Cómo entrenar a tu dragón (How To Train Your Dragon) está basada en la serie de libros de mismo nombre de la autora británica Cressida Cowell, y realizada por Dreamworks Animation.
No poseo ningún derecho sobre los personajes y detalles originales de HTTYD.
El propósito de este FanFiction es el de entretener, con eso ya dicho, por favor no me demanden.
DRAGONS: A Twins Story
¡Ay! ¡Mis hijos!
.
.
–¿Cómo pudo ser…? ¿Debí haberme dado cuenta?
Stoick repasaba los sucesos una y otra vez en su cabeza tratando de encontrarles sentido sin mucho éxito. Aunque se encontraba cargado de ira y confusión, logró arrastrar el ligero cuerpo de su hijo hasta el gran salón en la cima de la colina y enfrentar al muchacho con sus terribles acciones.
¿Acciones? ¡Era alta traición ante la ley vikinga!
El gran jefe de barba poblada no podía comprender como su pequeño y escuálido muchacho pudo haber cometido tan terrible acto. Siempre había sido diferente, pero ¿traición? Era otro nivel. No podía creer que apenas hacía unas horas más temprano esa misma mañana se encontraba lleno de sueños e ilusiones por la posibilidad de que su hijo… su único hijo varón se convirtiera en el vikingo que siempre soñó.
–¡¿Todo lo de la arena… fue un truco?! –rugió Stoick enfrentado al muchacho entre las sombras del gran salón, volviéndolo una visión todavía más intimidante.
Eso había sido todo, puras, simples y llanas mentiras. Hiccup era un muchacho listo, Stoick se lo reconocía a pesar de sus otros defectos; pero a pesar de sus grandes diferencias, nunca se imaginó tal acción de su parte, y desde el punto del vista del jefe, la mayor estupidez que cometió en su corta vida.
El poderoso guerrero vikingo no sabía que lo dolía más, si los engaños o que se rompiera su pequeña burbuja de ilusiones. Él era todo un jefe vikingo y lo había sido desde muy temprana edad; pero no hubo mayor deseo en toda su gloria como guerrero o líder, como tener un heredero digno de presumir. Los otros jefes vikingos podían fácilmente hablar y mostrar las capacidades de sus hijos con alevosía presumiendo la carne y sangre con que los dioses habían bendecido sus vidas y futuros. En cambio, Stoick se sentía engañado, le había hecho una mala jugarreta el destino, que los únicos hijos que logró tener con su muy amada esposa, fueron dos raquíticos niños que cuyo corazón se apiado de ellos y les evitó una muerte segura.
Y ahora uno de ellos, el que ocultaba ante otros como vergüenza, le pagaba con tal moneda de oro.
–Papá se que lo arruine –trató de explícale su hijo claramente angustiado por las terribles consecuencias de sus actos –. Pero si lo deseas, desquítate conmigo. Pero por favor, no lastimes a Toothless.
–¡¿El dragón?! –soltó Stoick con rabia perdiendo la poca calma que quedaba en su masivo cuerpo –. ¡¿Es lo único que te preocupa?!
Supo que algo andaba mal en el instante que Hiccup arrojó las armas en el suelo, pero por ningún momento paso por la cabeza del jefe la extensión de sus actos. No sabía qué era lo que intentaba su hijo con el nightmare en la arena y probablemente nunca quería saber, pero su insistencia en dejar la batalla y renegar su herencia fue suficiente para que Stoick perdiera la cabeza de tal forma, y que pusiera la vida de su propio vástago en riesgo.
–¡¿Después de todo lo que nos han hecho?! ¡¿Después de todos a los que han matado?!
Aún continuaba furiosos… encolerizado era la mejor forma para describirlo. En su total arrebato no pudo evitar pensar en lo pequeño y delicado que era su hijo, y lo fácil que sería romper cada uno de sus huesos.
