Meses después, y con Cattleya cargando una gran panza de embarazada, el Orco decidió tomar una decisión bastante inusual para alguien de su especie. Quiso llevársela fuera de la mazmorra para buscar un hogar cerca de un rio, muy alejado de cualquier pueblo humano o de cualquier otra especie, y criar a sus hijos en un ambiente donde puedan desarrollarse de forma plena. Esto con el fin de mejorar las capacidades de su descendencia, para así tomar el lugar de lideres en la aldea donde nacieron.

Pronto esta ambición iría más lejos y con el liderazgo de toda la tribu Orco se levantarían contra las otras razas, conquistando todo el territorio a su paso. Cattleya pudo deducir esto con mucha dificultad, ya que el lenguaje no era el fuerte de aquel enorme y verde ser. Ella solo lo miraba con amor en su rostro, mientras él trataba de comunicarle sus planes genocidas.

Ya adentrada la noche, tomaron sus cosas y partieron al exterior.

Pasaron horas caminando por el sendero que había recorrido el Orco meses atrás. Se detuvieron a descansar tras unas horas, ya que Cattleya había perdido su condición física por estar dedicándose veinticuatro siete a la reproducción, desde que se atrevió a adentrarse a la mazmorra por su cuenta.

Las pisadas de unos cascos de caballos se oyen a lo lejos, señal de advertencia para el Orco sobre posibles enemigos. Este hace que ambos se escondan rapidamente en los arbustos, esperando a visualizar a quien se este aproximando.

Se trataba de cuatro minotauros, seres con aspecto humanoide, pero con pezuñas y cabeza de toros. Su color era completamente negro, y sus ojos parecían irradiar un color rojo sangre, ademas de traer consigo unas armadura que los identificaba como soldados de elite. El Orco se puso en alerta, pues sabia que esa raza eran fuertes guerreros que, con su superioridad numérica podrían vencerla fácilmente.

Pero antes que se diera cuenta, uno de los minotauros ya estaba señalando a su posición. Su gran sentido del olfato, sumado al fuerte y apestoso aroma que emanaba el Orco, les facilito encontrar a aquellos dos viajantes. Intentaron escapar, pero fueron alcanzados por la gran velocidad de estos seres, quienes embistieron al Orco con mucha fuerza dejándolo tendido en el suelo.

Al ver a la humana, hablaron algo entre ellos en su idioma, teniendo ya un plan en que utilizarla.

Uno de los minotauros se encarga de darle una paliza al Orco, pero sin darle un golpe lo suficientemente mortal como para matarlo de inmediato, mientras que los otros minotauros comienzan a desvestir a la mujer.

- ¡No! ¡Suéltenme! ¡Déjennos en paz!

Más los gritos solo incentivaban a que los monstruos terminaran de romper por completo los trapos con los que Cattleya se cubría. El hermoso cuerpo de la humana no había sido cubierto dignamente desde que perdió su ropa, en su lugar, andar desnuda había sido algo a lo que comenzaba a acostumbrarse durante un tiempo. El Orco intentaba luchar con todas sus fuerzas para proteger a su hembra y a su bebe, pero el monstruo taurino era mucho más fuerte que él.

Es así que, con uno de ellos por detrás y por delante, Cattleya comienza a ser penetrada por ambos al mismo tiempo. Sus enormes vergas entran rápidamente y van moldeando el interior de la milf. Ella suelta un gran gemido que es oído por todas las criaturas del bosque. No importaba cuantas veces ellas suplicara, ellos no se detenían.

- ¡Por favor! ¡Mi bebe saldrá lastimado! ¡Deténganse!

Pero nada de lo dicho importaba, pues los minotauros continuaban dándole todo lo suyo con más fuerza. En un punto, el minotauro que penetraba la vagina de la mujer hizo un recorrido más profundo, atravesando la cerviz y entrando directamente al útero de Cattleya. Al estar a punto de acabar, los dos se hacen una seña para embestir el interior de Cattleya con fuerza, cosa que termina ocurriendo.

- ¡No! ¡Mi bebe! - Gritaba ella, con clara preocupación en su rostro. - ¡Basta! ¡Es suficiente!

El choque es tan fuerte, que el interior de la mujer termina siendo completamente destruido. Aquel feto del orco que estaba creciendo dentro de ella había terminado hecho mil pedazos.

Mientras ella se retorcía, tanto de dolor como de placer, el Orco recibía un pisotón tan fuerte que destruyo su cráneo, tal como si fuera una sandia. Dejando su cuerpo inerte en el suelo. Cattleya lloraba con mucha tristeza, perdió a su nuevo compañero con quien había planeado toda una vida de sumisión a su lado.

Pero no había tiempo para lamentos.

Luego de que ocurriera algo parecido a un aborto espontaneo, los restos de aquel inmundo feto salieron del interior de la humana. Pero la tristeza de Cattleya se iba desvaneciendo, dando lugar a una sonrisa que parecía de resignación. Un sistema de defensa mental que evita que ella colapse por completo.

Ahora el minotauro que mato a su marido seria el encargado de volver a llenar el interior de Cattleya.

El minotauro se abalanza sobre ella, haciéndole el amor de inmediato, mientras le decía en su lengua lo bajo que podían llegar los humanos para considerar como normal establecer una relación interespecie como lo estaban haciendo ellos.

Después que él aparente líder del grupo se había saciado de la mujer, estuvieron turnándose cada vez que uno acababa dentro de ella. No le dieron oportunidad de descansar, al igual que sus otros poseedores. Ella no solo era penetrada, sino que también utilizaban su boca o incluso sus manos para terminar dándoles placer a todos al mismo tiempo. Esto comenzaba a volverse una costumbre para ella al punto que ya se visualizaba como la madre de las crías de estos soldados.

Pero eso no era lo que ellos tenían en mente, pues en cuando ella les dejara de ser útil, terminarían despedazandola y abandonándola en el camino como lo hicieron con el Orco. Estos soldados fuertemente en la pureza de sangre, por lo que dejar vivir a una hembra humana que pudiera parir a sus hijos seria blasfemia para su cultura.