UN CANDELABRO
Ron se rascó la nariz con fuerza. Todavía recordaba el interrogatorio de la anterior noche, aunque el recuerdo se retorcía por su rabia y se hacía peor de lo que realmente fue. El director Dumbledore llegó a un acuerdo de no castigarlo por su escapada si se comprometía a ser discreto con lo que pasó en aquel incidente. Él aceptó encantado.
De hecho, mientras menos tuviera que hablar de aquella mocosa del demonio o de su repelente hermana, mejor. Pero el resto de Hogwarts no estaba de acuerdo con esa idea. En los pasillos, en la biblioteca, en la sala común y en los dormitorios. Todo el mundo sólo hablaba de los extranjeros, y de entre todas las conversaciones, el tema que más sobresalía era el de Fleur Delacour, incluso más que el mismísimo Viktor Krum. Quién era ella, qué comía, qué edad tenía, si tenía novio, si tenía novia, cuál era su altura, su peso, el color exacto de sus ojos, el tono exacto de su cabello, el tamaño exacto de sus pechos.
Ron pudo hablar con ella brevemente, pero aparte de la discusión amarga, no le había parecido nada excepcional. Para los más obsesionados con la francesa, él se había comportado como un ogro.
Sólo Harry y Hermione le creyeron su versión sobre la niña que encontró en Hogsmeade, porque eran los únicos que sabían que se había escapado ahí. Aunque Ron sospechaba que Hermione se lo creía a medias. Ella le hizo varias preguntas tratando de encontrar alguna contradicción con el relato, hasta que pareció satisfecha con las respuestas. Harry lo había aceptado más rápido.
Cuando tuvo suficiente tiempo libre fue directo a hablar con Hagrid. Grande fue su sorpresa cuando lo encontró en la biblioteca, charlando amenamente con la enorme directora de Beauxbatons.
—Buenas tardes… Oye, Hagrid, tengo...
—Es profesor Hagrid, Ron.
Ron iba a reírse, pero luego lo pensó mejor.
—Sí, lo siento mucho… Profesor Hagrid… Me picó un insecto mágico en la nariz. Era como un escarabajo de color rosa y pintitas.
Le mostró el dibujo que había hecho.
—Vaya. Un escarabajo lúcido. Qué raro, no son comunes por aquí.
—¿Sí? ¿Y su picadura es venenosa?
Hagrid lo pensó bien para decirlo en el tono más profesoresco posible.
—La picadura del escarabajo lúcido se considera beneficiosa, porque tienen un veneno que se llama hipno—inmune. Algunos exploradores usan a estos animales para protegerse contra algunas criaturas que tienen propiedades que nublan la mente, como por ejemplo el canto de las sirenas, o el llamado de las banshees, o los gatos del sueño. No te va a pasar nada, algunos de tus sentidos no estarán funcionando en toda su capacidad, pero luego de unos días se te pasará. Aparte de una picazón, no sentirás nada.
—Ya… Bueno, me quedo mucho más tranquilo. Muchas gracias… profesor Hagrid.
Las clases siguieron con una normalidad relativa, los chismes de los extranjeros eran numerosos, lo cuál le perecía terrible. Pero entendía porqué sucedía, su madre se lo había explicado alguna vez. "Hogwarts es como un pueblo chico. Y ya sabes lo que dicen de pueblos chicos."
Excepto por Viktor Krum, Ron no veía que tenía de especial esa gente para que los demás hablaran tanto de ellos. Igual pensó que los extranjeros también podrían estar hablando de los estudiantes de Hogwarts.
"Aunque seguramente no de mí". Lo más seguro es que estuvieran hablando del gran Harry Potter o de los posibles candidatos para el torneo.
Fue en los pasillos entre una clase y otra cuando ocurrió por primera vez. Fue un presentimiento fugaz, pero comprensible, y tan claro que no se atrevió a ignorarlo. Ron volteó a ver y sólo se encontró con el pasillo vacío.
La segunda vez fue en el almuerzo, la tercera en la hora libre. Para la cuarta, ya estaba convencido.
—Alguien me está espiando.
Hermione no estaba convencida, pensaba que era su imaginación. Harry le dijo que estaría atento, pero parecía que lo dijo por pura cortesía.
Varias veces quiso encararse con el supuesto fisgón, pero siempre conseguía escaparse entre los pasillos y escaleras. No consiguió nada hasta que el perseguidor cometió un error.
Había dejado caer algo. Un cuaderno de tapa dura y hojas rayada. Dentro había un montón páginas llenas de anotaciones:
"Naufrage = Naufragio
Cygne = Cisne
Un Chariot = un carruaje
Chandelier = Candelabro"
La caligrafía era bastante elaborada, pero seguía siendo la de un niño.
"Es la mocosa francesa" pensó Ron.
