Cómo entrenar a tu dragón (How To Train Your Dragon) está basada en la serie de libros de mismo nombre de la autora británica Cressida Cowell, y realizada por Dreamworks Animation.

No poseo ningún derecho sobre los personajes y detalles originales de HTTYD.

El propósito de este FanFiction es el de entretener, con eso ya dicho, por favor no me demanden.


DRAGONS: A Twins Story

Happy Birthday… to me

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Definitivamente, era más difícil de lo que se podían imaginar.

Tan solo había pasado un día desde la partida del grupo de búsqueda encabezado por el jefe Stoick the Vast y la mayoría de los adultos, y ya la aldea parecía una zona de guerra. Ni siquiera cuando fue invadida por los Outcast alcanzó ese nivel de caos.

Por todas los caminos de Berk los jóvenes vikingos brincaban y jugaban causando destrozos. Los animales de granja corrían libres entre las casa, mientras lo dragones intentaban comerse algunos de ellos. Las cosechas había dejado de ser recolectados y las provisiones para la temporada de invierno se encontraban esparcida por todos lados.

Mildew como el cascarrabias de costumbre, marchaba por la aldea quejándose de todo, la única diferencia que radicaba en esa ocasión, es que sus quejas finalmente estaban bien fundamentadas. Los chicos gritaban, los dragones comían todo, los animales ensuciaban y el caos reinaba en Berk.

Esos eran las primeras horas del gobierno de Hiccup Haddock III.

El anciano de Mildew no solo era el único en desacuerdo con aquel desorden, Gothi prácticamente se había refugiado en su casa olvidada en la alta colina y evitaba toda visita. Algunos adultos rezagados o que quedaron atrás, no eran de gran ayuda con la situación, ya que los que se quedaron en la aldea eran aquellos con el poco temperamento para lidiar con los problemas, pero igualmente se quejaban absolutamente todo. Muchos de ellos (incluido Mildew) ya tenían una lista larga y llena de decepciones que tenían en mente en mostrarle a Stoick sobre el desempeño de su hijo.

Pero no todos eran tan crudos en sus opiniones, incluso existían aquellos que disfrutaban del nuevo orden. Ruffnut Thorston por ejemplo, no encontraba nada más maravilloso que caminar por la aldea una mañana mientras el pandemónium reinaba a su alrededor.

La joven gemela rubia tenía fuerte razones para estar feliz. Finalmente había llegado el día en que cumpliría quince años. Y toda aquella locura que gobernaba en la aldea era como música para sus oídos.

–No les parece una mágica mañana –comentó dirigiéndose a su zippleback que la seguía de cerca –. ¿Barf? ¿Belch?

Como un acto irónico, tomó una florecilla que crecía entre unas rocas, en lo que una oveja prendida en llamas pasaba corriendo dejando una estela de humo detrás de sí.

–El dulce olor –agregó después de pasar la flor por su nariz – a piel quemada, mi favorito.

Ambas cabezas del dragón intercambiaron una mirada, antes de encender en conjunto una llamarada que prendió en fuego la carreta de coles de Mildew.

–¡Mis coles! –gritó el anciano a lo lejos, mientras Ruffnut continuaba su marcha en compañía de su reptil volador.

Sus pasos por fin la llevaron hasta su casa, donde abrió la puerta de una certera patada.

–¡Mamá! ¡Ya regresé! –se anunció a todo pulmón aunque sin recibir respuesta.

El hogar de los Thorston podría ser confundido con una zona de desastre al igual que las calles fuera de ella, pero no había que engañarse, ya que ese era el aspecto que tenía la vivienda la mayor parte del tiempo.

–¡Mamá! –volvió a gritando Ruff sumergiéndose en las sombras de su desaliñado hogar –. ¡Mamá! ¿Mamá? –el camino de la joven la llevó hasta uno de los sillones de paja apiñados dentro de la casa, donde la señora Thorston dormitaba profundamente.

La alta y delgada mujer, se encontraba extendida a lo largo del mueble como si su cuerpo fuera simple gelatina, su rostro estaba cubierto por un vestido viejo que parecía haber estado remendando antes de caer dormida, y los pies del sillón, una gran cantidad de botellas la rodeaban. Ella y su amado esposo, habían tenido una divertida despedida con alcohol la noche anterior.

