Cómo entrenar a tu dragón (How To Train Your Dragon) está basada en la serie de libros de mismo nombre de la autora británica Cressida Cowell, y realizada por Dreamworks Animation.

No poseo ningún derecho sobre los personajes y detalles originales de HTTYD.

El propósito de este FanFiction es el de entretener, con eso ya dicho, por favor no me demanden.


El antiguo anunciador se cansó de esperar y tuvieron que contratar uno nuevo.…

DRAGONS: A Twins Story

Mentes brillantes

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Era una regla implícita, pero nunca discutida, que todo vikingo era de pocas palabras; porque no tuviera mucho que decir, fuera un antisocial o no era precisamente una de las mentes brillantes del mundo. Aún así, resultaba bastante sorprendente el mutismo que se apoderó del gran jefe vikingo Stoick the Vast y sus guerreros hooligans, mientras escucharon con atención toda la increíble historia de Mulch y Bucket.

Ambos vikingos relataron como su búsqueda de arenques lo llevó hasta las corrientes tibias marinas que conducen a la isla de los dragones. Con la experiencia de décadas surcando aquellas aguas, Mulch y Bucket habrían logrado fácilmente evitar aquella marea y ser arrastrados sin piedad a la terrible neblina del las puertas del Hel.

O al menos eso ellos creían…

Algo que desconocían, es que había quedado atrapada la aleta del su bote a un extraño objeto, que los jaló justamente a aquel destino que habían estado evitando.

Aunque la tribu de Berk había terminado las hostilidades contra los dragones, el acercamiento a aquella isla aún resultaba peligro, especialmente cuando los vikingos se encontraban solos. Sin olvidar de los peñascos que se ocultaban entre la neblina y fácilmente podía destrozar su pequeño bote de pesca.

En aquel predicamento, llegaron a pensar que un dragón de la clase tidal los había arrastrado hasta su territorio, pero una vez que quedaron varados y perdidos entre la neblina durante unas cuantas horas, en las que absolutamente nada acudió a su perdición, descartaron aquella sospecha.

Improvisando con algunos amarres, parte del mástil, la pata de palo de Mulch y la mano de garfio de Bucket, lograron alcanzar aquella misteriosa entidad que los mantenía encallados, que resultó una especie de red de pesca sumamente resistente y tan grande, como larga, que parecía extenderse por leguas.

Mulch y Bucket intentaron cortarla, pero resultaron fallidos ante el resistente material con el que estaba hecha. Nunca había visto nada parecido, con excepción…

–La soga de muertos –interrumpió Stoick el relato temiendo lo peor.

Aquella resistente y flexible soga se realizaba con una curiosa y única enredadera, que de conocimiento popular, crecía en un solo lugar del todo el archipiélago barbárico: la isla Outcast.

–Pero no fue lo único que encontramos, Stoick –se apresuró a explicar Mulch en lo que su mano acariciaba con delicadeza la frente del thunderdrum rosa, y ésta ronroneaba con gusto.

Tratando de liberar su navío, ambos vikingos probaron de tirar de la soga de muertos con todas sus fuerzas, pero no consiguieron moverse ni un centímetro. Pero en su intentó, expusieron a la superficie varios metros de aquella trampa mortal que no solo alejaba a los cardúmenes de Berk, sino que también había sorprendido a una víctima mucho más grande.

–La pobrecilla no podía ni moverse –explicó Bucket enterneciendo su voz y obteniendo un gemido de la thunderdrum.

En otra época, Mulch y Bucket habrían abandonado a la pobre bestia a su suerte, pero ante la aceptación que trajo Hiccup a los suyos, se animaron a hacer lo posible por liberarla.

Aunque ignoraban que no era el único thunderdrum en los alrededores.

El macho azul había estado cuidado a su amiga atrapada todo ese tiempo o intentado rescatarla sin éxito, pero cuando los dos vikingos la alzaron sobre la superficie del agua, la bestia escamosa temía las peores intenciones.

–Antes habríamos entrado en combate sin dudarlo –explicó Mulch –y probablemente muerto en la batalla.

–Pero luego recordamos todo lo que nos ha enseñado Hiccup sobre los dragones –agregó Bucket.

–¡Ja! ¡Vaya nuestra sorpresa cuando funcionó! ¡No lo podíamos creer!

Efectivamente, al mantener la calma y al mostrar al thunderdrum que no eran una amenaza. Ambos vikingos lograron ganar tiempo y liberar al más joven, ganándose así un aliado en el macho azul.

–Y hemos estado atrapados aquí desde entonces.

–Pero no nos quejamos –continuó Bucket sonriendo debajo de su gran bigote rubio –, él nos ayuda trayendo comida, mientras nosotros cuidamos de su amiga.

