Cómo entrenar a tu dragón (How To Train Your Dragon) está basada en la serie de libros de mismo nombre de la autora británica Cressida Cowell, y realizada por Dreamworks Animation.
No poseo ningún derecho sobre los personajes y detalles originales de HTTYD.
El propósito de este FanFiction es el de entretener, con eso ya dicho, por favor no me demanden.
DRAGONS: A Twins Story
Secretos de dragones
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Berk no era la isla más alegre del mundo, con su pésimo clima y tercos habitantes, pero al menos trataba de serlo en aquel archipiélago barbárico, donde los vikingos se caracterizaban por ser malhumorados, agresivos y conflictivos. Pero después de la repentina partida de los dragones, Berk se convirtió en una isla bastante depresiva.
–Esto es una mierda –se quejo Tuffnut mientras marchaba por los caminos congelados de la aldea en compañía de su gemela y Snotlout.
–Peor que una mierda –lo corrigió Ruff escupiendo en el suelo –. Es plasta de yak.
–¡Sí! –aceptó su gemelo, antes de agregar –. Espera… ¿no es lo mismo?
Aunque estaba cerca la mejor época del año, el Snoggletog, en la aldea reinaba el ambiente de tristeza y desasosiego a pesar de que las rutinas diarias no se habían detenido. Se volvió común ver a los niños llorar en las calles ante la ausencia de sus dragones mascotas, los adultos de vez en cuando volteando al cielo esperando verlos y algún confundido que aseguraba haber escuchado un rugido en la lejanía.
Berk como sus vikingos, había luchado por sus generaciones contra aquellas bestias escamosas. Nunca se imaginaron que ahora llorarían por su ausencia.
–¡Que importa como lo llamen, maldita sea! –gruñó Snotlout estallando en furia –. ¡Se largaron y punto! –y sin más tomó una buena cantidad de nieve del suelo, formó una bola que arrojó indiscriminadamente y sin objetivo fijo.
El proyectil cayó en picada y golpeó de lleno al anciano Mildew en la cabeza, quien marchaba con alegría por la aladea con su carreta llena de coles. El viejo cascarrabias probablemente era el único feliz en toda la isla.
–¡¿Quién fue?! –rugió buscando al culpable, pero en su descuido, la carreta que empujaba perdió el control y salió directo al acantilado donde se perdió para siempre –. ¡Mis coles! –chilló el anciano cayendo de rodillas.
Snotlout y los gemelos Thorston se alejaron silenciosamente de la escena del crimen.
Pero los chicos tenían razones para estar molestos, sus dragones se habían marchado al igual que los otros sin razón, ni motivo y sin saber cuándo volvería. La traición se sentía mucho peor para ellos, quienes se suponían estar entrenando para tener un mejor vínculo con esas bestias. Pero no ya no importaba más, Barf, Belch y Hookfang se alejaron volando de sus jinetes sin siquiera mirar atrás.
–Estúpidos dragones –se quejo Snotlout en voz baja mientras caminaba debajo del tejado de un solitario taller –. ¿Quién los necesita? –insistió cabizbajo tratando de ocultar la escurridiza lagrima que amenazaba con salir de su parpado.
Pero eso… no podía suceder. Él no podía llorar y mucho menos por un animal. Su padre constantemente le infundía aquellas ideas en su cabeza para combatir la melosidad de su esposa. Un vikingo no podía llorar. Un vikingo nunca se lamentaba. Un vikingo… era un guerrero fuerte e imparable. La emociones no iban con un guerrero… eso era cosas de niñas.
Pero antes de Snotlout pudiera soltar alguna blasfemia adicional ante las palabras paternales de su progenitor que revoleteaban en su cabeza, el joven salió volando hacia atrás al recibir un puñetazo directo en el ojo.
–¡Felices fiestas, Snotlout! –le deseó Astrid con gran alegría mientras él se desplomaba en el suelo como un saco de harina.
–¡Está de puta madre! –soltó Tuffnut acercándose al joven moreno que se retorcía de dolor en suelo helado. De improvisto recibió el mismo puñetazo por parte de la rubia guerrera, teniendo el mismo efecto.
