Descargo de responsabilidad: Los personajes son propiedad de Stephenie Meyer y la historia es de la increíble autora CaraNo, yo la traduzco con su permiso. ¡Gracias, Cara!
Disclaimer: The characters are owned by Stephenie Meyer and the story is by the amazing author CaraNo, I translate with her permission. Thank you, Cara!
Este y todos sus fanfics puedes encontrarlos en su blog, el link está en mi perfil.
.
33.
~Más rápido, más despacio, quiero más, ahora, espera, otra vez, ¡oh mierda!~
Está claro que el regalo que tengo para Edward tendrá que esperar, porque tan pronto como cierro la puerta detrás de nosotros, me clava en una pared. Esto es algo que él sabe hacer. Es instintivo y hambriento, pero sigue siendo gentil y dulce.
—No más espera —gime suplicante entre besos frenéticos.
Lloriqueo mientras me acaricia los senos. Siempre va primero por ellos, y...
Conseguido. Así que. Bien.
—No más espera —acepto sin aliento. Inclino la cabeza hacia atrás, exponiendo mi cuello para él. Besa apasionadamente, húmedamente, siempre saboreando—. Cama... dormitorio, Edward.
—Sí —sisea antes de tirar de mí. Lejos del estrecho pasillo, a través de la pintoresca sala de estar, pasando por la habitación de invitados, hacia mi dormitorio. Luego volvemos a besarnos frenéticamente, quitándonos la ropa mientras nos acercamos a mi cama. Esto, lo sabemos. Esto ya lo hemos hecho antes. Tocar, saborear, lo sabemos. La primera vez que puse mi boca sobre él... Sí, eso se acabó rápido. Ese fue un momento de orgullo para mí.
—Hermosa, sexy, preciosa —murmura, besando mi escote—. Encaje, transparente, morado... fuera.
Sí. Fuera.
Las bragas, también. Fuera. Y bóxer. Fuera.
Gime.
Al lado de la cama, estamos desnudos uno frente al otro.
Espero, porque hay una cosa que me encanta de la impaciencia de Edward. Mira, si yo no empiezo a tocarlo, él mismo lo hace. Y luego lo hace. Su mano se acerca a su erección, y mueve su mano sobre ella lenta pero fuertemente. Agarre duro. Me lamo los labios. Me encanta verlo, observarlo.
—Quiero... necesito estar dentro de ti —gime—. Adentro, cariño-Café- Bella... por favor.
Me estremezco. De manera violenta. Recorre mi cuerpo como un evento largo y prolongado, haciéndome temblar y exhalar trémulamente.
Tomándolo de la mano, nos acercamos a la cama. Me acuesto, tirando de él conmigo. Más escalofríos. Él gime cuando su polla se ubica entre mis muslos. Sé que puede sentir mi excitación: lo mojada que estoy por él, lo mucho que lo deseo.
Mis dedos se enredan en su cabello mientras nos besamos calientemente. Sus manos están en todas partes, tocándose con entusiasmo.
—Estoy tan duro —exhala. Frenesí, frenesí, frenesí, me besa las clavículas, el pecho, abajo, abajo, abajo, hasta que atrapa un pezón en su boca. Y succiona. Duro.
Casi me arqueo de la cama mientras el placer se dispara a través de mí. Dos de sus dedos rozan mi raja, haciéndome gemir.
—Mojada —murmura—. Tan cálido y húmedo...
Me doy cuenta de que no habrá nada lento esta noche.
Simplemente no es posible.
He llegado a aprender que Edward es un aprendiz ansioso; Quiere darme placer, y... Realmente no quiero saber de dónde ha sacado la información, porque soy demasiado consciente de lo abiertos que son Emmett y Edward entre ellos. Pero eso no importa ahora. No quiero el orgasmo que Edward puede darme con los dedos o la lengua. Solo lo quiero dentro de mí. Ahora mismo.
