Cuatro opciones

—Buenos días, Hermione, —dijo Ginny en el desayuno del sábado por la mañana. Estaba apilando salchichas y huevos en su plato en un cúmulo montañoso que recordaba a Ron, rociando el conjunto con salsa de tomate—. Acaba de llegar una lechuza para ti.

Señaló a una lechuza común, recatadamente posada en el extremo de la mesa con una carta, acicalándose pacientemente y mostrando su pecho pecoso. Hermione aceptó el sobre del ave desconocida y la lechuza echó a volar en dirección a la lechucería.

La carta resultó ser la última de las respuestas de los alquimistas que Hermione había escrito. Procedía de Mozambique y estaba compuesta por una serie de garabatos bruscos, como si la persona que había redactado la carta no estuviera acostumbrada a escribir palabras inglesas en papel:

En mi lengua materna tenemos un concepto: ifilosofi kuqala. Es materia prima. La primera materia de la Tierra.

El material básico necesario para crear ifilosofi kuqala puede crear o destruir todas las cosas creadas por el hombre. Puede individualizar, es decir, distinguir una cosa física de otra. Ifilosofi kuqala es la opción segura para ti.

Las ceremonias vinculantes como la que describes no son inauditas aquí. A veces se realizan a propósito para mostrar devoción a la pareja.

No siempre es posible para un hechicero crear ifilosofi kuqala, por lo que se realiza un segundo vínculo en el momento del primero. Este segundo vínculo puede deshacerse mediante la disolución del estado de bendición del matrimonio. Si la bendición se realiza correctamente, debería desatar cualquier vínculo mágico restante. Esta es una respuesta imperfecta, pero mucho más sencilla.

Inhlanhla abe nawe.

-Ayize

Harry se inclinó sobre el hombro de Hermione para leer la respuesta.

—¿Buenas noticias?, —preguntó con aire esperanzado.

—No, —suspiró ella, entregándole la carta para que la leyera por su cuenta—. Quintaesencia o divorcio... otra vez.

Harry intercambió una mirada con Ginny, que miraba con interés la carta que su novio tenía en las manos.

—Harry y yo tenemos la mañana libre. Podemos ir contigo a la biblioteca después de desayunar para ayudarte con la investigación.

—Podemos, Hermione, —confirmó Harry. Sus ojos se desviaron hacia la mesa de Hufflepuff, donde Ron estaba sentado con el resto de su equipo de Quidditch. Los Hufflepuff seguían celebrando su victoria frente a Gryffindor de la noche anterior. Demasiado agotada tras su aventura de ayer, Hermione se había quedado dormida en la sala común en lugar de asistir al partido. Había oído que había sido otra derrota impresionante.

Sin sentirse muy esperanzada, Hermione miró de nuevo la carta en manos de Harry y trató de poner cara de valiente mientras aceptaba.

—Gracias.

.

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Harry y Ginny cumplieron su palabra. Después del desayuno, todos se dirigieron a la biblioteca. Hermione les dio instrucciones sobre los temas que debían investigar y los tres se separaron en direcciones distintas.

Cuando se aseguró de que sus amigos estaban fuera de su vista, se escabulló subrepticiamente hasta una sección poco utilizada para buscar el libro sobre familias de sangre pura que había hojeado semanas atrás. El libro estaba tan viejo y mohoso como antes, pero se fijó con renovado interés en el breve capítulo que detallaba la historia de la familia Malfoy.

Estaba tan claro como en su última lectura: un heredero varón por generación mantenía intactos el nombre y la inmensa fortuna de la familia. No había nacido ninguna mujer en las últimas catorce generaciones, y ninguna de ellas había tenido más de un hijo. Era casi aburrido. Casi todas las demás familias de sangre pura de los Sagrados Veintiocho habían aportado en un momento u otro una hija para el matrimonio, incluida, según observó Hermione con cierto interés, Octavia Weasley en 1616.

No hubo divorcios.

Yo sería la primera: primera esposa nacida de muggles, primer divorcio.

Aunque seguía enfadada con Draco por la debacle con Parkinson en su patrulla del jueves, ahora albergaba menos rabia ardiente y más fuego lento. Le estaba ocultando algo sobre su pasado con Pansy... y, a decir verdad, era esto lo que molestaba a Hermione más que el propio pasado.

¿Qué me está ocultando?

Se sorprendió ligeramente cuando una segunda voz en el fondo de su mente acompañó su antipatía: Draco no está obligado a contarte todo sobre su vida. Mira en el lío en el que te has metido con él... él no eligió esto más que tú.

Era cierto que Hermione sentía cierta culpa por cómo se habían despedido el jueves. No tenía por qué despacharme así. Ya le había dado tanto, ¿cómo podía ser tan estúpida?

Pero otra opinión contradictoria le recordó que Draco le había devuelto casi tanto...

Vacilante, solo pudo concluir, Ya me preocupo por él más de lo que debería.

¿Sería tan malo si me casara con él?

¡Sí! ¡Todo es todavía tan nuevo! ¿Y si todo saliera terriblemente mal y el matrimonio destruyera nuestra relación, o lo que sea que tengamos, por ir demasiado deprisa?

