3. Entre El Cielo y La Tierra


No es como te lo hacen creer.

Sí -hay un Cielo- , el destino final de las Almas que no volverán más; El Purgatorio -dónde se preparan para el ascenso-; Y El Infierno o El Hades -en donde todos los muertos van y desde dónde volverán a la Tierra, -una y otra vez- a aprender hasta estar listos para ascender.

Un alma purificada pasa por las dos puertas hacia El Cielo -El Descanso de Los Benditos y la Tierra de Los Bienaventurados-, sin ser afectada por su gran paz y belleza.

Sin Karma que limpiar.

Pero nosotros -los simples mortales-, debemos limpiar cada palabra, cada hecho que hizo daño -queriéndolo o no-.

Aún no estamos listos para dejar ir todo aquello que nos hace realmente humanos.


Entre El Cielo y La Tierra y entre El Infierno y El Purgatorio... hay Guardianes.

Algunas veces son llamados Ángeles.

Otras, Demonios.

En algunas ocasiones eran Guías y en otras, Maestros... y en otras... son quienes te llevan a la oscuridad del alma.

Creador por un único Creador, El Logos -ni buenos ni malos-, ellos se turnaban en los 4 lugares; cuidando, vigilando y a veces, descansando.

¡Sí!. Cada tanto, deben hacerlo.

Y entonces escogen volverse humanos -por una vida-, u otros seres; y así pasan por la vida sin pasar, sólo entregando amor.

Otras veces, conservan su capacidad metamórfica, pues es necesaria para mantener a otros en sus caminos.


Y M'tra era de los que nunca tomaban forma humana.

Dormitaba en el ático de viejas iglesias.

A veces en la forma de una gárgola, vigilando las vidas humanas.

Por 10 vidas, por 100 vidas, por 1000 vidas humanas; M'tra estuvo viajando de un lugar a otro, como un nómade.

Tomaba temporalmente la forma humana para aliviar su soledad, compartía -y conocía-, a los humanos y sólo se privaba de engendrar un híbrido; un proceso que siempre dejaba muchos heridos en el camino y de paso... a nuevas razas.

Sí. Los híbridos no eran simplemente el resultado de la cruza de humano con estos seres divinos. Eran los Lycan, los Moroi, y los humanos con capacidad mágica y sus variantes intermedios, como los dhampirs -como llamaban, en general, a los hijos de los morois, y de los lycans y de los humanos mágicos con los que no lo eran, los simples humanos, claro .

Pero M'tra no quería eso.

Lo vio en los hijos de otros como él.

Nacían. Morían.

Y nunca renacían en La Tierra o nunca se les volvió a ver.

Porque cómo no eran totalmente humanos, no podían estar más que una vida en La Tierra, por buena o mala que fuera, aunque se volvieran strigois o lo que fuera.

Simplemente el Logos los ponía bajo la protección de otros Logos y ellos los situaban en otros mundos, -lejos de los progenitores de su raza-, en donde seguían su Camino Al Cielo.


Ocurrió un día -en un momento del tiempo indeterminado, ¿Qué era el tiempo para los seres celestiales-, que escuchó gritos en la lejanía.

Era un día de niebla y tan frío, que dejó su posición para entrar en calor en su ático favorito, en dónde mantenía algo así como un brasero.

Miró por la ventana.

A lo lejos se veía flotar un largo cabello oscuro en la niebla y bajo él, la grácil figura de una doncella.

Llevaba una sencilla túnica blanca e iba descalza.

Corría, no ¡huía!, de un grupo de hombres con antorchas.

Otra inocente acusada de brujería -posiblemente- .

Por algún hecho mágico provocado por los morois, o los humanos con magia o alguna otra clase de híbrido; porque los humanos no tenían el don de la magia.

"Un poco de ruido podrá salvarla", se dijo, tomando la forma de una gárgola y salió gritando.

Los hombres se asustaron y la doncella logró entrar en la ruinosa capilla.

Humana, sí.

Largo cabello oscuro, ojos de gacela; 15 años, tal vez.

Sin traza alguna de magia de algún híbrido.

Su alma... era joven y hermosa.

Brillaba.


"Soy...", ¿Cómo se supone que un ser como él se podía presentar a una humana?. "Mitra", sí.

Eso sonaba cercano.

"Rossana".


Fue como si el tiempo y el espacio se detuvieran en sus ojos.