Sabiendo aquello, pudo idear un plan. La próxima vez que lo espiaban se las arregló para guiar a la niña a un pasillo de una esquina de la torre. En el medio había un callejón sin salida, con una saliente casi oculta a un lado. Ron se ocultó en la saliente y esperó a que ella tomara el desvío y quedara acorralada.
La trampa surtió efecto.
La niña no era tan buena escondiéndose, pero estaba aprendiendo. Se apoyaba en la pared y miraba de reojo por la esquina. Cuando ella se adelantó un poco, él se escabulló por detrás.
—¡Gabrielle, qué haces aquí!
Ella soltó un chillido estridente. Quiso correr, pero no había dónde.
—Me has estado siguiendo, Gabrielle.
—¡No, mentira!
Ron levantó el cuaderno como evidencia. La niña palideció y se puso a la defensiva. Parecía desesperada, pero era algo inútil.
—¿Por qué me seguías, mocosa? Sí que eres una peste.
La niña levantó sus manos. En ellas sostenía una caja de cartón plateado. Los puso en alto para que Ron los viera bien.
—Son chocolates.
—¿Chocolates?
—El otro día dijiste que querías chocolate.
—Lo recuerdo.
Quería caramelos de una caja dorada, pero sólo obtuvo un aguijonazo y sentirse ridículo. Ron miró a la niña con desconfianza.
—No me vas a engañar otra vez.
—No es un engaño, son chocolates
Él se dio la vuelta y empezó a caminar. Gabrielle se interpuso en su camino con la cajita en alto.
—Tómalo.
—No.
Le empujó la caja contra su mano.
—¡Tómalo!
Ron la dejó caer.
—No.
Eso pareció ofenderla de verdad. Gabrielle miró la caja en el suelo y luego a Ron, sin saber qué hacer.
Ron buscó el recuerdo de los días pasados. Se concentró en la despreciable rubia que lo miraba con asco y su varita presionando su pecho como si quisiera atravesarlo. Chispazos de rabia se encendieron. Pero delante de él estaba otra vez la Gabrielle perdida. La misma niña de mirada desamparada, llena de miedo y dudas. Una niña perdida que necesitaba algo de ayuda.
—¿Quieres disculparte?
Ella agachó la cabeza para no tener que mirarlo a los ojos.
—¿Es eso, Gabrielle? ¿Quieres disculparte?... Yo te puedo perdonar, pero tengo que saber ¿te estás disculpando?
La niña no elevó su mirada, simplemente, asintió en un movimiento casi imperceptible. Ron suspiró. Con suavidad le colocó una mano sobre la cabeza, revolvió su pelo con delicadeza. Luego le agarró la oreja y la jaló con fuerza.
—¡Pues discúlpate bien, Gabrielle estúpida!
—¡Auuu!
—¿Qué es eso de darme comida para que te perdone? ¿Acaso crees que soy un perro?
—¡No! ¡Tú eres más feo que un perro!
—¡¿Ah, sí?! ¡Pues tú eres…! Tú eres…
Se detuvo a pensar. Recordó el cuaderno que la niña había dejado caer, con sus lecciones de vocabulario.
—Un candelabro.
—… ¿Qué?
—Eres un candelabro ¡Tonta chica candelabro!
Gabrielle parpadeó dos veces tratando de fingir que sabía de qué iba aquel insulto. Por supuesto, no tenía ninguna oportunidad.
—T-t… ¡Tú!…
—¿Qué?
—¡Tú eres el candelabro!
—¡Qué! ¿Tienes la osadía de llamarme candelabro? ¡Tú eres el candelabro, chica candelabro!
—¡No! ¡Tú eres el candelabro! ¡Tú!
Estuvieron llamándose candelabro oxidado o candelabro sin velas y demás variaciones, por un rato, hasta que Ron sentía que no podía aguantar la risa y decidió terminar la absurda discusión.
—Bueno, ya basta ¿vas a disculparte o no?
—¡No me disculpo nada!
—Bueno…
Recogió la caja de chocolates y se la mostró.
—Entonces toma tus chocolates y vete. Yo no los quiero.
Gabrielle se acercó con furia y se los quitó de un zarpazo. Estaba por irse cuando Ron la detuvo.
—Y tu cuaderno también.
Gabrielle volvió aún más enojada, pero cuando lo iba a tomar el cuaderno, Ron lo apartó.
—Vamos, tómalo de una vez ¿Qué pasa? ¿No quieres tu cuaderno?
Ella lo intentó, pero fue inútil, Ron apartaba el cuaderno antes que ella pudiera agarrarlo, finalmente lo puso fuera de su alcance y la niña quedó dando saltitos mientras él se burlaba.
—¡Ya casi, ya casi! ¡Un poco más alto! ¡Más alto, ponle algo de esfuerzo!
Gabrielle se hartó y le dio un tremendo pisotón justo en el pie. Ron se mordió el labio. Tomó aire y lo expulsó en un suspiro largo y pausado. Luego se inclinó para tener a la niña frente a frente.
