Cómo entrenar a tu dragón (How To Train Your Dragon) está basada en la serie de libros de mismo nombre de la autora británica Cressida Cowell, y realizada por Dreamworks Animation.
No poseo ningún derecho sobre los personajes y detalles originales de HTTYD.
El propósito de este FanFiction es el de entretener, con eso ya dicho, por favor no me demanden.
DRAGONS: A Twins Story
Noche en vela
.
.
–...fue cuando me arrancó la mano de un solo mordisco –contó Gobber con gran dramatismo –. Y pude darme cuenta de algo. ¡Era delicioso!
Gobber the Belch había decidió poner en acción el "consejo" que le dio Rubella y tratar de motivar a sus nuevos aprendices para que se convirtieran en los despiadados guerreros asesinos que tenía en mente o morir en el intento, lo que sucediera primero. Su plan consistía principalmente en compartir con ellos sus bastas experiencias en la difícil tarea de exterminar a los gigantes reptiles escupe fuego. Para ello, a primeras horas de la mañana siguiente que el entrenamiento quedaría otra vez suspendido y en cambio, esa misma noche realizarían su primera guardia nocturna. Los estudiantes tomaron bastante bien esta noticia:
–Aaaaaaaahhhhh –se quejaron con pesimismo los jóvenes aprendices dejando caer sus brazos a sus costados.
Pero Gobber no se dejo decaer con la falta de entusiasmo de los muchachos y en cambio les aseguró que habría una gran fogata, historias de terror toda la noche (para animar a los gemelos Thorston) y mucha comida (pensando de Fishlegs), y así asegurándose de tener la asistencia total esa misma noche.
Al final de cuentas, los jóvenes aprendices no la pararon tan mal. Comieron, bromearon y una vez que cayó la noche sobre ellos, contaron cuentos de fantasmas. Los vikingos eran creyentes fehacientes de lo sobrenatural, como de los fantasmas y apariciones; incluso en relatos claramente ficticios, captaban fácilmente su atención. Existían tantos relatos y variantes de leyendas de los caídos y espectros en el archipiélago barbárico, que ya no se estaba seguro donde había iniciado una leyenda o si tenía bases verídicas.
Esa noche en particular, Snotlout contó un relato sobre un héroe vikingo que tenía una curiosa similitud con él, y era perseguido por el espíritu de su novia muerta, cuya descripción asemejaba increíblemente a Astrid (ella respondió a esto propinando un puñetazo a Snotlout en la cara asegurando que había sido el fantasma). Tuffnut relató su historia favorita del garfio maldito de un pirata que atormentaba a todo el que lo usaba; y Fishlegs contó una leyenda muy conocida de la isla Berk, la leyenda del fantasma del guerrero aullador.
Según decían las malas lenguas, había sido un guerrero que ofendió al dios Thor que tuvo subir hasta la cima del pico del rayo (la montaña más alta y peligrosa de la isla) para demostrar su valía como vikingo, pero éste nunca regresó de tal empresa. Se dice que aquellos que se atrevían a subir al pico del rayo, podían oír al fantasma del guerrero aullando a sus penas y disculpas a los dioses.
Con el humor al alza y cada uno de los muchacho enfocados en la conversación, el herrero tomó rienda de la narrativa y comenzó a relatar sus más famosas y heroicas anécdotas de batalla. Debido a que sus palabras estaban basadas en hechos reales (casi, solo retocadas un poco con mentiritas blancas para darle dramatismo) cautivó por completo el interés de la mayoría de sus jóvenes aprendices. E inclusive, Gobber comenzó a disfrutarlo.
Al presenciar como los rostros de los muchachos se iluminaban y sus ojos destellaban ante sus palabras, lo motivaron a continuar. Les relató cómo había viajado con sus padres a tierras peligrosas siendo tan solo un niño; como derrotó a un gigante usando su garfio quitándole una muela picada por una terrible carié; también cuando participó en el viejo reto hooligan de robar un libro de la biblioteca prohibida en la isla de los Meatheads.
Pero las historias que captaron más la atención de sus discípulos, fueron aquellas que incluían dragones. Los muchachos quedaron maravillados con el relato de cómo unos dragones se habían comido dos de sus vitales miembros en diferentes ocasiones.
–… debió contárselo a sus amigos porque al mes siguiente, adiós pierna –relató Gobber animado indicando su pata de palo.
No quedaba duda, el herrero había cumplido su objetivo. Cada uno de los muchachos a su alrededor había quedado cautivado con sus palabras e historias, y en sus mentes solo podía formarse una sola idea, alcanzar la gloria matando a su primer dragón.
