Cómo entrenar a tu dragón (How To Train Your Dragon) está basada en la serie de libros de mismo nombre de la autora británica Cressida Cowell, y realizada por Dreamworks Animation.
No poseo ningún derecho sobre los personajes y detalles originales de HTTYD.
El propósito de este FanFiction es el de entretener, con eso ya dicho, por favor no me demanden.
DRAGONS: A Twins Story
No precisamente brillante
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Le resultó sumamente claro para Hiccup la lección que quiso enseñarle su hermana con aquel ejemplo del arco; bueno, se tenía que ser muy obtuso de vista para no haber captado el mensaje tan directo; aunque también debía tomar en cuenta que para la mayoría de los vikingos hubiera resultado bastante difícil descifrar el mensaje. Así que, superando su rechazo inicial, el joven gemelo pecoso sintió que tenía que ponerse los pantalones peludos de piel de yak y establecer el orden perdido en la aldea. Pero, para su desgracia, no podía hacerlo él solo.
En un nuevo intento, convocó a sus jinetes de dragones en la academia, con la leve esperanza que su segundo tentativa de mandato no fuera tan desastroso como el primero, y quien sabe, tal vez la fortuna finalmente le favorecía.
…
Pero antes de cantar victoria, hay que recordar que Hiccup nunca había sido afortunado en toda su corta existencia.
Aunque en aquella arena circular se encontraron alrededor de su líder, cada uno de los jóvenes jinetes acompañados de sus leales dragones; la mayoría de ellos se apreciaban atentos por escuchar la palaras de su bajito muchacho, con excepción de un par en particular que tenía otras cosas en la cabeza.
–Es bueno que todos nos encontremos reunidos… –comenzó el chico el discurso que había planificado en su cabeza en su camino hacia la arena, cuando fue interrumpido de golpe por Tuffnut.
–Así es nuestro buen amigo Hiccup, ya que tenemos asuntos muy importantes que atender.
–Muchas gracias por marcarlo Tuff –dijo Hiccup sin darle importancia a la interrupción –. Efectivamente tenemos que organizarnos para tener todo en orden…
–Claro, una fiesta no se puede dar sola –interrumpió esa vez Ruffnut con una gran sonrisa.
–Sí así es, una fies-qué ¿qué?
–Mi fiesta de cumpleaños… –declaró Tuff airoso con las manos en su cintura, pero se apresuró a agregar ante la mirada furibunda de su hermana –: bueno, nuestra fiesta de cumpleaños. Pero especialmente mía.
–No, esperen –negó el gemelo pecoso sacudiendo su manos, en lo que su dragón negro como la noche soltó un leve gruñido en aprobación –. Creo que estamos perdiendo el rumbo.
–Hiccup tiene razón, hay cosas más importantes… –Honey dio un paso hacia adelante, pero…
–¡Como los regalos!
–Bien dicho, querida hermana –puntualizó Tuff –. Los regalos son el alma de la fiesta, es por eso que hemos preparado una lista de posibles obsequios chingones para la ocasión… –continuó el gemelo rubio sacando de los bolsillos de su pantalones de cuero, una larga lista, cuyo extremó cayó de sus manos y recorrió todo el suelo en camino hasta la reja en la entrada de la arena.
Los dragones siguieron con la mirada aquel pergamino, en lo que el joven Thorston continuaba hablando.
–Tuff… –trató de llamarlo Honey sin mucho éxito.
–… van desde comida deliciosa, especial y rara…
–Como manzanas de la isla Meathead… –enumeró Ruff.
–Armas nuevas y lustrosas… –dijo Tuff.
–Y no olvides filosas…
–Tuff, Ruff… –Hiccup trató de lanzarles una mirada amenazante sin éxito.
–Y sin tienen dudas, toda aquello que pueda encenderse en llamas es una buena opción.
–¡Idiotas descerebrados! –rugió Astrid perdiendo la paciencia.
–¡Cerebros! – aceptó Ruff alegre –. Eso también es una buena opción.
–No, par de tarados –los insultó de nuevo la rubia –. Estamos aquí para ver el problema del estado de la isla, no para planear su estúpida fiesta de cumpleaños.
Por unos breves segundos, ambos gemelos Thorston parecieron sorprendidos con tal sentencia, pero cuando sus mentes obtusas captaron el mensaje y trataron de objetar, fueron interrumpidos esa vez por un no tan paciente Hiccup.
–Gracias, Astrid –dijo –. Y tienes razón. Sé que están emocionados por su cumpleaños en unos días, pero no podemos realizar una fiesta si no podemos controlar primero el caos que se apoderado de la aldea.
–¿"Podemos"? Sabelotodo –finalmente Snotlout se unió a la conversación –. Porque si recuerdo bien, eras tú el que estaba a cargo.
