Encuentros pasados

Con el día Mara y todo lo que representaba en Daryl se iba desvaneciendo minuto a minuto. Cuando llegaba la tarde sentía el recuerdo de Rick, Carol, Hershel, Beth, Glenn, y el resto de los que habían sido mucho más que su grupo, difuso. Como si fueran personajes de una historia conocida pero irreal. La convivencia con esos tipos con los que viajaba sacaba la parte más Dixon que el cazador tenía dentro. Solo en lo más profundo de sus sueños encontraba esa parte de él que una vez fue, cuando sentía a Mara a su lado en ese mundo onírico. Eso al menos le aportaba un objetivo: Vivir un día más para poder soñar otra noche con ella.

—Daría un centavo por saber que coño es lo que se cruza por tu cabeza —comentó Joe—. Pero ahora no tienen mucho valor, y soy un hombre curioso. ¿Un trago? No es casero.

Daryl volteo la vista al cielo, no era ni medio día, y su mente estaba dispersa en el maravilloso sueño que había tenido esa noche. Hasta sentío el genuino tacto de la piel de Mara.

—Pensaba en muertos. No hay mucho más en lo que pensar —contestó y alargó el brazo para que le diera la petaca metálica.

—Supongo que no pensabas en lo muertos que siguen nuestro rastro. Eso no es bueno..., pensar que nuestros muertos hace que nos unamos a ellos.

El cazador ignoró las palabras del jefe del grupo. De todos era el que menos consideraba un cretino. Pero su opinión en ese tema le era indiferente, quién le decía que unirse a Mara, Rick y el resto fuera un problema.

—El tiene una mujercita a la que recordar —soltó entonces Lem, con tono jocoso—. Seguro que era un culito adorable... No será fácil olvidadlo...

Casi sin pensarlo Daryl se lanzó contra él, echando mano al puñal de su cinto.

—¡Ehh eh! —Le frenó Joe, posando la mono en su pecho con contundencia—. Solo está bromeando.

—Parece que el hombre callado estaba muy encoñado para ponerse así —continuó el hombre del arco—. Hay alguna mamadas que nunca se olvidan. —Miró a Harley divertido y este también se río con complicidad.

La irá de Daryl iba en aumento, pero sabía que no podía hacer nada ante aquellos cretinos, así que se volvió y dejó el camino para internarse en el bosque.

—Voy a cazar... Os alcanzar luego —declaro sin volver el rostro.

Camino medio kilómetro entre la foresta, dudando entre sí regresar con aquellos tipos o seguir solo el tiempo que la suerte decidiera. No estaba de ánimos para cazar y tras capturar un par de ardillas se sentó con la espalda contra un tronco.

»Si quería ese bebé, chip. Lo quería todo contigo... Me diste cosas que pensaba que no podía tener, que no eran para alguien como yo. Cambiaste mi mundo... Y no te lo agradecí.

»Me callé muchas cosas, chip, cosas que debí decirte... Pero ni yo las sabía. No sabía que echaría de menos el sentir miedo. A tu lado tenía miedo siempre: del futuro, de ese bebé, de perderte... Ahora no me da miedo nada... y lo añoro.

»Esto es un locura... Todo, pero sé que me entenderías»

El ruido de unas pisadas sobre la hojarasca sobresaltado a Daryl que se incorporó alerta, descubriendo a Joe tras él, alzando las manos en gesto de paz.

—Te fuiste de mala manera, con los muertos en la cabeza... Y vigilamos nuestras espaldas, ¿recuerdas?

—Recuerdo haber dicho que no necesitaba un par de ojos en mi culo —contestó Daryl volviendo a su posición.

Joe se aproximó a él y le tendió la petaca de alcohol antes de tomar asiento s su lado.

—Yo estaba divorciado, no extraño a nadie... Aunque tras un tiempo si que añoraba sus gritos reclamando la pensión. Ahora ya... Ni me acuerdo de ese par de críos...

—Me recuerdas a mi viejo —soltó Daryl, lo que no era un cumplido.

—¿Esposa?

—Compañera —aclaró, pero el hombre lo miró confuso —. La madre de mi hijo.

—Tampoco pareces el padre del año por lo que dices...

—No..., no lo hubiera

sido. —Dio un largo trago a la petaca.

—Ohhhh... Ya entiendo. Es una triste historia, pero una más. Confórmate con haber tenido algo rico un tiempo, no todos lo consiguen... Y en este mundo es mejor ir ligero de equipaje, ya me entiendes. Una mujer y un crió suponen un problema a la hora de correr.