Una voz tan pequeña que era casi inexistente siguió sondeando: ¿Y si no?

Ningún matrimonio puede funcionar cuando hay una falta de confianza tan flagrante entre las dos partes implicadas, y Draco ya está ocultando algo. ¿Cómo puedo atarme a alguien que no es sincero conmigo? La conversación interna solo parecía exacerbar la inquietud interior que había impregnado todo su ser durante las últimas 36 horas.

Podrías tener sexo con él; existe la posibilidad de que esa sea realmente la respuesta. Ni siquiera tendrías que pasar por un matrimonio y divorcio con él si funcionara.

Por supuesto que no. Ni pensarlo.

El abogado del diablo insistió, Sería un gran paso para él también. El primero para los dos. Al menos está eso.

La verdad era que la idea de acostarse con Draco era a la vez intrigante y aterradora. Pero ¿qué clase de persona regalaba su virginidad por una razón así?

Había una parte de su corazón a la que le repugnaba la idea. Años atrás, la doctora Natalie Granger se había sentado a hablar de sexo con su sonrojada hija de trece años. En aquella conversación le recalcó que reservar el coito para el matrimonio era lo más tradicional, pero que, si decidía no esperar, Hermione debería al menos estar segura de que la otra persona le importaba profundamente.

No estoy enamorada de Draco, Hermione lo sabía. Tener sexo con él para obtener resultados se parece demasiado a utilizar mi cuerpo como parte de un experimento de investigación.

Por otra parte... no podía negar que había otra parte de ella... una parte secreta... que reflexionaba sobre sus recientes experiencias con Draco... sus encuentros en la Sala de Trofeos y en lo alto de las gradas del campo de Quidditch... y un fuego parecía encenderse entre sus muslos. Podía imaginarse sus tormentosos ojos grises y azules acercándose a ella, oscuros de pasión. Él capturaría su boca con sus propios labios hambrientos, sorprendentemente suaves e insistentes. Su piel pálida se enrojecería de expectación mientras su cuerpo caliente se apretaba contra el de ella.

Hermione ya había tenido su miembro en las manos y en la boca, así que estaba familiarizada con la forma y la longitud de su parte más íntima. Si llevaban las cosas un paso más allá...

—¿Qué estás haciendo, Hermione?

Cerró el libro de contabilidad de sangre pura de un golpe, consciente del rubor que sentía recorrer sus mejillas y su cuello.

—Oh, nada. Solo buscaba... no he tenido suerte. ¿Y tú?

Ginny miró con desconfianza el libro que su amiga tenía en la mano (Hermione movió la mano para ocultar el título), pero se limitó a contestar:

—Harry cree haber encontrado algo.

Siguiendo a su amiga hasta la mesa de la biblioteca, observó el libro que Harry tenía en la mano. Antes de que él pudiera hablar, Hermione negó con la cabeza.

—Ese ya lo he hojeado.

—Debería haberlo sabido. —Harry parecía abatido.

—Hermione, ¿qué pasa si no haces nada? —preguntó Ginny pensativa.

—Estoy atascada con este asqueroso tatuaje en el brazo para siempre. —Por no hablar de la artritis. Y la cicatriz de Sectumsempra en mi pecho, entre otras, —respondió malhumorada.

Harry alzó la mirada.

—¿Tiene una cicatriz de aquello?

Hermione lo confirmó trazando una línea con el dedo desde el borde de la clavícula hasta la cadera opuesta.

—Eso nunca debió ocurrir, —refunfuñó inmediatamente avergonzado.

Fue probablemente porque intuyó que se avecinaba un ataque de la a menudo profunda depresión de Harry por lo que Ginny cambió rápidamente de tema.

—Anoche te perdiste otra gran noche de cuentos con el Barón Sanguinario, Hermione... ¿verdad, Harry?

—Er, sí, —murmuró abatido.

Cogiendo el libro que Harry había seleccionado, Hermione lo hojeó distraídamente, más para hacerle sentir mejor a él que porque tuviera esperanzas en su contenido.

—¿Oh?

Frotando el antebrazo de Harry de forma tranquilizadora, Ginny explicó simultáneamente.

—Sí, alguien tuvo suerte en la Sala de Trofeos el jueves por la noche.

Hermione palideció.

—Aunque el Barón, por desgracia, no vio de quién se trataba, ya que se marcharon unos segundos antes de que él llegara. —Deteniéndose un momento, Ginny observó a su amiga con repentina suspicacia—. ¿Estás bien, Hermione? Pareces estar pálida.

Respira, Hermione... inspira y espira... inspira... espira... ay, Merlín, en la biblioteca no...

—¿Hermione? —La voz de Harry parecía apagada, lejana.

Inspira...

—¿Estás bien?

...espira.

—¡Hermione, respira!, —ordenó Ginny a lo lejos.

No sirvió de nada.

No puedes seguir enterrando lo que sea que haya sido eso, Granger, la voz de Draco murmuró en su oído, el único sonido claro en un ambiente de creciente estática. Tienes que aprender a compartimentar... o acabarás como una muñeca rusa: acumulando capas sobre capas, protegiendo nada más que una cáscara vacía por dentro.