Hookfang soltó un leve resoplido apoyando la opinión de su jinete, dejando escapar un poco de humo de su hocico.
Toothless gruñó ante la intimidación.
–Y-y no estoy diciendo que no lo esté… –tartamudeó Hiccup.
–Y hasta el momento has hecho un estupendo trabajo en ello… –se burló Snotlout con una sonrisa picara y con su brazos cruzados sobre su pecho.
–No estoy diciendo que…
–¿Que tu autoridad no fue aplastada tan desastrosamente?… espera, así fue.
El joven moreno soltó una larga carcajada que se ganó algunas miradas poco impresionadas de sus colegas jinetes, como de sus dragones.
–¿Terminaste? –le preguntó Hiccup frustrado. Eso no estaba resultado como se lo había imaginado una hora antes.
–Oh sí.
–Creo que lo mejor es separar el trabajo para cubrir más terreno –opinó Honey tratando nuevamente en dirigir la conversación a su rumbo original.
–¿Eh? No lo sé, Hiccup –señaló Fishlegs nervioso participando por primera vez en la conversación –. Tal vez suene que me pongo a favor de Snotlout, pero debes admitir que tiene un buen punto. ¿Cómo vamos hacer que los demás chicos nos hagan caso? Ya te ignoraron una vez.
–Bueno punto Fishlegs –dijo el gemelo pecoso –, para eso tenemos dragones…
–¡Oh sí! –bramó Tuffnut emocionado –. ¡Vamos a ordenarles que se postren ante nuestros pies o sino serán comida de zippleback!
Ante las palabras de uno de sus jinetes, Barf y Belch liberaron una bola de humo verde que prendieron en llamas sobre sus cabezas.
–Así podemos exigirles regalos de cumpleaños chingones–continuó Ruff.
–Y una fiesta que lance todo por la ventana.
–También podemos arrojar a Snotlout por la ventana.
–¡Hey! –se quejo el moreno.
–Eso me parece buena idea –se burló Astrid.
–¡Con la fuerza de nuestros dragones podré dirigir la aldea con puño de fuego! –sentenció Tuffnut con dramatismo alzando su manos al cielo y soltando una dramática carcajada.
–Querrás decir de "podremos" –lo corrigió de nuevo su gemela.
–Jitomate. Tomate. Son lo mismo.
–¿Qué es un tomate? –preguntó ella.
–Nadie se va a convertir en un tirano y dominar la aldea con la ayuda de los dragones –gruñó Honey acompañada de un rugido de su Howl.
–Pero…
–¡No! –marcó Hiccup quien finalmente había perdido la paciencia –. Solo nos apoyaremos en ellos para iniciar los trabajos y poner en orden la aldea: Astrid, tú te encargaras de juntar los rebaños, Fishlegs llevaras las cuentas del inventario, Snotlout, tú recogerás la cosecha y por favor evita quemarla.
–No prometo nada –dijo el moreno en lo que su dragón rojo prendía su piel en llamas.
–Yo y Honey trataremos en atraer la atención de las otras generaciones para que nos ayuden y…
Pero de nuevo, Tuff brincó hacia adelante exclamando:
–Nosotros planearemos una fiesta a lo grande, con música, un chingo de comida, fuego ¡mucho fuego!…
–¡Oh, oh! ¡Y un baile! –dijo Ruff dando unos saltitos como una chiquilla emocionada.
–Pffrr. ¿Quién quiere un baile? Eso es de niñas.
–¡Nada de fiestas! –tajo Hiccup con fuerza poniendo punto final a las interrupción. Toothless apoyó a su jinete soltando un pequeño disparo de plasma al suelo–. Ustedes dos se encargarán de guiar a los dragones salvajes de nuevo al bosque.
–Pero…
–¡Nada de pero! ¡Moviendo esos pies o no habrá ningún cumpleaños! –gritó el muchacho flacucho sorprendiendo a cada uno de sus amigos, hasta su hermana. Todos lo miraron casi asustados antes de montar sus dragones en silencio y salir volando para realizar sus respectivas tareas.
–Vaya un poco de poder y se vuelve un tirano –se quejo Tuff ya sobre la cabeza de su dragón –. Ya nadie puede tener la fiesta de cumpleaños de sus sueños.
–Sí, así es –comentó su gemela desanimada en la cabeza contigua, pensando en sus propio sueños.
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Los navíos de Berk se habían adentrado en las profundidades de la neblina del Helhiem, perdiéndose entre las mareas y las columnas rocosas que se atravesaban en su camino. Aquellos vikingos debían navegar con cuidado y bastante lentitud o todos terminarían como fríos cadáveres congelados en las aguas y lejos de los banquetes de victoria del Valhala.