–¡¿Y con cuantos nosotros no hemos exterminado?! –Hiccup continuó necio, atreviéndose a levantarle la voz como nunca antes había hecho en su vida.
Esa era cosa del dragón. Tenía que serlo.
Stoick respiró profundo tratando de conservar la calma y no llevar a cabo sus fríos y tentadores pensamientos que atentaban contra la vida de su hijo.
No podía comprenderlo, como era que Hiccup no veía las cosas como él… como el resto de su gente. Esas miserables bestias hacían su vida un infierno, se llevaban a su gente… se llevaron a Valka.
–Tú no los entiendes –continuó el muchacho aunque su padre marchaba por el gran salón como león enjaulado –. No tienen otra alternativa. Si no llevan suficiente comida terminan devorados. Hay algo aún más terrible en su isla…
–¿Su isla? –dijo Stoick deteniendo en seco en su movimientos y pensamientos –. ¿Has estado en el nido?
–¿Nido? ¿Acaso dije nido? –comentó Hiccup nervioso evitando los intensos ojos de su padre cuanto éste lo sujetó con fuerza de los hombros para detenerlo en su sitio–. No es un lugar que se pueda encontrar, solo un dragón puede…
Claro. Era tan simple y se les había pasado desapercibido todo el tiempo. Solo los dragones podían encontrar el nido, nadie más.
Un brillo apareció en la mirada de Stoick denotando sus intenciones y las ideas de venganza que se apoderaron de su cabeza. Finalmente podría acabar con ellos de una vez, salvar a su gente de esas terribles creaturas del helhiem y vengarse por la pérdida de su amada esposa. Tal vez… algo bueno surgió de todo eso…
Pero Hiccup seguía sin comprender esa necesidad de lucha por la cual vivía el fuerte guerrero vikingo; aún sabiendas de que le era casi imposible, intentó detenerlos con débiles alegatos, pero Stoick ya había tenido suficiente.
De un fuerte manotazo alejo a su hijo, provocando que éste cayera de manera aparatosa en el piso frio del salón.
–Has elegido tu bando… –sentenció el jefe vikingo mirando por última vez al muchacho en el suelo –ya no eres hijo mío.
Pero antes de que terminara de darse la vuelta y salir por las grandes puertas de roble de la entrada del gran salón, escuchó una débil voz que hizo que su corazón se detuviera:
–¿Papá? –Honey estaba bajo el gran umbral de la puerta y su silueta estaba perfectamente recortada por la luz del día del exterior. Aún así, Stoick pudo presenciar de primera mano la decepción, miedo y confusión en el rostro de su hija, regresandolo de golpe a la realidad.
Mientras su alma y corazón de padre se conmocionaba, sobrepaso a su hija y salió lo más rápido que pudo al exterior, antes de que sus propias emociones lo golpearan de lleno ante sus impulsivos actos.
Había negado a su hijo… a su heredero… el hijo de su Valka…
Como si recibiera un golpe de realidad, Stoick se tambaleó un poco. Algo dentro de él se rompió en miles de pedazos y un aliento de vida se escapó de su boca. Pero a pesar de su dolor, el era un jefe… un jefe vikingo… y estos nunca se retractaban de sus acciones.
–¿Dónde se encuentra Mogadon? –exigió Stoick una vez ya recuperado de su conmoción a Spitelout y a otros dos miembros de la guardia de Berk, que lo esperaban al final de la larga escalinata que conducía al gran salón –. Debo hablar con él inmediatamente.
Sin esperar respuesta o comentario de su parte, el jefe continuó su marcha a la aldea, seguido de cerca por los otros tres vikingos.
–¿Stoick? –lo llamó su hermano algo confundido –. ¡Stoick!
–¡Ahora ¿Qué?! –rugió el jefe volviéndose con fuerza.
