Camino bifurcado

Durante días la pareja de supervivientes no vio más que árboles y follaje otoñal. Sin que Beth lo supiera, Daryl había estado evitando los pueblos y zonas urbanas, se sentía más seguro entre la naturaleza; donde podía cazar y buscar refugio. No tenía ningún otro plan o idea más allá de seguir vivo, caminar y respirar.

Aquella situación hubiera agotado la paciencia de Beth hacía días, mas la joven y el cazador habían estrechado su relación tras la experiencia en la cabaña y que el hombre confesase todo lo que había perdido. El corazón de Beth comprendía la desazón que atenazaba a Daryl. Él no solo había perdido a su novia, sino también a su futura familia. Había perdido un destino, un futuro que en lo más profundo de sí deseaba.

—¿Sabes donde estamos? —preguntó la rubia caminando un par de pasos tras Daryl.

—Sí —contestó escuetamente y continuó sus pasos.

—¿Y bien? —volvió a preguntar tras unos segundos.

—En algún sitio, entre un lugar y otro... —indicó con desgana, pero a los pocos segundo continuó —. Hay que tener una referencia para saber donde estamos. Estamos lejos de todo lo que conocemos. Lejos de todo. Así es más seguro.

—¿Vamos a algún sitio?— volvió a cuestionar al rato, pero sin presión.

Daryl no contestó en esta ocasión y continuó caminando. Sabía que debían tener un destino, un objetivo en mente, aunque solo fuera por una cuestión de fuerza moral. Caminar sin rumbo acabaría por consumirles el ánimo más incluso que la fatiga.

Se detuvieron a descansar cuando el sol estaba en el punto más alto del cielo. Pese a que comenzaban a bajar las temperaturas con la proximidad del otoño, los días soleados eran calurosos.

—Podríamos ir al sureste, hacia la costa —comentó con la vista puesta en la presa que limpiaba entre sus piernas.

—La costa —repitió Beth avivando el fuego para calentar la comida —. Es una buena idea.

El cazador asintió. Michonne tenía esa idea de ir a la costa para tener un franco cubierto por el mar cuando viajaba con Andrea, antes de toparse con la gente del Gobernador. Y también Mara se encaminaba a Florida antes de conocerlos. Era un buen objetivo. Un destino posible, claro y practico. Las temperaturas serían más cálidas y llevaderas, y la costa era segura.

—Tal vez encontremos otro grupo —dijo Beth dando voz a sus pensamientos —. Personas a las que unirnos y...

Daryl alzó la vista hacia ella y negó. No confiaba en nadie vivo. Encontrarse o acercarse a otros supervivientes era un riesgo que no estaba dispuesto a correr en esos momentos.

Con el pasar de los días el cazador había comprendido que Beth era lo único que le quedaba, y no estaba dispuesto a perderla. Era toda la familia que le quedaba en ese mundo. Sobrevivirían solos, huyendo de cualquier peligro, y mantendrían el recuerdo de todos aquellos que perdieron el uno para el otro.

En algunos momentos Daryl intentaba convencerse de las palabras que Beth le había dicho en la cabaña. Que él era un buen hombre, tanto bueno que Mara quería estar con él. Para no olvidar eso conservar a su lado a Beth era un requisito necesario.

Comieron en silencio, recuperando fuerzas y descansando de las horas de caminata de la mañana.

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La casa en mitad del bosque en la que se habían asentado Carol, Tyreese y Mara junto con las niñas, era un remanso de paz. Durante los días que trascurrieron allí, la calma sosegó el espíritu de todo el grupo, y también favoreció que recuperasen fuerzas tras los días de marcha tras perder la prisión.

Sin embargo, aquella calma y tranquilidad no era del todo buena para Mara. Físicamente se encontraba mejor, fuerte y descansada. Ya no temía perder su bebé como lo había hecho en el camino a causa el esfuerzo. Pero la realidad de todo lo que había perdido se hacía más real y presente. Y no había nada con lo que pudiera evitar ser consciente de lo sucedido.

La visión de la katana de Michonne sesgando el cuello y la vida de Hershel le llegaba como un fogonazo a la memoria varias veces a lo largo de cada jornada. Provocando que cerrase los ojos y contuviera el llanto y la desazón que le causaba comprender que Hershel, su amigo, su apoyo, su consejero, ya no existía. Asimilar que Rick, Michonne, Maggie... y en especial Daryl ya no estaban era demasiado para ella.