Ambos vikingos continuaron mimando a la dragona rosa, ignorantes que su líder sintió recibir una bofetada en su rostro barbudo. Hacía unas horas antes, estaba listo para traicionar a sus hijos, olvidar lo aprendido y a los dragones que salvaron sus vidas, acabando así despiadadamente con la nueva paz, y por venganza, acabar con uno de los suyos; cuando en realidad todo ese tiempo aquella bestia había salvado y cuidado de Mulch y Bucket; todo gracias a las enseñanzas de Hiccup.

Se sentía como la mayor basura del mundo.

–¿Y dónde está ahora? –preguntó Stoick finalmente con tono mordaz.

Stoick como todo líder vikingo… o como vikingo en general, no le gustaba estar equivocado, pero mucho al menos al él. Estaba ansioso de enmendar su error.

–¿Eh? –soltó Mulch distraído.

–¿Dónde está el dragón?

–Es extraño, ahora que lo mencionas ya debió haber….

Pero antes de que Mulch terminara la oración, el inconfundible rugido de thunderdrum resonó en toda la playa poniendo en alerta a los guerreros Hooligans. En cambio la dragona rosa, tembló de patas a cabeza, antes de correr despavorida por la arena en dirección contraria a la cueva donde se ocultaba.

–¿A dónde va? –soltó Spitelout viéndola alejarse.

Sin más que fruncir su ceño como respuesta, Stoick trotó detrás del thunderdrum seguido de cerca por sus fieles guerreros, hasta llegar al otro lado de la costa donde se podía apreciar con claridad las aguas azules del océano lejos de las cortinas de neblina del Hell.

Unos barcos inconfundibles se encontraban surcando las aguas, en lo que unas redes entre ellos contenían al macho azul que luchaba desesperado por liberarse.

Stoick gruñó para sí.

–¡Outcast! –bramó Bertha a su lado.

–¿Qué hacemos jefe? –preguntó Lydia empuñando su hacha.

–Salvar a uno de los nuestros.

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Astrid cumplió su palabra y evitó como toda una campeona, que Hiccup volviera a concentrarse en los graves problemas que tenían sobre sus hombros, y dejara atrás las locuras de Tuffnut Thorston. Pero aunque fue una victoria definitiva para ella, aún quedaba el zippleback en la habitación, o en ese caso, desaparecido por la aldea.

Pronto ambos chicos se reunieron nuevamente con sus compañeros jinetes, Fishlegs y Snotlout, en el centro de la aldea. Mientras el joven regordete trataba de recobrar el aliento después de su larga carrera, el chico brabucón se mantenía desinteresado de la discusión comiendo con tranquilidad una manzana robada.

Hiccup casi se acaba la uñas con los dientes, impaciente ante los resultados de la búsqueda de Ruffnut, mientras Astrid se frustraba con la pérdida de tiempo. Cuando finalmente, Fishlegs pudo dar un largo resoplido y llenar nuevamente con aire sus pulmones, decepcionó a sus dos amigos diciendo:

–Me gustaría decirles que sí –respondió –, pero ni siquiera pudimos encontrarla.

–Oh no –exclamó Hiccup preocupado sacudiéndose el cabello con una mano –. Esto es malo, muy malo.

–Vamos, Hiccup –lo dijo Astrid tomándolo afectivamente del brazo –. Sé que se nos ocurrirá algo, solo hay que… pensar.

El chico pecoso levantó su mirada para encontrarse con los intensos ojos azules de la rubia. En lo pocos segundos que sintió perderse en aquellos estanques de aguamarina, pudo percatarse claramente de las palabras que había tratado de recordarle su hermana al principio del día y antes de toda esa locura.

–Sí… sí… sí –tartamudeó el chico tratando de recobrar la compostura –, tienes razón Astrid. Debe de haber una forma de solucionar todo esto sin que Dagur se dé cuenta.

–¿Pero cómo? –instó Fishlegs odiándose a sí mismo por ser la voz pesimista –. No es como si pudiéramos disfrazarnos, fingir que somos otra tribu y tratar de convencerlo que se equivocó de isla.

–¿O qué tal si podemos? – se burló Astrid con tono más jovial –. Dagur no es precisamente la mente más brillante del archipiélago –dijo antes de señalar al moreno que comía tranquilamente su manzana –. Incluso funcionaria con Snotlout.

–¡Hey! –soltó éste.

–Tal vez no tengamos que llegar a algo tan descabellado –dijo Hiccup ignorando la risitas de sus amigos –, solo necesitamos un buen plan. Aún tenemos tiempo para pensar en algo; la esperanza es lo último que muere.

–¡Hiccup! – los gritos de Honey pudieron escucharse a lo lejos, en lo que se acercaba a toda prisa al resto de los jinetes –. ¡Tenemos graves problemas!

–Y… murió.

Y efectivamente, ya que detrás de ella la seguían de cerca la comitiva berserker armada hasta los dientes, encabezada por el mismo Dagur.

–¿Honey?

–Tenemos graves problemas –dijo la pobre casi sin aliento, una vez que alcanzó a sus amigos. Pero antes de que lograra advertirles o tan solo soltar alguna palabra, el grueso brazo del líder berserker se posó sobre los hombros de la chica casi haciéndola caer.

