LE CHEVAL
Capítulo 1: Se ha perdido una Niña
- ¡Puta suerte de mierda!
Cuando Ron salió del baño ya era casi de noche. Era, dentro de todo, lo mejor que podía esperar. Hogsmeade parecía desierta y nadie iba poder delatar su escapada. Los últimos rastros de tinte multicolor habían manchado algo de su ropa aunque no se notaba por lo oscuro de la tela. Al menos su pelo estaba limpio y rojo otra vez. Podía enorgullecerse de que eso había salido bien; luego de vivir años junto a sus molestos hermanos, Ron había aprendido a contrarrestar varias de sus bromas.
Todavía estaba a tiempo. Si se ponía en marcha inmediatamente hacia a Hogwarts, llegaría a tiempo para el banquete sin que nadie se dé cuenta que se había fugado.
Ya Venus se veía en el cielo. Ron sabía que aunque lo pareciera, no era una estrella de verdad, pero anunciaba la noche próxima. Apuró el paso en las calles desiertas, cuando el viento cambió su dirección y Ron pudo escucharlo.
Era un llanto lejano, sutil en medio del ambiente, pero era real. Ron sabía que tenía que irse, pero la curiosidad pudo más. Retrocedió para ver de dónde venía.
Encontró a la niña agazapada sobre las escaleras de una casa. Era pequeña, como de unos siete años, rubia y delgada; iba vestida con una túnica elegante, pero ella se tapaba la cara y lloraba desconsoladamente.
Ron negó con la cabeza. No era asunto suyo. Pero luego de caminar un poco hacia Hogwarts, se detuvo, suspiró y volvió.
Puso su cara más amable y se aproximó a la niña.
- Hola -le dijo-, Emmm ¿estás bien? ¿Dónde está tu mamá?
La niña levantó su rostro y lo miró con unos ojos tan azules que parecían brillar. Luego soltó el chillido más fuerte y agudo que Ron haya escuchado en su vida.
La niña se echó a correr, pero no llegó muy lejos. Se detuvo en el poste de luz de la vereda de en frente y observó a Ron con miedo. Él se paró a diez pasos de ella.
_ No voy a hacerte nada, sólo quiero ayudarte. ¿Te pasó algo? ¿Por qué llorabas?
_ ¡No!
_ ¿Dónde están tus padres?
_ ¡No!
_ ¿Te has perdido?
_ ¡Nooooooo!
La niña recogió un ladrillo partido del suelo y se lo lanzó a Ron. Cayó cerca de sus pies.
_ Niña… ya está bien… tampoco es para tanto.
_ ¡No!
Recogió otro proyectil y lo volvió a lanzar. Esta vez Ron se tuvo que hacer a un lado para esquivarlo.
_ ¡Bueno, pues no te ayudo! ¡Quédate a llorar si quieres, mocosa del demonio!
La niña furibunda le gritó algo que Ron no entendió. Parecía francés y por cómo lo decía, no era nada amable.
_ ¡¿Ah, sí?! ¡Pues tú eres una mocosa insoportable y horrible! ¡Vete al diablo!
Se dio la vuelta y volvió a su camino dando zancadas, pero pudo escuchar los pasos aproximarse. Al voltear, vio que la niña estaba corriendo hacia él con una nueva piedra en la mano.
Ron apenas pudo agacharse a tiempo y esquivarla, pero la piedra siguió su camino e hizo añicos el vidrio de la ventana a su espalda.
El gryffindor miró el vidrio roto y luego a la niña. Ella estaba boquiabierta pero sin ganas de arrojarle más cosas. En la casa del vidrio roto, las luces se encendieron de golpe y se escucharon voces airadas. Ron Lo pensó un par de segundos más. Podía quedarse a explicar el malentendido, podía preguntar también si alguien ahí sabía algo de aquella niña tan rara, había cientos de cosas que podía hacer para estar a las alturas de las circunstancias.
La puerta se abrió, Ron se echó a correr.
_ ¡Oye, tú, carajo!
Escuchó a sus espaldas como un hombre vociferaba insultos pero él siguió corriendo. Sólo al girar en la esquina, se dio cuenta que la niña también estaba corriendo junto a él tan rápido como podía.
