Camus estaba haciendo algunos ajustes en una fotografía cuando notó que su celular brillaba con una notificación. Su celular casi siempre estaba en silencio mientras trabajaba, así que se sintió tentado a ignorarlo, pero cuando leyó el nombre del remitente decidió pausar su trabajo.
Apenas estaba escribiendo una respuesta cuando notó que le llamaban.
—Hola. ¿Pasa algo?
"Hola… Perdona Camus. ¿Estoy interrumpiendo algo?"
—No, estaba tomando un descanso. ¿Pasa algo?
"Sé qué es un poco tarde, pero no pude pensar en nadie más. ¿Crees que podamos salir?"
El francés miró la hora, muchos locales ya estaban cerrados cerca de la media noche. Pero algo en el tono de voz del menor lo molestó.
—Dime dónde estás y puedo pasar por ti.
"No es necesario. Puedo ir a dónde me digas."
—Sólo mándame tu ubicación.
Después de colgar recibió un mensaje con la ubicación de Milo, quien al parecer estaba vagando por Campos Elíseos. Tomó lo necesario y salió de su departamento para buscar al otro. Sólo unos minutos más tarde estaba parándose en una de las esquinas de la avenida.
El joven griego estaba parado, apoyándose en una pared mientras miraba los autos pasar con un aire reflexivo y melancólico. Cuando notó que Camus había llegado le dedicó una media sonrisa poco característica de él. El mayor se limitó a pasarle el casco antes de indicarle con el mentón que se subiera. El otro lo pensó unos segundos antes de sonreírle de nuevo, esta vez con algo más de ánimo.
Ninguno habló, pero el silencio no resultó incómodo para Milo, quién aún podía recordar la imagen de Kanon empujando a Saga. En ese momento había querido interrumpir la pelea, pero su sorpresa había sido mayor cuando vio la forma en que besaba a Saga. Y así su mundo comenzó a desmoronarse y comprendió porqué Kanon evitaba ir más allá de un beso casual, porqué en ocasiones parecía verlo con algo de tristeza, y porqué otras de sus miradas parecían frías en su serenidad. Se sintió como un ser ridículo y lastimoso que había pasado todo el tiempo actuando en una farsa de la cuál sólo él desconocía el guión.
Su primer impulso fue el de abandonar la casa y comenzar a vagar. No tardó en llegar a una de las avenidas más transitadas y famosas de París. Los restaurantes y cafés bullían de gente, pero ninguno logró captar su atención. Cuando se dio cuenta que ya era tarde, decidió llamar a alguien, quizás un poco de compañía le caería bien. Pero volvió a dudar, porque realmente no tenía amigos en Francia; ni siquiera estaba seguro de tener verdaderos amigos.
Cuando desbloqueó la pantalla de su celular vio la imagen de perfil de la última persona con la que había conversado. Se trataba de una flor, cuyo nombre desconocía, en medio de la nieve, frágil pero sumamente hermosa. Sus dedos parecían moverse en automático mientras le escribía un mensaje. Si le respondía todo saldría bien, y si no, entonces fingiría que no se trataba de nada importante.
En cuanto escuchó la voz tersa de Camus se sintió más tranquilo. Para su alivio, el mayor no preguntó nada más después de que Milo se negara a dar una explicación profunda. Sólo había llegado a recogerlo, y ese simple gesto de extenderle el casco bastó para que Milo se sintiera un poco mejor.
Camus lo llevó hasta el pequeño estudio que rentaba en Butte-Montmartre. El lugar estaba bien localizado; pese a que era pequeño, estaba limpio y bien arreglado. Realmente nunca había estado en un lugar tan pequeño, pero Milo no era ignorante, sabía que las rentas en París eran extremadamente caras y que el mercado inmobiliario estaba en crisis. Aún así, el pelirrojo lograba rentar un lugar en París, haciendo lo que le gustaba y luchando por su independencia como artista.
Quizás lo que más le gustó fue la actitud de Camus, quien no parecía darle importancia al hecho de llevar a un conocido al lugar que habitaba. Por primera vez Milo pensó que quizás había sido demasiado rápido en juzgar al otro.