En la proa de su barco favorito, el Emperor Penguin, el líder vikingo de Berk, Stoik the Vast escuchen su nombre y tiemblen, se mantenía hermético y dominado por un silencio sepulcral que ponía los vellos de la nuca (los largos y rizados) de punta.
La búsqueda por sus compatriotas Hooligan se había complicado más de lo esperado y la incertidumbre comenzaba a formarse en los corazones del grupo de rescate.
–Hey, Stoick –la voz de Spitelout rompió el silencio y los pensamientos de gran guerrero vikingo. Pero su medio hermano no contestó más que con un gruñido ante la interrupción, mientras aún apoyaba su pierna en la orilla del la proa y su mano en su grueso cinturón.
–¿Qué tanto piensas? –le preguntó el otro con duda en su voz, que hizo parecer su cuestionamiento algo tonto.
–¿Qué quieres, Spitelout?
El líder del clan Jorgenson soltó un largo suspiro en lo que encogió los hombros. La resignación estaba clara en el tono de voz en las siguientes palabras que pronunciaron sus labios:
–Ya llevamos más de un día perdidos en la neblina –se quejo –, no estamos seguros que podamos encontrar el barco de Mulch y Bucket ante ésta mala vista.
–¿No querrás decir: encontrarlos a ellos? –soltó Stoick con amargura, sin siquiera volverse. No necesitaba las quejas y necesidades de Spitelout en ese momento.
–Eso fue lo que dije.
La tención se aumentó entre ambos tanto que se podía cortar con un cuchillo, y los demás tripulantes del navío cerca de los vikingos se apartaron cautelosamente. Solo hubo una que hizo lo contrario:
–¡¿Qué pasa, jefe?! –bramó con gran alegría Bertha the Big Brute interrumpiendo el incomodo y tenso momento, lanzando sus grandes y musculosos brazos sobre los hombros del Jorgenson –. ¿Por qué la cara peluda? ¿Entienden?
Una gran carcajada salió de sus labios, en lo que sacudía a Spitelout por el torso. Éste, claramente inconforme, tuvo que empujarla a un lado para librarse de su agarre, mientras algunos vikingos reían de la ridícula broma:
–¡La cara peluda…!
Pero el escaso momento de alegría terminó, cuando el jefe vikingo finalmente se dirigió a sus compatriotas con una mirada de pocos amigos.
–Vamos esto no puede ser tan malo –insistió Bertha aún con su sonrisa jovial, mientras los demás navegantes se alejaban discretamente de la escena –. ¿Dónde está su espíritu de aventura? ¿Dónde está el valor Haddock? ¿O la necedad Jorgenson? –se burló la mujer pecando de coquetería –. ¿O… acaso estarás asustado?
–¡¿Qué?! ¡Yo nunca! –soltó ofendido Spitelout cayendo totalmente en las insinuaciones de la Hofferson –. ¡¿De dónde sacas esa pendejes Bertha?!
Por su parte Stoick solo cruzó sus brazos sobre su pecho, como si fuera un simple espectador ajeno al problema. Bertha se traía algo entre manos, la conocía muy bien para darse cuenta.
–Jo, jo jo –se burló la ancha mujer –. ¿Acaso herí tus sentimientos?
–¿Sentimientos? Eso es para mujeres –respondió el Jorgenson –. ¿Y no deberías estar en tu casa atendiendo a tu marido? Ah, espera –dijo con increíble maldad y resentimiento –. No tienes.
–¡Spitelout! –lo llamó su hermano casi inmediatamente, dando un paso amenazador hacia adelante.
Hablar de esa manera de la pareja pérdida de uno era una grave ofensa. Stoick lo sabía bien.
–No, Stoick –se adelantó Bertha con increíble calma –. Déjalo que se suelte, es claro que el hecho que su familia nunca tomará posesión del trono de Berk lo afecta.
–¡Bertha! –¿qué había hecho Stoick esa mañana para enfrentar tales necedades?
Pero como salvación, su navegante se acercó al grupo de vikingo:
–¡Stoick! Necesitas ver esto –lo llamó pidiendo su completa atención.
–En un momento –dijo sin siquiera separar su ojos de los otros dos vikingos frente a él –. Ustedes dos –los amenazó con su grueso dedo índice –. Cuando regrese, espero que "todo esto" termine.
Y ante su mirada fulminante, sus subordinados asintieron y respondieron al unisonó:
–Sí, jefe.
Con un último vistazo en advertencia, Stoick pasó entre ambos vikingos, esperando que no terminaran matándose el uno al otro durante su ausencia.
–¿A ti que carajos te pasa? –les espetó Spitelout a Bertha tan pronto quedaron solos.
–Me emociona el prospecto de una batalla –respondió ella como si no fuera gran cosas sus propio actos –, y eso me pone ansiosa.