–¡Sí! ¡Astrid está golpeando gente! –gritó Ruffnut exaltada, antes de recibir su propia medicina directo a su ojo.
–¡Feliz Snoggletog a todos! –rectificó la chica posando airosa con sus manos en su cintura.
–¡Se puede saber que carajos te pasa! –exclamó Snotlout furioso poniéndose de pie de solo brinco –. ¡Primero tratas de envenenarnos con tu yaknog y al no conseguirlo, intentas hacerlo a golpes! –le soltó haciendo recuento del suceso anterior, donde Astrid había usados a sus amigos como conejillo de indias para probar su nueva receta en un horrible intento de levantar el decaído animo de la aldea.
Dos cosas había quedado claro para sus amigos: uno, que Astrid era la peor cocinera de todo Berk, y dos ¡Que se había vuelto demente!
–No –espetó ella perdiendo la paciencia –. Es la nueva tradición que acabo de inventar –dijo con gran seguridad de sí misma, Astrid indicó sobre su cabeza lo que parecía ser un dedo muerto y putrefacto colgando de un hilo –. Caminaron bajo el dedo perdido.
–¿El qué perdido? –preguntó Tuff al ponerse de pie. Tanto en él como en su hermana se podía notar como los cacarizos adquirían color alrededor de su ojo.
–El dedo perdido –explicó la rubia completamente fascinada –. Es una nueva tradición que acabo de inventar. Si pasas debajo de uno, recibirás un puñetazo directo en el ojo. ¿No es fantástico? –su sonrisa se extendió por su rostro a una proporción que la volvía completamente bizarra, en especial con sus ojos grandes y vidriosos.
–Astrid ¿Acaso nuestro primo Lars te dio de su hongos raros? –le preguntó Ruff con cuidado ante la posible reacción de la joven. Astrid se inclinó más hacia ella con su tenebrosa sonrisa, provocando que la chica se doblara hacia atrás en una posición dolorosa.
–No –contestó Astrid con alegría –. Aunque no dormí en toda la noche.
Pobre e ilusionada Astrid. La joven aprendiz a doncella de guerra estaba sufriendo terriblemente con la tristeza que se había apoderado de la aldea. Había que ser sinceros, tal vez Astrid no era el mejor modelo de felicidad entre los Hooligans, su vida no había sido sencilla especialmente desde la revés que su sufría su clan desde hacía años; pero si había una época en la que podía recordar los mejores momentos, aquellos felices donde compartía con sus seres queridos que ya no se encontraban con ella, cuando la vida era más simple y prometedora, ese era Snoggletog. Gran parte del vacío que acongojaba su corazón, lo había llenado con la presencia de su dragona nadder; pero sin ella… Astrid luchaba por mantener la felicidad, hasta el nivel de la desesperación.
–¡Mira Astrid! –dijo rápidamente Snotlout indicando sobre el hombro de la rubia que lo tenía acorralado –. ¡Ahí viene Hiccup y está por pasar por debajo del dedo!
La rubia boqueó más que un pez fuera del agua e inmediatamente corrió hacia el gemelo Haddock para propinarle su puñetazo en el ojo de la temporada.
–Tengo que admitir hasta loca es linda –soltó Snotlout con tono soñador mientras él y los gemelos veía como Astrid asediaba a Hiccup contra el piso en su espíritu efusivo festivo.
–Lo que quiero saber es de dónde sacó ese dedo –cuestionó Ruff.
–Tal vez de alguno de tus tontos familiares –se burló Snotlout.
–Es posible –aceptó Tuff la posibilidad encogiendo los hombros –. El tío Henrik siempre está perdiendo todo ¿recuerdas cuando no encontraba su barba? –le dio un codazo juguetón a su gemela.
–Es porque le prendimos fuego.
Los tres chicos contemplaron como Astrid trataba de explicarle con exuberante fascinación al gemelo pecoso sobre la nueva brillante tradición que había inventado. Por su parte, Hiccup intentaba mostrarse cordial con ella, pero era clara su incomodidad en el asunto. Al final de cuentas, Hiccup Haddock sufría del mismo vacio que sus compañeros jinetes.
