Habían seguido el consejo que aquel desconocido les había dado en el ocaso de su vida, siguiendo las vías del tren sin desviarse. La mayor parte del tiempo Mara cargaba con Judith, acariciando su pequeño cuerpo y besando su cabezita rubia cada tanto.

Era milagroso que la pequeña hubiera logrado sobrevivir con todo lo sucedido, pero lo había hecho. Seguía con vida y estaba bien. Para Mara aquello era esperanzador, más que para cualquier otra persona.

—¿No estás cansada? Si quieres la cargo yo un rato —propuso Tyreese.

—No, estoy bien —negó Mara, aferrando con más fuerza a Judith —. Tenerla me hace ser concierte del mundo.

—Como quieras — aceptó Tyreese sin llegar a comprender del todo sus palabras.

Mara vagó la vista de él a Carol, y volvió a centrarse en Judith. Estar pendiente de la niña también era un impedimento perfecto para no pensar en la situación en la que se encontraban como grupo.

Hasta hacía un día, Tyreese había deseado matar a Carol por su crimen, sin saber que ella la culpable. Y era evidente que él hombre seguía desconociendo esa información, pues de otro modo no podría estar con Carol como se encontraba. Pero no podría estar en la más absoluta ignorancia siempre..., o tal vez sí.

Las únicas que conocían la verdad eran la propia Carol y Mara, y para la segunda tener ese peso, sino en esos momentos, seguro que más adelante le resultaría insoportable. Pero delatar a Carol no era su misión, no era su asunto. La verdad sólo le correspondía a Carol confesar.

Entonces, a los pies de un puente que cruzaba las vías por los alto encontraron un cartel. Era una señalización que no pertenecía al mundo de antes, sino que mencionaba un lugar seguro. Un santuario, donde el que llegaba sobrevivía.

—Tal vez más de los nuestras también sigan las vías, y nos encontremos cuando lleguemos a ese lugar —comentó Mika distraída.

—O tal vez solo quedemos nosotros —apuntó su hermana.

La rápida contestación de la mayor de las niñas desconcertó a todos.

—No lo creo —dijo Mara —. Tiene que haber más supervivientes. Tiene que haberlos...

Tyreese miró a la joven unos instantes, parecía querer decir algo, pero ante la presencia de las niñas se contuvo.

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Las vías se alargaban infinitamente. Tras todo un día de camino no habían llegado a ningún destino. Pero habían quedado tan exhaustos por los pocos descansos y el trayecto constante, más la falta de comida, que esa noche lo complicado fue no sucumbir al sueño incluso durante las guardias.

Mara despertó al alba. Agotada y algo dolorida por todo el cuerpo, tras una noche de incomodo pero profundo sueño sobre el propio terreno. La incomodidad la obligó a incorporarse y buscó el lugar donde Tyreese se encontraba para reunirse con él.

—¿Cómo va la herida del brazo? —pregunto en voz baja, anunciando su cercanía al hombre que miraba hacia el bosque distraído.

—Duele y lo noto palpitar... hasta creo que tengo un poco de fiebre —reconoció.

—Dame a Judith —pidió la joven, alargando los brazos para recibir al bebé que dormía —. Algunas plantas son desinfectantes, puede que Carol las identifiqué, sé que Hershel las conocía... —se calló ante el pensamiento del hombre.

—¿Mara?

—¿Sí?

—No debemos pensar que alguien más salio... No es bueno, no lo es —indicó el hombre de color con cuidado y buscando las palabras más adecuadas.

—No todos han muerto, es imposible. Después de todo lo que ha pasado que... —se negaba a aceptar la joven y estrecho a Judith más en su regazo.

—La última vez que vi a Daryl estaba acorralado entre los caminantes y los disparos de esa gente —informó Tyreese mirando a Mara que lo observó fijamente al escucharlo.

—No... —susurró al entender sus palabras, sin poder siquiera pestañear —. Él no...

—Ya no le vi más, pero...

—¿Pero le viste caer o no? —insistió.

—Vi como un caminante se le echaba encima, y me alejé huyendo de los disparos, no pude cubrirle.

Mara miró al frente y cerró los ojos. Podía negarse a creer que Daryl había muerto, o podía asumirlo y aceptar que ya no estaba, que jamás lo volvería a ver. De aquella horrible confesión por parte de Ty, la joven intentó sacar fuerzas para encontrar un motivo por el que no rendirse. Si Daryl no había sobrevivido al ataque en la prisión, lo único que quedaba de él crecía en ella. Era más posible que nunca que jamás volviera a verlo, y que él ya no formase parte del mundo, pero aún le quedaba algo de Daryl, y debía mantenerlo y salvaguardarlo. Con más motivos que nunca se dijo que haría lo que fuera necesario para traer a vástago al mundo y mantenerlo con vida.

