ADVERTENCIA: Esta semana fue de 2x1, así que si todavía no lees el capítulo 61: "El Hermano Incómodo", ve primero para allá.
El Ascenso de un Científico Loco
¡Descubriré cómo Funciona el Mundo!
SS Eglantine: Recuerdos
"Muy bien, eso es todo, los veré mañana."
Sus estudiantes salieron uno a uno del salón de clases, dejándola sola, terminando de guardar sus materiales. Debía apurarse e ir a comer.
La clase de giros, que también daba, comenzaría apenas terminara el almuerzo y ella no quería perderse la bendición de Dregarnuhr y faltar o llegar tarde.
Rozemyne se graduaba ese año, por lo que era su última oportunidad para presenciar la danza que realizaba. Eglantine en verdad no deseaba perderse ni una sola lección.
"¿Necesitas ayuda?", preguntó Anastasio, su esposo, entrando en el salón que ella usaba, listo para ayudarla y escoltarla como todos los días.
"Ya terminé." Dijo la joven rubia con una sonrisa permitiendo entonces que los asistentes entraran a recoger sus cosas.
Aceptando la escolta, recorrieron el camino hasta la puerta con el símbolo de Erwachlehren. Era la única villa que no usaba a un dios pilar, pero solo era el edificio de candidatos, por lo que tenía sentido, (aun si fue la villa de su prima por un tiempo).
Al pasar por la puerta un asistente los recibió y los guio hasta el comedor. La profesora Heidi ya se encontraba sentada. Se sentaron a la mesa y sostuvieron una conversación ligera mientras esperaban que sirvieran los alimentos.
Con solo tres personas, la mesa lucía casi vacía. Eglantine se había acostumbrado a comer con muchas personas dentro del ducado.
Mientras permaneciera en la soberanía, comería con menos personas. Cinco personas en realidad. Todos eran miembros de su familia, sus dos hermanos mayores, y su… ¿tía? ¿prima? No estaba muy seguro sobre su relación familiar con Heidi. No tenía sentido pensar mucho sobre eso. Ella era feliz mientras pudiera comer en un ambiente familiar.
La mujer estaba hablando sobre el bautizo de su primer nieto. Su hijo mayor era un archi erudito soberano que recientemente fue reubicado al servicio de Ferdinand.
Una joven asistente entró en el comedor, retirando el material de bordado en el que estaba trabajando.
"Milady, la profesora Briggita manda sus disculpas. Por cuestiones de salud no podrá asistir a su fiesta de té."
"Entiendo… comunícate con su asistente. Su salud es lo más importante. Puedo recibirla cuando mejore."
"Como ordene." Respondió la mujer, haciendo una ligera reverencia y saliendo del lugar.
"Lady Briggitta ha estado débil últimamente." Murmuró Eglantine.
"La bendición de Daoareben ha sido larga para mi hermana mayor, pero no es eterna." Respondió Heidi con un suspiro oculto tras su taza de té. "El príncipe Ferdinand llegó a tiempo para dejarla descansar." Agregó con una sonrisa.
"Ciertamente. Aunque mi hermano casi rechaza la solicitud. En realidad, fue Rozemyne la que aceptó por él." Ella no había estado presente en ese momento, pero había escuchado de su hermana Brunhilde la historia. "Por cierto, ¿Dónde está mi hermano?" cuestionó ahora que encontró un momento para hacerlo.
"El príncipe Ferdinand me envió una ordonnaz. Parece que la princesa Rozemyne tuvo un problema con su trabajo y eso lo retrasó debido a que era algo que no podía interrumpir." Explicó con calma Gudrun detrás de ella. Como archiasistente, la mujer no sabía que era eso, pero como hija de antiguos candidatos y hermana de uno, también sabía que no debía preguntar o pedir más detalles. "Del profesor Galtero no tengo noticias."
El joven matrimonio asintió. Tenían una idea de lo que había pasado, principalmente porque Galtero acompañó a Ferdinand al aula. Sus ojos se posaron en la mujer que los acompañaba, después de todo, ella había aceptado por su hermano mayor esa visita.
'Mi hermano es excelente en todo, menos para negarse una vez que acepta algo. Aún si no ha aceptado él en realidad.' Pensó divertida.
Decidiendo que no tenía sentido esperarlos, recitaron la oración por los alimentos.
"Gracias a la princesa Rozemyne ahora estoy acostumbrada a ver bendiciones a diestra y siniestra. Pero aun me desconcierta un poco que suceda antes de comer."
"Los alumnos están más familiarizados con el templo, los dioses y la oración." Explicó Eglantine sin darle mucha importancia. Mientras tomaba un poco de pan, sus ojos cayeron en uno de los lugares vacíos. Así como el lugar que permanecería vacía, aun si estuvo utilizado el año anterior.
