Cómo entrenar a tu dragón (How To Train Your Dragon) está basada en la serie de libros de mismo nombre de la autora británica Cressida Cowell, y realizada por Dreamworks Animation.
No poseo ningún derecho sobre los personajes y detalles originales de HTTYD.
El propósito de este FanFiction es el de entretener, con eso ya dicho, por favor no me demanden.
DRAGONS: A Twins Story
El viejo, el dragón y el feo
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En un perdido y peligroso archipiélago barbárico, una serie de aldeas vikingas sobrevivían en las más precarias condiciones debido principalmente a su testarudez y obstinación. Pero la joyita entre todas, un diamante en bruto, era la que se encontraba al extremo más olvidado de este conjunto de islas. Esa era Berk.
Los peludos Hooligans que vivían en aquella aldea erigida en esa isla pequeña, no eran muy diferentes a otras tribus vikingas, gustaban de la batalla como los Berserkers, la navegación como los Meatheads, las armas filosas como Murderous y la conquista como los Uglithugs; pera había algo en particular que hacia destacar a los Hooligans de los demás, y eso se debía a que fueron los primeros en llegar a la paz con los dragones.
Por siglos, desde la colonización de los vikingos de aquellas islas, los ataques de los dragones habían quedado registrado en las memorias de sus habitantes y posiblemente en los libros (pero eso nadie estaba seguro eso, ya que tenían prohibido leerlos). Los Hooligans eran los que más sufrían de sus ataques por la cercanía de Berk al hogar de aquellas bestias escupe fuego, pero ya no más. Gracias a un joven vikingo, delgado como un palillo, y sus amigos, la guerra con aquellas criaturas escamosas había terminado y la paz ahora reinaba entre vikingos tanto en Berk como las islas cercas.
Los dragones eran libres del terrible yugo de su reina roja y ya no tenían que temer si no le proporcionaban el suficiente alimento. Ahora los dragones podían dedicar sus vidas a saciar sus estómagos y descansar plácidamente como focas en las costas. Debido a esto, la migración de estas bestias a las otras islas se redujo considerablemente, por lo cual las demás tribus se vieron favorecida por esa paz, aunque ignoraban mucho al respecto.
En cuanto Berk, la vida había cambiado en tantas maneras. Los dragones no solo podían deambular tranquilamente por la aldea, sino que pronto los Hooligans fueron acostumbrados a su presencia y volviéndolos parte rutinaria de sus vidas. Pero aunque la guerra había terminado y la paz reinaba entre vikingos y dragones, las cosas no eran tan simples como parecían; después de todos, los dragones eran animales, unos gigantescos, escamosos y escupe fuego.
Si, la paz reinaba en Berk, pero con lo zipplebacks, nadders, gronckles and nightmares como factor constate de la isla, cierta situaciones fueron presentándose con más frecuencia: las enormes lagartijas no entendían el concepto de la limitaciones de territorio, si un nightmare quería apropiarse de un establo del ganado, simplemente lo tomaba y devoraba a la mitad de los animales; ignoraban de la fragilidad de las estructuras, especialmente los gronckles que preferían usar los techos de las casa como pistas de aterrizaje; otros detalles como la higiene y los materiales inflamables eran otros de los problemas, pero el principal, era la alimento. ¡Los dragones se lo comían todo!
Los habitantes de Berk comenzaba a ser preocupante especialmente con el invierno cada vez más cerca, tanto que el jefe de los Hooligans, Stoick the Vast escuchen su nombre y tiemblen, comenzaba a ver precaria la presencia de los dragones en su aldea. Pero la principal barrera de Stoick para contener a esas bestias resultaba ser la menos inimaginable (ya que como vikingos, si ellos simplemente podían sacar a los dragones de su isla por la fuerza). Su heredero, Hiccup Haddock III era el primer impedimento contra el control de aquella plaga gigantesca y escamosa.
Aquel muchacho delgado y pecoso que difería de los demás vikingos de su tribu, incluso de los chicos de su generación, era precisamente el mismo héroe que había traído la paz a la aldea. Él era la razón de que los dragones se encontraran en Berk en primer lugar. Normalmente, Stoick no tenía problemas de imponer sus mandatos sobre su hijo, pero después de los sucesos anteriores al enfrentamiento contra la Red Death, y la pérdida de la pierna del muchacho en tal encuentro, era las razones por la que tanto padre y líder, no podía actuar tan fácilmente contra aquellas lagartijas gigantes.
