Lord Kirkland cierra su pluma y la coloca perfectamente bien en el cajón de su escritorio y suspira, porque ha sido un día muy largo.
—Mylord... —golpea la puerta del despacho Parker, el mayordomo.
—Oh, adelante Parker… —se levanta igual, tomando las dos cartas que acaba de escribir y sellar.
—El Coronel Beilschmidt está fuera, mylord.
Lord Kirkland sonríe sinceramente por primera vez en un largo rato.
—Ahh, hágale pasar. Y por favor asegúrese de que estas dos cartas salgan en el primer correo mañana en la mañana —se las entrega.
Asiente con la cabeza y ahí va hacia fuera de manera eficiente y diligente como el Perfecto mayordomo que es. Gracias, Parker. Mantienes la vida de Lord Kirkland balanceada.
Lord Kirkland sirve un par de vasitos de brandy de su carro de bebidas mientras espera a Gilbert y ahí le hacen pasar, unos minutos más tarde.
—Gilbert! —es que hasta efusivo suena, lo cual ya es mucho decir, acercándose a él con los vasitos en las manos.
Él le mira con el ceño fruncido.
—¿Qué pasa? —Lord Kirkland frunce el ceño rápidamente en espejo.
—Buenas tardes, Germán... —saluda intentando calmarse y se va a tomar el brandy de un trago.
—Buenas —Lord Kirkland levanta las cejas.
—Tengo... tengo que hablar contigo de un asunto delicado. N-necesito tu ayuda —vacila de manera muy rara y le mira a los ojos.
—Claro. Desde luego. Para lo que sea que la necesites —declara de una buena vez—. Ven, sentémonos
—¿Puedo contar con tu discreción? —asiente y se dirige a donde le guía.
—Por supuesto —le hace sentar en uno de los sillones.
El Coronel le mira y... toma aire. Lord Kirkland toma aire junto con él.
—Creo que mi esposa tiene una aventura —declara solemnemente.
A Lord Kirkland se le abre un poco la boca de una manera que, si no fuera esta escena tan tensa sería incluso cómica. Se pasa una mano por el pelo.
—Por todos los… Cielos. ¿C-Cómo sabes? My good old chap, I am so sorry.
—Está en Oslo, en un bolo de Carmen. Pero creo que en realidad está con él.
—¿Y quién es?, ¿lo sabes? Vas a tener que…
—El director del teatro, Ludovico Vargas, creo que se llama.
Todos los lectores parpadeamos setenta y dos veces con ello.
—El… —Lord Kirkland arruga la nariz—. Director del teatro —si pudiera escupir en el suelo a su nombre, lo haría. Pero es demasiado Lord y demasiado Kirkland para hacerlo. Y la alfombra demasiado cara.
—Necesito que me acompañe a Oslo a desenmascararles.
—Por supuesto, Gilbert. Y a él… va a haber que…
—Mañana por la mañana tomaremos el barco.
—¿Ya tienes los billetes?
Asiente.
—Muy bien… ¿te dijo alguien?
—No, pero hace tiempo que lo sospecho.
—¿Sí? ¿Qué te ha dado esa idea? ¡Es que me parece terrible! Por qué… ¿haría ella algo así?
—No lo sé.
—Es… me resulta incomprensible teniéndote a ti.
—También a mí.
—Y estando tan… O sea no me dirás que el director del teatro es mejor que tú en ALGO.
—En lo absoluto, pero todas esas giras, ¡Siempre sin previo aviso!
—Pero además… ¿crees ella que fuera capaz? No creo que sea fácil y… es que quizás lo que quiere es hacerte enfadar.
—No tengo ni idea, pero les vi juntos hace poco y parecía bastante claro.
—¿Si? ¿Cómo es que no lo MATASTE? De menos un duelo habrá que hacer.
—Porque tengo disciplina y ¡es un civil!
—Pues será un civil pero, ¡igualmente! No puede hacer eso y salir ileso.
—Por eso quiero ir ahí, atraparles in fraganti y con pruebas en las manos hacer justicia.
—Igualmente, Gilbert… esto va a ser un escándalo.
—No estarás proponiendo que no haga nada...
—Desde luego que no, pero… Tenemos que pensar bien cuál es la forma. Ella… quizás deberías obligarla a dejar el medio artístico.
—Y tenerla en casa todo el día y de malas.
—Eso… sería un problema. ¿Quizás pagarle a una dama de compañía de tu confianza para que la… cuide?
—Nunca podría estar seguro.
—Él al menos tendrá que morir en prisión. Te ayudaré a que el peso de la justicia británica le caiga encima.
—No sé si una vez lo tenga delante no le mate yo mismo.
—Nadie podrá culparte, Gilbert. Nadie. Si quieres retarle a un duelo, estaré yo a tu lado.
—Gracias —suspira.