Como si el Universo conspirara para que se encontraran, en ese preciso momento y lugar.


Rossana era la doncella más hermosa de la aldea.

Su madre había sido comprada en otra aldea y llevada -apenas salida de la niñez, de 13 0 14 años-, para casarse con el hombre que sería el padre de Rossana y de sus 5 hermanos.

A los 13 años, Rossana fue vendida al carnicero de su aldea y ya se acercaba el día en que debería entrar en el lecho del bruto.

Así que salió huyendo en la oscuridad del día previo a sus bodas y -al ser descubierta-, los hombres de la familia del ofendido esposo salieron a darle caza.

Si la atrapaban, sólo tendría dos alternativas: volverse su esclava -ya no su esposa-, o morir.

Y Rossana prefería la muerte a su cama.


M'tra la escuchó con calma, sin pestañear ni dejar de mirarla.

No era sólo su belleza.

No era sólo lo físico.

Su alma irradiaba una luz y una belleza... imposibles de no ver.

Y -movido por la fuerte emoción que sentía y no podía explicar-, le ofreció su protección o dejarla ir en la mañana.

"Yo no soy lo que parezco, Rossana. No me rijo por las leyes humanas... Soy un Guardián. Y si aceptas mi protección, has de aceptarme como soy".

"¿Lo que eres... es peor que la muerte?, porque no volveré con ese bruto, que ya mató a tres esposas a golpes, sin que nadie hiciera nada... "

"No soy maldad ni tampoco bondad. Soy sólo lo que soy. Si me muestro ante tí y no puedes... aceptarme, entonces deberás irte al alba, porque no podré protegerte más..."

"¿Y qué seré para tí?, ¿una esclava o una...?".

"Lo que tú desees ser para mí".

Y cambió ante ella, tomando su real forma -o al menos, la visible ante los ojos humanos-.


Describir a M'tra era describir a un arcoíris sin conocer los colores...

Bípedo, muy masculino -¿existía el sexo entre ellos?-, de cuerpo compacto color bronce; alas como de mariposa; insondables ojos como de tierra mojada.

De su cabeza salían dos cuernos espirales tornasoles.

Rossana lo miró de arriba a abajo y se detuvo en el protuberante atributo de su masculinidad.

"¡Qué es eso!", chilló, señalándolo, "¡parece tener vida propia!".

M'tra se cubrió con las manos y se echó a reír. "¡De todo mi cuerpo, sólo mi...!, ¿cómo decírtelo sin herir tu delicadeza?, ah, claro. ¿Sólo mi masculinidad es lo más que te... sorprende?"

"¡Es que eso... es... eso...!, ¿dónde va?, ¿si yo hubiera aceptado entrar a su cama?"

"¿Qué tu madre nunca te dijo nada de esto, niña?".

"¡No soy una niña!, tengo 15 años. Iba a ser una esposa al amanecer de mañana.", se indignó, "ella me dijo que...mi esposo pondría su... eh... masculinidad en mi virginidad y yo engendraría a sus hijos y... de eso no podía hablar hasta tener mis propias hijas, en su día previo a sus propias bodas..."

"¿Y... no te dijo nada más?", se sorprendió.

"¿Hay más... por saber?", ella enrojeció, haciéndola ver más joven aún.

"Tu virginidad cierra un... canal, Rossana. Es por allí que bajan tus lunas y salen los bebés. Por allí es donde... entra", una discusión difícil, pero básica y útil.

Se felicitó a sí mismo.

"¿Todo... por donde mismo?, ¡y dónde está eso!".

"Entre tus piernas... entre los... pliegues, Rossana".

"Eres macho, ¿cierto?, digo... no eres..."

"Sí", risitas, "puedes decir que soy un macho. Pero conozco de los hombres y de las mujeres, Rossana... Nacen así para crear vida. Y son compensados con el placer".

"¿Qué es el placer?".

"Eso sí es difícil de explicártelo. Son todas las sensaciones agradables de tu cuerpo en el mismo instante. Eso. Algo así".

Rossana imaginó todas aquellas cosas que le causaban sensaciones agradables -placer, se dijo-, y que lo hicieran al mismo tiempo.

Dilató los ojos al imaginar lo que sentiría.

"¿Cómo podría sentirlo?, ese placer...".

"Rossana..."

"Enséñame, Mitra", y la dulce e inocente Rossana soltó su sencilla túnica y ésta cayó al piso, quedando totalmente desnuda ante él. "¿Te parezco linda?, decían que era la más bella de la aldea..."

