Cómo entrenar a tu dragón (How To Train Your Dragon) está basada en la serie de libros de mismo nombre de la autora británica Cressida Cowell, y realizada por Dreamworks Animation.

No poseo ningún derecho sobre los personajes y detalles originales de HTTYD.

El propósito de este FanFiction es el de entretener, con eso ya dicho, por favor no me demanden.


DRAGONS: A Twins Story

El gélido calvario de una doncella irascible (Parte 2)

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Las semanas pasaron rápido por Berk, como el hidromiel en la garganta de un Berserker borracho. Los días se tonaron más fríos de lo habitual, las noches largas y el astro celeste rara vez daba la cara. Pero el poblado en lo más alejado del archipiélago barbárico no solo había cambiado en temporal, sino también en sus habitantes y actividades diarias.

Con la llegada de los días fríos implicó el arribo de viajeros de las tierras heladas del norte en busca de comerciar ante la inminente congelación del mar. El muelle de Berk pronto se llenó de navíos nuevos aparte del recurrente mercader Johan, exhibiendo e invitando a todos los habitantes de la isla a revisar sus mercancías.

Los visitantes eran raros en Berk, pero rostros nuevos, historias sorprendentes y extraños artilugios siempre eran bienvenidos ante la curiosidad innata de los hooligans. Solo que, por recientes razones, a los visitantes no se les permitía deambular por el poblado, principalmente ante la presencia de los dragones, que ya eran habitantes rutinarios de la isla. Aunque por igual, el jefe Stoick "the Vast" había prohibido a los dragones cerca del muelle o vuelos sobre este.

Los rumores sobre los dragones Berk cada vez cobraban más fuerza y el gran líder vikingo temía que esto atrajera atención indeseable. Pensando principalmente en sus hijos y los demás jinetes de dragones; los atentados de Alvin contra los gemelos Haddock todavía seguían frescos en la mente del jefe.

Pero no era solo él que tenía muy presente las acciones del bandido outcast.

–¿No crees que ya les has sacado suficiente filo a tu hacha, Astrid? –le preguntó Fishlegs a la joven rubia ausente en sus pensamientos. Astrid se encontraba sentada en uno de los pesados barriles llenos de agua de la herrería de Gobber, mientras pasaba continuamente una piedra de afilar por la hoja de su hacha.

La chica tenía ya más de una hora acompañando en silencio al joven rubio en su nueva labor en la herrería. Hacia apenas unos pocos días que, por casualidad, Fishlegs había descubierto el hierro de gronckle, producido en los estómagos de estos dragones al alimentarlos con una combinación específicas de rocas.

El metal era la mitad de pesado que hierro común y tres veces más resistente. Tal descubrimiento pronto generó interés en Gobber y en Hiccup, que iniciaron una producción en masa del metal, así como armas y artilugios a base de ello. Pronto atrajo la atención de los habitantes de la aldea y de los comerciantes visitantes que estaban dispuestos a todo con tal hacerse de la receta secreta.

Para eso Fishlegs y Meatloug realizaba jornadas secretas en la herrería fuera de la vista de la mayoría de los habitantes de la isla, para evitar así problemas con los clientes. Aquel día en particular, resultaba ser otro día en la forja para obtener la mayor cantidad posible del metal.

Regresando a la escudera rubia, Astrid soltó un respiro de resignación al percatarse de su comportamiento.

–Tal vez estas en lo correcto –dijo ésta dejando a un lado su hacha con su nueva y filosa hoja de hierro de gronckle. Pero eso no evitó que soltara un gruñido de frustración.

–¿Aún te molesta? –le preguntó Fishlegs desde el otro lado de la forja, mientras lanzaba la combinación correcta de rocas al hocico de Meatloug.

–¿Es obvio?

Fishlegs asintió con la cabeza.

–Es que… –comenzó a la chica con un gruñido de frustración – no me gusta sentirme tan impotente.