—Lo siento, uno no piensa que esas cosas puedan pasar. Quieres… ¿Quieres pasar la noche aquí? Les pediré que te pongan un cuarto y así no tendrás que ir ahí y dormir en SU cama sabiendo… —Ay, querido, si supieras tú los cuernitos que tienes también.
—La verdad, estoy preocupado por mi hijo.
—Quizás tendrás que separarte y buscar… otra madre para él —Lord Kirkland aprieta los ojos con eso.
—Por ahora se quedará con su aya... si no es que después de esto ella me lo quita.
—Gilbert, no te puede quitar a tu hijo una mujer que te engaña.
—Ella es su madre, un hombre no puede ocuparse de un niño.
—Antes que nada, habrá que confirmar que realmente esto esté sucediendo.
—Pronto lo sabremos —suspira.
—¿Te quedarás a cenar?
—No quisiera importunar.
—No, hombre, no. Tengo… un lío familiar complicado.
—¿Cuál?
—Arthur quiere casarse con la viuda del sastre.
—¿No ibas a casarle con una chica americana? —Levanta las cejas con eso.
—Ese… de hecho no es el drama principal. ¿No has oído aún lo de Patrick? Le dio un beso a la chica negra que traían del servicio los Jones… y resulta que es hija también de ellos. Y ahora quiere divorciarse.
—¡Eso sí lo oí! Es una... asquerosidad, no sé cómo le permitiste.
—Quiere casarse con ella.
—¡No puedes permitir eso!
—Es negra… pero Jones tiene mucho dinero y posición social en América —Germán le mira, preocupado.
—Pero es NEGRA.
—Ya lo sé.
—Es... antinatural.
—¿Te lo… parece?
—Es como... casarle con un mono.
—Jones tiene una mujer negra.
—La gente negra son menos evolucionados. Se oyen historias de personas que hacen cosas con animales, no pensé que uno de tus hijos fuera de esos.
—No, Gilbert. ¡No! —Germán frunce el ceño.
—Solo digo, puedes preguntarle al médico y él te dirá como apenas si son personas.
—Patrick está sumamente emocionado con esto…. Y Jones….
—Me parece que deberías hacerle entrar en razón y guiarle por el camino de la lógica y el buen hacer.
—No me pareció en principio la peor de las ideas…
—Pues deberías replanteártelo.
—¿Lo crees? No… no me lo había planteado. Parecía una solución para Patrick.
—¿Quién le ha convencido de eso?
—Pues… no lo sé, la chica.
—Que te va a decir ella, claro.
—Lo dice él, de hecho. Ella no parece querer.
—Le habrá embrujado con alguna cosa sexual.
—Pues… no lo sé. Un beso, es todo lo que vimos ¿Crees que esto me arruine?
—Sí —asiente fervientemente sin lugar a dudas.
—Tengo esta sensación, Gilbert… —Germán suspira—. De que cada vez que intento que mis hijos sean un poco menos infelices, termino complicando más todo.
—Es que no es que sean infelices, pero que sean felices de modo aceptable.
—Esto no me parecía tan inaceptable.
—La verdad, yo creo que sí lo es.
—Hablaré con él. Igualmente les conocerás hoy —Germán traga saliva.
—Creo que mejor me iré a casa a hacer mi maleta —valora.
—¿No vas a cenar con nosotros? Gilbert… —Germán frunce el ceño.
—No creo que vaya a ser yo la compañía más grata con todo este asunto rondándome la cabeza.
—Tampoco estoy muy seguro de que debas estar solo —murmura con gravedad.
—No sé qué temes que haga.
—No sé qué haría yo en tu caso… No se me había ocurrido pensarlo.
—Tú mujer es muy diferente a la mía.
—Ya, supongo que el medio artístico hace que tu mujer sea…. Mucho más alcanzable.
—No es la primera vez que otros hombres la pretenden pero ella siempre había sido buena espantándolos.
—Y este hombre, Ludovico. ¿Crees que no le haya espantado a él por alguna razón?
—Es el director del teatro. Ella dice que tiene que ser amable porque él es quien la permite actuar.
—Quizás él la está chantajeando.
—¡Me lo hubiera dicho!
—Quizás la está amenazando de alguna forma.
—¿Por qué no confiar en mi para defenderla?
—Quizás le ha dicho que si te dice algo terrible te pasará a ti.
—Encontraríamos otro teatro. Lo arruinaré. Lo mataré. ¿Quién tendría ninguna oportunidad contra mí?
—Alguien que no siga las reglas naturales. Mañana sabremos más
El coronel suspira y asiente. Germán suspira, aun con el asunto de la chica negra y los simios en la cabeza.
—¿Te veo mañana temprano, entonces?
—Gracias por esto, amigo mío, no sé qué haría sin ti.