Los dragones hacían feliz a Hiccup, mucho más de lo que nadie se podía imaginar y el muchacho tenía tal facilidad con ellos, que el joven vikingo podía hasta volar sobre el lomo de su nightfury, Toothless, un tipo de dragón considerado terriblemente mortal y misterioso. Aunque en manos de Hiccup actuaba más como un gato sobre excedido de peso.
Stoick quería realmente reconciliar la terrible situación que provocó por años con su hijo, por lo que hacía lo posible en consentirle tal capricho (algo que nunca había hecho en su vida como padre). Además en el no tan complejo razonamiento de Stoick, mientras Hiccup fuera feliz, Honey era feliz.
Honey Haddock era la primogénita de Stoick y la hermana gemela de Hiccup, igual de menuda, unos centímetros más escasa de estatura, pero con una personalidad mucho más áspera. Algo que heredó de padre. Después de los sucesos de la batalla contra la muerte roja, la relación de padre e hija se encontraba mucho más frágil que nunca. Honey actuaba seca y arisca con su padre y le dejaba en claro cada vez que podía, que él no había recuperado su confianza. Ese era un golpe duro para el fuerte y recio guerrero como Stoick, quien había perdido a su esposa en una fatídica noche y el único recuerdo que le quedaba de ella eran los gemelos que ésta le había dado.
Así que Stoick permitía que los dragones se quedaran para hacer feliz a Hiccup, y hacer feliz a Hiccup, era hacer feliz a Honey. Uno podía decir que no resultaba complicado, pero con lo problemático que eran aquellas bestias, no se podía estar tan seguro. Pronto Stoick se vio entre la espada y la pared al querer consentir los deseos de sus hijos y atender las quejas de su gente, especialmente las de un viejo malhumorado como Mildew.
–Ya no sé que hacer al respecto –se quejo el fuerte y recio vikingo con su mejor amigo, en la privacidad de su hogar –, lo que no se comen lo dragones, lo destruyen. Y el inverno esta a la vuelta de la esquina, sino podemos juntar la suficiente comida, no sobreviviremos los largos meses de frio.
–Sabes que sería perfecto –comentó Gobber sirviéndose una tazón de la sopa de pescado que se mantenía caliente bajo el fogón. Honey la preparado aquella misma mañana –, que los dragones dejaran de comerse nuestra comida.
Stoick le lanzó a su amigo una mirada ceñuda ante su pésimo consejo.
Pero Gobber también tenía razones para encontrarse un poco estresado con el final de la guerra. Aquel hombre manco y cojo, hacía mucho había abandonado la lucha para dedicarse a la herrería, especialmente de armas mortales. Pero eso también significaba: sin guerra, no armas.
Claro, eran vikingos y nunca tenían suficiente espadas, dagas o escudos en sus hogares. Pero estas no se perdían o dañaban tan fácilmente como en años anteriores. El trabajo del viejo guerrero decayó mucho en los pocos meses de paz, tanto que Gobber ya no hallaba que hacer consigo mismo.
–Tal vez si usamos señales –sugirió Stoick masajeándose la sienes ante el pesado dolor de cabeza que lo estaba aquejado.
–Señales ¿para dragones?
–No. Para la gente.
–Señales ¿para vikingos?
Stoick estaba empezando a perder las esperanzas cuando una solución le llegó de una fuente inesperada. Resultaba que Hiccup había estado escuchando aquella conversación, y en compañía de su nightfury, se ofreció amablemente para hacerse cargo de los dragones de Berk. En un principio el barbón jefe tuvo sus dudas ante tal plan, su hijo era tan solo un muchacho de casi trece años y había como cientos de dragones sobrevolando la isla, era una tarea casa imposible, en especial para alguien quien aún estaba algo lejos de ser un hombre.
Pero Hiccup se merecía el beneficio de la duda, en especial después de todo lo que había hecho el muchacho y su… peculiaridad. Aún no sabían cómo llamarla, pero los miembros de la familia Haddock estaban convencidos de Hiccup fue bendecido con una habilidad especial de los dioses para entender a los dragones. Resultaba común en la cultura vikinga encontrar gente con aptitudes especiales otorgadas desde el nacimiento por los dioses. Nunca había escuchado que tal cosa como la que Hiccup podía hacer fuera posible, pero era inútil negarla. Stoick siempre supo que sus hijos eran especiales (ya que había otras cosas aún más extrañas en su hija) y aunque por mucho tiempo prefirió ocultarlo, finalmente lo admitía. Tal vez no a gritos, había muchas cosas que aún no sabía sobre sus hijos, pero admitirlo era el primer paso para crecer.