El lugar mostraba cierto refinamiento pese a su sencillez, algo que atraía sus ojos. El menor sólo quiso que Camus no pensara que estaba siendo maleducado. Pero cuando lo buscó con la mirada notó que el francés estaba buscando algo en el refrigerador.
—¿Quieres algo de beber? Tengo agua mineral, jugo, vino…
—Agua mineral está bien. Por cierto, ¿puedo ver lo que estabas haciendo?
Milo se acercó al escritorio, pero esperó a tener permiso del dueño antes de asomarse a ver la pantalla.
—Adelante, estoy dando los últimos retoques a una de las fotos para el club.
El griego se acercó y se quedó admirando la foto. Se trataba de una playa casi desierta y un cielo nublado, pero en el fondo se podía ver un cúmulo de luz y color. No estaba seguro si se trataba de un amanecer o un ocaso, pero quiso pensar que se trataba de lo primero.
—Me gusta. ¿Sabes si piensan poner a la venta las fotografías?
—No lo creo. Para mí podría ser mejor, pero entiendo que el club no es una galería. Además, podría considerarse que ya las estoy vendiendo. Así que al final sería una decisión de Saga o Kanon.
Camus se encogió de hombros con cierta indiferencia, pero se mostró extrañado cuando notó la mueca de disgusto en el rostro del griego. Quiso saber lo que le había pasado, pero tenía el presentimiento de que el rubio se negaría a responder, por lo que decidió dejarlo ser.
Las fotos no eran urgentes, así que decidió darse un descanso y servirse una copa de vino. Cuando se giró notó que Milo parecía interesado en algo en su escritorio.
— ¿Puedo? —Preguntó de nuevo, y sin pensarlo mucho Camus asintió. Pero cuando vio la expresión de sorpresa en el rostro del otro, que no tardó en volverse una de enojo, se quedó perplejo.
— ¿Cómo podrías explicar esto?
Milo se acercó y casi aventó en su cara una foto. Una foto que por negligencia suya había terminado ahí, increpando su deshonestidad e hipocresía, al igual que el rostro del otro.
—Va a sonar trillado, pero no es lo que parece. Esa foto la tomé antes de conocerlos. Y sé qué no debí tomarla sin pedir permiso, pero la imagen en ese momento me pareció muy bella y quise tomarla. Después pensaba acercarme para preguntar si podía conservarla, pero en ese momento Kanon contestó una llamada y ambos se fueron.
Camus se llevó una mano a la sien antes de proseguir, alentado por el silencio aparentemente paciente de Milo, pese a que éste se había cruzado de hombros con una expresión de soberbia.
—Pensé en seguirlos, pero después supuse que se trataría de una foto más de un par de extraños, a los que nunca volvería a ver. Además, no pensaba usar la foto para ningún fin comercial, se trataba más bien de un ejercicio de práctica. Y sé que aún así estuvo mal y pido disculpas por ello. En cuanto los conocí borré el original, y sólo queda esa copia. Puedes quedártela, romperla, o hacerle lo que quieras.
Milo encajó los dientes contra su labio inferior y después volvió a ver la imagen. Le pareció un momento lejano, vivido por alguien más, cuando era feliz e ignorante. Aunque si era sincero consigo mismo, nunca había sido realmente feliz. Se había conformado con algo que pensó era cariño y que creyó que podía llegar a ser algo más. Se sintió frustrado y confundido.
— ¿Por qué no te deshiciste de ella? ¿Querías chantajearnos? ¿Pedirle algo a Kanon, quizás…?
—Por supuesto que no. De haber querido usarla, ya lo habría hecho. La verdad no sé por qué la guardé. Quizás fue porque me gustó la expresión que tenías ahí. Hay dulzura, cierta inocencia que me pareció cautivadora.
Por primera vez hizo un esfuerzo por articular lo que veía en esa imagen, más allá de un momento aparentemente robado.
— No soy nadie para juzgar la vida de otros ni para emitir opiniones que nadie me ha pedido.
— ¿Eso es todo? ¿Nada más? ¿Tienes una idea de lo poco convincente que es esto?
