Cómo entrenar a tu dragón (How To Train Your Dragon) está basada en la serie de libros de mismo nombre de la autora británica Cressida Cowell, y realizada por Dreamworks Animation.

No poseo ningún derecho sobre los personajes y detalles originales de HTTYD.

El propósito de este FanFiction es el de entretener, con eso ya dicho, por favor no me demanden.


DRAGONS: A Twins Story

Corona para los reyes

Los gobernantes sentados en sus tronos,

Ausentes del mundo y sus trastornos,

De largas dinastías sanguíneas cambiantes,

Los combates por el poder son constantes.

~o~

La corona, tierra y reino,

En sucias manos cayeron.

Al final, un elegido se levantó,

Y la paz momentánea llegó.

~o~

Vidas mortales pasajeras,

En manos de los dioses como simples ilusiones,

Viajes por mar y tierra,

Se perdieron todas sus intenciones.

~o~

El segundo monarca había nacido,

Familia de codiciosos y traidores.

Thor no quedo complacido,

Campeón negado por generaciones.

~o~

Olvidado de los cuentos y canciones,

El joven gallardo y con ambiciones.

El padre ha quedado condenado,

Y su reinado enterrado.

~o~

El destino de los dragones está sellado,

Un rey más decidirá el continuo,

Acciones que no ha deseado,

El regreso a su reino salino

Página 12


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Letras peligrosas (Pt. 1)

Las festividades de la semana de Bork finalmente terminaron en la isla de Berk, pero incluso varios los días después de susodicha fecha y aún se sentía el eco en algunos de los habitantes las terribles consecuencias del secuestro efectuado por Alvin the Trechearos.

Quienes la pasaban más difícil eran los gemelos Haddock y por ende, también el resto de los jinetes dragones. Hiccup y Honey sintieron que era prioritario compartir en la menor brevedad posible la verdad de lo que había marcado Alvin en sus pieles, pero después de experimentar las acciones de su padre ante ello, comenzaron a preguntarse si había sido una buena idea desde un principio.

Stoick, contrario a lo que hubieran hecho muchos, no les había dado la espalda a sus hijos al saber que llevaban sobre ellos la marca de los esclavos; todo lo contrario, se había vuelto mucho más sobreprotector y vigílate de su seguridad. Técnicamente, le había prohibido abandonar Berk bajo cualquier circunstancia.

–Aquí se encuentran seguros –les había insistido a sus hijos con vehemencia al oír sus protestas –. Aunque no hay esclavos en Berk, eso no significa que sea así en el resto del archipiélago.

Hiccup y Honey eran muy consientes de ellos, lo había experimentado de primera mano al conocer a la pequeña chica de las tribus del norte, Eggingard. La marca de los esclavos los condenaba a ser prisioneros de quien les pusiera las manos encima, perderían su posición, su nombre y todo respeto. Inclusive en Berk, donde seguían siendo libres a pesar de todo, la marca les negaba su derecho por nacimiento; algo que Stoick no estaba dispuesto a que nadie se enterara, ni siquiera su ambicioso medio hermano y su familia.

El gran líder de Berk estaba decidido a hacer todo para asegurar el bienestar, futuro y legado de sus hijos, incluso si eso significaba cortarle las alas a estos. Y si Hiccup no podía emprender el vuelo, ninguno de los jinetes y sus dragones, lo harían por igual.

–¡¿No puede estar hablando en serio?! –exclamó Snotlout indignado cuando el jefe Stoick cerró frente a ellos la academia de dragones después de semanas de completa desobediencia por parte de los jinetes.

–¡No es junto! –gruñó Ruffnut.

–¡No podrán acallar nuestras voces de libertad! –dramatizó Tuffnut levantando su puño al cielo en rebeldía.

Por desgracia, los jinetes habían perdido todos sus votos de confianza con el jefe Stoick al desobedecer casi rutinariamente sus ordenes y escapar durante la noche hacer ser rondines en las islas vecinas, dar vuelos matutinos a sus dragones, incluso habían hecho un viaje largo y secreto en búsqueda de una reina Fireworm (dragones con la mayor temperatura corporal posible) cuando Hookfang enfermó terriblemente.

Hiccup no veía de la misma manera el peligro como su padre. Para él, la compañía de Toothless y los dragones eran suficientes para asegurar su bienestar. Además tenía grandes preocupaciones en manos, ya que al perder el manual de los dragones, todos sus registros de entrenamiento se habían perdido con este.

–Habría que empezar de nuevo con otro manual –comentó Hiccup a sus compañeros no muy satisfecho con la idea.

–¿Conseguir un libro? –soltó Snotlout escéptico –. ¿De dónde? Están prohibidos.

–La única fuente que existe es la biblioteca de la isla Meathead –explicó Honey algo desanimada.