–Mamá –dijo Ruff sacudiendo levemente el hombro de su progenitora –. ¿Ya vas a despertar? ¿Quiero saber que vas a preparar para mí cumpleaños? ¿Mamá? –pero no importaba los intentos de la rubia de levantarla, solo uno que otro ronquido escapaba de los labios de su madre.

La chica rubia, torció levemente la boca antes de acercarse más a su madre y levantar el vestido que yacía sobre su cara, para luego gritarle a todo pulmón:

–¡MAMÁAAAAA!

…Sin obtener resultados.

–Olvídalo –dijo de repente la voz de su hermano gemelo de algún punto desconocido de la habitación. Tuffnut emergió entre la gran cantidad de artículos apiñados en una esquina, con una chuleta pegada a una mejilla y nos calzoncillos sobre la cabeza –. Ya intenté despertarla con una pierna de pollo rostizado y no funcionó.

–Tarado, a mamá no le gusta el pollo.

–No dije que se la ofrecí a comer –se burló éste usando dicho pedazo de comida como un mazo.

–Genial, ahora ¿quién nos preparará la comida de cumpleaños? –se quejo Ruff dejando caer los brazos a sus costados.

–¡Uy! ¡Ya sé! –respondió Tuff alzando una mano –. Podemos pedirle un pastel a los Ingermans.

–Eso es una buena idea –comentó su hermana – si no fuera porque los Ingermans también se marcharon en la búsqueda.

–Diantres –musitó el gemelo rubio saliendo finalmente desde la masa de objetos donde había estado durmiendo. Al moverse, estos cayeron estrepitosamente por el suelo: tarros, comida, pedazos de madera tallada; aún así, nada perturbó el sueño de la señora Thorston –. Yo quería pan de cangrejo.

–¿Pan de cangrejo? ¿Acaso te has vuelto loco? ¿Quién come pastel de cangrejo en su cumpleaños?

–Nosotros –tajo él sonriente sujetando a su hermana gemela del codo y arrastrándola fuera de la casa en búsqueda del pan de cangrejo. Aunque generalmente, Ruff secundaba todas las idea locas de su hermano, aquella no la emocionaba mucho.

Ella no quería pastel de cangrejo para su cumpleaños. Ella quería pastel de manzana.

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Niños jugando con armas peligrosas y afiladas, animales corriendo por todos lados, destrucción masiva, pequeños incendios, holgazanería, dragones comiéndoselo todo, eso y mucho más, era tan solo lo básico para describir en lo que se había convertido Berk. Quedando solo los niños a cargo. La indiferencia, así como consecuencias de sus actos, quedaba en segundo plano para la mayoría. Pero no para todos.

Astrid y Fishlegs contemplaban aquella destrucción en compañía de sus dragones en la seguridad de los pocos techos que aún no ardían en llamas.

–Hay más caos y destrucción que en aquella vez cuando Tuff y Ruff fueron condenados en el cadalso –comentó Fishlegs mordiéndose los nudillos, mientras su querida Meatlog miraba con atención unas ovejas que corrían despavoridas.

–Aún sigo sin comprender como lograron hacer todo eso con los pies –recordó Astrid mientras trataba de mantener la calma, pero su semblante serio y brazos cruzados sobre su pecho no engañaban a nadie. Entonces, ante la duda que las cosas fueran a mejorar, unas cuentas ovejas corrieron bajo sus pies chillando ante las flamas que prendían su lana –. Es mejor que hable con Hiccup –dijo tomando con fuerza la montura de su dragona, antes de emprender el vuelo –, vamos nena.

Sobre el lomo de Stomrfly, la joven rubia surcó los cielos de la isla de Berk sin conseguir vislumbrar al joven gemelo Haddock o su dragón negro como la noche. En cambio pudo ver como Gustav Lars realizaba una carrera de yaks con otros chicos, como Snotlout y Hookfang devoraban toda la comida que se encontraban en su camino, y a Gobber tarareando una canción marinera mientras su caña de pescas permanecía inmóvil en su mano falsa. Pero no había rastro de Hiccup.

–¿Dónde estará? –musitó ella para sí, antes de usar sus tobillos para indicarle a su nadder en descender frente a la herrería del viejo herrero manco. Sí Hiccup estaba fuera de su vista, era muy probable que estuviera trabajando en la forja.