Corrieron hasta llegar a la plaza, Ron se escabulló entre los árboles, por suerte el sujeto que los seguía era gordo y lento, además que iba en sandalias. Había un lugar espléndido donde esconderse entre una banqueta y una mesa de piedra para jugar ajedrez. Se apretujó ahí y se quedó inmóvil, era otra habilidad aprendida al tener seis hermanos.
La niña lo había seguido hasta ahí. Pero ella no tenía tanta experiencia.
_ Psst… pssst… hey, mocosa ¿qué haces? ¡agáchate!
La niña se apretujó contra él. Pronto escucharon los vituperios del hombre que los buscaba.
_ ¡Putacarajomierda, estospendejosdehogwarts, hijoputascabrones, todosellos!
Ron se mordió el labio para no reírse. El hombre los buscó y pasó por su lado varias veces siempre maldiciendo e insultando.
Hasta que en algún momento se dio la vuelta y empezó a buscar en detalle entre arbustos y escondrijos.
Se aproximaba. La niña se hizo un ovillo. Ron sacó de entre su túnica la capa invisible de Harry y le hizo un ademán a la niña francesa de que guarde silencio. Los cubrió a ambos antes que el gordo estuviera junto a ellos, mirara directo donde ellos estaban escondidos, y no encontrara a nadie.
Ni bien se alejó lo suficiente, Ron se escabulló entre los arbustos. La niña lo siguió.
A una buena distancia, Ron pudo vigilar al furioso sujeto mientras los buscaba inútilmente. Esperaron hasta que se fuera, sólo entonces, Ron se permitió reírse.
La niña lo miraba con rabia, pero eso le provocaba más risa.
_ ¡Putacarajomierda! – dijo imitando la voz del gordo-, ¡hijoputacabrones! ¡jajajajajaja!
La niña empezó a reclamarle en francés mientras gesticulaba con las manos. Ron no entendió nada, pero sabía que lo estaba culpando de todo.
- ¡No, no, no! ¡Tú fuiste la que tiró la piedra! ¡Tú rompiste la ventana!
La niña se quedó muda luego de eso.
"Me entiende" pensó Ron.
_ ¿Cómo te llamas?
La niña pareció recordar que estaba molesta con él. Se alejó rápidamente, pero no llegó muy lejos. Miró a la izquierda y la derecha con la misma indecisión. Finalmente se sentó en un banco de la plaza y se quedó ahí.
"Se ha perdido" concluyó Ron. Se acercó a ella, lo suficiente para poder hablarle sin tener que gritar.
_ Mira, vamos a hacer algo, tú quédate sentada allá y yo aquí. No vamos a acercarnos ni hacer nada. Por aquí pasa mucha gente, si algo te pasa te pueden ayudar. Yo me llamo Ron, por si acaso.
Ella no dijo nada. Ya era de noche, las estrellas brillaban en el cielo y las calles parecían vacías. Por la plaza algunas personas vagaban sin prestarles atención. Ron pensó en Hogwarts, el banquete de Halloween ya debía haber empezado. Harry estaría dudando si comer o no sin su amigo presente, Hermione debía estar preocupada por él pero sin quitarle las ganas de criticarle, ansiosa y refunfuñando por partes iguales.
_ Yo soy Gabrielle.
La voz de la niña sacó a Ron de sus pensamientos.
_ ¿Por qué llorabas, Gabrielle?
No le respondió.
_ ¿Alguien te pegó?... ¿Tus papás te retaron?... ¿Te perdiste?
Ahí la niña dio un pequeño asentimiento con su cabeza.
_ Bueno, si te pierdes tienes que quedarte en el mismo lugar hasta que alguien te encuentre. Todo el mundo lo sabe.
Callaron nuevamente. Ron no quería mostrarse desesperado ante la niña pero estar ahí no iba a ayudar a nadie.
_ Tienes que decirme algo para que yo te ayude. No puedo quedarme más tiempo, tengo que irme.
_ ¡Entonces vete de una vez! – dijo Gabrielle-, ¡Yo no quiero tu ayuda! ¡¿Por qué te quedas?!