Así que ¿Por qué no? Podía dejar que Hiccup se hiciera cargo ¿Qué era lo peor que podía pasar? Además, tenía otras cosas o personas por las cual preocuparse, por ejemplo: ¿qué iban a hacer con el viejo Gobber? Su actitud y estado de ánimo ante su carencia de trabajo y labores lo volvieron precisamente un individuo malhumorado, y si existía algo peor que un malhumorado, era un vikingo malhumorado. Pero increíblemente, Hiccup presentó otra solución para tal problema.
–Sabes, papá ¿qué es mejor que un solo jefe a cargo? –comentó el chico tratando se carismático y fallando rotundamente –. Dos como tú en el puesto.
–¿Acaso es un chiste sobre mi peso? –preguntó el padre endureciendo la mirada que le dirigió a su muchacho.
La idea de Hiccup consistía en dividir, el ya por sí pesado trabajo de Stoick en dos partes y dejar que Gobber se hiciera cargo de la mitad de ellas. En un principio parecía la solución perfecta ante las constantes tareas, labores y responsabilidades de un jefe vikingo en una pequeña pero demandante aldea poblada con los más necios y conflictivos habitantes. Pero las cosas no resultaron exactamente como se la imaginó Stoick en al inicio, ya que el juicio de su mejor amigo parecía no ser el perfecto (claro, después de años constantes de golpes en la cabeza) para ciertas situaciones que enfrentaban los habitantes de Berk.
Para antes que cayera el sol de aquel día, Gobber había bautizado con el nombre Magnus a la recién nacida de la señora Larson, destruido un nuevo navío antes de zarpara al océano en su primer viaje e iniciado más peleas de las que debía terminar. Ese fue el primer strike para las ideas de Hiccup.
El segundo lo vivió en carne propia el muchacho pecoso, ya que no se plateó la magnitud que implicaba poner en raya a todos los dragones de Berk él solo (incluso, con la ayuda de su fiel Toothless), para cuando la noche cayó y Hiccup regresó a su hogar con el cabello medio chamuscado, apestando a pescado y mucho más molido que un pedazo de carne.
–¿Tan mal fue tu día? – le preguntó su hermana gemela al verlo desplomarse sobre su cama como un cadáver tieso.
–Fue horrible –contestó Hiccup cubriéndose el rostro con los brazos, mientras Toothless fue directo a la roca que le servía de cama al otro lado del cuarto. También para el dragón negro como la noche había sido un día bastante agotador –. Creo que veré ovejas en llamas en mis sueños.
–Vaya, eso sí es algo drástico –comentó Honey desde su puesto junto al escritorio que yacía en una orilla de la habitación que compartía con su hermano. Sobre la superficie de madrera yacía una gran cantidad de pergaminos con anotaciones y recetas. Desde la gran demostración de habilidades curanderas y conocimientos que dio Honey después de la bata en la isla de los dragones, Gothi se había vuelto sumamente exigente con su aprendiz, tratando de descubrir los límites de las capacidades de la muchacha. Tanto trabajo había mantenido a la gemela algo separada de su hermano, dragón y sus nuevos amigos. Incluso se perdió la tarde de vuelo del día anterior.
–Todo me duele –continuó Hiccup enderezándose para retirarse la pata de palo prostética que iba unida al muñón de su pierna –. Incluso esto.
–Déjame ver –dijo la gemela pecosa levantándose de su asiento y caminado hasta la cama de su hermano. Sin siquiera pedirle permiso, tomó la rodilla de Hiccup y alzó su pierna en el aire a la altura suficiente para ver las condiciones de su muñón.
Se había vuelto una rutina entre los dos de todas las noches. Honey generalmente revisaba como seguía la herida principal de su hermano, que inútilmente intentaba esconder porque en la mayor parte del tiempo, no realizaba los cuidados adecuados que ella le sugería.
Honey soltó un bufido en resignación cuando comprobó precisamente que la pierna incompleta de su gemelo se encontraba inflamada y de color rojiza. Se mordió la lengua en aquella ocasión, ya que estaba un poco cansada para soltar un sermón a los oídos sordos de su hermano. Pero el muchacho pagaría caro su descuido, ya que esa era la razón por la que en las tranquilas horas de la noche, Hiccup no podía conciliar el sueño ante el punzante dolor.
Sin esperar alguna petición de ayuda por parte de su hermano, Honey se dispuso a curar el muñón irritado con varios ungüentos y con un relajante masaje.
–G-gracias –masculló Hiccup desplomando su espalda de nuevo en su cama ante el reconfortante alivio.