—¿Llamo a Madam Pomfrey? —preguntó Harry.

¡Cualquier cosa menos eso! Hermione... solo... necesitas... inhalar... y exhalar...

Alguien le frotaba la espalda en círculos, lentos y constantes, como había hecho Draco aquel día en el pasillo frente al despacho de la directora. Un sonido extraño, como un sollozo y un hipo juntos, resonó en los pasadizos de la mente de Hermione, como si ni siquiera hubiera sido ella la que había hecho ese ruido, aunque sabía que sí lo había hecho.

—Creo que casi ha terminado, —dijo Ginny. Su voz entraba y salía de foco, como un dial de radio antiguo siendo ajustado para mayor claridad—. ¿Hermione? Quiero ayudarte.

Otro sollozo estrangulado salió de los labios de Hermione, y el primer pensamiento sólido que retuvo fue que en realidad solo quería estar sola en ese momento. La biblioteca, por primera vez, era opresiva. Las torres de libros, que siempre habían sido amados benefactores del conocimiento a los que había que acudir con frecuencia, de repente se derrumbaban sobre ella... casi como si quisieran enterrarla bajo un tesoro que se multiplicaba... casi como si quisieran quemarle la piel...

—Necesito... salir de aquí, —consiguió balbucear.

—Bien. —tomó el mando Ginny—. Harry, coge las cosas de Hermione. Vamos al pasillo ahora mismo. Alcánzanos.

Ginny parecía estar imitando a su madre mientras acompañaba a Hermione fuera de la biblioteca hasta el vestíbulo. Por suerte, el pasillo estaba casi desierto. En la amplitud del pasadizo del castillo, Hermione sintió que sus sentidos volvían, poco a poco, a su sitio. Los colores volvieron a enfocarse y su entorno parecía menos envuelto en ruido estático.

—Lo siento, —murmuró Hermione a su amiga una vez que su ritmo cardíaco empezó a estabilizarse.

—No seas ridícula. —Aunque las palabras parecían bruscas, la forma en que Ginny las dijo era todo menos eso.

Tragando saliva, Hermione descubrió que había estado llorando sin darse cuenta. Se secó apresuradamente la cara y los ojos. Ginny seguía frotándole la espalda.

—Ya no me dan ataques de pánico tan a menudo como hace unas semanas... ya sabes... pero a veces me siguen asaltando.

Harry se les unió entonces, llevando la sobrecargada mochila de Hermione.

—Siento haber tardado... tienes muchas cosas, Hermione. Creo que deberías ir al ala del hospital. Madam Pomfrey tiene algunas soluciones calmantes que podrían ayudarte.

—No, no es necesario. Gracias por traerme mis cosas, —negó con la cabeza.

En lugar de discutir, Harry pareció comprender.

—Bueno, tal vez quieras recostarte un poco. No tengo exactamente ataques de pánico como los tuyos, pero a veces tengo pesadillas. Ayuda correr las cortinas, echar un silencio sobre tu cama y sentarte tranquilamente durante unos minutos.

—Oh, Harry. —Hermione abrazó a su mejor amigo—. Creo que es exactamente lo que necesito. Pero... me siento mal... tú y Ginny os ofrecisteis a ayudarme esta mañana.

—Tú eres más importante, —insistió, palmeándole la espalda torpemente mientras ella le abrazaba. —Además, no es como si tuvieras que resolver esto mañana. Sinceramente, creo que irte a casa en las vacaciones de Navidad te vendrá bien.

Por un breve instante, el ritmo cardíaco de Hermione se agitó erráticamente ante la mención imprevista de su fecha límite secreta.

—Vamos, —la animó Ginny—, te acompañaremos a la Torre de Ravenclaw.

Los tres amigos subieron juntos cinco tramos de escalera, tomándose su tiempo mientras serpenteaban por los pasillos hacia el nido de águilas. Durante todo el trayecto, Ginny mantuvo una charla casi constante, aunque por suerte no volvió a sacar a colación las historias semanales del Barón Sanguinario. Aunque Hermione apreciaba los intentos de su amiga por animarla, se sentía totalmente agotada e inquieta a la vez. Harry parecía vigilarla muy de cerca.

Después de agonizar con el acertijo en la puerta, Hermione se despidió de sus amigos. Como era un sábado ventoso y no un buen día para pasear por los terrenos, la sala común estaba relativamente llena. Abriéndose paso entre la multitud, agachó la cabeza para evitar ser abordada por sus compañeros de casa.

El dormitorio de las chicas de octavo estaba afortunadamente vacío, aunque parecía que alguien se estaba duchando en el cuarto de baño contiguo. Como le sugirió Harry, corrió las cortinas de su cama y conjuró un silencio. Sin embargo, en lugar de sentarse tranquilamente, sacó el libro que había cogido del estudio de Rowena en su última aventura allí con Luna.

