Hola hermosas, espero que estén muy bien, muchas gracias por tener la paciencia de esperar por una nueva historia de mi parte, espero sea de su agrado. Me tomé el tiempo para evaluar algunas cosas y limpiar lo innecesario en mi vida, pero he regresado con muchas ganas de darles una historia nueva.
Les recuerdo que los personajes de Candy Candy No me pertenecen, sin embargo la historia es completamente de mi autoría y No está permitido publicar en otra página o historia, es clasificación M una vez más, esto es que NO es para menores de edad, espero lo comprendas.
SEPARADOS POR LA SANGRE
La Pérdida del amor
"La pérdida: Es aquel vacío que se forma en tú alma cuando un ser querido se aleja de tú vida, cuando su ausencia te golpea y te das cuenta que nada te consuela, no razonas los motivos, no comprendes las razones. Aprendes a vivir con el corazón partido esperando algún día volver a refugiarte entre sus brazos".
UNO
La tensión se sentía en aquella elegante oficina, donde una vieja matriarca imponente y de mirada fría observaba con un profundo y viejo odio al hombre frente a ella. Su respiración era agitada, su lenguaje corporal era rígido y sus manos apretaban con fuerza el báculo que llevaba siempre consigo para apoyarse en su caminar, aquella pieza labrada en oro sufría las consecuencias de su enojo.
-¡No te lo llevarás! – Levantó su voz ahogada casi en un grito, se notaba desesperada por la acalorada discusión sostenida con aquel caballero.
-¡Es mi hijo! ¡Tengo todo el derecho del mundo a hacerlo! – Dijo Vincent con valentía, sin levantar del todo su voz, defendiendo su derecho por ser su padre. - ¡George sabe que así es! – Dijo mirando al fiel administrador de los Ardlay que estaba cerca de la matriarca. El aludido brincó al escuchar su nombre, no quería entrometerse entre aquellas dos personas que luchaban por sus derechos sobre uno de los miembros más honorables e importantes del clan.
La matriarca miró con sus pequeños ojos llenos de ira a George, quien simplemente asintió al comentario que hacía Vincent Brower, este sonrió dentro de sí mismo, sabía que estaba en su total derecho de llevarse a su hijo de inmediato de ese lugar.
-¡Señora Elroy, el tiempo apremia y mi hijo necesita atención médica urgente! – Dijo Vincent desesperado.
Elroy lo miraba con el ceño fruncido, sus manos comenzaban a temblar, sabía que Anthony tenía el tiempo limitado, su médico de cabecera le había dicho que era importante que recibiera otro tipo de atención médica de inmediato, él solo había podido estabilizarlo pero no le aseguraba mucho tiempo de vida sin la atención indicada.
-¡Anthony es fuerte! ¡Es un Ardlay! – Dijo levantándose de su lugar, levantando su báculo al momento de decir con orgullo la casta de su sobrino nieto.
-¡Si de eso dependiera es un Brower primero! ¡Pero nada tiene que ver si es uno u otro, lo importante es que reciba la atención médica necesaria! – Decía Vincent ya cansado de discutir con la mujer. – No quería hacer esto, pero viendo las condiciones en las que usted está no me queda otro remedio. – Dijo una vez más aquel hombre de mirada triste y gesto preocupado. Extendió unos documentos hacia George, bien sabía que la vieja matriarca no tendría la intención de tomar algo que fuera directamente de su mano, siempre había sido así, siempre lo había despreciado por su origen humilde. Elroy lo miró de pies a cabeza y él se irguió con orgullo, con el orgullo que había tenido siempre al sentirse un hombre valioso.
-Jamás comprendí que Rosemary se hubiese fijado en alguien como tú. – Le dijo con desprecio una vez que vio los documentos que George le extendía. Vincent sonrió de lado, no le extrañaba para nada su actitud.
-Madame, los documentos están en regla. – Dijo George con temor, sabía bien que su patrona se molestaría incluso con él, pero a pesar de todo sabía que Vincent tenía razón. Tampoco le gustaba que se llevara a Anthony consigo después de su historia con Rosemary, sin embargo como buen administrador estaba empapado de las leyes y sabía que Vincent tenía todo el derecho legal sobre su hijo y que podía disponer de él por ser aún menor de edad.
Elroy miró a George con furia, sin embargo sabía bien que él estaba de su lado, sabía que George primero que nadie defendería a Anthony sobre todo lo demás, se lo debía a ella, se lo debía a su sobrina y sabía bien que Vincent no era santo de su devoción después de lo ocurrido.