"Eres tan hermosa que me duele no mirarte, Rossana".


Y fue cambiando a una forma humana -que no era tan diferente, salvo que no tenía alas o cuernos, pero era igual de hermoso-, se acercó a ella para cogerla en brazos.

"No voy a hacerte daño, hermosa. Puede causar algo de dolor, pero no durará... ¿estás segura de esto?"

"Yo debía entrar a la cama de un hombre que no... me causaba placer ni mirarlo. Pero tú sí me lo causas. No sé si eso sea ese placer del que me hablas o no, pero quiero que mi virginidad sea tuya... no seré la esposa de otro, pero sí lo que quieras que sea para tí... ¡seas lo que seas!".

"Somos todos hijos del mismo Logos, Rossana. Todos recibimos algo de su divina sustancia".

"¿El Logos es... tu Dios?, digo, hay pueblos que veneran a otros".

"Lo que tú llamas Dios, yo lo llamo El Logos"

"Entonces, ¿Eres... un Caído?", susurró.

"No existen los Caídos. Todos somos necesarios. De los muy lumínicos a los muy oscuros... Cuando alguien toma el camino de la oscuridad, deberá ser guiado al sendero correcto", suspiró, "en esta vida o en las otras", susurró para sí.

"Pero un Guardián... debe Guardar Almas o vidas?".

"Vidas, porque las Almas las Guardan otros".

La besó y la dejó suavemente sobre las el lecho de paja.

"Déjame guardarte del mundo que te utiliza como un objeto, cuándo eres la perla más preciada, tan bella, tan pura" y volvió a besarla, con tanta suavidad que le arrancó suspiros ahogados.

Fue -poco a poco- transformando a la inocente doncella en mujer, pero una con derecho a sentir y a pensar.

Y cuando sus dedos cálidos comenzaron a tocar música sobre su piel, la reacción de Rossana fue sorprendente.

Abrió sus ojos como una gacela sorprendida ante las respuestas de su propio cuerpo.

El tabú de tocarse se rompía ante ellos.

El tabú del placer y del sexo por placer y del placer en el sexo.


"No temas, no voy a dejarte con un hijo", le susurró M'tra, "pero todo lo demás que soy, es sólo para tí".

"Pero... entonces, ¿eres mi esposo?", dudó Rossana, de una manera tan adorable, que él sonrió.

"Un hombre y una mujer pueden engendrar un hijo sin matrimonio, mi bienamada. Pero no hoy ni nosotros... ¿a menos que...?", la miró, con una duda en los ojos.

"No. Sabía que debería, pero... no. Tienes razón, no es el momento".

Reconoció.


Pero cuándo un Guardián se une a un alma como la de ella, se forma un lazo en la eternidad y por toda su duración...

Y así fue que M'tra y Rossana fueron uno, dos almas entrelazadas por toda una eternidad.

Salieron en la mañana, dos viajeros ocultos en la niebla.


Y cuando el grupo que cazaba a Rossana llegó a la capilla, encontraron sólo cenizas frías y una cama de paja deshecha.

M'tra y Rossana viajaron por muchos lugares.

Por tres maravillosos años, Rossana aprendió del sexo y del amor.

Y muchas veces enseñó a mujeres -como ellas-, encerradas en vidas sacrificadas e infelices.

Pero también aprendió de los Nephilim, los hijos que dejaban Los Guardianes -como M'tra-, algunos en su forma pura -como los moroi o los nacidos vampiros; lycans o los nacidos humanos que cambiaban a lobos, o los nacidos con magia-; y sus propias formas híbridas, como los dhampirs -humano con moroi o lycan, a veces también humano con nacido mágico-.

Y supo de otras razas ya dispersas -elfos, ninfas, sirenas- ocultas de los ojos humanos, antiguos descendientes de la raza de M'tra.


Tres maravillosos años en que M'tra conoció lo que realmente era el amor.

Pero también aprendió que -por algunas cosas- se pagaba un precio demasiado alto e infinito.

Al tomar -totalmente- una forma humana por ella, su Antakarana con lo divino se adormeció... Y yo tenía acceso a la magia que lo diferenciaba de los hijos con los mortales.

Y había olvidado que ella era -y seguía siendo-, mortal.

M'tra no pudo salvarla de la muerte.


Rossana murió a los 18 años... a causa de la peste que asolaba a los pueblos.

