Cómo entrenar a tu dragón (How To Train Your Dragon) está basada en la serie de libros de mismo nombre de la autora británica Cressida Cowell, y realizada por Dreamworks Animation.
No poseo ningún derecho sobre los personajes y detalles originales de HTTYD.
El propósito de este FanFiction es el de entretener, con eso ya dicho, por favor no me demanden.
DRAGONS: A Twins Story
A las armas
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La isla de los dragones, una formación callosa donde la brutalidad se mesclaba cada día con lo cotidiano. El hogar original de los dragones, aquella isla estaba plagada de estas criaturas escamosas y escupe fuego que no tenían nada que invertir sus vidas, que dormir cazar y cuidar de sus crías. Ya hacia unos largos meses que la paz había llegando a aquella tierra de salvajismo y fuerza bruta, cuando la emperatriz de aquellas bestias sucumbió ante el embiste de un solo nightfury y su jinete.
Ahora, los dragones de todo el archipiélago barbárico podía encontrar paz en su propio territorio, si necesidad de enfrentar a los vikingos en busca de constante alimento. Sí, la buena vida había regresado a la isla de los dragones y estos no tenían deseos de marcharse de su hogar… con excepción de un grupo en particular que se encontraba anidando en las playas de rocas volcánicas al este de la isla.
Esos eran los dragones Berk… o una vez lo fueron, eran los especiales y elegidos no solo vivir en aquella isla sino también para poder convivir cara a cara con los habitantes de la aldea. Eran dragones únicos, entrenados y educados para estar junto a los humanos más tercos posibles, los vikingos hooligans peludos.
Casi dejados a su suerte en aquella isla, los dragones esperaban en el mismo punto donde sus amos los dejaron, expectantes y ansiosos de ver sus naves de vuelta en la costa, indicándoles que era el momento de regresar a casa. Ya una semana había pasado y nada de sus queridos vikingos.
Pero estos seguían pacientes, soportando la necesidad de regresar por su cuenta a su antiguo territorio y con sus antiguos amos. Solo la ultima orden que había recibido, era lo único que los mantenía en su lugar. Nadders, Monstrous Nightmares, Gronckles, Zipplebacks y más, tanto pequeños y como grandes, se amontonaban en grupos consolándose ante la ausencia de sus humanos.
Quién diría que aquellas terribles bestias escupe fuegos resentían terriblemente la ausencia de los seres que alguna vez levantaron sus armas en su contra. Era increíble y estresante; tanto, que Hookfang comenzó una pelea sin necesidad contra Barf y Blech, hasta casi volar toda la costa con sus explosiones si no fuera por el ensordecedor chirrido del Nightfury que los detuvo de inmediato.
Al igual que resto de los dragones, Toothless sufría de la ausencia de su jinete y si no fuera porque no podía volar por su cuenta, desobedecería la orden de Hiccup y regresaría inmediatamente a Berk. El dragón de ébano no entendía porque habían sido castigados de aquella manera, pero debía ser fiel a las palabras jinete y esperar a su regreso.
Toothless alzó la vista en el cielo, ansioso por regresar a aquellas nubes acolchadas sobre su cabeza, donde su buena y mejor amiga Stormfly volaba en círculos ante la ansiedad. Sus crías revoloteaban detrás de ellas pidiéndole alimento. Debajo de su sombra, reposaba sobre una pila de rocas Meatloug rodeada de su gran camada, que chirriaban alegremente entre sus juegos ante la ausente mirada de su madre, pérdida en el océano. Toothless sabía bien como sufría Meatloug ante aquella situación, incluso, más que él.
La frustración se apoderó por un segundo del nightfury que soltó un estallido contra las rocas entre sus patas, encendiéndolas como carbón incandescente. Pero de nada eso le servía; quería volver a Berk, ver a su escuálido vikingo y estar juntos. Ellos se completaban.
No encontraba solución y mucho menos ayuda. Los nadders y gronckles eran dragones de parvadas, cuya naturaleza les impedía desobedecer a sus líderes, en ese caso los vikingos. Los nightmares eran más orgullosas pero respetaban sus jerarquías, para ellos, estaban primeros los humanos que los alimentaban. Los terrors y zipplebacks, tal vez criaturas más solitarias, pero increíblemente territoriales, se adaptaban inmediatamente a su nuevo hogar una vez que había sido desplazados por sus amos. Toothless era más listo, más independiente y más osado que la mayoría de los dragones y deseaba desobedecer, pero no podía hacer nada él solo y para su desgracia, el único que podía ayudarlo no se había movido de su sitio desde su llegada a aquella costa.