Levantó su camiseta frente al espejo de cuerpo entero que presidía la alcoba donde dormía, y palpo su vientre. Una ligera curva se hacía cada vez más notable en su delgada silueta. Cuatro meses. Cada vez sería más evidente su estado, cada día estaría más cansada y menos ágil, Cada día esa vida era más fuerte.

—Tienes que ser tan fuerte como tu papá... Tienes que luchar, yo lucharé, y te hablaré de él —dijo con susurró casi inaudible que la emocionó.

Aún no se hacía a la idea de que Daryl estuviera muerto. No podía concebirlo.

—¿Mara!? —Escuchó tras de sí la joven y se volvió, colocándose la prenda sobre el estómago de nuevo.

—¿Sí? —Carol la observaba con curiosidad.

—Ty va a salir a recoger algo de fruta que vimos tras el cercado, ¿quieres ir con él?

—Sí, claro —asintió y salió de habitación.

—Creo que haré té mientras, ya que Judith está durmiendo.

—Buena idea —asintió la joven y se encaminó a la salida de la vivienda.

En el pequeño porche que daba al jardín, Tyreese estaba esperando a que Mara se le uniera y juntos se encaminaron por el jardín de la propiedad. A mitad de caminó escucharon unos pasos y descubrieron que Mika corría hacia ellos.

—¿Puedo acompañaros? —preguntó sonriente la niña.

—Claro, ¿dónde está tu hermana? —preguntó Mara esperando a que Mika llegara a su altura.

—En la parte de atrás. Estaba jugando —contesto despreocupada.

Ambos adultos asintieron, Carol la vigilaría desde la cocina sin problemas, y salieron del cercado de la casa.

A menos de cien metros, entre el bosque que rodeaba la propiedad, encontraron unas parras bajas con bastantes uvas que podrían comer. Mientras Mika recogía con cuidado los frutos distraída, Mara y Tyreese tomaron cierta distancia para hablar sin ser oídos. Mara aún no le había hablado de su embarazo.

—Este lugar nos está sentando bien a todos. Estamos mejor... —comentó el hombre.

—Sí, necesitábamos descansar —admitió la joven —. Es tranquilo. Pero tanta paz...

—Yo también lucho contra los recuerdo —comentó Tyreese sabiendo a qué se refería su compañera —. Pero es seguro estar aquí. Estamos juntos. Eso es bueno... Nos tenemos a nosotros.

—¿Siempre? ¿Nos quedaremos siempre aquí? —preguntó Mara.

—Es un buen lugar —insistió él —. ¿Qué más nos queda?

Mara alzó la vista y pensó en Vicent. A ella aún le quedaba la esperanza de que él estuviera con vida, en algún lugar, y no solo, sino con Shelly. No podía olvidarse de ellos y rendirse a no verlos jamás porque ese lugar fuera tranquilo.

—Este es un lugar seguro para las niñas —reconoció finalmente, sin dar voz a sus verdaderos pensamientos.

A su lado Tyreese sonrió.

—Mirad cuantas —dijo Mika acercándose a ellos, con muchas uvas colocadas en el hueco que había hecho con su propia camiseta.

—¡Guauuu! —Sonrió Mara —. Pero esto no lo podemos llevar en la mochila, acaba siendo mosto.

—Iré a por una cesta —propuso el hombre y sin esperar se incorporó y se alejó de nuevo a la casa.

Se notaba que Mika estaba orgullosa de su recolecta, y Mara la animó a continuar, en esa ocasión estando a su lado.

—Me gusta más esto que ir a cazar —comentó la niña —. No me gusta hacer daño a los animales, aunque tengamos que comer... Pero aprenderé a hacerlo.

—O no —contestó Mara sorprendiéndola —. Nos tienes a nosotros, podemos hacerlo por ti.

—Tú no piensas que tengo que hacerme fuerte, ¿verdad? A ti tampoco te gusta matar.

—No, Mika, no me gusta matar.

—Pero lo has hecho. En la prisión —apuntó.

—Sí, y antes también. Tuve que hacerlo. Pero... no me alegro de ello, y espero que nunca tenga que hacerlo más —contestó, sabiendo que aquellas palabras no coincidían con la idea que Carol tenía. Y pese a que esas niñas eran responsabilidad de Carol, la joven no pudo reprimirse y hablar con Mika con sinceridad —. En este mundo todos tenemos que hacer cosas y pasar por cosas que son malas. Lo sabes ya... Eso no se elige. Lo que sí podemos elegir es si eso nos cambia o no.