–Estoy tan furioso –aseguró Snotlout blandiendo una pierna de pollo como si fuera una especie de espada –, que juró que vengare tu hermosa pierna y mano acabando con cada dragón que vea –sentenció dándole un gran mordisco a la carne en su mano –, con mi cara.
Solo había una persona que no prestaba mucha atención en las anécdotas del guerrero. Hiccup, que se estuvo sentado a un lado de Gobber toda la noche, asando el mimo pescado en las brasas hasta dejarlo tan quemado como un carbón, tuvo su mente completamente enfocada en los dragones pero de una manera muy diferente al resto de los chicos de su generación. El gemelo pecoso no podía quitarse de la cabeza las reacciones que había observado por parte del night fury y el deadly nadder en los últimos días. Definitivamente había descubierto que ambos animales eran capaces comprender sus intenciones ¡Por los dioses! Inclusive sus palabras. Y al parecer, parecía ser el único que los entendía a ellos.
Ese descubrimiento lo tenía un poco nervioso y preocupado, ya que no sabía que podía hacer con tal capacidad. Obviamente sus acercamientos con los dragones le daban una ventaja a la hora de ayudarlos, pero se suponía que era un futuro guerrero vikingo que debía matar dragones a plena vista, no salvarles la vida.
Inclusive, el propósito de su entrenamiento consistía principalmente en alcanzar tal logro ¿Y en cambio que hacía él por las noches y días libre? Alimentaba y sanaba a dragones heridos. En cierta forma no podía evitarlo. Hiccup ya nunca más podría verlos como los animales salvajes y despiadados que todos creían. Y como cualquier otro ser vivo herido, sentía que debía ayudarlos.
Con asistencia de Honey habían logrado curar al nadder, pero aún quedaba la duda de cómo conseguiría hacer volar otra vez al night fury.
Si tan solo supiera que se lo impedía.
–Pero es el ala o la cola lo que hay que cortar –explicó de repente Gobber como si estuviera atento a los pensamientos del muchacho a su lado –. Sin ellas, el dragón no podrá volar nunca más, y un dragón en tierra es un dragón muerto.
Algo dentro del cerebro de Hiccup se encendió como una llamarada. Efectivamente, el night fury no podía irse volando porque simplemente ya no podía hacerlo, y si no le fallaba la memoria, recordaba que le faltaba al dragón parte de la aleta en el extremo de su cola. Probablemente la perdió ante el impacto con la bola con la cual lo derribó unas noches atrás. La culpa no solo carcomió a Hiccup, también lo motivo. Si había sido responsable que el dragón de ébano no volara después de todo, era su obligación reparar su error.
Fue una ventaja irónica para él, que la mayoría en aquel puesto de vigilancia estuvieran tan enfocadas en las palabras de Gobber, que no prestaron atención en el momento que el muchacho pecoso se escabulló de la alta torre.
–Más vale que se preparen –les anunció el herrero con misterio –, porque poco a poco iremos escalando en la escalera de peligrosidad que cada una de esta bestias hasta que finalmente alcancemos la máxima victoria…
–¡Huuuuyy! –soltó Fishleg emocionado –. ¿Qué será Gobber?
–Aún no lo he decidido –confesó el viejo guerrero levantándose de su puesto y tronando su espalda al enderezarse –. Siempre es algo nuevo en cada generación; la vez pasada fuimos de casería de timberjacks en el bosque –dijo provocando exaltación en los jóvenes –. Pero les puedo asegurar que esta vez será más grande aún, y el que resulte victorioso de esa prueba, habrá pasado con honores su rito de madures.
Había viejas e importantes tradiciones para todos los vikingos a lo largo de su vidas en aquel peligroso archipiélago barbárico, y estas solían variar de tribu a tribu; pero algo que tenían todas en común, era el rito de madures. Cuando los niños dejaban de serlo y se les consideraba adultos (jóvenes, pero adultos).
Para alcanzar la madures para un vikingo se podía lograr de diferentes formas: una era el método del guerrero, otra del conquistador y por último la del explorador. Mediante la forma del guerrero, un vikingo pasaba la madurez enfrentando por su cuenta una peligrosa batalla o derrotando a un enemigo más fuerte; la del conquistador consistía, en apoderarse o encontrar un tesoro perdido de gran valor para la aldea; y por último, el método del explorador, en el que joven viajaba por los peligrosos mares del archipiélago ganándose fama y gloria, trayendo de regreso a su tierra de origen, algo único y maravilloso. Podía ser lo que fuera, incluso contaba el conocimiento adquirido en el viaje.