Ahora que Galtero se había unido al cuerpo de profesores, Gundolf se convirtió oficialmente en un profesor de erudición, tal como quería, por lo que se había mudado de la villa. De alguna manera se alegraba de no ser la única profesora, tenía caballeros con ella, pero se sentía más segura ahora que solo su familia habitaba la villa. Quizás en unos años, cuando su prima y su hermano se volvieran la pareja Zent y su hijo hubiese alcanzado la edad de bautizo, Nahelache podría entrar como profesora, pensó como un sueño lejano o imposible.
'Seria agradable volver a reunirme con ella libremente'
Para cuando llegara el momento, ella podría volverse archiduquesa o ministra. No seria profesora toda su vida.
La disposición del dormitorio era igual a la del resto de los dormitorios, a excepción de que todos los dormitorios tenían el mismo tamaño, después de todo, se suponía que todos mantenían el mismo estatus, a excepción de su hermano Galtero, quien ahora solo era nominalmente un príncipe.
Poco después de comenzar su almuerzo, un med asistente entró en el comedor, retirando la vajilla de Galtero debido a que el hombre no tenía apetito.
"Deberías adelantarte." Dijo ella cuando su esposo terminó de comer, "la danza de espadas necesita una preparación previa. Esperaré a mi hermano y hablaré con él… para asegurarme de que todo siga en orden."
"Gracias, mi diosa. Seria un problema si el ambiente se llena de miasma, principalmente porque yo estoy en medio de esos dos."
Con una sonrisa comprensiva despidió a su esposo y pidió se le preparara té y galletas.
Ferdinand llego poco después.
"No deseaba que comieras solo." Explicó a la pregunta no dicha por el hombre de cabello celeste, quien solo asintió y se sentó a comer. Pronto fue evidente que algo pesaba sobre su cabeza.
Observó como el plato seguía lleno, con su hermano jugando con su comida, moviendo un trozo de carne de un lado a otro. Lo cuestionó preocupada, pero Ferdinand desestimó su preocupación, lo que solo podía significar una cosa.
No quería hablar del tema.
Y solo había un tema del que nunca quería hablar: Galtero.
Galtero siempre había sido un buen hermano. Demasiado orgulloso y pagado de si mismo, si, pero un buen hermano. Siempre aceptó sus invitaciones a tomar el té o a jugar. La corregía con amabilidad sobre los modales y la instruyó sobre la etiqueta.
"Mientras seas una candidata a archiduquesa, baja la cabeza ante aquellos que están sobre ti, para que, cuando estés en lo más alto, aquellos a quienes gobiernes bajen la cabeza con respeto, no solo con sumisión o miedo."
'Fue su guía junto a la de Lady Verónica, lo que me permitió tener un desempeño excelente en todas mis clases…'
Eglantine no sabia lo que había pasado y Galtero no era realmente su hermano, aunque él siempre la trató como a su hermana pequeña. Lo decidió entonces, iba a ayudarlo. Seria la primera vez, pero también la última. El hermano amable había desaparecido hace años por culpa de sus asistentes y la propia culpa del príncipe, quien no supo distinguir las palabras que eran como miel de Gramaratua, que goteaba de un jarrón dañado por Kaorcypher.
"Soy omnielemental."
Le contó a Ferdinand sobre su infancia, culpando sutilmente a los asistentes soberanos que acompañaron a Galtero durante toda su vida, llevándola a recordar el incidente de primer año que pudo haber llevado a descubrirse pero que en su lugar, fortaleció su relación con su esposo, quien guardó su secreto celosamente.
.
"Deberías volver, Anastasio. Tu voluntad divina…"
"Estamos solos, y dije que te acompañaría hasta que recuperaras la tuya. ¿Quizás la pasamos sin que te dieras cuenta?" cuestionó el rubio en aquella lejana ocasión.
Estaban demasiado lejos de sus compañeros. Los candidatos a archiduque de tercero y primero hacia mucho que habían dado la vuelta. O casi todos. Aun no veía a su hermano, Ferdinand. Él había salido primero, pero aun no regresaba.
Ahora estaban en el 'final'. Anastasio se había detenido cuando vio el final de la cueva, haciéndola sentir confundida. Eglantine aun podía ver el camino que seguía más allá.
"Príncipe Anastasio, princesa Eglantine." La llamó una voz conocida.
Era Brunhilde, una de las azules de su prima a quien los Dunkelfelger llamaban la encarnación de Verfuremeer. Lo sabia porque Werdekraf le solicitó de forma velada convencer a su padre bautismal, Bonifatius, de adoptar a la joven para elevarla como candidata a archiduquesa y poder cortejarla en búsqueda de un matrimonio.
"¿No vuelven aun?" cuestionó la joven con una sonrisa amable, dejando que la preocupación se filtrara en el tono, "su voluntad divina puede contaminarse."
"Ya he encontrado la mía y tengo cuidado", explicó Anastasio por ella, "pero mi prima aun no consigue la suya. Pensamos que tal vez la pasó."
"Entendido, tengan cuidado." Comentó la joven antes de seguir avanzando.
Sintió algo similar a un intento de aplastamiento, girando para ver al joven a su lado con los ojos muy abiertos, al igual que su boca, haciéndolo ver como un niño asustado.
