Aviso legal: Los personajes son de la señora S.M, yo solo me inventé esto

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Amor Desastroso

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Bella.

El día ha llegado.

Estoy estacionada en el coche de papá, justo fuera de la dirección que Rosalie me ha indicado; no me equivoqué cuando pensé que había alquilado la antigua casa de los padres de Jessica.

Respiro hondo y me propongo a bajar del auto; no sin antes echarle una mirada al poco maquillaje, asegurándome que esté cubra bien las horribles ojeras que me han salido en estos últimos días. Una vez que estoy segura que todo está en su lugar, bajo y camino a la puerta de entrada. Cuando estoy frente a la puerta tocó un par de veces y espero un par de segundos antes de que la puerta se abra dejándo que vea a Rosalie.

—Hola. Vinisté— dice ella, sonriente al verme.

Le devuelvo la sonrisa.

—Hola— saludo—.¿Podemos hablar antes de marcharnos ? — cuestiono. Tengo que aclarar las cosas antes de que nos marchemos a nuestro destino; suponiendo que aún quiera después de lo voy a decirle.

Rosalie parece confundida, pero asiente y se hace a un lado para invitarme a pasar. Por mi parte dudo por un segundo, observando el lugar, puesto que no quiero encontrarme de nuevo con ese primo suyo.

— Edward se está quedando en el hotel del pueblo— dice ella a mis espaldas al darse cuenta de lo que estaba haciendo.

No digo nada, solo me adentro a la casa y después la sigo hasta llegar dónde se encuentran dos sofá grandes y un televisor. Me invita a sentarme mientras ella toma asiento en uno de los sofá.

—¿Sucede algo malo? — cuestiona. Hay un poco de preocupación reflejada en su rostro.

Niego con la cabeza.

— Ayer me encontré a ese tal Edward — suelto de pronto.

Su expresión es mortificada.

—¡cielos, no! ¿Qué te ha dicho? ¿Sigue comportándose desagradable contigo?

" mas que eso", pienso para mis adentros, luego sacudo la cabeza para concentrarme en lo que voy a decirle.

—Hablamos un par de cosas. Pero hubo una en especial que quiero aclarar. Tú primo insinúo que yo quería utilizarte de alguna manera, ya sea para mí conveniencia o para ponerte en contra de tu madre. Y quiero que sepas qué esa no es mí intención contigo— declaro.

Rosalie se lleva una mano a la boca, parece nerviosa.

—Oh, no. Yo no pienso de esa manera...— Ella alarga la última frase. Luego parece dudar un poco, así como si fuera a decirme algo, pero no está segura si contarmelo o no. Al final dice:—. Pero... ¿ Puedo preguntarte qué pasó para qué cambiarás de opinión y aceptaras verme?

¡Mierda, no!

Ahora es mi momento de ponerme nerviosa. Luego asiento un par de veces.

—Es difícil de explicar, pero quiero que esto vaya bien y voy a contarte la verdad de lo que pasó. Verás, Odio a los hombres que son así como tú primo: arrogantes y con un ego muy alto. Odió cuando hablan de esa manera: te dan una orden y quieren que la cumplas como si fueras un cachorro. Aquel día me molestó la forma en la cual se dirigió a ti, es por eso que intervine. Ya sabes, somos mujeres y tenemos que cuidarnos las unas de las otras ante idiotas como él — me arrepiento de decir esto último en su presencia.

La mirada de Rosalie se torna un tanto apagada.

—¿ Ahora quieres cancelarlo?— cuestiona con la voz igual de apagada.

—¿ Qué? ¡ No! — exclamo—. No vine a cancelar nada, solo vine a dejar las cosas claras entre nosotras para que no haya mal entendidos, ¿ entiendes?— Hago una pausa —. Mira, quiero hacer esto, claro si todavía tú quieres.

Rosalie abre los ojos y asiente repetidas veces con la cabeza.

—Por supuesto que quiero — dice ella.

Sonrió y asiento.

—Bueno, entonces hagámoslo— le digo.

Ella sonríe.

Caminamos fuera de la casa y cada quien va por sus autos.

—¿No sería mejor ir solo en uno? — pregunta ella antes de que cada quien vaya por su camino.

Levanto una ceja y lo pienso por un par de segundos.

—Bien— digo, estando de acuerdo con eso. No espero a que decidamos en cuál coche ir, porque me dirijo hacia el copiloto de su auto y subimos. Ya dentro, ella enciende el coche y nos ponemos en marcha.

Durante los primeros minutos del camino hay silencio. Estoy nerviosa y sé de alguna nera que ella esta el la.misma situación que yo. Me estrujó los sesos por unos segundos preguntándome de cuál tema podría mos hablar.