El nightfury alzó la vista hasta el acantilado de roca aquel terreno de roca volcánica, donde entre las callosas piedras una figura dormía plácidamente. No importante cuando Toothless le rugió a su hermano de familia vikinga, Furry se negó en emprender el vuelo y regresar a Berk, como si supiera de antemano que esa era el lugar que debía permanecer hasta algún inminente suceso, que al parecer éste intuía que sucedería en cualquier momento.
Toothless saltó un último bufido hacia Howl siendo ignorado olímpicamente por él, antes de volverse de nuevo al mar, esperando y deseando que Hiccup regresara pronto.
–Muy bien, montón de mozalbetes haraganes –soltó Gobber a sus jóvenes aprendices mientras los evaluaba uno a uno con la mirada –, ha llegado el momento que estado evitado tanto tiempo… es hora de que aprendan a usar correctamente las seis armas vikingas.
El herrero dio un paso a un lado para dejar al descubierto específicamente los seis aditamentos de guerra que sobresalían de una mesa de madera, en el centro de la academia de dragones.
–La lanza, el arco, el mazo, el hacha, la daga y la espada –enumeró Gobber mientras marchaba alrededor de la fila que hacía los siete jóvenes aprendices frente a la mesa –. Entre una de ellas se encuentra su destinada, aquella que sus manos se adaptara mejor que las demás, hasta convertirse en una parte más de su ser – las palabras del instructor resonaron en la silenciosa academia, que estaba sumamente tranquila de los normal –. Pero solo porque descubramos cual es su arma destinada, eso no implica que no aprenderán a usar las demás. Es una vieja tradición y una necesidad que sepan manejar cada una de las seis armas vikinga –los chicos continuaron mudos entregando su completa atención al herrero que se consternó ante tal devoción, pero entendía que era los que les sucedía a sus jóvenes aprendices –. Además con los recientes eventos, creo que no es solo importante, sino de vida o muerte que estén adiestrados en el correcto uso de las seis armas.
De nuevos, los siete chicos continuaron en silencio, sin comentar nada inapropiado o arrogante de su parte. Cada vez estaban más raros.
–Como decía… –tosió Gobber mientras un escalofrió recorría su espalda – ante la reciente, muy reciente escases de armas en Berk, es sumamente importante que aprendan a manejar y utiliza cualquier de estas seis armas, que no saben cual llegaran tener a su alcance durante un combate. Ya están a edad de sacarse los dedos de las narices y utilizar sus manos en algo de verdad importante –soltó con potencia – combatir como verdaderos guerreros vikingos.
Los jóvenes aprendices no soltaron ni un pio ante las palabras de Gobber y su dramatismo; en cambios sus ojos, siete pares de ojos, grandes y expectante, quedaron clavados en su redonda figura. El herrero no pudo evitar sentirse desnudo antes la mirada penetrante de sus chicos.
–Publico difícil –comentó acomodando su cinturón en su redonda cintura–. Continuando con lo que decía, se han creído mucho los últimos meses ustedes pequeños haraganes ineptos, volando sobre sus dragones y todo, pensando que podrían evitar esta parte de su entrenamiento vikingo. Pues, ya ven que no zoquetes, ahora no les quedan dragones ni manera de cómo defenderse, que harían si tuvieran que enfrentar a un Uglitug, un Berserker u Outcast en este momento ¿eh? ¡¿EH?!
No obtuvo respuesta. Gobber alzó su mano y garfio al cielo en señal de derrota. No podía sacar ni una reacción de aquellos muchachos. Pero ellos tenían razones para estar en aquel estado casi catatónico; los siete chicos habían sido separados despiadadamente de sus dragones.
Había pasado un poco más de una semana desde los susodichos sucesos que llevaron hasta esa situación y aquel comportamiento de los chicos. Justamente en el cumpleaños número trece de Hiccup y Honey. Se había preparado una gran fiesta y banquete en el gran salón en honor a los gemelos Haddock, quienes por primera vez en muchos años disfrutarían de una celebración tal cual. Pero cuando pasaron a través de las grandes puertas dobles de roble, se toparon nada menos que con la destrucción y el pandemónium.
Las decoraciones estaban hechas añicos por garras, la comida devorada y esparcida por el suelo y los regalos destruidos. Los principales culpables de tal caos fueron Brisket, Ham hock, Sausages, Pot roast, los cuatro nightmares bebes de Hookfang, quienes dormían plácidamente recostados en un rincón del gran salón.
A Hiccup y Honey no les importó en lo más mínimo que los dragones arruinaran su sorpresa de cumpleaños, pero para su padre que había puesto gran empeño en ello terminó sumamente molesto, al igual muchos de los vikingos que había participado en el planeación de aquella fiesta.