–Una revuelta –contestó Spitelout de inmediato endureciendo su semblante para no demostrar lo intimidante que podía ser su medio hermano –. El acto de tu muchacho causó una revuelta entre varios de los nuestros y unos Meatheads. Logré contener la situación, pero el humor se encuentra a flor de piel –agregó con seriedad antes de llegar al punto clave –. ¿Por qué necesitas a Mogadon?
–Requerimos más naves para atacar el nido de esas bestias. Ahora sé cómo llegar a su isla.
–¿En serio? ¡Ya era hora! –soltó Spitelout mientras los otros vikingos que lo acompañaban asentían con vigor –. Pero antes que nada tienes que hacer algo con el muchacho.
Stoick entrecerró la mirada ante las palabras de su medio hermano en lo que trataba de descifrar que quería llegar con ello. Conocía a Spitelout de toda su vida y sabía lo competitivo y avaricioso que podía ser; a pesar de no contar con la sangre correcta, siempre había envidado el puesto de Stoick y en muchas ocasiones, éste llegó a sospechar que anhelaba conseguirlo para sí y los Jorgensons. Y justamente ese día, era un momento idóneo para intentarlo.
–¿Qué quieres decir? –dijo el jefe con escepticismo.
–Su espectáculo causó problemas con los Meatheads –explicó Spitelout –, si quieres que Mogadon se ponga de tu lado en esto, debes de mostrarle que eres nuestro jefe… incluso en tu hogar…
Stoick tragó saliva tratando de controlar el impulso de golpear a su hermano en la cara. Él estaba totalmente consciente de eso, pero no necesitaba que se lo recordaran…
–No tengo tiempo para lidiar con esto ahora…–añadió tratando de retomar la marcha.
–Sí yo fuera el jefe, yo ya habría… –comenzó a decir Spitelout ante los murmullos de los otros dos vikingos que lo acompañaban.
–¡Pero no lo eres! –rugió Stoick como bestia embravecida volviéndose de golpe a ellos y sacudiendo su larga capa de piel de oso a su alrededor. El efecto fue inmediato, una mescla de miedo y respeto se reflejo en los ojos de sus seguidores donde antes hubo duda. Era muy importante para un jefe mantener la lealtad y obediencia de su gente, y en muchas ocasiones eso requería sacrificios –. ¡Está bien! –accedió sabiendo que se arrepentiría luego –. Enciérrenlo por ahora, ya decidiré que hacer con él cuando volvamos.
Y con esa orden, volvió a darles la espalda a los tres vikingos y continuar su camino hacia el centro de la aldea. Spitelout soltó un débil resoplido en resignación, antes de dirigirse a los otros dos tipos a sus lados:
–¡Ya escucharon al hombre!
Los tres vikingos comenzaron el largo acenso de la escalinata para aprender al joven delincuente.
–Hiccup ¿Qué fue lo que paso? –le preguntó Honey a su hermano tratando de animarlo a levantarse, frotando con delicadeza su espalda –. ¿Qué te hizo…? –dijo angustiada denotándolo en su tono de voz y su mirada afligida.
Pero Hiccup no respondía, sus ojos estaban perdidos en el suelo y su cuerpo temblaba débilmente. La chica comenzó seriamente a preocuparse de que su padre lo hubiera lastimado físicamente.
Para los gemelos, quienes amaban a pesar de todo a su padre, eran los primeros en admitir que estaba lejos de ser perfecto en todos los sentidos. Pero si había algo que podían recalcar sin importar su falta de capacidades paternales, era que siempre los había tratado con delicadeza. En sus doce años de vida nunca les había levantado la mano a pesar de su gran fuerza y descomunal tamaño.
–Hiccup… –lo llamó de nueva ella casi con llanto ante su falta de respuesta.
–Hay que ayudar a Toothless… –soltó de repente el chico casi en susurro y sin alzar la mirada. Su voz era mucho más gangosa de lo normal como si se esforzara por no llorar – hay que evitar….