–¡Hiccup! –lo saludó éste jovialmente. Su sonrisa era más perturbadora que la mirada furibunda que solía lucir –. Tú y tus amigos están a tiempo para ser parte de la cacería.

–¿Cacería? –balbuceó Hiccup –¿Que-é? ¿Qué? ¿Qué cacería?

Dagur soltó una fuerte carcajada que paralizó a los jinetes y Gobber, quien rápidamente se unió al grupo.

–La de un dragón –contestó, al terminar con sus risotadas.

Los ojos de los cuatro jinetes se abrieron más grandes que tapas de barriles con hidromiel. Temiendo lo peor (preocupado cada uno por su propio dragón) volvieron la vista a la gemela pecosa atrapada bajo los bíceps del líder berserker.

–Barf y Be… digo, un zippleback entró en el gran comedor durante la firma del tratado de paz y luego huyó –dijo ella, dejando claro para ellos, de quien se trataba.

El horror en sus rostros debía ser bastante evidente, ya que pronto Dagur agregó:

–Pero no te preocupes, pequeño Hiccup y sus amigos –soltó a la Haddock para atrapar al otro entre sus brazos –. Después de ver lo deplorable que es su armería y en lo que el resto de mis hombres rastrean al objetivo, he llamado a uno de mis esclavos para traer parte de mi colección personal armamento, como una señal de compromiso entre ambas tribus.

Con un movimiento de su brazo y sin soltar al pobre chico escuálido de su abrazo, indicó para los presentes una de las entradas de la aldea de Berk, precisamente la que conducía a los muelles. Pronto fue evidente para todos, un extraño tintinar de metal, así como los temblores bajos sus botas lanudas.

–Ohhh… creo que ahí viene –dijo Dagur jovial.

Y no estaba equivocado.

Justo al terminar sus palabras, una extraña masa comenzó a observarse por el camino en lo que subía la alarga escalinata que conducía de los muelles al centro de la aldea. Poco a poco comenzó a revelarse el gran montículo de armas que parecía sacudirse ante el paso de aquel que las cargaba. Ante el misterio, los jinetes se estremecieron, Gobber dio un brinquito y Snotlout se ocultó detrás de Fishlegs, quien se ocultó detrás de Astrid.

Con unos últimos pasos, la gran masa de armas llegó hasta la cima del camino, dejando a la vista a la menuda figura cubierta en pieles de osos polar que las había cargado sobre su espalda todo el camino.

–Roar –soltó como un último gemido antes desplomarse en el suelo ante el peso.

–¡¿Eggingard?! – bramaron los gemelos Haddock.

–¡¿Quién?! –preguntaron los demás jinetes.

–¡Inepto! –rugió Dagur como un animal–. ¡No las dejes caer! –furioso corrió hasta la pobre y pequeña esclava para revisar minuciosamente las armas en el suelo –. ¿Están bien mis preciosas? –dijo abrazando con cariño el gran montículo de metal.

En lo que Dagur besaba su armamento, los gemelos castaños corrieron por igual y socorrieron a la pobre esclava de las tierras del norte, levantándola de todos aquellos mazos y hachas.

–¡Hiccup! ¡Honey! –dijo ésta feliz una vez libre y lanzándose al cuello de los Haddock.

–¿Se conocen? –preguntó Dagur ante el acto, pero sus palabras fueron ignoradas.

–Egginagard ¿Qué haces aquí? –Honey la examinó de arriaba a bajo en busca de alguna herida o golpe. Era costumbre que los amos vikingos maltrataran a sus esclavos, más aquellos que eran de las tribus nómadas del norte, y por supuesto aún más, si el dueño era un berserker.

Pero antes de que Honey terminara de examinar a su amiga, Dagur se interpuso entre ambas, sujetando a cada una del antebrazo.

–Honey, Honey –masculló en un pésimo intento de parecer cortes –. Sé que en Berk no acostumbran la esclavitud (lo que es una tontería), pero es da mala educación hablar con el esclavo de otro vikingo.

–No es un "él" –le respondió Honey endureciendo su mira –, es "ella".

–¿Eres una ella? –dudó Dagur volviéndose hacia Eggingarde, quien solo se encogió de los hombros.

Perdiendo completamente el interés, Dagur soltó a ambas chicas para volver de nuevo a sus armas, tomar un par de dagas filosas y bramar a cielo:

–¡A llegado la hora de conseguir esa sangre para firmar mi primer tratado! ¡Tomen un arma y traten de seguirme en la gran gloria berserker! ¡La cacería a empezado!

Ante sus palabras, los guerreros berserkers de sus comitivas alzaron el puño al cielo en lo que acompañaron a la risa maniaca de su líder con gritos de batalla. Uno a uno, fueron tomando una de las armas del montículo y corrieron detrás de Dagur en dirección del bosque la isla de Berk.

Si que tenían graves problemas.


Abrazos y nos vemos en el siguiente capitulo.