Pero aquello no fue lo que finalmente derramó el tarro de paciencia de la aldea, pero sí lo dejo casi al borde. La tragedia ocurrió en menos de un día, mientras la irritación seguía a flor de piel; en lo que caía el atardecer sobre la isla, la armería explotó en llamas sin motivo o razón aparente. Cuando el escuadrón contra incendios logró extinguir el fuego, el calor ya se había apoderado de los aldeanos que arremetieron contra los dragones, entre ellos en particular el nightfury de Hiccup. Tales acusaciones solo pudieron venir de una sola persona, la misma que aprovechó la tragedia para echar más leña al fuego. Mildew, utilizando su posición de anciano, animó a las masas inconformes de Berk a revelarse contra los dragones y exigirle una solución a su gran líder vikingo.
Stoick quedo atrapado entre la espada y la pared. En contra de su pesar y el mal que significaba para sus hijos y los amigos de estos, los dragones fueron expulsados de Berk temporalmente como dictaba la ley vikinga ante algún miembro problemático en la aldea. Mildew pidió el destierro completo, pero Stoick que sabía que las acciones de los dragones no eran mal intencionadas y que eso afectaba a los jinetes; prometió que estos podrían regresar el día en que descubrirán a que se debía aquel comportamiento destructivo.
Así que a pesar de las suplicas y llantos (especialmente de Snotlout, Fishlegs y Tuffnut) los dragones fueron guiándolos por la larga flota de Berk de regreso a la isla de los dragones donde permanecerían hasta que se levantara el castigo. Los chicos de la academia de dragones estaban decepcionados y deprimidos, no solo eran jinetes sin sus monturas, les habían quitado a sus mejores amigos.
Prometiendo que regresarían pronto con ellos, aunque fuera solo para visitarlos, Hiccup, sus amigos y los pocos vikingos que lamentaban la separación de sus dragones mascotas, partieron de nuevo a Berk sin la compañía de sus compañeros escamosos. Y desde entonces, los chicos y la aldea no eran los mismos.
Pero también existían otras preocupaciones que la ausencia de los dragones, al haber explotado la armería, el inventario de armas de Berk estaba reducido considerablemente, dejándolo sumamente desprotegidos. Claro cada vikingo de Berk tenía sus espadas o hachas particulares, las que cargaban consigo cada día, sus favoritas o las que decoraban en su casa; pero muchas de ellas eran ornamentales o tenían valor sentimental como para utilizar y arriesgarse a perderla en una batalla. Berk necesitaba armas y rápido.
Era época de paz, la guerra con los dragones había terminado hacía meses y no había peligro inminente; pero vikingos desarmados era blancos fáciles, incluso para sus principales aliados. Stoick sabía eso y tuvo que llevar la situación con cuidado y arriesgarse a no tratar de obtener armas fuera de la isla para no informar la desafortunada situación que enfrentaban. En cambio, ordenó a Gobber una producción masiva de estas armas para compensar las pérdidas; por desgracias y aún con la ayuda de su joven asistente, la herrería era un proceso lento y de paciencia. Tardarían semanas antes de completar la cuota requerida.
Así que tratando de no perder la calma, la aldea continuó con normalidad, procurando no mostrar la desventaja en que se encontraban. Gobber lo veía como el momento perfecto para que sus jóvenes aprendices entendieran la importancia de conocer el uso de cada una de las seis armas vikingas en combate. Aún así, sus intenciones quedaban opacadas por la falta de entusiasmo de los chicos, quienes parecían muertos vivientes ante la falta de sus queridos dragones.
Aunque la mayoría de ellos tuvieran el conocimiento básico de cómo utilizar alguna de aquellas armas, era obvio que les faltaba experiencia para utilizarlas adecuadamente, además debían descubrir cuál era la idónea para cada uno de ellos. Así que Gobber puso manos en la obra y trató de dejar a un lado la tristeza de sus aprendices, empezando con los movimientos básicos de cada arma, siendo la forma perfecta de demostrar cuál era su destinada.
Por desgracia, la falta de entusiasmo dejo en pésimo intentos los movimientos de los chicos al tratar con cada una herramientas de guerra. Al final de la tarde y completamente decepcionado de su primer día de entrenamiento, Gobber solo tenía claro que el arma destina de Astrid era el hacha, aunque eso se podía predecir desde la infancia de la niña rubia. Todos los demás estaban lejos de demostrar su verdadero potencial, y en el caso de Hiccup y Honey, ni siquiera llegaron a levantar alguna de ellas.
–Por la peluda barba de Odín –se quejo por lo bajo Gobber siendo el último en abandonar la academia, una vez que todos los aditamentos usados en el entrenamiento se encontraban guardados –. Me lleva Loki –continuó maldiciendo mientras se rascaba la barbilla y escupía en el suelo.