–Tú planeas algo…
–Astrid me contó de cómo te refieres a ella frente a tu hijo –lo cortó la Hofferson de golpe yendo por completo al grano. Su semblante burlesco por fin desapareció del rostro de la mujer robusta y rubia, y su mirada fulminó la de Spitelout.
–Ohhh… –soltó éste, antes de dirigirle una mirada maliciosa –. ¿Te duele que no sea una prospecto de esposa digan?
Era bien sabido por largas generaciones de habitantes de Berk, incluso desde mucho antes que los Hooligans se mudaran a la isla, que los Jorgenson y Hofferson nunca se toleraban… en lo más mínimo. Así que encontrar algo para molestar al otro siempre era una prioridad... que decir, un deber por cumplir.
–Ja ¿Para tu hijo? –se plantó Bertha ante él con determinación y colocando su anchas manos en su gruesa cintura –. No. Además, hay peces más gordos en el mar.
–¡¿Qué carajos quieres decir con eso?! –entrecerró la mirada Spitelout sin comprender.
Clásico, Jorgenson. Mucho musculo, poco cerebro.
Una sonrisa casi maliciosa se dibujaron en los labios de la mujer, antes de darse vuelta y sentenciar con sus palabras una realidad que el Jorgenson no se había planteado:
–Que mi clan puede estar más cercano al trono de Berk que el tuyo –dijo ella marchándose –. Y no vuelvas a referirte a mi hija de esa manera.
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Hiccup podría asegurar que los planes de retomar el control de Berk resultaron mucho mejor de lo que se lo imaginó en un principio.
Honey consiguió con mucho éxito que Henrrieta Helgen y Helly Thickarm la apoyaran con limpieza de los caminos de Berk una vez que les prometió leerles las runas e informarles sobre sus futuros amorosos. Astrid consiguió el mismo éxito con Dogbreath Dubrian, Lars Thorton y Gullibird Stevenson a la hora de reunir los animales sueltos por la aldea, pero sus métodos eran un poco ortodoxos desde el punto de vista de Hiccup, pero para un vikingo a amenazar a alguien con un hacha al cuello siempre fue una solución a muchos problemas.
Snotlout y Hookfang cumplieron con su encomienda de recoger las cosechas y almacenarlas sin quemar absolutamente nada, hasta el punto de que el mismo joven Jorgenson no podía creer que lo había logrado. Lo más difícil de su tarea fue conseguir que tanto Gustav Lars, como su pequeña hermana Adelaide Jorgenson, lo apoyaran con la tarea en lugar de solo intentar montar a Hookfang.
Pero lo más difícil de conseguir fue que los gemelos Thorston se decidieran en ponerse a trabajar, ya que cada vez que Hiccup quitaba la vista de ellos, los encontraba holgazaneando, haciendo trampa o intentando destruir algo. Así que después de frustrar el cuarto intento de hacer a un gronckle y nadder lucharan a muerte con tal de ganar una apuesta, Hiccup prefirió supervisar presencialmente la labor de los gemelos rubios de regresar a los dragones salvajes al bosque. La velocidad de Toothless resultó sumamente útil en la tarea, ya que Barf y Belch se notaban desconcentrados ante la poca capacidad de sus jinetes de ponerse de acuerdo.
Cuando finalmente terminó con guiar al último nightmare de nuevo al boscaje, comprobar que las cosechas siguieran intactas, las calles limpias, las coles de Mildew de nuevo en su destartalada carreta y los animales en sus establos, el joven Haddock fue en búsqueda de Fishlegs.
El chico rechoncho y rubio había estado toda la tarde revisando los inventarios de Berk, asegurándose que la destrucción que había reinado en la isla hacía unas horas atrás no hubiera tenido consecuencias atroces en las reservas para el invierno.
Cuando Hiccup localizó a Fishlegs, encontró a éste sobrevolando en el lomo de Meatloug las granjas de Yaks de los Stevensons, mientras contaba a los animales que pastaban en los terrenos. Siendo la ultima propiedad que inventariar, el cansancio finalmente había mermado la fuerzas de chico Ingerman, que fácilmente perdió el equilibrio y cayó de su silla a uno de los arboles que rodeaban la granja.
Pero antes que el gemelo pecoso pudiera hacer algo para ayudarlo, presenció cómo el mismo Fishlegs salía de aquella situación con un complejo sistema de señas que le indicaron a Meatloug que hacer en su rescate.
–¡Fishlegs! –lo llamó Hiccup una vez que los dragones de ambos se encontraban en suelo firme –. ¡Eso que hiciste fue asombroso! –su repentina exclamación logró que el joven rubio soltara un leve grito en sorpresa –. ¿Qué era?
–Ah… Hola, Hiccup –dijo Fishlegs tratando de recobrar el aliento –. Es solo un sistema señas que le he enseñado a Meatloug… bueno, ya sabes, para darle instrucciones sin palabras.
