Japón fue sinónimo de mediocres. La mentalidad era mediocre, su sociedad era mediocre, las personas eran mediocres. No hubo vida, no hubo explosividad, solo un montón de personas adheridas a un sistema impoluto y perfecto. Itoshi Sae se convenció de eso tan pronto como identificó el error que lo llevó a estar en el banco de suplentes del Royale. No le importó si Japón fue potencia en otros campos o deportes, en lo que respecta a futbol solo eran un montón de mediocres que no llegarían lejos.
Lo único que Sae esperó fue renovar su pasaporte, volver a entrenar con el equipo juvenil y esperar hasta cumplir los 18 para debutar en la liga española. Luego, después de afianzar su estancia en el Royale realizar el trámite para adquirir la nacionalidad y poder jugar con un equipo que tal vez valiese su tiempo. Un plan sencillo, sin fisuras, su talento era algo que cualquier país del mundo codiciaría, un talento suficiente para posicionarlo como una de las 11 promesas más emocionantes del mundo: el New Gen Team. No fue un logro, solo algo natural.
Aun así, eso no fue impedimento para dar luz al ojo periodístico, una entrevista no hizo daño a nadie, y pese a no desagradarle el entrevistador, sus preguntas e interacciones fueron tan aburridas que su interés estuvo más enfocado en el semáforo cambiante o la pareja de novios con flores en las manos, incluso el pequeño niño que pateaba un balón en contra de la voluntad de su desgastada madre.
- Puede ser un poco repentino, pero… hasta ahora te has hecho de un renombre en las categorías inferiores y no falta mucho para que el Royale te haga un hombre de su plantilla. Sin embargo, regresaste a Japón antes de terminar de acordar tu contrato profesional, lo que lleva a preguntarte: ¿tendremos la oportunidad de verte jugar en la J-league?
La atención de Sae de inmediato se enfocó en el entrevistador, ofendido por la mera implicación de la pregunta.
- Prefiero morir, para ser honesto. En lugar de jugar futbol para este país, es mejor invertirlo en jugar en universidades alemanas – respondió con desdén, con mayor atención en la pequeña mugre de sus uñas que en sus palabras.
- Itoshi, como mediocampista, eres codiciado por múltiples clubs y no hay dudas de tu inminente triunfo en la élite. Sin embargo, siempre has sido renuente de unirte a la selección japonesa, ¿no tienes alguna aspiración de volverte la estrella de la selección y representar Japón? – el entrevistador trató de ir por otra ruta a sus preguntas, pero Sae no fue estúpido, solo no le importó la molestia y el sudor agotador que corrió por la cara del tipo tampoco dejó una gran impresión de sus habilidades de interrogación.
- Ninguna, nunca me volvería el mejor jugador de mundo si juego en un país tan débil como este – Sae declaró, y el poco interés que tuvo en su entrevista murió con esa pregunta -. Si bajo mi nivel de esa manera, nunca podría alcanzar mi sueño de ganar la Champions League.
Caminando hasta la puerta, Sae pausó un momento a pensar un momento. Consideró oportuno no dejar al hombre con una primicia, además que dejar en claro sus intenciones.
- No hay un delantero en este país que sea digno de recibir mis pases. Desafortunadamente, nací en el país incorrecto.
- Ah… - el entrevistador no supo que decir, pero Sae no esperó a escuchar una respuesta antes de abrir la puerta -, gracias por su precioso tiempo.
- Gracias por el tuyo – respondió Sae, la mayor cordialidad que recibió el entrevistador a lo largo de la sesión -, mi mánager se encargará del resto.
Casi como acto de invocación, su mánager se acercó hasta Sae tan pronto como atravesó el dintel; un sujeto escuálido, casi ñoño, y de una actitud nerviosa y algo irritante. Aun así, fue el único que cumplió con los estándares de Sae de todas las recomendaciones que recibió en los últimos años, fue competente al menos.
- Señor Itoshi, no puedes hacer eso, ¡La prensa te comerá vivo!
- Que la prensa diga lo que quiera, mi único objetivo siempre ha sido renovar mi pasaporte – descartó Sae, aunque no hizo nada para calmar las inseguridades de su mánager.
- Es cierto, pero…
Antes de poder decir una palabra, tanto Sae como su mánager se detuvieron ante un tumulto de voces. Era una conferencia de prensa, algo rutinario y que Sae vivió en innumerables ocasiones. No obstante, por alguna razón, esta conferencia en especial le llamó la atención. Acercándose un poco más hacia la entrada, Sae escuchó un poco del tema en el interior de la sala.
-…por lo tanto, hemos reunido a los 300 delanteros más excepcionales de las ligas juveniles de Japón para crear un delantero capaz de llevar al país a ganar una copa del mundo. Este proyecto es llamado Blue Lock.
El nombre chirrió en su mente, algo que Sae escuchó con anterioridad, pero no supo ubicar el qué o el cómo, lo que fue una anomalía en él.
- Nuestra emisora concuerda de que es una idea revolucionaria. Sin embargo, ¿vale la pena que los chicos sacrifiquen su vida actual por participar en un proyecto casi forzado?
- Incluso si el proyecto florece y da a luz un delantero que cumpla con sus estándares, ¿eso cómo garantiza que Japón ganará la copa del mundo?
- ¿Están dispuestos a sacrificar la carrera de 299 jugadores por el bien de uno solo? ¿¡Acaso no hubo padres que se opusieran a esta idea!?