Tenía que tomar otro camino si quería convertir esos siete muchachos en verdaderos vikingos y así cumplieran su rito a la madurez.
A la mañana siguiente, Gobber decidió dejar a los chicos libres por un día, eso le daría tiempo de planear una mejor estrategia para el entrenamiento y dejarse de arrancar los pocos cabellos rubios que le quedaban en su fea cabeza ante la desesperación; así como preocuparse por la falta de armamento en la aldea y lo desprotegida que ésta se encontraba sin la presencia de los dragones. Además, quería que los muchachos se dieran un tiempo para superar esa lastimera actitud no digna de vikingos que había adoptado y cargaban sobre sus hombros como un calvario.
Pero Hiccup tenía otros planes para sus compañeros jinetes, más importante que la depresión grupal. Había hecho un descubrimiento hacía un par de días que cambiaba totalmente la situación. Justamente después de tener que abandonar a Toothless a su suerte en la isla de los dragones, Hiccup ya no tenía ninguna escusa coherente para no arreglar el techo de la choza de Mildew, una tarea que había evitado a toda costa y descaradamente. Pero ya que no tenía escapatoria, pero prefería hacerlo a escondidas, sin que el viejo decrepito se diera cuenta que estuva ahí. ¡Por Thor! De lo contrario, el viejo se aseguraría en convertir su castigo en una tortuosa tarea inolvidable.
Pero como un capricho del destino o de los mismos dioses, al creer encontrarse solo, Mildew realizó algo que Hiccup nunca se imaginó llegar a presenciar.
–¿Mildew arrojó unas garras falsas de dragón al océano? –le había preguntado Honey esa misma noche cuando le relató todo lo que había visto en el hogar de viejo loco.
–Sí, y no es todo –contestó Hiccup con insistencia y fervor –, también tenía unas especies de botas que igualaban las huellas de un dragón y en su casa había unos tarros que semejaban los que perdió la señora Larson.
–Hiccup ¿Estas tratando de decir lo que creo que tratas de decir?
–¡Sí! ¡Mildew es quien ha estado detrás de todo! Los dragones no estaban actuado raro. Los robos, los objetos perdidos, la destrucción, solo eran actos de Mildew para incriminarlos. ¿Por qué otra razón tendría garras falsas de dragón en su casa que luego arrojaría por el acantilado?
–Pero Hiccup…
–¡Vamos, Honey! –la interrumpió su hermano algo desesperado –. ¡Sabes cómo es el viejo cascarrabias! ¿Quién más quería los dragones fuera de la isla que él? Es único beneficiado en todo esto –continuó marchando por su habitación como enajenado mientras sacudía sus brazos sobre su cabeza –. Además, tú dijiste que viste una persona detrás de los robos, junto a la pila de objetos en una cueva en la que por cierto, casi ningún dragón cabe.
–¡No, Hiccup! ¡Te creo! –le dejo claro su gemela al ponerse de pie y sujetarlo del rostro para llamar su atención –. Todo tiene sentido y apunta a Mildew. Pero date cuenta de lo que estás diciendo: estás apunto de acusar de alta traición a un compatriota Hooligan, que aunque sea un demente antipático sin corazón, es un aciano –puntualizó Honey clavando sus grandes ojos verde esmeralda en los de su hermano –. Si vas a recorrer ese camino, vas a necesitar pruebas.
Hiccup se perdió en la mirada energética de su hermana procesando lo que había dicho y rápidamente su mente le dio una solución.
–Tenemos que encontrar esas garras falsas.
Resultaba mucho más fácil decirlo que hacerlo. Los jóvenes jinetes de dragón pasaron toda la mañana recorriendo de lado a lado la playa de Thor sin encontrar rastros de los susodichos aditamentos incriminatorios de Mildew. Cuando comenzaron a desesperarse con el poco avance, Hiccup tomó una medida necesaria y separó al grupo en dos para cubrir más terreno.
–Esto es inútil –soltó fastidiada Ruffnut unas horas más tarde, mientras pateaba algo de la arena de la playa.
–Completamente –puntualizó su hermano –. Podríamos estar haciendo algo más destructivo, digo productivo –agregó rápidamente – que esta estúpida búsqueda.
–Sí –dijo Ruff con una sonrisa malvada –, como hacer confesar a Mildew.
–O prenderle fuego a su casa, lo que sucediera primero –comentó Tuff resignado.
–Nadie va a prender fuego a algo –marcó Honey en cuclillas examinando entre algunas rocas sin éxito – o alguien –agregó ante alguna parábola que podrían encontrar los gemelos Thorston en sus palabras –. Al menos no todavía, primero necesitamos esas garras para demostrar la culpabilidad de Mildew.