La miró con seriedad y le dijo:
—Tú fuiste la que se escapó, tú fuiste la que rompió la ventana. Y yo quise ayudarte ¿lo recuerdas? Cuando íbamos caminando por el lago, tú te caíste y yo te cargué en mis espaldas. Y aún así, tú le mentiste a tu hermana. Me hiciste quedar como el malo, Gabrielle. Dar chocolate no arregla esas cosas.
La niña lo miró todavía con cara de enfado. Pero Ron sabía que había dado justo en el clavo. Gabrielle vacilaba y sus ojos se movían dominados de pensamientos apremiantes. Ron puso el cuaderno frente a ella.
—Pero si quieres decirme algo, yo lo escucharé. Pero tienes que decírmelo a mí, y tienes que sincera. De otra forma no servirá para nada. Si no vas a disculparte aquí está tu cuaderno, agárralo y vete. Y no vuelvas a buscarme nunca.
Gabrielle tomó el cuaderno, pero no se fue. Se quedó mirándola con cara de enfadada pero luego bajó la cabeza.
—Lo siento —musitó.
"No quiso mirarme a los ojos" pensó Ron.
—¡Esta bien! ¡Yo no estoy enojado contigo!
—¿De verdad?
—Claro. No hay nada de malo en hacer travesuras alguna vez. Y los niños dicen mentiras. Todo el mundo lo sabe. Te acepto tus chocolates.
Ron agarró los chocolates y se los quitó de la mano antes de que pudiera decirle nada. Se sentó en el suelo con la espalda apoyada en la pared y abrió la caja. Dentro había varios bombones de distintos sabores.
—¡Ah! Pero son demasiados chocolates. No me los voy a poder comer todos… Ven, Gabrielle, tienes que ayudarme a comerlos todos.
Ella aceptó gustosa. Tomó el de menta, el de vainilla y de chocolate negro. Ron notó que ella se escogía los mejores sin ningún remilgo, pero no le dijo nada.
Los estudiantes iban y venían, algunos los miraban con miradas extrañadas, pero si Gabrielle lo notó, no dio muestras de ello. Al final Ron guardó dos para Hermione y dos para Harry. Quedó aparte uno, pero Gabrielle no iba comerlo.
—Ese no —le advirtió—. Es feo.
—No es tan feo. Sólo tienes que encontrarle el sabor.
Levantó el bombón amargo y se lo llevó a la boca. Gabrielle puso cara de asco tan solo de verlo.
"Es una remilgosa de primera. No tiene sentido que le haya mentido a su hermana… A menos que…"
Ron se levantó.
—Bien, vamos. Tenemos que hablar seriamente. Ven conmigo.
Caminaron hasta llegar a las almenas. La vista era magnífica desde ahí. Ron se apoyó al borde. Tuvo que invocar una silla para que Gabrielle le alcance.
—Ahora quiero que me digas la verdad ¿por qué le mentiste a tu hermana? ¿Ella te pega?
—¿Quién? ¿Fleur? No, nunca.
—¿Te insulta?
—No.
—¿Te roba las cosas? Dime la verdad ¿Te hace algo malo?
—Pero no. Fleur nunca me ha hecho nada.
—Bueno… ¿entonces por qué?
—Por qué ella te iba a dar las gracias.
—¿Y no querías que me dé las gracias?
—No.
—¿Por qué no?
—Porque te ibas a volver tonto. Toda la gente se vuelve tonta con Fleur.
—¿Cómo tonta?
—¿No te has dado cuenta? Todos ya se han puesto tontos con Fleur. Ayer ya le mandaron flores. La han invitado al pueblo ya varias veces.
La tal Fleur era muy linda, y eso parecía poner locos a medio Hogwarts, pero él seguía sin entender.
—Siempre es Fleur, Fleur, Fleur —continuó Gabrielle—. Fleur aquí, Fleur allá. Siempre es ella, ella es la favorita, la perfecta, todo el mundo siempre habla de ella. Vine aquí porque ella quería venir aquí. Así es Fleur.
—Y por eso te escapaste —dijo Ron—, querías molestar a tu hermana para que te busque, pero ella no se dio cuenta y se fueron sin ti.
La niña apoyó el mentón en la piedra. Ahora sí estaba verdaderamente avergonzada.
—Tú no lo entenderías.
Ron torció la boca. Entendía mejor de lo que la niña se imaginaba.
—¡La odio! —dijo finalmente Gabrielle.
—Oye, no… No, no, no. Eso no se dice de una hermana.
Ella se cruzó de brazos testaruda.
—Sí la odio, sí… Siempre está con alguien más. Me dice que la acompañe a todos lados, pero siempre está con alguien más. Siempre quiere ser ella ¡Yo no!
—Los hermanos tienen que quererse. Y es lo mismo. Si estás enojada está bien, pero no digas que la odias. Eso es mentira.
—¡Te estoy diciendo que la odio!