—Edward —exhalo, y luego gimo cuando me mete dos dedos. —Oh, mierda... —Me concentro—. Preservativo, Edward. Están en mi mesita de noche.
—Oh, Dios, ¿ahora mismo? —gime contra mi pecho—. Pero... ¿Y tú? No puedo... No voy a durar...
Le acaricio la cara y lo acerco. Boca a boca. —Te necesito.
—Está bien, yo también te necesito —jadea rápidamente, extendiendo la mano hacia la mesita de noche. Una vez que ha tomado uno de los envoltorios de papel de aluminio, me ofrezco a ayudarlo, pero niega con la cabeza. Arrodillado entre mis piernas abiertas, dice—: Está bien. He practicado.
Esbozo una gran sonrisa al oír eso, pero tan rápido como apareció la sonrisa, desapareció. La imagen de él rodando el condón...
Santa mierda.
Y luego está ahí, alineando su cuerpo con el mío, su polla en mi entrada...
—¿Puedo empujar ahora, por favor? —exhala.
—Sí —gimo suplicante. Mis uñas se clavan en sus omóplatos, mis talones presionan contra su trasero, y no puedo evitarlo. De repente estoy tan necesitada y desesperada como Edward. Simplemente me hace desear, anhelar, anhelar... —¡Carajo, Edward! —grito. ¡Oh, está dentro, muy bien!
Se queda paralizado. —¿Estás…?
—Estoy bien, amor —gimo, ¡y vaya eufemismo!—. Por favor, más.
—Yo... oh, cielos... —Traga saliva y saca unos centímetros. Un gemido tenso se desliza por sus labios—. ¿Se supone que debo ir despacio?
Niego con la cabeza y acaricio su rostro, salpicándolo de besos. —Haz lo que quieras, Edward. Hazme el amor.
—Está bien —gruñe, y luego empuja. Duro—. ¡Bella! Oh, Caf- Bella, Bella...
Él me toma. No puedo llamarlo follar, aunque empuja fuerte y profundo, porque sus manos, su boca... Hay una necesidad, un hambre cruda, en cada beso. La ternura se esconde detrás de sus necesidades impacientes. Es como si lo quisiera todo al mismo tiempo, todo a la vez. Es hacer el amor como nunca había soñado. Sus manos en mi estómago, pechos, muslos, están apretando y acariciando mientras se mueve. Y sus gemidos, desenfrenados y fuertes, me dicen lo perdido que está en el placer.
—Ungh, cariño... Yo... Oh —gime contra mi cuello—. Lo siento mucho, Bella... todo...
Me mantengo enfocada en él. Beso y toco. Susurro y me muevo con él. Lo único que quiero es que su primera vez haciendo el amor sea tan especial como lo es para mí. Quiero que se lo lleve todo.
—Te sientes muy bien, amor —le susurro sin aliento contra la sien. Gime, vuelve a golpear, mi respiración se entrecorta, grito de placer, él lo sigue, empuja espasmódicamente, sé que está cerca, y no se detiene—. Eso es, Edward. Es increíble. —Le doy un beso. Todos los lugares a los que puedo llegar. Su manzana de Adán mientras se traga un gemido, la beso.
Después de unas cuantas embestidas más, disminuye la velocidad, balanceándose contra mí instintivamente mientras culmina.
Se le escapa un ruido estrangulado, seguido de jadeos ásperos.
Su peso sobre mí es increíble.
Puedo sentir su corazón latiendo furiosamente en su pecho.
—Mmm, Bella, Bella cariño —exhala, temblando violentamente mientras empiezo a rascar su cuero cabelludo—. Eso fue... —Sonrío y le beso el cuello—. No hay palabras. Lo siento.
—Fue más que increíble —le digo en un susurro, y él asiente furiosamente en el hueco de mi cuello—. Te amo.
Vuelve a temblar. —Te amo, Café Bella. ¿Podemos hacer el amor de nuevo, por favor?