En un acto que llamaron los gemelos Thorston una "enorme estupidez", Hiccup, uno de los jóvenes que no había perdido a su dragón en la gran migración simplemente por hecho de que éste no podía volar sin él, había diseñado justamente una cola que le proporcionaba a la misma bestia aquella capacidad, y precisamente sucedió lo que cualquiera se hubiera imaginado; Toothless extendió las alas y se fue volando.
Snotlout y los gemelos Thorston podían tener piedad de él, pero no era parte de su temperamento y naturaleza; aunque eran completamente consientes que había un vínculo especial entre Hiccup y Toothless que difería al suyo con sus dragones. Por envida no pudieron evitar reírse de él cuando sucedió.
–Pobre bobo idiota –se burló Snotlout mientras su primo se marchaba cabizbajo y con un ojo morado.
–Snotlout –lo llamó Astrid dándole otro puñetazo pero en el hombro.
–¡¿Qué?! ¡Él es que presume tanto de su vínculo con los dragones!
–Sí, es icónico –dijo Tuff cruzando sus brazos sobre su pecho.
–¿No será "irónico"? –lo corrigió su hermana.
–Salud –respondió éste.
–Como sea –se quejo Snotlout sacudiendo sus brazos sobre su cabeza –. ¿No puede estar peor que nosotros? ¿Verdad?
–¡¿Qué Hiccup fue qué?! –bramó Honey furiosa cuando le dieron la mala noticia.
Había pasado tan rápido que no se les ocurrió mejor idea que decírselo a la joven gemela Haddock. La encontraron como siempre en su habitación sumergida en su solitario estudio de runas.
–Secuestrado –explicó Tuffnut entre nervioso y sorprendido– por Meatloug, quien a su vez fue secuestrada por Fishlegs. Es una cadena de secuestros que deberían ser investigados por las autoridades. Pero sí habría que culpar a alguien aquí, sería a Fishlegs; ahora entiendo porque estaba tan contento cuando todos nos sumergimos en la miseria. Probablemente ese fue su plan desde un principio, secuestrar al hijo de jefe, el muy truhan.
–¡No me importa quién secuestro a quien! –soltó Honey exasperada plantándose frente al chico Thorston que fácilmente le sacaba una cabeza de altura, pero se veía más intimidado por la pequeña y furiosa Haddock –. ¡Lo que quiero saber es ¿A dónde fue parar Hiccup?!
–Probablemente con los demás dragones –comentó Snotlout sin darle importancia –. Por lo cual vinimos a verte por que tú eres la única que… bueno… –agregó apagado indicado una esquina de la habitación.
Además de Hiccup, el dragón Honey tampoco se había marchado volando con los demás y continuaba en la aldea, aunque al igual que los otros, estaba perdido pero en el mundo de los sueños. Furry se encontraba en aquella esquina de la habitación, acostado panza arriba sobre sus montones de pieles de animales y roncando como si no hubiera un mañana.
–Furry sigue sin despertar –explicó la chica clavando sus ojos en su dragón –, incuso ha dejado de abrir los ojos cuando le hablo. De ninguna manera podrá volar y mucho menos buscar a Hiccup.
–Bueno, entonces nos quedamos sin opciones –aceptó Ruffnut cruzando sus brazos detrás de su nuca –, no más Hiccup.
–Dile eso a mi padre –le gruñó Honey fulminándola con la mirada.
Los tres jóvenes en su habitación tragaron saliva y se miraron nerviosos. Ninguno de ellos quería darle la mala noticia al gran Stoick the Vast, el guerrero y líder vikingo, escuchen su nombre y tiemblen urg urg urg, que su heredero y único hijo varón se encontraba perdido.
–¿Eh? –musitaron Snotlout, Ruff y Tuff como tontos sin que alguna idea se formara en su cabeza, por suerte para ellos, Fishlegs mostró su enorme y redonda cabeza por la puerta de la habitación con un importante anuncio:
–¡Chicos! ¡Chicos! –vociferó –. ¡Parece que Astrid tiene un plan!