Camus parecía extenuado y quizás resignado. Lo mejor era hablar de ese asunto que había estado evitando desde el inicio. La relación con Milo le parecía extraña, a ratos agradable como una amistad en ciernes y otras veces tensa, aunque quizás eso se debía a su propia actitud ante el menor.
—Hay un asunto más, que quizás sería mejor tratar. Esto no tiene que cambiar las cosas, pero si después de esto prefieres no volver a contactarme, lo entenderé y no insistiré.
Camus se sentó en el sillón y tras apoyar las manos en las rodillas comenzó a contarle acerca de su trabajo con Aiolos.
—A veces hago colaboraciones con una revista y su editor en jefe me comentó que buscaba un fotógrafo de planta. En pocas palabras me pidió conseguir una sesión fotográfica con un modelo recién llegado a París a cambio de una verdadera oportunidad para una plaza fija en la revista. Pero francamente, nunca estuve cómodo con la idea de acercarme a ti sólo por una oportunidad de trabajo. No me parece correcto usar a una persona así.
Milo rio con ironía, de repente todo estaba saliendo mal en su vida, era como si estuviera perdiendo el control de lo que pasaba a su alrededor. Sin embargo, una parte de él se negaba a quedarse como la víctima. Miró a Camus con desconfianza y se acercó a él con una sonrisa irónica.
—Vamos a suponer que me creo todo lo que has dicho. ¿Realmente puedo confiar en ti? Porque las mentiras por omisión no dejan de ser mentiras. ¿Estás de acuerdo?
Camus se encogió de hombros y suspiró.
—Sé que estuvo mal. Ya me disculpé y lo que sigue depende de ti.
— ¿Eso significa que puedo pedirte lo que sea? —Camus lo miró con sorpresa, porque no esperaba un giro así de la situación. Quiso negarse, pero supuso que no era justo hacer algo así. Se maldijo a sí mismo por ser tan condescendiente.
—Sólo si es algo razonable…
— ¿Y quién decide si es razonable? ¿Bajo qué términos lo podemos juzgar?
El francés se quedó en silencio, sopesando las duras palabras de Milo.
—Vamos a ver… Si estamos en el momento de las confesiones, yo también quiero participar.
Milo se sentó a un lado del otro en el sillón, apoyó el codo en el brazo del mueble y colocó su mentón sobre el dorso de la mano, como si estuviera meditando algo.
—Mi relación con Kanon fue un error desde el inicio. Podrías llamarlo un capricho por parte mía. Siempre he admirado a mis tíos, porque han sido mi única familia. Pero con el tiempo quise más atención, sobre todo de mi tío Saga. Pero como siempre ha sido el más ocupado, Kanon terminó haciéndose cargo de mí. Ahora puedo decirlo, probablemente cuando se dio cuenta de mis sentimientos, hizo lo posible por redirigirlos a él.
La pausa fue pesada, pero Camus no se atrevió a interrumpir al menor.
—Parecerá imposible o un adjetivo inadecuado, pero la relación siempre fue inocente. Supongo que Kanon nunca quiso cruzar la línea. Y ahora, justo cuando creí tener a un nuevo amigo, resulta que me está usando para conseguir algo, como casi todas las personas a mi alrededor. ¿Qué te parece?
Entonces Milo lo tomó del rostro y le dedicó una sonrisa de lado.
—Así que ahora los papeles van a invertirse, pero para que veas que no soy irrazonable, te tengo una propuesta.
Camus enarcó una ceja, pero decidió escuchar las palabras del rubio hasta el final.
—Vamos a salir unos meses, vas a ser algo así como mi novio. Quiero aprovechar este tiempo en Francia para hacer todas esas cosas ordinarias que no puedo hacer cuando estoy en Grecia. Y a cambio, voy a ayudarte a conseguir ese trabajo que tanto quieres. ¿Qué me dices, Camus? Creo que es una propuesta bastante cómoda y favorable para los dos.
Después de emitir un suspiro, el mayor asintió y acercó su rostro. Sus ojos se entrecerraron y sus labios se presionaron suavemente contra los del griego en un beso tentativo.