–Hicc… –intentó llamarlo una vez que alcanzó la entrada de aquel edificio, pero sus palabras fueron cortadas por un fuerte alarido y queja.

–¡…no es más que un montón de plasta de yak! –bramó la inconfundible voz de Mildew.

Astrid se adentró más en la herrería para encontrar en el fondo ésta, justamente a la delgaducha persona que estaba buscando. Hiccup se encontraba sentado frente a su mesa de trabajo, al parecer trabajando en un nuevo proyecto que incluía algunas barras de metal y cuerdas; a sus pies Toothless descansaba como un fiel perro guardián, ya que sus ojos se encontraban abiertos y alerta ante la presencia del viejo cascarrabias a tan solo un metro del él.

Y al fondo de la habitación, sentada sobre un par de barriles, estaba Honey leyendo un largo pergamino que caía hasta suelo y giraba alrededor de Furry, quien dormía plácidamente con su panza blanquecina hacia arriba.

–Wow Mildew, por favor –soltó Hiccup en respuesta a las palabras del viejo –. No ves que tengo comida a un lado –indicó un pedazo de pan y queso que yacía a un extremo de la mesa junto a todos los pequeños cachivaches esparcidos en ésta.

–En lugar de estar comiendo y jugando con tus tontos juguetes deberías estar viendo cómo solucionar la situación de la aldea –se quejo de nuevo Mildew bajando su rostro hasta la altura del chico junto a él –. ¿Acaso Stoick no te dejo como líder?

–Sí.

–¡¿Y no deberías estar actuando como tal?!

–Sí, ya lo intente y no funcionó –dijo Hiccup con un resoplido –. Creo que lo mejor por ahora es que cada quien se preocupe en lo básico para sobrevivir en lo que el grupo de búsqueda regresa a casa.

Astrid podría haber imaginado que graciosa pudo haber sido la reacción del anciano latoso ante aquellas palabras, si éstas no resultaran alarmantes también para ella. En cuanto a Mildew, le tomó un par de segundos procesar la blasfemia que había escuchado.

–¡¿Qué?! –explotó sacudiendo sus brazos sobre su cabeza –. ¡¿Qué clase de respuesta es esa?!

–La misma que acabo de darte –soltó Hiccup con gran indiferencia.

–¡Arg! –gruñó el viejo como una bestia herida, antes de dirigirse a la chica pecosa al fondo –. ¡¿No vas a decirle algo a tu hermano?!

–Sí, Hiccup –respondió ésta apartando el pergamino de sus ojos por un momento –. Mildew es viejo, tal vez requiera que le repitas las cosas lentamente para que te entienda.

–¡Mocosos impertinentes! –el anciano vikingo estalló en furia pataleando la tierra en el suelo. Toothless levantó su cabeza ante la posible amenaza –. ¡Pero cuando vuelva su padre me va oír!

–Calma Mildew, no es para tanto –dijo Hiccup con calma levantando las palmas de sus manos levemente –; y con tus fuertes gritos es probable que ya te haya escuchado.

El pobre anciano dio un par de alaridos más en desesperación, antes de darse media vuelta y dirigirse a la salida de la herrería más enardecido que un nightmare con hambre.

Mildew pasó casi como un rayo junto a Astrid ignorando su presencia por completo. Si ella no se hubiera apartado a tiempo, posiblemente la habría derribado.

–Malditos niños… –lo escuchó murmurar antes de que llegara a la salida – nunca me había insultado de tal manera…

Wow. Astrid nunca lo había visto tan furioso, ni siquiera cuando los gemelos Thorston tomaran varios vestidos de una de sus difuntas esposas para construir maniquís de ellas con un par de coles y fingir que sus fantasmas habían regresado del más allá para atormentarlo.

–Hey –saludó la rubia aproximándose a los gemelos Haddock.

–Hola, Astrid –Hiccup le sonrió nervioso, intentando levantarse de su asiento. Varios artículos sobre la mesa cayeron ante sus movimientos –. ¿Qué te trae a la humilde forja de Gobber?

–A no mucho –respondió ella –, solo un poco de caos, destrucción y muerte que parece estar azotando las calles de Berk.

–Lo usual, como veo.

–Hiccup no es gracioso –se quejo Astrid posando sus manos en su cintura tratando de mostrase juiciosa ante el asunto –. ¿Acaso no piensa hacer algo al respecto?