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Tras pasar la noche ocultos de un rebaño de caminantes en el maletero de un coche, Daryl maldecía que Beth estuviera con él. No porque fuera un lastre, no porque la tuviese que cuidar, sino porque le obligaba a permanecer con vida. No podía rendirse mientras ella dependiera de él. Rendirse y no protegerse de los peligros porque el mundo ya no tenía nada bueno para él no era una opción, porque eso sería condenar a Beth, y ella no lo merecía. Miró a la joven antes de encaminarse por la solitaria carretera en silenció y se puso en marcha.

Sin embargo, Beth sentía que Daryl se limitaba a sobrevivir, pero sin esperanzas ni ilusión en nada. No había un objetivo ni un destino, solo mantenerse con vida, encontrar comida y hallar refugio momentáneo para seguir desplazándose tras descansar. Pero no podía culparlo por ello, ella tampoco encontraba nada por lo que mereciera la pena continuar.

Necesitaba un objetivo.

—Necesito beber algo —dijo —No, algo de verdad. Alcohol. Nunca los he probado. Por mi padre... El no lo veía bien... —continuó explicando pero Daryl la ignoraba por completo, y tomó la decisión de lograr su objetivo sola.

Levantándose del suelo se encaminó por el bosque, sin mirar atrás. Estaba harta de aquel silencio perpetuo. Sin embargo no tardó en toparse con un grupo de caminantes por el bosque que la cortaron el paso, obligándola a ocultarse.

Tal vez aquello no había sido tan buena idea, pensó en un primer momento, pero intentó sosegarse y mantener la calma, sacando el cuchillo de su cinto. Si no la veían podría esquivarlos y continuar.

Sin que la joven se percatarse Daryl llegó tras ella. No podía dejarla morir, se dijo a si mismo para seguirla. Se lo debía a Hershel, se lo debía al grupo, se convenció. Ellos cuidaban de los suyos, y aunque solo quedasen ellos dos, debía hacerlo.

Cuando Beth percibió su presencia sobresaltada, no dudó que él había aceptado seguir su plan de buscar alcohol y lo siguió entre los árboles. Hasta que llegaron al improvisado campamento y la irá la superó.

La chica no estaba dispuesta a conformarse con aquello, y así se lo gritó a Daryl, soltando todos sus airados pensamientos contra el cazador, que vio su paciencia agotada por la rabieta.

—¡Ya te has divertido bastante! —La retuvo.

—¿Que te pasa? ¿No tienes sentimientos? Aparte de pensar que todo es una mierda... bueno eso es sentir algo —contestó rabiosa —¡A la mierda! Deberíamos hacer algo... —decía al borde del llanto de pura frustración. No espero que Daryl dijera nada y se marchó de nuevo tras asegurar que sabía cuidarse sola.

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El cansancio, sumado a las consecuencias de la herida que sufría Tyreese hicieron que el grupo parase a descansar para buscar salvia con la que tratar el corte que sufría en su brazo.

Mara seguí prestando toda su atención a Judith, centrándose en ella, pero agradeciendo esas pausas para recuperarse, pues ella también sufría más fatiga que el resto a causa de su embarazo. Pero por algún motivo no quería mencionarlo por el momento. No le parecía una buena idea.

Cargando con la bebé se alejó de las niñas, aproximándose hasta Carol que vendaba a Tyreese a unos metros.

—Deberíamos conseguir comida, fruta al menos —comentó Mara, interrumpiendo la conversación que mantenían sus compañeros —. Apenas le queda comida a Judith, y no sabemos cuanto tardaremos realmente a ese lugar. De existir, claro.

—Es cierto —asintió Carol.

—Pues entonces... —comenzó a incorporarse el gran hombre —Pongámonos a buscar...

—No, Ty. Tú aún estas débil —dijo Carol —. Debes descansar un poco más.

—Si, quedaté con las niñas, y Carol y yo...

—Deberíamos llevarlas, ir con cada una de ellas por separado —propuso Carol —. Creo que sería bueno que mientras voy con Mika, tú vayas con Lizzie. Tal vez puedas hablar con ella.

—¿Hablar? ¿Por...? —preguntó Mara confusa, mientras le entregaba a Tyreese el bebé.

—Creemos que no comprende lo que son los caminantes —explicó el hombre.