Ahora que había recibido todas las respuestas que esperaba de los alquimistas con los que se había puesto en contacto, por no mencionar la increíble cantidad de investigación que había hecho por su cuenta, Hermione sabía ahora que tenía cuatro opciones ante sí.

En primer lugar, podían intentar crear la quintaesencia. Como era la base de la sustancia más codiciada en toda la existencia humana, crear correctamente la magia era altamente improbable. Incluso si ella y Draco tomaban este camino, no había garantía de que tuvieran éxito, y lo más probable era que les llevara una gran parte de sus vidas hacerlo.

No es una opción viable, concluyó. No para nuestros propósitos.

Lo tachó de su lista mental.

En segundo lugar, Draco y ella podrían casarse y divorciarse al cabo de un año. Aunque no era seguro que esta opción tuviera un éxito absoluto, había muchas posibilidades de que así fuera. Por no mencionar que era relativamente conveniente comparada con la alternativa anterior.

No confío plenamente en él. Me está ocultando algo. Pero, de nuevo, esto no sería un matrimonio basado en cosas como la confianza y la honestidad. Sería un matrimonio con un único propósito, que se disolvería en un año y un día.

La tercera opción mantenía que podían conseguir la ridículamente rara y extremadamente cara Horquilla de Sierpe, y luego usar magia oscura para volver a dividirse en dos. Esto conllevaba todos los riesgos que conlleva el uso de cualquier tipo de magia negra, y Hermione sabía que existía la posibilidad de dañar su núcleo mágico de forma irreparable. También existía la posibilidad de que fuera una división imperfecta, a pesar de que había habido al menos un caso en el que este método había funcionado con éxito en el pasado, según el diario de alquimia de Salazar Slytherin.

Esto debería ser solo el último recurso, reafirmó. Solo si nada más funciona... y eso suponiendo que podamos hacernos con una Horquilla de Sierpe.

La última alternativa era que siguieran el consejo de los alquimistas de la India. Hermione pasó las manos por el lomo del libro que había tomado prestado del estudio de Rowena. Ya había leído, y releído dos veces, el capítulo relativo a la magia sexual desde el jueves por la noche.

Podrían crear un mandala como el que había descubierto en la enramada de Rowena. El momento ideal para tal acoplamiento sería el equinoccio de primavera, ya que era representativo del renacimiento de la naturaleza. Los resultados de cualquier ritual sexual alcanzarían su máxima potencia. El equinoccio caía convenientemente a finales de marzo, a pocos meses de distancia. Además, como ambos eran vírgenes, esto contribuiría al despertar de la magia sexual y, con suerte, les permitiría superar su vínculo accidental.

Aunque sin duda era la salida más fácil, si es que tenía éxito, cada fibra del ser de Hermione se rebelaba contra ella cuanto más lo pensaba.

Le parecía mal regalar su virginidad y quedarse con la de Draco por un accidente de alquimia y no porque lo amara. Tal vez si fuera otra persona, una Hermione diferente, con otros valores, podría considerar la idea, pero intentó imaginarse incluso hablándole de esta cuarta opción y se le revolvió el estómago. En el fondo de su mente, la voz de su madre años atrás le recordaba que solo debía entregar su cuerpo a alguien que le importara de verdad.

Me importa Draco...

Pero no le quería. Hacía tiempo que sabía que quería estar enamorada de la persona con la que compartiera su primera vez.

Cerró los ojos para imaginar aquellos ojos gris pizarra acercándose a ella. Pensó en sus suaves labios sobre los suyos, acariciando su boca. Luego se imaginó despojándose de toda su ropa para él, en medio de un mandala de Sal, desnudando su cuerpo ante él por esperanza y deber... permitiendo que la penetrara por primera vez porque era una escapatoria.

Se le heló la sangre.

Se pueden forzar muchas cosas por obligación, pero no el corazón, concluyó.

Con cierto pesar, tachó esto también de su lista mental de opciones.

Solo le quedaba un curso de acción que sentía que podía aprobar. Así que parece que me casaré con Draco después de todo.

El matrimonio solo sería vinculante de nombre, como Narcissa había advertido en repetidas ocasiones. Luego, como había dicho Draco, podrían divorciarse y separarse, como si nunca hubiera ocurrido.

¿De verdad podríamos? exigió la parte práctica de su mente. ¿Sinceramente puedes atarte a Draco y no llegar a apegarte a él aún más de lo que lo haces ahora?

Fue una suerte que Harry la hubiera convencido de volver a su dormitorio, porque un segundo ataque de pánico, más pequeño, se apoderó de ella en la intimidad de sus cortinas cerradas.

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El domingo, Harry, Ron, Hermione y Ginny visitaron a Hagrid a la hora de comer. El guardabosque los saludó con entusiasmo y los obsequió con lo que dijo que eran bocadillos de armiño. No se los comieron, sino que le dieron a Fang trozos de sus raciones cuando Hagrid no miraba. Aunque el voraz apetito de Ron no se sintió saciado, Fang no se quejó.

Después de que Hagrid terminara de contarles todo sobre algunas de las nuevas criaturas que había adquirido para sus clases, Harry, Ginny y Ron hablaron extensamente del Quidditch.