–Sí es que las encontramos –agregó de la nada Fishlegs sumamente deprimido. El joven regordete se sentía sumamente derrotado. No solo había fallado en entender el comportamiento de los dragones, fallándole así a Hiccup y compañeros vikingos, sino también había sido separado de su querida Meatloug.
–Esa es la actitud Fishlegs –soltó Ruffnut dándole un puñetazo simpático en el hombro –. Somos unos malditos buenos para nada –agregó con orgullo colocando sus manos en la cintura.
–De acuerdo, entiendo –dijo Honey perdiendo la paciencia. Se puso de pie haciendo frente a los otros tres jóvenes que se encontraban del peor humor posible –; las cosas no se ven bien. Pero por los dioses ¿no están exagerando? ¿Y es mí a la que acusan de antipática?
–No es sencillo, Honey –masculló Fishlegs lastimeramente –. Haya sido Mildew o no, él ya ganó. No tenemos a nuestros dragones y es posible que nunca los recuperaremos –el labio del chico regordete tembló un poco antes de sollozar –. Pobre de mi Meatloug que estará haciendo en estos momento sin mí ¡¿Y qué haré yo sin ella?! ¿Cómo voy a sobrellevar su ausencia? ¿Quién me lamerá los pies en las mañanas?
–Arg –gruñó Ruff con asco –. Yo sugiero que Tuffnut lo haga –agregó con su característica sonrisa.
–Está bien –dijo el gemelo rubio sin interés –. ¿A qué horas de la mañana debo estar ahí?
–Olvídelo –se quejo de ultimo Fishlegs sacudiendo una mano en el aire, antes de darse media vuelta y alejarse de la playa, dejando a sus compañeros solos con su búsqueda. Ralamente la depresión les estaba pegando fuerte a los jóvenes jinetes, y si no hacía algo pronto, ya no tendría energías para continuar.
Y hablando de continuar:
–Ya que Fishlegs desertó ¿Podemos hacerlo nosotros también? –preguntó Tuffnut acompañado de su hermana que asentía con alegría, esperando la respuesta de la gemela pecosa.
Por unos breves segundos Honey pensó en un comentario lógico y coherente para objetar, pero también el fastidio se había apoderado de ella:
–Ya que –dijo dejando caer sus brazos a los costados –, no tiene sentido seguir aquí. No hay la remota pista de donde quedaron los… –pero antes de que terminara sus palabras la mirada de Honey se perdió en un punto sobre la cabeza de los gemelos Thorston y las palabras murieron en su boca que quedo entreabierta.
–Hey, la tierra a Honey –la llamó Ruff sacudiendo sus manos frente a sus ojos.
–¿Acaso estás viendo a eso feos cuervos? –señaló Tuff con su pulgar a las dos aves negras que granaban entre las rocas del acantilado –. ¿O son ellos los que nos vieron feo?
–¿O tal vez son ellos los que están detrás de todos esto? –sugirió su hermana volviéndose hacia la aves sobre sus cabeza –. ¡Hey, estúpidos no se van a salir con la suya! – gritó alzando un puño.
–Hey, Honey ¿Y si les damos una paliza? –sugirió Tuff siendo ignorado por la gemela Haddock que comenzó a alejarse de repente en dirección a la aldea.
–¡¿A dónde carajos vas?! –le gritó la gemela rubia.
–¡Regresamos a la aldea! –contestó Honey sin detener la marcha –. ¡Algo malo esta por suceder!
–Hiccup ya revisamos el acantilado, la playa, la orilla del bosque y la colina –puntualizó Astrid mientras el atardecer comenzaba a oscurecer las tierras de Berk –, sin encontrar ni una pista que no ayude a desenmascarar a Mildew ¿Tal vez…? –dijo tímidamente pasando su mano en el hombro de Hiccup, quien tenía la mirada perdida en la oscuras aguas oceánicas que rodeaban a la isla – ¿Tal vez no hay nada que podamos hacer?
–Tiene que haberlo, Astrid –comentó Hiccup sin querer darse por vencido. En su mente estaba muy presente cierto dragón negro y el resto de los de su especie –. Simplemente no pudo haber ocultado toda la evidencia –marcó tomando la mano de ella en lo que se volvía para mirarla a sus ojos azules –. Es Mildew de quien estamos hablando, la misma persona que creyó que Odín le habló en sueños y le advirtió de un yak volador que podía hablar, atacaría la aldea. Él no es una mente brillante que pueda desarrollar un plan infalible que nos arrebate a nuestros dragones. Debió cometer un error, un descuido que nos permita demostrar que él estuvo detrás de todo, que traicionó a la aldea, a su gente y a los dragones, y… y … y Snotlout… ¿Se puede saber que carajos estás haciendo? –agregó de ultimo dejando caer sus brazos a sus costados.