–¿Pero no se supone que es una prisión de libros? –dijo Ruff de inmediato sin pensar en sus palabras.

–"Biblioteca" –la corrigió Astrid –. No, prisión.

–En realidad, Ruff no está muy equivocada –agregó Honey –. Cuando todos los libros fueron vetados del archipiélago, se almacenaron en la biblioteca para que nunca fueran leídos de nuevo.

–Y según dicen –comentó Fishlegs casi en susurro –que el viejo bibliotecario es un antiguo guerrero, necio y muy terco a la antigua que vive como un loco ermitaño dentro de la biblioteca.

–Está decidido –dijo Tuff totalmente animado y dando un brinco –. ¡Hay que liberar esos pobres libros!

–¿Cómo? –objetó Hiccup –. Mi padre no nos permitirá abandonar la isla, mucho menos ir a la isla Meathead.

–Solo queda una opción –indicó Honey sin estar muy convencida de ello.

Por la vieja y lenta vía política.

A regañadientes y sin más alternativa, Hiccup y Honey tuvieron que recurrir a su padre para que les ayudara a conseguir un nuevo manual. Aunque Stoick tenía sus dudas al respecto, el que sus hijos finalmente entendieran razones y acudieran a él para resolver un problema en lugar de escaparse a hurtadillas, fue suficiente para que para no negarse a su petición.

Pero como lo sospechaba Honey, conseguir un nuevo manual de dragones por la vía política sería un proceso sumamente lento. Stoick tuvo que solicitar primero permiso a su homónimo Meathead para que el convenciera al viejo y terco bibliotecario de entregar un libro, lo cual requeriría de mucho convicción, y probablemente, uno que otro puñetazo.

Al final no les quedaba de otra que esperar un halcón con la respuesta.

Los días pasaron convirtiéndose en semana. Los pocos días de verano pasaron y comenzó la temporada húmeda y fría previa al invierno. La carta de respuesta del manual continuó sin llegar, provocando cierto estrés y desesperación en el gemelo pecoso, aunado a la estricta vigilancia de su padre, el chico comenzaba a volverse loco.

–¿Y si solo vamos a la isla Meathead a averiguar cómo va la liberación del libro? –preguntó el chico insistentemente a su padre por decima vez una lluviosa noche en particular.

–Hiccup ya te dicho que no vas a ir volando a la isla Meathead –sentenció Stoick tajantemente en lo que lanzaba pedazos de carne al caldero, intentado preparar su famoso estofado de oveja.

Honey en cambio permanecía algo absorta de la conversación, cortando el resto de los ingredientes en la mesa y aprovechando para lanzar unos cuantos trozos bajo esta, a los tres dragones de la casa.

–No tenemos que ir volando –soltó el chico desesperado, imitando las olas con sus manos –. Podemos ir en bote.

Toothless, rápidamente levantó la cabeza y dio un resoplido, ofendido de no ser tomado en cuenta. Al final la prohibición de dejar la isla, le afectaba por igual que a su jinete.

–Lo siento, amigo –se disculpó el muchacho encogiendo los hombros.

–Dragones o no. ¡No van a ir a la isla Meathead! –gruñó Stoick tajantemente poniendo punto final a la discusión.

–¡Pero papá…!

–¡No, Hiccup! –bramó Stoick perdiendo la paciencia y dejando caer al suelo un gran cucharon. El gran líder vikingo trató de contener la respiración para tranquilizarse, en lo que talló frenéticamente sus parpados con sus dedos –. No deseo discutir esto una vez más –agregó casi en susurro.

Honey y lo dragones contemplaron el intercambio atentamente y en silencio, expectantes por lo siguiente a decir de los dos hombres de la familia:

–Papá… entiendo que puedas volver a dudar en mí… –comenzó el muchacho, pero rápidamente fue detenido por su padre. Stoick se arrodilló ante él y posó sus gigantescas manos en los hombros de su muchacho.

–No –le aseguró él negando con la cabeza –. Nunca volveré a dudar de ti, he aprendido mi lección. Pero no evita que no confíe en el resto del mundo. Tienen la marca de los esclavos, Hiccup; y si alguien lo descubre…

Las palabras del hombre murieron en su garganta, imposible de imaginar las terribles consecuencias si sus hijos eran descubiertos. Pero antes de que Hiccup pudiera repelar a su padre, la puerta principal de la casa de los Haddock se abrió estrepitosamente.

Haciendo una entrada dramática, Gobber entró en aquel hogar sacudiendo en su única mano, una arrugada y empapada hoja de papel.

–¡Stoick! –dijo con desesperación –. Hay que ir a la isla Meathead.


Feliz inicio de nueva aventura para los gemelos Haddock.

Le mando un abrazin.