–¿Y por qué yo tengo que resolverlo todo? –se quejo el gemelo pecoso dejándose caer de nuevo en su asiento.

–A no lo sé, tal vez porque tu padre te dejo a cargo.

–Te agarró en curva –soltó Honey desde el fondo de la herrería sin apartar su mirada de su lectura.

–Muchas gracias por denotarlo –contestó su gemelo con sarcasmo.

–Es tu responsabilidad como jefe suplente –señaló la rubia apoyando sus manos en la mesa en que Hiccup había estado trabajando –ver que Berk salga a flote en lo que regresa el jefe Stoick.

–Astrid ya lo intente y ya viste como resultó –le recodó Hiccup casi lastimeramente. Y si resultaba ser un recuerdo doloroso, ya que en sus primeras horas de jefe suplente Hiccup había sufrido del peor caso de motín por los demás chicos de la aldea. Muchos de ellos fingieron ser sordos a sus órdenes y palabras, mientras otros simplemente aplicaron la resistencia no violenta y cayeron a dormir en el fardo de heno más cercano –. Nadie quiere escucharme, no importa lo que haga o diga, para los más jóvenes no soy una figura de autoridad…

–Tal vez una figurita… –comentó Honey.

–Para los mayores, no soy un verdadero adulto…

–Con rito de madurez y todo… –remarcó Honey.

–Y Gobber prefirió sentarse en la soledad del muelle a pescar que ayudar…

–¿Por qué será? –señaló Honey.

–Hiccup nadie dijo que ser un líder tenía que ser fácil –interrumpió Astrid posando una de sus manos en el hombro del chico pecoso. Hiccup levantó la cabeza lentamente para toparse de lleno con los ojos azules brillantes de la rubia –, creí que siendo la cabeza de los jinetes ya lo habías comprendido.

–No es lo mismo, Astrid –insistió él encogiendo los hombros –. Ésta es toda la isla, no solo seis adolecentes sobre sus dragones. Además en eso me puede ayudar Toothless… estoy solo.

–¡Hey! –chilló Honey –. ¿Acaso estoy pintada?

–Tienes razón, no es lo mismo –dijo Astrid con la voz más grave que los gemelos Haddock la habían escuchado hablar en su vida –. Pero eso no implica que debas dejar tu responsabilidad.

Por un instante, Hiccup la miró con una expresión indescifrable, pero era obvio para la rubia que el cerebro del gemelo pecoso estaba procesando sus palabras a mil por hora buscando algo entre líneas.

–¿De dónde viene ese sermón?

–No es un sermón, solo es la verdad y tal vez es hora que la afrontes –sentenció Astrid más como una orden que sugerencia –. Además, Honey tiene razón, no estás solo en esto –y con una postura casi marcial, Astrid se dio media vuelta y se marchó de la herrería con el orgullo que una doncella guerrera infundaba –. Ahora, iré a entrenar un poco –y antes de que pudieran decir algo para detenerla, cruzó el umbral de la puerta para saltar al lomo de su dragona y emprender el vuelo.

–Wow –soltó Hiccup –. ¿Qué speed stinger le habrá picado?

–No lo sé, pero lo que dijo es cierto –comentó Honey sorprendiendo a su hermano y así misma de haber pronunciado esas palabras –. Detesto que se esfuerce por caerme bien.

La gemela castaña bajo del barril donde había estado sentada todo la mañana y se aproximó a su hermano, que le dirigía una mirada aprensiva.

–Nunca creí que diría lo que voy a decir –dijo ésta una vez que llegó a su lado y junto a su mesa de trabajo –, pero tengo que decírtelo: Astrid tiene razón.

Los ojos de ambos hermanos se cruzaron por unos breves segundos antes de que Hiccup, bajara sumisamente su mirada y suspirara:

–Lo sé, pero…

–Sabes –lo cortó Honey de sopetón volviendo la atención al proyecto sobre la mesa –, llevas toda la mañana ocultándote y trabajando en esa cosa. Al menos me podrías decir que es.

–¡Ah! –brincó Hiccup en su asiento antes de rascarse la nuca –. Es que después de la última practica con el arco…

–¿Cuando le distes con una flecha al trasero de Gobber?

–Sí, no me lo recuerdes.

