Cómo entrenar a tu dragón (How To Train Your Dragon) está basada en la serie de libros de mismo nombre de la autora británica Cressida Cowell, y realizada por Dreamworks Animation.

No poseo ningún derecho sobre los personajes y detalles originales de HTTYD.

El propósito de este FanFiction es el de entretener, con eso ya dicho, por favor no me demanden.


DRAGONS: A Twins Story

Pensando en ti

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A pesar del intenso dolor que sentía con cada paso al caminar, Astrid evitó que cualquier mueca o gemido se escapara de sus labios, ni siquiera al llegar a su hogar, se permitió demostrar la menor indicación de su malestar. Su tío Fenrir, el único miembro de la familia que continuaba con ella en la casa, corrió rápidamente a socorrerla tan pronto la vio pasar cojeando el umbral de la puerta.

Astrid se sentó en la orilla de la mesa madera donde solían desayunar, mientras que su tío le ayudó a retirarse la bota. Aunque el hombre llevó a cabo su mejor intento de hacerlo delicadamente, aún así la chica rubia sintió un par de punzadas de dolor que recorrieron todos sus músculos de su pierna hasta la cadera.

– Ayer no estaba así de hinchado –dijo el tío Fenrir cuando logró retirarle la bota junto con las vendas que recubrían su pálido pie –. Esta más grande que la verruga del cuello de tu tía Olga –la comparó con una leve risita.

Clásico humor malo del tío Fenrir.

Él era el menor de los cinco hermanos del clan Hofferson, un hombre joven y de aspecto más exquisito a pesar de haber heredado los hombros anchos y las manos grande de la familia. Pero su falta de anchura vikinga se debía a un trágico accidente que sufrió de niño; se había quebrado ambas piernas cuando un árbol le cayó encima tras ser derribado por un timberjack. Debido a ello, Fenrir ya no pudo entrenar como los demás jóvenes de su edad y mucho menos pelear en batalla o contra dragones. Eso había mermado su físico, dando un aspecto más delicado a comparación de sus hermanos y hermanas; pero también había marcado su personalidad. Era el más sensible de todos los Hofferson y generalmente enfrentaba las situaciones difíciles con humor, el que solía ser muy malo.

Pero los defectos (o virtudes) de Fenrir que no resultaba ser un problema para sus hermanas, si lo era para su clan ante la difícil condición en que se encontraba. Él no era un digno heredero para la cabeza de la familia debido a su condición, y ante la muerte de los dos hermanos mayores, Finn y Ebolan (el padre de Astrid), el clan tuvo que ser dirigido por Phlegma, Olga y Bertha; quienes a pesar de sus caracteres fuertes y recios, estaban lejos de ser la solución ideal al ser mujeres.

Y aunque Astrid torció una mueca como de costumbre al escuchar los pésimos chistes de su tío, éste estaba en lo correcto con sus observaciones. El tobillo de Astrid se encontraba del doble de su tamaño, casi tan grande como un balón de bashy-ball, y había comenzado a adquirir un color purpura como el de una mora.

La joven clavó su mirada angustiada en su pie deformado, que no se percató cuando su tío alcanzó un balde con agua helada y metió de lleno la pierna de su sobrina hasta la altura de la pantorrilla. Aunque trató con toda su fuerza de voluntad no gritar, aún así Astrid soltó un débil gemido cuando su piel tocó el agua helada.

–Hijo de la… –masculló la chica entre dientes, mientras que sus nudillos se tornaron pálidos de lo fuerte que apretó la orilla de la mesa. Poco a poco, su pie comenzó acostumbrarse al agua fría y a mitigar su dolor.

–¿Me podrías explicar cómo es que terminó así? –le preguntó su tío a la chica después de un par minutos de silencio.

