Cómo entrenar a tu dragón (How To Train Your Dragon) está basada en la serie de libros de mismo nombre de la autora británica Cressida Cowell, y realizada por Dreamworks Animation.

No poseo ningún derecho sobre los personajes y detalles originales de HTTYD.

El propósito de este FanFiction es el de entretener, con eso ya dicho, por favor no me demanden.


DRAGONS: A Twins Story

Hijo del rayo y la muerte

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Nota: Este capítulo contiene cierto material sensible (humorístico) con tono religioso. Puede resultar ofensivo para algunas personas, por favor discreción.

¿Cómo podía haber cambiando? ¿Era cierto lo que todos dijeron? Seguía siendo el mismo… ¿verdad?

Hiccup se tomó su tiempo en regresar a su hogar, solo con la compañía de su fiel Toothless. Caminó despacio, a paso lento y casi perezoso, la senda que marcaba la ruta desde la academia hasta la aldea. Pero en realidad, no se daba cuenta de ello. Su mente se encontraba atrapada y pensativa en los hechos de los últimos días, en el Thawfest y las palabras de sus amigos.

Todo se había salido de control.

Las nubes de tormenta tronaron sobre su cabeza en un pronóstico de la posible lluvia torrencial que estaba por desatarse. La mayoría de los vikingos de la isla ya se encontraban resguardados en sus hogares, pero Hiccup por su cuenta, se mantenía ignorante de ello, casi consumido en su propia preocupación y pensamientos.

Mientras, Toothless estaba listo para guarecerlo bajo alguna de sus alas negras como la noche.

–Es lo único que me faltaba –dijo el joven pecoso desanimado volviendo su mirada al cielo. Soltó un largo suspiro en lo que dejo caer sus brazos a sus costados, bastante alicaído.

Su mirada pronto fue captada por el dragón de ébano a su lado, quien le dio algunos lengüetazos amistosos en sus manos con la simple intención de darle ánimos.

–Gracias, Toothless –comentó frotando con suavidad las escamas negras del dragón –. Dime amigo ¿Realmente me he comportado mal?

Y como el leal dragón que era, Toothless sacudió la cabeza en forma afirmativa. Tal vez no era lo que quería como respuesta el gemelo pecoso, pero definitivamente era la verdad lo que necesitaba… una que solo podían dar los verdaderos amigos. Y en el casi año que llevaban juntos, el nightfury se había convertido rápidamente en esa amistad tan necesitada para él.

–Reptil listo –se burló de él Hiccup apartando sus manos para luego llevárselas a su propia cabella y tirarse del cabello. La saliva del dragón escurrió de sus manos hasta su cabello, que probablemente lo tendría pegajoso hasta su próximo baño –. ¿Qué he hecho? –musitó frustrado de nuevo volviendo sus ojos a la bóveda oscurecida por la gran cantidad de nubes.

Era casi irónico, hacía apenas unas veinticuatro horas había sermoneado a Astrid sobre perder la cabeza y a Honey sobre lo importante de la honestidad y hacer lo correcto; luego como cruel sátira de la vida, o como jovenzuelo estúpido, había faltado a su podría filosofía actuando como un pelmazo.

–¿Cómo paso todo esto? –se quejo cubriéndose con las palmas su rostro y soltando un leve chillido en frustración.

Hiccup nunca deseó mucho en su vida, en realidad quería menos de lo que ya tenía; pero sí había algo que más añoraba, era solo ser útil para los demás, alguien con quien se podía contar. Esa era la principal razón por la que trabajaba tan duro para tratar de hacer un mejor mundo para los vikingos y los dragones, hasta el nivel de obsesionarse y pensar en los dragones casi cada minuto del día. Por ello había construido las perchas de metal en primer lugar, para proteger las casas sin alejar a los pesados reptiles alados de la isla. Pero como la mayoría de los sucesos de su vida, no podía tener ni un pedacito de gloria sin sufrir alguna desgracia.

En realidad, él tenía el derecho de ser el estar enojado con todos sus amigos, familia y compatriotas. Se había esforzado, trabajado arduamente e incluso perdido una pierna por hacer lo correcto y salvar la vida de su gente. En cambio, lo que recibía eran humillaciones de Snotlout, la constante presión de su padre y de la aldea, y hasta la desaprobación de Astrid. ¿No merecía un poco de gloria? ¿No merecía sentirse como un triunfador? ¿No ser él quien se burlara ahora?