—No tienes nada que agradecer —Germán le da unas palmadas en la espalda—. Tú harías lo mismo por mí.
—Es verdad.
—¿Otro brandy antes de irte?
—Bueno, supongo que puedo quedarme un ratito más —sonríe un poco—. ¿Quieres salir a hablar con todos?
—Sí, aunque debo advertirte que está la mujer negra y la chica negra así que… Al menos podrías conocerles —Germán le sonríe y se levanta a servirle.
Arruga la nariz, porque ya las llevaron a su casa la otra noche y le apreció un poco abominable.
—Pero venga, hablas con mi mujer a ver si sabe algo.
Asiente.
—Vamos —igual le da el brandy y se toma el suyo.
Gilbert se levanta para seguirle a fuera, así que ahí van, a la sala, muy formales, donde hay algunas personas hablando tranquilamente.
—Tengo que hablar con Parker un segundo, mande una misiva a Scott para entregar mañana y quiero agregarle otra pidiéndole que vuelva de manera inmediata ya que nos vamos a ir —explica Lord Kirkland a Gilbert.
Él asiente.
Lord Kirkland camina hacia la puerta a buscar a Parker cruzándose en el camino con Wallace.
—Ohh, Wallace! Ven conmigo un momento —le pide tirando un poco de él hacia la puerta.
Wallace protesta entre dientes porque estaba muy cerca, solo a unos pasos, de cuestionar a Gala sobre Arthur, pero le sigue, desde luego.
—Parto mañana temprano a Oslo —sentencia el mayor sin más explicación una vez están fuera.
—¿A-A-A Oslo? —pregunta el hijo pensando que esto es bastante… random —. ¿Para qué? Pero… ¿y los Jones, y el trabajo y el embajador? Ugh…
—Tengo una urgencia, algo ineludible. Tu madre tendrá que encargarse un par de días de los Jones y tú del trabajo. Ah… y el embajador, por cierto, Dubois es el embajador, todo fue un malentendido. Pídele que te explique. Voy a escribir a Scott para que les ayude a ti y a tu madre. Ah, y Patrick no puede casarse con la negra.
—What? —Wallace parpadea con todo eso—. Pero ¿¡Cómo que el embajador es… él?! ¿No lo… habrás entendido mal?
—What? —Germán parpadea—. ¿Cómo voy a haberlo entendido mal yo? ¡Lo entendiste mal tú, llamándole cónsul!
—Pero él me dijo… —Wallace parpadea, confundido—. Tú lo oíste, ¡dijimos que el embajador se había ido con Lord Achey!
—Mira, Wallace… Eso es igual. Él es el embajador y cualquier cosa que tenga que hacer yo, hazla tú. Encárgate y más vale que bien. Voy a escribir esta nota a Scott.
—¿Algo más? —Wallace suspira haciendo los ojos en blanco—. ¿Quieres que yo escriba a Scott?
—No, le pediré a Parker que mejor envíe un telegrama. Vuelve dentro.
—Germán! —saluda Gala con la mano desde dentro al verle.
Germán se sonroja un poquito a verla, sentada junto a Brittany.
—Ve a decirle a ella que ahora vengo —agrega como instrucción.
La verdad, como no te apresures, el Coronel te va a ganar la butaca libre porque ¡ESTA MUJER! Además se parece un poco a la suya en algo, pero sin lo desagradable.
Aunque la suya también parecía un ángel al principio y luego resultó estar poseída por el espíritu de Belcebú.
Y la verdad, a juzgar por las apariencias esta parece el de Asmodeo... ojos entrecerrados.
Ya, ya… ¡Algo tienen! Francis está de acuerdo.
Ahí va Wallace adentro refunfuñando un poco. Se acerca a Gala mientras el militar está teniendo todo este análisis mental.
Ella le sonríe, con las manos de su madre tomadas sobre su falda.
—Hello —sonríe él sentándose en la silla al lado de ellos—. ¿Cómo están?
—Muy bien, ¿y tú?
—Bien, no me puedo quejar— Wallace le sonríe un poco—. Solo quería felicitarla por el compromiso.
Ella parpadea e inclina la cabeza. Wallace sonríe algo malignamente y casi hace un JA!
—Mi hermano Arthur dice que están comprometidos…
—¿Su... hermano Arthur?
Brittany levanta las cejas y le aprieta las manos a Gala.
—Yes, según él están comprometidos para casarse... ¿es mentira?
—¿De verdad? —tan ilusionada ahora.
—P-Pues... le estaba preguntando, no... Contando —Wallace parpadea un par de veces.
—Brittany! ¡No puedo creer que vayan a casarse!
—Ehh… ¿E-eso ha dicho Arthur? —pregunta Brittany sin entender del todo, tensa.
—¡Es tan bonito! ¿Ya lo sabe Germán?