No fueron los aldeanos que quemaban a las brujas o las guerras que destruían todo a su paso.

Sí un minúsculo ser, que los alcanzó no importando cuanto tiempo huyeran.

Cuando incineraba su cuerpo -como una ofrenda al Cielo y no enterrarlo para ser descompuesto en la tierra-, gritó a todo pulmón, cayendo casi sobre la pira funeraria.

"¡Por qué!, yo jamás he pedido nada para mí. ¡Porqué mi bienamada!, ¿Acaso porque es humana y una simple mujer, que no la consideran digna de mí?" y lloró, como un niño recién nacido.

El Logos -al sentir su dolor- lo hizo ascender, abandonando el cuerpo mortal sobre la pira de su alma gemela.


"Sabes... que yo no tengo el poder -ni tú, ni nadie- de interferir con la muerte. Su alma entrará al Hades, hijo mío, y los Señores del Destino verán en ella y le ofrecerán sus posibilidades de nueva vida. Ella -esa alma, digo-, tomará otro cuerpo y otra vida y así, hasta que esté lista para que llegue al Séptimo de los Cielos. A su descanso final... Puedes observarla desde aquí y unirte a ella cuando ascienda. O puedes buscarla, tomando un cuerpo mortal cada vez... Pero recuerda, que si tomas el cuerpo de un híbrido o de un Nephilim y tu alma será enviada a otros mundos y a otros Logos al desencarnar".

"Pero, ¡cómo voy a encontrarla!, de aquí se ve pequeño, pero para quien lo camina, los caminos nunca se acaban de recorrer", gimió.

"Si quieres buscarla, debes tomar un cuerpo tras otro. No será la última vez que la encuentres, si la buscas... Hombre o mujer. Joven o ya madura. Pero ese lazo que los une no se quebrará... La volverás a encontrar. Sea aquí o en la eternidad, M'tra".


Así fue que M'tra volvió a descender y comenzó su largo viaje, buscándola.

Tomó cuerpos masculinos y femeninos.

Mundanos y espirituales.

Simples y complejos.

En todo lugar y en cada punto del planeta.


Y sí. La veía.

La encontraba.

Pero Rossana ya había muerto.

O recién nacía. O era demasiado anciana para reconocerlo... Y también tomaba las diversas formas permitidas.

Un día -en que seguía a sus pies, sin rumbo fijo- la vio.

En plenitud. Hermosa. Y mortal.

Peleaba y asesinaba a inocentes.

Su dulce Rossana era una strigoi. Una perversión de los Nephilim nacidos moroi.

Y había sido humana, antes de ser convertida en strigoi.

M'tra era una niñita pequeña, y vio como una mujer -una guardiana dhampir-, la atravesaba y liberaba su alma.

Y sintió cómo se elevaba su alma, sin poder siquiera seguirla.


La mujer dhampir la miró -a M'Tra-, luego al cuerpo, y suspiró.

Sacó de entre sus ropas algo como un frasco, y con unas gotas sobre el cuerpo de la strigoi, se disolvió.

"Ven", le dijo, "tomaremos un chocolate caliente. Yo soy Yeva Beikova".

"Vania, o eso creo", dijo, con una vocecita.

"No. No lo eres. Tu nombre es con M. Algo como Mitra, el Dios del Sol, ¿cierto?", y la niña asintió, confusa.

"¿Quién era ella?"

"Una novata strigoi. Llevo siguiendo su rastro por 18 meses. Mató a mi cargo, y yo debía pagar mi deuda con los moroi".

"¿Un moroi?"

"Sabes bien lo que és. Lo olvidaste, lo sé. Pero lo sabes".

"No lo sé"

"Tu alma es muy antigua, tanto como esta tierra. Pero no quieres irte aún. La buscabas, y la encontraste..."

"Era muy tarde ya", susurró, tristemente, con un chispazo de su real yo.

"Viene una elección, pequeña. Una que puede paralizarse. Si lo haces bien, se encontrarán, al fin. Sólo falta un salto de fe. Pero hasta entonces..."


Pero Vania no se fue.

Rondó a Yeva como si fuera un cachorrito, y conoció a sus hijas.

Olena era la menor, y su hermana Ekaterina murió poco después, defendiendo a su cargo.

Se quedó y vio crecer a Olena, la vio tener a sus dos hijas, y vio como era maltratada.

Una noche, el moroi con el que se relacionaba -Randall-, la golpeó tan fuerte, que casi la mató.