Una vez que se alcanzaba alguna de esta metas, un joven o niño era considerada todo un vikingo adulto, y generalmente era la forma en que obtenían sus nombres o apodos. Solo había excepciones. En Berk, el campeón del entrenamiento contra dragones se consideraba que había superado su rito de madures sin importa la edad con que contara.
Ante tan situación, era obvio que los jóvenes aprendices de guerrero se emocionaran con tal oportunidad.
–Ese seré yo, definitivamente –dijo Tuffnut orgulloso –. Incluso ya tengo mi marca de batalla –anunció mostrándole a todos la cortada mal atendida que lucía en su brazo izquierdo.
–A mí me parece que eso se está infectando –comentó Ruffnut picándole a su hermano con el dedo la herida maloliente.
Ante la punzada de dolor que le provocó, el gemelo rubio apartó de inmediato el brazo.
–Sí, Honey dijo algo más o menos parecido –confesó Tuffnut rascándose la piel –. Como se me caería el brazo.
–Eso sería… de puta madre –admitió su hermana maravillada.
Mientras los gemelos Thorston se imaginaban como se sería una prótesis o garfio una vez que Tuffnut perdiera su brazo, Astrid se percató de algo que nadie, inclusive Gobber, se había dado cuenta.
Hiccup ya no se encontraba en su puesto.
Preguntándose a donde se había marchado el joven pecoso o porque, la chica rubia se levantó de su lugar y aprovechando que todos estaban enfocados en Tuffnut, quien aullaba de dolor a como su hermana le propinaba golpes a su brazo herido, se escabulló entre las sombras de la noche y bajo de la torre en busca del chico faltante.
Había una intención clara en la acciones de Astrid, deseaba finalmente poder disculparse con Hiccup por lo sucedido con el deadly nadder. Los últimos días no había conseguido sacarse la idea de la cabeza; pero por desgracias para ella, nunca había conseguido encontrar a Hiccup solo para poder hacerlo. Siempre estaba en compañía de Honey o Gobber, y el resto del tiempo no lo podía encontrar en ningún lugar. Era como si lograra desvanecerse en el aire.
Tal vez, con el resto de los joven en la vigilia en compañía de herrero, tendría la oportunidad de encontrarlo solo para finalmente disculparse, al menos si lo localizaba antes de que se reuniera con su hermana. Ya por sí, le resaltaba casi imposible para Astrid imaginarse a sí misma disculpándose frente a otros, peor sería si esa persona fuera la gemela pecosa.
Justamente como la chica se imaginó, logró distinguir la delgada silueta de Hiccup caminando a la herrería. Astrid estaba por alcanzarlo cuando diferenció desde el otro lado del camino solitario, como alguien se acercaba al muchacho. Cuando se dio cuenta de quien se trataba, la rubia se apresuró a ocultarse detrás de la orilla de una casa, a una buena distancia para que no la distinguieran en la oscuridad de la noche, pero al mismo tiempo sin poder alcanzar a escuchar lo que los otro dos decían a la lejanía.
–¡Hey, Hiccup! –llamó Honey a su hermano antes de que este entrara a la herrería – ¿Qué haces aquí? Creí que estarían de guardia toda la noche.
–¡Ah eso! –comentó el muchacho rascándose la nuca –. Bueno, hay algo más importante que tengo que hacer.
–¿Cómo qué? –preguntó ella con sincera curiosidad.
Hiccup echó un vistazo rápido sobre su hombro y a cada lado del camino, para luego tomar a su hermana del codo y meterla a la forja.
–Algo para ayudar al night fury –admitió Hiccup en voz baja cuando estuvo completamente seguro que nadie los podía escuchar –. Creo saber porque no se va volando y se me ocurrió una forma de remediarlo.
–¿En serio? Vaya Hiccup, si sigues así te vas a convertir en un santo para los dragones.
–Muy graciosa – soltó el muchacho con sarcasmo –. Acabo de escaparme de la vigilia para poder venir a la herrería y trabajar de lleno en ello, tal vez me tome toda la noche –agregó indicando con su pulgar el interior de la edificación a oscuras –. ¿Te gustaría ayudarme?
–Paso –dijo Honey negando con la cabeza y levantando una mano –. Gothi me tuvo la toda la tarde clasificando setas venenosas, comestible y alucinógenas –confesó con hastía sacudiéndose las manos en sus ropas –, es un trabajo delicado con terribles consecuencias si se hace mal. Estoy muy cansada, voy directo a la cama.
–Está bien, es probable que regrese a casa más tarde.
–Estaré dormida para entonces.