Hagrid los complació sonriendo cuando Ron relató en detalle el último partido, en el que Hufflepuff había aplastado a Gryffindor. Ginny continuó regodeándose en lo mal que se les había dado a los leones este deporte ahora que ninguno de los presentes estaba ya en el equipo. A continuación, Harry especuló sobre el resultado del partido entre Ravenclaw y Slytherin que tendría lugar después de las vacaciones de Navidad, antes de que Ron pasara a hablar de su nueva novia.

—Es guapa y divertida, —soñó alegremente, olvidando no dar un mordisco a su bocadillo de armiño en su desatención. Su rostro se ensombreció un poco—. Pero era Slytherin antes de la reselección, así que se junta con gente dudosa.

—No todos los Slytherin son malos, Ron, —amonestó Hagrid con imparcialidad mientras servía a sus invitados té de una gigantesca tetera de cobre—. Yo tengo a la hermana menor de los Greengrass en mi clase de sexto curso y es brillante. Solía tener mucha energía, muy parlanchina... este año está un poco callada. —Rascándose la barbilla peluda, añadió—: Tracey Davis, de tu curso, también es una buena chica. Ahora es una Gryffindor.

—Creo que la reselección ha sacado lo mejor de mucha gente, —dijo Hermione con optimismo mientras añadía un terrón de azúcar a su taza humeante—. Especialmente algunos de los Slytherins.

—Ar, —contradijo Hagrid en tono sombrío—, algunos, tal vez. Pero para otros, no hay esperanza... ese chico Malfoy, por ejemplo. Siempre lo he dicho: no vale la pena escuchar a ningún Malfoy. La mala sangre es lo que es.

Automáticamente, Hermione abrió la boca para protestar.

—Estoy segura de que hasta Malfoy tiene sus cosas buenas. Tal vez simplemente no estamos al tanto de ellas.

Ron puso los ojos en blanco.

—Siempre has tenido un corazón blando, Hermione, —replicó Hagrid, mirándola con cariño—, y eso te honra.

—Una vez serpiente, siempre serpiente, —espetó Ron con aspereza. No dejó lugar a dudas de a quién se refería cuando añadió—: Al menos para algunos.

—¡Eh! —protestó Ginny, dándole un empujón en el hombro a su hermano—. Cuidado. A algunos nos gusta estar en Slytherin. Además, yo estoy mucho más guapa con mi túnica verde de Quidditch que tú con esa horrible amarilla.

Aquello aligeró considerablemente el ambiente, ya que todos los presentes no pudieron evitar reírse. Aun así, había un poso de amargura en los pensamientos de Hermione, que ocultaba su expresión tras su enorme taza de té.

Puedo hacerlo, se dijo a sí misma con firmeza. Hagrid y Ron pueden tener sus propias opiniones, igual que tú puedes hacer lo que quieras. Mi situación no tiene que ver con nadie más que conmigo misma y con Draco.

Sin embargo, su corazón se hundió igualmente.

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Como jefe de la casa Ravenclaw, el profesor Flitwick apareció el lunes en el Gran Comedor con una lista de inscripción para los que desearan quedarse en Hogwarts durante las vacaciones de Navidad. Al verla pasar de mano en mano por la mesa del desayuno, a Hermione se le hizo un nudo en el estómago de ansiedad.

—¡Solo queda una semana de clases antes de las vacaciones! —se regocijó Ginny. La lista de Slughorn para que firmaran los Slytherins le fue pasada desde la dirección opuesta. Ginny cogió la lista, le echó un vistazo y la envió sin firmarla.

Las palabras de Malfoy estaban grabadas a fuego en su mente: Si no hemos encontrado otra opción viable para Navidad...

—Harry se va a quedar con nosotros durante las vacaciones de Navidad, Hermione. Mamá quiere saber si tú también te quedarás, —decía Ginny.

Granger, sabes tan bien como yo que no tiene sentido esperar más. ¿Te imaginas explicarle a tu futuro jefe que estás casada, pero solo por otros seis meses? Puedes tomarte seis meses después de la escuela para viajar, divorciarte y luego fingir que nunca sucedió.

—Lo siento, ya les prometí a mis padres que me quedaría en casa durante las vacaciones, —respondió con sinceridad—. Creo que todavía están un poco conmocionados por lo del Obliviate.

—Pero puedes venir a la cena de Navidad, ¿verdad?, —insistió Ginny.

—No me la perdería.

Por fin le había llegado la lista de los alumnos de Ravenclaw que se quedarían a pasar las vacaciones. La mayoría de los nombres que figuraban en ella eran alumnos que habían perdido a la mayoría o a todos sus familiares en la guerra.

Por primera vez, Hermione notó un sutil trasfondo de tristeza y hostilidad en el Gran Comedor aquella mañana. Pasó la lista rápidamente, como si la hubiera quemado, y se sintió abrumada por un repentino deseo de estar con su familia.