—No. Me estás diciendo que la quieres. Cuando odias a una hermana, y ella te ignora, no te habla, ni te dice nada ¡Qué bien! No te molesta para nada. Pero si quieres a tu hermana, y tu hermana no te habla, te ignora y te deja sola, entonces eso te duele. Tu la quieres, Gabrielle. Si no la quisieras no te dolería tanto. Si no la quisieras no te hubieras escapado de ella para que te busque.
—¡Pero a ella no le importa lo que me pase!
—Mentira. Tu hermana quería defenderte de mí ¿Ves? Si no te quisiera no me hubiera amenazado.
Puso su sonrisa más despreocupada, pero en realidad el recuerdo despertaba rabia en él.
—¿De verdad ibas a pelear con ella?... Ella es muy fuerte, tú no puedes ganarle.
Ron estuvo a punto de decir algo, pero se abstuvo. Era obvio que ella se iba a poner del lado de su hermana, es lo que todas las hermanas debían hacer.
—Tu hermana estaba enojada porque pensaba que yo era alguien malo. Y los hermanos tienen que defenderte de la gente mala ¿ves? Además, no hubo ninguna pelea.
—Esto también fue mi culpa.
—Bueno, no importa. Ya te disculpaste ¿no? Y tú no odias a tu hermana y ella no te odia a ti ¿verdad? Ya está todo resuelto.
Gabrielle no parecía muy convencida, pero no le contradijo, lo que significaba que al menos lo estaba considerando. Ron decidió cambiar el tema.
—Ahora, háblame del bicho.
—Gerard, le puse Gerard, pero se escapó.
—¿Por qué hiciste que Gerard me picara, Gabrielle?
—Somos veelas.
—¿Son qué?
—Veelas. Mi abuelo era un mago normal, pero mi abuela era una veela.
—Una veela…
—Son hijas del bosque, y todas son hermosas. Si ves una te enamoras de ella.
—¿De verdad?
—Sí, por eso hice que eso con Gerard. Si te muerde no deja que te enamores de las veelas. No quería que te pongas bobo como todos los chicos cuando se ponen con mi hermana.
—Ya antes yo había visto alguna veela. Pero eso que me dices…
La niña lo pensó bien antes de explicarle.
—Nuestra magia es especial, es magia veela y hace que los hombres se enamoren de nosotras cuando nos miran. Todos los hombres se ponen tontos y es muy molesto ¡A Fleur le dan regalos todos los días, y tratan de espiarla todo el tiempo y son tan estúpidos que cuando ella habla los chicos sólo repiten lo que ella dice!... No quería que te pase eso, porque entonces yo no ibas a querer ser mi amigo… Por eso hice que Gerard te mordiera. Si te muerde te hace… inmunisedo a las veelas.
—Inmune, inmune a la magia de las veelas.
Ron recordó lo que le dijo Hagrid y todo encajó, como la repuesta de una adivinanza. De pronto, el comportamiento de sus compañeros tenía algo de sentido.
—Así que una veela.
—Sí.
—Y yo me voy a enamorar si la veo.
—Sí.
—¿Y por qué no me he enamorado de ti?
Gabrielle se rio.
—Yo soy demasiado joven. Mi mamá me dijo que cuando me visite el soldado, todos se van a enamorar de mí.
—¿El soldado?
—Sí, cuando me venga a visitar el soldado inglés, mi poder veela va a notarse. Lo mismo le pasó a mi hermana.
—Y ese soldado inglés, ¿quién es?
—No lo sé. Nunca lo he visto. Pero visita a mi hermana. Lo hace…
La niña pensó un poco para acordarse de la palabra.
—Mensualmente. Sí. La visita mensualmente.
—Ya. Entonces, cuando tengas la edad suficiente, alguien viene a visitarte una vez al mes y tus poderes… Oooooh, ya, ya. Sí… Lo conozco.
—¿De verdad? Porque yo nunca lo he visto y no sé para qué visita a mi hermana ¿Cómo es él?
—Bueno… Yo… no lo conozco realmente, sólo he escuchado hablar de él. Por lo que tengo entendido, es tremendo desgraciado, pero tampoco hace tanto daño. La cuestión es que vas a aprender muchas cosas... Y no me hagas más preguntas sobre eso, es algo que tu mamá y tu hermana tienen que explicarte.
Quedaron un momento en silencio. Era mejor no volver a tocar ese tema.
—¿Ves esa torre de ahí? —dijo Ron—. Antes no era una torre, era una enana gigante.
—¿Una enana gigante?
—Sí, era una enana gigante. Se comía a los niños para crecer y por eso la condenaron a ser una torre —se inclinó hacia ella como para decirle en secreto—. Es una historia muy oscura y truculenta; tanto, que me hicieron prometer que nunca se la diría a nadie ¿Quieres escucharla?
—¡Sí!
