Cómo entrenar a tu dragón (How To Train Your Dragon) está basada en la serie de libros de mismo nombre de la autora británica Cressida Cowell, y realizada por Dreamworks Animation.
No poseo ningún derecho sobre los personajes y detalles originales de HTTYD.
El propósito de este FanFiction es el de entretener, con eso ya dicho, por favor no me demanden.
DRAGONS: A Twins Story
… y te sacarán los ojos (parte 13)
-o0o-
–¡Toothless! –gritó Hiccup sin control lanzándose al encuentro de su dragón negro como el ébano –. ¿Dónde estabas, amigo? Me tenías tan preocupado –musitó él mientras frotaba enérgicamente la cabeza y barbilla del night fury. Toothless reaccionó al afecto, ronroneando como un gato contento.
Furry, igualmente se lanzó contra su pequeña jinete, derribándola en el suelo y llenándola de saliva el rostro con fuertes lengüetazos. Los demás jinete, Heather y su familia no pudieron evitar sonreír ante el afectuoso encuentro, casi olvidando que se encontraban en medio de la arena de combate outcast. Era una suerte que la armada de Berk hubiera cesado su ataque, dándoles el tiempo para su reencuentro.
–Este rescate resultó ser mucho más fácil de lo que me imaginaba –comentó Ruffnut contemplando el feliz momento entre los gemelos Haddock y sus dragones.
–Sí, el Tuff pensó que no lo lograríamos –contestó su hermano cruzando sus brazos sobre su pecho –. Nunca… jamás… hasta creí tendríamos que abandonar a Fishlegs para lograr escapar con vida.
–¡¿Qué?! –soltó el chico regordete al escuchar los planes del gemelo Thorston.
–¡¿Acaso importa?! –se quejo Snotlout dejando caer sus brazos a sus costados –. ¡¿Podemos largarnos de una vez?!
–Esperen –dijo Hiccup escudriñado con su mirada a todos sus amigos y la familia de Heather –. ¿Dónde está Astrid?
-o0o-
El ataque de la armada de Berk provocó serios daños en la arena de combate, gran parte de la reja que cerraba el techo quedo casi destrozada y los derrumbes de rocas aislaron varias partes del terreno. Astrid pronto descubrió que estaba separada de sus compañeros por un muro de escombros y hierro.
–Debe de haber una salida.
Entre pequeñas aberturas en la piedra pudo distinguir a todos sus amigos y sus dragones, sanos y a salvo, pero ignorantes de su paradero. Hiccup estaba ahí, a salvo, junto a su dragón; un gran alivio creció dentro el pecho de Astrid al verlo libre, feliz y sonriente que su situación pasó a segundo plano al menos por un instante. Tenía que encontrar como reunirse con ellos. Pero la rubia no era una chica que esperaba desconsoladamente a que la salvaran; rápidamente encontró un trozo de hierro lo bastante fuerte y grande que le serviría como palanca para retirar los escombros que la separaban de sus amigos y su libertad.
Pero antes que lograra incrustar su nueva palanca en la piedra, un hacha pesada y filosa se incrustó con destreza entre las rocas frente a la chica. Astrid rápidamente se volvió para descubrir que tenía una peligrosa compañía.
–¿A dónde crees que vas, niña? –le dijo Alvin tomando una espada suelo. El bandido jadeaba y sus ojos desorbitados denotaban su furia –. Tú y yo aún tenemos asuntos pendientes.
Astrid estaba en problemas.
Sin perder un segundo, Alvin se lanzó contra la rubia, quien alcanzó a esquivarlo muy apenas. Astrid no estaba en condiciones de luchar, por lo que no quedo otra opción que huir en dirección contraria a sus amigos.
–¡Regresa aquí, maldita sea! –escuchó la voz de Alvin detrás de ella, ordenándole a todo pulmón –: ¡Y devuélveme ese condenado libro!
Claro, no iba a hacerle caso. Astrid apretó el libro más contra su pecho y guardó la daga de obsidiana en su cinturón. Si volver a ver al bandido que corría detrás de ella, la rubia siguió derecho hasta los potreros de los dragones cautivos, descubriendo un ligero boquete hecho por el ataque de la armada por donde podía escapar al exterior de la arena.
La chica lanzó el libro del otro lado y pasó sus brazos por el reducido agujero, por desgracia, sus caderas la dejaron atrapada con la mitad de su cuerpo de un lado y del otro. Astrid pujo y tiró, pero se había atascado.
Entonces sintió que alguien la sujetó de la bota, jalándola de nuevo dentro de la arena.
–No hay a donde huir, niña –dijo la voz inconfundible de Alvin –. Es mejor que me entregues de una vez ese libro.
–¡Nunca! – tajó Astrid liberado su pie, pero perdiendo su bota en manos del bandido –. ¡Primero muerta! –sentenció antes de propínale una patada a Alvin en el mentón que le dio el impulso necesario para pasar del otro lado del boquete.
Una vez libre, la rubia no perdió ni un instante de ponerse de pie, recoger el libro y correr lo más rápidamente que pudo.
–No te preocupes –no escuchó decir a Alvin amenazar –, eso se puede solucionar.
Impulsado por la ira, el líder de los outcast prácticamente despedazo la pared de roca con sus propios puños, abriendo más el boquete para permitirle pasar del otro lado.
Astrid corrió lo más rápido que le permitían sus heridas y la única bota que traía puesta, pero los escarpados terrenos de la orilla de la isla outcast no se lo dejaban para nada fácil. Su carrera llego al final, cuando el camino terminó en un alto acantilado que daba directo al mar.
–¡No tienes a donde ir, Astrid! –se anunció Alvin bloqueando el camino de regreso –.
No había escapatoria.
–¡Da un paso más o saltare! –amenazó la chica apretando el manual de los dragones contra su pecho –. O… lo arrojare –agregó cambiando de opinión y dejando el libro colgando sobre el vasto océano.
–No lo harías.
–Nosotros escribimos este libro, podemos hacerlo de nuevo.
Alvin soltó una carcajada en lo que daba un par de pasos hacia adelante.
–Eres una condenada y lista chica, Astrid –dijo este señalándola con la filosa espada que llevaba en sus manos.
–Las adulaciones no te servirán, Alvin –respondió ella sin dejarse intimidar.
–Pero tal vez sí un trueque.
–Ya no tienes nada que yo desee.
–Ahí te equivocas, niña –objetó el líder outcast –. Ya que no sería un maldito bandido si no tuviera una carta bajo la manga. Sí me entregas el libro, te diré la verdad de cómo murió tu padre.
Astrid sintió las palabras del bandido como una bofetada.
–¡Yo sé cómo murió mi padre! – insistió la rubia aunque era una mentira. Nadie sabía cómo había muerto Arvid Hofferson. El vikingo había salido a viaje a alta mar un día hacía años, debía encontrarse con el mercader Johan cerca de la isla de los Berserker, pero nunca llegó. Después de unas semanas sin saber noticia, el peor temor se volvió realidad. Su cuerpo sin vida llegó a las costas de la isla Meathead sin explicación, sin señales de su bote y con una puñalada en la espalda.
–Pero no sabes quién fue el responsable –continuó Alvin con una burlona sonrisa –. Así es, yo sé su nombre y también donde encontrarlo –agregó ante la mirada estupefacta de la chica –. Entonces, me das el libro y yo te diré como encontrar al hombre que mató a tu padre.
El corazón de Astrid se detuvo.
Saludos a todos,
Es bueno estar de vuelta.
Seguimos con esta historia, espero que disfruten el capitulo.