La lluvia de inquietudes y dudas inundó la sala, una cacofonía típica que buscaba el abrumar a los involucrados y tener el argumento de transformar la realidad a la visión de conveniencia de la prensa. De todas formas, esos reporteros miopes no realizaron las preguntas correctas, hasta el mínimo conocedor de futbol podría responder cada una de esas con una facilidad arrolladora.
La pregunta correcta siempre fue cuál era la visión del delantero perfecto.
- ¡Suficiente! – sin previo aviso, la chica de cabello marrón sentada al lado del presidente de la JFA (Japan Football Association) saltó para callar a los devoradores de dudas que quedaron tan impactados como todos, incluso Sae admitió que fue algo inesperado.
- ¿Señorita Anri?
- ¿No quieren verlo? – continuó la chica, aparentemente llamada Anri por la pregunta dubitativa del presidente -, ¡El futbol japonés creando a su propio "héroe"!
- Por casi 25 años, el futbol japonés ha evolucionado a pasos agigantados en el marco global. Fue nuestras aspiraciones que anhelamos como país lo que nos llevó a fundar la J-League en 1992, a clasificarnos a nuestro primer mundial en el 97, ¡A alcanzar los octavos en 2002 y 2010, y arrinconar a Bélgica en 2018!
- Hemos estado tan cerca, pero siempre es doloroso ver a nuestra selección caer cuando están a punto de dar el último paso. Somos una fuerza que se debe tomar en cuenta, ¡Nuestros rivales se percatan cada vez más de nuestra presencia! Si queremos conseguir esa última pieza que nos falta para consagrarnos como un equipo mundial, el estado del futbol japonés debe cambiar.
Los periodistas quedaron consternados ante cada palabra expresada por Anri. Sae le tuvo que dar crédito a la chica, tenía un extraño carisma que no supo definir si fue una pasión revocada a la locura o una ensoñación que intentaba propagar un mensaje. Sea cual sea la razón, la atención de todos fue enfocada en ella y solo en ella en ese momento.
- Nuestros predecesores tenían el mismo hambre de ganar la copa, querían llegar tan alto como las grandes potencias del mundo, ¿¡Cuándo nos alejamos de cumplir nuestras metas!? Por esto… - con una mano en el pecho, fiel reflejo de la intensa llama que ardió en la chica quien concluyó su discurso -, ¡Declaro que es momento que el futbol japonés sea revivido! Porque el futuro de esta nación no estará en los adultos que han perdido la ilusión, ¡Sino en los pies de la estrella naciente de esos 300 estudiantes de secundaria!
Las fotógrafos apretaron el gatillo de sus cámaras a alta velocidad, la cabeza de los periodistas se llenaron de preguntas genuinas y Sae solo miró fascinado el desarrollo de los acontecimientos.
- Cuando pensamos en la copa del mundo, ¿acaso tenemos el coraje de creer en ese sueño? ¡Porque esos jóvenes delanteros que ahora compiten en Blue Lock lo están!
La calma volvió a reinar en la habitación, el discurso de la chica terminó con un pequeño jadeo de emoción. La reacción de todos fue inaudita, incapaces de responder ante un escenario como ese. No fue para menos, esas palabras no nacieron de una teoría vacía y sin fundamentos, fue casi como si la chica frente a él compartiese la misma visión de él con respecto al futbol actual.
- Señor Itoshi, debemos irnos, no hay mucho tiempo para el vuelo a España…
- Cancélalo – declaró Sae, una clara confusión en su mánager afloró en su expresión.
Fue un cambio de juego absoluto. No obstante, su suerte siempre fue algo que bendijo y afloró en los mejores momentos. Que encontrase esa charla, en ese momento, en esas circunstancias, con esos pensamientos y con ese enfoque no fue sencilla casualidad. En cierto modo, Sae sintió que la diosa de la suerte bendijo su situación y ni siquiera lo estuvo buscando. Por primera vez en toda su vida, Sae depositó una mínima cantidad de fe en la federación japonesa.
- Juzgaré con mis propios ojos al delantero que revolucionará Japón.
Aunque no obtuvo su respuesta ese día, Sae estuvo convencido de algo: quien quiera que saliera de Blue Lock como victorioso sería digno de recibir sus pases.
XXX
Isagi apenas contuvo su intranquilidad al caminar por el pasillo hacia la cancha de juego, el momento de la verdad, el verdadero inicio del juego llamado Blue Lock. Repentino fue quedarse corto, tan pronto como los rangos fueron anunciados, el extraño reloj dio ruedo a la cuenta regresiva de un partido.
La primera selección fue sencilla de entender: los cinco equipos del estrato competirán en un todos contra todos en una pequeña liguilla, solo los dos primeros equipos pasarán a la siguiente ronda con todos sus miembros. No obstante, los tres equipos eliminados tienen una oportunidad de salvarse: el goleador de cada equipo se salvará y avanzará a la siguiente ronda. También se premió el juego limpio para casos de desempate.
Apenas fueron dos horas y media de preparación antes de lanzarse al campo y, como obra y gracia de un santo, fue Isagi la ganadora de un piedra, papel y tijera que determinaría el delantero del equipo. No, el fruto de su nerviosismo no fue el ser elegida delantera, eso fue una extraña satisfacción de poder demostrar lo que ella pudo hacer, sino el "futbol desde 0" que Ego mencionó. El entrenador no dejó en claro lo que era, o cómo funcionaba, solo que era el origen del futbol, el juego que nació para premiar a todos los delanteros que buscaron su gol entre sus compañeros y rivales.