La mirada del gemelo pecoso se enfocó solamente en su primo que se encontraba con la mitad de su cuerpo dentro de un cesto grande mimbre que había insistido en cargar en su espalda todo el día. Ante las palabras de Hiccup, el joven moreno sacó su cuerpo del cesto y con una mirada de inocencia trató de fingir indiferencia, pero curiosamente uno de sus brazaletes de cuero estaba prendido en llamas.
–No tengo idea de que estás hablando –respondió mordazmente mientras intentaba apagar el fuego en su brazo con insistencia –. El perder a tu dragón está afectado tu mente, Hiccup –dijo de ultimo ganándose una mirada despectiva tanto de su primo como de la rubia a su lado.
–Snotlout ¿Qué llevas en ese cesto? –le preguntó Astrid entrecerrando la mirada y cruzando los brazos sobre su pecho.
–¿Cesto? ¿Cuál cesto?
A pesar de sus pésimos intentos de parecer discretos, Hiccup y Astrid avanzaron hasta él, y utilizando la fuerza (en el caso de la rubia), abrieron el cesto de mimbre para ver su contenido. Dentro se encontraba los cuatro crías de Hookfang dormitando una sobre la otra.
–¡Hey! – se quejo Snotlout.
–¿Qué hacen Brisket, Ham hock, Sausages, Pot roast en la isla? –preguntó Hiccup cerrando lentamente le cesto para no despertarlos.
–¡¿Qué?! ¡Yo no tenía idea que estuviera ahí! –trató de defenderse el joven posando sus manos en su pecho –. Debieron meterse por su voluntad antes de que dejáramos a los demás en la isla de los dragones.
–Sí como no, y mi hacha no tiene filo –soltó Astrid arisca y escéptica tomando su confiable arma y balanceándola entre sus manos, ante la mirada tímida de Snotlout–. ¿Lo hicieron ellos solos y sin ayuda de nadie? ¿Acaso tenemos cara de imbéciles?
–Tú Astrid, nunca. Hiccup, un poco.
La joven aprendiz de guerrera tomó a Snotlout del brazo y de un solo movimiento le realizó una llave de lucha que lo dejo con la mejilla en el pasto, lloriqueando y pidiendo perdón.
–¡No es suficiente! –insistió Astrid con vehemencia. El haber perdido a su dragona había acabado con la poca paciencia que alguna vez pudo tener.
–Astrid ¿no te parece excesivo?–le pidió Hiccup con calma pero ni loco interponiéndose entre la joven rubia y su presa –. Podrías simplemente… dejarlo.
–¡Sí, Astrid déjame!
–¡No, hasta que me parezca suficiente! –sentenció ella torciendo más el brazo de Snotlout provocando un alarido de dolor escapara de su labios –. ¡¿Qué pensabas que podrías ocultarnos los dragones a nosotros… a toda la isla?!
–¡Hey, Hiccup ocultó un nightfury por meses y Fishlegs a Metloug durante Snogletogg! –hizo memoria Snotlout –. ¡Y yo ¿por ocultar cuatro bebes nightmare me convierto en malo?! ¡Pues bueno, soy el malo!
Otro a alarido de dolor escapó de su boca en lo que Astrid los torturaba cada vez más.
–No –dijo ella –, solo el idiota.
–Astrid, por favor déjalo –le pidió nuevamente Hiccup, aunque en esa ocasión no la miraba a ella.
–Todavía no, Hiccup. Quiero disfrutar esto.
–No hay porque enojarse con Snotlout –dijo Hiccup con bastante seriedad, pero con la mirada clavada en el océano.
Ante la curiosa selección de palabras del gemelo pecoso, Astrid soltó su agarre de Snotlout, dejando libre para enderezarse.
–Escuchaste, no hay porque enojarse conmigo –alardeó el moreno una vez libre y sobándose el brazo.
–Corrección –puntualizó Hiccup alzando solo su dedo índice –. No hay porque enrojarnos con Snotlout, por ahora. Habrá tiempo para hacerlo después. Ahora tenemos graves problemas.
El gemelo pecoso bajo su dedo indicando en el mar en la distancia un barco que claramente no pertenecía a la flota de Berk y se acercaba rápidamente a las costas de la isla. Y no estaba solo, toda una armada lo acompañaba.
–¿De quién son esos barcos? –soltó Snotlout entornando la mirada, tratando de captar la cresta pintada en sus velas.