Pero Astrid no le contestó, al menos no de inmediato, ya que no estaba completamente segura de cómo hacerlo. La jovencita rubia tenía la mirada perdida en su pie sumergido, en un intento de evitar la de Fenrir. Mientras, en su mente se figuraban dos fuertes razones que la mantenían callada, una era el vergonzoso hecho de que la escuálida Honey Haddock la había tomada por sorpresa, y la segunda, tal vez aquella que la atormentaba más que su orgullo herido, eran los ojos verde esmeralda de Hiccup Haddock en una mirada llena de aprensión. Podía verlos con claridad como si estuviera de nuevo en la arena, con el pobre chico pecoso en el suelo en una posición patética, intimidado por sus rudas palabras.

Astrid no podía comprenderlo, ni siquiera estaba segura de como sucedió. No era como en otras ocasiones donde su carácter había sacado lo peor de ella y descargado su frustración en los gemelos Thorston o golpeado a Snotlout. Algo en Hiccup se había quedado grabado en sus retinas y pensamientos, y eso le causaba una terrible punzada en el pecho y la nuca.

–Oh… ahora ya veo –soltó de repente el tío Fenrir sacando a la chica de sus pensamientos –. Debe de ser por un chico –dijo él en broma, aunque desconocía que estaba muy cerca de la realidad.

En cuestión de segundos, el rostro de Astrid comenzó a adquirí un potente color carmesí, iniciando por sus mejillas y extendiéndose hasta su cuello. De la impresión, casi se resbala de la orilla de la mesa donde estaba sentada.

–¡¿Qué?! ¡No! ¡Claro que no! –bramó ella histéricamente dándole una patada juguetona a su tío con su pierna buena, y casi lo hace caer de espaldas –. ¡Por supuesto que no! ¡No…! ¡Bueno, si! ¡Pero no es lo que piensas! –se apresuró agregar ante la risa maniática con la que le respondió el hermano de su padre.

Fenrir no paró sus potentes carcajadas a pesar de los intentos inútiles de su sobrina de detenerlo. Astrid no le quedó de otra de cubrirse el rostro con sus manos ante la vergüenza, sintiendo lo calientes que se habían puesto sus mejillas en su palmas.

–¡Ahora en adelante serás Astrid "el tomate viviente" Hofferson! –se burló Fenrir antes de que Astrid le propinara un potente puntapié en el estomago con su pierna buena –. Muy bien… me sobre pase… con ese… –balbuceó tratando de recuperar el aire –. ¿Me puedes… contar que sucedió?

Astrid soltó un suspiro en resignación y aunque sus mejillas continuaban coloradas, decidió que sería mejor relatar su versión de lo sucedido antes que su tío lo escuchara de alguien más.

–Fue en el entrenamiento –dijo la chica –. Gobber no preparó una especie de prueba para escapar de un deadly nadder. Todo iba bien hasta que… –Astrid comenzó dudar mientras buscaba las palabras adecuadas para explicarlo – yo intentaba evitar el nadder cuando… Hiccup se atravesó… –agregó con frustración, pero rápidamente la culpa la empujo a decir –: ¡No pude evitarlo!... y creo que lo lastime. Después que pude alejar el dragón, le grite… algunas cosas….

Su tío, la escuchó en silencio soltar su incomprensible relato, denotando en su rostro el esfuerzo que le estaba tomando descifrar las palabras de su sobrina; pero cuando creyó que ésta había terminado o le pareció oportuno interrumpirla, le preguntó:

–Entonces ¿chochaste contra Hiccup? ¿Le gritaste? ¿Fue así como te lastimaste de nuevo el tobillo?

–No –respondió Astrid con vergüenza agachando la cabeza. Tragó saliva y cobró valor para añadir –: En realidad fue Honey –dijo en voz muy baja esperando no ser escuchada, pero las cejas de Fenrir se alzaron demostrándole que lo había oído todo –. ¡Apareció de la nada y me empujó contra el piso! –soltó de ultimo indignada tan solo la idea de que hubiera sido derribada por alguien de la mitad de su peso.

–¿Honey? –dijo su tío como si no creyera en su palabras –. ¿Honey te derribó? ¿Honey? –insistió mientras con su mano indicaba la corta estatura de la gemela Haddock.

–Por los dioses –soltó Astrid cubriendo de nuevo su rostro con sus manos. Era como una maldad del mismo Loki. Al menos estaba agradecida que solo su tío Fenrir fuera el único que la vio en ese estado, no podría soportar la idea de que su madre o tías, peor aún, alguno de los otros chicos de la aldea, la notaran así de alterada.