- ¿Debe ser un chiste? ¿De verdad vamos a jugar con el peor rankeado de nuestro equipo como delantero? – la quejumbrosa pregunta de Igaguri sacó de sus pensamientos a Isagi.
- No te quejes, Igaguri. Lo decidimos porque nadie quería rendirse a ser delantero, ¿recuerdas? – defendió Kunigami que, bendita sea su alma, esa nobleza fue algo bastante apreciado en esos momentos.
Los vítores y los clásicos ánimos para iniciar el juego dieron ruedo para volver al presente: el césped de una cancha de grama natural perfectamente cortado que abarcó un poco más de la envergadura de una cancha profesional. Isagi pateó un par de veces con sus botines el suelo, y sin lujos de exagerar, fue una de las canchas de mayor calidad que tuvo el placer de tocar. Definitivamente Blue Lock fue un proyecto serio, y eso solo dio aún más resolución a su voluntad de convertirse en la mejor delantero del mundo.
Pronto, las puertas del lado opuesto de la cancha se abrieron. El equipo rival llegó, ninguno bastante impactante a decir verdad… con excepción de él. Casi instintivo, la atención de Isagi se concentró en el adolescente del medio. No, no fue su peinado de punta que casi desafía la gravedad gracias al el leve toque de gel que lo levantó unos centímetros ni el poderoso cuerpo que imponía con tan solo verlo: fueron los ojos, hambrientos de una sed de gol insaciable, una megalomanía que hizo temblar a Isagi hasta la médula.
- ¿Estás nerviosa? – un pequeño susurró llegó a la oreja de Isagi, lo que asustó un poco a Isagi que saltó hacia atrás para ver a un interesado Bachira -. No deberías, estás en tu elemento, es la mejor forma de divertirte, ¡Si no te diviertes no podrás ganar!
Isagi miró a Bachira unos segundos antes de asentir. Él tuvo razón, los nervios no tuvieron lugar en Blue Lock, fue la fortuna que tuviese la oportunidad de jugar como delantera lo que en verdad importó. Con un simple pase de Bachira, el encuentro entre el equipo X y el equipo Z dio inicio.
La mente de Isagi sucumbió a innumerables ideas para plasmar en el campo, debía demostrar que no era la peor calificada del juego. Sin embargo, desde el principio algo pareció estar fuera de lugar; los rivales se abalanzaron sobre el balón como depredadores, un montón de rivales la azotaron sin piedad. Cambio de planes, avanzar sería una terrible idea, Isagi detuvo el balón y ubicó el pase para Bachira.
No obstante, nunca imaginó lo que pasaría después.
Apenas fue por el rabillo de su ojo, un acto reflejo que evitó el corpulento cuerpo de Raichi. Sí, su propio compañero de equipo también arremetió contra ella. Por fortuna, Isagi pudo dar el pase a Bachira antes de perder el balón.
- Raichi, ¿¡Qué demonios!?
- ¡Woah! – la sorpresa del grito de Bachira llamó la atención de Isagi al ver como Naruhaya, otro de sus compañeros, ganó la espalda de un despistado Bachira y robo el balón antes de que pudiese ser interceptado por él.
- ¡Lo siento, pero el que anote más goles es el que sobrevive! – gritó Naruhaya antes de lanzarse contra el arco rival.
No avanzó mucho antes de ser superado por el físico de Kunigami que le robó el balón con suma facilidad.
- ¿Es así como van a ser las cosas? Entonces deben enfrentarme antes para poder anotar su gol.
- ¡Vaya Kunigami! ¡Y yo que creía que eras un santurrón! ¡Supongo que las grandes mentes piensan igual! – exclamó Raichi, corriendo hasta la ubicación del adolescente de cabello naranja para obtener el balón.
No solo Raichi, Isagi observó a Igarashi o Kuon avanzar a una posición más adelantada de lo que sus posiciones respectaban. Como consecuencia predecible de las peleas internas del equipo Z, uno de los miembros del equipo rival aprovechó la concentración de Kunigami de los movimientos erráticos de Naruhaya para robar el esférico.
- Siento interrumpir, pero tomaré esto ¡Gracias!
De nuevo, la sorpresa solo creció cuando acto seguido otro de los compañeros del sujeto que acabó de robar el balón arrebató la bola para dominarla y seguir adelante por su gol.
- ¿¡Acaso no prestas atención!? ¡La persona que anotará un gol seré yo!
Isagi no supo qué ocurría, con cada segundo que pasó el caos pareció apoderar el campo. Eso no era futbol, era un montón de monos intentando conseguir su juguete favorito, un desorden de patadas para conseguir un esférico que apenas si lograron observar. Aun así, eso fue justo lo que necesitó para resolver su duda primordial: futbol 0.
Las reglas de Blue Lock impulsaron el pensamiento irracional, la mentalidad de "si meto más goles, yo seré quien me salve" primó sobre la táctica y el juego colectivo. Todos deseaban marcar, todos querían superar a sus rivales por sus propios méritos, todos anhelaban posicionarse en una situación de poder sobre todos, incluso a expensas de sus propios compañeros. Fue como un juego de niños de primaria, sin orden, solo una lluvia de golpes hasta que alguno resultase ganador del enfrentamiento.