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A pesar de eso, Hermione vio a Draco en todas sus clases de los lunes, Transformaciones, Herbología y Encantamientos fueron y vinieron sin que pasara una sola palabra entre ellos. Sabía que necesitaban hablar y arreglar sus diferencias, sobre todo ahora que había aceptado casarse con él, y empezó a mirar hacia la patrulla de esa tarde. Como mínimo, planeaba pedirle la respuesta del alquimista irlandés que McGonagall le había entregado, para poder comparar la respuesta con lo que sugerían los alquimistas indios.

Pero antes de que Hermione pudiera armarse de valor para el enfrentamiento, Padma se le acercó en la sala común para informarle de que esa tarde acompañaría a Hermione en sus rondas, ya que Madam Pomfrey le había enviado antes una nota para informarle de que Malfoy iba a ser absuelto de sus deberes de prefecto, ya que se encontraba indispuesto por esa noche.

Hermione estaba a regañadientes preocupada por él.

—¿No te incomoda cuando estás a solas con él?, —comentó Padma, mientras las dos amigas recorrían las partes bajas del castillo.

—¿Con quién? —fingió Hermione, asomando la cabeza a un aula vacía para inspeccionarla.

—Malfoy, por supuesto.

—Para nada.

En verdad, ya no estaba enfadada con Draco por haberla despachado bruscamente el jueves, aunque seguía molesta por sus acciones con respecto a Pansy Parkinson. A estas alturas, lo que más la obsesionaba era por qué estaba en el Ala del Hospital en vez de patrullando.

Padma digirió su respuesta durante un instante antes de preguntar.

—¿De qué habláis durante dos horas?

Hermione resopló secamente y se limitó a revelar.

—Malfoy es una persona muy reservada. Vamos, hagamos las mazmorras y así podemos terminar antes.

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El martes por la mañana, Draco estaba en Defensa Contra las Artes Oscuras, como de costumbre, aunque se había colocado varios asientos detrás de ella, con Zabini. En Aritmancia, se sentaba a solo tres asientos de distancia; Hermione aprovechó la oportunidad para darse cuenta de que, en lugar de parecer enfermo, en realidad parecía más descansado de lo que había estado en mucho tiempo.

Dejó de preocuparse por su salud y empezó a sentirse algo ofendida. ¿Había fingido estar enfermo para librarse de patrullar con ella? Rápidamente enterró ese pensamiento.

En el almuerzo del martes, Hermione y sus compañeras de dormitorio escuchaban a Sue hablar de Quidditch entre bocados de carne asada.

—Ravenclaw tiene que llevarse la Copa este año. —Le sacudió el tenedor a Hermione—. Vosotros, los leones, lleváis demasiado tiempo con las zarpas puestas en ella. Quiero garras sosteniendo la Copa.

—No es que Gryffindor vaya a ganar este año, —comentó Lisa plácidamente mientras se servía una humeante ración de sopa de pescado.

—Nop, —confirmó Sue, haciendo sonar la "p" con los labios mientras sonreía satisfecha—. Tendrían que ganar a Slytherin por más de quinientos puntos en su último partido y eso si Slytherin pierde contra nosotros en el siguiente partido. Eso sí, Gryffindor no tiene ninguna posibilidad contra Slytherin, ya que Harry Potter y Ginny Weasley juegan para las serpientes. Entonces Hufflepuff jugará contra nosotros después de que juguemos contra Slytherin...

—Hufflepuff es bueno este año, pero nosotros somos mejores, —le aseguró Padma a Sue, acostumbrada al fanatismo de su compañera de dormitorio por el Quidditch. A Hermione le recordó a Oliver Wood.

—Somos mejores que los tejones, siempre y cuando tengamos cuidado con los gemelos Esposito, son muy buenos cazadores, —continuó Sue. Sonrió de un modo muy propio de Slytherin—. Apuesto a que el partido final será Ravenclaw contra Slytherin.

—Va a ser una pasada, —comentó Lisa alegremente, mojando un trozo de pan en la sopa y comiendo.

—Evan Knight es un gran Buscador, —dijo Padma—. Ravenclaw tiene suerte de tenerlo.

—Pero se enfrentará a Potter, —replicó Sue en tono sombrío. Apuñaló violentamente su rosbif con el tenedor—. Potter es excelente. Evan es realmente bueno. Aun así, es pequeño y solo está en tercer año, puede que tenga una ventaja de peso.

Hermione no pudo evitar sonreír.

—Te estoy viendo, Hermione, —soltó una risita Lisa—. Quieres que Harry gane.

—Es mi mejor amigo, —se encogió de hombros, sin disculparse.

—¡Pero él es Slytherin! —protestó Sue, con cara de indignación—. Tú eres Ravenclaw.

—Independientemente de lo que decidiera el Sombrero Seleccionador a principios de curso, Harry Potter es indudablemente Gryffindor, —dijo Padma con toda naturalidad, desviando la mirada hacia la mesa de Slytherin, donde Harry y Ginny estaban teniendo un momento de intimidad. Con los ojos fijos en su propia mesa, añadió—: Hermione también.

Lisa, Padma y Sue se enzarzaron en un debate sobre la política de esta afirmación, mientras Hermione se daba cuenta por primera vez de que su quinta compañera de dormitorio había permanecido en absoluto silencio durante la conversación.