No, no lo era.

Así no era él.

Hiccup no enfrentó a la Red Death en primer lugar por gloria u honor, lo hizo porque era lo correcto, para ayudar y salvar a su mejor amigo, como a los demás dragones. La misma razón porque había discutido Honey ante sus estafas y confrontó a Astrid por su cambio de actitud. Era algo de su personalidad, que lo llamaba a casi a gritos a hacer lo correcto.

Sí, él rara vez ganaba en algo a cambio o tenía la oportunidad de alardear. Pero realmente valía la pena de perderse a sí mismo por una victoria ¿o no?

¿Seguía siendo él mismo al actuar como Snotlout? De la misma forma que él odio por tanto tiempo.

Años y años de constante burlas y humillaciones, especialmente por aquel otro lado de su familia que precisamente no era su favorita. ¿Y todo porque? Por tontas rivalidades familiares, de clanes y de posición social. Hiccup era completamente consiente que los Jorgenson deseaban ser el clan a cargo de gobernar Berk y preferían mil veces ver a Snotlout como heredero que al flacucho y escuálido Haddock.

Pero él era el hijo de Stoick the Vast… el hijo de un jefe… cuya gente siempre iba primero que la glorias personales.

¿Acaso hubo avaricia detrás de sus actos altruistas?

–No –se dijo a sí mismo con fuerza. Hiccup apartó sus manos de su rostro con determinación como si enfrentara a la cara su propia debilidad.

¿Qué le importaba el Thawfest? ¿Ser el ganador y victorioso? Nada de eso tenía valor si se perdía a sí mismo, a sus amigos, el respeto de sus compañeros y… a Astrid.

–¿Qué se metió en mí, amigo? –preguntó Hiccup volviéndose al dragón a su lado –. ¿Qué nos ha paso a todos? –se cuestionó de ultimo mirando la aldea vikinga a sus pies.

Toothless soltó un leve quejido en consuelo.

Esos últimos días realmente habían sido todo un revuelo en Berk y tanto como para él. Algo extraño se apropió de los corazones de los corazones de los Hooligans, llenándolos de inseguridades y deseos de aprobación. Actuaron hasta el extremo cayendo en soberbia, avaricia y temor. Generalmente los vikingos se encontraban llenos de defectos, pero esto había sido demasiado: Honey manipulando, Astrid despreciando, las constantes apuestas, la inseguridad de su padre ante su triunfo, la necedad de Snotlout…

¿Qué les estaba pasando?

Entonces en el fondo de su cabeza lo escuchó, como una vocecita necia y molesta como un mosquito, similar al propietario de la misma: Mildew había predicho la tragedia en Berk ante el insultó que había realizado contra Thor y permitir a los dragones participar en la competencia, como no dedicarle el Thawfest.

–Tal vez los dioses si están enojados con nosotros después de todo –soltó el muchacho sin creer que estaba encontrando veracidad en las palabras de Mildew. Tal vez el anciano decrepito no había estado tan equivocado o simplemente era una gran coincidencia.

Pero Hiccup no tuvo que esperar mucho para obtener su respuesta, ya que unos segundos después, un poderoso rayo acompañado de un ensordecedor trueno, iluminó el cielo sobre Berk en lo que desataba su fuerza en las pobres casonas de madera de la aldea. El muchacho casi fue cegado por la luz resplandeciente si no fuera por el ala de fiel dragón. Casi inmediatamente después, potentes gritos anunciaron el caos que había seguido de aquel relámpago destructivo.

–Yo y mi bocota –soltó encogiendo los hombros, antes de salir corriendo en dirección a la aldea, con Toothless pisándole los talones.

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Era nuevamente una pesadilla del Hel. Las llamas se había extendido rápidamente y varios de los hogares vikingos eran consumidas por éstas. El caos velozmente se apoderó de la aldea y el miedo de los corazones habitantes de Berk. Tal vez los vikingos eran fuertes guerreros, valientes en batalla, feroces contra poderosas bestias, pero definitivamente, muy vulnerables a lo místico. Los rayos no tenían más explicación para ellos que ser fruto del odio de su dios favorito, y eso, para una tribu altamente supersticiosa, era muy grave y de temer.