—¿Qué te ha parecido el pueblo?— pregunto, decidiendo romper el hielo.

Rosalie sonríe y gira por unos segundos su cabeza en mi dirección antes de devolver la mirada a la carretera.

—Es un bonito lugar. Los días que he estado aquí han sido muy tranquilos y relajantes— dice ella.

—Pero...— digo, dejando la frase inconclusa. Seguro debe haber algo que no le guste o le moleste del pueblo; hasta yo que soy una residente que ama el pueblo encuentro sus defectos.

—¡Dios! Voy a parecer una maldita quejumbrosa, pero solo hay una cosa que a mí parecer le falta para ser una maravilla.

—Sueltalo— la ánimo.

Ella suelta una pequeña risa.

—Falta un Starbucks.

Esta vez soy yo quien ríe ante los que ha dicho. sí, yo también me he quejado de ello unas cuantas veces de eso.

—¿Es enserio?

Ella asiente.

— Sí. Es mi gusto culposo. ¡Dios! Amo el Flat white y Caramel macchiato. Es irónico, ¿no? por que Alice y yo tenemos varias cafeterías en Los Angeles.

Levanto una ceja.

—¿Así que eres de los Angeles? — cuestiono.

Ella asiente y procede a relajarme un resumen de su vida. Me dice que nació y creció ahí, que estudió marketing, pero en lugar de trabajar para alguien más, ella junto con su socia: una tal Alice, abrieron un par de cafeterías por Los Angeles; asegura que les ha ido muy bien desde entonces.

Después una hora de camino llegamos al restaurante Mexicano que se encuentra en Port Ángeles. Al ordenar estábamos indecisas, pues las fotos que habían en miniatura lucían apetitoso. Entonces la chica que nos atendía nos recomendó una especie de combo que era para compartir, este venía con tres platillos de comida y bebidas distintas para ambas. Aceptamos.

Mientras esperábamos la comida, el telefono de Rosalie comenzó a sonar, ella lo atiende sin siquiera levantarse de la mesa.

—Hola, Edward— dice, para después hacer un largo silencio mientras supongo que el tipo está aconsejandola que se aleje lo antes posible de mí, como me lo ha dejado muy claro. Sin embargo Rosalie hace una cara de molestía, luego cuelga y deja el teléfono en su pequeño bolso que ha traído consigo misma.

—¿Pasa algo?— cuestionó.

Ella niega.

—Solo era Edward.

Me renuevo en mi asiento, y coloco ambos codos sobre la mesa.

—Seguramente te ha dicho qué no soy una buena compañía. Es verdaderamente insoportable ¿no?— me burlo.

Rosalie toma la botella de refresco y da un largo trago antes de responder.

—Me sorprendió qué se portará mal contigo. No suele ser así con nadie. Siempre ha sido educado y sensato. No entiendo porque se comporta de esa manera contigo. ¿Puedo saber que sucedió ese día?

Seguramente él debió contarle su versión de las cosas. Así que yo cuento las mía. Claro, omitiendo algunas partes igual que a mí madre; taampoco le digo nada del reciente encuentro en el cual me ha ofrecido dinero.

—Quizá yo sea la excepción a ese don tan puritano que tiene con las demás personas—le digo una vez acabado mi relato. Entonces viene a mi el pensamiento que quizá el tal Edward siempre ha sido un buen maldito actor que solo aparenta ser todo sereno y tranquilo cuando en realidad es egocéntrico y ruin.

Después de eso la conversación cambia a otros temas. Y me doy cuenta de que ella es diferente a lo que yo pensaba: Tenemos algunos gustos similares. Es divertida y tiene un buen sentido del humor y eso está haciendo que de verdad ella me agrade. Claro, siempre y cuando no este disculpándose por algo que cree que hizo mal o agradeciéndo una y otra vez por está salida.

A las doce menos cuarto estamos de regreso frente a su casa, riéndonos de una algo gracioso que ha dicho ella acerca de sí misma.

—Me divertí mucho — dice ella cuando las risas de detienen.

Yo asiento en respuesta.

—También yo— digo, estando de acuerdo con ella.

Rosalie se gira un poco en mi dirección y de nuevo hace esa expresión de angustia.

¡Mierda! Debo decirle que deje de hacer eso.

—Oye... ¿Cres que sea posible...— comienza a decir.

—Claro— acepto antes de que ella pueda acabar la frase. Me desagrada que haga aquella expresión, pues me hace sentir incómoda—. Oye, en el pueblo de al lado tengo un par de amigos que tienen un pequeño bar cerca al mar. Cada sábado nos reunimos ahí para tomar una cerveza ¿Te gustaría venir ir?

Quizá sea demaciado pronto para incluirla con mis hermanos y los pocos amigos que tengo, pero me veo atrapada con aquella cosa incómoda y sus los titubeos.