Ron empezó a inventarse una historia mientras miraban hacia la torre. Era una edificación ancha y no tan alta como las otra. Las enredaderas que trepaban en las paredes se habían afianzado de tal manera que parecían puños. Las ventanas alargadas parecían ojos enojados, y el puntudo techo era como un gorro ridículo. Un techo saliente a media torre hacía de dientes apretados. Al principio de su primer año, y desde que la vio desde aquel ángulo, Ron halló divertido su parecido con una enana agarrándose la barriga.
Pero nunca se lo había dicho a nadie. Sentía que era una idea demasiado inmadura para contársela a alguien como Hermione. Harry tampoco tenía mucha imaginación para esas cosas. Y a sus hermanos ni hablar, sólo se habrían burlado de él.
Gabrielle escuchaba emocionada, mientras él le explicaba como la enana, engañaba a los niños para que la siguieran al bosque, ahí los mataba y los cocinaba a la leña, con mucho limón y pimienta. Y con su magia se hacía más y más grande con cada niño devorado, hasta que fue lo suficientemente grande para comérselos crudos de un solo bocado. Remató el cuento con una niña valiente que terminó engañando a la enana para que se tragara una piedra envenenada y por sus crímenes fue convertida en una torre.
—Y desde ese entonces está así. Dicen que si alguien encuentra la piedra y la mueve de su sitio, ella volverá a ser la enana gigante, y empezará a comerse los niños otra vez. Pero hasta ahora nadie la ha encontrado.
—¿Y cómo es la piedra?
—Nadie sabe. Podría estar en las paredes, incluso ser un ladrillo… En fin, se me acabó la hora libre. Tengo que volver.
Gabrielle se paró al borde de la silla en la que estaba parada y lo miró expectante.
—Qué pasa.
La niña extendió sus brazos hacia él.
—Ven —le dijo.
—¿Qué?... ¡¿Quieres que te cargue?! Niña, no seas floja, camina por tu cuenta.
—¡Ven!... ¡Ven! ¡Veeeen!
Ron rezongó, pero al final caminó hacia ella y le dio la espalda. Gabrielle saltó y se agarró de su cuello.
—Esta es la última vez, Gabrielle ¿escuchaste? La última vez ¿Qué crees que soy yo?
—A partir de maintenant tu es une vraie cheval. Bravo.
—No sé lo que estás diciendo, pero más te vale que no me estés llamando nada raro.
—Mais tu parles trop pour un cheval.
—Bah. Mocosa tonta… Bien, ya llegamos, ahora te bajas y caminas.
Ella no puso objeciones, se despidió de Ron y se alejó dando saltitos.
Las clases de Historia de la Magia eran tan soporíferas como siempre. Lo bueno era que el fantasma que las impartía no parecía muy interesado en los asuntos de los vivos así que los estudiantes tenían cierta libertad mientras se quedaran callados.
Ron aprovechó para dormir; ya le pediría a Hermione sus apuntes más tarde. Se acomodó en su asiento y cerró sus ojos.
Pero pronto sintió algo, un ligero toque en su cabello. Al abrir los ojos se encontró con un avioncito de papel. Lo desdobló y se encontró el garabato de un caballo. Una flechita le señalaba junto a la palabra toi.
"No me va a dejar en paz"
Ron se rio quedamente. Harry, quien estaba a su lado echándose una siestecita, se despabiló un poco al escucharlo, pero luego volvió a cerrar los ojos. El pelirrojo dobló la hoja y la puso en su manga.
Al salir de la clase la encontró leyendo su cuaderno de apuntes con un diccionario al lado. Ron se le acercó y le mostró el papel.
—¿Qué es eso de toí?
La niña sonrió malévolamente.
—Está en francés. Se dice toi.
—¿Tua?
—Es toi. Toi.
—¿Y sabes qué significa toi?
—Tú.
—Yo no sé qué es toi ¿Tú sabes qué es toi?
—¡Tú! ¡Es tú!
—¡Te estoy diciendo que yo no sé qué es toi! ¡Por eso te estoy preguntando!
—¡Es tú! ¡Toi quiere decir tú!
—¿Es tú?
—¡Sí!
—Entonces este dibujo quiere decir… ¡que tú eres un caballo!
—Sí.
—Me parece raro que me mandes un dibujo diciéndome que eres un caballo, Gabrielle.
—¡No! ¡Yo no! ¡Tú!
—Pero dijiste que toi es tú. Entonces tú eres el caballo. Tú, no yo.
—¡Pero es que es yo diciendo tú!
—Entonces tú estás diciendo yo.
—Sí.
—Entonces Gabrielle es la caballo.
—No ¡Tú! ¡Tú eres el caballo!
—Pero dijiste que eras tú diciendo yo. Entonces te estás llamando caballo a ti misma.
—¡No! Yo estoy diciendo… ¿Te estás burlando de mí?
—Pues sí ¿Qué quieres que te diga?
—De mí no se burla nadie.
Se abalanzó hacia él y forcejó colgándose de su cuello.