—Sí, o sea… ¿Tú sí lo sabías? ¿O te estás enterando ahora? —pregunta Wallace sin entender. En general para… ambas.
Brittany mira a Gala y se humedece los labios.
—¡Pues ahora que tú me lo estás diciendo! ¿Y cómo fue? ¡Tengo que ir a buscarles!
—¿Arthur te dijo… exactamente qué? No, Germán no… No sabe, no —asegura Brittany.
Wallace, así es como se hacen los chismes complejos.
—Oh... no, claro —deja de sonreír un poco—. Ojalá pudiéramos decírselo.
—¿Por qué no pueden decírselo? Sí que sabe... Arthur se lo dijo —sentencia Wallace.
—Whaaat? —Brittany no podría estar más confundida.
—¡Ah! —Gala extasiada con eso—. Tan valiente mi Arthur... ¿y qué dijo?
—P-Pues me parece que… no… creo que… le encante —Wallace parpadea—. Ehm, es decir, ha dicho que llevaban un tiempo. ¿Es cierto?
—Bueno, no mucho, por lo que sé, pero están muy compenetrados —asegura ella.
—¿Están? —pregunta Wallace y sonríe un poco, otra vez.
—Espera. Espera… espera. Arthur dijo, Gala —le aprieta las manos Brittany.
—¿Eh?
—¡Arthur nos contó algunas cosas! —insiste Brittany mirándole la cara malévola a Wallace.
—Ah... E-Ehm... —vacila Gala, sonrojándose.
—Eso ya veo, ¿quiénes están "compenetrados"? —pregunta Wallace.
—P-Pues... —Gala visiblemente nerviosa porque no está entendiendo qué decir ni qué pasa y además le sale súper mal mentir.
—Wallace, ¿podrías dejar de interrogar a las visitas? —le riñe su madre.
—¡No estoy interrogándola! —protesta y Brittany le vuelve a apretar las manos a Gala porque solo intenta comprarle un poco de tiempo.
—¿Qué te contó Arthur?
Gala vacila sin contestar, esperando a ver qué dice Wallace.
—Pues esto, que estaban comprometidos y algo así como… muy enamorados.
—L-Lo están —asegura Gala.
—LO ESTÁN. Desde luego que lo están —habla casi encima de ella Brittany, asintiendo—. Bueno, Ehm…. Y… ¡Oh! Mira ahí está tu padre otra vez, por qué no vas a ver si se le ofrece algo.
Wallace hace los ojos en blanco pero en realidad... solo quería confirmar que supiera, y maldita sea, por lo visto sí que sabe... Su madre le mira con una cara que no le deja muchas opciones.
—Wallace —le llama Gala. Este se detiene a la mitad de levantarse, y se para... y se sienta y se para—. Merci. Me alegro que vayamos a ser familia.
—Ehm... a-a... a mí también —Wallace... hace una mueca extraña. Jum.
Ella le sonríe y asiente. Él se sonroja sin poder evitarlo, pasándose una mano por el cuello de la camisa y luego se va.
—Gala… creo que no se refería a que se casen entre ellos —susurra Brittany cuando ya está lo bastante lejos Wallace.
—Ah, ¿no?
—Arthur quiere… casarse contigo.
—Quoi? —levanta las cejas—. ¡No puede hacer eso!
—Me parece... que no es la peor idea —Brittany se encoge de hombros.
—¡No! ¡Va a romperle el corazón a Francis!
—Pues... una cosa es casarse contigo y otra es... CASARSE contigo.
—¡No puede hacer ninguna de las dos!
—Si se le explica a tu hijo... es una buena forma de vivir los tres —Britania levanta las cejas entendiéndolo bien apenas.
—Le va a romper el corazón —aprieta los ojos y niega.
—Pero… ¿por? O sea, solo… Bueno, no sé, ¿vas a… salir con Arthur de verdad?
—Porque... solo imagina qué sentirías si vieras a Germán casarse conmigo, aunque supieras que es de mentira.
Brittany se muerde el labio pensando… en Rómulo y en que toda esta conversación es sumamente… cínica.
—Quizás sería lo mínimo que merecería… —murmura ella.
—Pero no mi hijo.
—Lo que pasa es que eso te daría una casa y un motivo para que ellos dos vivieran juntos.
—Pero Brittany!
—Tú crees que van a tener otra forma de... tener un buen pretexto para vivir juntos. Esto te daría a ti además una... posición.
—P-Pero... Pero Brittany yo... Es que no puedo hacerle esto a mi hijo... —la mira toda desconsolada.
—Pero no es hacerle nada, es…. Ayudar a que todo marche.
—Tengo que hablar con mi hijo.
—Eso sí lo creo.
—Creo que voy a ir mañana.
—No dejes que te convenza de no hacerlo.
Gala se muerde el labio y la mira toda desconsolada.