–Astrid… ¿Qué podrías hacer? –le dijo el joven regordete con compasión dirigiendo toda su atención a ella –. Tu padre… él…

–¡Lo sé! –bramó la rubia con fuerza en lo que soltaba una patada a una caja, desparramando su contenido por el suelo –. Se que fue hace mucho tiempo –continuó ella casi jalándose su cabellera trenzada –. Pero no puedo evitar sentir…

Gruñó de nuevo, antes de un resoplido en resignación. Acto seguido, Astrid se volvió para recoger el desorden que dejo por el suelo de la herrería.

–Lo que te dijo Alvin realmente te afectó.

–¿Y a ti no?

Era una sucia cualidad que el bandido ourcast sabía utilizar mejor que nadie. Con solo una corta frase había dejado un terrible peso sobre los hombros de la rubia. La misteriosa muerte de su padre había sido un factor decisivo durante su niñes, pero con sus palabras, Alvin le había creado en la joven la posibilidad de descubrir que le había sucedido a su progenitor y tal vez, saber el quien era el responsable.

Pero Astrid era solo la última víctima de las venenosas palabras de Alvin, en esa larga lista de víctimas, Fishlegs formaba también parte de ella. En un corto encuentro, el bandido se había asegurado en dejarle la semilla de la duda en la mente de joven Ingerman.

–No lo voy a negar –confesó Fishlegs lastimeramente en lo que comenzó a ayudar a Astrid a recoger los pequeños cachivaches regados por el suelo –. También he pensado mucho en ello últimamente.

¿Qué quería decir con que ellos eran similares? ¿A qué se refería? Era las preguntas contantes que rondaban su mente.

–Por ello –continuó Fishlegs frotando con afecto la cabeza de su dragona – trato de distraerme con lo que sea con tal de no pensar ello – Meatloug correspondió su cariño con una lengüeteada a sus manos de dedos regordetes –. Gracias, hermosa –le dijo a ella con cariño.

–Ese maldito desgraciado, decir eso… –masculló Astrid – sabía cómo exactamente… no dejo de preguntarme…

–¿Qué sí solo dijo por molestarte? ¿Qué todo fue mentira y solo su malicia del momento? –comentó el joven regordete –. No lo sé, Astrid. Me gustaría asegurarte que así lo fue.

No era mucho, pero si era lo que necesitaba oír.

El apoyo que le había mostrado Fishlegs en las últimas semanas habían sido cruciales para Astrid. Compartían una experiencia dolorosa que ayudaba sobrellevar hablando entre ellos desde que lo descubrieron en la biblioteca Meathead. Casi todos sus amigos no podían entender por lo que pasaban, u otros, no estaban dando la confianza para hacerlo.

–Era el momento justo para jugar sucio en tu contra –continuó con calma Fishlegs tomando asiento en uno de los grandes barriles amontonado en la herrería –. Pero… lo que me dijo a mí. No había necesidad de que me dijera eso… –frotó sus brazos, nervioso –. Es perverso y malicioso –al ver la inseguridad en su jinete, Meatloug apoyó su grande y verrugosa cabeza contra las rodillas del él –. No te preocupes, nena, Alvin no está aquí para hacernos daño.

Astrid le lanzó una mirada consternada a su amigo en lo que volvió a tomar asiento en su puesto. Escuchar las emociones de Fishlegs era reconfortante para ella, quien se había acostumbrado a no mostrarlas, por miedo a ser vista como débil. En cierta forma, parte de su estrés escapaba con las palabras de joven rubio, como sí ella misma las pronunciara.

–Al menos tú tienes más seguridad a lo que refería Alvin –siguió Fishlegs –, al decir que sabe cómo murió tu padre. En cambio, yo no tengo idea de que quiso decir con que éramos similares.

–No lo sé, Fishlegs –comentó la rubia –. Pero definitivamente Alvin sabe secretos… secretos que no todos en Berk están tan abiertos en compartir.