—No sabes de lo que hablas...

Un par de días tras su ingreso en el hospital, Mara estaba lista para dejar la cama y comenzar a pagar su estancia en ese lugar.

Al igual que Beth vestía el uniforme de paciente impoluto. Todo en aquel lugar era pulcro, hasta el punto que su reflejo en el espejo del baño se la antojaba un disparate.

Antes de abandonar su habitación para ir a ver a Dawn como la habían ordenado y que se le asignarse una función, Dillan fue a su encuentro.

—Ya iba. Aun no pudo correr —se justificó, pensado que la instaba a darse prisa.

—Pues menos mal que te encuentro —declaró el rubio y la frenó en su salida —. No le digas a ella lo que sabes hacer, nada del karate, ni una palabra, no sabes disparar bien y cocinas de pena, eso es todo lo que tiene que saber. Y por nada, por nada del mundo le digas que esperas un hijo, Mara. Lo cubriremos todo lo posible... Si podemos.

—¿Por qué? ¿Qué me harían? —preguntó con temor.

—Aquí no hay ni un bebé y no porque no se conciban cada día —contestó Dillan—. Es un hospital...

Aquellas palabras aterraron aún más a la joven.

—D, por favor... Por favor, salgamos de aquí —pidió a su amigo sin ocultar su desesperación.

—Te llevaré con Dawn, luego te enseñaré porqué no puedo irme —aseveró, haciendo oídos sordos a la súplica de ella.

Mara no insitió, debía hacer los que le pedía y al menos intentar dar los menos problemas posibles. Ella misma era un problema, así que cuanto menos se fijarán en su persona mejor le iría allí.

Tuvieron que ir a una planta superior. Allí era donde vivían los oficiales, sin permiso los pacientes no podían estar. Ni siquiera el Dr. Steven tenía allí su despacho en el cual dormía.

Tras golpear la puerta levemente, Dillan hizo pasar a Mara y cerró dejando a su amiga sola frente a la policía de mirada severa.

—No creas que por tener a Dillan de amigo podrás gozar de privilegios, él no es policía de Atlanta...

—Lo sé. Era ayudante del sheriff en Staurolville, nos criamos juntos allí. Pero era un buen agente —declaró Mara.

—Así que es cierto...

—¿Por qué no lo iba a ser? Su hermana Ana era mi mejor amiga, si le interesa.

—Así que conoces al pequeño Dylan. Eso le alegrará, es un niño fuerte —declaró, y Mara vio en su rostro un cariño sincero, pero no se confío—. ¿Qué sabes hacer? ¿Qué puedes aportar?

—En el grupo al que pertenecía cuidaba de los niños, no cocino bien y tampoco soy fuerte... Me encarga de trabajos domésticos necesarios, no todo es pelear para sobrevivir.

—Aquí tenéis la supervivencia asegurada gracias a nosotros, os protegemos hasta que vengan a buscarnos —Mara retuvo la mueca que la producían esas palabras—. Si sabes limpiar y planchar podrás ayudar, pero será mejor que te esfuerces. Dillan es uno de mis mejores hombres pero debe ganarse el sitio y está en números rojos con tu llegada.

—No le complicaré...

—Ve a ver a Tara, ella te dirá qué hace falta. Haz lo que mande y sigue sus consejos en todo si quieres que Dillan no se arrepienta de jugársela por ti.

—Lo haré.

Mara salió de aquella habitación sin perder tiempo. La ponía nerviosa esa policía. Era una mujer desconcertante, parecía una persona firme y recta, pero al parecer permitía cosas que más siendo mujer debía considerar pueriles.

Para la joven ese lugar no tenía sentido.? ¿Por qué mantener un lugar que rescatará y atendiera a enfermos si se era tan inhumano de abusar de ellos? Antes la gente era así por dinero, pero ahora esos intereses no existían.

Intentando comprender lo que había en la cabeza de Dawn, y así trazar un plan o estrategia que la mantuviera a salvo, si es que no lograba una forma de escapar, llegó hasta el piso inferior de nuevo.

—Eres la nueva, ¿no? Ven conmigo, soy Tara. Te necesito en lavandería.

Frente a Mara estaba con actitud amistosa una chica un poco más baja que ella, de pelo corto y oscuro, se podría de decir que un poco corpulenta, pero a sus facciones dulces y mirada tranquila.

—¿Eres Tara?