—¡Oh, no! —exclamó Ron—. ¡Me atrapó, me atrapó! ¡Auxilio!
Fue cediendo poco a poco hasta quedar sobre el suelo con la niña todavía sacudiéndolo torpemente.
—¡Ríndete o hago que te rindas!
—Oh, no ¿Será éste el fin del adorable Ron Weasley?
—¡Adorable nada!
—¡Pero Ron no se rinde y saca fuerzas para vencer!
Se levantó lentamente con la niña a cuestas. Gabrielle soltó un chillido pero no pudo bajarse a tiempo.
—¡Suéltame, suéltame!
Ron la levantó por encima de su cabeza.
—¿Segura? Yo te suelto si quieres.
—¡No! ¡No me sueltes! ¡No me sueltes!
—Ejem… Ejem…
Tanto Gabrielle como Ron tuvieron que levantar la vista para ver quién tenía la garganta tan lastimada. Ron dejó a la niña en el suelo para poner su cara más inocente de todas.
—Hola, Hermione.
—Ron… ¿Qué estás haciendo?
—¿Estaba combatiendo un monstruo?
—¡Monstruo tú!
—Ella es Gabrielle. Gabrielle esta es mi amiga Hermione.
—¿Su qué?
—Hermione, Hermione. Es su nombre, Hermione.
Gabrielle dudó pero se alisó la falda e inclinó la cabeza.
—Mucho gusto, yo soy Gabrielle Delacour.
—Igualmente, Gabrielle. Pero lamento tener que decirte que Ron no debería estar jugando, tiene que atender muchas obligaciones apremiantes —clavó su mirada en Ron—. Y ya se le hizo bastante tarde.
—Es cierto. Me tengo que ir, Gabrielle. Y tú también tienes que irte a tu cuarto.
—Sí.
—Ajá… Bueno ¿qué quieres hacer ahora? Acabo de decirte que tienes que irte a tu cuarto.
—¡Ahí voy a ir!
—Gabrielle… no te hagas la mentecata conmigo, vas derechito a tu cuarto ¿Entiendes?
—Ron —le dijo Hermione—, ya déjala que se vaya.
—¿Acaso no ves la cara que está poniendo? Quiere hacer alguna travesura.
—¡No, mentira! ¡Yo voy a ir a mi cuarto!
—Pues más te vale. Si me entero que te has ido a otro lado voy a dejarte las orejas tan largas que las vas a poder usar de pantuflas.
—¡Voy a ir a mi cuarto!
—Bueno… Adiós, Gabrielle.
—¡Adiós, señor caballo!
Hermione y Ron se dirigieron hacia la sala común de Gryffindor.
—¿Señor caballo?
—Es un chiste tonto ¿por qué tanto lío, Hermione? obligaciones apremiantes ¿Qué tontería es eso?
—Tenía que sacarte de ahí.
—Ajá…
Caminaron en silencio hasta que llegaron a la entrada.
—¿Y bien? —dijo Ron.
—¿Y bien qué, Ron?
—¿Y bien qué, Hermione?
Hermione suspiró.
—He escuchado cosas, Ron… esa chica de Beauxbatons ha hablado de ti algunas veces… No en buenos términos.
—Pues vaya ¿Qué hace ella de todas maneras?
—Ella se la pasa aquí y allá tratando de llamar la atención. Va y busca charla y finge que le interesa lo que le dicen. Vaya que logra dar una buena impresión. Ya se ha formado un club de admiradores secretos, se reúnen cerca del bosque para compartir información. Será peor si ella se entera.
—¿De verdad? Pfff. Qué idiotas.
—Quizás, pero igual no te conviene molestar a esos idiotas. Ginny dice que se está armando un grupo de simpatizantes radicales.
—Ginny no diría eso.
—Bueno, sus palabras exactas fueron: un ejército de mandilones planchabragas. Pero en todo caso, no te conviene hacerte su enemigo. Por lo que entiendo, ella está segura que va a ser la campeona en el Torneo. Ya no te juntes con su hermana, lo último que necesitas es un montón de adolescentes hormonales celosos queriendo hacerte la vida imposible.
—Fue sólo un juego. Además, ella fue la que me buscó a mí. Es muy insistente, aunque seguro que le puedo explicar y lo deja a un lado. Es una niña muy rara.
—Rara por qué.
—Bueno, es una niña. O sea que no sabe nada de nada, pero también es muy lista. No sé… La vi demasiado madura para tener esa edad.
—Madura cómo.
—No sé. Madura… Los niños nunca se disculpan ¿te has dado cuenta? No al menos que alguien les diga que deben hacerlo.
En las tardes hubo tareas y estudio. Hermione se negó rotundamente a prestarle los apuntes de historia. Luego confesó que ya se los había prestado a Harry.
Harry por su parte llegó poco tiempo después. Estaba sucio, olía a sudor, pero iba muy animado.
—Estuvimos en la cancha y practicamos con Krum.