–Hey –se quejo Honey cruzando sus brazos sobre su pecho –, yo fui la que estuvo con Gothi mientras se la sacaba. Estaré traumatizada de por vida.

–En fin, estuve pensando que era hora de admitir que mi problema con las armas radica principalmente a que no tengo fuerza en los brazos –dijo el gemelo pecoso, pero casi inmediatamente amenazó a su gemela con un dedo acusador –: No te atrevas a hacer un comentario al respecto.

La chica pecosa solo realizó un leve puchero tratando de parecer inocente, mientras Toothless a sus pies soltaba una leve carcajada dragonil.

–Así que… –musitó el muchacho tratando de ignorar los gruñidos de su dragón – diseñé un nuevo arco que por medio de polea tensará las cuerdas y ejercerá la fuerza necesaria para disparar la flecha sin que yo tenga que esforzarme.

–Eso suena bastante genial –soltó Honey animada –, pero tampoco creo que sea la mejor opción para mejorar en tus capacidades físicas.

–Para ello pensé en un modulador en las poleas –indicó Hiccup levantando su extraña invención: poseía la estructura conocida de un arco, pero en lugar de estar formado de una sola pieza, estaba construida con dos largas ramas como las palas, unidad en el centro por una empañadura de hueso. En el extremo de cada pala había una combinación de poleas que tensaban la cuerda que cruzaba todo el arco –, así que puedo ir modificándolo gradualmente e ir entrenando mis brazos –continuó el chico su explicación señalando las partes de su invención.

–Ya me cautivaste, me encantaría verlo en acción.

–Solo tienes que seguirme –dijo Hiccup antes de ponerse de pie y encaminarse hasta la puerta de la herrería.

A pesar del humor letárgico de ambas lagartijas gigantes, Toothless y Furry se levantaron de sus respectivos puntos de descanso y siguieron a sus jinetes con la intención de no perderlos ni por un segundo de vista.

–¿Acaso ya lo terminaste? –preguntó Honey detrás de su hermano, mientras éste la guiaba hasta un pequeño claro detrás de la forja de Gobber.

–Eso creo, solo necesito hacer un par de pruebas –confesó mientras se colocaba en posición. Del otro lado del terreno se encontraba un blanco improvisado con varios fardos de paja marcados con pinturas de colores.

Aunque fuera solo una prueba, Hiccup quería que su primer intento de su nuevo invento resultara mucho mejor que los anteriores, como la navaja de bolsillo o la podadora de pasto impulsado con terrible terror o lo que él llamaba "retrete". Así que haciendo faramalla o alarde de su nueva creación, el muchacho sobre-exageró sus movimientos y posturas cuando solo tenía que apuntar.

–Muy bien, intento numero uno…

–¡Espera! –bramó Honey de repente deteniendo a su hermano y casi haciendo soltar su nuevo arco. Acto seguido, corrió a cubrirse detrás de ambos dragones que se mantuvieron desde un principio a una distancia segura. – Ahora sí –dio pulgar arriba.

–Tú confianza en mis habilidades me conmueve –soltó Hiccup antes de continuar –. Intento número uno, en tres… dos… uno…

Recordando a la perfección las lecciones de Gobber sobre cómo usar el arco, Hiccup lo levantó frente a él, extendió su brazo, enfocó su mirada en el blanco en la distancia y tiró de las cuerdas con facilidad ante el apoyo de las poleas. Seguro de su posición, soltó la cuerda dejando así escapar la delgada flecha de sus dedos que cruzó el aire en la distancia entre él y el blanco.

Pero hubo algo que no calculó el muchacho, y eso fue la fuerza de rebote que las cuerdas ejercerían al golpear su brazo extendido. Pronto gritos y alaridos llenaron el pequeño claro:

–¡Hijo de troll! ¡Me lleva Loki! ¡Plasta de yak!

Mientras el chico pecoso brincaba de un lado al otro sujetando su brazo contra su pecho por el dolor, Honey examinó con detenimiento el blanco, descubriendo así que en su primer intentó, Hiccup había logrado dar en el círculo central con estupenda puntería.

–Bueno, al menos le diste al blanco –comentó sin hacer gran alusión al resultado.

–Técnicamente… –chistó Hiccup sobándose el antebrazo – funcionó como lo tenía pensado, solo que no había calculado la fuerza de rebote.