—¿Todo bien?, —preguntó en voz baja.

Daphne levantó la vista de su plato, que solo contenía una pequeña y triste ración de ensalada.

—¿Mm? Ah, sí. Estaba pensando en mi próxima clase.

—Por Circe, ¿es esa la hora?, —jadeó Padma, cogiendo su mochila y bebiéndose lo que quedaba de zumo de calabaza—. Tengo que ir a Estudios de Ghoul. Está en la novena planta.

—Tenemos Estudios Muggles, —convino Sue. Lisa y ella también se levantaron—. Probablemente también deberíamos irnos.

Hermione, que tenía un rato libre antes de Runas Antiguas, se volvió hacia Daphne y le preguntó.

—Estaba pensando en ir a la biblioteca, ¿quieres acompañarme?

—Creo que volveré a la torre antes de Adivinación. Estoy un poco cansada, —negó Daphne con la cabeza.

Hermione asintió, pero no pudo deshacerse de la sensación de malestar que le había provocado el comportamiento de Daphne. Observó a su amiga marcharse y luego dio media vuelta como si se dirigiera a la biblioteca, regresando una vez que Daphne estuvo fuera de su vista. Suficientemente rezagada, Hermione siguió a su amiga hasta la Torre de Ravenclaw.

Su corazón se hundió cuando entró en el dormitorio, solo para encontrar confirmadas sus peores sospechas. Ruidos de salpicaduras de una persona enferma en el inodoro resonaron ligeramente en las paredes de su cuarto de baño dormitorio.

—¿Daphne?

Con una última arcada y una culpable descarga en el retrete, la antigua chica de Slytherin salió del baño más alejado. Tenía un poco de vómito en la blusa del uniforme y pasó junto a Hermione sin decir palabra para cambiársela por una nueva.

Hermione siguió a su amiga hasta la zona principal del dormitorio.

—¿Te estás purgando otra vez?

Daphne se limitó a encogerse de hombros.

—Creía que estabas mejor.

—Déjalo, Hermione.

—¿Por qué?

—Porque te lo he pedido, —escupió Daphne con los dientes apretados.

—No.

Daphne se puso una camisa de uniforme limpia sobre la camisola, alisó las arrugas inexistentes de la parte delantera de la camisa y se colocó cuidadosamente la corbata azul y bronce en su sitio.

Sabiendo que estaba siendo ignorada, Hermione cruzó los brazos sobre el pecho.

—Háblame.

—¿Sobre? —La voz de la otra chica era fría cuando habló.

—Por qué estás purgando. Pensé que habías terminado con eso.

—Sí, bueno, a lo mejor no. Déjalo.

—No lo dejaré... ¡eres mi amiga y me preocupo por ti! ¿Pasó algo con Ron?

—Aún no, pero llegará.

—¿Qué significa eso?

Daphne se dio la vuelta.

—Sabes tan bien como yo que no todas las cosas buenas pueden durar. Ron odia a mis amigos de Slytherin.

—¿Ha dicho...?

—Comí con Draco el viernes y Ron intentó separarnos.

—No parecía enfadado el domingo, —protestó Hermione—. ¡Todos comimos con Hagrid y prácticamente estaba presumiendo de ti!

En lugar de animar a Daphne, se limitó a decir.

—No me ha vuelto a hablar.

A Hermione se le encogió el corazón. Ron siempre se había precipitado cuando se trataba de esos asuntos, pero aun así era decepcionante oír hablar de ellos.

—Ahora me odia, estoy segura.

—Por supuesto que no, Ron solo tiene un temperamento que hace juego con su pelo. Pronto entrará en razón.

Daphne negó con la cabeza.

—No lo entiendes. Me educaron para esperar emparejarme con alguien a quien respetara, más que con alguien que me interesara románticamente. No estoy preparada para que me rompan el corazón. Tal vez debería alejarme de él.

—Ron no... —intentó decir, pero fue interrumpida de nuevo.

—Por regla general, los sangre pura se casan por alianzas más que por amor, —explicó Daphne—. Si también se da el amor, entonces puedes contarte entre los afortunados.

—Eso no parece una relación feliz. El respeto es importante, por supuesto, pero el amor es esencial, —insistió Hermione cruzándose de brazos.

—No niego que el amor sea genial, pero también es confiar a alguien tu corazón... y la posibilidad de que lo destruya.

—¡Pero esa es la cuestión! Cuando quieres a alguien, confías en que no te hará daño.

—He visto lo que ocurre cuando la mirada puede hacerte olvidar la razón y permitirte confiar tu corazón a otra persona, —dijo Daphne sombríamente—. No estabas allí cuando Pansy y Draco rompieron.

Hermione respiró hondo.

Al ver que había captado la atención de su amiga, Daphne explicó.

—Pans y Draco eran jóvenes, claro... pero también eran poderosos como pareja. Realmente se preocupaban el uno por el otro, a su manera. Pansy lo adulaba, prácticamente se dejaba la piel solo para complacerlo... y Draco la mimaba a cambio, la tomaba en confianza. —Daphne puso cara de asco—: Se regodeaba constantemente de haber sido ella quien lo atrapó. Por eso nunca entenderé por qué lo engañó.