-Eres un triste e insignificante marino, venido a más gracias al apellido Ardlay. – Le dijo la matriarca un poco más tranquila, sabía que no podía hacer nada más por Anthony. – Pero te advierto que no obtendrás ni un céntimo de la herencia que ha dejado Rosemary a su hijo… ¡Jamás! – Dijo levantando la voz, segura de que aquel hombre simplemente se había aprovechado del amor que su sobrina había desarrollado por él cuando era tan solo una jovencita inexperta, una jovencita con ganas de amar y ser amada, quien se había enamorado perdidamente de un simple y sencillo marino que le habló de amor logrando que se enamorara perdidamente de él y aunque ella no lo creyera así, él de ella.
-No es la herencia lo que me importa. – Dijo Vincent con tristeza, le dolía en el alma recordar a su amada Rosemary, porque a pesar de todo él la había amado más que a su vida a pesar de los errores cometidos. – Es la salud de mi hijo lo que me mueve a llevármelo de aquí. – Dijo Vincent saliendo de aquella oficina, dispuesto a arreglar todo lo antes posible para llevarse a su hijo a un hospital con todos los avances tecnológicos de la época.
-Sabes bien los motivos que tengo para odiarte. – Dijo Elroy antes de que Vincent saliera del lugar, quien simplemente apretó la perilla de la puerta con fuerza, sin embargo no respondió, era imperante que sacara a su hijo lo antes posible de ahí.
Elroy se dejó caer cansada en su asiento, las lágrimas por el dolor de saber a Anthony herido comenzaron a caer entre los surcos de su piel, llegando hasta sus viejas y arrugadas manos que seguían sostenidas de aquel báculo dorado.
-¿Se encuentra bien madame? – Preguntó George con preocupación, no había visto llorar a la gran Elroy Ardlay desde la muerte de su amada sobrina. Ella negó a sus palabras.
-¡Es un vividor! ¡Un aprovechado! – Dijo una vez más con furia. George guardó silencio, no podía negar lo que había dicho su patrona, ella lo conocía mejor que nadie y guardaba dentro de sí los motivos que tenía para casi odiar a Vincent Brower. – Tú sabes bien de mi rencor hacia él George… - Dijo mirando a su administrador quien asentía con una sonrisa triste y de medio lado. – Siempre me negué a ese matrimonio, pero mi hermano fue un testarudo que no supo ver más allá de las intenciones de ese hombre con mi querida Rosemary. – Decía aún con molestia, apenas separando sus labios para hablar por todo el coraje y el desprecio que sentía por aquel ahora capitán de una importante naviera.
-Madame, el señor Vincent está realmente preocupado por el joven Anthony. – Dijo George con temor de hacer enojar más a la matriarca, sin embargo él había visto el dolor y la desesperación de aquel hombre cuando se enteró que su primogénito había caído desde arriba de su caballo, caballo que él mismo le había comprado el día de su nacimiento. Elroy ni siquiera lo miró, simplemente guardó silencio, ella dudaba de ese amor que George le mencionaba, estaba convencida que lo único que le preocupaba a ese arribista era el dinero que Anthony recibiría a su mayoría de edad.
-Quiero que canceles el testamento de Rosemary. – Dijo Elroy ante la sorpresa de George.
-Eso es imposible Madame. – Dijo George con tensión, estaba preocupado por su reacción, pero debía advertirle que algo así era imposible de hacer y totalmente ilegal. – El testamento se ha leído y se ejecutará cuando el joven Anthony cumpla los dieciocho años de edad. – Dijo seguro que así sucedería. Elroy frunció el ceño aún más y si hubiera podido hubiera deformado el báculo con sus propias manos.
-Entonces anula la herencia de Anthony, evita que reciba ese dinero, no voy a permitir que Vincent vea un solo centavo de mi sobrina en sus bolsillos. – Decía molesta, llena de rencor hacia aquel hombre, su mirada echaba fuego y continuaba respirando con agitación.
-La única forma que el joven Anthony no reciba su herencia es que él estuviera muerto. – Dijo George con pesar, no quería llamar a la mala suerte más cuando Anthony pasaba por un mal momento y que su vida pendía de un hilo.