A Hiccup el mundo se le venía encima. Acaba de perder todo lo que tenía y pudo llegar a tener, en cuestión de segundos. Y aunque nunca tuvo la mejor relación con su padre, sus palabras lo habían herido tan profundamente que sentía como sufría su alma y corazón.
Ahora para el pobre muchacho a quien se le había arrebatado todo: nombre, tribu, su familia y tal vez tendría que enfrentar el destierro, se dio cuenta que solo quedaba algo seguro en su vida. Su mejor y escamoso amigo.
El muchacho intentó levantarse y llegar a la puerta del gran salón a pesar de las fuertes manos de su hermana que lo sujetaban de su ropa con desesperación. Antes de que lograra alcanzar la entrada, las puertas cedieron ante el paso de tres vikingos que les bloquearon la salida a ambos gemelos.
–¡Tú! –dijo Spitelout con tono amenazador indicándolo con su grande y regordete dedo –. Vendrás con nosotros.
Ante su orden, los otros dos vikingos se abalanzaron sobre el muchacho que trataba de entender que sucedía. Ambos apartaron a Honey de un solo tirón y sujetaron al gemelo pecoso de los brazos hasta casi alzarlo del suelo.
–¿Qué? –soltó Honey –. ¡No! ¿Adónde lo llevan? –insistió cuando la hicieron a un lado sin dificultad.
–A la prisión –respondió Spitelout con seriedad, mientras los otros dos hombres se llevaba a Hiccup a rastras entre sus grandes brazos de gorilas.
–¡¿Qué?! ¡¿Por qué?!
–Alta traición. Mandato de tu padre.
–¡¿Qué?! –Honey trató de seguirlos, pero Spitelout la tomó del hombro y la detuvo mientras los captores de su hermano comenzaban el largo descenso por las grandes escaleras –. ¡Hiccup!
–¡Estaré bien, Honey! –le gritó su hermano apenas volviendo la cabeza sobre su hombro –. ¡No te preocupes por mí! ¡No hagas nada estúpido! –agregó conociendo a la perfección a su hermana.
Una vez que la distancia entre ellos se volvió más grande, Spitelout soltó a su sobrina y siguió la comitiva que arrastraba al chico pecoso contra su voluntad. Honey los miró alejarse completamente paralizada, su cuerpo temblaba débilmente y varias lágrimas se columpiaban de sus pestañas. Esto era mucho peor que si Hiccup hubiera muerto en el fuego como en su sueño, y todo era culpa de su padre.
La ira comenzó a apoderarse de la joven de cabellera castaña, quien bajo las escaleras con una ferviente decisión. El temperamento que había heredado de su padre, estaba floreciendo en ella.
–Quiero que preparen el nightfury para transportarlo en una de las naves –indicó Stoick a su gente que rápidamente comenzaron los preparativos para la nueva búsqueda del nido –. Que todos los guerreros estén listos, quiero partir antes de que el sol marque el medio día.
Obtuvo una reacción positiva de su gente que lo aclamó ante sus órdenes. A sus alrededor los peludos Hooligan anduvieron de un lado a otro acatando los mandatos de su líder, preparándose con fervor para la futura batalla.
La leve sensación de duda que le había dejado el insubordinamiento de Spitelout, comenzó a desaparecer cuando confirmó que su gente seguía obedeciéndolo como el líder que era. Eso fue hasta que sintió un leve empujón a la altura de la cintura. No se esperaba que su pequeña y delgada hija respondiera en su contra con todas las fuerzas que podían darle sus brazos de espagueti.
–¡Papá! ¡¿Cómo pudiste?! –le dijo furiosa propinándoles varios golpes que resultaban indoloros para el gran jefe –. ¡¿Cómo pudiste hacerle eso a Hiccup?!
En vano, Stoick trató de detenerla, pero la niña estaba tan furibunda que si utilizaba mucha fuerza para detener sus brazos, podría quebrar su frágiles hueso.