E incluso en medio del caos, una oscura luz relució entre todos. Isagi empezó a correr, casi sin saber por qué lo hizo, pero entendió que debía hacerlo. Una poderosa fuerza emergió entre la pila de cuerpos que ella debía detener. Su suposición no fue inexacta; como un tren de carga, el adolescente de pelo de punta atravesó sobre todos, hasta Kunigami voló por la potencia del sprint de la bestia salvaje que ahora portaba el balón.
Isagi estuvo en la posición correcta, en el momento correcto, pudo enfrentar al delantero en un 1 vs 1 y por lo menos evitar el retroceso, pero la piel erizada con tan solo la mirada asesina del chico causó una reacción en cadena en su sistema y comprendió en un instante la realidad del asunto: no hubo forma en que ella pudiese superar a ese monstruo en esa condición.
- Quítate de mi vista, plebeyo, o acabaré contigo.
Las palabras causaron la reacción de Isagi. De nuevo, su cuerpo empezó a correr, pero no para interceptar al adolescente, sino para correr junto a él. La diferencia de físico fue casi graciosa al ver como en solo un par de segundos el adolescente estuvo a punto de alcanzar a Isagi y cargar con su endemoniado sprint a la portería.
Isagi tuvo que hacer algo, fue peligroso el acercamiento del sujeto. Con imprudencia, pensó que pudo observar el juego de pies del delantero lo suficiente para interceptar la bola. Casi vitoreó en su mente al sentir el tacto de la bola, pero esa alegría fue borrada en un segundo. Como si su pierna no fuese nada, por pura fuerza bruta, el balón permaneció pegado a los botines del adolescente mientras que su pierna fue descartada como si nada. La barredora hizo que el impacto no fuese demasiado, pero el dolor causado por el golpe siguió presente.
- ¡Lo siento, Kuon! ¡Viene hacia ti! – Isagi solo pudo gritar impotente desde el suelo mientras observó al delantero cruzar el campo en un baile mortal, un drible exquisito que pasó por las piernas de Kuon e Imamura.
No solo atravesó el muro de jugadores con su físico, sino que la barrida de Isagi no significó nada, más aparte tiene la calidad técnica de drible para realizar caños a sus rivales. ¿Esa era la altura a la que estuvieron los jugadores por encima de ellos?, ¿tan grandes y habilidosos? El toque final fue el poderoso tiro colocado que cruzó hasta la red con un Iemon sin saber qué fue lo que ocurrió.
- Recuerden esto amateurs: basura corriente como ustedes no son mejores que la pelota que pateo. El balón no es mi amigo ni ninguna de esas tonterías, ambos están aquí solo para hacerme brillar. Después de todo, en este campo, yo soy el auténtico Rey.
- ¡Buena esa, bro!
- Bien hecho, rey Barou.
La celebración del equipo X se concentró en el espectacular gol del adolescente. El autoproclamado rey regresó en un silencio victorioso hasta el otro lado del campo. Por el contrario, los reclamos no tardaron en llegar por el lado del equipo Z.
- Oye, Iemon, eres portero, ¿¡Por qué no haces tu trabajo!?
- ¿Cómo pretendes que tape eso siendo mi primera vez, Igaguri?
- Solo estamos un punto por debajo, ¡Si nos apuramos podremos empatar el partido!
- ¡Es cierto! – intervino Isagi a los ánimos de Kuon -, si mantenemos nuestras posiciones y hacemos buenos pases, podríamos…
- Corta esa mierda – Raichi fulminó a Isagi por la sola implicación de sus palabras -. ¿No serás tú el que anote si nos ceñimos a ese plan, señor delantero? ¡Pequeños debiluchos como tú mejor se quedan en la defensa y nos dan las pelotas como buenos chicos!
Fue inútil, las palabras de Raichi se esparcieron en un humo de ceguera colectiva al objetivo. De nada sirvió pedir ser delantero si todo fue un desgobierno en claras labores. Incluso llegando a la conclusión que llegó, Isagi comprendió que nada de eso serviría en ese punto, porque todos deseaban ser el delantero y nadie pensaba con mente fría en beneficio grupal, solo en su propio egoísmo.
En lugar de intentar unir al equipo, Isagi prefirió enfocarse en el único que podría seguir sus jugadas: Bachira. De nuevo en posición, Isagi preparó el balón, solo requirió una mirada a Bachira para entender sus intenciones y otra mirada para entender la correspondencia del mensaje. Fue extraño, nunca imaginó que tuviese una buena compenetración con Bachira e Isagi se arrepintió un poco que no pudiese practicar un poco más con el chico abejorro para mejorar la aparente buena química que desarrolló.
Con una pequeña negación, Isagi se preparó para el inicio del juego. La mejor forma de desarrollar su futbol fue el ejecutarlo en un entorno que lo llevara al límite. 2 vs 20, eso fue interesante en cuanto menos.
Sin embargo, antes de que pudiese sacar el balón, Isagi detuvo su intento de pase, un instinto gritó que no comenzara el juego aún. Pronto comprendió por qué y, si fue honesta, Isagi deseaba darle un puñetazo al idiota de Igaguri que voló para intentar interceptar el pase de Isagi a Bachira. La sonrisa del monje pronto se trastornó en una mueca desagradable atribuida a la incredulidad de la finta de Isagi
- ¿En serio? – preguntó Isagi retóricamente.
- ¡Eres un idiota, Igaguri! – gritó Naruhaya desde su posición atrasada.