–¡Perfecto! –soltó Snotlout aliviado –. Vez Honey, Astrid tiene un plan –agregó con altanería.
–Pues más les vale que encuentren primero a Hiccup antes que yo le diga a mi padre y ustedes cuatro terminen en serios problemas.
–¡Pero todo fue culpa de Fishface! –se quejó el joven moreno indicando el chico regordete que soltó un leve gemido en terror.
–¡Los cuatro! –los amenazó la chica pecosa con una intimidante mirada y un dedo amenazador. ¿Cómo alguien tan pequeña podía ser tan perversa?
Rezaban a los dioses que la idea de Astrid fuera buena.
–Astrid… –musitó Snotlout sin poder creer lo que estaba a punto de decir – está es la idea más estúpida que has tenido.
–¡¿Qué?! –gruñó la rubia poniéndose inmediatamente a la defensiva y enfrentado cara a cara a Snotlout. Se arrepintió inmediatamente de lo que había dicho.
En realidad el plan de Astrid no era muy elaborado o complicado, consistía básicamente en tomar un barco de remos y navegar como si no hubiera un mañana hasta encontrar a Hiccup. Sí, no era el mejor plan.
–¡¿Quiero verte pensar algo mejor Snotlout?! –lo amenazó la chica clavando su dedo varias veces en el pecho de joven.
–Bah –espetó el moreno –. Pensar es para bobos.
–Pues adivina que bobo –soltó Astrid con una mirada de pocos amigos –, al menos que alguien no tenga una idea mejor, buscaremos a Hiccup en el bote ¿entendiste? –luego guardó silencio por unos segundos antes de agregar airosa–: Eso imagine.
Snotlout cruzó sus brazos sobre su pecho mientras contemplaba ceñudo como Astrid preparaba las ultimas amaras igual como les había enseñado Gobber antes de zarpar. Nunca antes habían navegado solos por su cuenta, el mar se encontraba semi-congelado por el invierno y si los adultos no estuvieran tan ocupados preparando el banquete en el gran salón, ya los hubieran detenido de tan desquiciada idea.
Hiccup se había perdido ¿y qué? No era como si no pudiera regresar por su cuenta. Además, Meatloug debió llevarlo hasta donde se encontraban los demás dragón y sin duda el chico usaría su toque mágico para convencer a alguno de traerlo de vuelta ¿no? Ya que los dragones iban a regresar después de todo ¿o no?
Aquella pregunta provocó un vuelco en el corazón de Snotlout. Había estado evitando el concepto constantemente sin siquiera darse cuenta porque. Ahora estaba claro. Le preocupaba… realmente le preocupaba que Hookfang no fuera a regresar. Se suponía que era su dragón… su amigo. No podía abandonarlo como Smooky ¿verdad? ¿Verdad?
Cuando había sido pequeño, Snotlout había tenido un cachorro que su padre le trajo de un viaje a la isla de la tribu Bashem. Era una bola de pelos de color de la ceniza que seguía a Snotlout a todos lados. Eso lo fastidio en un principio, pero pronto se encariñó con su cachorro que terminaban haciendo todo juntos. Su madre pensaba eran adorables, su padre se arrepentía de habérselo dado en primer lugar, ya que al final de cuentas Smooky no resultó ser un sabueso amenazador como le prometió el mercader que se lo vendió. La vida de Snotlout junto con Smooky paso de maravilla, siendo los mejores amigos hasta el día en que simplemente Smooky desapareció o al menos eso le dijo su madre.
El pequeño niño vikingo lloró por días hasta que su padre lo llevó a cazar y lo sermoneó sobre que lo que era ser un valeroso vikingo quienes sobre todas la cosas no lloraba.
Desde ese momento Snotlout no tuvo otra mascota y trataba de no llorar, fue por ello que cuando llegaron corriendo Fishlegs, Tuff y Ruff al muelle, hizo lo posible para ocultar su rostro y quitarse las escurridizas lágrimas que intentaban surcar sus mejillas.