Pronto la guardia de Berk entró en acción llevando una gran cantidad de agua a las casonas cubiertas por el fuego con ayuda de largas hileras humanas, mientras su jefe, Stoick the Vast, ladraba ordenes constantemente en intento de mantener el control. Las llamas pudieron ser contenidas con prontitud, pero otro rayo que cayó del cielo iniciando nuevamente todo el pandemónium.

–¡No dejan de caer los rayos! –vociferó angustiada la señora Larson sujetando a su pequeña Hildegard en brazos –. ¡¿Qué vamos a hacer?! –chilló jalando la capa de oso de su líder, bastante consternada.

–¡El fuego ha empezado de nuevo, Stoick! –gimió Spitelout volviéndose a su hermano –. ¡Consumirá toda la aldea a este paso!

–¡¿Qué es lo que haremos?! –preguntó Gobber lanzando una última cubeta a las llamas.

Stoick volvió sus ojos verdes a cada uno de sus compatriotas que buscaba consuelo y guía, y a pesar del semblante fuerte en algunos de ellos, el pánico podía apreciarse en sus miradas. Pronto el bravo vikingo que había enfrentado grandes batallas y peligrosos enemigos se sentía algo perdido en tal predicamento. Sí, podían seguir combatiendo el fuego con determinación, pero no llegaría muy lejos si los rayos no dejaban de caer.

Tal vez fueran un fuerte y terco pueblo vikingo… pero… ¿Cómo enfrentar la ira de un dios?

Pronto su mirada se volvió hacia los jinetes de dragón quienes hacia lo posible por ayudar. A pesar de las capacidades de sus bestias, éstas tampoco podían continuar eternamente; ni siquiera el Howl de Honey que era el más efectivo en contener las llamas con su aliento helado.

–¡¿Qué vamos a hacer?! –fue una pregunta común que se multiplicó entre los aldeanos de Berk, mientras su líder se debatía como actuar.

–¡Prepararnos para el fin! –vociferó Mildew llamando la atención de las masa; el anciano se encontraba parado sobre su carreta de coles siendo visible para todos los hooligans a su alrededor –. ¡Todo esto es nuestra culpa! ¡Por pecar delante de los ojos de los dioses! ¡Por darle la espalda a Thor!

–¡Arg! ¡Ya cállate, vejestorio molesto! –gruñó Gobber antes de que Stoick pudiera responder. El herrero trató de bajar al viejo de su pedestal con su gancho en lugar de mano, pero éste lo alejó soltándole un bastonazo en la cabeza –. ¡Si serás…! –se quejo Gobber adolorido.

–Llámame como quieras, pero ¿quién tuvo la razón todo este tiempo? –soltó el anciano con una malvada sonrisa de dientes chuecos y podridos –. ¡Yo predije que esto pasaría! ¡Advertí que ocurriría lo peor por traicionar las viejas tradiciones! ¡Thor siempre fue muy misericordioso con nosotros, ahora está molesto y a ha desatado el fin del mundo!

–¡Sí, el fin del mundo! –gritaron a ve Tuffnut y Ruffnut alzando sus brazos sobre sus cabezas –. ¡El fin del mundo!

–El ragnarok a iniciado –sentenció Mildew con tono lúgubre generando pánico entre los habitantes supersticiosos.

El jefe Stoick miró a su gente alrededor suyo, que gritaban y chillaban. Como ya se ha mencionado antes: el vikingo era fuerte y terco, pero miedoso ante sus deidades y lo desconocido; todo jefe vikingo lo tenía muy presente. La ira de los dioses era un problema serio, no algo para bromear o manipular, pero también era algo fuera de su control. Stoick era un experto en batalla, estrategia y negociación, con valor inquebrantable y gran determinación, pero las deidades nunca fueron su fuerte. Para eso estaban los sabios y ancianos para calmar los miedos de la gente.

¡Pero no alentarlos!