–¡Outcast! ¡Navíos Oustcast a la vista!
Stoick soltó un rígido como un oso herido en lo que corrió con todas sus fuerzas hasta la orilla de la aldea, y mientras mentalmente se maldecía por su mala suerte. No había error o confusión, definitivamente esa cresta en las velas de los barcos era Outacast.
–Alvin –gruñó el jefe Hooligan frunciendo el seño.
¿Qué hacían lo Outcast en Berk? ¿Cómo había logrado salir de esa isla? ¿De dónde sacaron aquella flota?
Definitivamente fue un error dejar a esa rata con todos aquellos criminales, solo alguien desalmado como Alvin podía hacer trabajar a tal despojos de la sociedad en un plan elaborado de escape. Y ahora se dirigía a Berk.
–Stoick ¿Qué vamos a hacer? –le preguntó Gobber a su lado mientras las exclamaciones de miedo y preocupación se apoderaba de sus compatriotas.
No tenían arsenal, estaban casi indefensos.
–Pelearemos –dijo Stoick posando su gruesa mano en el hombro de su amigo en lo que su mirada expresaba su determinación y furia.
¿Furia? Sí, Stoick tenía razones para estar furioso. En el momento de mayor debilidad para su gente, la principal amenaza se le venía encima; sus equivocaciones del pasado regresaban para morderle en el trasero, y que los dioses se apiadaran de ellos. En Outcast existían la escoria humana, traidores a su clanes y tribus que carecían de corazón y honor. Vikingos que fueron rechazados por sus actos criminales como por su ausencia de moral, y habían sido dejados a perecer el destino que los dioses les tenían reguardado en esas estériles tierras de la isla Outcast.
Tal vez aquel desastre sobre sus cabezas no se les vendría encima si él no se hubiera enternecido en su corazón ante sus recuerdos de la infancia y la amistad, perdonado la vida a su antiguo amigo. Ahora Berk pagaría su crimen de su debilidad.
Un líder vikingo no se retractaba, un líder vikingo no era débil, un líder vikingo luchaba por su gente, y era lo que Stoick estaba por hacer. No les fallaría nuevamente.
–¡Todo los guerreros reúnanse! ¡Spitelout, llama a la guardia de Berk! ¡Gobber, reúne cuantas armas queden en la aldea! ¡Todos resguarden y cierren sus hogares! ¡Bucket los animales a los establos! ¡Mulch reúne a todos los niños y viejos! ¡Sven quiero todos los navíos amarrados en el muelle! ¡No vayan a sonar la alarma!
–Stoick ¿Qué tienes en mente? –le preguntó su hermano desconcertado con tales ordenes. ¿Acaso no iban a enfrentarlos en el mar antes de llegar a las costas? ¿No defenderían sus playas?
–Tengo en mente a un traidor en particular –musitó el líder vikingo marchando entre los habitantes de Berk que corrían en todas direcciones acatando sus órdenes –. Él conoce nuestras técnicas, nuestras armas y nuestras tierras, mientras que nosotros no tenemos armas pesadas y una escases de espadas y hachas. Debemos tener la ventaja.
Gobber pataleó con su pata de palo hasta quedar en frente de su amigo y líder.
–Tú solo di y nosotros te apoyaremos.
–Que Mulch y Bucket reúnan a todos los que no puedan pelear, enfermos, niños y los lleven hacia las cavernas de la costa este –explicó Stoick –, mientras que todos los guerreros atraeremos la atención del ejército de Alvin y los llevaremos al bosque. Tal vez conozca los terrenos de Berk, pero su gente no está acostumbrada a nuestra isla. Tendremos ventaja en terreno alto y difícil. La aldea… habrá que abandonarla.
Una mirada dolida fue compartida por sus compatriotas. Aquella aldea era todo para ellos, era su hogar por generaciones y la habían defendido de ataques mucho más terribles en el pasado. Pero en la mente de Stoick, si quería regresar a sus hogares el día de mañana, tenían que mantener a los invasores lejos de la aldea y de su gente, antes de que destruyeran todo. El bosque era la mejor opción.
Si tan solo no hubieran alejado a los dragones, tendrían una fuerza de defensa extra y…
–¡Papá! –se volvió de golpe para toparse justamente con la respuesta a su dilema. Hiccup acompañado de la chica Hofferson y su sobrino Snotlout se acercaron a él corriendo desde la colina. Snotlout cayó al suelo a causa de la velocidad y el peso extra en su espalda por el cesto de mimbré que cargaba.
–¡Hiccup! –Stoick se abalanzó hacia su hijo, posando sus inmensas manos sobre sus hombros.