–¡Astrid! ¡Snotlout! ¡¿Adivinen qué?! –vociferaba Fishlegs a todo pulmón mientras se acercaba corriendo.
–¿Consiguieron las provisiones? –preguntó Astrid.
–No –marcó Tuff con alegría y descaro –. Algo mucho más cabron que provisiones.
–¿Cómo qué?
–¡Huevos! –respondió Fishlegs emocionado y con un brillo especial en los ojos –. Huevos de dragones.
–¿Qué? –soltaron Astrid y Snotlout sin poder creer lo que escucharon.
–Así es, una docena completa de huevos de dragón –dijo Ruffnut –. Los encontramos en el pesebre donde Fishlegs tuvo cautiva a Meatloug.
–Todo esto tiempo mi Meatloug ha sido niña –agregó el chico regordete –. Que eso explica muchas cosas en realidad –agregó algo sonrojado.
–Yo ya pedí ser el tío consentidor –aprovechó para comentar Tuff.
–Yo también –dijo a su vez su hermana.
–Neh, tú serías más la tía solterona…
–¿Y donde están? –preguntó Snotlout sacándolo de su estupor.
–¿Dónde está qué?
–¡Los huevos de dragón! –exclamaron a su vez Astrid y Snotlout perdiendo la paciencia.
–Los dejamos seguros y calientitos dentro de algunas cosas en la aldea –le aseguró Tuff asertivo.
–¿Eso es seguro?
–Es por ello que dejamos un solo huevo por casa –explicó Ruff airosa cruzando sus brazos sobre sus pecho.
–Estoy seguro que los cuidaran bien una vez que nazcan y sean los únicos dragones de Berk –terció Fishlegs con emoción –. Será una hermosa sorpresa de snoggle…
Pero antes de que el joven terminara su frase, una terrible explosión se escuchó desde el interior de la aldea, y una estela de humo se despegó hasta el cielo que comenzaba a oscurecer.
–¡Sorpresa! –soltó Snotlout con ironía en lo que los demás jóvenes mirar con horror como las explosiones se duplicaron.
Stoick the vast había pasado épocas difíciles, algunas de hambruna y otras de guerra, pero nunca nada había arruinado tan terriblemente una festividad tan alegre como Snoggletog. La aldea se encontraba casi en ruinas debido a las explosiones de unos bebes gronckles, los dragones mascotas se habían marchado sin saber cuándo regresarían y el pesimismo reinaba en la aldea.
Stoick había enfrentado muchas cosas, pero nunca nada como la tristeza. ¿Cómo podía combatir un sentimiento?
Las cosas no podían empeorar… ¿o no?
–¡Papá! –lo llamó Honey corriendo hasta él a través del bullicio de la aldea.
–Honey ¿Dónde has estado? –soltó Stoick tan pronto la vio acercarse, clavó su rodilla en la nieve para quedar a la altura de su pequeña hija –. Esto es un desastre. Snoggletog está arruinado y no encuentro a tu hermano por ningún lado.
–Papá, precisamente es de Hiccup de quien debo hablarte…–comenzó a explicar la niña antes de que fuera interrumpida por un rugido en la lejanía.
Aquel llamado se intensificó poco a poco hasta retumbar completamente en toda la aldea de Berk, sus habitantes que ya se habían familiarizado con ese ruido, dejaron todo lo que estaban haciendo y volvieron sus miradas al cielo. En la distaría y en el horizonte escurecido por los primeros minutos de la noche, una curiosa silueta comenzó a dibujarse en lo que se acercaba poco a poco a Berk. Los habitantes de la isla, vikingo guerreros de corazón no temieron ante la posibilidad de algún peligro, pero como paganos supersticiosos murmuraron entre ellos con duda. Fue hasta que la extraña estructura estuvo a una distancia considerable para distinguir su forma, fue cuando se percataron que no se trataba de un ser único volando hacia ellos, sino cientos que aleteaban con fuerza.
–¡Es Hiccup! –gritó Honey percatándose de la presencia de su hermano.
–¡Y nuestros dragones! –agregó a su vez Astrid incitando el bullicio en la aldea.
Habían vuelto todos, estaban en casa.