–De acuerdo –dijo Fenrir mientras su rostro se contorsionaba en el inútil intento de no reírse. Pero su autocontrol duro poco, ya que unos segundos después soltó otra sonora carcajada que provocó que su sobrina se sonrojara aún más.

–¡NO ES GRACIOSO! –bramó Astrid histéricamente soltando patadas y puñetazos contra su tío que logró esquivarlos dando unos pasos hacia atrás, quedando fuera del alcance de la chica.

–Está bien, ya no me reiré –aceptó Fenrir acercándose nuevamente a ella, mientras se quitaba una lagrima del ojo –. ¿Qué paso después?

–Honey me gritó que no molestara a Hiccup, y después Gobber nos separó antes de que pudiera responder.

–Hizo bien. Te habrías metido en menudos problemas si le dabas una paliza a la hija del jefe.

Astrid soltó un gruñido.

–¿Y eso es todo?

Le hubiera fascinado a la chica rubia decir que "sí", pero su conciencia la traicionó impíamente:

–No… me siento terrible.

–Se nota en tu rostro –dijo Fenrir levantando la barbilla de Astrid para mirarla a los ojos –. Hay algo más que la vergüenza de ser tomada por sorpresa por la escuálida y rara Honey Haddock. Pero la pregunta es: ¿Qué es? –agregó inquisitivamente a pesar de la mirada aprensiva que le devolvió su sobrina –. ¿Qué es lo que te hizo sentir peor? ¿Qué Honey te atacara o qué haya conseguido derribarte?

Astrid que esperaba otro chiste malo de parte de su tío, la tomó por sorpresa su pregunta. Sí, le había herido su orgullo de vikingo que alguien tan pequeña como Honey la pudiera haber sacado de equilibrio tan fácilmente, pero que lo haya hecho en un principio era lo que le pesaba más. Ni en un millón de años se hubiera imaginado esa reacción por parte de Honey, ella el tipo de persona que se defendía con palabras no con musculo (ya que no tenía ninguno).

–O tal vez fue… ¿Qué Hiccup estorbara en tu camino? O… ¿Qué tú le hayas gritado?

El cuerpo de Astrid dio un leve respingo ante las palabras de su tío, ya que no las esperaba al estar sumergida en sus profundas meditaciones.

–¿Me puede decir que es, Astrid?

La joven rubia no contestó, volvió a clavar su mirada en sus pies, tanto el que estaba dentro del agua como el que no. No pudo evitar recordar la época en que era buena amiga de Hiccup y Honey, cuando pasaba horas en su casa compartiendo con ambos hermanos. Pero todo eso había terminado bruscamente, por decisión de ella misma… por su propia ambición. Estaba dispuesta a convertirse en una doncella guerrera a toda costa y traer el honor a su familia necesitaba, que estuvo dispuesta a sacrificar lo que fuera y quien fuese para conseguir. Sabía que al ser una mujer, los habitantes de Berk no tomarían tan fácilmente sus habilidades, especialmente si tenía una profunda amistad con los gemelos paria de la aldea.

Ella les dio la espalda despiadadamente y ni se había dignado a mirar atrás. Era por ello que no podía recriminar la reacción de Honey, a pesar de lo mucho que la sorprendía. En cierta forma, hasta se lo había ganado.

Con Hiccup era diferente… pero mucho peor. Su misma ambición la condujo a actuar horriblemente en su contra, alguien que nunca le había causado mal y siempre había sido amable con ella, a pesar de haber roto su amistad. La imagen de podre muchacho en el suelo, con su ojos verdes llenó de aprensión, mirándola casi con lastima, era lo peor que había experimentado Astrid en su vida. ¿Cuál había sido el error que comentó Hiccup? Solo estar en el lugar y el momento equivocado, como siempre. No era su culpa que ella le cayera encima, que saliera lastimado y mucho menos se merecía la forma en que le había gritado.

Había dañado despiadadamente al inocente e indefenso muchacho.