Rosalie cambia de expresión.

—Sí, por supuesto. Me encantaría.

Le devuelvo la sonrisa.

—Bien. Pasaremos por ti alrededor de las seis. Iremos en la camioneta dé Emmett... mi hermano.

—Claro— dice ella.

— Bien. Nos veremos el dabado— digo, alzando una mano y la sacudo un poco antes de abrir la puerta y bajar de su coche para ir al coche en el que he llegado.

Diez minutos después llegó al taller. Me apresuro ir a cambiarme para ponerme al día con el trabajo.

—Por fin te encuentro— dice Emmett a mis espaldas cuando estoy llendo para comenzar con el coche de los Stone.

—¿Qué sucede?

—En realidad nada importante, solo no te he visto durante algún tiempo. Oye, ¿ qué tal te fue con la rubia?

Me encojo de hombros.

—Estuvo bien.

Emmett frunce el ceño.

—¿Eso es bueno o malo? — pregunta con una ceja levantada.

— Creo que es bueno. Ella me agradó, y creo que yo también le agrado— admito—. Y antes de que se me olvide, quiero avisarte que la he invitado a La Push a tomar una cerveza con los chicos.

Emmett tiene la misma expresión.

—Vaya, eso sí que ha sido rápido.

Me encojo de hombros.

—Pasaremos por ella a las seis de la tarde.

Emmett hace cara de fastidio. Sé que la idea no le gusta.

—¿Eso que quiere decir? — cuestiona.

— Qué iremos en tu camioneta.

Emmett hace que su cara se desencaje más de lo habitual. Pero se recupera rápido y luego sonríe con malicia.

—Irá con nosotros si aceptas ser la conductora designada.

Es mi momento de hacer caras. No quiero ser la conductora designada. Quiero al menos tomarme un par de cervezas.

—No lo haré — protesto.

—Claro que sí, o de lo contrario la rubia tendrá que serlo— dice esto, dando media vuelta y marchando se sin darme el derecho a replica.

A las cinco de la tarde, estoy sentada en una de las llantas de un auto comiendo un trozo de chocolate que he robado de la oficina de papá. Mientras tanto observo a Jake quejarse y trabajar en un auto que ha tenido problemas con los frenos.

—¡Bella! — grita mi hermano pequeño mientras se acerca en mi dirección trotando.

—¿Qué sucede ? — pregunto mientras meto el último trozo de chocolate a mi boca para evitar que me darle el último trozo.

—Me he encontrado a un hombre en la salida del taller y me ha dado esto para ti— dice extendiendo me un sobre de carta.

Arrugó la cara.

—¿Cuántas veces se te tiene que decir que no aceptes nada de extraños?— cuestiono mientras mis manos le quitan el sobre y lo abro.

— Lo acepte porque el tipo no me pareció del todo extraño. Llevaba el coche de la mujer del otro día, la que te visitó en casa.

Extiendo el papel que hay dentro y comienzo a leerlo :

Esto es más que lo acordado. Ahora espero que te mantengas alejado de Rosalie.

Desdobló el otro papel y me doy cuenta que es un cheque por ciento cincuenta mil dólares.

—¿Que mierda? !— grito.

Levanto la mirada hacia mi hermano pequeño que está mirándome sin entender lo que está pasando.

—¿Que te dijo ese imbécil? — lo cuestiono. Quiero saber todo lo que hizo o le dijo mientras le daba el sobre con el sobre y el cheque.

Seth se encoje de hombros.

—Me preguntó si te conocía. Cuando le he contado que eres mi hermana , me pidió que te lo entregara.

—¿ Y eso fue todo? — vuelvo a cuestionar.

—Sip. ¿Ya puedo irme? ¿Necesitas algo más ?

Sacudo la cabeza, negando.

—Gracias, hermanito— digo con molestia. ¡Dios! mi sangre está comenzando a hervir de la furia. Necesito encontrarlo y meterle por el culo su maldito dinero.

Me dirijo a a la pequeña oficina del fondo paravisitarme el mono del trabajo. Tardo solo fien minutos. Salgo a toda prisa para ir por mi motocicleta é ir al único hotel del pueblo.

—¿Se puede saber a dónde vas, señorita ?

Me giro en su dirección a la voz de papá.

—Tengo un asunto urgente que atender, no tardaré mucho— suelto, pasando por un costado. Papá no dice nada, solo me mira subir a la motocicleta.

— Bien! ¡Pero procura regresar temprano para la cena cena! — grita a mis espaldas. Solo me limito a alzar una mano en señal de que lo he escuchado y me marcho.

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Amor Desastroso

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Continuamos!

Lamento la tardanza.

Me cuentan que les pareció?

Gracias por leer.