Finalmente había un motivo para celebrar en Berk y nada mejor que una fiesta en el gran salón por Snoggletog y el regreso de los dragones. Y como un regalo por parte de ellos y los mismos dioses, una multitud de dragones bebes fueron recibidos con alegría por los habitantes vikingos de la isla. En su historia de luchas contra aquellas bestias, ningún habitante de Berk había llegado a ver a un dragón tan pequeño, y no se podía negar que eran adorables.
Pequeños nightmares, nadder y zippleback en pequeñas dimensiones para cargarlos en brazos, con grandes ojos y diminutas garras; los niños alocaron con ellos y las madres de casa. Los jóvenes jinetes no estaba ausentes de esa alegría, ya que cada uno había obtenido su dotación de bebes de dragón. Astrid tenía tres pequeños nadder de diferentes colores, Snotlout seis montrous nightmares igual de rojos que Hookfang, Tuff y Ruff dos zipplebacks idénticos a Barf y Belch, más la docena de gronckles de Fishlegs.
–Esto explica mucho –dijo el joven regordete tratando de cargar al mismo tiempo la mayor cantidad de los bebes de su Meatloug –. El comportamiento de los dragones en los últimos meses, su partida para tenerlos en un lugar apartado de su hogar, todo tiene tanto sentido ahora. Deberé hacer un exhaustivo reporte de este descubrimiento.
Hiccup solo asintió en silencio, tratando que su pesimismo arruinara el buen humor de su amigo. Era verdad, todos los dragones había vuelto, excepto Toothless. Hiccup había viajado hasta esa lejana isla volcánica en el lomo de Meatloug, la había recorrido de arriba abajo y regresado Berk con cada uno de los dragones excepto el suyo.
¿Por qué? ¿Dónde estaba Toothless?
El muchacho se sentía más que deprimido, estaba incompleto. En el tiempo que él y su dragón formaban un vinculo se habrá vuelto dependiente de él, como viceversa, eso hasta que construyó la cola automática haciendo a Toothless completamente independiente. En cierta forma se maldecía a sí mismo por haberlo hecho, pero sentía que debía. No solo porque había un sentimiento de deuda con el nightfury después de haberle quitado esa capacidad en primer lugar, sino también porque quería descubrí si Toothless lo dejaría como los demás dragones… y al final lo hizo. Eso fue como una puñada en su corazón; era como si Toothless solo hubiera estado usándolo todo ese tiempo.
–Sé lo que estas pensando, Hiccup –dijo de repente una voz conocida sacándolo de su pensamientos –. Y te puedo asegurar que estas equivocado.
Hiccup se volvió en sus pasos para toparse nada menos que Honey, algo solitaria en uno de los rincones del gran salón. Su hermana gemela estaba recargada contra la pared, a un lado del cuerpo inconsciente de Furry que continuaba en el mundo de los sueños.
–¿Cómo sabes que estoy pensando? –soltó Hiccup asiéndose el escéptico, pero Honey le devolvió una mirada que le dejo en claro que no podía engañarla. Ella lo conocía mejor que nadie –. ¿Por qué no estaba con los demás, Honey? ¿Por qué no vuelve?
–No lo sé –dijo ella con sinceridad y hasta casi crueldad –. Tal vez por la misma razón que Furry no despierta –luego volvió la mirada a su dragón que seguía ausente de la realidad.
El muchacho pecoso contempló la preocupación en el semblante de su hermana sin saber que era mejor, no tener un dragón para nada o tener uno y no saber cómo ayudarlo.
–Tal vez se harto de mí…
–Por favor, Hiccup –soltó su gemela con una leve sonrisita –. Yo volaba también sobre él y se perfectamente que nunca se hartaría de te ti. Ustedes tienen una conexión única… solo que… actúa como un dragón y hay mucho que aún no sabemos de ellos.
El joven pecoso la contempló en silencio meditando en sus palabras y lo verídicas que resultaban. Después de todo, se suponía que él era quien podía entender a los dragones y existía cosas que aún no comprendía de su naturaleza.