–Creo que… –comenzó a decir Astrid sintiendo algo atorado en su garganta –que… –le resultaba increíblemente difícil decirlo –cometí un error.

La joven miró con tal lastima a su tío, que éste no puedo burlarse más de ella.

–Sí sientes que de verdad te equivocaste –le dijo –, debes de tratar de enmendarlo. Todo sabemos que Hiccup es un desastre andante, no porque sea su culpa, solamente que la mala suerte le sigue a donde quiera que va. Desde mi punto de vista, el hecho que chocharas contra él fue solo un accidente y eso le pasa muchos al muchacho, así que no deberías preocuparte por eso. Pero si de verdad te arrepientes de lo que hiciste, deberías pensar en pedir disculpas.

–Pero…

–Como solía decir tu tío Finn: "una disculpa merece más valor, que el orgullo de nuestras acciones" –la interrumpió Fenrir alzando su dedo índice recordando a su sabio hermano mayor –. En cuanto a Honey no es de sorprenderse su respuesta tan agresiva.

Astrid torció la boca ante el comentario de su tío. Nadie sabía con exactitud que había pasado entre ella y Honey, ni siquiera la gemela pecosa entendía por qué había sucedido. No podía ser que Fenrir tuviera el conocimiento del rencor bien ganado que Honey sentía hacia ella.

–No confundas mis palabras –dijo este como intuyendo sus pensamientos o por simple casualidad –, me dejo pasmado el hecho que pudiera tirarte al suelo, pero no su respuesta. Tal vez tú no lo entiendas porque tu padre se reunió con nuestros antepasados mucho antes que él y tu madre pudieran darte hermanos; pero yo que si los tengo, habría reaccionado exactamente igual para defenderlos de quien los hubiera lastimado, sin importar lo fuerte que fuera. Y ellos son gemelos, por Odín. Su lazó debe de ser mucho más fuerte. Honey solo estaba protegiendo a su hermano ¿Acaso puedes culparla de ello?

Astrid encogió los hombros recordando de nuevo esos años en la casa Haddock cuando solía jugar al escondite entre los mueble y las armas de la casa. Honey solo tardaba un par de segundos antes de encontrar a Hiccup, como si siempre supiera donde estaba o si hubiera un hilo invisible que los conectara. Incluso, con el paso de los años, seguía siendo inseparables, uno cerca del otro. Tal vez su tío tenía razón sobre el hecho de no tener hermanos, pero igualmente Astrid entendía el sentimiento, ella nunca permitiría que nadie lastimara algún miembro de su familia.

–No, no puedo –contestó ella con firmeza en su voz.

Después de los largos minutos de charla, el tobillo de Astrid bajo del agua fría había reducido de tamaño, pero su piel adquirió un tono azulado. La chica, apenas podía sentir su dedos entumecidos.

–¿Qué fue lo que paso entre ustedes Astrid? –le preguntó repentinamente Fenrir mientras colocaba el pie de su sobrina sobre su rodilla y lo secaba con un pequeño pedazo de tejido –. Solían ser tan buenos amigos, no entiendo que fue los que les paso.

–A veces yo tampoco.

–Bueno, al menos ya decidiste que va hacer ¿verdad, pies fríos? –dijo su tío recuperando su tono burlón.

Astrid asintió con la cabeza después de soltarle un puñetazo en el hombro.

Tal vez no existía solución a su problemas con Honey, y lo mejor sería tratar de olvidar el asunto y evitar cualquier otro conflicto en el futuro (más fácil decirlo que hacerlo). Pero definitivamente tenía que disculparse con Hiccup; ella había cometido un error y debía enmendarlo. Además, no podía quitarse los ojos lastimeros del muchacho de su cabeza.

….

–Hiccup, quieres quedarte quieto –le ordenó Honey –. Ya casi terminó.

Ambos hermanos había regresado a su casa después del fiasco que había resultado el entrenamiento de ese día. Honey había logrado convencer a Hiccup que le permitiera revisar su brazo lesionado, generalmente era tan obtuso sobre su propios cuidados que rara vez permitía que alguien lo atendiera. Solo cuando Hiccup estaba seriamente herido o muy enfermo para cuidarse por sí mismo, era cuando aceptaba la ayuda de otros a regañadientes.