- ¡Cállense! ¡El ganar o perder da igual, solo importan los goles!
- Igaguri… - una peligrosa aura rodeó a Isagi, los últimos días con Igarashi en verdad fueron pruebas de su paciencia, y su actitud, junto a Raichi, fue la peor de todo el equipo Z. Incluso si no pudo convencer al equipo de trabajar juntos, al menos podría evitar que estorbasen más de la cuenta -. Vuelve a tu posición, y no vuelvas a interferir el resto del partido, ¿comprendes?
- S-Sí, señor.
Con un miedo abrumador, Igarashi volvió a su posición para ser recibido por las burlas de Raichi e Imamura, lo que fue una buena oportunidad de empezar la jugada.
- ¡Bachira!, saquemos en corto.
- ¡Claro! – el chico obedeció, ambos en el centro para iniciar la jugada.
- Bachira, pregunta rápida – anunció Isagi, poco antes de que Bachira llegara al área para la patada inicial. De inmediato, Bachira sonrió por la pícara sonrisa en el rostro de Isagi -, ¿cuántos defensores puedes pasar?
- ¿Cuántos necesitas?
XXX
Decir que estuvo decepcionado fue quedarse corto, tanto sus compañeros como rivales probaron ser más que simples moscas que podían ser aplastadas con regates absurdos y tiros sencillos. Barou deseó encontrar un reto, una flama que brillara con tanta intensidad solo para destruirla y dejar en claro su dominancia. Sin embargo, encontró la misma fórmula de siempre: lacayos sumisos que se guiaron bajo sus deseos y rivales impotentes que no soportaron sus cargas. Aun así, fue lógico, se enfrentó a lo peor de lo peor, lo raro hubiese sido que no pudiese superarlos.
El pitido inicial reanudó el partido. No se molestó en conseguir el balón, fue evidente que sus plebeyos conseguirían el esférico y lo buscarían para anotar otro gol, y robarlo fue sencillo, ninguno de ese equipo de farsantes pudo coordinar si quiera la defensa, solo uno que otro que intentó evitar su avance.
No obstante, algo fue diferente. Sí, el equipo Z continuó en su caos colectivo y su marcaje fue terrible por el avance descarado en búsqueda del balón; el problema surge al momento de no tener la pelota bajo sus pies. Con un pequeño retroceso, entendió por qué: Solo bastó que dos jugadores penetraran por el área rival para confundir al naciente equipo X.
El chico de mechones amarillos obtuvo el balón y, si no fue obvio por su cuerpo aerodinámico y su regate vistoso y explosivo logró evitar la marca de su acompañante como si fuese una salida al parque. El mediocampo subió para interceptar el balón, dos jugadores trataron de obtener el esférico. Grave error, su compañero en un posicionamiento perfecto, algo adelantado por la espalda del mediocampista que subió demás, recibió un pase preciso entre las piernas de uno de los defensores.
El control y la calma detrás del movimiento del pequeño niño de cabello negro fue extraño, sus movimientos fueron sencillos y prácticos, alejados de lo espectacular y solo intentando encontrar el mejor lugar para realizar el pase a la verdadera amenaza mientras evitó con gracia a su marca. Con un pase algo adelantado, el chico de mechones amarillo controló la pelota con un tacón que mandó a volar la bola y realizar un sombrero al que fungió como lateral en su equipo.
Barou se enervó por lo que vio, su equipo era un completo desastre en defensa, incluso los conceptos básicos del marcaje y las coberturas les fueron indiferentes. No hubo excusas, la incompetencia para no arrebatar la bola a esos pequeños mosquitos fue insufrible. Lo peor no fue su equipo, fue ese chico de regate que brilló más que él.
- No te creas demasiado, campesino – con una velocidad explosiva, Barou se lanzó contra la banda del chico de mechones amarillo, pasando por alto los miembros de ambos equipos con su carga meteórica.
La resolución del chico pareció motivar a su equipo, miembros del equipo Z avanzaron para aprovechar la chance otorgada por el regateador mientras los demás se replegaron en una organización improvisada. Al pasar al último defensa, el chico entró al palo derecho del arco para realizar un tiro cruzado.
Incluso un ciego podría ver la intención del chico, Barou tomó la ruta más corta para interceptar el tiro contrario. El chico de mechones amarillos no fue estúpido, supo que la cercanía entre Barou y la trayectoria fue tal que un tiro solo terminaría siendo contraproducente. En su lugar, el chico pisó el esférico y se abrió por la banda.
En el centro, la posición del chico de cabello naranja musculoso y el rubio de dientes de tiburón fue perfecta para recibir un pase en el área y causar un daño masivo, Barou supo que sus compañeros serían tan inútiles que no podrían detener sus disparos incluso si sus vidas dependieran de eso. En su lugar, decidió aplastar la fuente
- ¿De verdad piensas que puedes destacar más que yo? – Barou avanzó hasta la posición del chico, perdiendo cualquier oportunidad de disparo ante un ángulo casi imposible.
El centro fue su única opción, sus otros compañeros se relegaron por conservación en un puesto más atrasado, solo hubo un camino en que pudo concretar el centro para causar daño. El predecible gesto corporal de un pase medido floreció de los pies del chico, Barou no dudó en cargar contra él, la presión suficiente para errar la oportunidad de gol. Un contraataque, el desequilibrio aún se mantuvo y marcar un gol sería pan comido.
- Caíste.