_ Porque si me voy, algo malo podría pasarte.
Volvió a mirar las estrellas. Las luces del pueblo no dejaban verlas bien. Como lo tenía entendido, en las ciudades muggles era peor.
_ Apenas puedes ver unas cuantas - le dijo una vez Hermione-, sólo las más brillantes.
Volvió la cabeza para verla. La niña era francesa, de eso no había duda, su acento era tan marcado que las r se volvían algo parecido a una g, deformando mucha de las palabras que decía. Además su forma de hablar tenía un tono cantarín que Ron no había escuchado antes.
La niña seguía asustada. Miraba de un lado para el otro y se abrazaba a sí misma como si tuviera mucho frío.
_ Cálmate. Seguro vienen a recogerte dentro de poco ¿Viniste con tus padres?
Ella negó con la cabeza.
La niña alzó la mano, la punta de su dedo índice empezó a brillar, agitó su mano y el fulgor dejó un trazo luminoso dibujado en el aire. Eran dos triángulo con patas y tenían cada uno un círculo mal hecho a modo de cabeza.
_ Era mi hermana y yo.
Les rayó la cabeza con trazos para que quede en claro que ambas tenían el pelo largo y rubió.
_ Íbamos en… en…
Gabrielle dibujó un cuadrado con ruedas.
_ En un carruaje.
_ Íbamos en un carruaje, y nos detuvimos para comprar cosas pero yo me bajé sin decirle a nadie… Y se fueron.
_ ¿Por qué hiciste eso?
La niña volvió a su mutismo. Estaba avergonzada.
_ Bueno, seguramente tu hermana ya se dio cuenta y va volver dentro de poco.
Quería creerse a sí mismo, pero el tiempo pasaba y Ron se ponía más y más ansioso. La niña ya no lloraba pero no parecía muy esperanzada. Ron se puso a silbar cuanta canción sabía. Los faroles públicos se habían encendido hacia mucho.
En algún momento, Gabrielle sacó una cajita dorada de su bolsillo y la observó expectante.
_ ¿Qué llevas en la caja?
Gabrielle la escondió y no dijo nada.
_ ¿Son caramelos?
Ella negó con la cabeza.
_ ¿Me invitas alguno?
La niña miró para otro lado.
_ ¿Por qué no dices nada?
_ No debo hablar con extraños. Y no voy a acompañarte a ninguna parte.
_ Oye, te han educado bien. No debes hablar con extraños y no debes acompañarlos a ninguna parte. Todo el mundo lo sabe.
Se quedaron en silencio nuevamente. Ron trató de pensar en cualquier cosa que le haga olvidar la situación, pero la noche se hacía más oscura y el tiempo pasaba sin que nadie venga a rescatar a Gabrielle. Además, ya se le habían acabado las canciones.
¿Qué haría Harry en esa situación? A él las cosas parecían salirle fácil, así que cualquier cosa que hiciera seguro tenía algún buen resultado ¿Y Hermione? Ella podría tener la solución como si ya se hubiera preparado para esa situación en concreto. Seguramente empezaría con un discurso sobre la precaución, la información de contacto de los padres de la niña, el procedimiento del ministerio y…
_ ¡Aurores! ¡Claro!... ¿Tienen aurores en Francia?
_ Hay aurores en todo el mundo – dijo Gabrielle como si fuera lo más obvio.
_ Bueno, los aurores te ayudan cuando estás en problemas. Si te pierdes, es mejor buscar uno.
Quería sonar pedagógico, pero la niña lo miró como si fuera un estúpido. Y la verdad, sí se sentía estúpido al decirlo.
_ Voy a llamar a un auror para que te ayuden, ellos podrán buscar a tu familia. Espérame aquí.
Se levantó entusiasmado pero tuvo que detenerse casi de inmediato. No conocía a nadie en el pueblo. Miró a su alrededor buscando quién podría llamar por ayuda. Se decidió con el Tres Escobas y se encontró con doña Rosmerta.
_ Tú… – dijo ella, cuando lo vio-, Hogwarts no da autorización para visitar Hogsmade a estas horas.