-Que así sea… - Dijo la matriarca con los sentimientos encontrados, le dolía en el alma decir lo que iba a decir, pero era más su odio en contra de Vincent que no quería que aquel hombre disfrutara de la cuantiosa herencia que Rosemary le había dejado a su hijo por ser la primogénita de su hermano. William jamás se había detenido en pensar que había sido una mujer su primera hija y ordenó que recibiera la cantidad que obtendría si hubiese sido un varón y a su pequeño William Albert le correspondería llevar el título del patriarca del Clan cuando llegara la edad necesaria, así como todos los bienes que no había heredado su primogénita. – Anthony ha muerto desde este momento para toda la familia Ardlay… - Dijo Elroy con mirada encendida, pidió quedarse a solas después de haber dado su sentencia. George simplemente asintió confundido por lo que había dicho, creyendo que era solo un arrebato del momento, después de todo Anthony estaba vivo y quisiera ella o no era un Ardlay también.
-Con su permiso Madame. – Dijo George haciendo una reverencia ante ella para después abandonar el recinto.
-¿Qué está sucediendo George? – Preguntó Stear al ver que el administrador salía por fin del despacho de la matriarca. Habían permanecido ahí un par de horas que para ellos habían sido eternas. Archie estaba junto a su hermano esperando la respuesta del administrador.
George los miró con la mirada paternal, le causaba ternura saber que aquel par de hermanos estaban preocupados por su primo, para él los tres eran hermanos y ninguno hacía diferencias entre uno y otro a pesar de que Anthony era el heredero directo del clan Ardlay y de ser un Brower primero.
-El señor Vincent se llevará al joven Anthony para que reciba atención médica lo antes posible. – Dijo George para informar lo que habían decidido dentro del despacho.
-¿La tía abuela? – Preguntó Archie desesperado, para nadie era un secreto que la vieja Elroy no apreciaba mucho al padre de Anthony, esa era una de las muchas razones por las cuales casi no se presentaba a ver a su hijo y se mantenía en contacto con él por medio de las cartas.
-Ella está de acuerdo con ello. – Dijo George con nerviosismo.
-¡Anthony! – Dijo Stear de pronto, observando que bajaban a su primo en una camilla. Aún continuaba sin recobrar el sentido, estaba inmovilizado completamente y sus bellas facciones estaban relajadas. Stear tembló al ver su aspecto, parecía más un cadáver que alguien dormido.
Archie tembló junto con su hermano, también le pareció que estaba muerto y un temor invadió su alma al ver como los médicos caminaban apresurados para llevárselo en una ambulancia que los esperaba afuera de la mansión. La gran mansión quedó de pronto envuelta en un silencio lúgubre, ninguno de los presentes se atrevía a emitir un solo sonido, todos habían visto la manera en la que el joven Anthony había sido llevado del lugar, ninguno quiso externar sus pensamientos pero todos coincidían con que jamás lo volverían a ver corriendo o dirigiendo una sonrisa a cada uno de ellos.
-Debemos irnos de inmediato chicos. – Dijo Vincent a sus sobrinos, quienes lo miraban con verdadera preocupación. – Les prometo que en cuanto despierte yo les enviaré un telegrama. – Dijo nuevamente seguro de que los mantendría informados de la salud de Anthony, sabía de su cariño y amor por su hijo y sabía que no se olvidaría de ellos tampoco.
-Tío por favor no olvides tenernos informados. – Dijo Stear con súplica en su mirada, estaba realmente angustiado por la salud de su primo y sentía unas ganas inmensas de llorar.
-¿Y la señorita Candy? ¿Cómo está? – Preguntó George para tratar de desviar la atención de los jóvenes.
-Ella aún no despierta. – Dijo Archie también preocupado con todo lo que estaba sucediendo.
-El médico dijo que la dejáramos descansar. – Dijo Stear suspirando, sin dejar de mirar cómo los paramédicos subían a su primo a la ambulancia para después asegurar sus puertas y partir por el camino rumbo al portal.
George guardó silencio, perdiendo su mirada también en la ambulancia que se alejaba con velocidad moderada de la mansión, lanzó un suspiro de preocupación y frustración, pensando que tal vez después de todo lo dicho por la matriarca pronto sería realidad.
Stear y Archie se mantenían al pendiente de la salud de Candy, quien no dejaba de delirar llamando a Anthony una y otra vez, aquel llamado generaba cierto dolor en los corazones de los chicos quienes con tristeza observaban del amor que ella profesaba por él. Al mismo tiempo estaban preocupados porque tenían dos días sin saber nada de Anthony, su tío no les había avisado nada y estaban seguros que para esos momentos algo debían de saber.