—La misma —afirmó—. Trabajarás con la plancha, y no te confundas por que sea algo básico, es complicado cumplir la exigencias de Dawn. Quede todo impoluto.

Mientras Tara le explicaba pasaron junto a dos agentes que miraron a Mara de arriba abajo con mucho interés. Era un novedad en aquel lugar y era lógico que llamase más la atención.

De manera refleja, la joven se apartó de su camino de manera brusca, demostrando su contrariedad.

—No hagas eso —dijo Tara al entrar en una salida llena de pijamas verdes, toallas y sábanas del hospital—. No les rechaces. Se pueden molestar y eso no es bueno.

Valorando ese consejo, sin saber que Tara era de confianza o no. Pese a que Beth si le dijo que se fijaba. Mara valoró qué contestar.

—Dillan Johnson... Estoy con él.

—Él no tiene placa de verdad, es como yo. Su poder es cuestionable —dijo la chica—. Si quieres un consejo... Se amable con todos lo que se interesen. Enfadados son peor.

—¿Por qué Dillan es como tú? ¿Eras oficial también fuera de aquí? —interrogó con interés.

—Cadete, casi poli... Y aún así también hago mi parte.

El asco que sentía era palpable.

Antes que de ninguna de las disolverá a hablar la puerta de esa pequeña recámara se abrió casi por completo y Dillan apareció con gestos de curiosidad.

—Te dije que quería hablar contigo después de que vieras a Dawn —le recriminó a su amiga.

Sin pedir permiso a nadie. Cogió de la muñeca a Mara y tiro de ella para llevársela.

—Tiene que trabajar, como todos —indicó Tara ante esa actuación.

—Es lo que hará...

—No olvides tu lugar, Johnson. Por eligen de todos —aconsejo Tara antes de que el rubio se metiera en el acceso a las escaleras tirando de Mara.

Mara esperaba en una pequeña habitación no muy diferente a la que ella misma tenía una planta mas abajo en tamaño y estilo. Sin embargo, esta era más personal, y podía reconocer el carácter e intereses de Dillan en algunos objetos que había por la sala.

Su amigo le había dicho que esperase allí.

Sabía que iba a presentarla a su sobrino, al hijo de Ana y Robbie. Al hijo de... Esa idea aún le parecía extraña, casi antinatural. Pero pensó en que ella llevaba en su vientre al hijo de Daryl. Recordarlo agitó el pecho de la joven y todos los sentimientos que sentía hacia él, ante el conocimiento de que seguía con vida, y lo mucho que deseaba reunirse con él a pesar del riesgo, le hicieron entender que, al igual que ella, era posible que Robbie hubiera amado a otra, hubiera rehecho su vida y sido feliz.

Estaba con la mente pérdida en ese pensamiento cuando la puerta de la habitación se abrió con lentitud. Con la misma velocidad Dillan atravesó a la sala cogido de la mano de un niño, que era la causa de avanzar despacio.

En un primer momento Mara no pudo evitar fijarse en el pelo del pequeño. Pelirrojo. Su corazón se encogió ante un cúmulo de sentimientos, pero apenas pudo asimilarlos cuando reparó en cómo cojeaba al andar hacia ella, ayudado por una muleta y su tío.

Al pequeño le faltaba la pierna por debajo de la rodilla. Como le había ocurrido a Hersel.

Lo ojos de Mara miraron a Dillan y este hizo un gesto que era cristalino. Ese era el motivo por el que no podía marcharse. No porque tuviera a un niño, sino porque era un niño incapacitado para huir o poder sobrevivir de haber un momento de peligro o tensión.

—Ella es Mara, ¿te acuerdas de ella? —dijo Dillan desconcertado a la chica que sabía que jamás había conocido a ese niño cono para que pudiera recordarla. Sin embargo el pequeño asintió.

—Hola, que guapo eres —lo saludo y se aproximó hasta él —. ¿Me das un beso?

Con confianza como si realmente la conociese, el niño se abrazo a ella, soltando el agarre a su tío, y besó su mejilla.

—¿Cuantos años tienes?

—Casi ocho —contestó con un poco de dudas.

—¡Que grande! —dijo, pero no podía sentirse un poco abrumada frente a la presencia del niño y se quedó callada unos segundos, observando las facciones que tenía.

El pelo y los ojos era idénticos a los de Robbie pero sus rasgos le hacían recordar a Dillan de niño, con el rostro alargado y un nariz recta y prominente, también tenía su sonrisa segura y jovial .