—¿Seguir pensando que algo está mal aunque lo hagamos?

—Sí. Si tuviera mucha hambre pero no dinero, robaría para comer. Pero no pensaría que tengo derecho a robar —explicó Mara con un ejemplo —. Debemos sobrevivir, si queremos hacerlo tal vez tengamos que matar.

—Pero sigue estando mal...

Mara asintió, y volvió la vista hacía la casa. Tyreese tardaba bastante, y ya tenían muchas uvas recogidas. Así que, sin esperar el regreso del hombre indicó a Mika que regresaran a la casa. Dejando los frutos en una cestita que colgaba de la puerta de entrada, las niña y la joven traspasaron la vivienda hasta la cocina, donde Tyreese las recibió con un semblante consternado. Sin embargo, Mara no pudo formular ninguna pregunta, pues el llanto de Lizzie la sorprendío, al igual que a Mika que salió al jardín en busca de su hermana.

Carol entró por la puerta trasera, cruzándose con la niña, pero no dijo nada. Tomó asiento frente a la mesa y con los codos apoyándose en ella se cubrió el rostro.

—No lo comprende... —dijo al final, ante la mirada de sus dos compañeros —. Para ella son como nosotros. La... La iba a morder.

Aún sin comprender que sucedía, Mara se encaminó a la ventana y observó el exterior. Una caminante estaba tendido sobre el césped del jardín.

—¿Que estaba haciendo? —preguntó Tyreese sin ocultar su desconcierto.

—Jugando, estaba jugando con ella... Sin ver el peligro —contestó Carol.

—Hay que hacer algo con Lizzie —apuntó Mara, si lo que decía Carol era cierto, la niña no era solo un peligro para ella misma, sino para el resto. Si no asimilaba el peligro real de los caminantes pondría en riesgo las seguridad de todos.

—Cuando se calme... —contestó Carol —.Cuando todos nos calmemos.

La situación vivida con Lizzie aquella tarde despertó en Mara muchos temores. Aunque lo intentaba no conseguía confiar en Carol. Le resultaba imposible volver a verla como la mujer que la había acogido hacía unos meses antes. Para la joven algo en la conciencia o raciocinio de su compañera no estaba bien; su forma de ver el mundo, su pragmatismo ante la vida, sus valores y moral distaban mucho de los que Mara conservaba. Eso, sumado a el desequilibrio mental que mostraba la niña y que no sabía como atajar, provocaba en Mara una intranquilidad constante y muchas dudas.

La sensación de encontrarse viviendo en un ambiente que no le gustaba se hizo más presente. Estaba con parte del grupo, no estaba sola y eso no podía infravalorarlo. Sola estaría muchísimo peor. Sin embargo, Tyreese vivía engañado, atormentado por el asesinato de su novia, realizado a manos de la mujer en la que más confiaba. Esa mujer era una psicótica a ojos de Mara que había dejado de valorar la vida humana de todos aquellos que no fueran importantes para ella. Además de tener bajo su cargo a dos niñas confusas e influenciables.

Traer al mundo al hijo de Daryl en aquel lugar era seguro, pero mantenerse allí siempre se le antojaba inconcebible a Mara. Aquella casa tranquila y segura era una bomba de relojería. Si quería buscar una alternativa, si quería tener una oportunidad de encontrar a Vicent y Shelly. Recuperar a la que, sentía, era su única familia realmente en ese mundo debía hacerlo sin demora.

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Tener un objetivo era bueno, sin duda. Lo había comprobado en apenas dos días. El animo de ambos, tanto de Beth como de él era mejor. Marchaban hacía un lugar, prolijo, pero al menos tenían un destino.

Pese a que ahora marchaban más lentos, descansaban más y empleaban tiempo en conseguir suministros, siempre estaban en movimiento, y siempre por el bosque.

Habían perdido la cuenta de los días que habían pasado desde que todo su mundo se vino abajo y perdieron a todos los que conocían. Había pasado más de una semana, pero no sabían ya cuantos días, si diez o doce, incluso podrían ser más. Aun así, la realidad seguía doliendo.

—Fueron felices —comentó Beth sin ningún porqué una noche, dando fin al silencio en el que se sumían hasta que les venciera el sueño —. Quiero pensar..., que fueron felices hasta antes de que... de que llegase el tanque. —Daryl no dijo nada —. ¿No te consuela? Pensar que fueron felices...