–Cállate –le ordenó Honey vendando nuevamente la pierna incompleta de su hermano, y en el momento más justo, porque unos segundos después, pudieron escuchar claramente como una voz en el piso inferior de su casa llamaba al muchacho.
–¡Hiccup!
–¡Es Astrid! –soltó el joven castaño alarmado haciendo a su hermana a un lado para ponerse de nuevo su prótesis y erguirse de su lecho. Ante la mirada refunfuñona de Honey dio un rápido acicalamiento a sus ropas –. ¿Cómo me veo?
Honey solo encogió los hombros en desinterés.
–Gracias, por el apoyo –dijo con sarcasmo antes de volverse con su dragón –. ¿Toothless? –pero la bestia de ébano solo alzó su cabeza de sus patas y le dirigió una mirada abatida –. Lo que me faltaba, lastima de dragón.
–Hiccup –lo llamó nuevamente Astrid haciendo su aparición en la entrada de la habitación. Totalmente contrario a los gemelos que se encontraban abatidos por el cansancio y el arduo trabajo del día, Astrid lucía perfecta, tan fresca como una lechuga y tan preciosa como siempre ante los ojos de Hiccup. Honey detestaba eso.
–Hey Astrid. Hola Astrid. ¿Qué necesitas, Astrid?
Honey soltó un leve gruñido. Poco a poco se acostumbraba a la constante presencia de la futura doncella de batalla junto a su hermano, pero eso no significaba que compartiera la alegría de Hiccup al verla.
–En realidad creo que eres tú el que necesita ayuda –dijo la joven rubia con una mano en la cintura.
–¿Por qué dices eso?
–Porque te vimos correr como un demente por toda la aldea –explicó Astrid retirando un poco de ceniza que seguía incrustada en el chaleco de piel de oso de Hiccup. Y cuando se refería a "te vimos" quería decir al resto de los muchachos de su generación, quienes en su mayoría se destornillaron de la risa al ver al joven pecoso prenderse en llamas, caerse por el barranco y recibir una descarga de heces de dragón en la cabeza –. Es sorprendente que aún puedas mantenerte en pie.
Hiccup imitó a Honey, y soltó un gruñido antes de desplomarse en la cama. Nada estaba resultado como se lo imaginaba. Desde el éxito y su reputación de héroe en su batalla contra la Red Death, Hiccup esperaba que su asenso a la gloria continuara y en esa ocasión fuera por sus verdaderos meritos. Pero desagradablemente descubrió que seguía siendo el mismo chico desafortunado de siempre, que quedaba en ridículo frente a la joven de sus sueños, la única diferencia era el increíble nightfury que dormía junto a su cama.
¿Qué más podía salirle mal?
Y como una broma cruel de los dioses o una invocación maligna de Loki, el llamado de su padre retumbó en su casa.
–¡HICCUP!
Stoick realmente quería tener esperanzas en su muchacho y confiar en sus ideas, pero en realidad resultaba una tarea muy difícil cuando la aldea parecía una zona de guerra y su jaqueca estaba empeorando ante las malas decisiones que Gobber realizó bajo su nuevo cargo.
–Sabes papá, todo esto es solo la fase uno de mi plan maestro –le informó Hiccup nervioso tratando de calmarlo.
–¿A si?
–Yeap. Solo necesito un par de días para ponerlo en acción.
Los ojos de Stoick brincaron de la cara nerviosa de su muchacho hacia las dos chicas sentadas en la cama de éste. Astrid solo negaba con la cabeza lentamente, mientras que Honey tenía clavada sus penetrantes ojos verdes en él, expectantes por oír su respuesta y juzgarlo por ella.
–De acuerdo –aceptó el jefe volviéndose solo hacia Hiccup –. Pero solo tienes un día para encontrar la solución…. y habla con Gobber… necesita otro oficio lejos del mío –agregó con un dedo amenazador, y sin más se dio media vuelta para salir de la habitación –. Recuerda, un día –dijo de último antes de desaparecer debajo del umbral.
–Sí, un día… no necesito más –soltó el muchacho alegremente mientras su padre bajaba las escaleras al primer piso, pero una vez que quedo fuera de su vista, Hiccup se desplomó en el piso casi como si se desmayara –. Un día no será suficiente –agregó desde el suelo.
–Te das cuenta que hay un billón de dragones allá afuera y solo un "tú" –lo cuestionó Astrid arrodillándose a su lado e inclinándose hacia él.
–Lo sé –aceptó el muchacho –, es por eso que necesito la ayuda de todos.
