su memoria. No había sido producto de su imaginación, era un recuerdo de tiempos pasados cuando su padre aún le mostraba algo de cariño –. Ese hombre es imposible de complacer.

–¿Y le han dicho lo que piensan?

–¡Ja! –soltó la chica imitando al viejo guerrero.

–O tal vez lo están viendo todo mal –agregó Gobber con una débil sonrisa –. Porque hay dos formas de ver las cosas, la forma vikinga y la forma de ustedes, y la forma que tienen ustedes suele incomodar a los adultos.

–Hablando de temas incómodos, nos gustaría otra conversación –dijo Hiccup desanimado.

–Muy bien ¿Y cómo les va los demás chicos de su edad?

–Lo de rutina –contestó Honey con desinterés –. Golpes, burlas, lo de siempre.

–Yo no me refería a eso –aclaró el herrero guiñando un ojo a los hermanos.

–Por el amor a Freya, Gobber –soltó Honey indignada y sonrojada captando la indirecta –. Solo tengo doce años para estar pensando en niños. ¡Y si mi padre te escuchara preguntarme eso, serías hombre muerto!

–Bueno, uno fuera –dijo el hombre sin intimidarse, antes de volverse hacia Hiccup –. Y dime tu muchacho ¿Qué tal te va con las damas?

–No es precisamente el cambio de conversación que tenía en mente.

–Oh vamos, me he dado cuenta de cómo miras a Astrid.

En cuestión de segundos el rostro de Hiccup se iluminó y tomó un intenso color carmesí que oculto perfectamente las pecas de sus mejillas. No podía creer que fuera tan obvio; Honey lo sabía porque nunca le ocultaba nada, pero pensar que otras personas se dieran cuenta de su enamoramiento juvenil hacia la chica rubia guerrera, le revolvía el estomago… y peor, si Astrid se enteraba…

Pero antes de que Hiccup pudiera coordinar una respuesta, Honey ya se había adelantado:

–Vamos Gobber, se realista. Astrid no se acercaría a Hiccup aunque ella estuviera en llamas y él tuviera el único balde de agua en toda la aldea.

Hiccup entendía a la perfección la razón detrás de las palabras de su hermana y sabía que su antipatía en su expresión era dirigida principalmente a lo inflexible que podía ser Astrid y no a las pocas posibilidades que él tuviera para llamar su atención. Aún así, el comentario le resultó doloroso, y a pesar que él sabía que no tenía una oportunidad con Astrid en el futuro, tuvo el suficiente valor para confrontar a su hermana al respecto:

–¿Qué quieres decir con eso?

–Tú sabes que quiero decir –respondió Honey algo distraída y sin percatarse que había lastimado el ego de su hermano.

Gobber solo permaneció callado pasando la mirada de un gemelo al otro.

–Porque me parece que quiere decir que nunca tendré una oportunidad con Astrid.

–¿Qué? –dijo su hermana desconcertada comprobando por primera vez el disgusto en el rostro de su hermano.

–Que piensas que nunca tendré una oportunidad con Astrid –insistió el muchacho elevando la voz –. ¡Porque si yo quisiera tener a Astrid, podría tener a Astrid!

Un incomodo silencio que siguió a la declaración del joven, se apodero completamente de la forja. Fueron unos tensos segundos en que nadie se encontraba seguro de cómo responder a continuación, cuando de repente algo los distrajo:

–¡Hey! –escucharon una voz que llamaba desde la entrada.

Los gemelos Haddock y Gobber se volvieron al mismo tiempo para ver la inconfundible silueta de la joven Hofferson con hacha en manos, parada contra el sol que pasaba por la entrada de la herrería.

Honey y Gobber se preguntaron mentalmente cuanto tiempo llevaba ahí, pero en la mente de Hiccup solo había una cosa:

–Los dioses deben estarme jodiendo –musitó el joven fastidiado en voz baja.


Hola todos y capitulo nuevo.

Solo unas pequeñas aclaraciones sobre el gobierno vikingo y otros detalles. La organización que tiene Berk yo me la inventé según lo que he visto en la serie y el juego "Rise of Berk", la importancia de los ancianos es parte de los libros y parte historia verdadera. Las valas es verdadero folclor vikingo y el rey del Wilderwest es de los libros, como el bashy-ball y que lo Hooligan adoran el canto.

Muchas gracias a todos por los comentarios y a todos los nuevos seguidores. El soporte que le dan esta historia me alegra y me motiva.

Saludos y hasta la próxima.