El teléfono de la mansión sonó en repetidas ocasiones, fue Elroy quien contestó la llamada, las puertas del despacho estaban abiertas de par en par y los jóvenes Cornwell corrieron para saber quién era el que llamaba a esas horas de la noche.
El gesto de la matriarca se endureció, su mirada fría se cristalizó y miró a sus otros dos nietos que estaban pendientes de todos los acontecimientos, ellos estaban cuidando a Candy y al mismo tiempo esperaban noticias de Anthony. Elroy colgó el teléfono y conteniendo el aire tomó fuerzas para hablar sin titubear.
-Anthony ha muerto. – Dijo únicamente, su gesto estaba fijo en la nada, sus ojos comenzaban a llorar y sus manos temblaban impacientes. Stear y Archie no podían creer lo que habían escuchado de las palabras de la anciana y sus corazones habían dejado de latir por un momento. Una punzada los atravesaba con violencia y un dolor en su pecho les impedía hablar o reaccionar. El silencio se apoderó una vez más de la mansión, era el mismo silencio lúgubre casi fúnebre que se había presentado dos días atrás cuando Anthony fue trasladado al hospital.
-¡Eso no es verdad! – Dijo Archie molesto con la actitud de la tía abuela, le parecía que estaba mintiendo, no creía que su primo hubiera muerto a pesar de que él mismo lo había visto salir casi sin vida de la mansión. - ¡Anthony no puede estar muerto Stear! – Gritó con dolor, logrando que el personal de la mansión escuchara el grito desgarrante del joven muchacho. - ¡No es verdad! Anthony es casi un niño hermano… - Decía hincándose bajo el marco de la puerta soltando todo el dolor que su corazón tenía reprimido todos esos días, llorando con sus manos cubriendo su rostro intentando controlar el dolor que sentía en su pecho.
Stear continuaba de pie mirando fijamente a la matriarca, estudiando su reacción, mirando sus ojos fríos que poco a poco se cerraban y dejaban caer las lágrimas de dolor causadas por la pérdida de su sobrino nieto favorito.
-¿Qué le vamos a decir a Candy? – Fue lo único que Stear pudo decir en esos momentos, su mente había viajado hacia la encantadora joven de rizos rubios que se mantenía en su cama delirando y con fiebre.
-¡Ella lo presentía Stear! – Decía Archie llorando sin poder controlarse.
-George prepara todo para recibir el cuerpo. – Dijo Elroy levantándose con dificultad del asiento de su escritorio, apoyándose sobre su inseparable báculo. Sintió que el piso giró bajo sus pies y volvió a caer pesadamente sobre la silla.
-¡Tía abuela! – Dijo Stear al ver que la anciana por fin comenzaba a dejar salir el dolor de su pecho. George se movió de inmediato hasta la mujer y de entre sus ropas sacó las sales que tenía listas por si eran necesarias, los últimos días las había utilizado más que en todo lo que había trabajado con los Ardlay.
-¡Anthony! – Decía la tía abuela con dolor, permitiéndose llorar con todo el sentimiento contenido en su pecho. - ¡Anthony! – Gritaba sin preocuparse de que todo el personal escuchaba su lamento. Archie se levantó también preocupado por la tía abuela, quien estaba pálida y le costaba respirar. Cerró las puertas del despacho para evitar que la vieran en ese estado, sabía bien que ella le reprocharía cuando estuviera consciente. - ¡Maldito seas Vincent! ¡Te lo llevaste sin dejarme despedir de él! – Gritaba Elroy con dolor, molesta con Vincent, temblando por el dolor que sentía, por la frustración de saber que Anthony ya no volvería nunca más.
El funeral se llevó a puerta cerrada, tan solo los familiares más cercanos, el personal de Lakewood y el sacerdote estuvieron presentes. George soportaba el dolor en su pecho, se mantenía junto al joven patriarca quien desde lejos veía la desgarrador escena.
-¿Quién avisó? – Preguntó Albert a su administrador.
-El señor Brower llamó anoche para avisar a la señora Elroy. – Respondió un George totalmente afectado, sus palabras batallaban para salir de su garganta mientras Albert también aguantaba el espantoso dolor que atravesaba su alma.
-No entiendo cómo pasó… - Decía Albert confundido, él mismo había hablado con Vincent y le había dado el permiso para que pudiera sacar de inmediato a Anthony de la mansión y llevarlo al hospital de Chicago.