Ron le explicó de forma muy resumida la situación a la mujer. La broma de sus hermanos, como salió de Hogwarts a escondidas, como tuvo que buscar a un boticario y comprar algo con que limpiarse el pelo, y la niña perdida. Ella le escuchó sin decir nada. Cuando terminó, Rosmerta escribió algo en un papel. Con un giro de su varita, la hoja se dobló en forma de un ave y se echó a volar.
_ He llamado a un amigo mío. Es un oficial del cuerpo de aurores, está asignado a vigilar esta área y él ayudará a la niña. Seguro que llega en unos minutos.
Ron asintió. No se le ocurrió qué decir.
_ Hiciste bien, muchacho, pero ahora tienes que ir a Hogwarts. Es tarde y seguro ya han cerrado la puerta. Yo le echaré un ojo a la niña y le escribiré a Dumbledore para que esté informado.
Le dio las gracias torpemente y salió.
Cuando volvió a la plaza, encontró que Gabrielle lo estaba vigilando de lejos.
_ Gabrielle, escucha. Un auror va a venir, él te va ayudar ¿entiendes? Yo no puedo quedarme más tiempo, tengo que irme. El auror va a encontrar a tu hermana y traerla ¿de acuerdo?
La niña movió la boca para decir algo pero al final se quedó callada. Miraba a Ron con ojos bien abiertos. Parecía más asustada y desamparada que antes.
_ ¿Y yo? – le preguntó finalmente.
_ Tú vas a estar bien, Gabrielle… Vas a estar en buenas manos. Yo no sé qué más hacer para ayudarte. Y me tengo que ir ¿Está bien?
Se quedó esperando que ella diga algo. Cualquier cosa. Pero Gabrielle sólo se quedó mirándolo con sus ojos azules, ansiosos e indefensos.
A través de la calle, estaba doña Rosmerta vigilando a la distancia. Ella le hizo un gesto con la mano, y Ron se fue.
Cruzó la estación de trenes a paso apurado y se adentró en el camino que atravesaba bosque. El camino era de tierra, y la luz de la luna no llegaba por los árboles. Ron levantó la varita para alumbrarse. Del otro lado del lago, Hogwarts le aguardaba.
Luego de caminar un tiempo, se detuvo.
"¿Y si la secuestran?"
Cuando era niño, su madre le había metido un miedo casi supersticioso a los "robachicos" y se imaginó lo peor. Pero luego, Ron continuó su caminata.
"Bah, la señora Rosmerta la está vigilando".
Más adelante empezó a caminar más lento.
"¿Y si ella la secuestra?"
Pero volvió a apurar el paso. Puso una mano en el bolsillo.
"No, esa mujer ha estado años ahí y la visitan chicos todos los días, en Hogsmeade no hay desaparecidos, y además llamó a un auror".
Ya había llegado junto al lago, no había árboles y la luna llena alumbraba mejor. Apagó la varita, pero se detuvo otra vez. La vereda entre los árboles era totalmente oscura y él estaba prácticamente a medio camino. Volver era una completa y absurda tontería a esas alturas.
_ Mierda – gruñó Ron.
Empezó a caminar en sentido contrario, de nuevo por entre los árboles. Estaba por encender su varita otra vez cuando chocó fuertemente y cayó al suelo.
_ ¡Carajo!... ¡Qué mier…! -encendió la luz-, ¡Gabrielle, me asustaste!... ¡¿Qué haces aquí?!
_ Voy a ir contigo -dijo la niña.
_ No puedes ir con extraños. Tú misma me lo dijiste.
_ Pero…
La niña estaba indecisa en decírselo.
_ Tengo que ir. Mi hermana y yo teníamos que ir a Hogwarts. Pero yo me escapé. Ella debe estar ahí en este momento.
Ron suspiró.
_ ¡Eso no es excusa! ¡Una cosa es que te pierdas en un lugar donde hay gente pero si te adentras con un desconocido en un camino en medio de un bosque es mucho más peligroso! Cómo… ¿Cómo supiste que yo iba a Hogwarts?
Gabrielle le señaló directo a su pecho. Ahí colgaba su insignia de Gryffindor. El nombre del colegio brillaba con letras doradas.