Y a pesar del éxito de su primera prueba, Hiccup se mordió la lengua para soportar las últimas punzadas de dolor y levantar su nuevo arco para realizar unos cuantos ajustes a las poleas.

–Sí, todo es un simple problema de ensayo y error –dijo Honey caminado tranquilamente alrededor de su hermano gemelo –. Ya que no todo puede salir bien a la primera y es probable que nadie confié en que tengas éxito. Incluso, tus probabilidades de fracaso son muy altas….

Hiccup se detuvo para alzar su mirada hacia su hermana ante su curiosa selección de palabras.

–Porque siento que ya no hablamos del arco.

–Tal vez sí… tal vez no –dijo ésta –. ¿Ya lo ajustaste?

–Sí, pero no estoy seguro de querer volver a intentarlo.

–Bien –y antes de Hiccup pudiera hacer algo para detenerla, Honey tomó el arco de sus manos, se volvió hacia el blanco y en cuestión de segundos lazó una flecha justos como siempre se los había indicado Gobber, solo que en esa ocasión, la flecha disparada se clavó limpiamente en el blanco. Para la sorpresa de Hiccup, pero no para Honey, el arreglo en las poleas había evitado el rebote de las mismas y la chica pecosa salió intacta del lanzamiento –, como dijo Astrid: tú no estás solo en esto –agregó entregándole el arco de nuevo a su hermano, en lo que le sonreía con picardía.

Ella, se dio media vuelta y se encaminó hasta Furry, hablando con la curiosa profundidad que en muchas ocasiones erizaba los bellos de la nuca a su hermano:

–Tal vez solo necesitas que alguien crea en ti. Avísanos cuando estés listo. Vamos, Furry.

Y sin más, se marchó del claro dando leves brinquitos con cada paso, en lo que su dragón peludo la seguía de cerca.

Hiccup la miró marcharse en silencio, mientras su nueva invención yacía en sus manos, intacta. No necesitaba ser un genio para entender las palabras entre líneas que le había otorgado su gemela, pero tal vez era algo que ya sabía desde un principio y trató de negarse a sí mismo.

Sin duda eso era lo que buscaba su padre al asignar a Honey como su concejera, a sabiendas de la influencia que la chica tendría sobre él. Tal vez su padre sabía más sobre él, que lo que él mismo se imaginaba.

Pero también había cosas que nadie podía imaginarse. Ya que cuando Hiccup examinó el blanco, pudo descubrir que la flecha que disparó Honey no solo había dado en el centro, sino que había partido la suya a la mitad.

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Muy lejos de ahí, pero muy cerca de las puertas del Hel, el gran Stoick de Vast se encontraba en la popa de su navío favorito, vislumbrando nuevamente la capa densa de neblina que lo separaba a él de la impía tierra de los dragones. Esas aguas y tierras tan temida por ellos hacia tiempo atrás. Pero no ya no más, no desde que sus hijos le habían enseñado de lo que eran capaces aquellas bestias escamosas.

En cierta forma y por primera vez en su vida como líder… como vikingo… sintió una leve punzado en su pecho ante la culpa por lo que estaba por hacer. Sí, los dragonas no eran más sus enemigos, pero seguían siendo animales que no podían sobre-pasar el valor de una vida humana… en especial uno de su gente.

Sin más que lamentar, Stoick dio la orden muda para que sus barcos se adentraran en aquella misteriosa neblina.

Que Hiccup y Honey lo perdonaran.


Hola a todos:

Creo que no importa que tanto me esfuerce, me resulta ya imposible no tomarme un tiempo en publicar, sino es el trabajo, es una enfermedad u otra cosa. Y creo que no nos queda otra que aceptarlo que voy a estar publicando cada capítulo entre un mes a dos meses. Lo lamento, pero así es la realidad.

Ahora, contestando las preguntas:

Sumoner. Dante: bueno, ahora ya sabes cómo le va a estos dos. Y muchas gracias por tu comentario!

Ya por último, quiero invitarlos nuevamente a que visiten el nuevo blog dedicado a este fic como a todo lo relacionado a "How to train your Dragon".Ahí publico reseñas, comentarios, información, mitologías y mucho arte. Por favor den una vuelta al blog, puede buscarlos en Tumblr como dragonstwinstory

Los espero allá y nos vemos en el próximo capítulo.


Editado 9/8/18