-Anthony estaba muy mal William. – Dijo George con mayor dificultad, las ganas de llorar lo estaban traicionando. Albert contenía su llanto y miraba al cielo implorando una respuesta que calmara el dolor que estaba sintiendo en su alma. – Cuando Vincent se lo llevó iba como muerto… no podía notar su respiración. - Dijo recordando que él mismo había creído que se llevaban a un cadáver.
-Esto no tiene sentido. – Decía Albert más para sí mismo que para George, quien miraba cómo el ataúd comenzaba a bajar hacía su última morada.
Stear y Archie estaban frente al ataúd, viendo como bajaba conteniendo sus lágrimas por el honor de la familia les había dicho Elroy, quien detrás de ellos estaba parada con el báculo entre sus manos buscando apoyo en la tierra del camposanto familiar.
-Adiós primo. – Dijo Archie lanzando una dulce Candy encima del ataúd.
-Hasta pronto primo. – Dijo Stear con una sonrisa dolosa, lanzando al igual que su hermano una dulce Candy, su flor favorita.
Elisa se abrazaba con fuerza a su madre llorando con verdadero dolor por la pérdida del único joven que había despertado sentimientos de amor en su malvado corazón, sentía que sus piernas no la sostendrían por mucho tiempo. Sarah estaba con su mirada fría mirando fijamente como la tierra comenzaba a cubrir el féretro. Neal guardaba silencio, dentro de él no sentía pena alguna por la muerte del heredero principal del abuelo William, sin embargo sabía bien que debía guardar las apariencias y se esforzaba por mostrar dolor en sus facciones.
El padre de Elisa la tomó entre sus brazos y se la llevó antes de que terminara la plegaria del sacerdote, la chica era la única de los Leagan que estaba verdaderamente afectada y su padre sufría junto con ella. Los empleados de la mansión estaban detrás de la familia, habían acompañado al joven Anthony hasta su última morada, todos lloraban intentando no ser demasiado ruidosos, cada uno de ellos amaba realmente a aquel joven amable y buen mozo que los trataba con cariño y respeto.
Esa había sido toda la familia que había asistido al funeral del joven Anthony, no hubo noticias de por medio, los diarios no avisaron de su muerte, ni la familia que había asistido a la cacería anual del zorro había estado presente, todos se habían retirado consternados por la salud de tan importante miembro, sin embargo ninguno de ellos había sido notificado de tan tremenda tragedia.
Dorothy había sido la única que se había quedado en la mansión al cuidado de Candy, desde la ventana de la rubia, la joven doncella podía ver la triste imagen que se formaba ante sus ojos, todos vestidos de negro, incluso el cielo había cambiado de color sus tonos, nublándose repentinamente ante un sol resplandeciente. La lluvia había comenzado a caer, era suave, pero lentamente comenzaba a mojar a los presentes al funeral. Un gemido distrajo a Dorothy de su rezo, quien con rosario en mano pedía por el alma de su antiguo patrón y por la fortaleza y la salud de Candy, quien continuaba delirando y llamando a gritos a su deslumbrante Anthony.
-Anthony… - Decía apenas audible, así comenzaba poco a poco lo llamaba hasta que su voz se transformaba en un grito ahogado por las lágrimas y la desesperación, era como si supiera en su inconsciencia que él había desaparecido de este mundo.
-Tranquila Candy. – Dijo Dorothy con temor de que despertara y tener que ser ella la que debía anunciar la muerte de su tierno amor. – Duerme un poco más. – Le dijo con el correr de las lágrimas por sus mejillas, sintiendo culpa porque prefería que permaneciera dormida en lugar de despertar a esa dura realidad. Ella misma estaba destrozada por la muerte de tan noble joven, no quería ni pensar lo que Candy sentiría cuando se encontrara en un mundo donde él ya no existía.
Las campanas de la iglesia sonaban con tristeza, anunciando el término del desgarrador sepelio, momentos después Stear y Archie llegaban hasta la habitación de la rubia, quien seguía bajo los cuidados de Dorothy.
-¿Cómo está? – Preguntó Archie en cuanto obtuvo la señal de que podía pasar.
-Igual, sigue llamándolo entre sueños y la fiebre no cede. – Dijo Dorothy verdaderamente preocupada por ella. Stear la miró con dolor, no sabía cómo decirle lo de Anthony cuando llegara el momento.