Ron se pasó la mano por su pelo rojo. Volver por el camino era una locura a esas alturas.
_ Bueno… Vamos.
Ella sólo asintió. Ron volvió a levantar su varita iluminada y comenzaron a caminar.
El castillo parecía tener la propiedad de parecer cercano y lejano al mismo tiempo. Al menos el camino junto al lago era más transitable, sin los árboles ocultándolo, la luz de la luna alumbraba mejor, así que Ron guardó su varita y caminó en medio del ambiente azulado.
Pero no era un viaje sereno, tampoco. Al principio, la niña le había parecido callada y arisca, pero ahora no cerraba la boca.
_ ¿Ya vamos a llegar? Estoy cansada. Tengo hambre ¡Hay algo ahí! ¿Falta mucho? Tengo sed. ¡Está muy oscuro, nos vamos a caer al agua! ¿No tienes una escoba? ¿Por qué no tienen un puente? Deberían tener un puente. No está bien; en el agua hay… peces malos.
_ ¿Peces malos?
La niña dibujó en el aire un pez alargado con una aleta ridícula a cuestas.
_ Tiburones. No, no tiene tiburones. Pero hay un calamar.
_ ¿Calamar?
_ Es… con tentáculos. Muchos brazos, ocho brazos muy, muy largos.
La niña pareció entender. Miraba al agua con asco.
_ ¿Y es grande?
_ Grandísimo. Sus brazos llegan desde el lago hasta aquí.
Era todo lo que ella necesitaba saber. La niña se alejó de Ron y empezó a andar fuera del camino de tierra. Sus pisadas hacían ruido entre las plantas y hojas caídas.
_ Ven aquí, Gabrielle. El calamar no te va a hacer nada; nunca hace nada, no sé para ni para qué lo conservamos. Ven para aquí.
_ No.
_ Hay bichos y cosas ahí, además que te puedes tropezar. Ven para este lado
_ No.
Ron había decidido no insistir, entonces Gabrielle tropezó y cayó al suelo.
Él soltó una risotada, pero calló porque la niña no se levantaba. Cuando se acercó a ella se dio cuenta que estaba a punto de llorar otra vez. Ron suspiró.
_ Gabrielle, ya basta. No llores por una tontería. Ya estamos por llegar, levántate.
Pero la niña se quedó quieta. Ron negó con la cabeza, le dio la espalda y se puso de rodillas.
_ Ven.
_ ¿Qué?
_ Ven, Gabrielle. Yo te llevo. El calamar no te va hacer nada si vienes conmigo.
En medio de la penumbra, y de espaldas a ella, Ron no podía saber si Gabrielle le había entendido o no. No había dicho nada, ni se había alejado o acercado. Pero luego escuchó el rumor de las hojas, sintió la cercanía de la niña y los dos bracitos rodeándole el cuello. Ron la levantó sosteniéndola por las rodillas. Empezó a caminar con la niña a cuestas; no era muy pesada y Ron estaba acostumbrado al trabajo físico. A ella le parecía de lo más divertido. Dio un par de brinquitos mientras caminaban.
_ ¡Hue, cheval, hue!
_ Ja, ja, ja, muy gracioso, princesa payasa. Alúmbrame un poco en vez de estar haciendo tonterías.
Ella levantó la mano, la punta de sus dedos se llenaron del brillo mágico que dejaba una estela en el aire. La niña parecía más animada. Reía, y observaba las cosas y hacía preguntas sobre todo.
_ ¿Ése es Hogwarts?
_ Sí.
_ ¿Por qué está detrás del… mar pequeño?
_ Lago.
_ ¿Por qué está detrás del lago?
_ Porque si estuviera en el lago nos mojaríamos todos.
_ ¿Cuántas torres tiene?
_ No lo sé, casi todos los años hay una torre que muere o nace una nueva, por eso yo no las cuento.
_ ¿Nacen torres nuevas?
_ Sí, claro. Cuando dos torres se quieren, se casan y tienen una torre bebé. Por eso hay torres que son más altas y torres pequeñas, todavía son muy jóvenes. Eso todo el mundo lo sabe.