–Y ¿Qué haces sola aquí? –preguntó Hiccup cambiando bruscamente el tema.
–Siempre estoy sola en las fiestas, Hiccup –respondió Honey con un puchero –. Bien lo sabes.
–Y también sé que te mueres por bailar –agregó él con una sonrisa picara indicando la pista de baile en centro del salón donde varios Hooligan brincoteaban como locos cargados de alegría y licor.
Era un hecho, aparte de cantar, Honey adoraba bailar. Siempre que cría encontrarse sola se ponía a danzar cualquier melodía; Hiccup la había atrapado infraganti en varias ocasiones. Pero nunca se había atrevido hacerlo en público y justamente en ese momento, sus mejillas pecosas se encendieron al solo escuchar la sugerencia de su hermano.
–¿Qué? ¡No! –musitó ella negando vehementemente con sus manos y cabeza.
–¿Por qué no?
–Por… ¡sabes que no voy bien con las fiestas!
–Eso era antes, ahora eres la respetada hija del jefe y futura vala de Berk. Creo que puedes darte el lujo de disfrutar de una pieza.
Las palabras del chico dieron directo en el corazón de su hermana, quien abrió sus ojos tan grandes como plastos y pasaron varias veces de la pista a su hermano.
–Pero… –masculló ella con pena y frotando su manos –. ¿Quién bailaría conmigo?
–A mí me encantaría –dijo Hiccup con una amorosa sonrisa y tomando las manos de su hermana gemela, pero en cambio de llevarla a la pista de baila le indicó otro de los extremos del salón –. Pero estoy seguro que a él estará más emocionado de que se lo pidas.
Los ojos verdes de Honey se volvieron al punto que le indicó su hermano y se topó con la enorme figura de padre, quien miraba la reunión y los bailarines con orgullo. Ambos sabían que Stoick era un apasionado de baile por palabras de Gobber, pero desde la muerte de la madre de ambos éste lo había dejado. Ya llegaba el momento que tuviera otra pareja de baile.
Una sonrisa se dibujó en el rostro de Honey, antes de dejar a su hermano y marchar por todo el salón y alcanzar a su padre. Hiccup sintió un golpe en el corazón cuando vio como el rostro de su padre se iluminaba ante la tímida invitación de su hija. Pronto, tomados de las manos se unieron a la pista y duplicaron los pasos de los bailarines de aquella melodía de fiesta.
–Fue maravilloso lo que hiciste Hiccup –dijo una voz detrás de él nuevamente, pero en esta ocasión se trataba de Astrid –. Encontraste a los dragones, animas a la gente y trajiste la felicidad a la aldea. Algo que ni siquiera yo pude conseguir.
–Sí… felicidad para todos… –dijo cabizbajo bajando la mirada, pero Astrid no perdió un segundo en tomar su manos forzar a alzar los ojos. Su héroe no podía bajar la mirada.
–Así es y por eso gracias. Gracias por hacer de nuevo Snoggletog especial –agregó antes de plantarle un fugaz beso en los labios que encendió las mejillas de ambos. Astrid cubrió su pena, arrojando sus manos alrededor del cuello de Hiccup y abrazándolo con fuerza contra su pecho. Resultaba consolador el calor que provenía del otro, aún así Astrid pudo percatarse que Hiccup se ponía tenso.
–Astrid ¿Dónde está Toothless?
–No lo sé… –respondió ella sin saber cómo exactamente animarlo.
Cuando de repente escuchó un ruido por la puerta que la obligó a levantar la mirada sobre el hombro de Hiccup. Abriendo levemente la puerta como lo haría un gato curioso, el nightfury hizo su aparición en la fiesta.
Astrid sonrió. Ahora sabía cómo animar a Hiccup.
Para la mañana siguiente, Berk seguía congelado pero un extraño ambiente de satisfacción y paz lo llenaba, a pesar de las casas y construcciones destruidas. Finalmente el Snoggletog había llegado.