El muchacho estaba sentando en la orilla de su cama con el torso al descubierto, mientras su hermana le colocaba unos largos vendajes sobre el brazo, hombro y pecho. Aquella mañana, cuando Astrid había arrancado el escudo de Hiccup de su brazo, ésta llegó a lesionarle varios músculos. Honey le colocó un ungüento base de pétalos de caléndula para ayudarle a contrarrestar el dolor, antes de dejarlo más cubierto que una momia.

Durante todo el proceso, Hiccup se mantuvo callado, atrapado en sus propios pensamientos, los recuerdos de esa misma mañana y las palabras de Astrid Hofferson que no dejaban de dar vueltas por su cabeza.

–¿Qué tanto piensas, Hiccup? –le preguntó Honey descifrando su silencio.

El gemelo pecoso no le contestó de inmediato. Haciendo girar su ojos, soltó un suspiro en resignación antes de tratar de pasarse la túnica de nuevo por la cabeza, pero su brazo adolorido lo hizo casi imposible. Su hermana terminó por ayudarle a colocarse correctamente la ropa sobre su torso.

–¿Estas pensando en Astrid? –dijo ésta sentada justo detrás de él, en la misma cama.

Hiccup no pudo evitar sonrojarse, pero no contradijo a Honey o confirmó sus sospechas. El muchacho clavó su mirada en sus pies, mientras las palabras de Astrid retumbaban en su cabeza como si la rubia estuviera en aquella habitación gritándole nuevamente.

Su hermana no lo presionó más, a pesar de que Hiccup solía sufrir de muchas humillaciones públicas, nunca había sido por parte de Astrid, la misma persona por la cual sufría un enamoramiento juvenil. Honey estaba furiosa con ella por eso. Había perdido el control al abalanzar en su contra; la gemela ni siquiera lo pensó, incluso si la rubia la hubiera terminado arrastrándola por el piso como una muñeca de trapo, no le habría importado en lo más mínimo.

–La forma en que miró… –soltó Hiccup después de unos minutos en completo silencio –como lo hacen todos los demás…

Hiccup era considerado un raro, diferente y un inútil por todos los habitantes de su aldea, y en cierta forma lo había llegado a aceptar. Se había acostumbrado a las burlas de los demás, a decepcionar constantemente a su padre, al reproche de los demás adultos e incluso, uno que otro golpe. Pero no importaba que tan mal fuera el insulto o como lo trataran, Astrid nunca lo había humillado, insultado o agredido. Ella… solo lo ignoraba.

Nunca creyó que extrañaría ser ignorado.

–Hiccup, escucha lo que voy a decirte –le dijo Honey tomándolo de su hombro sano y haciéndolo volverse hacia ella –. Lo que paso no fue tu culpa, fue… solo un accidente y estos pasan…

–En especial a mí…

–Más a ti, y por mayor razón, ella no debió gritarte de esa manera.

Los ojos de Hiccup se clavaron en los de su hermana que se encontraban llenos de ímpetu. A veces el muchacho se preguntaba: ¿Cómo ella podía tener tal determinación?

–Pero no podemos negar que tiene razón, Honey –dijo el muchacho cabizbajo –. Yo no soy parte de esta guerra… soy diferente.

Hiccup eludió los intensos ojos de su hermana, pero esta se agachó para quedar nuevamente a su nivel.

–Somos diferentes, Hiccup.

El muchacho titubeaba con la seguridad y fortaleza que le demostraba Honey, y en cierta forma lo hasta tranquilizó. Siempre tenía ese efecto en él.

De nuevo, volvieron a retumbar los reproches de Astrid en sus oídos, pero ya no lo lastimaban como había sido unos minutos atrás. Pero la pregunta continuaba acechándolo:

¿Qué bando iba tomar?