_ ¡Eso no es cierto, las torres no pueden tener hijos!
_ Estas sí, son torres mágicas.
La niña se quedó pensando, como decidiendo si debía creer o no.
_ ¿Y qué hacen para tener torres bebés?
_ No lo sé. Los profesores dicen que somos muy jóvenes para ver eso, así que sólo pueden casarse en vacaciones.
_ ¿Por qué no estás en Hogwarts? ¿Ellos te… expulsón?
_ Expulsaron, no, yo me escapé.
_ ¿Y no te van a… hacer algo malo porque te fuiste?
_ No, sólo fui a dar una vuelta.
_ ¿Y qué pasa con el hombre? ¿No va a estar enojado?
_ ¿El gordo al que le rompiste el vidrio? Él es un mago en un pueblo de magos, tiene que mover la mano y decir una palabra y su vidrio queda mejor que nuevo. Tú no te preocupes por eso.
Gabrielle asintió satisfecha.
Cuando llegaron al puente, la niña se bajó de la espalda de Ron y caminó agarrándole la mano.
_ ¡Ahí está- exclamó de repente-, vinimos aquí en este carruaje, mi hermana está aquí, seguro!
Junto al lago había un enorme carro enganchado a caballos voladores. También había un descomunal barco atracado en la orilla.
_ ¿Qué es todo esto?... ¿De dónde vienes, niña?
_ Aquitania, Francia. Mi hermana me trajo porque van a hacer no-sé-qué-cosa aquí en Hogwarts. Ella vino porque su colegio va a ir.
_ ¿Su colegio?
_ ¡Beauxbatons! ¡La mejor academia de magia del mundo!
_ Esa es Hogwarts
_ ¡No, es Beauxbatons!
La puerta estaba cerrada, y Ron no estaba de humor para tratar de escabullirse. Golpeó con una piedra hasta que vino Filch, el malhumorado conserje, a abrirles; no sin antes soltarle una buena perorata. Cuando entraron, tuvieron que esperar mientras Filch llamaba a algún profesor. Como le había dicho "¡No puedes entrar así nada más con una niña desconocida!"
Llegaron a la entrada del Gran Salón, no parecían celebraciones tan animadas cuando de pronto escuchó una voz de mujer.
_ ¡Gabrielle!
La mujer más alta que Ron haya visto jamás se acercó casi corriendo hacia ellos.
_ ¡Madame Maxime! – exclamó la niña.
La mujer y la niña se abrazaron y empezaron a hablar en francés. Ron puso las manos en el bolsillo y se sintió muy contento. Todo había salido bien.
Ambas, mujer gigante y niña hablaron un momento más, hasta que la mujer le dijo que se quede en ese lugar y que ya volvía.
La niña había dejado de sonreír.
_ ¿Qué pasa?
_ Van a traer a mi hermana.
_ Ah, bueno, a ella buscábamos ¿no? En fin, voy a ir a comer. Cuídate y pórtate bien y todo eso.
Gabrielle miró al gryffindor, dudando, hasta que finalmente decidió hablar.
_ Ron.
_ ¿Sí?
_ Ven aquí, tengo que darte algo.
La niña buscó algo en sus bolsillos. Encontró la preciosa caja dorada. La extendió con ambas manos hacia él. Ron se inclinó y la agarró con las manos, estaba seguro que le invitaría algún chocolate. La niña la abrió con cuidado. Dentro había un insecto.
Era un escarabajo, era totalmente rosado con motitas multicolores, y una especie de tenazas saliéndole de la boca.
Gabrielle tomó al bicho con cuidado, luego agarró a Ron de la mano, acercándolo para que lo vea mejor. De pronto, estampó el insecto en la nariz de Ron. El pico del bicho se cerró en su carne.
Ron soltó un alarido, se sacudió al bicho de encima, y éste se fue volando. La niña corrió desesperada tras él y dejó a Ron, solo y maldiciendo.
_ ¡Carajo! ¡La puta madre! Grandísima hija de… ¡¿Por qué hiciste eso?!
Se rascó la nariz con rabia, no había rastros de la niña ni del insecto. Ése fue el fin de su paciencia.