Dirigiéndole una leve sonrisa a su hermano, Honey se despidió de él y salió de la forja en dirección a la leve colina donde se erigía el hogar del jefe de la tribu. Cuando la silueta de la chicha estaba suficientemente lejos para que apenas se lograra distinguir entre las sombras, Astrid salió de su escondite y fue directo a la herrería, que poco a poco comenzaba a iluminarse ante las velas que encendía el muchacho dentro de la edificación.
–¿Hiccup? –lo llamó Astrid entrando con cuidado en la forja.
–¿Astrid? –escuchó de repente la voz de Hiccup proviniendo desde la profundidades del edificio, seguido por un gran alboroto de instrumentales de metal chocando entre sí y cayendo al suelo. De la entrada al pequeño cuarto privado del muchacho, éste se asomó de un brinco casi perdiendo el equilibrio –. ¡Hey, Astrid! ¡Hola, Astrid! –dijo nervioso pensando que la joven había sido mandada por Gobber ante su ausencia.
Pero al mismo le resultó a Hiccup algo extraño el volver quedar a solas con Astrid en la misma herrería. Había pasado mucho tiempo desde esa ocasión en que ella le había dirigido una sincera sonrisa, y una cuantas cosas habían cambiado en ese lapso. Era la primera vez que Hiccup estaba frente a Astrid, a solas, desde que había tomado la decisión de que sus noches en vela pensando en ella habían terminado.
–¿Hay algo que necesites? –dijo Hiccup tratando de mostrar indiferencia, un tonó de voz que no paso desapercibido por la joven rubia, quien interpretó como un tipo de rencor ante su últimas acciones.
Eso la decidió a actuar.
–La verdad, sí –dijo Astrid con fuerza–. Necesito pedirte disculpas.
–¿Eh?
–Del otro día en la arena –aclaró la chica ante la confusión reflejada en el rostro de Hiccup –. No debí a haberte gritado…
–No-o… no necesitas disculparte –se apresuró a aclarar el muchacho sacudiendo exageradamente sus manos, pero Astrid las tomó entre las suyas y lo detuvo.
–Yo fui la equivocada –continuó ella clavando sus ojos azules como el cielo en los verdes esmeralda de él –, yo debo disculparme…
–La verdad, yo no estaba poniendo atención…
–¡Maldita sea, Hiccup! –gruñó Astrid soltando de un tirón las manos del muchacho que saltó hacia atrás e inconscientemente se cubrió con sus brazos –. ¡Puedes callarte y dejarme terminar!
Él sonrojado y con los ojos muy abiertos como platos, asintió con la cabeza.
–Lamento mucho haberte gritado y todas las cosa que te dije –confesó la joven rubia recobrando la compostura, pero levemente sonrojada –. Estaba frustrada y desquite mi rabia contigo, no debí hacerlo. Lo siento mucho.
Por casi un minuto, ninguno de los dos dijo nada más, continuaron en la misma posición, mirándose y con sus rostros rojos como tomates.
–Wow… no sé qué decir –declaró Hiccup nervioso rascándose la nuca –. Eh… gracias, Astrid. Disculpa aceptada.
–Gracias, Hiccup –dijo Astrid con una leve sonrisa que apenas se distinguió a la luz de las velas que alumbraba la forja –. Eres el mejor –agregó de ultimo poniéndose algo nerviosa y soltándole un leve puñetazo en el hombro a Hiccup que casi lo derriba.
La rubia acomodó su flequillo suelto, antes de darse media vuelta y salir de la herrería conteniéndose de las ganas de hacerlo corriendo. A pesar que había sido terriblemente vergonzoso, se sentía mucho mejor consigo misma y por Hiccup, que no podía parar de sonreír.
Por su parte, Hiccup la miró alejarse mientras se frotaba el brazo y se aseguraba mentalmente, que una vez más pasaría las noches en vela pensando en ella.
Hola a todos.
El amor joven puede ser tan complicado…
Lo del rito de madures me lo saque de la manga, eso me dará razón para ciertas situaciones que tengo pensadas en el futuro.
Por cierto, no sé si alguien se ha dado cuenta que estado cambiando la imagen de portada del este fic, entre más lo práctico cada vez me queda mejor los dibujos. Los cambios continuaran a lo largo de esta historia a como vaya dibujando y luego subiré todas las imágenes en mi galería de (donde me pueden buscar con el mismo seudónimo o el link que está en mi galería de Deviant).
Bueno eso es todo por ahora. Recuerden capitulo nuevo cada semana y siempre se publica en martes o en su defecto miércoles.
Saludos.