El cazador se quedó pensativo, en silencio. Aquella afirmación de Beth no la podía negar. Se lamentaba de no haber querido mejor a Mara, de no haberla demostrado más lo que realmente era para él, tal y como ella hacía de forma natural. Sin embargo, algo en su interior le hacía tener la certeza de saber que la había hecho feliz.

—Yo pensé que Maggie y Glenn tendrían un bebé. Ella lo pensaba, cada vez más y lo deseaba. Imaginaba que pronto habría más niños y que mi padre sería abuelo, que celebraríamos fiestas y cumpleaños. Que poco a poco todo sería como lo era antes, diferente al mundo que había, pero con las mismas cosas... Pensaba que podríamos mantener todo lo malo tras las vallas —La voz de la joven denotó que lloraba, pese a que Daryl no volteó los ojos para confirmarlo —. Pensé que mi padre moriría de viejo... Fui una tonta...

—Era como debía haber sido —aseguró Daryl como consuelo, aunque dudó que aquello ayudase a Beth.

—Mara me dijo que no podía tener bebés —confesó Beth cuando se hubo sosegado, en parte porque las palabras de Daryl le hicieron pensar que él también tenía esos pensamientos —. Cuando lo hizo... supe que eso la dolía. —Daryl asintió inconscientemente, pues la hipótesis era cierta por completo —. Era feliz... era feliz gracias a ti.

Algo en el interior de Daryl le movió a hablar, a decir que él también lo fue gracias a Mara. Que fue feliz, feliz completamente y pese a todo, por primera vez en su maldita vida al tenerla a su lado. Quería decirlo, aunque solo fuera por honrar su memoria, pero unos ruidos entre los árboles a su costado les sorprendieron, impidiendo que diera voz a sus pensamientos.

Tanto Beth como él se incorporaron rápidamente y buscaron la causa del ruido. Esta se hizo presente rápido, con más ruidos; gruñidos y movimientos entre la maleza.

—Coge las cosas —ordenó Daryl, que solo por ruido supo que no se trataba de pocos caminantes.

La joven obedeció, tomando la manta con una mano y su bolsa con la otra, para acercarse a Daryl y colocarse a su espalda. Justo cuando se posicionó tras el cazador, tres caminantes se hicieron ver entre los árboles cercanos a donde ella había estado descansando. A los dos segundo otros tantos también aparecieron.

—¡Vamos! —indicó Daryl alejándose con premura, eran demasiados para abatirlos.

Ambos corrieron entre la oscuridad del bosque, casi a ciegas y sin rumbo. Los gruñidos tras de sí cada vez se hacían más fuertes.

—A la izquierda. Corre hacía allí, hay una carretera... —ordenó Daryl —. Corre Beth.

—Pero...

—Ocultate, los destraeré... —declaró antes de alejarse de ella.

—¡No..., no me dejes! —pidió con miedo.

—¡Corré! —repitió él.

En contra de su voluntad y de su instinto, Beth obedeció y corrió en sentido contrario a donde se diría Daryl. Corrió tan rápido como pudo. Escuhando las voces y grítos sin sentido que el cazador emitía para atraer a los caminantes hacía él. Por ese motivo la rubía intentaba contener hasta sus jadeos, para no ser escuchada.

Llegó a la carretera que daryl le indicó, la linea de la calzada estaba iluminada por la luna, mucho más que el espeso bosque, y no tardó en reconocer una vehículo a una veintena de metros, donde poder esperar a su compañero. Aceleró el paso hacía él y observó su interior, por una ventana trasera que estaba rota. No había nada en el interior más que cristales.

Se introdujo en el coche, intentnado sosegar su respiración. Ya no escuchaba a Daryl, por lo que quiso convencerse de que el cazador estaba yendo a su encuentro con sigilo tras despistar a los caminantes. No tardaría en volver a su lado.

Se encontraba esforzándose por controlar su miedo cuando sintió un fuerte golpe en un lateral y no pudo contener una exclamación.

El caminante causante del sobresalto la descubrió y rodeó el coche para acudir hasta ella, gimiendo con paso inconstante. La alteración de Beth aumentó, a causa del miedo y saberse sola. Aquel cadáver andante halló la ventana y coló sus brazos con el institno natural que le llevaba a coger su presa, obligando a que Beth saliera del coche e intentase alejarse de él.

Algo al pisar el asfalto llamó la atención de la joven. Una luz que se aproximaba y la hizo despietarse lo sufiente para que el caminate se le viniera en cima.