–¡Ya es suficiente! –sentenció Stoick plantándose frente al vejestorio alborotador –. ¡No hay ningún ragnarok! –con un dedo acusador señaló al anciano sobre la carreta que ni por un instante se intimidó por su posición.

–Oh ¿En serio? –dijo éste con tono burlón –. ¿Cómo puedes estar tan seguro Stoick? –agregó con una mirada maliciosa que dejaba en claro su intenciones. Mildew sabía perfectamente la forma de aprovecharse de aquella situación, su posición y las limitaciones del jefe en el tema. Como nunca en su vida, Stoick extrañó la presencia de Gothi.

–¡Esto no es el ragnarok! –dijo de repente la inconfundible voz de Honey, uniéndose a la conversación y apoyando a su padre –. ¡No tienes pruebas para decir que este es realmente el fin del mundo! ¡En el ragnarok ocurrirá cuando los dioses peleen entre sí y los gigantes de fuegos sean liberados en este mundo!–informó la chica haciendo memoria de todos sus recientes estudios en la antiguas tradiciones –. Nunca se ha relatado una lluvia de rayos de Thor en respuesta a la unión del vikingo y el dragón.

–¡Pero por supuesto que lo es! –tajo Mildew como niño terco –. ¡Thor está enojado con nosotros por permitir a los dragones vivir en nuestra aldea y se le construyó una estatua mediocre como compensación! ¡Hemos olvidado veneradlo como se debe y ahora será devorado por el Jörmundgander y por ello nos castiga!

Honey, quien había invertido bastantes horas de sueño en aprender las viejas historias y los antiguos relatos, sabía que las palabras de Mildew eran tergiversaciones mal intencionadas.

–¡Estas equivocado! –bramó ella, tratando de elevar su voz entre los rumores y gritos de los vikingos a su alrededor –. ¡Por alguna otra razón están cayendo los rayos, pero no por la ira de Thor!

–¿Qué puedes saber tú? Una simple mocosa que solo sabe leer runas para ganar apuestas. Tus conocimientos son limitados. Yo por otro lado, soy un anciano.

Honey trató de responder a su insulto, pero las palabras murieron en su garganta. No esperaba aquella respuesta por parte de Mildew… en realidad de nadie en particular.

La gemela Haddock era un aprendiz de futura vala, la máxima sacerdotisa del mundo barbárico, eran fuente de inspiración, sabiduría y consejo. Con gran conocimiento en las antiguas leyenda, la lectura de runas y los designios de los dioses. Un puesto de poder en la sociedad vikinga y Honey lo había convertido una burla con las apuestas y las falsas predicciones… y para su desgracia, Mildew se dio cuenta. Ella sola se había puesta la soga al cuello.

La chica pecosa miró con ira al viejo malvado delante de ella, mientras sus ojos verdes comenzaron a llenarse de lágrimas de frustración. Mientras, la voz de su hermano resonó de su memoria recordándole sus propios actos como un despiadado acto karmico.

Stoick posó una de sus manos sobre el hombro de su hija dándole apoyo, y a su vez le lanzó una mirada fulminante al viejo sobre la carreta de coles. Como deseaba cerrar sus manos alrededor de su delgada y flacucha figura, pero por desgracia, su gente se perdía en el pánico en lo que un muro humano comenzó a formarse alrededor de Mildew.

–¡¿Qué podemos hacer?! –le preguntaba con desesperación.

–¡¿Cómo nos salvamos?!

–¡¿Cómo nos perdonara Thor?!

–¡Con un sacrificio! – anciano Mildew dijo con dramatismo. En el momento justo otro rayo cayó sobre Berk aumentando el efecto sobre sus palabras.

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–¡Astrid! ¡Astrid! –llamó Hiccup a la joven rubia distinguiéndola entre la multitud.

–¿Hiccup? –respondió ésta volviéndose a su encuentro.

–A-astrid… –dijo sin aliento el joven gemelo ante la larga carrera que requirió llegar al centro de la aldea –. ¿Qu-é-e… sucede? ¿Están todos… bien?