Vania se interpuso.

Randall usó su magia, y la arrojó contra un muro.

Entre Olena y Yeva, lograron echar al bruto de la casa, pero Vania estaba abandonando esta vida.

Y fue entonces que tomó una decisión.


"Volveré a protegerlas, Lo juro por mi alma", susurró, con su último aliento, "ustedes vendrán primero".

Y su alma ascendió al Logos, y esperó.

Cuándo Randall fue readmitido -con magia o buenos modales-, El Guardián usó la oportunidad. Olena tendría otro hijo de él.

Y Mitra se configuró en el hijo por venir.

Se amoldó a su nueva esencia mortal, y esperó, ansioso.

Sabía que -configurado como un dhampir-, su oportunidad en la tierra llegaba a su fin.

Pero lo había prometido.

Y su bienamada lo comprendería.

Él sabía que sí.

Así que la buscaría y nunca más la dejaría ir.


9 meses después, nacía Dimitri Belikov. El único hijo varón de Olena.

Y Yeva supo quién era, con solo ver sus ojos.

"La decisión está hecha, Mitra. Cumpliste tu promesa con nosotras. Ahora, procura cumplirla a tu corazón y con el de ella. Encuéntrala. Yo te libero".


Dimitri era un niño taciturno.

Centrado. Y silencioso.

Pidió ser un guardián, para cuidar a su familia del moroi que los atormentaba.

Porque Olena había tenido otra hija.

Muy adentro, ella sabía que los tiempos no eran los correctos.

Que no era de Randall.

No había sido una aventura, o algo de una sola noche.

Porque lo conocía desde niño.


Que había llegado de 12 años a St. Basil, solo y desamparado; abandonado allí por el padre ausente.

Lo cuidó como si fuera un hermano menor, y lo vio crecer y convertirse en alguien totalmente diferente.

Lo motivaba la venganza -primero-, y luego él mismo.

Y ella fue la única que supo que él se había enamorado de una joven guardiana pelirroja.

Fue en Samhein que lo vio llegar, los ojos rojos de tanto llorar.

La ropa en desorden, y solo.

Sin sus guardianes.

""Nos dejamos mutuamente", lloriqueó, "mi trabajo la pone en peligro. El suyo nos separa. No quiso dejarlo y ser mi esposa.".

"¿Y no podías hacerlo tú?"

"Si no soy yo, sería alguien peor, Leny. Mi padre... era un bruto con todos, mis tíos son perversos y mis primos no son mejores. Le han granjeado mala fama a ser un Mazur. Si no lo hago yo, destruirán lo único bueno que nos va quedando... "


Se aferraron el uno al otro, llorando por sus amores perdidos.

La pena de ella y la tristeza de él los llevaron a atravesar una barrera no permitida, en dos personas que se amaban como hermanos.

Nunca más lo hablaron.

Nunca más lo mencionaron.

Pero muy adentro, Olena sabía.

Porque Randall llegó de vuelta, como 3 semanas después.

Y nació Viktoria Belikova.

Su tercera hija, y la cuarta del total.


El padre, Ibrahim mazur, tenía ya otra hija.

Con su amada pelirroja.

Que recibió el nombre de Rose Mary Elizabeth Hathaway.

Y esa niña... era Rossana.


Rossana era también dhampir.

Una bebé que tampoco debía venir.

Pero no había vuelto a encarnar, no desde la strigoi de Vania.

Y el Logos sintió compasión y pena.


Porque Mitra sacrificó su búsqueda por cuidar y devolver el amor que esas mujeres dhampirs le habían dado.

Más no podía hacer.

No fue él el que envió a Janine Hathaway, al encuentro de Ibrahim.

¡Oh no!

Pero fue él el que cohercionó a Rossana a descender.

Le mostró el amplio panorama.

Su Mitra era hijo de Olena Belikova; y ese moroi turco y triste, perdería a la pelirroja en un ataque.

Pero si ella bajaba, la pelirroja evitaría ese encuentro; y la hija que no vería la luz, podría nacer.

Poniéndola más cerca de Mitra de lo que Rossana estaría jamás.

Y fue así que Rossana descendió.


Y el Logos puso en Janine sólo una idea.

Ella crece como un botón.

Y fue así que la llamó Rose.


¡OH! absolutamente AMO esta historia.

Y debía ir acá, según yo misma.

Que la disfruten!