_ ¡A la mierda con esto! ¡A la mierda con todo! ¡¿Quién me manda a meterme en estos líos?!
Caminó hasta el Gran Salón a grandes zancadas. Ya todos habían terminado el banquete. Buscó la mesa de Gryffindor y a sus amigos.
_ ¿Qué pasó, Ron?- le dijo Hermione-, ¿Por qué te tardaste tanto?
_ ¿Te pasó algo en la nariz? – preguntó Harry.
_ Sí. Me metí en un lio por una mocosa.
Se sentó furioso. Primero debía comer. Aunque el banquete terminaba y la comida era escasa, por suerte, Harry y Hermione le habían guardado algo.
_ ¿Por qué hay tanta gente?
Hermione tenía que tener la respuesta, como siempre.
_ Una comisión de la Academia Beauxbatons y el Colegio Durmstrang han llegado para participar en el Torneo de los Tres Magos- dijo Hermione.
_ Atención estudiantes de Hogwarts – dijo de pronto McGonagall-. Hemos encontrado a la niña, gracias a todos quienes nos ayudaron a buscarla.
_ Ah, sí, la niña.
Ron iba a contarles a Harry y Hermione todo lo que pasó con Gabrielle. Al menos podría quedar como un pequeño héroe.
_ Chicos, escuchen. Cuando fui a…
Se quedó ahí, a su lado habían pasados unos enormes sujetos de Durmstrang.
_ ¿Ése era Victor Krum?... ¡Por Merlín, ése es Víctor Krum!
_ ¿Quién?
Ron suspiró molesto, no iba a poder explicarles todo sobre la estrella deportiva a Hermione, menos en una sola cena.
_ Es una celebridad de quidditch.
_ Ah, ya… Bueno, Ron, si es tan famoso ve y pídele un autógrafo.
_ ¿Qué? No, ni hablar. Ni siquiera tengo algo dónde escribir.
Hermione, por supuesto, sacó una libreta y una pluma. Agarró a Ron del brazo y lo llevó a conseguir su autógrafo.
_ Hermione, no… ¿Qué hay si se enoja?
_ Sólo tiene que escribir su nombre en una hoja ¿Por qué se va a enojar?
Llegaron frente al jugador. A Ron le pareció de pronto el doble de alto. A Hermione no parecía intimidarle.
_ ¿Viktor Krum?
Él se volteó para verla. Hermione empujó a Ron para que se adelante.
_ Mi amigo quiere preguntarle algo.
Ron iba a decirlo pero en ese justo momento sintió una fuerte punzada en su nariz y una melena rubia pasó cerca de él. Él apenas pudo verla medio segundo, pero llamó su atención de inmediato.
_ ¡Oye, mocosa!
Pasó a un lado del búlgaro y fue directo hacia la niña. La nariz le daba punzadas y eso lo ponía furioso. Se paró justo frente a ella.
_ ¡Eh, Gabrielle! ¿Qué diablos fue todo eso? ¡Después de que te ayudo, me vienes a hacer algo como eso! ¡Debería jalarte las orejas hasta dejarte como una liebre!
De pronto sintió un pinchazo en la espalda, Ron identificó la punta de una varita tratar de meterse en sus costillas. Pudo escuchar una voz femenina con un acento marcadísimo a sus espaldas.
_ Aléjate y no vuelvas por aquí nunca más.
Ron miró por encima del hombro.
_ Esto no es contigo, deja de molestar.
_ ¡Sí es conmigo porque yo soy su hermana, grandísimo asno!
Ron volteó. Delante de él había una chica alta y esbelta, algo mayor que él, con el mismo tono de pelo dorado que relucía cual oro, los mismos ojos azules intensos y la tez blanca inmaculada de Gabrielle. Era su hermana, sin duda. Ron se alegró, ahora podía hablar civilizadamente.
_ Tu hermana es una malandra del diablo. Si no se corrige ahora…
_ Para empezar, asno maleducado, debes presentarte formalmente. Yo soy Fleur Delacour, de la casa Delacour. No vuelvas a levantarle la voz a mi hermana,
"Esa forma de hablar es de sangrepuras" pensó Ron. Era casi obvio, su túnica impecable y su rostro altanero. No había nada de esa chica que no fuera la imagen de la perfecta chica sangrepura.