—¿De verdad? —preguntaron Ron y Hermione al mismo tiempo.
—Es muy amable y paciente. Todo un tipazo. Nos enseñó algunas cosas. Había gente de todas las casas ahí.
Ron lo acribilló con preguntas, aunque del todo absurdas. Harry no le dio ninguna respuesta.
—Sólo practicamos algo de quidditch ¿Cómo voy a saber su marca de yogurt favorita?
—Ya… Bueno, da igual. Oye, Harry ¿tienes le mapa del merodeador? Préstamelo ¿Quieres?
—Eh, sí claro… Oye Hermione ¿Tú qué has sabido de Viktor Krum?
—¿Qué? ¿De quién? ¿Viktor? ¿Por qué me lo preguntas?
—Todo el mundo dice que él va a ser escogido para el torneo. Y tiene sentido, pero también se dice que las decisiones del Cáliz son inescrutables ¿Tú quién crees que salga?
—Pues no lo sé, Harry ¿tú qué dices Ron?
Pero Ron no contestó, estaba revisando el mapa palmo a palmo, hasta que se detuvo ante un par de huellas. No dijo nada hasta que Hermione insistió con la pregunta.
—Seguro va ser él —dijo distraídamente.
—¿Lo estás buscando?
—¿A quién? ¿A Krum? No ¿no dijiste que estaba en la cancha?
Harry empezó a ponerse al día con sus deberes. Hermione garabateaba algunas cosas en sus cuadernos. Hizo algunas preguntas disimuladas de su práctica de quidditch. Ron por su parte escribía en su pergamino sin mucho interés mientras le daba vistazos al mapa. Incluso cuando terminó de escribir su ensayo, que Hermione consideraba demasiado escueto, se dedicó a mirar al mapa con gesto aburrido. Hasta que llegó el punto en el que finalmente tuvo una reacción.
Simplemente dio un largo suspiro cansado y se dirigió a la salida.
—Ya vuelvo.
—¿Adónde vas?
—Al bosque prohibido, aparentemente.
La niña le gritaba mientras avanzaba, pero Ron sostuvo la oreja en alto. En algún momento ella había aparentado llorar de dolor, pero al ver que no funcionaba empezó a gritarle enfurecida.
—Ya sabía que no ibas a ir a tu cuarto, pero eso de ir sola al Bosque Prohibido es el colmo. Te pasas. No voy a estar ahí cada vez que te metas en un lío ¿sabes? Así que camina sin hacer tanto escándalo.
—¡T'emmerde, sale cheval! ¡Allez, lâchez—moi! ¡Allez, stupide chandelieur!
—¡Agradece que no sé francés o ya tendrías razones de llorar de verdad! ¡¿Ya te vas a calmar?!
—¡Toi…!... ¡Sí, ya está bien, me calmo!
Ron la soltó. En las mazmorras de Slytherin hacía un frío asqueroso. No ayudaba que su única forma de entrar era una escalera gigantesca que descendía en varios niveles. "Supongo que cuadra con sus habitantes. Aquí se podría refugiar a toda Hogwarts." pensó Ron. Al menos usó los túneles y pasadizos menos transitados hasta llegar a la escalera y nadie había presenciado el escándalo.
—Es el bosque prohibido, Gabrielle. ¿Por qué crees que está prohibido? Es muy peligroso. Hay cosas horribles ahí.
—Mentiroso. Ahí no hay nada.
—¡Hay de todo! Hay una araña gigante que se come niños, y no es un cuento, yo la he visto.
—¿De verdad?
Los ojos de la niña se iluminaron y miró por encima del hombro al lugar por el que vinieron.
—¡Oye, no! Si quieres ver bichos raros podemos ir al lago. Hay un calamar gigante, peces y sirenas.
—¡No, no, no! ¡No quiero ir al lago! ¡Quiero ir al bosque!
—¡Oye, a mí no grites!... No te digo que no puedes ir al bosque prohibido, pero no vas a ir sola. Es muy peligroso.
—Sólo quería ver de lejos… No iba a entrar… ¿En serio hay arañas gigantes?
—Hay una, de verdad, la más gigante de todas, casi me mata, a mi amigo y a mí —Ron sentía perder el calor de su rostro sólo de recordarlo—. Puedo enseñarte algunas cosas, pero ahí no. Es muy tarde, te toca ir a la cama.
Le señaló la puerta que le habían asignado a los de Beauxbatons. Gabrielle estaba enfadada, pero no parecía querer escapar.
—¿Me vas a llevar a ver las arañas?
—No, a todas partes, menos con las arañas. Y menos a la gigante. Esa araña me odia. Se llama Aragog. No quiero ver esa cosa nunca más.
Gabrielle le miró otra vez fijamente. Otra vez estaba decidiendo si creerle o no.
—¿Me vas a llevar al bosque prohibido?
—Sí. Pero sólo hasta donde yo te diga. No antes ni después.