Un pase sin ver. Barou abrió los ojos en furia al comprender lo sucedido: se la jugaron, nunca buscó el centro. En su lugar, de forma irrisoria, incomprensible, un desmarcado compañero interceptó el esférico con el empeine de su pierna derecha, el mismo chico que apoyó en lo mínimo al chico que era protagonista. Tan escuálido, tan pequeño, tan insignificante, pero un poderoso golpeo de volea terminó adentro de la red, un disparo que puso paridad a un encuentro que consideró ganado.
- ¿Qué carajos? – ese chico no estuvo ahí, era como un espectro que aparece y desaparece de su vista.
El grito eufórico de alegría por el gol fue un golpe para su orgullo. ¿Cómo se atrevían a celebrar esa mierda de gol?, ¿cómo se atrevían de tener la osadía de intentar opacarlo en el campo de juego? Inadmisible, el hambre de un furioso león hirvió al ver que tocaron una fibra sensible.
- ¿Tan rápido nos empataron?
- ¡No! Eso es muy malo.
- ¿Qué deberíamos hacer?
- Cállense – con la firmeza de un general, las dudas del equipo X quedaron en el olvido tan pronto como Barou dio un paso al frente -. Si lo único que van a ser es lamentarse, abandonen este campo.
- ¿Qué estás diciendo…?
- Dije, que si van a ser algo, lo mejor que pueden haces es actuar como postes de luz – la furiosa mirada de Barou fue suficiente para no llevar a réplica alguna, todos absortos en sus órdenes como si fuese un dictador -. Ese gol de mierda no significa nada. Denme el balón, es todo lo que necesitan saber.
A pesar de la incomodidad que dejó en su ambiente, ninguno del equipo X tuvo pie para reprender o argumentar contra ese gorila. Con desgana, esperaron a que el equipo Z celebrara su gol para el contraataque.
- Daido, juega de central junto a Sanga. Ezaki y yo podremos encargarnos del mediocampo.
- ¿Qué hay de mi?
- Eres rápido, podrías ir a la banda.
Nacido de la influencia de un delantero estrella, los jugadores tomaron roles convenientes a partir de sus habilidades. Pequeñas nociones se volvieron en complejos sistemas y en cuestión de minutos todos tuvieron un rol en el campo. Cada sector pareció equilibrar mejor sus acciones, recordando algún que otro consejo de sus entrenadores a otros compañeros suyos para mejorar su forma de jugar en una posición desconocida.
Aunque fuese sencillo, a alguien le dejó una gran marca.
XXX
Decir que lo esperó sería una mentira. Isagi visualizó una jugada en su mente, inyectó sus pensamientos para llevar a Bachira a sacar una conclusión similar, incluso sus intenciones de marcar fueron genuinas. Sin embargo, con todas las condiciones puestas, no esperó que todo resultara tan… bien, inquietantemente bien. Pronto descubrió la razón.
Porque entre vítores de Bachira que halagó su jugada y quejas de algunos de sus compañeros de equipo que se mantuvieron en una posición más ventajosa que la que estuvo Isagi, la chica observó un detalle. El equipo X no sucumbió. Por el contrario, el diálogo primó sobre peleas de culpabilidad. En cierto modo, el anotar tan rápido el empate fue beneficioso en el sentido de que los jugadores apenas podían imaginar su posición en el campo. Ahora fue diferente.
Ya no fue solo una obligación por estar. Uno a uno, los jugadores del equipo X tomaron sus roles, como una obra de teatro que montó el set perfecto para una actuación ejemplar. Las maquinaciones de la propia tranquilidad dejaron un vacío en la boca y la satisfacción de su gol pasó a un segundo plano.
De alguna forma sintió que este gol solo fue el principio de la ruina.
No se equivocó, porque a continuación comenzó la masacre. Barou inició de centro a uno de sus compañeros. A pesar de que Kunigami logró burlar al jugador y recuperar la bola, el pésimo posicionamiento de sus compañeros y, sobre todo, su ansia de robar de nuevo su bola causó que la pérdida del esférico fuese cuestión de segundos.
Por el contrario, el equipo X tuvo clara sus ideas. Su sincronización pudo no ser idónea para ningún equipo, pero esa mínima instancia de orden fue suficiente para burlar a sus compañeros con facilidad. Y como guinda del pastel, un suave pase hacia Barou fue suficiente para romper el marcador. 2 a 1.
- ¡¿Qué mierda estás haciendo enano?! ¡La marca del 5 era tuya! – gritó Raichi, iracundo al perder su ventaja tan rápido como la habían recuperado.
- ¿Mi culpa? ¿Quién fue el que dejó solo a Barou? ¡Eh! – replicó Igarashi, indignado.
- Maldito mocoso, ¡Ahora verás! – Raichi estuvo a punto de arremeter contra el monje, pero con ayuda de Imamura y Kuon no pasó a mayores.
Pero eso fue grave. No, peor que grave. Antes fue un desorden, pero ahora solo fue un intento de equipo contra uno ya establecido. Isagi evaluó sus opciones, dirigir la palabra solo conllevaría a más reclamos. La única opción fue mantenerse junto a Bachira. Ella sabía que podía contar con él, pero incluso él empezó a sentir fatiga por el estrés prolongado que causaría driblar una y otra vez a jugadores mientras es presionado.