Hiccup estaba mucho más que feliz, había recuperado a su nightfury y mucho más; le había demostrado que lo necesitaba rechazando su nueva cola automática y pidiéndole la de pedales. La misteriosa desaparición de su dragón de ébano se trató solamente de una búsqueda, una por su casco perdió. Hiccup estaba más que conmovido. Después de todo Toothless quería ser uno con su jinete, tanto con éste lo deseaba. Después de unas cuantas horas de agradable vuelo matutino, ambos regresaron a su hogar buscando algo para comer, cuando escucharon unos cuantos gritos provenientes del segundo piso.
–¡Honey! –soltó Hiccup en pánico corriendo las escaleras y seguido de cerca por su dragón de ébano –. ¡¿Qué pasa?!
Su gemela se encontraba parada en el centro de la habitación y antes su llegada se volvió hacia él, para luego en silencio indicarle con su dedo la esquina donde dormía Furry. Sus ojos brincaron a ese punto para descubrí un par de alas extendidas que sobresalían de entre las pieles de animales. Eran enormes pero principalmente, estaban cubiertas por largas escamas que le daban el aspecto de estar emplumada.
De una fuerte sacudida, Furry se levantó de su lecho soltando un largo bostezo, mostrando así su poderosa dentadura.
–¿Qué le pasó? –soltó el muchacho, quien en compañía de su hermana se aproximaron al Howl que se desperezaba sacudiendo su cabeza como un perro.
–No lo sé –dijo ella, dando unos pasos con cuidado a su dragón, pero Furry en cambio lanzó su cabeza a ella y la frotó con afecto contra su abdomen –. ¿Soy yo o parece más grande?
Hiccup trató de asimilar lo que estaba sucediendo, en lo que Toothless se acercó a su hermano dragón y olfateando mutuamente la nariz.
–Un estirón de sueño –dijo el muchacho recordando las palabras de Gobber solía utilizar para darle esperanzas cada vez que le preguntaba en qué momento crecería–. Creció mientras dormía.
–Hiccup, Furry ya es un dragón adulto ¿Cómo puede seguir creciendo?
–No lo sé. Hay mucho de los dragones que no sabemos, especial los de nosotros –dijo el gemelo recordando las propias palabras de su hermana –. Recuerda lo que dice el manual de dragones sobre los Woolly Howl, que al llegar a cierta edad se vuelven solitarios y solo buscan compañía de los de su especie cuando son jóvenes. Es por eso que no se fue volando con los demás, en cambio entró en un estado de hibernación que lo hizo más grande, y tal vez más fuerte.
–Wow –soltó Honey frotando las escamas cafés de la cabeza de su dragón, quien respondió a su afecto con un gruñido –. ¡Hay que probarlo! –agregó rápidamente con emoción.
Hiccup no pudo más que asentir con la cabeza antes de que los cuatro salieran corriendo de la casa y emprendieran el vuelo al horizonte helado. Entre risas volaron sobre la isla, felices antevíspera de días muchos más alegres. Lo que ellos no sabían, era que un habitante de Berk no estaba muy contento con el regreso de los dragones y estaba pensando justamente como solucionar ese problema de una vez por todas.
Hola a todos y felices fiestas a todos.
Lamento tener que prologar los tiempos entre capítulos pero la verdad es una gran ventaja para mí, porque justamente la semana pasada estuve muy enferma de gripe y no pude escribir gran cosa.
Quiero darle gracias a todos aquellos que siguen esta historia, a los que se animaron a leerla a pesar de su largo y los nuevos seguidores. Ustedes lo hacen posible.
En este capítulo quise que se viera desde otros puntos de vista, conocimos un poco más de Snotlout y es algo que quiero practicar en más capítulos en el futuro. Claro, Hiccup y Honey son los principales, pero quiero darles más anticipación e importancia a los demás a parte de Astrid. Con el crecimiento de Furry quise hacer mencionar ahora que es un Titanwing, lo que lo convierte en el dragón más viejo de los jinetes.
Bueno, espero que hayan disfrutado de éste capítulo alegre, ya que el siguiente problemas de los gemelos no sea tan divertido.
Eso sería todo por mi parte y nos vemos el próximo año: 9 de enero. Que tengan felices fiestas y prospero año nuevo.