–Lo estamos, Hiccup –contestó la rubia frotando la espalda de joven ante ella, en lo que él se arqueaba para recuperar la respiración –. Pero no será así por mucho tiempo. La aldea será consumida en la llamas, los rayos no dejan de caer, Mildew actúa completamente demente y la gente está por perder el control –Astrid trató de hablar con la misma seguridad de siempre, aunque una parte dentro de ella se encontraba aterrada. Era ese momento en que necesitaban a Hiccup… al Hiccup desinteresado que se desvivía por su gente y por los dragones –. Hiccup… –murmuró casi suplicante –. ¿Qué vamos a hacer?

El muchacho frente a ella alzó levemente la cabeza, aunque sus manos seguían firmes en sus rodillas. Pronto sus ojos verdes se conectaron con lo azules de ella y supo que tenía que hacer.

–Muy bien –dijo él con mayor seguridad, irguiéndose –. Juntemos a los dragones, vamos a necesitarlos. Toothless y yo…. –empezó a explicar cuando se percato de algo –. ¿Toothless? ¿Toothless? ¡Toothless! –comenzó a llamar una y otra vez a su dragón cuando se percató que éste ya no se encontraba junto a él.

En algún momento en que corría hacía la muchedumbre, se habían separado.

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–¿Sacrificio? –murmuraron los vikingos entre sí mientras se lanzaban miradas llenas de dudas los unos a los otros.

En el archipiélago barbárico no eran muy raro realizar sacrificios, incluso Berk los efectuaba, pero principalmente se hacía con ofrendas. Algunas otras tribus utilizaban sangre de animales y muy pocas con la vida de una víctima o peor aún, un compatriota vikingo. El sacrificio humano se había vuelto poco común y hasta cierto punto algo tabú, pero definitivamente era un método desesperado para controlar la ira de los dioses.

–¡Oh, oh, oh! –gimió Ruffnut alegremente alzando la mano sobre la multitud –. ¡Yo sugiero que sacrifiquemos a Tuffnut! –sentenció con una sonrisa malvada indicado con su pulgar a su gemelo.

–De acuerdo –respondió éste totalmente resignado –, pero espero que sea de una manera chingona.

Acto seguido alzó su brazos hacia sus lados y la multitud a su alrededor, que lo tomó por la cintura sin dudarlo, y lo elevó sobre sus cabezas. Pasándolo de mano a mano, los vikingos arrastraban sobre ellos el cuerpo del gemelo rubio completamente indiferente al destino que lo estaban sentenciando. Eso fue hasta el jefe Stoick lo tomó del codo y lo bajo de un solo tirón.

–¡Nadie va a sacrificar a nadie! –sentenció Stoick con fuerza sin soltar el brazo de Tuff.

–¡Arg! ¡Jefe! –se quejó el joven haciendo un berrinche –. ¡Arruina mi gran momento!

–No tientes a tu suerte, muchacho –gruñó Stoick a la cara de Tuff con una mirada amenazante.

–Lo que usted diga, jefe.

–Se que estamos todos asustados –interrumpió la escena Berta the Big Brute llamado la atención hacia ella –, pero ¿No es un poco pronto para comenzar a sacrificar nuestros hijos o vírgenes a los dioses?

La multitud de vikingos a su alrededor, cuyo miedo se podía contemplar fácilmente en sus caras, se volvieron los unos a los otros murmurando sus dudas. Era una decisión difícil, en especial cuando se tenía miedo; pero por desgracia para complicar más aún la situación, otro rayo más cayó desde el cielo tormentoso hasta la percha de metal más cercana, redirigiendo su electricidad a la casa de Ack e iniciando otro incendio.

Los Hooligan miraron horrorizados el acontecimiento, en lo que el temor que se apoderaba sus corazones tomaba más fuerza sobre toda lógica.

–¡Solo un recordatorio! –gritó Ruffnut entre la multitud –. ¡Tuff cubre los todos los requisitos para ser un perfecto sacrificio! –agregó con voz burlona en el peor momento.

–Así es –afirmó el gemelo rubio sentado en el suelo y asintiendo con la cabeza con orgullo –. Espera… ¿Qué? –farfulló de ultimo percatándose en las palabras de su hermana.