–Ve a casa, Honey –insistió tratando de no mírala directamente a los ojos, ya que sabía que le ropería el corazón apreciarla en ese estado.
–¡No! –bramó ésta empujándolo nuevamente mientras intentaba alejarse de ella.
Stoick empezó a perder la paciencia al ver que su rabieta comenzaba a llamar la atención de todos los habitantes de Berk reunidos en el centro de aldea, e incluso algunos Meatheads. Ante el fuerte escándalo que estaba generando la joven pecosa, otros habitantes de la isla salieron de sus casas al escuchar la conmoción, e incluso Gobber abandono su herrería donde estaba dotando de armas a los guerreros.
Al ver de nuevo la reacción de su gente, Stoick comenzó nuevamente a perder la paciencia:
–¡Tu hermano rompió la ley! ¡Prefirió la compañía de ese maldito demonio en lugar de su gente!
El jefe bajo la mirada y la calvó en el semblante de su hija. Honey estaba claramente rabiosa que unas lágrimas de pura ira colgaban de sus pestañas, sus ojos verdes como esmeraldas brillan con tal intensidad y, su piel pálida y pecosa, adquirió un tono más rosado ante el rubor en sus mejillas.
–¡Y por qué no! –dijo ésta descaradamente sin importarle quien la viera o escuchara –. ¡Cuando su gente realmente estuvo para él! ¡Ni siquiera su padre es capaz de defenderlo de sus propios súbditos!
–Te cuidado con tus palabras, hija…
–¡¿O si no qué?! ¡¿Me mandaras a prisión junto con mi hermano?! ¡Pues lo preferiría!
Honey había sido insolente en muchas ocasiones, pero en esa vez estaba sacando la bola fuera del estadio. La chica había perdido el poco autocontrol de sus palabras y su comportamiento era increíblemente inaceptable para alguien en su posición. Stoick pudo escuchar un leve eco en su cabeza cuando su mirada se cruzó con la de Gobber al otro lado de la aldea, y pudo oír con claridad las palabras acusadoras sobre sus pésimas habilidades como padre.
¿Había sido toda su culpa? ¿Él había arruinado a sus hijos?
–No sabes que estás hablando –insistió Stoick recalcando sus palabras –. Son crímenes graves para ley vikinga –inclinó su rostro al de su hija, la cual tuvo que doblarse hacia atrás pero sin apartar la mirada desafiante de su padre –. ¡Esas bestias son más que animales sin alma! ¡Ellos se llevaron a tu madre!
–¡No Toothless! –contestó Honey –. ¡Él un excelente dragón y igual que muchos otros no tienen la culpa de los actos de pocos! ¡Como Hiccup no tiene la maldita culpa de tener un padre sin corazón!
Los ojos del jefe se abrieron tan grandes como paltos cuando pudo atar los cabos sueltos. Honey supo del dragón… los supo todo el tiempo. ¿Cómo? ¿Por qué? No lo sabía, pero no podía evitar preguntarse: ¿Qué se había apoderado de sus hijos para que actuaran de esa manera? Hiccup era prácticamente inofensivo y arriesgo su vida y la de su gente por un dragón, y a pesar de todo, continuaba necio en defenderlo hasta el punto de desafiar a su padre y líder. Y Honey, su pequeño tarrito de hidromiel, tal vez siempre tuvo la boca floja, pero nunca lo traicionaría; ahora estaba frente a él desafiándolo como si fuera un poderoso e invisible guerrero y poniéndolo en evidencia frene a toda la tribu.
Definitivamente algo malo les había sucedido a sus hijos. Todo era culpa de esa bestia negra como la noche…. ese demonio del Helhiem había poseído a sus dos hijos con su mirada. Sí, todo tenía que ser su culpa.
–¡Tú sabías del dragón! ¡¿Por qué demonios no dijiste nada?!
–¿A quién? ¿A ti? ¿Para qué reaccionaras exactamente de esta manera? Carajo que no, nunca te hubiera dicho nada.