—Oh... Sobre eso —aceptó la joven, recordando los dibujos que la niña elaboraba en la prisión y que la habían advertido de cierto evidenciar cierto trastorno de la realidad.

—¿Lo has notado? —preguntó Carol seria.

—Un poco, tiene algo de fascinación por ellos... Seguramente al trauma que vivió antes de llegar —asintió pensativa —. No nos alejaremos mucho y volveremos en un par de horas maximo. No podemos acampar aquí esta noche, será mejor alejarse tras regresar, para encontrar un lugar donde dormir nuevo. Así evitaremos atraer caminantes por hablar o cosas así.

—Lo tienes claro —comentó Tyreese.

—Antes de llegar con vosotros pase meses viviendo así. Ciertas cosas no se olvidan... Para bien o para mal.

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Aunque resultase absurdo Daryl empatizaba con Beth. Entendía por lo que estaba pasando y porque quería hacer aquello. Porque necesitaba llevar a cabo algo que nunca hubiera hecho en vida de su padre, porque su padre ya no estaba vivo.

Por ese motivo la llevó hasta la cabaña del bosque que había encontrado con Michonne hacía más de un mes antes. Allí había un alijo de alcohol casero y era un lugar relativamente seguro.

—Juguemos a algo —propuso Beth, que ya había bebido más de un trago de aquel licor casero y mostraba sus efectos —. Al... Al «yo nunca».

—No sé que es eso —espetó Daryl, vagando su vista por la habitación y los recuerdos que le traía.

—Te lo explicaré —dijo la joven, y tomando dos botes con alcohol se encaminó al centro de la sala —Hay que decir algo que no hayamos hecho nunca y si...

—No quiero beber, te lo he dicho, alguien debe vigilar —contestó alejándose de ella.

Aquel lugar no le traía recuerdo de su infancia simplemente, no en esos momentos... La última vez que estuvo allí había pasado las horas leyendo el diario de Mara, lo recordaba perfectamente. Y era un pensamiento doloroso. Las ganas de volver a verla y reencontrarse con ella que había sentido lo invadieron, junto con la devastadora realidad de que jamás la volvería a ver...

Estaba comenzando a ser consciente de la realidad. Aquello no era una etapa, no era una separación momentánea. Había perdido a toda su familia, su futura familia le había sido arrebatada también antes de haber podido conocer si estaba preparado para ella.

Por primera vez desde que cayera la prisión recordó a Mara fielmente, con tanto detalle que hasta pudo sentir la característica calidez y suavidad de sus manos al cerrar lo ojos, y todo el dolo interno que aquello le producía.

Beth, le miró desconcertada, intuyendo que algo le estaba ocurriendo, pero no pudo preguntar nada, pues los ruidos en el exterior la sobresaltaron. Daryl abrió los ojos, también interesado en los sonidos exteriores, y miró por la ventana.

Un caminante estaba junto a la fachada, interesado en el contenido del interior de la cabaña. Sus ruidos y gemidos guturales atraerían a más de ellos si no lo solucionaban.

—Me encargaré... —dijo simplemente tomando su ballesta de la mesa donde la había dejado descansar.

—Daryl...

Rápidamente el cazador salió de la casa y se encaminó hasta el caminante que golpeba los muros de madera. Pero desechó la idea de ensartarlo con una flecha y arrojó la ballesta un lado. Sacando su cuchillo de caza de la funda de su cintura, se puso en guardia, con el puño defensivo a la altura de su rostro. "Demasiado alto", pensó con amargura, recordando a Mara y su opinión de que peleaba cual pandillero, y bajó el brazo unos centímetro.

Con aquel pensamiento que lo llenó de angustia pero sobre todo de rabia, se lanzó a por le muerto viviente. No se conformó con herir su cerebro, sino que descargó con el inerte cuerpo toda su desidia, una y otra y otra vez, ensartando su rostro con el cuchillo.

Desde el destartalado porche Beth le observaba, cuando dos caminante aparecieron desde el bosque.

—¡Daryl! —advirtió del peligro al cazador, que se incorporó, y recogió su ballesta. Sin embargo no disparó en la cabeza de los caminantes. Para horror de Beth, Daryl no pretendía matarlos, sino soltar su rabia con ellos, y les disparó en el torso para frenar su bance, golpeándoles con el reverso de la ballesta con contundencia, apuñalándoles, golpándolos de nuevo y recreándose en sus maltrechos cuerpos.

—¡Para! ¡Para! Déjalos —gritó la joven.

Daryl la miró con desdén y se limpió el sudor de la frente, volviendo la vista al bosque, esperando y deseando que más caminantes aparecieran.