–¡Eso es increíble! –insistió el gemelo emocionado.
–No es gran cosa –dijo el rubio con un leve sonrojo.
–Podría enseñarme como lo haces…
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Había sido una larga mañana y las corrientes marinas alejaban cada vez más el sebo de su caña de pescar. Gobber the Belch, yacía casi durmiendo sentado en un viejo banquillo junto al muelle de Berk, mientras las aves marinas cantaban a su alrededor. No tenía prisa, ni deseo de enfrentar el caos que reinaba en la aldea detrás de él.
Sabía muy bien porque Stoick lo había dejado atrás y que era lo que esperaba de él, pero desde su punto de vista, los chicos aprenderían mejor de sus errores si metían la pata a lo grande. Años constantes de ser la mano derecha del jefe de Berk le había otorgado cierta sabiduría y conocimientos de cómo liderar con vikingos testarudos; fácilmente podía haber dado media vuelta y puesto en su lugar a unos cuantos niños chiflados que insistían en vivir en la destrucción.
Pero ¿Dónde quedaba la diversión en eso? Al final de cuentas, ¿Por qué tenía que hacer el trabajo sucio?
Había llegado el momento de que Hiccup aprendiera los pros y los contras de ser un líder, y no había mejor método que estar en terribles aprietos. Esa era la forma vikinga de aprender.
Por lo que Gobber continuó en su puesto junto al muelle con la vista hacía el sol del horizonte y durante todo el tiempo en que esperó que algún un pececillo incauto mordiera su anzuelo, nada había interrumpido su solitario momento de tranquilidad.
Absolutamente nada… nada de nada… tanto que comenzaba a resultar sospechoso.
El viejo herrero aguzó su oído tratando de captar algún ruido en la lejanía; nada de gritos, destrucción, ni caos.
–Eso no puede estar bien –dijo para sí, poniéndose al fin de pie y consiguiendo que algunos huesos de su cadera tronaran ante el movimiento.
Estaba a punto de comenzar la larga marcha para subir hasta la aldea, cuando algo nuevo capto su atención. Gobber pudo distinguir una leve silueta a la distancia contra el sol. Para un vikingo experimentado como él, eso solo podía significar que un barco navegaba hacia la isla.
–Es muy pronto para que regresen –exclamó el herrero.
Enfocó su visión tratando de distinguir el navío y encontrar alguna similitud o reconocimientos en su forma o los colores de su bandera. Contrario a sus deseos, pronto pudo distinguir el sello característico que ondeaba en la vela mayor y que le confirmó su terrible primera impresión.
El barco se aproximaba a la isla no era de la armada de Berk… pertenecía a otra tribu vikinga del archipiélago…
Y por las sombras que comenzaron a distinguirse a su alrededor, no era el único.
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El enseñarle a un dragón a como recibir órdenes mudas no resultó ser tan difícil como era de imaginarse, y así fue como lo descubrió Hiccup; en realidad, Fishlegs había diseñado un simple sistema de recompensa ante actos positivos para que el dragón que se entrenaba en cuestión obedeciera la orden sin problemas. Los premios consistían de una combinación de una bola de pan rellena de arenque apestoso y un poco de yerba para dragón.
Con aquella técnica y tal suculento premio, en una tarde, los jóvenes jinetes consiguieron grandes resultados de sus compañeros reptiles. Astrid logró que Stormfly lanzara sus púas con una sola indicación de sus brazos y con una puntería excepcional. Hookfang aprendió a encenderse en llamas con un tronido de dedos de Snotlout, aunque también lo realizaba cuando el chico se encontraba sobre su lomo, así que no se podía estar seguro que el entrenamiento había sido exitoso. Honey eligió una curioso selección de ordenes básicas para Furry las cuales se le enseñaría comúnmente a un sabueso, pero ella aseguraba encontrarle alguna utilidad en el futuro; el dragón aprendió a sentarse, echarse y dar la pata como si fuera un can. Ya por último, Toothless fue el más rápido en captar las ordenes de todos, rápidamente pudo lanzar plasma con una indicación de Hiccup, gruñir en amenaza y hasta sonreír (la favorita de su jinete).
Tal éxito con los dragones después de recuperar la aldea del pandemonio en el que estaba sumergida, provocó un tono de jovialidad en los jóvenes vikingos, quienes finalmente podían convivir a gusto en su academia.
Pero la felicidad no duro mucho, cuando Barf y Belch colisionaron con los demás dragones al tropezar con su propia cola.
–¡Tuff! –lo llamó Honey una vez que Furry la hizo a un lado protegiéndola de la masa de escamas que era el dragón que cayó al suelo –. En el nombre de Thor ¿qué estás haciendo?
–Entrenando a mi dragón ¡bah! –objetó el chico rubio dejando caer sus brazos a sus costados.