Finalmente Stoick perdió todo el control de su ser y su mano se cerró con fuerza alrededor del brazo de su hija.
–Papá… me lastimas.
Aunque la muchacha se quejo y trató inútilmente de liberarse, su padre la arrastró con facilidad de la vista de su gente en dirección a su hogar, solo seguidos de cerca por Gobber.
–¡Papá basta! –soltó Honey sin poder sentir su brazos y clavando sus talones en la lodosa tierra del camino, sin poder evitar en lo más mínimo el avance de su padre.
Pero el hombre no la escuchó. No valía la pena oír las palabras de los poseídos por algún ente maligno. Eso tenía que ser. Se encargaría primero del nido y del nightfury, y después le pediría a Gothi que sacara esas entidades malvadas de los cuerpos de sus hijos y tal vez así todo podría regresar a la normalidad.
Por mientras, debía asegurarse que no fueran un peligro para ellos y para otros. Cuando alcanzó su hogar, abrió la puerta de un solo tirón y arrojó dentro el cuerpo ligero de su hija como si no fuera más que una muñeca de trapo. Honey tambaleó un poco ante el fuerte empujón y cayó con sus manos y rodillas en el suelo madera.
Alcanzó a volver su rostro hacia la puerta de su casa y pudo ver la imponente figura de su padre bajo el umbral, tan estoico como su nombre lo indicaba.
–Y por una vez en tu vida, quédate callada.
Y sin más, cerró la puerta dejándola en la sombras.
Honey hizo el esfuerzo descomunal para ponerse de pie y tratar de abrir la puerta, pero esta no cedió en lo más mínimo.
–No –dijo en vano golpeando con sus puños la puerta de madera hasta lastimarse las manos –. ¡No! ¡Papá! ¡Sácame de aquí!
Del otro lado de la puerta, Stoick utilizó varios troncos de madera para bloquearla, además de cerrar el picaporte con llave.
–Esta puerta no se abre hasta que regrese ¿entendido? –dio como orden final volviéndose hacia Gobber. El pobre herrero estaba tan confundido y consternado con lo que estaba sucediendo como para replicar una orden de su amigo.
Lo que no se dieron cuanta ambos vikingos, era que una pequeña figura cubierta de un pelaje blanco como la nieve observaba cada uno de sus movimientos desde un oculto rincón.
Hola a todos
Primero antes que nada, Rebeca gracias por tu comentario y que bueno te fascine Honey, pero lo siento, como lo dije en el capitulo anterior, entre Honey y Tuffnut solo abra una gran amistad. Y siendo sincera, Tuffnut es el único personaje que no va estar envuelto en dramas de romances. En otra ocasión platicare más de ello.
Y Dlydragon tengo que admitir que es muy interesante tu análisis sobre la evolución del personaje de Astrid y hasta tentador, pero para lo que tengo planeado me funciona la Astrid que mi me gusta, pero tomare en cuenta tu opinión de cómo se lleva con Hiccup.
Y regresando a este capítulo, creo que ya había remarcado lo supersticiosos que eran los vikingos, además que es muy difícil a veces a los padres admitir que su hijo hace males o especialmente, que es culpa de ellos. Aquí se refleja eso.
Ya por último, me hace muy feliz escuchar sus teorías sobre los personajes, sus relaciones y hasta del dragón de Honey. Y aquellos que me comentan tal vez les he dado algunas pistas de más que las que comento aquí. Por favor, Sssshhhhhhhhhh…. Guarden el secreto.
Bueno eso es todo por ahora, y estamos en contacto para el siguiente capítulo. Los invito a pasar a mi galería en DeviantArt ( .com) para ver el resto de mi trabajo y si lo desean, pueden darme un pequeño donativo para que pueda continuar con mi trabajo. Un saludo a todos.
Un capítulo nuevo cada jueves.