-¿Anthony? – Preguntó la rubia de pronto. Había abierto sus ojos y estaba sentada repentinamente. Archie, Stear y Dorothy la miraron con preocupación, sus ojos estaban enrojecidos, lo mismo que su rostro, lo que indicaba que la fiebre aún no había cedido. - ¿Dónde está Anthony? – Preguntó la rubia mirando a Dorothy, ella bajó la mirada sin saber qué decir. Miró a Archie y este hizo lo mismo, no tenía el corazón para decirle lo que había sucedido. - ¿Stear? – Preguntó con miedo al ver que tanto Dorothy como Archie buscaban ocultar sus miradas de ella. Stear miró a Candy y sus ojos se inundaron de lágrimas, él era el mayor y él debía dar esa terrible noticia, noticia que le estaba quemando las entrañas y que salía como una bola de fuego por su garganta y se detenía ahí aferrada intentando no salir de su boca.
Candy se levantó de la cama y caminó trastabillante hasta su primo, él era el único que le había mantenido la mirada fija así que era él el que tenía algo que decirle.
-¿Cómo está? – Preguntó sosteniéndose de él para evitar la caída. Stear la sostuvo entre sus brazos y su cuerpo se estremeció ante el contacto, jamás la había tenido tan cerca, pero esas no eran las condiciones que él hubiese deseado para hacerlo.
-Candy… - Fue lo único que atinó a decir a la rubia, quien lo miraba suplicante por tener noticias de aquel que representaba claramente la imagen del amor para ella. – Anthony… - Dijo sin poder decir más, cerró sus ojos y desvió su rostro para evitar seguir hablando.
-¿Dónde está? – Preguntó Candy con dificultad, sus pulmones se habían quedado de pronto sin aire, su pecho se sentía comprimido y sus piernas perdían la poca fuerza que tenían para sostenerla. - ¡Stear! – Gritó con dificultad, las palabras no salían de su boca, era como si alguien estuviera oprimiendo su pecho y le impidiera jalar el oxígeno necesario para completar su labor. – ¡Anthony! – Gritó queriendo salir corriendo a su habitación, sin embargo los brazos de Stear la sostuvieron. Archie estaba detrás de su hermano y había comenzado a llorar, Dorothy estaba igual, llorando, cubriendo su boca para evitar que sus sollozos fueran audibles. Candy los miraba a todos y no quería comprender lo que sucedía. - ¡No, no, no… no! – Decía Candy sin querer creer lo que indicaban sus rostros. - ¿Dónde está? ¡Quiero verlo! – Decía Candy gritando cada vez más fuerte, era como si de pronto el aire hubiese vuelto a sus pulmones y saliera desbordante por sus labios. - ¡Anthony! – Gritaba Candy con dolor, un dolor tan grande que le desgarraba el corazón, un dolor que partía su interior y lo hacía explotar en mil pedazos, pedazos que sabía bien eran imposibles de recuperar.
-Tranquila Candy. – Decía Stear odiándose a sí mismo por haber tenido que ser él el que debió dar tan terrible noticia, se sentía como un ave de mal agüero que había llegado a acechar a la rubia para darle su mala suerte. – Debes descansar… - Decía el noble chico preocupado por la estabilidad emocional de la jovencita, quien comenzaba a temblar víctima del dolor recibido en su tierno corazón, aquello era el golpe más fuerte que alguien enamorado pudiera recibir en su vida.
-¡No! ¡Quiero verlo! ¡Necesito verlo para creer que es verdad! – Decía Candy intentando soltarse del agarre de su primo.
-Candy por favor. – Decía Archie ayudando a su hermano a sostenerla, ya que la rubia no se había dado cuenta que no estaba de pie por sus propias piernas. – Es necesario que descanses. – Decía Archie lastimado por el dolor de Candy, reconociendo hasta ese momento cuán grande era el amor que ella tenía por su primo. Fue ahí cuando comprendió por primera vez que no tenía ninguna oportunidad en el corazón de ella.
-¡No! ¡Suéltenme! – Gritaba Candy comenzando a tirar manazos y patalear, al sentir que la llevaban a fuerza a su cama. De pronto toda fuerza la abandonó y volvió a sentir que el aire se iba de su cuerpo, no podía respirar, dolía respirar, dolía estar viva sin él y su cuerpo se desvaneció entre los brazos de Stear, quien la recibía sorpresivamente ayudado por Archie para que no cayera al piso repentinamente. La casi nula fuerza que tenía la había abandonado y había perdido por completo el conocimiento.