–Y ¿Qué hay de Gobber? –le preguntó Honey arrodillándose también, pero al otro lado –. ¿Hablaras con él?
–Al carajo no.
–Busca la ayuda de los demás, pensé –se dijo el muchacho así mismo la noche siguiente mientras yacía frente al gigantesco almacén para alimento de la aldea, que en ese momento era saqueado por varios dragones, los de sus amigos e inclusive su amado Toothless –. Entre todos podríamos, creía.
Hiccup ocultó su rostro en sus manos esperando solamente oír el grito de su padre en el cielo nocturno, en cambio sintió una mano ligera y decrepita como la de la muerte posarse sobre su hombro.
–Tal vez fue una terea descomunal para un niño ¿eh? –le dijo Mildew como una serpiente al oído.
Aquel desagradable anciano, terco y ermitaño, tomaba demasiado en serio su labor de sabio guardián de las viejas costumbre (tarea de los mayores de la tercera edad) y desde un principio se opuso rotundamente en la presencia de los dragones en la isla, y que mas, la paz con ellos también. Ante aquel saco de huesos demacrado, los vikingos existía solo para pelear con los dragones y viceversa, así era como los dioses querían. Pero Mildew le faltaba algunos tornillos en la cabeza, por lo cual sus amenazas e infundías eran rara vez escuchadas por los habitantes de Berk; por desgracias, los actos destructivos de los dragones, le daban peso a sus palabras.
–¡HICCUP!
Y sobre el grito en el cielo…
–¿Qué es todo esto? ¿Qué sucedió? ¿No que tendrías a los dragones controlados?
Hiccup tenía que darle el crédito a su padre, a pesar de los furioso que se veía por la vena saltona en sus sienes, estaba actuando bastante moderado para no humillarlo frente a toda la aldea. Esos tiempos ya había quedado atrás.
Inconscientemente, el muchacho pecoso paso la vista sobre su hombre en dirección de su grupo de amigos y hermana gemela que yacía frente el almacén vacío, solo para encontrarlos desviando la mirada. Hasta los dragones fingieron inocencia.
Vaya, amigos que tenía.
–Papá, sobre eso…
–No, Hiccup –lo interrumpió Stoick elevando levemente la voz. El fuerte guerrero se llevó una mano a la frente en lo que una profunda respiración lo tranquilizaba –. Es suficiente ¿Cómo esperas poder controlar a todos los dragones, cuando no puedes ni siquiera con el tuyo? Esto se acabo, Hiccup.
–Pero papá…
–No. Lo intentaste y no funcionó. Mañana habrá una reunión con el consejo de Berk y decidiremos que se hará con el problema de los dragones definitivamente. Esto ya está fuera de mis manos.
–¿Acaso no eres tú el jefe de Berk? –atajó Honey con mordacidad, pero increíblemente con tono moderado que la gente alrededor de ellos no pudo escucharla –. ¿No tomas tú las decisiones?
–Sí –dijo Stoick clavando una mirada profunda en su hija en un intento de reprimirla –. Pero las necesidades de Berk están primero… su voz esta primero. Todos en esta isla tienen su lugar de importancia, hasta tú, Honey. Y sobre todo, los dragones –y con una fulminante mirada que sacó un puchero de su hija, se dio media vuelta sacudiendo orgullosamente su capa de piel de oso detrás de él –. ¡Y habla de una vez con Gobber!
Y strike tres. Estaban ponchados.
Hola de nuevo.
Y con esto empezamos la nueva temporada que abarcara las primeras dos partes de la serie (eso espero). Por ahí me preguntaban sobre ¿cómo presentaría los capítulos de la serie? pues así como en éste. No voy a pasar de capitulo en capitulo como en otras historias; me iré por situaciones y como en éste, que combine los primeros dos capítulos en uno, y para el que sigue se incluirá un especial. No presentare todos los capítulos y algunos solo se mencionaran, mientras que otros tendrán mayor desarrollo, dependiendo de lo útiles que sean para mis planes.
Espero que está forma no los decepcione, porque no voy a cambiarla.
Entre otras cosas, se acaba el tiempo para adivinar el dragón de Honey. Pueden ganarse el derecho a preguntarme lo que sea de la historia y obtener una respuesta directa. Y ya por último, en mi galería de Pixiv está disponible todo el arte de portadas que he hecho hasta el momento de este fic, y habrá más en el futuro.
Bueno, eso todo por mí y nos vemos en el siguiente capítulo.
Próximo capítulo: 31 de octubre.