Lo notó entonces parpadear varias veces, observando la voluntad divina que era invisible para todos menos para él, murmurando sobre como era absorbida al saturarla de maná sin darse cuenta.
Lo dejo sentarse en el suelo, cuidando que nadie lo viera mientras bebía una poción de recuperación de maná, ya que había gastado mucho de forma repentina.
Mientras Anastasio se recuperaba despacio, observó a su hermano mayor regresar por el camino que había usado Brunhilde, perdido en sus pensamientos, sosteniendo su barbilla, murmurando algo pero sin acunar su voluntad divina, haciéndola entender.
"Anastasio, desapareceré a través de esa pared," dijo señalando el lugar por el que Ferdinand pasó. "creo que… creo que solo los omnielementales podemos ver el camino que sigue."
La joven rubia le contó su mayor secreto. Un secreto que pretendía mantener hasta su muerte para evitar que la realeza le impidiera volver con su padre.
Con una sonrisa, el joven le prometió guardar silencio y la espero.
Se encontró con Bruhilde en el camino y llegó hasta un árbol blanco donde recogió su voluntad divina, la cual comenzó a saturar para encogerla hasta absorberla en su interior.
Cuando ambos salieron del salón más lejano, fingieron llevar sus voluntades y entraron cada uno a su habitación con un secreto compartido.
Dos años después, durante su ceremonia de obtención de protección divina, su profesor se sorprendió cuando las estatuas de la pareja suprema bailaron para invitarla a las alturas y ella se sorprendió cuando se percató de que ese era el cuarto donde había recibido su voluntad divina.
'Mi hermano seguramente la recibió aquí y por eso estaba tan perdido en sus pensamientos cuando salió del salón más lejano.' Pensó con diversión mientras volvía a bajar, agradeciendo a los subordinados de Leidenshaft y Schutzaria por todas las bendiciones otorgadas, aunque no estuvo tan feliz cuando sintió que perdía el control de su maná. Tuvo que dejar de comprimir, lo que de hecho fue una bendición disfrazada.
Cuando su detección de maná se desarrollo podía sentir con claridad a Anastasio, evitando que su compromiso se complicara a sabiendas de que sería difícil para ella o para él tener otros consortes, lo que los alejaba a ambos de la corona y, posteriormente, la hizo elegible para volverse candidata a heredera.
Cuando necesitaron volver a comprimir, Rozemyne le regaló un mapa donde estaban señalados diversos santuarios a los dioses subordinados de los dioses pilares.
"Si no deseas gobernar las alturas más altas, no busques más allá de lo revelado por Verbergen."
Eglantine aceptó el regalo, feliz de poder compartirlo con Anastasio. Ella solo recorrió los santuarios de aquellos dioses que le obsequiaron su bendición durante su tercer año. Su esposo, en cambio buscó a los dioses de quienes buscaba su protección, obteniendo su favor en forma de bendiciones durante la ceremonia de readquisición de protección divina que solicitó. La joven rubia descubrió que su esposo se había vuelto siete atributos como ella, pero los dioses no lo invitaron a las alturas. Se preguntó porque, pero no le interesaba lo suficiente como para cuestionarlo, así que, siguiendo el lema de su Familia, lo dejó ir.
Ahora, de vuelta al presente, sonrió divertida al ver a su hermano mayor en una jugada tan dolorosamente obvia para ganarse su apoyo, que se preguntó que lo había afectado tanto, si sus revelaciones y suposiciones o si era culpa de Galtero.
Eglantine aceptó la ayuda que le ofrecía sin dar promesas, después de todo, lo que le ofrecía no era equivalente a lo que ya había recibido de Rozemyne, quien no solo le dio la información necesaria para controlar su maná, si no que heredadó la facción de Rozemyne qué Lady Verónica construyó para la joven desde su bautizo, esperando ser de ayuda para su hijastra, al menos como apoyo político, en aquellos días oscuros.
El año anterior a la selección de nobles de la facción de Rozemyne que partirían a la soberanía como apoyo, ya fuera zent o consorte, se había completado, dejando a los demás para volverse su propia base de apoyo.
Al entrar en el salón donde se llevarían las clases de giros hizo un gesto sutil a la joven peliazul, revelando que Ferdinand de verdad intentó obtener su apoyo.
Eglantine solo pudo reír esa noche, pensando en qué clase de amonestación le daría Rozemyne a su prometido, quien intentó llevarla de su lado cuando ella misma ya había declarado su apoyo a la joven Mestionora.
La mañana siguiente, sin embargo, ambos parecían flotar en primavera.
No lo entendió, pero tampoco le importaba lo suficiente.
'Oh bueno, que sigan disfrutando de la primavera.' Pensó y lo dejo ir. No era su asunto. En cambio, se concentró en lo que haría al volver a Eisenreich.
'Mi facción está establecida. Ahora, ¿qué debería hacer para volverme archiduquesa…?'