Ambos la colocaron en cama y Dorothy salió de inmediato para llamar al médico. Candy estaba en un tremendo shock y debía recibir un calmante de inmediato si no querían que se agravara la situación. La fiebre continuó aún más fuerte que antes, Dorothy seguía cuidándola mientras Stear y Archie continuaban haciendo guardia afuera de la puerta. La tía abuela no tenía cuidado de la situación, ella simplemente se había resguardado en su habitación sin salir ni siquiera para comer.
La mansión de las rosas había perdido su brillo, el ambiente se sentía triste y solitario, sin Candy revoloteando alrededor, sin Anthony iluminando con su tierna sonrisa el ambiente, sin Stear ideando un nuevo invento, sin Archie comprando lo último de la moda. Todo era diferente, todo había cambiado y los empleados sabían que la época dorada de la mansión de Lakewood había llegado a su fin.
Candy se mantenía en su habitación observando desde su ventana los rosedales que poco a poco volvían a retoñar, el frío del invierno se había ido, sin embargo su ánimo continuaba igual, su sonrisa no regresaba, el luto de su vestir seguía ahí, no tenía ganas de nada, le dolía existir en un mundo donde él no estaba, se sentía culpable si por alguna razón sonreía. ¿Cómo sonreír si él no estaba presente? ¿Cómo respirar si cada bocanada de aire le lastimaba su pecho? ¿Cómo olvidar su sonrisa si esta estaba ahí tatuada en su corazón? Extrañaba sus abrazos, su protección, extrañaba sentirse segura a su lado, extrañaba el contacto de sus manos, sus cálidos labios que traviesamente se posaron en sus mejillas en un par de ocasiones... lo extrañaba a él.
-¡Candy! – Se escuchó de pronto desde abajo del balcón, sin embargo el llamado hecho a la rubia no había sido recibido. - ¡Candy! - Se escuchó aún con más fuerza, Stear comenzaba a gritar desesperado mientras Archie comenzaba a correr para intentar llegar hasta la habitación de la rubia y evitar una nueva desgracia.
-¿Anthony? – Preguntó Candy mirando frente a ella la imagen de su ser tan amado. - ¿Dónde has estado? – Preguntaba la joven con una sonrisa de felicidad y las lágrimas comenzando a caer a mares de sus ojos. - ¡No te vayas Anthony! – Gritó de pronto extendiendo sus brazos intentando alcanzar las manos del rubio que se extendían frente a ella. - ¡No quiero estar aquí sin ti! – Decía Candy comenzando a llorar con mayor intensidad, su voz se quebraba mientras se extendía cada vez más sintiendo cómo se alejaba de ella.
-¡Candy! ¡Candy! – Decía Stear desesperado, rogando al cielo que su hermano llegara rápido a evitar la desgracia.
-¡Candy! – Fue el grito que Archie lanzó desde la puerta de la habitación de la rubia, quien despertó de pronto de su delirio.
-¿Archie? – Preguntó Candy al ver que su primo corría hacía ella con el rostro desfigurado. - ¡Archie es Anthony! – Gritó la rubia emocionada, queriendo compartir con él aquella visión que se había formado en medio de su delirio.
Candy volteó a ver a Archie y regresó su vista hacia el lugar donde ella juraba haber visto a Anthony, sin embargo lo único que pudo visualizar fue el filo del balcón en donde sin saber cómo ella estaba parada. El cuerpo de la rubia se desequilibró ante el terror de Stear quien corría debajo del balcón como si su fuerza fuera suficiente para contener la inminente caída.
-¡Te tengo! – Dijo Archie tomándola de la mano para ayudarla a bajar de ahí. – ¿Qué es lo que te pasa Candy? – Preguntó Archie molesto a la rubia, no se había dado cuenta que era víctima de un espejismo, espejismo que su mente creaba con la única intención de hacerla vivir nuevamente.
-Era Anthony… - Dijo Candy con el semblante triste, había comprendido que todo había sido una especie de sueño, que él no estaba con ella, que ya no volvería, sin embargo su consciencia no lograba comprender que se había ido.
Archie la abrazó con ternura, con toda la ternura que su joven corazón enamorado era capaz de sentir por ella.
-También lo extraño Candy. – Le dijo Archie comenzando a llorar. Candy se volvió a derrumbar de dolor al analizar su realidad.