–No imbécil –interrumpió Astrid aún con su hacha en mano –. ¿Qué es lo que tratas de hacer con Barf y Belch?
La rubia indicó al pobre dragón cuyo cuello largo y cola se enredaron entre sí y le impedían levantarse. Los otros dragones lo rodearon rápidamente ante sus quejidos de auxilio.
–No es obvio, le enseñó unos cuantos pasos de baile–comentó el chico airoso con su manos en la cintura.
–¿Para qué?
–¡Para la fiesta!
–¿Cuál fiesta?
–Nuestra fiesta de cumpleaños –explicó Tuff volviéndose hacia su hermana gemela en busca de apoyo –. Y es a nosotros a quienes llaman lentos –pero Ruff no compartió mucho su opinión, en cambio continuó sentada sobre un barril, con su barbilla apoyada en sus manos.
–¡No va haber fiesta de cumpleaños, tarados! –rugió Snotlout perdiendo la paciencia y dando un paso hacia adelante.
Su acto era una señal en desafío, a lo que Tuff se mantuvo firme y con el pecho inflado. Ante la señales de alarma, Hiccup saltó entre sus dos amigos y puso distancia entre ambos, o al menos lo que consiguió con el largo de sus brazos.
–No es eso lo que Snotlout quiso decir –dijo el gemelo pecoso nervios, antes de volverse hacia su primo con mirada amenazante –: ¿verdad? –Snotlout solo dio un resoplido y se apartó, lo que Hiccup aprovechó para agregar –. Claro que tendrán una fiesta de cumpleaños, solo que tal vez no será como ustedes esperan.
–¡Un momento, cántamela más despacio! –soltó Tuff dando un respingo –. ¿Tratas de decir que…?
–¡Que no habrá destrucción, muerte y caos! –les informó Astrid –. No pueden destruir la aldea después que realizamos mucho esfuerzo en ponerla en orden.
–Y sobre todas las cosas –comentó Fishlegs –, no puedes obligar a tu dragón a bailar.
–¡Pero si él el que quiere disfrutar de un buen danzón…!
–¡No! –gritaron todos los jinetes al unisonó, a lo que el gemelo rubio reaccionó conteniendo el aire indignado.
– Esto… es… ¡imperdonable! –dijo casi sin aliento –. ¡Una traición! ¡Como osan impíos negarnos nuestros momentos gratos de diversión! –blasfemó señalando a cada uno de sus amigos con un dedo acusador –. ¡¿Y tú no dirás nada?! –agregó de nuevo buscando el apoyo de su gemela.
Ruffnut quien continuó indiferente y hasta casi molesta con la situación, no se había movido de su posición; pero ante la insistencia de su hermano, dejo el barril donde había estado sentada y caminó hasta él con una cara de pocos amigos, mucho peor que la que generalmente lucía su rostro.
–¿Para qué? –dijo ella con voz rasposa –. No tiene sentido hablar cuando alguien tiene sus piches cochinos oídos llenos de cerilla para escuchar.
–¿Acaso no saque todo con tu cepillo en la mañana? –respondió su Tuff sin comprender la indirecta y rápidamente uso su dedo meñique para tratar de sacar todo el contenido de su canal auditivo. Sus esfuerzo dieron resultado, cuando una masa amorfa y amarillenta salió pegada de uña.
El gemelo rubio paso a revisarla con su olfato, pero en un momento de descuido, Meatloug aprovechó para comerla de un solo lengüetazo.
Todos los jinetes exclamaron en asco. Aunque Ruff no tenía problema con los olores pestilentes, la cosa viscosas y las asquerosidades que producía el cuerpo de su hermano, no pudo evitar hacer una mueca ante tal acto, y perdiendo la compostura se volvió hacia su dragón de dos cabezas, que había logrado desenredar sus miembros.
–¿Quieres ver como yo entreno a un dragón? –dijo ella –. ¡Belch golpea a Tuffnut!
Y sin dudarlo un instante, la cabeza del zippleback, aporreó con fuerza al gemelo rubio lanzándolo contra unos barriles llenos de agua del otro extremo de la academia. Aunque los gemelos Thorston tenían la reputación de llevar consigo el caos y la destrucción, resultaron sumamente inesperados los repentinos actos de agresión entre ellos.
–¿A sí? –soltó Tuff aún con su trasero atrapado en uno de los barriles –. ¡Barf, comete a Ruffnut!
Imitando la voluntad de su otra cabeza, el zippleback tomó de una sola mordida la mitad del cuerpo de la gemela rubia y la sacudió de un lado al otro ante la mirada incrédula de los demás chicos.
–¡Wow, wow! –exclamó Hiccup tratando finalmente de interceder –. ¡Chicos, esperen!