–¡Nadie va a sacrificar niños, vírgenes, ni nada! –rugió Stoick insistentemente postrándose firme ante su gente. Gobber rápidamente tomó su posición junto a su mejor amigo, seguido de Bertha, Bucket y Mulch. Entre los cinco formaron una pared humana de gran tamaño y de músculos que mantuvo en pausa las mentes de los habitantes de Berk.

–No hay que sacrificar niños, Stoick –corrigió Mildew arrastrando las palabras como la vil serpiente que era –. No son a ellos a los que quieren los dioses.

Acto seguido, con su feo bastón, el anciano indicó sobre la cabeza de la multitud hacia el otro extremo de la aldea, donde Toothless brincaba de percha en percha en lo que pequeños relámpagos caídos de cielo azotaban el metal unos segundo antes que óste levantara su peso de ellos.

–¡Toothless! –lo llamó a todo pulmón Hiccup corriendo hacía él en compañía de Astrid, pero el dragón de ébano se encontraba tan asustado, que las palabras de su jinete escaparon de su agudos oídos.

Un rayo más poderoso que los anteriores, azotó con mucha más fuerza en el último brinco del nightfury; ante la potente descarga, el cuerpo de Toothless fue eyectado por el cielo en un poderoso y luminoso estruendo. El dragón se elevó varios metros por el aire hasta caer pesadamente sobre una carreta que transportaba paja. La estructura de madera se hizo pedazo ante el imponente impacto y el nightfury quedo inmóvil sobre los fardos quemados.

–¡Toothless! –gritó de nuevo Hiccup corriendo hasta su dragón. Casi desplomándose sobre él, el muchacho puso su manos sobre el cuerpo oscuro de nightfury descubriendo su piel a gran temperatura, pero al menos no parecía herido. Las escamas del dragón de ébano eran los suficientemente resistentes para tolerar la fuerza de un rayo.

–¿Está bien, amigo?

Toothless alzó la cabeza en dirección del muchacho y con leve ronroneo le dejo claro que estaría bien. El joven pecoso no pudo evitar soltar un suspiro de alivio antes de abrazar contra su pecho la enorme cabeza redonda del reptil.

Su consuelo no duro mucho.

–Hiccup… –escuchó la voz de Astrid advirtiéndoles, pero cuando el joven gemelo levantó la cabeza, se topó con una furiosa multitud a su alrededor encabezada principalmente por el terrible anciano decrepito.

–Es a él a quien quiere Thor –sentenció Mildew con malicia –. Al nightfury.


Oh Thor Mio!

Tengo que confesar que este capítulo fue un sufrimiento para mí! Tantas cosas pasaron que me interrumpieron de escribir: enfermedad, trabajo, mi cumpleaños, etc. Además tuve que rescribirlo varias veces porque me parecía que no abarcaba el sentimiento deseado. Quería que fuera entendible el miedo de la gente, el análisis de Hiccup fuera profundo ante su propio psique y como se vía que los actos se regresaban sobre los perpetradores. Y aún falta más!

Era mi plan originalmente que este capítulo fuera el final de esta saga y pasar a la siguiente aventura, pero por desgracia me parecía que ya era hora de publicar algo. Decidí presentar de esta manera aunque quede pendiente una parte más. El desenlace.

Karisay: Tienes toda la razón y era esa la forma en que quería se sintiera ese capítulo, el nuevo también… en realidad toda esta aventura. La intención principal con esta trama es hacer al lector dudar sobre si es coincidencia los resultados de los actos, algún efecto dómino o verdadera intervención divina. Al final de cuentas el Thawfest ha sacado lo peor de la gente y tendrán que aprender una dura lección de esto. Muchas gracias por comentar.

: Muchas gracias por tu comentario, me alegra que te gusten los capítulos, eso hace que mi sufrimiento valga la pena. Y sí, Honey tiene una gran labia, es necesaria para su futura función de vala. Saludos.

evlR: Bueno la actualización ya esta y sí, la cuestión aquí es que los personajes aprendan algo de la situaciones y de ellos mismos. Además, como tú mismo lo dices, ellos son humanos después de todos.

Un saludo especial a todos los nuevos seguidores de esta historia, gracias a ustedes "Dragons: A twins story" ha alcanzado las 20,000 pageviews. Muchas gracias a todos y estamos en contacto!

Hasta el próximo capítulo.