-¡No quiero Archie! – Decía Candy gritando mientras se aferraba a cuerpo de su primo. Stear entró en ese momento y se abrazó a ella aliviado de que estuviera a salvo. - ¡Quiero irme con él! ¡No quiero que esté solo! ¡Me necesita! ¡Yo lo necesito! ¡No es justo que se haya ido tan pronto! – Decía gritando de dolor, sus lágrimas eran cada vez más intensas, pero una vez más el gran dolor que ella soportaba en su alma comenzaba a asfixiarla llevándola una vez más a un profundo sueño, un sueño que su cuerpo buscaba como escapatoria a su pena, era la manera que había encontrado para soportar el dolor de no tener a su amado Anthony junto a ella.
-¿Qué vamos a hacer Stear? – Preguntaba Archie, quien sufría junto con Candy. Stear suspiraba sin tener una respuesta.
-No lo sé Archie, no tengo cabeza para nada, no he podido dormir todo este tiempo. – Decía Stear con el nudo en su garganta. – Sueño a Anthony que me llama y me dice que está bien, que no se ha ido y que pronto volverá. – Decía Stear con el dolor en su pecho punzando, él también lo extrañaba, él también sufría como sufría Candy, como sufría Archie, como sufría la tía abuela y como de seguro sufría Vincent y el tío abuelo.
-También lo he soñado. – Dijo Archie para sorpresa de Stear. – Me dice en mi sueño que jamás nos dejaría solos. – Dijo Archie comenzando a derramar las lágrimas de dolor que sentía.
Ninguno de los habitantes de mansión había pensado en el dolor que sentían aquel par de chicos, únicamente ellos fueron testigos de su dolor y de su sufrimiento, se sentían solos, las dos mujeres que estaban bajo su cargo seguían encerradas en sus habitaciones, ninguna quería abandonar ese mutismo en el que habían caído por la pérdida de tan amado ser.
El tiempo pasaba y nada parecía mejorar en el corazón de Candy, la sacaban al jardín para que tomara aire fresco, su aspecto pálido y las ojeras bajo sus ojos habían llegado a preocupar a sus primos, sin embargo el tenerla ahí en el lugar donde había confesado su amor había resultado un martirio para la rubia, quien comenzó a llorar inconsolablemente, únicamente cuando descubrieron a Neal hurgando entre las pertenencias de Anthony fue cuando reaccionó por un momento, enfrentándose al moreno quien parecía un buitre apropiándose de las pertenencias del rubio por deseo de la tía abuela.
En otra ocasión se enfrentó a Elisa, quien celosa de que la dulce Candy hubiera sido creada especialmente para Candy por el chico que también decía amar, decidió arrancarla y llevarla hasta su hogar para ser ella la única de tener ese privilegio, sin embargo Candy las defendió con ahínco y fuerza para evitar que dicho ser tan nefasto y egoísta permitiera las arrancara de su paraíso.
Stear intentó hacerla reír cuando se sintió listo para hacer un nuevo invento, el primero que creaba desde la muerte de Anthony, sin embargo el mismo invento le recordó un pasaje de su vida con Anthony y terminó llorando desconsoladamente, nada funcionaba para volverla hacer reír, los esfuerzos de los Cornwell eran en vano y Candy cada día parecía más un pajarillo al que se le habían cortado las alas en una jaula de oro, había dejado de reír, había dejado de hacer travesuras, ya no era la misma chica alegre y optimista que había robado el corazón de los Ardlay, simplemente estaba dejando su esencia enterrada en el dolor de la pérdida. Sintió las ganas de salir corriendo de ese lugar que la ahogaba con sus dulces recuerdos, todo le recordaba a él, el jardín, el establo, las escaleras, su habitación, cada rincón tenía un vacío de su voz, de su presencia, de sus abrazos.
Una mañana antes de que todos se levantaran, Candy decidió irse de ahí, necesitaba sanar sus heridas, necesitaba sanar su dolor y la única manera que había creído podría hacerlo era regresar a su verdadero hogar, así que regresó al hogar de Ponny únicamente con sus pocas pertenencias, dejando ahí todo lo que le recordaba a Anthony, llevando consigo lo único valioso que ella consideraba de todo lo que había tenido: Una Dulce Candy.
Continuará…
Hola hermosas, he regresado con esta nueva historia que espero sea de su agrado. Espero también puedan acompañarme y agregarla a sus favoritos, muchas gracias por su paciencia, espero que estén muy bien.
Saludos y bendiciones a cada una de ustedes!
GeoMtzR
08/03/2024.
¡Feliz Día de la Mujer!