—Diablillo puedes irte a jugar... —indicó Dillan que no había pasado por alto el estado de Mara.

—¿Papá estaba contigo? ¿No ha venido? —preguntó antes marcharse el niño y la joven quedó por completo desconcertada, tanto que solo pudo negar.

—Venga, vete a jugar —insistió Dillan de nuevo y esta vez el niño aceptó.

Ayudado por su tío se encaminó fuera de la habitación con su muleta y una vez en el pasillo prosigió solo, mientras Dillan cerraba la puerta comprobando que se alejaba seguro.

—¿Por qué me ha preguntado eso?

—Por nada... no te preocupes —restó importancia.

—No. Todo esto es raro... De primeras, ¿por qué sabe quién soy? ¿o más importante qué es lo que sabe?

—Nada en realidad... Que eras amiga de Ann... Había fotos de vosotras en su casa —continuó con el tono despreocupado—. Lo importante es que ahora sabes porque no puedo irme. Él ni siquiera puede correr.

—¿Qué le pasó? —pregunto entonces —¿Le mordieron?

Dillan asintió y se sentó junto a ella en la cama, con actitud inocente.

—Aquí lo salvaron, hubiera muerto de no ser por este lugar... Me dejaron quedarme porque saben que no haré nada que lo ponga en peligro —explicó—. Cuando se enteraron que era oficial me dijeron que me uniera a la seguridad, pero dejando claro que yo era de una clase inferior a ellos.

—Está en peligro y tú también al quedarte aquí. Dillan de verdad que podemos huir lograr sobrevivir.

—No puede correr, Mara. Es lo único que me queda, Todo el mundo, todos los que conocía han muerto, todos —replicó molesto—. Tú conseguiste un grupo y lo sientes como tu familia... Bien. Pero yo no. Permanecimos en el pueblo, en tu gimnasio durante meses. Vino Vicent preguntando por vosotros y se fue al saber que no estabais, no sabía de ningún refugio ni de ayuda... así que no creo que el esté en ningún lugar seguro ahora. Poco después hubo un incendio y tuvimos que dejar el lugar, ahí perdí a Ana y la mayoría de compañeros. Vinimos a Atlanta buscando ayuda y fue una trampa mortal. De toda la gente que había conocido en mi vida solo me queda ese niño. Y... ahora tú. ¿Tan ilógico te parece que no quiera arriesgarlo?

—Vicent está vivo y debo reunirme con él. El padre de mi hijo está vivo y debo encontrarlo. Mi gente está ahí fuera... La de Beth. No podemos quedarnos. No podemos...

Parecía que la distancia que les separa de aquel grupo al que iban siguiente se acortaba poco a poco. Daryl podía identificar las huellas y sabía que eran recientes. Pero se calló esa información. No iba a ayudar a esos tipos a dar caza a otras personas. Aunque hubieran matado a uno de los suyos, el cazador tenía el pensamiento de que no lo hicieron por gusto.

La idea de participar en la caza y ajusticiamiento de ese, al parecer, pequeño grupos no le hacía sentir cómodo. Aún no había perdido toda la humanidad que su familia le había inculcado.

Tenía el plan de dejar a esos tipos en poco tiempo. No haría nada por advertir a esa gente de que eran seguidos; no era su problema. Pero debía alejarse del grupo. Sentía que perdía la mejor parte de sí mismo casa segundo que pasaba en su compañía, la parte que había crecido en él desde que el mundo se fue a la mierda.

Estaba decidido a marcharse y había reunido fuerzas tras una larga noches de descanso y sueño en los brazos del recuerdo de Mara, cuando descubrieron nuevas pistas sobre los individuos cuyo rastro seguían.

Una fogata, hecha esa misma noche con los restos de un pequeño conejo que habría sido la cena. Eso no era llamativo para Daryl, pero no así los restos de dos caminantes que estaban cerca. Habían sido seccionados limpiamente. Un escalofrío recorrió la espalda del cazador ante la familiaridad de los cortes en los cuerpos de los muertos. Había visto esa forma de acabar con los caminantes cientos de veces, pero solo se la había visto practicar a una persona.

Michonne había matado a esos caminantes, estaba seguro.

Con disimulo, para no atraer la atención de sus compañeros identificó las hullas del suelo.

Había custro tipos de huellas... ¿Cuatro? Eran cuatro calzados, pero solo tres personas, una de ellas llevaba un zapato diferente en cada pie. Un pie no muy grande... de una mujer, otra era seguramente de Michonne, reconocía sus huellas, y la otra... Unas botas de vaquero, de un hombre.