Todo pasó muy deprisa... el caminante, sus olor nauseabundo, el duro asfalto con el que se golpeó al no poder aguantar el empujón del muerto, la luz cejadora, el chirrido de un frenazo... y tras un golpe en la cabeza, fuerte y sonoro, nada. Todo se apagó.

Daryl escuchó un familiar grito de sobresalto. Como Beth había creído estaba de regreso junto a ella. Sin embargo al pisar la carretera lo que los ojos del cazador descubrieron fue un coche oscuro alejándose de allí, y un caminante abatido junto a un vehículo inservible y el petate y manta de Beth.

Pero Beth no estaba allí.

—¡Beth! —gritó al coche que se alejaba.

Su compañera debía estar allí, debía estar dentro de ese automovil.

—¡Beth! —Repitió con todas sus fuerzas corriendo tras el vehículo con desesperación.

Todo lo que le quedaba en esta vida se alejaba rápidamente dejando una estela de polvo.

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Durante todo el día Mara estuvo alejada de todos en aquella casita del bosque. Se encargó de cuidar a Judith y paseó por los alrededores distante y pensativa.

Una voz en su cabeza le decía que debía irse de allí, que debía buscar a Vicent. Sin embargo, otra voz la chillaba que aquello era una locura, que no llegaría a ningún lado, que acabaría muerta, ella y el hijo de Daryl, si dejaba a su grupo.

Tenía un grupo, conservaba a parte de su familia en aquel lugar, quería a Tyreese y a las niñas, y pese a su desconfiaba, también quería a Carol. Pero no estaba bien, allí con ellos no estaba bien.

Cuando cayó la noche aún estaba con muchas dudas, pero sucumbió al sueño temprano. Su incosciente la sumió en un sueño confuso.

Era un yermo bosque, sembrado de secos arboles finos y esqueléticos, frente a ese paraje un hombre de espaldas. Vicent, pese a no verlo de frente sabía que se trataba de él.

Más que su imagen lo que podía ver era su sentir. Ese paisaje frente al hombre lo destrozaba y terminaba con sus esperanzas.

Entonces Mara se vio a si misma frente a Vicent, pero no cerca de él. Todo ese bosque muerto les separaba. Sin embargo era capaz de ver la lejana silueta de aquel hombre y reconocerlo.

Puedes hacerlo —Escuchó que decía —. Eres una Darling.

Ella negaba. No podía ir hasta él.

Eres un Darling, lo harás.

El alba aún no había comenzado cuando Mara abrió los ojos sintiendo su pecho alterado a causa de lo vivido en el sueño.

Había sido un sueño confuso, más onírico de lo que solía soñar, y pese a ello lo que significaba era cristalino para la joven.

Dejar ese refugio y a su gente no era ni inteligente, ni práctico, ni seguro, pero era lo que debía hacer. Así era su espíritu, su carácter y esencia. Esa contra la que siempre quiso luchar siendo más racional que todos en su familia, pero que pese a ello era natural en ella.

Vicent era su familia, su familia verdadera y de siempre. Shelly era su niña, su alegría y esperanza, y debía estar con ellos, debía buscarlos y traer al mundo a su lado a lo único que le quedaba de Daryl en la vida.

Estaba decidida.

«Me voy.

Siento llevarme comida, pero pretendo encontrar a Vicent y el grupo que partió con él hacía DC.

Tengo que buscarlos, porque él jamás me encontrará aquí.

Cuidar de las niñas. A cada una como lo necesita.

Espero encontraros de nuevo.

Os quiero, pero debo irme.

Os quiero y no puedo despedirme.

Os quiero, seguid con vida

Mara»

Dejó la nota sobre la mesa de la cocina, sujeta entre las almendras que contenía un bol. Sabiendo que con toda probabilidad sería Carol quién la encontrase unas horas después.

Con sigilo reunió algo de comido, tomó una chaqueta, y se quedó mirando la ballesta de Daryl, dudando si le compensaba llevarla o no.

Se marchó de la casa con un amanecer grisacio de comienzos de otoño. Con poco equipaje, poca comida y pocas flechas para la ballesta que cargaba al hombro.

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.~.TWD.~.


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Hola!

Sé que ha pasado mucho desde la útlima actualización de esta historia, pero no he tenido inspiración suficiente para realizar un capítulo hasta ahora. Talvez se deba a la nueva tmeporada, o qué se yo.

Espero que si alguién aún sigue leyendo la historia le guste el capítulo.

En el proxímo la historia creo que se pone más interesante.

Os quiero, mis musas.