Hiccup no pudo evitar pensar en el night fury que se encontraba atrapado en la ensenada en lo más profundo del bosque de Berk. Recordó sus ojos verde brillantes clavados en él como si pudieran contemplar su propia alma. Aquella bestia negra como la noche le había perdonado la vida, un acto de mayor piedad que había recibido a comparación del resto de los habitantes de Berk, de su propio padre o de Astrid.

–Recuerdas que solía decirnos el abuelo –le dijo Honey llamando su atención.

–"No son diferentes… son como su madre" –contestó el chico frunciendo la frente al tratar de recordar las palabras exactas del viejo Wrinkly.

Cuando eran aún más pequeños y su abuelo solía vigilarlos mientras Stoick se encargaba de atender las necesidades de la aldea, éste le solía relatar historia de su difunta madre. El padre de los gemelos no acostumbraba hablar de ella, su sola mención solía tráele mucho dolor. Pero cuando estaba fuera de la casa, el viejo Wrinkly les relataba todas las excentricidades y ocurrencia de la mujer.

Valka tampoco había sido la persona más querida por los habitantes de Berk, y en un principio, muchos de ellos quedaron extrañados con la decisión de Stoick de pedir su mano. Había sido una mujer de ideales poco ortodoxos y tendencias extrañas. Tenía pocos amigos y prefería su soledad. A pesar de que era buena con la lanza y la espada, se negaba a luchar contra otros y mucho menos contra dragones. Era una mujer muy pacifica, para la agresividad natural de los vikingos.

–Veamos el lado positivo –comentó Honey tratando de conseguir una sonrisa de su hermano –. Por fin te has dado cuenta que Astrid no piensa diferente de los demás chicos –dijo sin tener mucho éxito –. Cree que eres un bueno para nada como lo hacen todos los adultos… toda aldea… otras tribus… e incluso papá –pero con sus palabras solo consiguió que Hiccup entrecerrada su mirada –. ¿A dónde quería llegar con eso? –agregó apenada rápidamente rascándose la barbilla.

–Nop, tienes razón –dijo Hiccup interrumpiéndola alzando su mano –, tal vez fue mi error ilusionarme con Astrid y imaginarme algo que nunca puedo ser –añadió el chico pecoso con desilusión pero aceptación –. ¿Y a quien quiero engañar? No soy un vikingo, no soy un guerrero… ¡No se qué rayos soy! Pero de algo si estoy seguro, y no soy un mata-dragones.

Aunque las palabras de Hiccup no eran las más esperanzadas, Honey se sentía satisfecha que finalmente entrara en razón.

–Es estúpido lastimarme por algo que no creo –continuó el muchacho haciendo girar el hombro y sintiendo otra punzada de dolor.

–Gobber les dio el día de mañana libre, eso te dará la oportunidad de descansar tu brazo –dijo la jovencita de cabellos castaño bajando de la cama –. ¿Ya tienes pensado que vas a hacer todo el día?

Honey nunca se percató de la profunda expresión que adoptó Hiccup en ese momento. Tenía planeado hacer otra visita a su amigo night fury.


Hola de nuevo.

Tarde un poco en este capítulo ya que se me ocurrió adicionar algo más a esta historia. Ya que como será un viaje a través de la vida, no solo de Hiccup, sino de todos los dragon riders, se me ocurrió complementar sus familias, ya que durante el crecimiento de un individuo, la familia tiene un peso importante en su formación. Así que me puse a diseñar cada una de las familias y sus integrantes y eso se tomó tiempo.

Los nombres de la familia Hofferson son de mi invención, excepto Finn que es mencionado en la serie y Phlegma que otro personaje de la franquicia.

Otro detalle que empezara desde este punto será la relación de Hiccup y Astrid. Quise marcar el hecho de que no son tan diferente como ellos se imaginan.

En cuanto Honey defendiendo a Hiccup, es lo más natural que sucediera y ni siquiera lo pensó, solo actuó. Ella quiere y cuida mucho a su hermano y para desgracia de Astrid, ella no apoya el Hicctrid. Lo siento.

Pero no se preocupen, Astrid tendrá otra oportunidad para disculparse.

Esos sería todo, les mando un saludo.

Recuerden: Capitulo nuevo cada semana (publicado entre domingo a martes).