—Te estas poniendo en peligro —le acuso Beth, bajando del porche nerviosa.

—Es divertido...

—No tiene que ser divertido —espetó —. Deja de actuar cómo si todo te diera igual. Como si todos los que han muerto no te importaran. ¡Un mierda! Es mertira...

—¿Eso crees?

—Lo sé

—¡No sabes una mierda!

—¡Sé que me miras y solo ves otra chica muerta¡ Pero he sobrevivido, y sé que no lo entiendes. No soy como Michonne, como mi hermana o como ella... Y no puedes tratarme mal, por eso. Solo tienes miedo.

—Yo no le tengo miedo a nada.

—Solo intentas impedir que nadie se te acerque... Para no sentir...

—¿Sentír? Tu perdiste dos novios, y no soltaste una sola lagrima, toda tu familia a muerto y solo te preocupa buscar alcohol...

—Eres tú el que no lo entiende —encaró al hombre.

—¡Todos han muerto! ¡Nunca los volverás a ver! Ni a Rick... ¡Nunca volverás a ver a Maggie! —gritó lleno de rabia.

—¡Basta! —pidió alterada.

—El gobernador llegó a la prisión... ella no debía estar ahí, yo debí seguir buscando... y tu padre... —balbuceó mientras la ira daba paso a la culpa y se volteó para que Beth no le viera.

—No... no.

—Debí haber hecho algo, obligarla a irse y estaría... ella estaría viva —comenzó a llorar.

Ese era el mayor dolor que sentí dentro. Lo que le destrozaba por completo y a la vez lo mantenía con vida. Que si no hubiera si por él, Mara se habría marchado y ahora estaría viva. Por eso también no podía rendirse sin más, aunque fuera solo para pagar con su pesar su perdida.

—No fue tu culpa —dijo Beth viendo el dolor de Daryl y le abrazó por la espalda. Nunca había visto a alguien que necesitase tanto un abrazo en toda su vida. Pero Daryl se alejó, no sentía que mereciera consuelo.

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Habían encontrado una casa en mitad del bosque. Una pequeña granja con un huerto en barbecho, un gallinero y un establo vacíos. Pero que era acogedor y cómodo para descansar al menos unos días.

Tanto Mara como Tyreese necesitaba ese descanso, en especial Mara, que no podía seguir acumulando la fatiga más tiempo sin ponerse en riesgo a ella y al bebé.

En cuento a las niñas, la preocupación que sentía por Lizzie se había acrecentado tras su conversación con ella; con inocencia e incomprensión la niña le había confesado que no entendía porque todos los caminantes eran malos para ellos, pues no tenían maldad, solo que hacían lo que sabían. La insistencia de Mara por explicarla su error solo había provocado que la niña no quisiera exponer sus pensamientos, pero no había cambiado sus idead.

Por suerte ese refugio era seguro para ellos y las niñas podían estar a salvo de los caminantes y sus peligros. La casa había acogido un bebé anteriormente, su tumba estaba en el jardín. Por ello, había una cuna, ropa infantil, leche en polvo y otros suministros infantiles.

Mara se encontraba en el sofá, con Judith en sus rodillas dándole el biberón de la noche, mientras el hogar les alumbraba con unas cálidas llamas.

Todo estaba tan tranquilo y era tan hogareño que parecía un sueño. Al observar a Tyreese, Mara vio que el sentía lo mismo, como dijo antes de sentarse en el sillón frente a la chimenea.

—Deberíamos vivir aquí —dijo Mika, jugando en el suelo con una muñeca que había encontrado en una de las habitaciones.

Los adultos se miraron tras observar a la niña. La idea de renunciar a ese lugar que anunciaban los carteles y quedarse allí podía ser una posibilidades real, posible, y tal vez más seguro. Pero Mara sintió una presión en su pecho. Había considerado poder encontrar a Five si ese lugar era una verdadera zona segura, o simplemente poder dar a luz allí a su bebé con más seguridad y garantías que fuera.

Cuando el fuego comenzó a consumirse acostaron a las niñas y Ty fue a descansar. Debían hacer guardia por si algo o alguien se aproximaba a la casa.

—Debes descansar —dijo Carol al ver que Mara continuaba en pie deambulando por el salón —, se te ve cansada.

—No puedo dormir... —confesó, y se acercó a ella, sentándose a su lado junto a la ventana —. ¿Le dirás a Ty la verdad? —preguntó sin preámbulos, y Carol volvió la vista al exterior pensativa.

—Sé que piensas que es lo correcto, pero...