No era posible que Rick hubiera sobrevivido al ataque, estaba en mitad del campo cuando todo estalló. Pero parecían sus huellas.

No quiso emocionarse, podía ser otro. Aún así una de esas personas era Michonne. No podría estar más seguro ni aunque hubiera encontrado una rastra entre las hojas.

—¿Algo interesante? —Preguntó Joe.

—No... —mintió.

—Estamos cerca. Esta noche daremos con ellos —dijo Harley motivado.

—Esto lo han cazado por aquí —indicó Daryl pateando los restos de conejo—. Si estos inútiles han conseguido caza cualquiera podría, voy a ver que tengo.

A nadie le parecía raro o al menos sospechoso que Beth y Mara hablaran y compartieran tiempo juntos. Habían llegado en último lugar al hospital y resultaba lógico que se unieran al estar en un entorno nuevo. Lo cual aprovechaban todo lo posible.

—Dillan no se irá... No podré convencerlo, pero aún puedo insistir en que nos ayude a irnos a nosotras —susurró Mara mientras doblaba unas toallas que había planchado.

—Tara también quiere huir, ella fue quien mi lo dijo en primer lugar, tiene algo así como un plan.

—Tara es de ellos, ¿estás segura que nos podemos fiar? —preguntó Mara con recelo y Beth asíntió con disimulo.

Una policía de uniformada entró en la habitación sin previo aviso.

—Necesito sábanas.

—Las del segundo estante son las vuestras —indicó Mara sin dejar de ocuparse de la ropa.

Sin decir nada más la policía cogió lo que necesitaba y dejó la habitación. Beth tuvo el impulso de cerrar la puerta pero sabía que así sería más sospechoso. Por lo que se asomó al pasillo para comprobar que no había nadie cerca antes de volver a dirigirse a Mara.

—He robado esto de la cafetería. Toma, guárdalo. —Le tendió unas piezas de fruta y una lata de conservas.

—Beth, si te pillan...

—Tienes que estar fuerte, sois dos... Cógelo —insistió nerviosa.

Antes de que pudiera negarse comenzaron a escuchar ruidos al fondo del ala del hospital y muchas voces. Parecía que sucedía algo importante. Mara cogió los que Beth le entregado con rapidez y lo ocultó bajo unas toallas.

—¡Beth! —Escucharon la voz del Dr. Stevenson.

—Tengo que irme —dijo la rubia y abandono la habitación.

Pocos segundo después Mara se asomó por la puerta para saber que ocurría. Una patrulla había regresado y traían pacientes con ellos, al parecer graves. Mara continuo con su labor, y al terminar se llevó una toalla que contenía los alimentos que su amiga había conseguido para ella.

Se ocultó en su habitación tan pronto como pudo y escondió la comida en el baño, tras el lavabo. Si alguien la encontraba se metería en problemas.

Cuando salió para comprobar si podía ser de utilidad, encontró a Dawn muy alterada acudiendo a la sala donde atendían al recién llegado.

—¡Haz todo lo posible por salvarlo! Me da igual los recursos que emplees —Ordenaba al doctor que parecía contrariado.

Mara permaneció apartada, pero sin alejarse, cerca los agentes que habían traído al herido también miraban, entre ellos Dillan que la miró interesado por si estaba bien, ante lo cual se limitó a asentir.

El doctor se dispuso a hacer su labor pero tras varios minutos de trabajo su expresión denotaba que no había conseguido su propósito, aunque el paciente seguía con vida.

—No puedo hacer más... —confesó—. Si no puede entre hoy y mañana tal vez despierte.

Todos miraron a Dawn, que a pesar de estar de espaladas a Mara era evidente que se tensó llena de frustración por lo que acaba de oír. Sin que nadie pudiera prever su reacción se giró hacía Beth y la golpeó en la cara con fuerza, sobresaltando a todos.

El primer impulso de Mara fue ir hacia ella para defender a su amiga que se sujetaba el rostro, tan dolorida como sorprendida por lo ocurrido, pero antes de llegar a dar una paso Dillan la retuvo por el brazo.

—No lo empeores —le susurró al oído apretando su antebrazo hasta el dolor.

Mara sintió como la irá hacía que si interior bramara con furia pero obedeció y limitándose a mirar a Dawn con completo odio, en el cual la agente no reparó, esperó para poder acercarse a su amiga, que tenía un aparatoso corte en la mejilla.