Peros su palabras acabaron en oídos sordos, en lo que Ruff (ya libre de la fauces de su dragón y cubierta de baba) enfrentó a su hermano, chocando su cabeza contra él.
–¡Tuff! ¡Ruff!
Ambas cabezas del zippleback imitaron a sus jinetes y se golpearon la una a la otra, alarmando así a todos en la academia, incluso a los demás dragones.
–¡No puedo seguir con esto! –finalmente gritó Ruff apartándose de golpe de la presión que ejercía contra su hermano, haciéndolo así caer al suelo –. Me voy de aquí y me llevó a mi dragón conmigo –sentenció marchando marcialmente hasta Belch y tomándolo de los cuernos en un intento de arrastrarlo detrás de ella.
–¡Espera un momento ladina traidora peluda de trasero gordo! ¡Ese es mi dragón también!
Tuff, pronto la imitó tomando la otra cabeza del zippleback y arrastrarla en su dirección. El pobre dragón solo pudo soltar un quejido en confusión al ser imposible lo que le pedían sus jinetes.
–¡Chicos! –intervinó de nuevo Hiccup, pero esa vez acompañado de un rugido de Toothless para llamar la atención –. ¡Barf y Belch es un solo dragón!
El ver que sus esfuerzos eran fútiles, ambos gemelos soltaron a la pobre bestia, quien se sacudió como un sabueso mojado.
–Carajo, no puedo enfrentar esa lógica –aceptó Tuff dándose por vencido –. Hay que compartir.
–¿Compartir? ¡Compartir! –estalló Ruffnut gritando como desquiciada al rostro de su gemelo –. ¡¿Tú que sabes de compartir, Tuff?! –le enterró su dedo índice profundo contra su pecho. El pobre gemelo rubio, se inclinó hacia atrás asustado ante la furia de su gemela –. ¡O tal vez porque es lo único que chingados hemos hecho toda nuestra puta vida!
Todos sabían que Ruff podía ser ruda y furibunda, pero la impresión de su ira contenida fue tal, que el resto de los jinetes se quedaron paralizados por el horror; incluso Snotlout abrazó a Hookfang ante el miedo. Los demás dragones se ocultaron detrás de sus jinetes por protección, exceptuando Barf y Belch que huyeron despavoridos por la entrada de la academia. Nunca la habían visto y escuchado tan enojada.
A Tuffnut le costó un par de segundos de superar la impresión, antes de darse cuenta que su hermana, así como su terrible y penetrante mirada de sus ojos azules, se había alejado de su rostro, y se dirigía igualmente a la salida de la arena. Sus amigos casi brincaron a los lados para dejarle el camino libre.
–¡¿A-a dónde crees que vas, tarada?! –farfulló Tuff.
–¡POR EL MALDITO DRAGÓN QUE DEBO COMPARTIR CONTIGO! –gritó furiosa antes de desaparecer a la distancia. Su gemelo pronto la siguió sin importarle en lo más mínimo las miradas de sus compañeros o sus dragones.
Ante su salida, la academia quedo atrapada en el más incomodo silencio hasta que finalmente Hiccup decidió romperlo:
–De acuerdo… eso fue desconcertante.
–¿Vamos a dejar que se vayan así de enojados? –preguntó Fishlegs algo preocupado.
–No podemos abandonarlos… –dijo Honey.
–¿O si podemos? –comentó Snotlout intercediendo.
–No, no podemos –marcó Hiccup ganándose una mala cara de su primero y algunas resignadas de su amigos –. Vamos a separarnos, Honey y Fishlegs sigan a Ruff, Astrid y Snotlout a Tuff, yo trataré de encontrar a Bar…. –en lo que el gemelo pecoso repartió ordenes, comenzó a correr en dirección de la entrada de la academia, sin percatarse que había una gran masa voluminosa que se interponía en su camino.
Hiccup prácticamente rebotó al contacto con el obstáculo, lo cual lo lanzó casi un metro hacia atrás y directo al suelo.
–¿Gobber? –preguntó una vez que alzó la mirada y se percató, de que o quien había chocado.
–Espero que la prisa sea precisamente por los problemas que llegan a la costa –respondió el herrero llevándose su mano y la falsa a la cintura, en lo que Astrid y Honey ayudaban a Hiccup ponerse de pie.
–¿Problemas? ¿Cuáles problemas?
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–¡Una armada Berserker! –exclamó Hiccup alarmado viendo a través de su aparató de visión. Desde la colina del acantilado norte de la aldea, fácilmente se podían ver más de quince poderosos navíos Berserker apunto de arribar en el muelle de Berk; naves cuyas largas velas con el Skrill de escudo las volvían mucho más amenazante –. ¿Pero que hacen aquí? ¿Acaso papá los llamó antes de irse?