No fue lo mismo. Con cada minuto pasado, el equipo X se fortaleció y creció. Los regates de Bachira lo llevaron a puntos muertos y no importó mucho si Isagi intentaba apoyarlo; con tan solo una marca leve ella caería como una hoja al suelo una y otra y otra vez.
Su fórmula dejó de funcionar, su equipo (si es que alguna vez pudo llamarse uno) tomaron sus propios bandos e intereses y nada terminó en nada. Uno tras otro, los tantos llegaron para fusilar el arco custodiado por Iemon. 3, 4, 5, 6, hasta 7 goles a lo largo de 85 minutos que dejaron el gol de Isagi como una mera anécdota de mal gusto.
Ahora, la cuestión. ¿Cuál fue la diferencia? Isagi no tardó mucho en deducir que fue el primero gol y dominancia de Barou lo que causó que el equipo X se organizara. Lo que fue un caos anárquico empezó a ser una estructura sólida. En cambio, el equipo Z sufrió un efecto adverso gracias a su gol. Su gol no unió al equipo, por el contrario los dividió. ¿En qué falló?, ¿cuál fue ese fundamento en que todos los jugadores fueron sometidos? ¿Qué causó que Barou se volviese un pilar e Isagi solo alguien más del montón?
Como un rayo, Isagi comprendió la diferencia: ego. La necesidad primordial de todos los jugadores es el pasar a la siguiente ronda, siempre fue el objetivo. Sin embargo, fueron sometidos a un dilema del prisionero en el que confiar en el otro se volvería imposible. No solo eso, el deseo de ser el protagonista, el héroe que lleve el equipo a la gloria está impregnada en todos ellos, delanteros a lo largo de todo el país. El gol de Barou marcó una pauta, una guía concreta de una persona que dominó los deseos de todos para volverlos suyos. En cambio, el gol de Isagi nació de un acto de rebeldía. No fue una fórmula, no fue muy diferente a los infructuosos intentos de Raichi o Gagamaru de atrapar la bola. Que haya entrado la pelota no importó, solo el efecto que generó.
Tal ingenuidad fue lo que costó el partido. Sí, dolió admitirlo al ver que aún quedó una mínima cantidad de tiempo para hacer algo, pero eso no cambiaría el efecto de sufrir su primera derrota. Cierta parte de Isagi se lamentó el no haber entendido por completo el futbol 0 que se refirió Ego. Con la cabeza baja y una inquietante sensación de insatisfacción, Isagi tomó la pelota entre sus manos, sus compañeros rumiando en sus mentes sus propias penurias al punto que ni siquiera Raichi le dijo nada esta vez.
- Siento que no he hecho más que correr – dijo Bachira, caminando al lado de Isagi -. Aunque no me imagino cómo debes de estar tú, ¿rendida?
Rendida, ¿no? Agotada, ¡Dios sí! Isagi lo único que quería era tumbarse en el suelo y no volverse a parar. Su cuerpo sintió la fatiga acumulada de soportar golpes el doble de fuertes de lo que su pequeño cuerpo debería aguantar. Incluso si estuvo acostumbrada a la intensidad de los hombres, Blue Lock trajo consigo a una calaña de jugadores superiores a la media en todo sentido.
- Solo un poco – sonrió con cansancio.
- Es imposible remontar esto, ¿verdad?
Isagi asintió.
- No lo sé, tal vez deberíamos intentarlo de nuevo – pensó Bachira en voz alta -. Con una diferencia tan abultada, deben estar confiados en que nada más pasará. Sé que es algo desesperado, pero me niego a abandonar el campo sin al menos intentar algo más. Qué dices, ¿te apuntas?
- No tienes que preguntarlo – con fuego en sus ojos, Isagi y Bachira parecieron sincronizar sus ideas para hacer la última jugada.
Ahora ya no sería un acto de rebeldía, ahora era un acto de la creación del fundamento que marcaría los cimientos del nuevo equipo Z.
- No creo que pueda volver a driblarlos a todos, pero puedo dar un pase perfecto. Corre con tu vida Isagi, ponte delante de la portería y demuestra a todos de lo que somos capaces.
- Okey – no era el plan más elaborado, pero en este punto no se necesitaba complejizar el problema sino ir directo a soluciones.
Con todo preparado, Isagi y Bachira dieron una corta serie de pases antes de que Isagi saliese disparada a la portería rival. El ritmo llamó la atención de todos, nadie del equipo Z pudo creer que esos dos continuaran con gran ímpetu, como si en verdad creyeran que el resultado podría revertirse. A pesar de la gracia que causó en los jugadores del equipo X, todos se mantuvieron alertas ante los movimientos de Bachira quien, con gran habilidad y toque exquisito del balón, pudo retener el balón el tiempo suficiente para que Isagi se colocara en una posición favorable.
Las condiciones eran perfectas, los defensores tuvieron una mínima de distancia que, si bien podrían cerrar, Isagi tenía una idea clara de cómo podría anotar su gol. Dejando que el balón rebotase, Isagi estuvo a punto de aplicar su teoría. Sin embargo, la presión ejercida por el rey revolcó cualquier plan.
- ¿Te atreves a intentar marcar otro gol a mis expensas?, ¿no te ha quedado claro que en este campo el único rey soy yo? Inclínate, campesino.
A pesar del inconveniente, la intervención de Barou no debió significar por completo la pérdida de sus planes. En realidad, Isagi esperó el punto perfecto para ejecutar su remate. No obstante, eso se truncó por un pequeño empujón: fue el 7, un chico algo bajo y si gran constitución, incluso costó ver el músculo detrás de ellos, y a pesar de eso estuvo a punto de mandar a volar a Isagi con una carga.