—Bueno, ya me lo dijiste así que no puedes mentirme. Yo lo recordaré. Adiós, Ron.
—Adiós, Gabrielle.
La puerta se cerró y Ron suspiró. Esta por irse cuando escuchó los pasos bajar por las escaleras.
De pronto sintió su nariz escocerle. Los pasos se aproximaban hasta llegar al nivel que le correspondía. Era ella. Fleur Delacour. Parecía cansada, con un gesto aburrido en el rostro. Llevaba un balón en la mano. Ron supuso que estuvo entretenida con alguno de los estudiantes de Hogwarts. Algún hijo de muggles, porque ése no era un balón mágico. La francesa se detuvo delante de él. Ron se interponía entre ella y la puerta de los dormitorios.
En otras circunstancias, él simplemente se hubiera hecho para un lado como una cortesía. Pero no lo iba a hacer, no por ella.
Los dos quedaron viéndose fijamente sin moverse. Ella nunca cambió su gesto aburrido.
—Sostén esto —le dijo.
—¿Qué quieres? ¿Acaso piensas que soy tu criado?
—Puedes sostenerlo ¿no? Al menos eres capaz de hacer eso ¿Verdad? Sólo sostenlo.
Ron miró el balón con suspicacia, parecía un balón muggle normal. Llevaba el nombre de Wilson en él y no se sentía que estaba hechizado o maldito. Ron lo agarró.
Fleur pasó de largo. Abrió la puerta y entró. Por las escaleras en espiral bajaban un par de slytherins. Eran Nott y Crabbe, uno llevaba un caldero con alguna poción, el otro un montón de libros apilados. Ambos se detuvieron unos instantes. Quedaron extrañados al ver a Ron en aquellos lugares. Pero no dijeron nada y siguieron su camino, descendiendo hacia el piso inferior, donde estaba la sala común.
Luego, en apenas un instante, la pelota se escapó de sus manos, se elevó en el aire y salió disparada hacia abajo, directo hacia ellos. Ron no lo vio. pero escuchó las groserías y el caldero rodar por el suelo. Fleur estaba a la puerta con la varita en la mano, sin cambiar su expresión aburrida cerró la puerta suavemente. Se había ido.
"Hija de puta" pensó Ron. Pero ya no tenía importancia. Los slytherin subían con las varitas desenfundadas, y no tenían cara de aceptar explicaciones o disculpas.
—¡Esta vez te la has ganado, Weasley!
—¡Bueno, si así lo quiere mi puta suerte de mierda!
Desenfundó él también.
En la sala común de Gryffindor, Hermione leía un enorme atlas mágico. En realidad, entre sus páginas había escondida la sección deportiva de un periódico. Cerró el libro ni bien escuchó alguien aproximarse. Era Ron.
—Ron ¿Dónde estuviste?... ¡¿Qué diablos te pasó?!
Ron abrió la boca, pero un montón de plumas multicolores saltaron de su boca. Le señaló con un dedo.
—Sí, sí —dijo Hermione y sacó su varita—. Primero lo de las plumas… ahora deja que te limpie esto… ¿Te duele aquí?
—¡Agh! No importa… Desenrédame esto primero.
—¿Qué fue lo que pasó?
—Slytherin, franchutes, mocosas, veelas, todo lo peor del mundo combinado.
—Yo te dije que…
—¡Sí, sí, me lo dijiste, Hermione! ¡Me lo dijiste!… Sí... Me lo dijiste… Gracias.
Harry llegó luego.
—Ya es hora de la cena. Vamos. Hoy escogen a los campeones… ¡Qué le pasó a Ron!
—La grandísima…
—¡Ron, tu lenguaje por favor!
—Esa tal Fleur me tendió una trampa y… En fin. No importa. No quiero saber de ella nunca más en mi vida.
—Uh, eso va a estar difícil… Ella es sumamente inteligente y talentosa, cuadro de honor y todo. Todo el mundo dice que va a ser escogida.
—¿Ella? Ya… Ya no lo soporto. Estoy reventado.
—¿Reventado? ¿De qué estas reventado?
—Es que esto no va a parar nunca, si el nombre de esa cretina sale del Cáliz de Fuego, va a estar en todas partes, hasta en el periódico… Ya no le hablaré a la mocosa, me quedaré callado y a un lado. Me meteré en la cama y dormiré todo lo que dura el torneo. No quiero saber nada de ese asqueroso torneo y de esa asquerosa chica francesa. Prométeme que no me dirás nada del torneo, Harry.
—Ya, hombre. No seas tan dramático. Te lo prometo.
Esa misma noche, Fleur Delacour fue elegida como campeona en el Torneo de los Tres Magos. Y poco más tarde, Harry Potter también.
Notas del autor: Bien aquí va el segundo capítulo. Espero que les haya gustado, trataré de actualizar más seguido. Cualquier comentario es bienvenido.
Gracias y adiós.