–¡Los Outcast se acercan! ¡Necesitamos a los dragones! –dijeron los dos al unisonó una vez que quedaron cara a cara. La sorpresa se apoderó de ellos cuando se percataron de las palabras que salieron de la boca del otro.
–Ve –le ordenó Stoick a su joven hijo con orgullo pero al mismo tiempo con miedo –. Toma un pequeño bote del muelle secundario. Atraeremos su atención del otro lado de la isla, lo que permitirá que te escabullas sin ser visto por sus barcos. No lleves luz y ve solo.
La sorpresa se apoderó levemente en los ojos de Hiccup. Su padre… su increíblemente sobreprotector padre lo mandaba a una importante misión solo para recuperar a los dragones. La situación tenía que ser grave para que en su desesperación tuviera que recurrir al escuálido muchacho pecoso…
–Sé que puedo confiar en ti –agregó su padre como si intuyera los pensamientos pesimistas de su hijo. En aquella situación recurría a Hiccup porque sabía que nadie más podría hacerlo.
Hiccup le dirigió una última mirada aprensiva a su padre, antes de comprometerse de lleno. Asintió antes de dar media vuelta y alejarse hacia donde le había indicado su progenitor. Gobber levantó su garfio en un leve ademan de detenerlo pero se contuvo, mientras que Astrid estuvo a punto de seguirlo.
–¡No! –la llamó Stoick con fuerza.
Astrid se dio vuelta de golpe para toparse nada menos de las imponentes figuras de su líder, el padre de Snotlout líder de la guardia de Berk y Gobber the Belch el legendario guerrero Hooligan. Sus miradas estaban clavadas en su reducida figura a comparación a la masa de músculos que eran ellos. Algo dentro ella hizo que se alzara tan alta era y sacara el pecho con orgullo.
La mirada de Stoick la examinaba con detenimiento, era la primera vez que apreciaba con cuidado aquella jovencita. Conocía a esa niña desde una cría y a su madre Bertha desde que él era joven, y definitivamente, Astrid no había sacado nada de ella. Era la viva imagen de su padre Arvid y su tío Finn. Verdaderos Hofferson… un clan sin miedo. No pudo evitar escuchar de nuevo la voz de Gobber en su cabeza y la imagen de ella y Hiccup recargado uno junto a otro frente a la fogata. Era el momento que probara si Astrid, era digna del nombre de su familia.
Stoick tomó de su cintura la resplandeciente daga de obsidiana que brillaba contra las luces de las antorchas y se la tendió a Astrid.
–Tómala –le dijo manteniendo su tono severo –, reúne a los demás jinetes. Ayuden a proteger a nuestra gente. Mulch y Bucket los llevaran a las cavernas de la cosa este –sus ojos verdes estaban fijos en los azules de la jovencita –. Sin Hiccup, tú estás a cargo.
Aunque parte de su asombró se reflejaba en su rostro, Astrid tomó sin dudar la daga que le tendía su líder. El corazón de la chica casi se detuvo con aquellas palabras y su aliento se perdió en un suspiro. Era su oportunidad… era su turno de sobresalir…
–Sí, señor –aceptó ella asintiendo con la cabeza antes de dar media vuelta y salir corriendo.
Snotlout que había visto todo aquel intercambio a un lado de ellos, quedo con la boca abierta y con la quijada casi tocando el suelo. Su mirada paso de su tío a su padre (quien parecía compartir su escepticismo) y viceversa tratando de encontrar el sentido de lo que acababa de suceder.
–¡¿En serio?! –exclamó de golpe dejando caer sus brazos. ¿Quién se suponía que era el sobrino de jefe? ¿Por qué Astrid y no él?
–¡Muévete Snotlout! –bramó de repente Astrid regresando sobre sus pasos para sujetarlo del cuello de su chaleco de Yak y arrástralo en dirección contraria.
Los jinetes tenían una misión que cumplir.
Hola a todos. No estoy segura si disfrutaron este capítulo, pero la verdad yo no. Me costó mucho escribirlo no solo porque sufrí de un leve bloqueo de escritor, sino también estuve enferma varios días. En cierta forma me dejo hasta decepcionada como quedo, ya que mientras lo escribía me di cuenta que estaba cayendo en el error de querer abarcar todos los sucesos que ocurren en la serie. Después de meditarlo con mí misma, decidí que necesitaba hacer un cambio, hacerlo a mi manera para que fuera algo nuevo, no lo mismo que todos conocemos… más realista. Así que esperen algo más diferente para el próximo capítulo.
Acepto todas las críticas contractivas y muchas gracias por leer, especialmente a los más nuevos seguidores. A todos les mando un fuerte abrazo.
No vemos de nuevo el jueves 9 de Febrero.