"Qué asco me da. Incluso me mira como si fuera una cucaracha que quiere pisar."
_ Ron Weasley del clan Weasley. Yo fui quien encontró a tu hermana.
Con los dedos, apartó la varita que le apuntaba. Al parecer las francesas tenían el poder de evaporar su paciencia.
_ Y no me vuelvas a apuntar con esa cosa o te va mal.
La rubia estaba indignadísima, prácticamente resoplaba.
_ ¿Sabes con quién está hablando usted?
_ Sí que lo sé… Eres la hermana de Gabrielle, tú fuiste quien la perdió.
Ahora sí lo había hecho. La rubia echaba chispas por los ojos. Sólo le faltaba sisear y sería la imagen perfecta de un basilisco.
_ Eres el tarado subnormal más maleducado e idiota que conocí en mi vida. Mi hermana se escondió cuando llegamos a Hogwarts. Hace eso muy seguido, es una niña, es lo que los niños hacen. Si te ha hecho una travesura puedes hablarlo como una persona educada en vez de ponerte a… a… hablar burro.
_ ¿Hablar burro?
_ ¡Hablar burro!
_ Es… ¿rebuznar?
_ ¡Rebuznar! ¡En vez de ponerte a rebuznar en frente de todos!
_ Ah, ya. Estás llamándome burro… ¡Espera un momento!... ¡¿Escondida aquí?! ¡La encontré en Hogsmeade! ¡No estaba en el castillo, tu hermana se escapó del carruaje cuando estaban en el pueblo y yo la encontré ahí! ¡Yo fui quien la trajo hasta aquí!
La tal Fleur Delacour no cambió su mirada furiosa, pero luego de un par de segundos volteó a ver a su hermana. Le dijo algo en francés. Ron no lo entendió, salvo la palabra 'Hogsmeade'. La niña se quedó en silencio, de pronto parecía muy pálida. Luego negó con la cabeza y respondió algo inelegible.
Ron no necesitaba saber francés para entender lo que había pasado.
_ Pequeña… desgraciada… mentirosa….
La rubia mayor se puso delante de él para proteger a su hermana. Lo pinchó nuevamente con su varita, esta vez en el pecho.
_ Te lo advierto. No te vuelvas a acercar a mi hermana o te mataré.
Él apartó la varita de un manazo.
_ ¿Me lo adviertes tú a mí?
La punzada en su nariz se hizo insoportable. Era todo lo que iba aguantar de aquel par francés. Si la chica quería violencia, violencia iba a tener. Sacó su varita.
Pero una mano firme en su hombro, lo detuvo en seco.
_ Ron – le dijo alguien a sus espaldas-, mejor te calmas.
Era un tono mitad advertencia, mitad amenaza. Estaban junto a la mesa de quinto de Gryffindor y todos alrededor los miraban. Había un grupo de chicos, de tercer año en adelante. Todos llevaban cara de pocos amigos. Habían formado un semicírculo deforme de espectadores, como si estuvieran dispuesto a defender a aquella chica tan asquerosa. Neville era quien le había puesto la mano del hombro.
"¿Qué mierda está pasando aquí?"
Ron se sacudió la mano del hombro. La preciosa caja dorada rebotó a los pies de la niña. Se dio media vuelta y se alejó.
Los prefectos estaban llamando a los alumnos de Hogwarts. Dean estaba siguiendo a las francesas con una sopera en las manos.
A Ron no le importaba. Volver a los dormitorios era el único alivio que le iba a dar aquel día. Pero cuando formaron las filas para ir, Filch se acercó a él.
_ Weasley, el director quiere hablar contigo. Hay un auror preguntando algo sobre una niña perdida.
_ Puta suerte de mierda.
(continuará…)
Notas del autor: Gracias a todos por leer. Agradecería cualquiera de sus comentarios y críticas. Estoy subiendo varios fics, así que si te interesa alguno, por favor no dudes en decírmelo. Gracias.
Este fic está también en AO3.
Nos vemos.