—Debería saberlo. Pero es arriesgado —aceptó —. No se lo puedes decir para sentirte mejor, para quitarte la carga, sino por aliviar su pesar. Tiene pesadillas...

—Lo sé. Pero decírselo..., destruiría lo que tenemos, lo poco que nos queda —alegó Carol.

—Yo tengo la esperanza de que Five esté vivo... poder encontrarlo. Pero... Ahora tengo otras prioridades —dijo entonces Mara, cambiando de tema para desconcierto de Carol —. Hershel te enseñó a asistir partos, ¿cierto? Por la mujer de Rick —preguntó la joven llevándose las manos al vientre.

—Sí, pero... —Los ojos de Carol repararon en el gesto de Mara.

—Es lo que me queda de Daryl, Ty dice que cayó en la prisión... y tengo que traer a su hijo al mundo. Es mi motivo para luchar y vivir.

—Mara, me dijiste qué...

—Lo sé, y justo pasó, contra todo pronóstico y porque creía que era imposible —aclaró con una sonrisa que mostraba algo de temor —. Solo quiero tenerlo, a salvo. Me ayudarás, ¿verdad? Por él, es su hijo...

—Sí, claro —afirmó con rotundidad Carol.

—¿No crees que sea un peligro? ¿No me consideras arriesgada para el grupo? —preguntó seria —Puedo irme sola a ese lugar, aún puedo viajar por mi cuenta, y sé como sobrevivir. Legaré si sigo las vías.

—Mara...

—No confío en ti, lo siento, pero no puedo. No con lo que hiciste —confesó sorprendiendo a Carol —. Si me consideras un riesgo me iré, pero no permitiré que...

—Jamás haría algo así.

—No puedo creerte, ni me voy a arriesgar a hacerlo. Pero este lugar puede ser bueno para mi, puede ser seguro para ambos. Pero si temo por mi vida o la suya no titubearé en protegerle a cualquier precio.

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Finalmente Daryl se había rendido al alcohol, necesitaba un trago, para olvidar o intentar curar heridas imposibles de cerrar. Era una mala idea, lo sabía, pero no le importaba. Mara había muerto por su culpa... Había muerto por él.

—Maté al cabrón que voló el puente —dijo tras beber el bote de alcohol —. Pero tarde... Sino... Si no se hubiera quedado.

—Era feliz, era muy feliz contigo y por eso volvió —susurró Beth —. Ella hizo lo que deseaba.

—Y ahora está muerta... ella y... —las palabras se le atragantaron y bebió de nuevo —. Iba a tener un bebé... un bebé mío.

—Oh... no lo... no lo sabía —contestó apenada Beth

Daryl pensó en ello, es ese niño, aunque aún no era un niño, pero... era su hijo, su hijo y de Mara, o debía haberlo sido. Se culpaba por esa criatura, por no haberlo querido, no como ella que jamás dudó. Debió proteger a Mara más, debió haberla querido más, debió haber sido de otra manera.

Sus pensamientos se podían leer en la amargura que mostraba sus semblante.

—No te hagas esto, Daryl.

—Mañana se me pasará, eras tú la que querías un trago —contestó desoyendo sus palabras —. Yo pertenezco a esto, a este mundo, me crie en una pocilga como esto... y nunca he salido.

—Eso no es cierto. Ya no eres así... Mara lo vio, lo sabía. Este mundo no podrá contigo, y no puedes ser así, eres un buen hombre.

—Los buenos no sobreviven.

—Tú sí, serás el último hombre en pie —aseguró Beth —. Y debes ser como ella te quería, por ella.

—Tendrás que recordarme eso...

—Yo no voy a estar siempre, algún día me iré —contestó Beth.

—No voy a perder a nadie más —aseguró Daryl, sabiendo que eso no dependía de él ni nunca lo había hecho. Pero Beth tenía algo que le recordaba a Mara, pues era muy parecida a su padre. Sin decir nada más se levantó del cuelo y se fue al interior de la cabaña.

A la mañana siguiente Daryl y Beth continuaron caminando, en busca de otro refugio que fuera mejor y más segura.

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.TWD.


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Sí, como habréis deducido Daryl y Beth no queman la cabaña en el bosque. No lo considero necesario, no por el momento.

Siento tardar tanto en actualizar. La historia me cuesta, no se me da bien seguir la serie, aunque ahora me vaya desvinculando de ella poco a poco. A ver si en el siguiente cap puedo llegar hasta el punto que quiero llegar para terminar de motivarme del todo.

Si alguien sigue leyendo la historia, mil gracias!