Una mirada nerviosa se apoderó de los ojos de Fishlegs.

–¿Te refieres a Hiccup?

El gemelo pecoso era un tema recurrente entre ambos, casi como lo era Alvin. Desde el regreso de la biblioteca… o incluso, desde mucho antes, cuando él y su hermana fueron rescatados de las manos del bandido, Hiccup actuaba hermético en ciertos temas; además de su obsesión con el libro que cargaba consigo desde su visita furtiva a la isla Meathead.

Cada vez que Astrid o Fishlegs sacaban a relucir el tema de Alvin o su secuestro o incluso el libro que lo obsesionaba, éste cambiaba el tema. Las respectivas relaciones que ambos habían forjado con él parecían llegado a un camino sin salida, de la que Hiccup por alguna repentina razón, no deseaba abrirles la puerta.

Y ambos eran conscientes que Honey no sería mucho ayuda tampoco en el tema.

Al igual que Alvin, los gemelos ocultaban secretos.

–Algo esta ocultado –insistió Astrid entre susurros –. Estoy segura de eso. Por un tiempo no parecía tan obvio, pero desde que su padre nos retiró el veto de vuelo, Hiccup ha estado actuando raro y algo tiene que ver con ese libro que encontró.

–El otro día se distrajo y pude ojearlo un poco –dijo Fishleg cubriendo parte de sus labios –. Las páginas están arruinadas, ignoro que encuentre tan interesante en él.

–Sí tan solo me hablara como antes... pero se ha vuelto algo… cerrado. Y no soy tonta para intentar preguntarle a Honey de nuevo.

–Podrías… pedirle que te diga que sucede.

–Ja. ¿A Hiccup Haddock? –masculló ella con una risa falsa y descarada –. ¿Al mayor misterio del mundo conocido? Dudo que sea posible.

–Podría pedírselo como regalo de cumpleaños.

Astrid gruñó y pataleo en su puesto.

–Ni me lo recuerdes.

–¿No eres algo joven para odiar tu cumpleaños Astrid? –ambos jóvenes alzaron la cabeza ante la voz de Gobber mientras entraba en la herrería. Trataron de mostrarse serenos, en lugar de conspiradores contra el protegido del herrero, sin tener mucho éxito.

Gobber alzó una ceja ante las expresiones nerviosas de los chicos, pero en lugar de comentar al respecto, comentó:

–Recuerdo como mi tía Helga comenzó a odiar su edad. Cuando cumplió veintinueve comenzó a contar al revés, hasta que tuvo cero años, y luego, literalmente dejo de existir. No supimos como lo logró o si se solo se mudó. Es una historia curiosa.

–No hay mucho porque celebrar en este momento, Gobber –soltó Astrid ignorando el comentario del herrero.

–Astrid eres muy chica para ser tan pesimista – musitó el herrero en lo que reacomodaba los objetos de su forja –. Sé que la cantidad de viajeros en Berk se ha vuelto un poco molesto y que la posibilidad de que el invierno infernal se prolongue empeorando la congelación del mar otra vez, sino que también permita la pronta aparición de las luces Auvandil, y con ello el regreso de Flightmare –pero tan pronto se dio cuenta de sus palabras, el herrero agregó –: Pero hay que ver lo positivo… eh, tu hacha… tu hacha se ve muy filosa –dijo con una sonrisa nerviosa.

Pero ya era muy tarde. El rostro de Astrid había cambiado por completo ante la mención del Flightmare. Sus ojos resplandecieron en lo que tomó de nuevo su hacha.

–Y lo está –afirmó lazándola sin aviso y clavándola con destreza en una roca maciza –. Tal vez mi cumpleaños no sea tan malo después de todo.

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Hola a todos:

Aquí les traigo el capítulo nuevo y ya comienza el calvario de Astrid.

Espero que disfruten esta nueva aventura.

Saludos.