La gran mayoría de las tribus vikingas del archipiélago barbárico se mantenían en paz entre ellas, con excepción de los LavaLots y los Hysterics. Pero aún así, eso no significaba que disfrutaran de una amistad las unas con las otras; generalmente los integrantes de diferentes tribus solían tratarse violentamente entre ellos, por lo cual, las reuniones debían ser debidamente preparadas, programadas y casi siempre evitadas. Los peludos Hooligan podían soportar más fácilmente a los Meatheads debido a la cercanía de ambas islas, y a ello su hospitalidad, pero eso no se multiplicaba a las demás tribus.
–Lo dudo –respondió Gobber quitándole al pobre chico su inventó del rostro y comenzando el camino de descenso hasta el muelle –, Stoick me hubiera mencionado algo al respecto. Lo más probable es que vengan por su visita regular por el tratado.
–¿Tratado? ¿Cuál tratado? –preguntó el chico siguiéndolo de cerca.
– Antes de que nacieras, tu padre finalmente firmó un tratado de paz con Oswald the Agradable para traer armonía al entre las dos tribus, poco después de la gran batalla de la costa de Thor. Y una de la clausulas del tratado consiste en la visita regular en lapsos de tres a dos años para fortalecer la alianza.
Hiccup no pudo evitarse estremecerse ante la mención de esas visitas. Sí, recordaba la famosa batalla de la costa de Thor de las antiguas historias; fue cuando una horda de furiosos y locos Berserkers atacó Berk por sorpresa. Los Hooligans salieron victoriosos a pesar de los escases de armas de la época, por lo cual se defendieron con los puños; muchos invasores terminaron con más que un ojo morado.
Pero ante su juventud, ignoraba que las visitas del líder Berserker estaba relacionada con un tratado de paz. De decir verdad, Hiccup estaba mucho más preocupado de salvar su pellejo del demente y casi sicópata que era el hijo del tal Oswald. Dagur era mucho mayor que él por varios años, pero eso nunca fue un impedimento para que lo usara de saco de golpeo y lo dejara con terribles traumas sicológicos de por vida.
–En otras palabras para asegurarse que no los apuñalemos por la espalda –dijo el chico retomando la conversación.
–Exactamente –confirmó Gobber justo cuando llegaron al final del muelle y desembarcaba la fragata principal de la armada Berserker –. Algo que sin duda llegaran a pensar, si se enteran que hicimos las paces con los dragones.
–¿Crees que saben sobre Toothless y los demás jinetes? –dijo el chico nervioso, pensando en el dragón de ébano que mandó en busca del Ruffnut junto con Honey.
–No debería sorprenderte si lo fuera, hasta Alvin se enteró de tu enfrentamiento casi fatal con la muerte roja.
El corazón de Hiccup se detuvo. ¿No podía ser posible?
–E-entonces… lo mejor sería alejar a los dragones de la isla… para evitar que los vieran los Berserkers o tal vez rechazarlos ante la ausencia de mi padre…
–Calma –le murmuró Gobber posando su mano falsa sobre el hombro del chico –. Causaremos más que sospechas si no los recibimos. Será mejor primero ver cuáles son sus cartas y luego hacemos nuestra jugada.
Y justamente cuando terminaba sus palabras, un pesado tablón descendió de la cubierta del navío, conectándolo así con el muelle de Berk. Lo primero que bajó por aquel pedazo de madera, fue un vikingo grande, grueso y armando de pies a cabeza de una armadura con púas y armas filosas. El Berserker resopló con desagrado como si el olor de la isla de Berk le disgustara, para luego abrir su boca y pronuncia con una fuerte, y casi irónica, chillante voz:
–Abran paso para el mayor líder vikingo, escuchar su nombre y huyan cobardes, el guerrero más sanguinario y fiero en la batalla, el único y temible…
–¿Oswald the agreeable? –dudó Gobber.
–Dagur el Deranged.
Con esas palabras, un joven y fornido vikingo hizo su aparición frente a los dos Hooligans, y casi inmediatamente, una sonrisa demencial se dibujó en su boca.
–Me lleva la… –alcanzó a soltar Hiccup.
Hola a todos:
Feliz Navidad y próximamente feliz año nuevo!
Lamento la demora en los capítulos pero como saben, hay más cosas en la vida que fanfiction. Al menos alcance a cumplir mi propósito de publicar éste capítulo antes que finalizara el año.
Y como siempre, quiero invitarlos nuevamente a que visiten el nuevo blog dedicado a este fic como a todo lo relacionado a "How to train your Dragon".Ahí publico reseñas, comentarios, información, mitologías y mucho arte. También hay adelantos de los próximos capítulos. Por favor den una vuelta al blog, puede buscarlos en Tumblr como dragonstwinstory.
Sin más que decir por ahora, vemos en el próximo capítulo.
Un gran abrazo.
Editado 9/8/18