Fuera lo que fuese lo que Hermione había estado esperando, desde luego no era eso.

—¿Qué?

Asintiendo, la ex Slytherin continuó.

Casi destruyó a Draco cuando se enteró. Estoy segura de que esperaba casarse con ella cuando se graduaran, y lo habría hecho si ella no se hubiera acostado con Tristram Bassenthwaite. Draco la abandonó y se negó a volver con ella, después juró no salir con nadie durante los dos años siguientes. Desde entonces, Pansy se ha acostado con casi todos los de Slytherin, lo que no ha hecho más que empeorar las cosas. Ahora apenas soporta mirarla.

Hermione frunció el ceño. Había una parte de la historia que no le cuadraba.

—Pero si es así, ¿por qué la ayuda?

—¿Qué quieres decir?

La historia de haber encontrado a Pansy intoxicada en las cuevas junto a las mazmorras salió de los labios de Hermione en una gran ráfaga. Daphne escuchó pacientemente, con las cejas contraídas mientras su amiga explicaba la historia sin aliento.

Cuando hubo terminado, Daphne explicó con tristeza.

—Así es Draco. Siempre ha sido un protector, aunque me mataría si alguna vez me oyera describirlo así. Estoy segura de que consideraba que lo que hacía era decencia común.

—Pero dado lo que me acabas de decir, es casi como si aún se preocupara por ella.

—Definitivamente no, —protestó ella—. Odia a Pansy... y seguirá despreciándola porque nunca podrá respetarla. Cuando se enteró de lo de Tristram, Draco ni siquiera se molestó en batirse en duelo con él porque consideraba que Pansy ya no merecía la pena. A pesar de eso, si ella no hubiera seguido tirándose a cualquiera después de su pelea, estoy convencida de que Draco podría haber sido persuadido para volver con ella... eventualmente... aunque nunca habría sido lo mismo entre ellos. A sus ojos, ella no solo se profanó a sí misma, sino también todo lo que tenían. Completamente.

—¿Cómo es eso?

—La mayoría de los sangre pura se atienen a las costumbres tradicionales y se les enseña a guardar su virtud para el matrimonio. Así es en mi familia y en la de Pansy. Estoy segura de que la familia de Draco no es diferente. En parte es una cuestión de honor, pero sobre todo de patrimonio. Por ejemplo, si recibes una esposa virtuosa, también recibes el prestigio de un linaje honorable... o algo así. Pansy rompió el acuerdo tácito, y no solo una vez, sino muchas, muchas veces. Tiene un historial enorme. Él podría haberla perdonado esa vez, pero ahora todos saben de sus apetitos.

Parecía como si un nuevo ángulo de perspectiva hubiera encendido una luz en el cerebro de Hermione: A Draco no le seguía importando Pansy Parkinson, simplemente estaba siendo la mejor persona. Eso significaba que ella, Hermione, había sido la equivocada, celosa de su pasado desconocido.

Pero ahora que lo sabía...

Pobre Draco, decidió con tristeza. Una combinación de vergüenza y arrepentimiento por la forma en que lo había tratado el jueves y por lo que había pensado de él desde entonces, se coló en su corazón. Ahora, más que nunca, deseaba reconciliarse con él.

Hermione se tomó unos instantes para darle vueltas en la cabeza a todo lo que acababa de aprender. Mirando miserablemente por la grandiosa ventana de su dormitorio, Daphne volvió a alisar una arruga inexistente en la parte delantera de la camisa de su uniforme. Poco después, la conciencia de Hermione regresó al presente y se quedó impresionada por la miserable actitud de su amiga.

—Vamos, —dijo, agarrando a Daphne de la mano y arrastrándola hacia la salida.

—¿A dónde vamos?, —quiso saber la otra chica. Todavía tenía la cara algo pálida y sudorosa por la purga.

—A las cocinas. Vamos a conseguirte algo de comer.

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Nota de la autora:

¡Uf, este es uno de los capítulos más largos hasta ahora! Gracias por aguantarme mientras nos refrescamos un poco. Han pasado muchas cosas... También quiero hacer una nota rápida: sí, soy consciente de que Hermione no trató necesariamente la bulimia de Daphne de la mejor manera. Si alguien que conoces sufre de esto, es importante apoyarlo y ayudarlo a buscar ayuda al respecto. Pero para los propósitos de esta historia, Hermione tiene diecinueve años y no posee delicadeza en todo lo que hace, así que tendrás que tener paciencia con ella. También comete errores.

En otro orden de cosas, también quiero dar las gracias a todos los que me han dejado un comentario. Leerlos es muy satisfactorio y me dan vértigo, como llegar corriendo a una de esas escaleras correderas de las estanterías.

También hay un pequeño homenaje a una de mis series favoritas, Reign, hacia la mitad del capítulo. Sé que mucha gente odia esa serie, pero nyah nyah nyah.

Por último, muchas gracias a mi beta, iwasbotwp, por ser un ser humano fantástico y una camarada excelente.