Isagi con las justas pudo retener el balón que iba a ser interceptado por Barou y su compañero. Fue una cuestión de segundos para tomar una decisión que marcaría el ritmo.
- ¡Isagi, detrás de ti!
- ¡Pásala!
Como escoltas influenciados por la jugada, Raichi y Kunigami corrieron a espaldas de una tambaleante Isagi.
- ¿Qué carajos estás haciendo? ¡Dispara de una vez!
- ¡Por aquí!
Las oportunidades fueron abiertas. A pesar de anotar otro gol, la imperiosa necesidad de volver a marcar y ser la que lleve a su equipo al sendero de la victoira estaba tan cerca. Era su gol, su momento, lo que en verdad significaba esta prueba y el último desafío a superar en esta fase. No obstante, las circunstancias ocasionaron que fuese imposible realizar el tiro y, con todo su pésame, tuvo que tomar una decisión.
¿Raichi, Kunigami?, ¿cuál fue la mejor opción? Raichi se encontró en una poisción más favorable mientras que Kunigami tuvo la presión de una marca y estaba al menos cinco metros más lejos de la portería. Ambas opciones tienen sus pros y sus contras, pero ninguna terminaba de encajar en la idea de juego. Con sudor en la frente y ojos dilatados, Isagi pensó una solución rápida antes de que fuese demasiado tarde.
Con los ojos muy abiertos, Isagi notó algo. Con un fuerte golpe de balón, Isagi cayó al suelo por el desequilibrio mientras observó volar la pelota a su objetivo. No fue Kunigami, ni Raichi, sino al silencioso aliado que se ocultó a las espaldas de sus adversarios.
Con un juego de pies sutil e inteligente, Naruhaya se abrió paso para recuperar el esférico y anotar un gol al tener un gran hueco entre palos. El chico gritó a todo pulmón mientras celebrara el gol como si fuese uno de la victoria en lugar de un maquillaje a un resultado indefendible.
- ¡Eres increíble Isagi! ¡Pudiste verme!
Naruhaya estuvo a punto de abrazar a Isagi. Sin embargo, alguien le ganó la partida al ver un iracundo muro acercarse.
- ¡¿Qué demonios, Isagi?! ¡¿Me estás jodiendo?! ¿Por qué se la pasas al imbécil de Naruhaya en lugar de a mí? Incluso Kunigami estaba en mejor posición.
- Y-Yo no tenía la intención de pasar, solo lo hice porque no tuve más opción.
- Eres el rey de los idiotas, ¡Me oíste! ¡Solo alguien tan tonto como tú puede pasarla cuando su objetivo es marcar goles!
- Es suficiente Raichi – con algo de esfuerzo, Kuon separó a Isagi del chico de dientes de tiburón -. Lo importante es que marcamos otro gol.
- ¿Otro tonto? ¡¿Es que no paran?! ¡¿No ves que acabamos de perder por una goleada?! Este gol no significa nada! ¿O acaso quieres que celebre un gol después de estar 7 abajo?
Aunque Kuon trató de argumentar, las palabras quedaron atragantadas en su garganta.
- Y tú – Raichi tomó del cuello de la camisa a Isagi, acercando al pequeño jugador hasta quedar a una altura similar -. ¿Te criaron tonto? ¡Acabas de ver que un equipo de vagos como este jamás ganará! Desperdiciaste tu oportunidad para hacer un pase, ¿y para qué? Es obvio que para ser el mayor anotador debes querer lograrlo y despertar de la fantasía en la que vives. ¡¿Cómo puedes fallar algo tan claro?! ¡¿Para qué demonios estás en Blue Lock si ni siquiera te atreves a replicar otro gol!?
- N-No lo sé… solo pensé… no sé qué pensé.
- Oye, número 11 – con calma, uno de los jugadores del equipo X se acercó a la disputa, nadie más que el propio Barou, con ojos de completo disgusto e indiferencia hacia Isagi -. Un delantero que se ahoga frente a la portería no es un verdadero delantero. No tienes lo necesario para serlo. Careces de talento.
Los ojos de Isagi se abrieron como platos ante sus palabras. Ni siquiera el pitido que marcó el final del partido sirvió de algo. Sin una palabra, Barou abandonó el campo junto a sus alegres compañeros que celebraron con euforia su triunfo. A su vez, Raichi tiró a Isagi al suelo. Ella no quería dejar las cosas así, y de inmediato trató de levantarse, al menos para abandonar el campo con algo de dignidad.
Sin embargo, sus piernas no respondieron. En realidad, su mente giró y dio vueltas. Sus ojos apenas pudieron estar abiertos. Nunca en su vida estuvo tan agotada, tanto física como emocionalmente se sentía drenada y solo ahora que la adrenalina pareció quedar sin abastecimiento se dio cuenta de lo demandante que fue todo esto para su cuerpo. Ella supo sus circunstancias, ella supo que Barou no conocía nada de ella. Poco importó, la chispa de energía en sus ojos desapareció en ese instante y solo dejó que su cuerpo cayera en la grama.
Al final, ella no lo logró. No fue ninguna base, ni inspiración. No pudo volver el futbol de su equipo de 0 a 1, ese cambio que su equipo tanto necesitó. Al final Barou tenía razón: no tenía talento, no el suficiente para continuar con esta farsa.
